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Sociología de la internacionalización.: Bryant Garth y Yves Dezalay
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Libro electrónico348 páginas16 horas

Sociología de la internacionalización.: Bryant Garth y Yves Dezalay

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Los trabajos traducidos y reunidos en este libro presentan contribuciones centrales de la producción de Yves Dezalay y Bryan G. Garth, que se sustentan –en gran parte– en estudios referidos a Estados y grupos profesionales de Latinoamérica. Los temas tratados van desde la sociogénesis del "Consenso de Washington", la constitución del campo global de los derechos humanos, la recepción diferencial del monetarismo y el activismo jurídico en espacios nacionales, hasta las más recientes elaboraciones sobre la reproducción de las elites cosmopolitas como intermediarios y constructores del campo global de los saberes de gobierno. El volumen incluye un estudio preliminar de Paul Hathazy que reconstruye el origen de esta prolífica empresa científica de colaboración intelectual internacional y destaca la potencialidad de la sociología de la internacionalización de Dezalay y Garth para la investigación social y la intervención pública sobre procesos que atraviesan y afectan decisivamente nuestras sociedades latinoamericanas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 oct 2020
ISBN9789876992046
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    Sociología de la internacionalización. - Paul Carlos Hathazy

    traducidos

    Estudio preliminar

    Una sociología de la internacionalización: Desde las profesiones a los campos internacionales e internacionalizados

    Paul Hathazy

    1

    Desde hace casi dos décadas, Yves Dezalay y Bryant G. Garth vienen produciendo innovadores estudios sobre la internacionalización de campos profesionales y académicos, la transformación del Estado y campos de poder nacionales y arenas internacionales, trabajando en Europa, América y el Sudeste Asiático. Sus estudios se caracterizan tanto por la amplitud geográfica y de casos, su extensa base empírica –más de 3000 entrevistas– y riqueza analítica, como por sus herramientas conceptuales y metodológicas y las problemáticas específicas que han permitido elaborar.

    Esta colección, que privilegia sus estudios referidos a Estados y grupos profesionales de Latinoamérica y reúne trabajos centrales de su producción, procura seguir la evolución de sus problemáticas y proveer de medios para explotar la rica panoplia conceptual y metodológica elaborada. Los temas tratados van desde la sociogénesis del Consenso de Washington, pasando por la constitución del campo global de los derechos humanos –donde los países del Cono Sur tienen un protagonismo central–, la recepción diferencial del monetarismo y el activismo jurídico en espacios nacionales de Latinoamérica, y las recientes elaboraciones sobre la reproducción de las elites cosmopolitas como intermediarios y constructores del campo global de los saberes de gobierno. Los autores dan cuenta de estos procesos sin caer en teorías conspirativas e imperialistas ni en proyecciones idealistas y prescriptivas; a la vez, sus aproximaciones sirven de antídoto a la sacralización de los discursos y agentes involucrados y a la correlativa despolitización que estas dinámicas simbólicas globales usualmente producen.

    En esta introducción contextualizo estos trabajos, describiendo primero el origen de estas problematizaciones a través de la trayectoria académica y de investigación de los autores, destacando rupturas epistemológicas y sucesivas construcciones conceptuales y analíticas. Luego discuto aportes de este corpus en relación con las sociologías (i) de la circulación internacional de saberes de gobierno, (ii) de las elites profesionales, y (iii) de la globalización. Concluyo con algunas breves referencias a los fundamentos de la selección. Cada sección puede ser leída por separado, o consultadas después de la incursión en los capítulos.

    1. Trayectorias y rupturas: de sociólogo de Estado y jurista del desarrollo a una sociología colaborativa de lo internacional

    Relacionar las problemáticas de esta colección con los estudios anteriores de cada autor procura reconstruir los trayectos desde los cuales los autores convergieron en el análisis de procesos y espacios transnacionales. El objetivo es destacar las adaptaciones y extensiones, incluso rupturas, de sus propias tradiciones y problemas teóricos, que les permitieron construir sus estudios de los campos internacionalizados y espacios transnacionales. Esto ha implicado una constante reflexividad y reconstrucción teórica como así también una peculiar capacidad de explotar las oportunidades que las dinámicas de sus universos de estudios proveían para la investigación. La reconstrucción también destaca la centralidad de la colaboración,  implicando e integrando múltiples zonas geográficas, culturas nacionales y corrientes académicas.

