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Naciones literarias: Una sociología histórica del campo literario
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Libro electrónico166 páginas2 horas

Naciones literarias: Una sociología histórica del campo literario

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En Naciones Literarias Joseph Jurt despliega, en una serie de artículos, las influencias teóricas y metodológicas que fueron guiando su aproximación sociológica del fenómeno literario; y ofrece al lector, en una entrevista final, una mirada de conjunto al proyecto intelectual que está por detrás de los textos que integran esta obra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 abr 2016
ISBN9789876992336
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    Naciones literarias - Joseph Jurt

    Bourdieu

    Contenidos

    CAMPO LITERARIO Y NACIÓN explora las múltiples relaciones entre literatura y nación: la literatura jugó un papel fundacional en la construcción de las naciones modernas, especialmente en ausencia de estructuras políticas nacionales; en otros contextos, la literatura se convirtió en un atributo importante de una nación políticamente constituida. La definición nacional de literatura es, sin embargo, puesta en tela de juicio por las demandas universalistas de algunos escritores que –con o sin razón– niegan el anclaje de su trabajo en una tradición cultural particular. También es cuestionada, por una parte, por el regionalismo y, por la otra, por la existencia de áreas lingüísticas. El texto examina en particular los casos de las zonas transnacionales de habla francesa y de habla alemana (esta última en el período de las dos Alemanias).

    FLAUBERT: LITERATURA Y ARQUEOLOGÍA. El texto aborda los modos en que Flaubert se acercó y apropió del paradigma científico para orientar su producción literaria. Además de un ideal estilístico, las ciencias ofrecían al escritor –según Flaubert– un ideal cognitivo, por su voluntad de mostrar las cosas tal como son, sin idealización ni proyecciones ideológicas o antropomorfas. Gracias a esta óptica, el escritor debería poder liberarse de presupuestos filosóficos y teológicos que lo incitan a interpretaciones finalistas antes que a captar los fenómenos mismos. Si el ideal de la imparcialidad se legitimaba en los años 1850 por el postulado de la cientificidad, será por medio de la categoría de universalidad que Flaubert acercará durante la década de 1860 la literatura a la ciencia. Por su carácter universal, la literatura debería trascender –a la manera de las leyes científicas– lo particular.

    CAMPO LITERARIO Y CAMPO ARTÍSTICO EN FRANCIA (1880-1900). Desde el Renacimiento, se puede constatar una competencia entre la pintura y la literatura. A lo largo del siglo XIX ambos campos se fueron autonomizando, y se constituyeron de modo específico. La historia de ese proceso remite al papel de los escritores a través del ejercicio de la crítica de arte como instancia de consagración. Así nace una alianza entre escritores (por ejemplo Huysmans) y pintores (los impresionistas) que ocupaban una posición homóloga de dominados en sus respectivos campos. Bajo la designación de simbolismo en la pintura, un grupo entero de artistas plásticos se formó a partir de una perspectiva literaria. A lo largo de la década de 1890, los pintores comenzaron a emanciparse de la tutela de la crítica de arte literaria, para reivindicar la consideración de la especificidad pictórica.

    LA RECEPCIÓN TRANSNACIONAL DE LA LITERATURA: LA RECEPCIÓN DEL NATURALISMO FRANCÉS EN ALEMANIA. La teoría de la recepción, a pesar de su influencia, ha sido criticada por su falta de atención a los contextos sociales de recepción. A su vez, se objeta a esta teoría su aplicación dentro de un contexto nacional. Este ensayo examina la recepción de novelas naturalistas francesas, en particular aquéllas de Emile Zola, dentro de la cultura literaria de Alemania de finales del siglo XIX. Este examen revela las tensiones importantes entre las posiciones de críticos, y las demandas de un público emergente para novelas francesas que llevaron a los cambios en la evaluación de estos trabajos.

    LITERATURA Y SOCIOLOGÍA: DESCUBRIMIENTO DE PIERRE BOURDIEU. ENTREVISTA A JOSEPH JURT REALIZADA POR GUSTAVO SORÁ. A través del recorrido por su trayectoria intelectual, Joseph Jurt despliega las influencias teóricas y metodológicas que fueron guiando su aproximación sociológica del fenómeno literario. Entre los nombres que conforman el universo intelectual de Jurt la entrevista se detiene en el de Pierre Bourdieu, con quien el autor desarrolló un centro de investigación que desplegó y aún despliega el proyecto académico formulado por ambos sobre la circulación internacional de las ideas. La entrevista final ofrece al lector una mirada de conjunto al proyecto intelectual que está por detrás de los artículos que integran esta obra.

