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América Latina y la literatura mundial: mercado editorial, redes globales y la invención de un continente
América Latina y la literatura mundial: mercado editorial, redes globales y la invención de un continente
América Latina y la literatura mundial: mercado editorial, redes globales y la invención de un continente
Libro electrónico621 páginas11 horas

América Latina y la literatura mundial: mercado editorial, redes globales y la invención de un continente

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Discute las múltiples dimensiones de las literaturas latinoamericanas dentro de un campo literario global en un recorrido que va desde el boom hasta la actualidad e investiga tanto los discursos sobre las relaciones literarias en el continente americano con el mundo, como aspectos clave dentro de los variados procesos de recepción y circulación en diferentes partes del planeta.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2015
ISBN9783954871674
América Latina y la literatura mundial: mercado editorial, redes globales y la invención de un continente

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    América Latina y la literatura mundial - Iberoamericana Editorial Vervuert

    IOBIBLIOGRAFÍAS

    Introducción

    G

    ESINE

    M

    ÜLLER

    (Köln)

    D

    UNIA

    G

    RAS

    (Barcelona)

    Desde que lo acuñara Goethe, el término Weltliteratur (literatura mundial) ha tenido una amplia recepción hasta la actualidad. Sin embargo, a partir de la década de los 50 del siglo pasado, con los trabajos de Erich Auerbach, han aumentado las críticas a dicha expresión como representación de un entendimiento elitista de la literatura que, si bien trasciende el límite nacional, al mismo tiempo solo es imaginable dentro de ese mismo límite.

    En la actualidad, por el contrario, se habla con frecuencia de las literaturas del mundo, término en plural que remarca también una pluralidad de opciones, que trasciende la homogeneidad y la visión única del fenómeno, reclamando una multiplicidad compleja. El término se relaciona con la concepción clásica de literatura mundial, pero a partir de un programa totalmente diferente. El mismo aspira, desde una perspectiva global, a suprimir la separación entre centro y periferia en la producción literaria y a reflexionar sobre la génesis de la producción cultural en constelaciones transnacionales. ¿Qué papel desempeñan las políticas editoriales en esos procesos de denominación intensamente dinámicos, en constante cambio?

    Este tomo quiere enfocar el campo de tensión entre Literatura mundial y Literaturas del mundo con vistas a la formación de cánones y paradigmas por parte de la filología y los mercados literarios, cuestionando, a la vez, las clasificaciones aún vigentes de las literaturas nacionales, para resituarlas en marcos de recepción más generales. En el centro de atención estarán las relaciones literarias latinoamericanas dentro de su red global: se tratará de investigar, a partir del análisis de distintos actores (agentes literarios, figuras destacadas del mercado editorial y de la academia), las dinámicas de ese campo literario transnacional que han contribuido a que determinadas obras se hayan impuesto y formen parte de un canon literario mundial.

    En este tomo nos guiaremos por las siguientes tres etapas que constatamos para la recepción y distribución de las literaturas latinoamericanas en el mundo:

    1959 – 1971: Latinoamérica – Europa: Desde la Revolución cubana hasta el caso Padilla. La literatura latinoamericana comienza a considerarse en conjunto y a construirse una identidad propia, más allá del tratamiento aislado de cada una de las literaturas nacionales que conforman su tejido. Se pasa así de la valoración restringida de las literaturas nacionales, con dinámicas propias sujetas a cada país, a un proceso de internacionalización que rompe fronteras y se proyecta al exterior. Se construye así un campo literario transnacional, unido por una misma lengua.

    En este proceso, no obstante, hay que reconocer que la literatura latinoamericana cumple en este período las necesidades de exotismo europeas. Estas últimas, junto con estrategias de escritura específicamente modernas y formaciones teóricas izquierdistas, constituyen el criterio editorial decisivo para la implementación progresiva en el canon literario mundial.

    1971 – 1989: Latinoamérica en la red transatlántica: La inestabilidad política en América Latina acelera la movilidad de los escritores latinoamericanos, que no solo optarán por países vecinos o la vieja Europa, sino también por los Estados Unidos, con una academia emergente. A los lugares de distribución clásicos hasta entonces, como Barcelona y París, se suma el mercado editorial norteamericano. Las universidades estadounidenses, especialmente gracias a los programas Writers in residence, transforman a los Estados Unidos en un punto estratégico de gran atractivo. Las traducciones al inglés resultan fundamentales para los escritores latinoamericanos que esperan con ello acceder no solo a un importante público lector potencial sino también, de algún modo, a la consagración de su trayectoria.

    No obstante, al mismo tiempo, comienza la difusión de la obra de los escritores latinoamericanos en otras latitudes, en lejanas geografías que, sin embargo, muestran gran interés, e incluso insospechados puntos de conexión. Así sucede con dos clásicos tan distintos como Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. El primero, como enunciara en su mil veces citado ensayo El escritor argentino y la tradición, reclama la universalidad literaria más allá de los límites locales, y tanto ese cosmopolitismo como los referentes constantes a los clásicos en sus obras hace que cruce fronteras. El segundo, y la extraordinaria atracción que despierta Cien años de soledad (1967), como atestiguan asimismo las múltiples traducciones, convierte lo local en universal, quizás apelando a un imaginario común del mundo rural. Dos extremos que acaban encontrándose en el favor del público lector.