    Yves Dezalay inicia su acercamiento a la sociología desde estudios de la justicia y la profesión legal francesa. Muy tempranamente, sin embargo, reorienta su enfoque a otras profesiones, pasa de lo nacional a lo internacional, e integra en el trayecto herramientas teóricas de la sociología francesa y norteamericana. A inicios de la década de 1970 trabaja en el Ministerio de Justicia francés –entonces un refugio transitorio, junto a las Facultades de Derecho, de la sociología del derecho de matriz durkheimiana subordinada a los intereses y problemas de legisladores y juristas (Noreau y Arnaud, 1998)–. Allí, combinando a Durkheim con un análisis de clase, realiza estudios preparatorios de reformas en la regulación de la familia, relacionando cambios en tasas de divorcios con nuevas prácticas de los agentes de la justicia (Dezalay y Commaille, 1971; Dezalay, 1972).

    En la década siguiente, y bajo la guía de Luc Boltanski, enfrenta y supera las limitaciones del durkheimianismo y el estructuralismo marxista estudiando la profesión legal como un campo, en el sentido de Pierre Bourdieu. En un primer movimiento, desarrollado a fines de los setenta, en el recién creado Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Vaucresson –asociado al Centre National de la Recherche Scientifique [Centro Nacional para la Investigación Científica] (CNRS)–, se desmarca de la sociología legislativa durkheimiana (Commaille, 1988) acercándose al aparato judicial con el idioma del estructuralismo marxista (Dezalay, 1977). Sus exploraciones sobre las tensiones y quiebres al interior de la profesión y corporación jurídica francesa y su politización (Dezalay, 1979 y 1980) lo llevan a emanciparse de las problemáticas dictadas por los juristas y, al interior de la sociología, también de las opciones marxistas. Girando hacia las herramientas conceptuales y epistemológicas de Pierre Bourdieu, construye empíricamente, junto a Bancaud, el análisis del campo jurídico (Dezalay y Bancaud, 1982), mutando su foco desde los efectos ideológicos de la autonomía relativa del espacio jurídico –problema de base marxista– a las pujas entre juristas puros y practicantes impuros que estructuraban ese espacio relativamente autónomo y sus prácticas. A la vez, objetiva los condicionamientos de los juristas sobre la sociología de los juristas y la posición de ésta en el campo jurídico (Dezalay y Bancaud, 1984). Tras una breve aproximación a la cuestión de los campesinos y su relación con la justicia como reflexión metodológica (Dezalay, 1986a), apuesta a explicar el cambio en la regulación de la economía a partir de luchas entre juristas y otros grupos profesionales por el control de las reestructuraciones empresariales (Dezalay, 1986b).

    Estos cambios en la práctica de investigación convergen con transformaciones estructurales en la sociología jurídica francesa, que por un lado se internacionaliza y, por el otro, se abre en los círculos académicos especializados hacia las vetas bourdieusianas, la reciente recepción de Weber y el foucaultianismo (Soubiran-Paillet, 1994). Dezalay, además de acercarse a Bourdieu, estrecha vínculos con el espacio académico norteamericano (Dezalay, 1986b). Allí se procura una nueva plataforma institucional (la Law and Society Association, y luego, la American Bar Foundation [Fundación del Colegio de Abogados de EE. UU.]), y se introduce a la extensa sociología empírica y crítica del derecho anglosajona, incluida la asimilación crítica de la sociología de las profesiones de Andrew Abbott (1986, 1988). En este encuentro, junto a Austin Sarat y Susan Silbey (Dezalay, Sarat et al., 1989b) reflexiona críticamente acerca de los condicionamientos profesionales sobre la sociología jurídica norteamericana.