    1. Campo literario y nación

    ¹

    Las relaciones entre literatura y nación son menos evidentes de lo que se piensa. Si bien el término nación ya existía en la Edad Media, siempre refería a una subestructura de un conjunto más amplio: Imperio, cristiandad, o grupos dentro de una colectividad como la universidad o la asamblea de cardenales. Así, se habló en el Imperio romano de nación germánica para designar la parte alemana de este conjunto. Ni la nación como estructura política exclusiva ni la literatura nacional existían en la Edad Media. La novela caballeresca, la del ciclo del rey Arturo, por ejemplo, ilustró un ideal feudal de pretensión universal caracterizado por una estructuración social horizontal, aún no segmentada en estructuras nacionales verticales.²

    Durante la época del humanismo (entre 1480 y 1535) se constituyó una verdadera Respublica litteraria que también trascendía las fronteras nacionales. Lo que resulta significativo es que a través de este término colectivo, el conjunto de las personas interesadas por las letras fueron designadas como una institución análoga a la del Estado político con sus propias leyes y cuyos miembros se llamaron de buen grado `ciudadanos´.³ Aline Loicq demostró muy bien cómo esta comunidad, que reunía autores, impresores, mecenas y amigos, se organizó para defender su programa de Buenas Letras (Bonnes Lettres) contra las fuerzas conservadoras, a través de una solidaridad horizontal entre los pares y garantizándose la protección de los poderosos –lo que era en realidad un medio de defensa más que una simple dependencia–.⁴ Además, la República de las Letras se distinguía por su universalismo que trascendía las divisiones políticas de los estados-nación que se encontraban en vías de constitución. Por su doble pertenencia a una comunidad universal y a un Estado particular, las Letras pusieron en cuestión el principio de la fidelidad unilateral. La Respublica litteraria es una prueba de que existía, al menos para las élites, una comunidad cultural europea antes de que se elabore el proceso de diferenciación nacional.

    Sin embargo, los presupuestos historiográficos del siglo XIX nos inducen a construir una evolución histórica lineal que va de lo local hacia lo regional y de lo nacional a la fase transnacional de la integración europea. Esta concepción parece inspirar los análisis de Norbert Elias en su obra La sociedad de los individuos (Die Gesellschaft der Individuen), incluso cuando destaca que la conciencia colectiva centrada en el estado-nación es un fenómeno histórico reciente que se desarrolló hacia el final de la Edad Media y cuyo monopolio está en vías de disolución. Un gran número de tareas son asumidas actualmente por entidades transnacionales. No obstante, por un efecto de retraso, la orientación nacional continúa definiendo la conciencia identitaria en Europa. El estado-nación es el contexto de referencia central para la identidad de la mayoría de los individuos, marcando profundamente sus habitus sociales. Las instancias educativas de los estados-nación procurarían profundizar y mantener una conciencia identitaria inspirada exclusivamente en tradiciones nacionales. Los vínculos que ligan al individuo a la comunidad nacional se basan, de acuerdo a Elias, en la comunidad de lengua, el sentimiento de continuidad, la transmisión de leyendas, la historia, la música y otros bienes culturales que forman parte de la memoria colectiva. El estado-nación no cesa de ser experimentado, según Elias, en el plano emocional, como una unidad colectiva más significativa que las entidades transnacionales.

    Pierre Bourdieu también resaltó el rol de la cultura (dominante) durante los procesos de nation building. Desde su punto de vista, la educación, a través de la socialización escolar, cumple una función central en la constitución de la autoconciencia nacional:

    "Y así imponiendo e inculcando universalmente (en los límites de su capacidad) una cultura dominante constituida de este modo en cultura nacional legítima, el sistema escolar, en particular a través de la literatura, inculca los fundamentos de una verdadera «religión cívica» y, más precisamente, los presupuestos fundamentales de la imagen (nacional) de uno mismo."