    1990 – hoy: Latinoamérica en el enfoque global: Debido a la aceleración creciente de la actual fase de globalización, Latinoamérica pierde su punto de referencia privilegiado pero experimenta una nueva atención internacional. A partir de la revolución mediática experimentada en los últimos años parece ser que conceptos como centro y periferia ya no se refieren a una posición geográfica simbólica, sino a una posición dentro de la estructura reticular del sistema de contactos por correo electrónico, blogs, Facebook, Twitter, etc. En esa dirección apunta también la difusión del libro electrónico, aunque todavía no esté suficientemente extendido, una realidad que es posible que, en un futuro a corto y medio plazo, contribuya a establecer nuevos equilibrios en un panorama en pleno proceso de cambio como el del campo literario transnacional del libro en español.

    Cabe destacar, asimismo, que la paulatina estabilidad política también ha redundado en el regreso a sus países de origen de los intelectuales latinoamericanos antes en el exilio y, con ello, en el desarrollo de industrias culturales propias. Así, en los últimos años, paralelamente al proceso de aglutinación de grandes empresas editoriales transnacionales, y el peligro que implica respecto a un discurso homogeneizador, se vive en América Latina la emergencia de pequeñas editoriales independientes con proyectos originales propios, diversos y muy heterogéneos. Incluso en momentos de crisis económica grave, que afecta, como es lógico, fuertemente, al mercado del libro, han surgido proyectos como, por ejemplo, el de Eloísa Cartonera, en Argentina, que ha demostrado su aceptación, viabilidad y sostenibilidad y se han extendido al resto del continente (Sarita Cartonera en Perú, La Cartonera y Santa Muerte Cartonera en México, Animitacartonera en Chile, Mandrágora Cartonera y Yerbamala Cartonera en Bolivia, Yiyi Jambo y Felicita Cartonera en Paraguay).

    Para acercarnos a ese inmenso campo de investigación, sin embargo, el enfoque se debe centrar exclusivamente en las relaciones e intercambios latinoamericanos. En este sentido, se plantean preguntas como: ¿qué constelaciones, por ejemplo, contribuyeron a que autores tan experimentales, en tan diversa forma, como Cortázar y Lezama Lima se publicaran en Suhrkamp? ¿Qué clase de traducciones culturales se efectuaron en ese contexto? ¿Qué papel juegan los traductores como mediadores en este transvase? ¿Cuál juegan los propios escritores en los procesos de reconocimiento y consagración? ¿Cómo ha evolucionado el peso específico de los agentes literarios en los últimos cincuenta años? ¿Qué atrae a los directores de colecciones especializadas en editoriales internacionales, cuáles son los indicadores por los que se rigen para valorar el posible éxito o fracaso de una obra o de un escritor? ¿Qué función desempeñan las ferias del libro? ¿Qué tipo de intercambios se facilitaron en el imaginario de los lectores en China y en India gracias a Cien años de soledad?

    A estas preguntas se suman preguntas que atañen a procesos más recientes: ¿qué consecuencias trae consigo la aglutinación de editoriales en empresas transnacionales? ¿Qué espacio pueden ocupar las nuevas editoriales independientes? ¿Qué cambios supondrá la total implantación del libro electrónico?

    En ese contexto, la pregunta guía en torno a la dimensión Literatura mundial/Literaturas del mundo debe acompañar los planteamientos concretos. Además, en un nivel más general, se plantea también la cuestión de en qué sentido el concepto del plural que subrayábamos en un principio es más adecuado en el momento de fijar posiciones de las literaturas contemporáneas más recientes, que destacan no tanto por un posicionamiento estático sino más bien por su dislocación y su pertenencia a redes múltiples.

    En este volumen, tras unos primeros artículos más teóricos, se llevarán a cabo diversos estudios de caso que configuran una especie de mosaico para mostrar la diversidad de lecturas y la multiplicidad del fenómeno de la recepción de la literatura hispanoamericana y su reconocimiento a nivel mundial. Sin embargo, no se trata de una recopilación exhaustiva, no se pretende dar por terminado un tema tan extenso, dada la limitación de tiempo y espacio de estas páginas. Somos plenamente conscientes de que quedan todavía grandes ámbitos por explorar, continentes enteros, como los contactos de la literatura hispanoamericana en África u Oceanía, así como profundizar y extender las relaciones con Asia, abordando estudios que tengan en cuenta también la importante relación con China y Japón. El tema no se agota aquí y, por este motivo, deseamos continuar en esta línea de investigación y seguir avanzando por este largo, complejo y apasionante camino.

    El presente tomo empieza con las reflexiones de Julio Ortega (Providence), pionero de los estudios transatlánticos, sobre La lectura transatlántica. Un paradigma dialógico de la historia cultural latinoamericana. El artículo propone un largo recorrido por las grandes obras de la literatura latinoamericana para demostrar cómo, en un movimiento casi dialéctico, la escritura y la oralidad han sido los paradigmas determinantes de la historia intelectual de América Latina. La tensión entre esos registros se lee igualmente en la literatura latinoamericana y sus vaivenes entre ser relatos fundacionales y contrarrelatos de la desfundación, entre ser agentes de los programas de la modernidad y sus contraprogramas tradicionales, por lo que el estudio de Ortega nos ofrece, más allá del concepto de la literatura mundial, un panorama imprescindible para entender la historia cultural (y literaria) de América Latina en su dimensión dialógica.