    Con estas nuevas herramientas teóricas y disposiciones reflexivas, Dezalay retoma viejas preguntas marxistas sobre la relación entre cambios sociales y prácticas jurídicas y sobre la contribución del derecho a las demandas de la producción económica (Dezalay, 1989:4), pero sin caer ni en el economicismo ni en el idealismo (Dezalay, 1990a:70). El análisis de los efectos de los factores económicos sobre el derecho y la contribución del derecho al orden económico se produce ahora a través de la noción abbottiana del sistema de profesiones y la noción de campo profesional,  espacios de concurrencia inter e intra profesional. Esta noción le permite analizar, junto a la globalización económica, la globalización de la profesión legal. Estudia las transformaciones en la producción de servicios legales franceses derivada de la nueva competencia con firmas de abogados norteamericanas y contadores (Dezalay, 1991; 1990b), y los cambios en la práctica jurídica, relacionados con la unificación del espacio legal europeo (Trubek, Dezalay et al., 1993). Hacia 1994, desarrolla primero el concepto de campos internacionalizados para pasar luego a analizar campos internacionales propiamente dichos. Para ello combina la teoría de campos de Bourdieu, y en particular sus estudios sobre el campo del poder y la nobleza de Estado" (Bourdieu, 1989) con los desarrollos de los critical legal studies de David Trubek y Boaventura de Sousa Santos, de la Universidad de Wisconsin, y ubica los espacios profesionales en el espacio nacional de concurrencia entre los dominantes de cada campo, el campo del poder.

    En la evolución de su problemática se observa la constante colaboración  con otros colegas. Si en los estudios sobre las profesiones nacionales la colaboración permitía el estímulo recíproco y la intensificación del control cruzado, en el estudio de procesos transnacionales la colaboración ilumina y cuestiona la perspectiva nacional y, más importante aún, los inconscientes académicos y culturales de los analistas. Con el equipo de Wisconsin-Madison (Trubek, Dezalay et al., 1993) estudian la internacionalización de los espacios nacionales junto con la construcción de espacios transnacionales (410), concibiendo que la transnacionalización es un espacio de creación de instancias extranacionales caracterizadas por competencias entre campos nacionales (411). En este período especifica el concepto de campo legal, orientándose a la materialidad de la práctica jurídica a partir del modo de producción legal (Sousa Santos) y critica a la sociología de las profesiones de Abbott (Dezalay, 1995a) por no conectar las profesiones con las dimensiones del poder social y político. Así, su sociología de las profesiones comienza a convertirse en una sociología del poder.

    En lo que parece una simple revisión bibliográfica (Dezalay, 1995, capítulo 2 aquí), a mediados de la década de 1990 presenta un programa de investigación sobre la internacionalización de los campos profesionales y su relación con la reproducción de las elites nacionales en un contexto de globalización económica. El estudio comparativo de las profesiones legales y de asistencia financiera en EE. UU. y Europa occidental deviene un análisis de las transformaciones en las estrategias de reproducción de las elites económicas en condiciones de apertura de mercados y un estudio comparativo de campos de poder nacionales.

    Con esta caja de herramientas, Dezalay se embarca en una nueva y productiva relación con Bryant G. Garth, con quien primero estudia la conformación y transformación del mercado del arbitraje internacional, donde agentes de extracción nacional se disputan la definición y el control de ese espacio de regulación internacional (Dezalay y Garth, 1995b y 1996). Tras objetivar cómo se proyectaba la problemática propia de la profesional legal  en el estudio de la difusión global del Estado de derecho (Dezalay y Garth, 1997), aplican la problematización dezalayana de la triple articulación entre nuevos modos de producción jurídica, la regulación de la economía y "reproducción de elites nacionales" a la internacionalización de los campos profesionales y las luchas al interior de los campos de poder nacionales centradas en disputas por la definición del rol del Estado y del derecho dentro del mismo. Comienzan por casos latinoamericanos (Dezalay y Garth, 2002) y siguen con otros del Sudeste Asiático (Dezalay y Garth, 2010).

    Bryant G. Garth es un abogado norteamericano doctorado en estudios legales comparados en la European University, que se encuentra con Dezalay tras una trayectoria de estudios empíricos y comparativos sobre intervenciones políticas de los juristas (Garth, 1978 y 1985). En 1978 estudia comparativamente el acceso a la justicia (Cappeletti y Garth, 1981) presentando el estudio como una respuesta creativa de parte de los juristas frente a la invasión sin precedentes del ámbito reservado a los juristas por parte de sociólogos, antropólogos, economistas, cientistas, políticos y psicólogos (Cappeletti y Garth, 1978:181. Entre estos invasores figura su futuro aliado, Dezalay). Tras dirigir la Facultad de Derecho de la Indiana University, preside en 1990 la American Bar Foundation, que opera como un centro de investigación conectado con la profesión legal estadounidense, y continúa estudiando el desarrollo de la profesión legal en EE. UU. (Garth, 1987) y las prácticas políticas transnacionales de abogados activistas (Garth, 1985), interés que sostiene en el tiempo (Garth, 2004).

