Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón
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Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón - Hernan Lavín Cerda
COLECCIÓN POPULAR
907
TODOS LOS PAYASOS
LLEVAMOS LA NARIZ ROJA
EN EL CORAZÓN
HERNÁN LAVÍN CERDA
Todos los payasos
llevamos la nariz roja
en el corazón
Fondo de Cultura EconómicaPrimera edición, 2023
[Primera edición en libro electrónico, 2023]
Distribución mundial
D. R. © 2023, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México
www.fondodeculturaeconomica.comComentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel.: 55-5227-4672
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-607-16-7997-0 (rústica)
ISBN 978-607-16-8062-4 (ePub)
ISBN 978-607-16-8090-7 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
Sabiduría en las visiones de Hernán Lavín Cerda, Luis Cardoza y Aragón
Bienvenidos al circo
Nacimiento de la primavera
Juguete casi cómico
La burla de los chinos
Pequeña historia del bidet
Vámonos tocando jazz
Los hombres nacen para ser felices
Aparición del cerro San Cristóbal mientras oímos la voz de Julio Sosa deslizándose a través del aire que nos llega desde Santiago de Chile
El angelical y diabólico arte de la simulación
Pantagruélicamente
Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón
Pido permiso, señores, el tango habla y seguirá hablando por ustedes
Mientras escuchamos la voz de Roberto Goyeneche en Buenos Aires
Llorando a lo bestia
Las raíces de la Madre Teresa
No me hagan reír, misericordia, no me hagan reír porque se me caen los dientes del Apocalipsis
Piazzolescamente, sin duda, y a partir de la Balada para un loco
Vámonos tangueando de jazz en jazz
Diálogo más o menos amoroso entre el Panchulo y la Panchula
Aproximación a los enanos cuando va cayendo la tarde
Especulación filosófica alrededor de los mudos y los sordos
Tristeza en el cielo
Vamos saliendo, vamos entrando, ¿vamos saliendo del manicomio?
Aún es el tiempo de las pulgas
El día del descanso obligatorio
Sin duda que aquel perro es una magnífica persona
Divagaciones bajo aquella luz de la luna
Don Miguel de Cervantes Saavedra aparece nuevamente en el escenario
Un antidepresivo magnífico es la observación de las estrellas desde aquel sillón cuyo brazo es cada día más huérfano
Sugerencias al revés y al derecho para tus pantalones de mezclilla
Supongamos que Dios creó al hombre a lo lejos, casi fuera del mundo
Descubrimiento de la lluvia
Piedad y melancolía en la calvicie de Nuestro Señor Jesucristo
Así como van las cosas
Todo brilla y vibra en la médula de todo
Oda para la que nunca pudo ser en el aire del mundo
La sombra
Visiones de México
Vendrá la lluvia
Música en el Tajín
Una flor en la ventana
El canto del zanate
Nuevo elogio de la sombra
Aparición de la madre en la calle Bellavista
Aproximación a la geografía humana
La muy bella tenía la costumbre de usar calcetines acanalados, aunque este título no tenga nada que ver con el cuerpo del poema
Instrucciones para Julio Cortázar, quien no deja de sonreír con un entusiasmo envidiable
Y después del amor
¿por qué se oxidan no solamente los cartílagos?