    La primera parte se ocupa del debate literatura mundial/literaturas del mundo, que se inaugura con el artículo de Vittoria Borsò (Düsseldorf) que demuestra en "Sor Juana: musa de una Weltliteratur como literatura de los mundos" que Sor Juana ya cumple los criterios de una literatura de los mundos sobre la que reflexiona en varias obras. Borsò trata, entre otras, La Loa para el auto sacramental El divino Narciso en donde se elaboran al menos los siguientes criterios: a) opciones en favor de la diversidad; b) traducción y translación de tradiciones del mundo grecolatino y europeo contemporáneo como técnica de producción cultural y como método de negociación entre culturas, c) desarrollo de una antropología local que trastoca el orden de los sentidos y ofrece opciones de carácter universal.

    Theo D’haen (Leuven) analiza en su artículo "Latin American Literature in World Literature and Géocritique cómo se ha situado la literatura latinoamericana en los debates sobre la literatura mundial desde los años 50 en adelante. Considerando distintos conceptos de literatura latinoamericana", su texto relaciona esa diversidad con una serie de acercamientos teóricos de la formación teórica actual sobre literatura mundial, al igual que con una práctica concreta en forma de las antologías de literatura mundial; con lo que se revela la importancia de la mirada del antólogo, una perspectiva personal inalienable, de gran responsabilidad, por el papel de transmisor de un canon, pero que conlleva las limitaciones del individuo.

    El estudio de Mads Rosendahl Thomsen (Aarhus), Getting beyond the exotic: Transnational politics and secular re-enchantment in the works of Junot Díaz and Roberto Bolaño, se centra en nuevas formas de atracción de la literatura latinoamericana. Teniendo en cuenta el peso del realismo mágico como paradigma dominante, analiza las obras de Junot Díaz y Roberto Bolaño para demostrar cómo ambos, frente a una historia violenta de dimensiones transnacionales, recurren a elementos sobrenaturales para cuestionar esa historia sin repetir los rasgos dominantes de sus precursores. De este modo, interpreta las relaciones improbables entre eventos y lugares remotos como una forma de seducción empleada en un sentido crítico frente a los paradigmas de la modernidad secularizada.

    Gesine Müller (Köln) pretende arrojar algo de luz sobre ese campo de tensión que se establece entre los conceptos de literatura mundial y de literaturas del mundo, siempre a partir del punto de vista de la formación del canon y de los paradigmas de los estudios literarios y del mercado de la literatura. Para ello analiza de forma crítica las virulentas clasificaciones a partir del criterio de las literaturas nacionales que existen en el ámbito de una recepción más amplia. Aquí le sirve como ejemplo el programa de literatura latinoamericana de la editorial Suhrkamp. Con sus cifras de ventas sin parangón y su gran número de novelas, esta editorial constituye un caso modelo de las dinámicas de campo literarias, de las políticas de traducción y de los mecanismos de selección. Es cierto que durante mucho tiempo la editorial Suhrkamp se sintió comprometida con el concepto elitista de la literatura mundial, sin embargo, muy pronto la aspiración fue no solo acoger las nuevas tendencias centrífugas en la literatura, los estudios literarios y la crítica literaria, sino también, según fuera posible, colocarse en una posición cimera.

    En la segunda parte observamos los procesos de circulación de las literaturas latinoamericanas en dirección a Europa. Maarten Steenmeijer (Nijmegen) se dedica a esta cuestión tomando como ejemplo el caso de Holanda en "Los pasos perdidos: la primera presencia de la literatura hispanoamericana en Holanda". Su estudio parte de la base de que la literatura hispanoamericana era poco más que terra incognita cuando en los años 60 se introdujo en Europa y los Estados Unidos. Según Steenmeijer, este vacío marcó su introducción en el mercado por las editoriales, que solían contextualizar la nueva literatura hispanoamericana en un marco internacional (Poe, Kafka, Joyce, Faulkner), haciendo caso omiso del patrimonio literario del subcontinente. A partir de la consagración de Borges y la Nueva novela, sin embargo, el contexto referencial se amplía con la propia literatura hispanoamericana. Su artículo se centra en los escritores hispanoamericanos clásicos usados en la promoción de la literatura hispanoamericana traducida más recientemente y en el capital literario atribuido a ellos por las editoriales, con base en un análisis de los paratextos de las novelas de autores hispanoamericanos introducidos en el mercado holandés a partir de 2000.

    Karim Benmiloud (Montpellier), por su parte, reflexiona sobre el papel de Francia como capital cultural de América Latina en La recepción de la literatura latinoamericana en Francia (1962-2012). Como punto de partida considera que interesarse por la recepción de la literatura latinoamericana en Francia supone recorrer el camino que empieza con el despegue de los autores del boom, muchos de ellos radicados en este país en un momento u otro de su trayectoria literaria (Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, etc.). Benmiloud constata que esto implica también analizar la siempre difícil difusión de los demás autores, ocultados por la omnipresencia, por la vitalidad y la longevidad de tres de ellos (García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa), a pesar de la presencia de un lectorado muy abierto al hecho literario latinoamericano. El artículo trata de analizar el papel de todos los actores que, en un momento u otro, y en mayor o menor grado, contribuyeron a la difusión de dicha literatura (editoriales, traductores, instituciones culturales, pero también periodistas y estudiosos), así como el progresivo desarrollo de nuevos métodos de mercadotecnia y de la nueva era electrónica (redes sociales y difusión de venta electrónica), con todos los cambios (y la recomposición del paisaje literario) que ello significa.