    Dezalay y Garth concentran esfuerzos y recursos tanto a fines pragmáticos –accediendo cada uno a redes en Latinoamérica orientadas hacia Norteamérica o Europa y a las propias redes de Europa y EE. UU.– como intelectuales. La colaboración es efectiva en términos de producción y análisis, tres libros mayores (Dezalay y Garth, 1996, 2002 y 2010), varios volúmenes editados, y numerosos artículos teóricos y empíricos. La pregunta por el fracaso del movimiento de Derecho y Desarrollo que Garth había intentado responder en la década de 1970 es retomada desde la teoría de los campos de poder nacionales y los campos profesionales legales internacionalizados. La problemática que desarrollarán en las próximas décadas incluirá progresivamente la indagación por nuevas áreas del derecho, los economistas, las elites estatales, la reproducción social internacionalizada y la constitución de espacios internacionales, como el campo mundial de los saberes de Estado, tratados en los trabajos seleccionados aquí.

    Habiendo observado la gestación de la sociología reflexiva de la internacionalización de Dezalay y Garth, a continuación me concentro en los momentos de elaboración teóricos y ubico sus trabajos con algunas coordenadas temáticas con las que dialogan fructíferamente: (i) la sociología de la circulación internacional de ideas y saberes de gobierno; (ii) la sociología de las profesiones y los campos de poder nacionales; y (iii) la sociología de la globalización.

    2. La circulación internacional de ideas y saberes de Estado: integrando estructuras y actores en los campos internacionales e internacionalizados

    Es en relación con la creciente literatura sobre la circulación internacional de ideas e instituciones políticas (para una revisión general, Dobbin, 2007) donde el trabajo de Dezalay y Garth aparece como más fructífero y enriquecedor. Para apreciarlo, corresponde primero localizarlo dentro de los enfoques teóricos generales sobre esta cuestión. Tras analizar las alternativas, destacando sus énfasis analíticos, fundamentos teóricos, mecanismos y limitaciones heurísticas, volvemos a sus trabajos señalando algunas de sus contribuciones centrales.

    La literatura general sobre la circulación de las ideas e instituciones políticas puede ser organizada para nuestro objetivo en cuatro tradiciones principales, clasificadas de acuerdo a su énfasis analítico, centrándose en los agentes que participan en el proceso de circulación o en los circuitos de circulación. Cada una de estas dos categorías a su vez puede ser dividida entre los grupos de teorías que se centran en las ideas y las instituciones y aquellas teorías que dan preeminencia analítica y explicativa a los diferenciales de poder y/o efectos de poder que esos circuitos o sistemas de relaciones de agentes implican (ver Tabla 1).

    Tabla 1. Tradiciones teóricas en la circulación internacional de ideas y saberes políticos

    Comenzando con las teorías que se concentran en aspectos institucionales y en circuitos de difusión –sector superior izquierdo de la tabla–, nos encontramos con la teoría de la cultura mundial, desarrollada por Meyer y colaboradores (Meyer, Boli et al., 1997; Meyer y Boyle, 2002), quienes sostienen que la circulación de ciertas instituciones como los Estados e incluso las políticas estatales, se lleva a cabo dentro de un proceso global de expansión y difusión de una cultura mundial laica, universal y racionalista que comprende visiones específicas sobre la naturaleza, la sociedad y el individuo. Esta cultura se habría difundido mundialmente desde Europa occidental en los últimos cinco siglos, y más intensamente desde la Segunda Guerra Mundial. Los esquemas subyacentes de esta cultura mundial enmarcan y favorecen la circulación de instituciones y políticas entre las sociedades que orientan las organizaciones públicas y privadas hacia una racionalidad impersonal e instrumental hacia metas similares, tales como la justicia distributiva o el Estado de derecho o la educación general (2002:67). Estos esquemas y políticas circularían entre entidades nacionales no porque representan o legitiman los intereses de los poderosos locales o globales sino que los componentes de la cultura mundial enmarcan esos intereses y prefiguran preferencias catalizando un proceso de difusión por imitación de soluciones exitosas o convenientes de acuerdo a estándares normativos comunes, previamente adoptados o transportados por comunidades internacionales de expertos. A su vez, estos principios comunes se incorporan incompleta o diferencialmente en cada sociedad –lo que Meyer llama decoupling [desacople] por incompatibilidades formales entre modelos importados, por contradicciones  entre los modelos y culturas locales, o por insuficientes recursos para implementar los esquemas importados (1997:146)–.

