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Incripciones críticas: Ensayos sobre cultura latinoamericana
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Libro electrónico441 páginas14 horas

Incripciones críticas: Ensayos sobre cultura latinoamericana

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¿Cómo dialoga el universo de lo visual con las demás formas de representación simbólica en las distintas épocas de la historia latinoamericana? ¿Qué tensiones atraviesan hoy día el campo profesional de los estudios literarios y culturales? ¿Puede hablarse de post-humanismo en América Latina? ¿Cómo afecta la globalización los procesos de producción de conocimiento, las políticas culturales a nivel nacional, la relación interdisciplinaria, el campo transnacionalizado del latinoamericanismo? ¿De qué modo promover una “ecología de los saberes” en sociedades multiculturales? Dividido en tres partes que interactúan a nivel crítico y teórico (I. Imaginarios visuales, II. Literatura y estudios de área en un mundo global y III. Saber/Poder/ Vivir en América Latina) este libro intenta aproximarse a esos y otros temas que ocupan en el presente la reflexión cultural desde/sobre América Latina: (post)modernidad, otredad, arte público, biopolítica, melancolía, violencia. Se articulan así dimensiones estéticas, políticas, ideológicas y sociales, desde la perspectiva de debates actuales que permiten inscribir la crítica a nueva luz y revisar con rigor sus cometidos, su metodología y su sentido histórico. Mabel Moraña (Washington University, St. Louis)
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento1 ene 2018
ISBN9789562606653
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    Incripciones críticas - Mabel Moraña

    Serie Ensayo

    INSCRIPCIONES CRÍTICAS

    ENSAYOS SOBRE CULTURA LATINOAMERICANA

    INSCRIPCIONES CRÍTICAS.

    Ensayos sobre cultura latinoamericana

    INSCRIPCIONES CRÍTICAS

    ENSAYOS SOBRE CULTURA LATINOAMERICANA

    © MABEL MORAÑA

    Inscripción Nº 237.844

    I.S.B.N. 978-956-260-665-3

    © Editorial Cuarto Propio

    Valenzuela 990, Providencia, Santiago

    Fono/Fax: (56-2) 792 6520

    www.cuartopropio.cl

    Diseño y diagramación: Rosana Espino

    Edición: Gonzalo Montero

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Impresión: DIMACOFI

    IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

    1ª edición, enero de 2014

    Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile

    y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.

    PRESENTACIÓN

    Los estudios incluidos en este libro, elaborados en los últimos años como intervenciones puntuales en el campo de la crítica de la cultura, se ofrecen al lector con un doble propósito. Primero, como contribución a los temas concretos que cada estudio enfoca, estos análisis constituyen propuestas para una lectura crítica, desde puntos de vista actuales, de problemas vinculados al desarrollo del latinoamericanismo entendido en su carácter de práctica académica e intelectual transnacionalizada. Segundo, como acotado repertorio temático, los tópicos abordados son representativos de algunos de los ejes en torno a los que gira hoy en día la actividad crítica que tiene como objeto de reflexión América Latina. Estos estudios fueron elaborados respondiendo a solicitudes o invitaciones concretas de diversas universidades e instituciones culturales de los Estados Unidos y América Latina en torno a cuyas inquietudes críticas y teóricas se centraron los coloquios, simposios o conferencias individuales en los que se ofreció una versión preliminar de estos trabajos. En este sentido, aunque de una manera inevitablemente parcial, estos ensayos ofrecen un diagnóstico de los tópicos que (pre)ocupan hoy en día a investigadores y estudiosos de la cultura, en distintos contextos.