    Sara Carini (Milano) en Ciro Alegría en la colección Medusa de Mondadori: éxitos y problemas de una mediación editorial se centra en el análisis concreto de la recepción del escritor peruano en Italia. Su estudio se propone enfocar algunos de los matices literarios y culturales que influyeron en la difusión de la literatura latinoamericana en Italia a lo largo del siglo XX a través de un análisis general de la recepción editorial a la que fueron sometidos los textos literarios latinoamericanos en las fases anteriores a su edición y traducción. En particular, Carini se ocupa tanto de las influencias culturales como de las opiniones personales de los editores y asesores que trabajaron sobre los textos seleccionados, delineando así el sistema cultural que hizo posible su producción y comprensión. En lo específico, su análisis se centra en el estudio de los documentos de archivo que atestiguan la lectura y la mediación editorial hechas para la publicación de El mundo es ancho y ajeno (1941). Esto le permite delinear un momento peculiar en la difusión de la literatura latinoamericana en Italia en una de las colecciones editoriales más prestigiosas del siglo XX dirigida, además, por Elio Vittorini, intelectual ecléctico y con una visión de la literatura muy peculiar y personal que no pasa desapercibida.

    Desde la perspectiva del traductor, Nick Caistor (London) observa e interpreta la peculiar visión y difusión británica en La recepción de la literatura latinoamericana en Gran Bretaña. En estas páginas demuestra cómo la industria editorial en Gran Bretaña ocupó un lugar marginal en la creación del fenómeno del boom latinoamericano, liderada por los editores franceses, que a su vez desempeñaron un papel fundamental en la recepción británica de dichos autores. Asimismo, Caistor destaca las diferencias en la recepción de la literatura latinoamericana entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, y logra trazar un mapa informativo que va desde el realismo mágico de García Márquez hasta el realismo visceral de Roberto Bolaño, ofreciendo una mirada desde dentro con valiosas informaciones sobre diversos factores de recepción y circulación.

    El escritor peruano Santiago Roncagliolo (Lima) emprende en su ensayo Atlas político del Nobel una revisión de los autores latinoamericanos ganadores del Premio Nobel de Literatura y sus respectivas posiciones políticas. Un conjunto de breves crónicas iluminan las figuras de Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa y cuenta, de esa manera, una historia alternativa de los grandes representantes de la literatura latinoamericana del siglo XX. Efectivamente, la obtención del Premio Nobel asegura la proyección máxima de la obra de un autor a partir de su concesión, pero hay que tener en cuenta también las circunstancias que llevan hasta esa absoluta consagración en el mundo de las letras, y lo que ello representa, para poder interpretarlo adecuadamente.

    La tercera parte se dedica a los procesos de circulación de las literaturas latinoamericanas en la red transatlántica y es abierta por Michi Strausfeld (Barcelona/Berlin). En su artículo, En vías de construcción: esbozos para una historia de la literatura latinoamericana sin notas de pie de página, propone una historia diferente de la literatura latinoamericana que, en este caso, se traza a partir del género de la crónica y su compleja historia de recepción. En este sentido, explora no solamente la historia de la crónica desde la Colonia hasta el presente sino también el papel que desempeñó ese género, muchas veces poco valorado, en la escritura de algunos de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo XX.

    Dunia Gras (Barcelona) reflexiona sobre "El boom desde dentro: Carlos Fuentes y las redes informales de promoción cultural". Para ello, considera que, hasta la reciente muerte de Carlos Fuentes, el escritor mexicano fue un punto de referencia, no solo para la literatura en español de las dos orillas, sino que ejerció un poder cultural, plenamente consciente, como intelectual, que traspasó las fronteras nacionales y lingüísticas. A través de la lectura de su correspondencia inédita, muestra que se pueden atisbar, entre bambalinas, desde dentro, sus acciones, a menudo poco conocidas, y sus opiniones más personales, que explican no solo algunos aspectos del proceso de su consagración, sino también su papel en el reconocimiento de otros. Al margen del morbo de la rumorología y los cotilleos, estas cartas, como un instrumento más de análisis de la trayectoria vital y literaria del autor, permiten conocer, en buena medida, las interioridades del proceso creativo e incluso de algo tan azaroso como las circunstancias del éxito, tanto del propio como del ajeno. Estas redes informales, construidas a partir de las relaciones personales, azarosas y arbitrarias, no solo entre editores y escritores sino, sobre todo, entre los pares, entre los propios autores hispanoamericanos, o con colegas extranjeros —españoles, europeos, estadounidenses—, a través de encuentros más o menos fortuitos, en congresos o presentaciones, pueden rastrearse, en buena medida, en su archivo personal. El intercambio epistolar no abarca solo temas personales, sino que revela también los apoyos, traducidos en recomendaciones directas a editoriales, agentes o traductores, por ejemplo, así como los rechazos, en muchos casos absolutamente viscerales y, en otros, fruto de las circunstancias, sobre todo políticas, de la época.