Un viaje alrededor de los zapatos chinos
Árbol de la memoria
Ahora y siempre, lo recomendable es mantener la boca cerrada
La borrachera de Galileo
Ultratumba (Latidos de aquel tiempo)
Beato de Liébana
Las piedras de Gabriela Mistral
Altamira
La mujer barbuda
Crónica histórica sin perder el ritmo de la música de Astor Piazzolla
Aún estamos en noviembre del año 1997 y los benditos o malditos taxis brillan y brillan por su ausencia
Se escapó la vaca
Sabiduría de los zapotecas
Aparición del hombre de la joroba
Como cuando éramos niños
Vallejianamente
Cuánto amor entre el padre y la madre
Todo el júbilo entre los dientes y las muelas
Aquel amor pianísimo, como en los orígenes
Con música de clavicordio
Una visita al matadero
Memorial de las caballerías
Aquel recuerdo de infancia
Algo sobre la vida e invocación al Dios de las Transfiguraciones
Sopa de calabaza con espinacas
Nadie ha perdido en el aire del mundo la razón, todavía
Aparición de Teresutra Lancaster y otras visiones palpitando en el aire
Breve historia del Universo
Así como van las cosas, nadie sabe nada, todavía
Vuestro Inseguro Servidor también acaricia tu rodilla por debajo de la mesa, con un entusiasmo insuperable
Aparición de Lucrecia D’Ors en el aire del mundo
Váyanse con la música
Que nos perdonen las hormigas
El baile de Pablo Picasso
El antiviejo en el aire de la antigimnasia
Alabanza del crucifijo
Fascinación por las alfombras de la antigua Persia
Apariciones de Eugenio Montale y Pablo Neruda junto al mar
El Jitomato no sabe qué hacer con la neurosis de la Perejila
Viaje alrededor del Punto G
Metamorfosis de Roberto Bolaño (1953-2003)
Decálogo de todos los días
Cada uno se despide
Visiones de la antigua Rusia
¿por qué no me adoptan?
Pensar no es un fenómeno muy divertido
Sin saber cómo, ciegamente, sin saber cuándo
Memorial en tres tiempos
El arte de amar (La Danza del Péndulo)
Las flores del acanto nos observan con alegría
El amor entre Raúla y Gracielo fue siempre un amor de película
Apología del beso como una de las Bellas Artes
Cada uno se cae como puede
¿otra vez el Premio Nobel?
Memoria del niño que corre por encima de las piedras azules
El fantasma
Jorge Luis Borges, Don Quijote de la Mancha, los laberintos y algo más
Visita de Woody Allen a Venecia
Viaje alrededor de aquella fenicia en el aire del mundo (Diálogo con el espíritu de Gonzalo Rojas en aquel tiempo)
No deja de crecer la oreja del corazón
SABIDURÍA EN LAS VISIONES DE HERNÁN LAVÍN CERDA
LUIS CARDOZA Y ARAGÓN
Nos conocemos poco en Latinoamérica y, lo que es peor, nos conocemos mal. He leído y estudiado las antologías recientes que nos dan pistas; raras veces nos dan revelaciones.
Yo siento influencias considerables, dentro de la poesía continental, de la poesía que casi es prosa eléctrica de algunos de los poetas de los Estados Unidos; es tan fuerte tal presencia que sin alta categoría es poca cosa. Dentro de la sencillez, de lo conversatorio, de lo suavemente confidencial, no debe faltar nunca la tensión que nace de la riqueza, la economía y la exactitud. Siento una mezcla de esta influencia sobre todo en lo más coloquial que proviene de Jules Laforgue, cuyo centenario de su muerte se recordó vagamente.
No hicieron caso alguno de Laforgue los surrealistas franceses, quienes descubrieron y situaron a Lautréamont más que a Rimbaud. Vislumbro que el tono clownesco fue antagónico a esa seriedad que hay en la dolorosa burla, en el horror, en el vómito, en el hastío del dadaísmo. Todas esas marejadas pasaron, convertidas en gravedad imprevista y en estudiosa trascendencia revolucionaria, a lo más impaciente y admirable del surrealismo. Se sigue leyendo, con el fervor que merecen, a los románticos alemanes, esos grandes precursores. Poco nos hablan los ensayistas de dos influencias que advierto en mis lecturas: René Char y Francis Ponge.
Diría que el carácter arbitrario de las antologías es una de sus virtudes. Después de las innovaciones formales de César Vallejo y Pablo Neruda, sobre todo de Vallejo que se inventó un idioma, se ha ahondado no tanto en experimentación formal cuanto en la expresividad y en la desnudez, en lo que imaginamos la especificidad poética que siempre es un milagro del lenguaje. Y esa misteriosa esencia delicadísima la vivimos también en formas tradicionales en las cuales se expresan voces maravillosas.
Ahora tengo en mis manos, de Hernán Lavín Cerda, un libro que me ha interesado y no sé por dónde comenzar a decir que me atrae por varios motivos y situaciones: lo leí abriéndolo aquí y allá y una y otra vez encontré un poema, o si no un poema, encontré una prosa imprevista. Después de repetir tal proceder me decidí por la lectura rigurosa con la certidumbre de que su ordenamiento contenía sentido.