    Como no podía ser de otra manera, los temas abordados se recortan contra el telón de fondo del occidentalismo primero y de la globalización después, los cuales impusieron, cada uno en su momento, formas hegemónicas de racionalidad y de sensibilidad que modelaron los imaginarios y redefinieron el lugar de las culturas periféricas dentro de contextos mayores. Si el occidentalismo fue la gran narrativa que acompañó y consolidó las estrategias colonizadoras entronizándose luego en la modernidad con sus actualizados paradigmas civilizatorios, la globalización se afirmaría, a su vez, como el gran relato de nuestro tiempo, proponiendo nuevas formas de hegemonía –económica, política, epistémica– a nivel planetario. Eludir estos enmarques, los cuales, sin embargo, son abordados sólo a partir de sus efectos y de los desafíos que plantean, hubiera significado descontextualizar histórica e ideológicamente estos análisis, ofreciendo una visión abstracta, deshistorificada de los temas estudiados. Sobre el trasfondo de esos contextos totalizantes se recorta la singularidad de los distintos momentos culturales que enfocan estos ensayos, en los cuales persiste la intención de penetrar críticamente las formas de resistencia colectiva que se expresan mediatizadamente a través de la cultura. De todos modos, ni los desarrollos culturales ni las prácticas sociales y políticas son desarrollos meramente reactivos. Por eso se ha intentado enfocar los procesos singulares de los que emerge la producción simbólica y analizar los enclaves que los discursos visuales, la textualidad literaria, la reflexión crítico-teórica y el performance social tienen en cada caso, así como las estrategias de apropiación y redimensionamiento estético-ideológico que se ponen en práctica en contextos latinoamericanos. En cualquier caso, me ha interesado enfatizar las diferentes formas simbólicas a partir de las cuales los imaginarios colectivos construyen, desde adentro y desde afuera, América Latina como objeto del deseo, como otredad irreductible, como versión incompleta e imperfecta de paradigmas y modelos utópicos, como totalidad fragmentada, como espacio vacío o sobresaturado de significados inéditos, como lugar de la melancolía.

    Los estudios reunidos en este libro han sido organizados en tres núcleos que permiten articular materiales pertenecientes a distintos contextos históricos y culturales pero que pueden ser leídos como aperturas complementarias a problemáticas concretas. El primer apartado presenta, bajo el título de Imaginarios visuales, tres estudios centrados en el papel de la imagen como discurso de representación simbólica y de interpelación colectiva. El primer ensayo de esta sección, enfocado en las primeras representaciones de América y en los procedimientos simbólicos utilizados para materializar visualmente la realidad del Nuevo Mundo, se centra en conocidas composiciones producidas en Europa como registro de las culturas que asomaban en el horizonte transatlántico confirmando y también excediendo expectativas afincadas en los imaginarios colectivos. En esas representaciones se entrecruzan elementos que intentan una materialización del poder –del Imperio, de la Ciencia, de la Religión y del Hombre– a través de la imagen, y proponen relatos visuales en los que se cuenta la historia de la conquista, cambiando con frecuencia la posición del Otro y las funciones del agresor y del agredido, del bárbaro, del héroe y de la víctima.

    El protagonismo de la imagen en escenarios pluriculturales y multilingüísticos es bien conocida. Pero en el contexto del colonialismo adquiere, como es obvio, connotaciones más profundas, en la medida en que convoca subjetividades de muy diversa índole, afirmando un valor interpelativo de inmenso impacto público. Entre la imaginería oculta del colonizado y el exhibicionismo visual del dominador media un mundo de contenidos vivos, en perpetua tensión, que alternativamente se expone y se enmascara de acuerdo con las lógicas de dominación y resistencia que se van registrando a través de los siglos.

    El segundo estudio analiza la cuestión de la imagen en el siglo XIX, como parte del discurso de la emancipación y como ilustración de algunas de las modalidades que asumieron los emergentes imaginarios nacionales en el proceso de proyectar la idea de nación a nivel colectivo, en los entramados híbridos y complejos que despuntaban, desde las instancias de la colonia, a la vida republicana, donde la dominación criolla consolidaría formas nuevas de predominio económico, de disciplinamiento social y de exclusión de la otredad.

    El tercer estudio, dedicado a El ojo que llora, un monumento construido en Lima, Perú, en homenaje a las víctimas de la violencia política que rodeó las acciones de Sendero Luminoso, se adentra en los vericuetos sociales e ideológicos que rodean la cuestión siempre polémica de la memoria colectiva. Se analiza en este texto la articulación estética/política y el modo en el que se negocia simbólicamente el problema de la verdad, el duelo y el imperativo de la justicia en sociedades marcadas por el trauma del genocidio y de la impunidad.