    Katharina Einert (Köln) analiza en América Latina y la literatura mundial. ‘17 autores escriben la novela del continente latinoamericano’ o: La doble ficcionalización de América Latina y sus literaturas las estrategias publicitarias dentro del gran mercado del libro. En la Feria del libro de Frankfurt de 1976 la editorial alemana Suhrkamp presentó y promocionó su llamado programa latinoamericano con un folleto titulado 17 autores escriben la novela del continente latinoamericano. Entre los autores contaban Juan Carlos Onetti y Julio Cortázar, así como Miguel Barnet, Octavio Paz y César Vallejo. Al referirse a las literaturas del continente este folleto, junto con otros materiales de la época, de publicidad y cartas del editor Siegfried Unseld, recurren continuamente al tópico de la soledad de América Latina y al carácter existencial de sus literaturas. El artículo muestra que Unseld y la editorial, en su comprensión y transmisión de las literaturas iberoamericanas, se vieron influidos por El laberinto de la soledad de Octavio Paz. A partir de esta observación, este capítulo analiza materiales publicitarios y correspondencias de los años 70 con el fin de problematizar la reducción de los autores editados al género de la novela, buscando causas, motivaciones y consecuencias.

    Es un gran placer para nosotras concluir este capítulo con la transcripción de una entrevista al escritor cubano José Manuel Prieto (New York), realizada por Benjamin Loy. Bajo el título Domeñar el magma Prieto reflexiona, desde la perspectiva del autor y científico que es, sobre sus propias ideas respecto al concepto de la literatura mundial, la importancia que siguen ocupando los espacios literarios nacionales y de qué forma sus experiencias en Rusia y su trabajo como traductor han influido en su propia escritura, que a estas alturas es uno de los ejemplos más destacados de una literatura latinoamericana leída en todo el mundo.

    La cuarta parte lleva por título Procesos de circulación de literaturas latinoamericanas III: América Latina en la red global (1990-2014). Aquí Vibha Maurya (Delhi), en Las demografías literarias y el encuentro sur-sur (América Latina e India), comienza reflexionando sobre la relación entre ambos subcontinentes. El artículo muestra que la presencia hispánica en India se remonta al siglo XIX con la publicación de traducciones de la obra maestra cervantina El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha a varias lenguas vernáculas. Distintas fuentes y relaciones acerca de la aparición y traducción de dicha obra muestran una curiosa historia de su recepción dado que Don Quijote no solo fue leído con gran interés a lo largo y ancho en India, sino que sirvió de inspiración para la creación de novelas similares en lenguas vernáculas. Esta alusión a la trayectoria de Don Quijote en India es relevante para señalar que los viajes hechos por las literaturas del mundo se plasman en diferentes formas y modos al tomar su propio camino de influencias e impactos en contextos específicos. Pasadas cinco décadas de la condición decolonial, presenciamos los pasos de libros y literaturas a través de los continentes y en este proceso se han establecido relaciones transversales que conectan los espacios periféricos sin necesidad de un paso por el centro. La contribución de Maurya toma en cuenta dos momentos importantes de la interacción literaria entre América Latina e India: el primer momento considera el fenómeno del boom de la literatura latinoamericana que no dejó de repercutir en India y el enorme éxito de las obras de García Márquez y del realismo mágico; el segundo momento estudia la recepción sin parangón de la poesía de Pablo Neruda. Resulta de especial interés tener en cuenta que, a pesar de que los dos momentos son casi paralelos, se perciben, sin embargo, de manera muy distinta. De este modo, desde la perspectiva del sur global y desde el trasfondo de eventos histórico-políticos (la descolonización, la Revolución cubana), Maurya examina la literatura latinoamericana y sus ecos y resonancias en la lejana India del siglo XX.

    Heike Scharm (Tampa) desarrolla un tema presente en los debates más recientes, en torno a los límites de lo nacional en su artículo Globalización y literatura del nuevo mundo. Su texto ofrece un resumen crítico de algunos de los recientes desafíos, logros y ambiciones de la emergente crítica posnacional, un reflejo y consecuencia de un mundo en vías de globalización. Los acercamientos posnacionales forman un paradigma híbrido donde empiezan a confluir diversas áreas de estudio, cada una ligada a tradiciones diferentes, con sus connotaciones semánticas y objetivos particulares. A pesar de sus grandes discrepancias conceptuales e idiosincrasias internas, se observa, no obstante, una predilección común por la producción literaria con rasgos cosmopolitas y/o transculturales. Al comparar cómo el concepto de esta nueva Weltliteratur se ha interpretado y valorado en Europa, América Latina y los Estados Unidos, Scharm identifica los denominadores comunes y direcciones compartidas más destacadas, prestando sobre todo atención al alejamiento general de una literatura fundacional basada en cuestiones de origen, de tradición o de nación, y la propulsión de nuevos modelos críticos de lecturas dialogantes que invitan a la superación de nociones esencialistas.

    Benjamin Loy (Köln/Potsdam), en "Deseos de mundo. Roberto Bolaño y la (no tan nueva) literatura mundial, discute el término de una nueva literatura mundial", sobre el que reflexiona de forma aguda, en relación con el caso de Roberto Bolaño, escritor al que la crítica ha identificado con frecuencia como el representante idóneo de semejante categoría. Partiendo de una revisión crítica del libro Bolaño traducido. Nueva literatura mundial, de Wilfrido Corral, que relaciona el concepto de una literatura mundial exclusivamente con la recepción del autor en los Estados Unidos, el análisis de Loy demuestra cómo la reflexión sobre y el cuestionamiento de procesos globales constituyen una parte integral de la ficción de Bolaño y ofrece, a su vez, una teoría propia de las relaciones literarias mundiales. Su artículo logra revisar en qué sentido la obra de Bolaño reflexiona de manera crítica sobre semejantes intentos de categorizar literatura bajo el lema de una literatura nacional pero también con respecto a las relaciones de centro y periferia dentro de un campo literario global.