    Esta teoría, sin embargo, presenta algunos problemas: el idealismo subyacente, la concepción de las organizaciones nacionales como entidades unificadas, y la explicación misma de la circulación cultural. La narrativa de Meyer reduce los Estados-nación a las ideas del público sobre ellos, tratándolos como instituciones homogéneas y demandas de racionalidad más supuestas que establecidas. La misma homogeneidad se atribuye también a las organizaciones internacionales y las asociaciones profesionales mundiales y nacionales o a las comunidades científicas. En segundo lugar, los mecanismos de difusión, mientras que en el momento de la difusión original, hace cinco siglos, las categorías culturales se reconocen impulsadas por la dominación material e ideológica de Europa, con el tiempo cambian los mecanismos de difusión y terminan siendo marcos culturales que se autopropulsan, entidades simbólicas transportadas misteriosamente por vehículos humanos. Finalmente, esta perspectiva tiene dos serios sesgos empíricos: por un lado, concibe un punto de origen de la cultura mundial unitaria –Europa Occidental y los EE. UU.– sin reconocerlo, y por el otro, prefiere describir procesos globales de convergencia entre las políticas nacionales y sus organizaciones hacia dicha cultura mundial en lugar de analizar las divergencias entre naciones.

    Bertrand Badie (en el cuadrante izquierdo inferior de la tabla) ha criticado la teoría de la cultura mundial, cuestionando la universalidad de la forma estatal occidental, proponiendo mecanismos alternativos de difusión y destacando los efectos de poder de estos procesos (Badie, 2000). Este autor postula que las ideas y modelos de gobierno circulan desde el centro a la periferia propulsadas por las estrategias de poder de autoridades políticas metropolitanas en el período colonial, y de elites nacionales en el post-colonial (Badie, 2000). Estas elites periféricas se legitiman externamente como distintas respecto de las antiguas metrópolis, e internamente, respecto de relaciones tribales o no burocráticas mediante la importación masiva de las prácticas políticas y los símbolos de Occidente (2000:114), incluyendo temas nacionalistas o de políticas de desarrollo económicas consideradas modernas, con fines más espectaculares que reales. Las elites políticas locales, argumenta Badie, suelen regresar al patrimonialismo no burocrático y a la política personalista, pero bajo el manto de modelos políticos importados que logran un limitado arraigo. Ese mismo movimiento de importación vuelve a las elites locales dependientes de los contenidos de la cultura mundial tanto para ser reconocidas internacionalmente como para legitimarse frente a subordinados internos. A pesar de su mayor preocupación por la diversidad local, su tesis es demasiado general, en particular para dar cuenta de los distintos modelos que se han exportado-importado, de los distintos centros hegemónicos de imposición de visiones y legitimación estatal y económica occidental en los últimos cinco siglos (Arrighi, 1994), y los lugares puntuales de exportación dentro de los Estados hegemónicos. Esta cuestión podría resolverse indagando en las redes de agentes que promueven la circulación y conectan distintos centros hegemónicos con los países de la periferia.

    Esto nos lleva al cuadrante superior derecho de nuestra tabla, a los trabajos centrados en las ideas y las instituciones pero con un énfasis en el rol de los actores en los procesos de circulación. Entre estos trabajos encontramos, primero, los trabajos de Sikkink sobre la difusión de los proyectos de derechos humanos y movimientos sociales transnacionales (Sikkink, 2001 y 2002). Estas políticas y esquemas circulan por la acción de organizaciones políticas y de los ideales de activistas transnacionales, redes de agentes no estatales ubicados en diferentes sistemas políticos. Entre estas redes, las más relevantes en el período contemporáneo son las redes con contactos e influencia en EE. UU. Estos activistas transnacionales actuarían motivados por valores e ideales compartidos, tratando de influir en la construcción social de las preferencias e identidades en el contexto social (2002:39). Si bien esta perspectiva especifica mejor a los más recientes proveedores de políticas y modelos usados para librar guerras políticas en los Estados de la periferia mundial, no explica una gama importante de políticas de origen extranjero alejadas del activismo transnacional ni los impulsos idealistas de los activistas transnacionales, que quedan sin especificación sociológica y aparecen como un esencialismo o como el efecto de fuerzas ideales que se autopropulsan.