    Cambiando el rumbo, bajo el título de Literatura y estudios de área en un mundo global se ofrecen cuatro artículos dedicados a los temas de la inter/transdisciplinariedad, al siempre debatido problema del ordenamiento canónico, al humanismo, en tanto categoría ético-filosófica de amplias derivaciones en el campo de los estudios literarios, y a los estudios de área como forma de distribución regionalizada del trabajo académico. En el abordaje de todos estos asuntos se ha intentado ofrecer un desarrollo histórico de estas problemáticas, como modo de dar cuenta de la relación existente entre los procesos que se registran en el campo de la producción de conocimientos y los cambios económicos, políticos y sociales que han tenido lugar sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX. En general, esta temática ilustra acerca del modo en que el latinoamericanismo está reflexionando hoy en día sobre el status mismo de la profesión, sobre su historia institucional, sus categorías, metodologías y objetivos en un mundo en el que la cultura absorbe aceleradamente el impacto de nuevas tecnologías sobre aspectos tan cruciales como la naturaleza misma del saber, la conceptualización de los protocolos disciplinarios y el papel del intelectual en un mundo globalizado.

    El tema de la inter/trans/post disciplinariedad permite abordar uno de los ejes en torno a los que gira el pensamiento crítico hoy en día: el de la producción del conocimiento y el de los parámetros a partir de los cuales se ordena la información y la interpretación de los fenómenos sociales, económicos y políticos. Las formas de generación, reproducción y distribución del saber están estrechamente ligadas a las nociones de identidad, sujeto, poder y capital simbólico, de la misma manera que las funciones que se asigna a la cultura, a la educación y al papel de los intelectuales

    varía según las épocas, de acuerdo a las distintos procesos de institucionalización de la cultura y de articulación entre saber/ poder que se van registrando a través de las épocas. Asimismo, las relaciones entre cultura, política y mercado, para aludir aquí solamente a una de las redes que configuran el entramado social de nuestro tiempo, han reconfigurado en gran medida los protocolos del saber moderno afectado por transformaciones tan profundas como las causadas por la revolución informática, el avance de las técnicas audiovisuales, la circulación de mercancías simbólicas a nivel global y la apertura de mundos virtuales. De ahí que uno de los principales cambios que se verifican en las formas de producción del saber tiene que ver con su indisplinamiento, es decir, con su definición al margen, por no decir en contra, de la compartimentación disciplinaria. Los artículos reunidos en la segunda parte de este libro tienen que ver con esas modificaciones sustanciales en el campo de la producción y consumo cultural: la modificación de los protocolos epistemológicos, la penetración de saberes marginalizados por la modernidad, la presencia de formas alternativas de concebir el saber en relación con la experiencia, con la Naturaleza, con la tecnología, que el siglo anterior conoció sólo en algunas de sus manifestaciones incipientes y que, directamente vinculadas a la activación de nuevos sujetos y nuevas formas de agencia colectiva, han tomado un impulso y una presencia prominente en la escena global. Desde las discusiones ya antiguas sobre los beneficios –y peligros, o limitaciones—de la interdisciplinariedad, a las propuestas transdisciplinarias, hasta llegar a la consigna de abrir las ciencias sociales propugnada, entre otros, por Immanuel Wallerstein, sin olvidar el llamado a realizar una ecología de los saberes, como recomienda Boaventura de Sousa Santos, encontramos una larga trayectoria de activismo metodológico que no ha cejado en el esfuerzo por encontrar formas más incluyentes y adaptadas a la naturaleza misma de la cultura y de la realidad político-económica, ética, científica y artística de nuestro tiempo, que permitan pluralizar las fuentes del saber, crear vasos comunicantes entre sus distintas vertientes, y democratizar el acceso al conocimiento. En todos los dominios del saber el propósito parece ser la creación de nuevas cartografías que den cabida a territorios del pensamiento y de la creatividad que los modelos clásicos y modernos dejaban fuera de consideración. Similar impulso diversificador, vinculado también a la activación de nuevos sujetos y a la voluntad de repensar la naturaleza misma de la crítica, la historia y la teoría literaria y cultural es el que anima los replanteos en torno al canon literario, tema que se viene discutiendo desde los años 80 y que en algunos contextos continúa siendo tema de debate y revisión crítica. Es posible –y necesario– repensar el problema de la canonicidad literaria a partir de la noción benjaminiana de aura, por ejemplo, o como parte de una crítica al pensamiento iluminista, a los conceptos modernos de identidad y nación, a la idea de Homi Bhabha sobre nacionalismo pedagógico y a teorizaciones como la de literatura mundial que plantea nuevos desafíos para pensar la producción simbólica, sus formas de consagración y de circulación –sus mismas condiciones de posibilidad– en un mundo globalizado. El tema del humanismo se presenta, dentro de la misma problemática de la concepción burguesa y liberal de la cultura, como un ideologema cuyas connotaciones que vale la pena desentrañar, ya que se consolidó durante la cultura moderna, en sus diversas actualizaciones, como la única forma sensible de concebir la cultura, entendida como manifestación del espíritu y búsqueda de virtudes morales y verdades comunes a la condición humana, cualquiera fuera la clase, raza, género, expectativas o preferencias de sus integrantes, en distintas culturas. El artículo sobre Humanismo trae a colación las relaciones entre esta noción y el pensamiento marxista y existencialista, y la nueva torsión postmoderna a partir de la cual se empieza a teorizar la condición posthumana y por tanto la aparición de un posthumanismo y hasta de un transhumanismo que atiende a las modificaciones de la sensibilidad por efecto de la tecnología, conduciendo a reflexiones acerca del papel de las Humanidades en un mundo globalizado, donde los bienes simbólicos han quedado presa de las relaciones de mercado. Finalmente, el análisis del lugar que pueden ocupar los estudios de área (es decir, el conocimiento principalmente humanístico y de las ciencias sociales sobre determinadas regiones geoculturales) reflexiona acerca de los orígenes y desarrollo histórico de esta forma específica de distribución del trabajo intelectual y académico y de las relaciones entre este proceso y los cambios políticos que tuvieron lugar, a nivel internacional, durante y después de la Guerra Fría. Prestando especial atención al desarrollo de los estudios latinoamericanos tal como se originan en los Estados Unidos, se estudia la misión civilizadora de ese país como forma cultural e ideológica de su hegemonía internacional y los factores que condujeron al debilitamiento de esas formas estratégicas de implementación del conocimiento, hasta llegar a los desafíos que tal situación plantea en el presente y a las alternativas a las que el campo se enfrenta en el contexto de la globalidad.