    Alexandra Ortiz Wallner (Berlin) plantea en su artículo Globalización, mercado y crítica poscolonial: reflexiones sobre entrelazamientos literarios entre América Latina e India la tesis de que la recepción de la literatura latinoamericana en el campo literario de India en años recientes se despliega a partir de las tensiones entre las fuerzas del mercado neoliberal y las fuerzas de la crítica poscolonial. Las relaciones entre globalización y literatura imponen hoy condiciones singulares de recepción e intercambio que, para el caso de la literatura latinoamericana y su presencia en diversos escenarios del llamado sur global, parecieran debatirse entre una lógica intercultural de los intercambios entre periferias y una idea de multiculturalismo global que tiende a no alterar las estructuras de poder de dichos intercambios. Dos ejemplos le sirven a Ortiz Wallner para profundizar en la discusión: por un lado, la recepción de la narrativa de Roberto Bolaño traducida al inglés y, por otro, la recepción del concepto testimonio.

    Marco Thomas Bosshard (Bochum), en su estudio El catálogo de novedades como medio de promoción de la literatura latinoamericana: Un análisis de las presentaciones de libros argentinos por editoriales alemanas en 2010, analiza un género muy parcial y concreto del mercado literario para determinar ciertos procesos de recepción de la literatura latinoamericana en Alemania. Él revisa los catálogos de novedades de libros traducidos en el marco del programa SUR del gobierno argentino para identificar las estrategias para promocionar y distribuir estas obras literarias argentinas en Alemania a través de un género intermedial. Con ello Bosshard abre un espacio de reflexión sobre un elemento de importancia para la circulación de la literatura argentina, si bien llega a la conclusión de que la mayoría de las editoriales alemanas comprometidas con la promoción de la literatura argentina en 2010 —año en que fue país invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt— integran sus títulos en el marco formal y gráfico de sus respectivos catálogos de novedades con pocas alteraciones, de forma tipificada.

    Nuestro tomo concluye con el capítulo V Perspectivas y el artículo de Ottmar Ette (Potsdam) titulado Desde la filología de la literatura mundial hacia una polilógica filología de las literaturas del mundo. Partiendo de las reflexiones de Erich Auerbach sobre las posibilidades de una filología de la literatura mundial, Ette explora un concepto para abordar la complejidad de las literaturas del mundo en una época en la que la llamada literatura occidental ya no puede ser determinada únicamente a partir de Occidente. El término plural de las literaturas del mundo, en ese sentido, funciona como una alternativa ante los vanos intentos sintetizantes de conceptos desarrollados bajo el lema de la literatura mundial para resaltar el hecho de que esa literatura dispone fundamentalmente de las procedencias y tradiciones culturales y geográficas más diversas. Con esto, Ette también pone en perspectiva crítica algunos conceptos recientes, como, por ejemplo, los de Pascale Casanova o David Damrosch, que siguen leyendo la historia de las literaturas mundiales desde un punto de vista marcadamente occidental. Recurriendo a teóricos culturales como Fernando Ortiz o José Lezama Lima, Ette traza un marco para esbozar una posible historia discontinua de la literatura mundial.

    Para finalizar, quisiéramos dar las gracias a todos aquellos que participaron en la preparación de este tomo. Nuestro libro se basa en un simposio homónimo que tuvo lugar los días 30 y 31 de enero de 2014 en la Universidad de Colonia y que se inscribe en una serie de encuentros sobre América Latina y literatura mundial iniciado en marzo de 2013 en el Archivo literario nacional de Alemania en Marbach.

    Por el generoso financiamiento y su gran apoyo de este evento queremos agradecer sobre todo a la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG). Queremos darle las gracias también al Global South Studies Center Cologne, de la Iniciativa de Excelencia de la Universidad de Colonia y al Seminario de lenguas románicas de la misma universidad. Agradecemos también a las dos universidades, la Universidad de Colonia y la Universitat de Barcelona, que patrocinaron el evento.

    Le agradecemos también por su excelente lectura y revisión a Jorge Vitón, que acompañó el proceso de la publicación en todas las fases con una presencia perspicaz y un apoyo intelectual inspirador. Agradecemos muchísimo a Sylvester Bubel por sus lecturas muy importantes.

    Por la realización general y la larga fase de preparación, tanto a nivel conceptual como práctico de la conferencia y del presente tomo, queremos dar sobre todo las gracias a Benjamin Loy. Sin su incondicional apoyo y sus impulsos intelectuales omnipresentes no hubiera sido posible la realización de este proyecto. Y, finalmente, damos las gracias a Julio Ortega por aceptar nuestro volumen en su serie Nuevos Hispanismos de la Editorial Iberoamericana - Vervuert.

    La lectura transatlántica. Un paradigma dialógico

    de la historia cultural latinoamericana

    J

    ULIO

    O

    RTEGA

    (Providence, EE. UU.)