    La constitución de una literatura nacional

    En la excelente recopilación realizada por Klaus Garber titulada Nation und Literatur en der Frühen Neuzeit,⁷ se puede observar muy bien que la lengua y la literatura no fueron solamente testigos sino también catalizadores de la constitución de las naciones modernas. Pero su rol no fue en todos lados idéntico. No debe olvidarse que el concepto de ‘literatura nacional’ nació en el siglo XIX. Es necesario precaverse de proyectar tal cual esta perspectiva en siglos anteriores. Al menos para la historia cultural, no se puede partir de una evolución que va de tradiciones locales hacia unidades de integración más extensas. Ya hemos destacado la dimensión transnacional de la literatura en la Edad Media y en la época del humanismo. La evolución fue en realidad desde una herencia cultural común hacia una diferenciación local, como lo destacó correctamente Christophe Charle:

    "A causa de la herencia intelectual europea en materia lingüística y religiosa, en los ámbitos de la educación, las artes y las experiencias políticas comunes, una masa considerable de nociones, conceptos, instituciones, obras o referencias intelectuales que estructuran la cultura de cada espacio divergieron en un marco local, regional o nacional a partir de un fondo de herencia común, acerca del cual los actores a menudo no tienen conciencia. Para todo lo que se refiere al menos a la cultura de las élites, el período en que existió una comunidad cultural europea sigue siendo incomparablemente más largo (grosso modo desde la Edad Media hasta el inicio del siglo XIX) que el período de afirmación de las especificidades nacionales."

    En lo que respecta al rol representado por la literatura en la constitución de las naciones modernas, es ante todo necesario preguntarse si ésta ha sido considerada como el fundamento o solamente como atributo de la nación. El caso de Alemania es sin duda específico.

    Cada nación determina los criterios de sus bases fundamentales. A través de una oposición típico-ideal, el historiador alemán Meinecke distinguió, en 1907, dos formas de fundación de la nación: la Kulturnation (‘nación de cultura’) y la Staatsnation (‘nación de Estado’). A menudo se ha asociado a Alemania con el primer tipo, mientras que Francia parece representar una perfecta ilustración de la ‘nación de Estado’. A primera vista, puede parecer paradójico que en el país donde los escritores y los intelectuales definen los fundamentos de la nación éstos parecen desinteresarse de la política –a saber en Alemania– mientras que en Francia donde la nación se constituyó a través de estructuras estatales, la literatura se halle mucho más integrada en la vida política. Resulta importante explicar esta oposición a través de un análisis histórico, sin negar las evoluciones que diferenciaron los puntos de partida.

    Es contra una civilización aristocrática de inspiración francesa y en apariencia transnacional, juzgada superficial y alienante, que los intelectuales alemanes de origen burgués oponían durante la segunda mitad del siglo XVIII su concepción de Kultur que se legitimaba, según Kant, por cualidades éticas y no solamente de sociabilidad. Fue Justus Möser en particular quien, en respuesta a Federico II y a través de su texto Über die deutsche Sprache und Literatur, abogaba en 1781 por una identidad cultural alemana denunciando el ideal literario francés como exclusivamente aristocrático y elogiando a Goethe y a los autores ingleses por integrar en sus escritos la dimensión del pueblo.⁹ Desde su punto de vista, no podrían existir normas poéticas universales y recurría a una concepción organicista de la cultura: tal como existen para cada suelo y cada clima las frutas apropiadas, existe una cultura específica para cada pueblo. La variedad y no la uniformidad es la ley del universo. Esta concepción organicista de la cultura prevalecerá particularmente en Herder para quien la individualidad de cada pueblo se traduce en su lengua y busca en los textos originales la forma de pensar el principio originario de la nación. Herder definirá entonces la nación por una clase de ser (Wesen)

    "que se afirma por la acción inconsciente de una fuerza interior, un ‘instinto natural y popular’, el ‘Volksgeist’ [...] que hace a la nación no solamente superior a todos los individuos, incluidos monarcas, pero independiente de toda voluntad, se manifiesta por la lengua, las costumbres, es transmitida inconscientemente por los mitos, las canciones populares, estableciendo la cadena de las generaciones."¹⁰

    De acuerdo a Norbert-Christian Wolf, en sus inicios Goethe compartía completamente los puntos de vista de Herder quien abogaba por el `genio original´ alemán y rechazaba el dictado del `gusto´ francés.¹¹ Su escrito sobre la arquitectura alemana glorificaba al gótico alemán y se insertaba también en una polémica antifrancesa. Sin embargo, al entrar en contacto con la corte de Weimar, este componente patriótico desapareció.

    En el segundo tercio del siglo XVIII tomó forma la conciencia de una comunidad cultural alemana que trascendía las fronteras estatales y religiosas, el esbozo de una ‘nación cultural’ animada también

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