    La tercera parte del libro, titulada Saber/Poder/Vivir en América Latina, reúne trabajos que giran en torno a las nociones de identidad/otredad en sus múltiples formas de manifestación simbólica. En este apartado se articulan, como el título indica, tanto problemas vinculados a la producción de conocimiento y a los procesos de institucionalización cultural como al desarrollo mismo de la vida y la relación entre individuo, comunidad y naturaleza en sociedades multiculturales. El primero de los trabajos reunidos en esta sección analiza, a partir de algunas propuestas de la filosofía actual, elaboraciones existentes acerca de la alteridad, viendo las relaciones que se pueden establecer entre los conceptos de diferencia, différance, otredad, multitud, masa, etc. Necesariamente extractada y ensayística, esta aproximación al complejo tema de la otredad intenta introducir dentro de un panorama vasto y de múltiples derivaciones, una serie de nexos conceptuales y propuestas interpretativas que pueden servir para percibir el modo en que la cuestión de la identidad individual y colectiva mantiene su vigencia dentro del sistema de pensamiento de nuestro tiempo.

    Como resulta obvio, el discurso sobre la identidad no se presenta ya bajo las formas esencializadas que asumiera en etapas anteriores sino como ideologema de valor estratégico a partir del cual se pueden abordar problemas vinculados a las políticas de (auto) reconocimiento social y a la recuperación de lo político en contextos interculturales. En muchos de los autores aludidos como fuentes para la discusión de estos temas, las elaboraciones teóricas propuestas rebasan aspectos epistémicos y filosóficos e incorporan aspectos ideológicos y políticos a la discusión de la otredad, vinculándola a la idea de la agencia la cual, a su vez, no puede desprenderse de los nuevos contextos socioculturales impactados por el debilitamiento de la política tradicional, los efectos de la globalización y del cambio social que ella provoca. Al tiempo que conceptos como los de nación, hegemonía y soberanía, tal como fueron entendidos en contextos modernos, van perdiendo vigencia dando lugar a formulaciones más apropiadas para hacer referencia a los reacomodos del poder político-económico después del fin de la Guerra Fría, otras problemáticas exigen a su vez nuevas categorías crítico-teóricas y nuevas metodologías. La migración, la hibridez cultural, la incidencia abrumadora de las relaciones de mercado, la violencia político-económica, los movimientos sociales y la contracción espacio-temporal que resulta de las nuevas tecnologías, son fenómenos que replantean el tema del Otro desde nuevos horizontes políticos, culturales y económicos, desafiando los modelos de interpretación de lo social que regían en la modernidad y que resultan obsoletos o al menos insuficientes para captar la complejidad y la diversidad de nuestro tiempo.