    La escritura y la oralidad han sido paradigmas determinantes de la historia intelectual de América Latina. Por un lado, la escritura ha buscado representar los registros de lo moderno, mientras que la oralidad ha asumido la representación de la memoria tradicional. No es casual que sea así, porque la escritura es entendida como propia de la lengua colonial, el español. Como el portugués, sustituyó al registro oral. (Tupí or not tupí, that is the question, decían los modernistas brasileños). Por otro lado, las demandas del poder y la legalidad fueron instrumentos de dictamen y control, mientras que la voz y la palabra fueron la actualidad, cuyos espacios alternos construyeron el lugar de enunciación comunitaria. Si la ciudad letrada dominó el debate nacional, los espacios orales propiciaron las diversidades regionales. El hecho es que la hipótesis de nación y narración presuponía que la comunidad buscaba y encontraba su forma en el relato. Ser modernos, por lo mismo, significó una escisión temprana: perder la rama nativa (arrancada del cuerpo social por la violencia colonial) y asumir la autoridad de la lengua patriarcal, obligatoria y jerárquica. Tanto es así, que el bilingüismo careció de prestigio social, y solo en el siglo XX fue reivindicado como una forma no del pasado sino del futuro. Y, sin embargo, la materia verbal de las lenguas originarias se fue introduciendo en el español dominante al mismo tiempo que aquellas fueron reapropiando de éste términos y registros, incorporados gracias a su estructura aglutinante. La diferencia de las normas orales del español, por lo mismo, se debe a la copresencia de la oralidad nativa, aunque en algunos países se deba a la contaminación de las hablas migrantes. Lo que nos interesa ahora es el hecho de que el significante se configure como una formación de la escritura mientras que el significado discurra como una transformación de la oralidad. La nación, así, se reconoce en el registro de su narración.

    La literatura latinoamericana, desde sus orígenes hasta la gran novela de los años 60-70, se puede leer como el proceso del registro narrativo de unas naciones en formación desigual. Si las generaciones de escribas en Cien años de soledad van aprendiendo a descifrar los pergaminos de Melquíades (no en vano derivado de Mercurio, el dios del intercambio y la comunicación); y se convierten, en el proceso, en gestores de una lectura capaz de imaginar su propio fin, la narración de estas naciones confirma en los despliegues de la escritura la forma de sus ciclos. Desde la fundación mítica, la destrucción histórica, el ciclo de la memoria, y la disolución del fin, esta historia de la lectura como historia cíclica popular, culmina apoteósicamente el poder del registro (la letra, la escritura, la lectura) y la imaginación de la alegoría nacional (los orígenes, la familia, la ciudad, la nación, el estado) en una articulación de la memoria oral y el acopio escritural.

    Pero también desde sus orígenes, como han postulado José Lezama Lima y Haroldo de Campos, el barroco distingue la producción latinoamericana de su laboriosa diferencia. Se trata de un barroco que más que ser suntuoso de forma y conceptista de ideas, es celebratorio de la mezcla, la hibridez y la hipérbole. Más que las restas del claroscuro, le atrajeron las sumas del apetito visual, la emblemática de la abundancia, y el proyecto de un nuevo mundo de los recomienzos. Así, el barroco se puede entender como el predominio americano de la variedad del significante de un lenguaje que para formular su significación requiere reformular su modo de significar; esto es, rehace su sistema de nominación y la misma sintaxis de su representación. Por eso, se podría demostrar que en la misma nomenclatura del modelo europeo y español, el barroco americano introduce el despliegue de una diferencia americana tanto de escribir y formular como de conocer y valorar. Si ello, en sí mismo es predecible en una cultura de la mezcla, más notable es el hecho de que este barroco asuma una nueva existencia, contemporánea y proyectiva, a mediados del siglo XX y, en nuevas versiones, a comienzos del XXI. Y no se trata de un anacronismo sino, otra vez, de la resignificación del sistema de registro, que se proyecta en el neobarroco como una exploración del significante de la lengua que busca poner en cuestión las representaciones dominantes e introducir, en el sistema, la noción de una libertad asociativa. Y, extraordinariamente, en esta rama del neobarroco (como si cada vez fuese la respuesta a una u otra fractura de alguna nueva crisis) acontece que la escritura barroquizante se alimenta del habla oral, incluso de las jergas urbanas, demostrando que la materia es otra porque el futuro es otro, y sus nuevas poblaciones ensayan su propio lenguaje en esta mezcla de registros barroquistas (elocuentes, lúdicos, críticos, sensoriales), provistos de una gran tradición cultural que se actualiza en este barroquismo callejero. Es lo que va de Lezama Lima y Haroldo de Campos a Severo Sarduy, Diamela Eltit, Reina María Rodríguez, Pedro Lemebel y Roger Santibáñez. Tanto, que el celebrado neobarroco es hoy un museo rococó transformado en la lingua franca del posbarroco diseminado.