El libro es suave, a veces, y casi todo oculto. Lo leo poco a poco porque me va cautivando su escritura, la brisa que cruza por sus ramas, en la cual se mezcla el ingenio con el canto, así como cierta convulsión y un sentido del humor múltiple, dentro de un tono de sencillez aparente.
La poesía no se lee; la poesía se relee siempre. Profundidad, como escondida, de escritura pirógena. ¿Logra expresar lo que quiere expresar? A veces los que confiamos en las potencias oscuras conseguimos cosas mejores que aquellas que anhelábamos decir, exaltados por la lucidez y la ebriedad del lenguaje.
En esa forma en donde parecería que no hay nada, se siente un perfume, como diría Eliseo Diego, un sonido negro, el caudal de esa nada que deja su huella espléndida. Y releo y me conmueve porque aquel conjunto de logros es dueño de profundidad emotiva manifestada con llaneza, como por casualidad que se vuelve tan constante que el libro suele iluminarse con estupores: este azar puntual constituye la unidad de sus cimas.
Su poesía pensativa avanza lúdicamente con asociaciones inesperadas que producen accidentes que son felicidad. En su apariencia de juego, en su juego de apariencias, nunca falta lo insólito y el sobresalto ante el mundo que despertaron mi curiosidad. No sé en dónde arranca esta súbita poesía y menos sé adónde va. Si lo supiera, ¿para qué leerla?
Hay una irrisión y un elogio de la vida. A veces percibo que se halla dotado para asombrarse con cualquier cosa sin ser por ello infantil: es sin duda un poeta con gran sabiduría y de visiones personalísimas.
No es su oscuridad la que nos perturba sino su lucidez.
Lo siento colmado de relaciones vitales y librescas; las librescas son también relaciones vitales e invencibles como las relaciones del destino.
Hernán Lavín Cerda, gusto de tu estilo de tejer el alba.¹
¹ Las palabras del inolvidable maestro Luis Cardoza y Aragón fueron escritas como introducción a otra de mis obras antológicas, y están fechadas el 7 de diciembre de 1988. Como diría el no menos inolvidable José Emilio Pacheco, no me pregunten, Dios mío, cómo pasa el tiempo. Reproduzco ahora estas líneas como un homenaje al maestro que descubrió en aquellos días el espíritu que atraviesa toda nuestra creación poética, tanto en verso más o menos libre como en prosa.
BIENVENIDOS AL CIRCO
Alguna vez le oímos decir a Federico Fellini que todo nace y muere y va resucitando desde el vientre materno del Circo, aquel Circo nuestro de cada amanecer. De allí venimos y hacia allí volveremos, paso a paso, algún día.
Me siento algo incómodo cuando hablo del circo nuevamente, después de haberlo hecho en todas mis películas. Puedo decir que las coincidencias más o menos misteriosas e indescifrables ya existían. Una especie de reverberación exultante, profética y anticipadora. Eso es cuanto recuerdo de la primera vez que puse mis pies bajo el regazo jadeante, húmedo y silencioso de una carpa de circo. Me sentía como en mi propia casa dentro de ese gran hueco encantado, con el aserrín húmedo, los golpes de martillo, las caídas más o menos sordas que venían de algún lado, el relincho de un caballo muy cerca, tal vez lejos, la memoria no siempre es muy fiel, y el caballo sigue instalado en el abismo de la memoria. ¿Cómo olvidar el relincho de aquel caballo? Todo sucedía en el circo de Pierino que ya describí en mi película Clowns, un circo que debía ser muy pequeño, pero que a mí me pareció inmenso, así es, una especie de nave espacial, un globo aerostático, algo en lo que hubiéramos podido viajar y viajar y viajar. Cuando llegó la hora del espectáculo y alrededor de mí, que estaba sentado en las rodillas de mi padre, estallaron las cornetas, las luces, los aplausos, el redoble de tambores, las mímicas y gritos de los payasos, su desaliño bufonesco y andrajoso, su cómica irracionalidad, yo tuve la confusa sensación de que ellos me estuvieran aguardando, sí, de que me esperaban con sus brazos abiertos. Me pareció que me reconocían, como aquellos títeres que pueden ver desde el escenario