    La cuestión biopolítica, de intensa presencia en América Latina, es abordada de manera infusa en varios de los trabajos reunidos en este libro y es el foco de Biopolítica y cuerpo social en América Latina. Se analizan aquí distintas avenidas teóricas, vertientes filosóficas y asuntos vinculados a la relación entre Estado y ciudadanía, particularmente en cuanto al diseño y gestión de políticas públicas que tienen un efecto directo sobre el control de la vida y aún sobre la definición y administración de sus distintas etapas, desde la gestación hasta los límites de la vida humana, que la tecnología ya ha logrado redefinir de múltiples maneras. La biologización del Estado y los grados de intervención gubernamental en cuestiones tales como los procesos de mestización, la salud pública, la regulación de la esfera privada, la implementación de políticas represivas y, en general, el tratamiento del cuerpo social como materialidad pasible de ser disciplinada y reducida a la medida de los modelos dominantes es un proceso inherente a la modernidad en cualquiera de sus etapas históricas y de sus modulaciones geoculturales. Sus derivaciones impactan y permean las artes, el discurso político, el nivel de la creencia, la ética y la cotidianeidad, de manera profunda. El artículo plantea algunas de las bases filosóficas para el estudio de la biopolítica en América Latina y para la reflexión sobre avenidas liberadoras en la interrelación entre poder, ser humano y naturaleza.

    En este mismo orden de cosas se presenta el artículo sobre Geopolíticas del saber, transmodernidad y ‘buen vivir’, el cual se enfoca en formas alternativas de concebir la relación intercultural y de pensar una modernidad que, de acuerdo a las propuestas de Enrique Dussel y de otros críticos afines, permita relacionar horizontalmente diversas epistemologías y formas de entender la vida y la acción social. El estudio analiza las perspectivas que se articulan en torno a la idea del pluriversalismo que algunos críticos han propuesto como alternativa al despotismo universalista que impone paradigmas singulares de conocimiento e interpretación de la realidad sin considerar matices culturales y formas de saber/ser-en-el-mundo provenientes de sociedades que fueran sometidas e invisibilizadas por la dominación occidentalista. La noción de buen vivir concentra una serie de propuestas respecto a formas posibles de concebir la relación entre culturas y los vínculos entre vida humana y naturaleza. Tales propuestas no están tampoco exentas de aspectos polémicos que vale la pena analizar vis a vis los modelos de integración global que se asocian con el capitalismo tardío.

    Los dos últimos trabajos incluidos en este libro, centrados respectivamente en la producción crítica de Bolívar Echeverría y de Roger Bartra, elaboran aspectos de la obra de estos pensadores cuyos aportes interdisciplinarios han marcado profundamente el pensamiento latinoamericano. El mercado de la violencia analiza las ideas del filósofo ecuatoriano-mexicano acerca de la conceptualización de ese fenómeno como elemento central para un desmontaje ideológico y sociocultural de la contemporaneidad y de sus pilares ideológicos y políticos. El tema de la incivilidad contemporánea del que hablara John Keane y de sus derivaciones sociales se vincula claramente con la modernidad capitalista y con el ethos de reproductibilidad, explotación y avasallamiento de derechos de los seres humanos y de la naturaleza que la caracteriza y que asume aspectos radicales con la globalización y la aplicación de políticas neoliberales en sociedades periféricas. Desde las vertientes del pensamiento benjaminiano y de otras fuentes del marxismo, Echeverría elabora una sólida e innovadora crítica de la modernidad que resulta imprescindible para pensar la posición de América Latina en los nuevos diseños globales pero también para comprender el lugar que el pensamiento marxista y la filosofía crítica tienen en la reflexión de nuestro tiempo.