    La teoría de "redes gubernamentales" de Anne-Marie Slaughter (2002) según la cual las ideas y los modelos políticos circulan internacionalmente a través de redes transgubernamentales y organizaciones destinadas a aplicar soluciones comunes a los problemas internos que han desbordado las fronteras nacionales (2002:18), constituye una variación de esta visión idealista, menos moralista y más cognitivista. Aquí los actores son agentes políticos, juristas, ejecutivos y burócratas que hacen circular ideas y modelos a través de la fertilización cruzada de ideas (2002:19) dentro de la red y a través de la socialización de creencias comunes. Mientras Slaugther tiene una concepción más agonística de la circulación que las teorías del activismo transnacional, esta perspectiva permanece en el reino de los idealistas intermediarios de ideas, políticas e instituciones, donde los expertos solo son condicionados por estándares ideales.

    Es respecto a estas tres alternativas donde podemos apreciar la novedad y productividad del trabajo de Dezalay y Garth y sus seguidores (Ghilhot, 2005; Madsen, 2011, entre otros), inspirado en la teoría de los campos de Pierre Bourdieu (Bourdieu y Wacquant, 1992), y en particular, los trabajos de Bourdieu sobre las elites estatales (1989) y la circulación internacional de ideas (1999). Dezalay y Garth comparten con Badie el escepticismo acerca de la universalidad de las instituciones de la cultura mundial y la crítica sobre la falta de atención a intereses y agencias. Coinciden también con Badie en los efectos de dependencia que produce la circulación de saberes e instituciones entre Estados y esferas nacionales políticas y profesionales desigualmente poderosos. Sin embargo, Dezalay y Garth se diferencian de Badie en aspectos claves. En la perspectiva de Badie, las políticas y conocimientos circulan de un campo nacional a otro pues son recursos importados para combatir en las luchas políticas y profesionales de la periferia. En la perspectiva de Dezalay y Garth, el proceso de exportación también debe localizarse en un proceso mayor que incluye las luchas políticas locales en los países exportadores, y con pujas entre las elites culturales, burocráticas y económicas por la dominación en el campo internacional de los saberes de gobierno de Estados. En este sentido, teniendo en cuenta tanto los contextos de exportación como de importación, Dezalay y Garth están cerca de las teorías de redes gubernamentales que dan poder analítico central a los agentes, y que rechazan la visión de arriba hacia abajo del proceso de circulación, implícita en la obra de Badie.

    La perspectiva de Dezalay y Garth, por su parte, rompe con la visión de comunidades epistémicas de Haas (1992) y concibe las redes de circulación de ideas como constituidas por los intereses de distintos agentes, con relaciones jerárquicas entre los miembros –en esto Sikkink estaría de acuerdo–; destaca, además, los intercambios en ambas direcciones, tanto Norte-Sur como Sur-Norte. Pero estos autores también disienten con la concepción idealista de la acción de Sikkink y en la teoría de las redes de actores gubernamentales de Slaughter. Desde la teoría de campos, la acción y las concepciones de los agentes deben entenderse como impulsados por los intereses en entramados de relaciones específicos y en función de sus trayectorias.

    Para Dezalay y Garth, tanto los miembros de las redes de gobierno como los activistas políticos transnacionales deben concebirse como operando en estructuras y espacios de relaciones que van más allá de esas redes gubernamentales y asociaciones profesionales. La acción de los miembros de las redes ha de estar relacionada con los espacios sociales locales y transnacionales, incluidos los campos de la academia, las organizaciones filantrópicas, el Estado burocrático, las profesiones y el espacio político. Los ideales y las visiones de los activistas, a su vez, deben ser puestos en relación con sus trayectorias y disposiciones adquiridas en esos distintos espacios sociales nacionales o internacionales y sus estructuras. Desde la teoría de campo, lo que impulsa sus acciones son los intereses en avanzar posiciones dentro de diferentes campos y no una tendencia auto-replicante de sus valores. Esto es esencial para comprender tanto los contenidos de las políticas e ideas importadas, así como para dar cuenta de alianzas, muchas veces inesperadas, entre agentes en los distintos campos nacionales e internacionales.

    Finalmente, la estructura específica del campo del poder nacional y las características mismas del proceso

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