    Pero, por otro lado, si las polvorosas fundaciones nacionales postulaban un sujeto paradigmático, que era, al mismo tiempo, adalid del proyecto republicano de lo moderno y agente cultural capaz de propiciar la fusión de la nación y su relato; en el puntual desmentido del proyecto moderno, que las sociedades hispanoamericanas testimonian con su migración sin lugares de enunciación, podemos ver que los relatos fundaciones han sido sustituidos por el contrarrelato de la desfundación. Repito, por ello, que a la fundación corresponden la nación y su narración, pero a la desfundación corresponden la posnación y su posnarración. Desde Pedro Páramo (México, 1955), de Juan Rulfo, hasta El montacerdos (Lima, 1981), de Cronwell Jara Jiménez, la pérdida de la nación postula la fragmentación y la elocuencia del significante. Metáforas de la carencia, el exuberante desamparo de la significación que impone el poder del padre, omnipresente por ser ausente, solo es representable por la tumba vacía en una novela y por el nido vacío en otra. El significante, en este caso, ya no figura la abundancia barroca sino la violencia de la orfandad; es el mapa de una extraterritorialidad, sin lugar y sin memoria. Solo el tiempo del lenguaje, capaz de reunir los miembros dispersos del cuerpo violentado, podría reconstruir el trayecto, haciendo de la voz el lugar de otra enunciación, tal como ocurre en Paradiso y en Los ríos profundos. Ese presente de la voz despliega la crisis de la temporalidad referencial y postula otra interlocución, ya no para el yo autorizado sino para el tú imaginado, tal como ocurren en Pedro Páramo y El cuarto mundo, que rescriben la ley del padre. La fragmentación del significante es, por ello, mucho más que la reconstrucción del yo, más bien vencido por la ferocidad de la violencia que vacía su vida; es la construcción del tú, de ese diálogo que inscribe, en la pérdida del sentido, la intimidad de la voz. En el mundo al revés, se diría, el yo solo puede adquirir su entidad desde la palabra del tú. Tal vez las sagas del yo y la identidad como dilema más que una biografía de la personalización, sean una indagación por esa hipotética persona aleatoria, que reconstruya la voz dialógica como relato a posteriori, como posnarración. En ese relato el drama no sería ya una historia que da forma a una vida sino, más bien, una memoria que da cuenta del nacimiento del yo en el espejo vacío del tú.

    Juan Preciado, después de todo, llega a Comala para reconstruir, desde la tumba, el trayecto que lo lleva a recobrar su identidad en el espejo quebrado: el asesinato del padre por interpósita persona. La historia se completa como el teatro fantasmático de la memoria. Pero la niña de Montacerdos ya no sabe de dónde vienen su madre, ella y Yococo, el hermano retardado, sin memoria. Tampoco sabe a dónde van, nos dice, y solo puede recontar un presente sin historia. Sin embargo, le queda el lenguaje para conocer la orfandad, el mundo al revés, y el desmentido puntual de las promesas de lo moderno. Quien lleva el nombre del Yo es el idiota, el hermano que monta cerdos, inocente y feliz: el Yo es el coco, nos propone este hijo de la violencia. La madre ha enloquecido en la privación extremada, y solo la niña es capaz de construir su identidad en el lenguaje con que negocia espacios transitivos en el no lugar de la ley paterna. Pero éste es también el lenguaje peregrino: el sincrético, a flor de piel, entrañado castellano andino, que migra de la sierra a la costa, y se transforma, esperpéntico, en ese deambular y trance. A la niña, enferma de muerte, solo le queda de la agonía de los extramuros des-urbanizados, una imagen verbal: el nido de palomas, otro espacio sustitutivo donde afincar y, gracias a las palabras, tal vez volar.

    La saga fundacional de la cultura latinoamericana ha sido, una y otra vez, la fuente proveedora de identidades nacionales a nombre del programa moderno o, a veces, de su contraprograma tradicional. Estas fuentes han operado como verdaderos archivos, como modelos de producir discursos identitarios y jerárquicos, cada uno de los cuales construía un sujeto situado que actuaba como un agente cultural. Uno de esos discursos (razonado por Martí) proponía que el nuevo sujeto americano vendría del campo, incontaminado por la urbe ilusoria; mientras que otro discurso (propiciado por Sarmiento) postulaba que ese sujeto saldría de la ciudad, libre de la sumisión del orden tradicional gracias a las virtudes civiles. Otro archivo modélico sostuvo, en cambio, que ese nuevo sujeto se debería a las instituciones, al código civil y sus acuerdos societales (desde Chile, Bello propuso que el Estado legislaría la construcción nacional). Pero un paradigma regional se abría ya paso, y a comienzos del siglo XX cuestionaría esas postulaciones con su propio programa: la identidad del sujeto americano se debía a las regiones, a su afincamiento en una entidad previa al estado, capaz de desbordar fronteras y recobrar un idioma común. Seguramente José Hernández y la gauchesca forjaron el discurso nacional como un lenguaje capaz de agenciar el pliegue de una diferencia. Esa tradición da sentido a la llamada novela de la tierra, descartada en los años 60 como mero primitivismo.

    Desde tal modelo de enraizamiento y particularidad, los sujetos de José María Arguedas, por un lado, y de Gabriel García Márquez, por otro, pero también desde Macunaíma de Oswaldo de Andrade, hasta La fábula de las regiones de Alejandro Rossi, propiciaron este archivo discursivo, que articula un relato de alteridades, de reescritura de los orígenes, y reformula la genealogía de lo nacional. Si De Andrade introdujo, no sin ironía, el principio de reapropiación como desencadenante de identidades, Arguedas hizo de la lengua nativa, el quechua, el modelo epistemológico de una cartografía alterna de la nación andina, que demanda no solo el bilingüismo sino un relato de su propia historia sin pasado. Esto es, como si su futuro estuviese en su origen, este relato forja un castellano andino, una figura retórica de la hibridez de los procesos. Se trata, así, de un discurso refundacional, que incluye en su tiempo presente la memoria del porvenir: se hace de nuevo cada vez que se enuncia. Mario Vargas Llosa llamó utopía arcaica al modelo arguediano, pero no es ni utópico ni arcaico. Es, más bien, contrautópico: una crítica puntual de la versión peruana de lo moderno; y es antiarcaico: un proceso que disputa el porvenir desde su versión, hecha de sumas sincrónicas, de una modernidad plural e

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