    Finalmente, el trabajo sobre las reflexiones del conocido pensador Roger Bartra en torno a los temas de la melancolía y la modernidad nos acerca, por las vías de la antropología cultural, nuevamente a la herencia crítica benjaminiana, a la escuela de Frankfurt y al pensamiento filosófico más reciente. En El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno (2004) Bartra analiza las manifestaciones estéticas e ideológicas del sol negro de la melancolía a partir de los caminos abiertos por el pensamiento de Walter Benjamin y de Max Weber pero en diálogo con una amplia reflexión filosófica que incluye autores como Ricoeur, Deleuze, Guattari, Bourdieu, Ginzburg, Agamben, Bauman, Gombrich, Torgovnick, Žižek, Agamben, entre otros. Asimismo, en Territorios del terror y la otredad (2007) y en Culturas líquidas de la tierra baldía (2008) la reflexión bartreana continúa elaborando aspectos vinculados a la cultura de la posmodernidad: la alteridad, la violencia, el primitivismo y los cambios de subjetividad que acompañan el descaecimiento de la cultura propiamente moderna y su acelerado proceso de transformación cultural y política.

    En suma, Inscripciones críticas se ofrece a la lectura como un espacio abierto y atento a las pulsiones ideológicas y filosóficas de nuestro tiempo, cuyos interrogantes y cuyas principales líneas de desarrollo guiaron la reflexión que dio lugar a estos ensayos. Obviamente, tales interrogantes no han sido respondidos en estas páginas sino apenas, si tanto, replanteados, teniendo como meta la proposición de sendas sugerentes para el análisis y la interpretación de la compleja y fascinante historia cultural de América Latina. El objetivo ha sido, entonces, inscribir la crítica y, al mismo tiempo, criticar esa inscripción, desde la perspectiva de debates actuales.

    Mabel Moraña

    I.

    IMAGINARIOS VISUALES

    Capítulo 1

    La indecencia de las imágenes.

    América y sus rostros occidentales

    El acto de nombrar es una operación que se basa en la voluntad de poseer, de domesticar lo otro reduciéndolo al registro lingüístico, que traduce su esencia y la deja circular, como moneda corriente, en los intercambios cotidianos. La representación por la imagen, a su vez, constituye un acto eminentemente interpretativo, la transposición de la extrañeza del referente al universo de la familiaridad, la inserción y traducción de su singularidad o su anomalía al nivel de lo que se puede alcanzar y apropiar por la mirada. Pero este acto de representación no sólo reintroduce el objeto, sino que lo recrea, lo re-conoce. O dicho de otro modo, el objeto no tiene otra realidad ni otra historia que la realidad y la historia de sus representaciones y de los discursos, visuales o verbales, que lo relatan.

    Al estudiar el mundo de las imágenes en la América virreinal, Serge Gruzinski ha enfatizado sobre todo las formas de producción y manipulación de lo visual en el panóptico de la colonia. Ha prestado atención, principalmente, al modo en que las variaciones en los propósitos y en las estrategias de representación visual remiten a las mutaciones de la cultura, al mundo del deseo y la necesidad, la memoria y la imaginación histórica, a las estrategias y modelos a partir de los cuales el sujeto colonial se conoce a sí mismo y es reconocido por otros mientras América avanza de la conquista a la independencia, por el túnel del occidentalismo.

    Gruzinski analiza los contornos móviles de la imagen (14) en un mundo donde tanto la singularidad como la universalidad se redefinen en el contexto de la modernidad. En efecto, es justamente a partir de la aparición de América en los imaginarios de la época, y de los cambios económicos y culturales que derivan de esta experiencia histórica, que el lugar de Europa como centro gravitacional de occidente se redefine históricamente. El mundo moderno en el que América ocupará, paradójicamente, una posición periférica, surge y se pone en marcha a partir del descubrimiento, acontecimiento que impulsa no sólo el desarrollo del capitalismo sino la reestructuración de relaciones geopolíticas a nivel planetario. América será, desde su aparición en el horizonte europeo, el afuera constitutivo de la modernidad, el lugar donde lo primitivo y lo arcaico tienen su morada, como contrapartidas del progreso y de la civilización del Viejo Mundo. Constituirá, en este sentido, una inversión del yo europeo, no sólo una irrupción en sino una interrupción de los imaginarios del viejo mundo y de los discursos identitarios que éste reformularía radicalmente desde 1492, y que dieran base a la narrativa del occidentalismo moderno.

    Analizando las instancias que siguen al descubrimiento, John Elliott se ha preguntado acerca del impacto que ese evento tendría en el Viejo Mundo, cómo, en particular, las formas de vida de los pueblos autóctonos, libres de la obsesión adquisitiva y la avaricia que manifiesta en la época la sociedad renacentista, habrían marcado su impronta sobre las sofisticada civilización europea. Pero el historiador advierte de inmediato la ingenuidad y falta de pertinencia (¿de la impertinencia?) del interrogante, que no puede ser abordado más que a partir de presunciones e interpretaciones más o menos audaces de fuentes textuales, enmarañadas con la retórica del poder. Elliott indica, en este sentido, que:

    Renaissance Europe was neither so self-confident as to borrow from others on an extensive scale, nor so vulnerable and insecure as to require the mass importation of ideas and techniques. Instead, it approached the outer world with a combination of prejudice, curiosity and caution (12)¹.

    Es obvio y aceptado, sin embargo, que la existencia misma de América, los testimonios de misioneros, navegantes y conquistadores, así como la complejísima red de visiones y versiones que se generaron con la experiencia de las nuevas tierras transformó de manera definitiva tanto los imaginarios europeos como sus economías y posicionamiento en el contexto de las demás civilizaciones conocidas. La inquisición acerca de cuánto y qué impactó en mayor medida la mentalidad de la época constituye ya un área específica de los estudios renacentistas y coloniales, que nos introduce al entramado multicultural de la Europa del siglo XVI, donde las múltiples tradiciones que la componen se entremezclan de modo singular.

    Esta modificación de cosmovisiones y el cambio social que la acompaña no se dan desprendidos de la construcción de un orden visual que ilustra y alegoriza esos procesos. Como señala Elliott:

    It was not the innocent, but the selective eye which first viewed America; and to assess the impact of America on Renaissance Europe we need to know the nature and criteria of Renaissance selectivity. More especially, we need to know in precisely what ways the perception of America was affected by the Renaissance version of the two central European traditions, the Judeo-Christian and the classical (17)².

    Si la tradición cristiana provee el discurso de la conversión, para el cual la presencia amerindia desencadena una serie de debates teológicos, la vertiente clásica del pensamiento, escolástica y humanística, incorporaría la racionalidad filosófica, permitiendo la aplicación de criterios de civilidad que encontraban sentido en la dispersión de costumbres, rituales y formas de organización colectiva allí donde percepciones menos avisadas captarían solamente extrañeza, caos y barbarie.

    Es también imprescindible recordar, como ha señaló elocuentemente Antonello Gerbi al estudiar los más tempranos relatos sobre el Nuevo Mundo que, de alguna manera, los imaginarios europeos estaban ya permeados por la idea y la perplejidad de un nuevo mundo desde antes de 1492. Como indica el historiador y economista italiano, esa fecha tiene una prehistoria que no se refiere solamente a las profecías de Séneca o las posibles incursiones vikingas sino a la convicción, rastreada ya desde mediados del siglo catorce, de que Europa se aproximaba a un descubrimiento excepcional en el Océano Atlántico³. De esta manera, el descubrimiento viene a confirmar presunciones, temores y esperanzas aunque de una manera vaga y no exenta de contradicciones e inconsistencias, que ya tenían sus formas de representación simbólica y sus repercusiones afectivas en el imaginario colectivo.

    En ese panorama marcado por el encuentro de visiones del mundo ya no sólo dispares sino antagónicas y a veces hasta sorprendentemente asimilables que convergen en la experiencia del colonialismo, la imagen pluraliza sus funciones. Es tanto un elemento de invocación de tradiciones, valores y principios del Viejo Mundo como la forma preeminente de expresión del multilingüe mundo americano, del paganismo, la herejía. Es, asimismo, el vehículo principal a través del que se expresan las formas sincréticas que emergen del proceso de colonización del mundo prehispánico por las imágenes del dominador. La imagen es así vehículo de identidad y diferencia, sometimiento y autoafirmación, a ambos lados de la experiencia colonizadora.

    Como ha sido analizado por muchos críticos, la principal dificultad para la representación del Nuevo Mundo es la de concebir la diferencia dentro de los límites de lo conocido, y la de percibir al mismo tiempo semejanza y desigualdad como elementos integrales de una realidad que el descubrimiento complica y diversifica de modo radical⁴. De ahí que tanto la retórica acerca de América como las imágenes visuales con las que se representa al nuevo continente se ajusten a las convenciones existentes ya aplicadas a otras realidades (mitos, bestiarios, ficciones literarias, fabulaciones basadas en la épica clásica, en la literatura de viajes y en los libros de caballería)⁵. La imagen brinda no sólo materialidad y expresividad alegórica al régimen conceptual de la época sino que es crucial para la producción de efectos de realidad que absorben y naturalizan los elementos inusuales que las nuevas realidades presentaban y los que aportaba la imaginación colectiva, exacerbada por los descubrimientos. La imagen visual es esencial, entonces, para la producción de América como campo de significaciones, como un discurso polivalente (retórico, visual, ideológico) que constituye a su objeto al tiempo que representa a quien lo emite⁶.

    En sus múltiples funciones, la imagen tiene a un tiempo un indudable valor estético, decorativista y comunicativo, y una cualidad fantasmática, represiva e intimidatoria cuando se perfila como dispositivo para el control de los imaginarios. Es fundacional, aurática, proliferante. Es una forma de la presencia y de la trascendencia, de lo visible y de lo inmaterial, en el mundo colonial marcado por la fugacidad y el particularismo, y asediado por poderes invisibles religiosos, políticos y sociales.

    En la larga trayectoria que cubre la historia de las imágenes en América, desde las primeras representaciones del nuevo continente en adelante, es fundamental el aspecto transculturador, es decir la transposición de contenidos y significados de uno a otro lado del Atlántico, en un proceso que funciona en ambas direcciones. Esto, sin dejar nunca fuera de consideración la asimetría de fuerzas y poderes que caracteriza estos intercambios, la cual se manifiesta, por ejemplo, en el modo en que la imagen circula en los espacios públicos desde el comienzo de la conquista. Como Gruzinski indica, durante las primeras etapas de la colonia:

    … el cristianismo exhibe por doquier sus imágenes, mientras que las divinidades indígenas solían estar escondidas en la oscuridad de los templos, lejos de las multitudes, siendo periódica su exposición y sometida a reglas estrictas, cuya infracción equivalía a un ‘sacrilegio’ (47).

    Si el alfabeto se impone como una violencia civilizadora sobre las culturas orales, los sistemas gráficos prehispánicos y las lenguas vernáculas, la imagen europea, que se corresponde con una epistemología ajena al mundo americano, va construyendo una verdadera red conceptual e ideológica sobre los dominados, cuya visión del mundo es considerada irreverente y pecaminosa. El proceso gradual de contaminación entre ambos sistemas de representación, el dominante y el dominado, se corresponde con el desarrollo, a lo largo de siglos, de la cultura criolla, cultura jánica, como se sabe, pero también, ella misma, campo de batalla en el que se dirime la lucha por el poder representacional que caracteriza los intercambios coloniales. El sujeto colonial se dirime entre la admiración de lo europeo y la reivindicación de contenidos propios, entre la mímesis y la mímica, que redimensiona, parodia o hace burla de los mensajes del dominador. Así, en el contexto de la cultura criolla, una de las cualidades más celebradas de la imagen ha sido tradicionalmente la de servir de puente entre culturas, lenguas y creencias, dando lugar a composiciones híbridas cuya misma condición polisémica metaforiza el mundo del que surge. En un espacio heterogéneo, multicultural y atravesado por proyectos e intereses antagónicos, la imagen crea puntos de convergencia si no, necesariamente, de consenso. Pero la imagen es también híbrida en cuanto a los contenidos que convoca: humanos y divinos, europeos y americanos, indígenas, africanos y criollos, religiosos, cortesanos y políticos.

    Como metáfora de la presencia, la imagen visual es un

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