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Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón
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Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón
Libro electrónico252 páginas2 horas

Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón

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Información de este libro electrónico

De una voz que procura sencillez, asociaciones lucidas y densidad inesperada, Hernán Lavín Cerda presenta esta antología poética cuya materia lírica dialoga con la vacilación, la levedad y la ironía de la vida misma. De un tono mas bien franco y desenvuelto se revela una voz que se divierte escribiendo, pero que a su vez mantiene la tensión consigo mismo, hasta lograr descifrarse. El uso de paralelismos, neologismos y referencias literarias, musicales, cinéfilas y filosóficas articulan la experiencia del descubrimiento y la imaginación feliz.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2023
ISBN9786071680624
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    Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón - Hernan Lavín Cerda

    portada

    COLECCIÓN POPULAR

    907

    TODOS LOS PAYASOS

    LLEVAMOS LA NARIZ ROJA

    EN EL CORAZÓN

    HERNÁN LAVÍN CERDA

    Todos los payasos

    llevamos la nariz roja

    en el corazón

    Fondo de Cultura Económica

    Primera edición, 2023

    [Primera edición en libro electrónico, 2023]

    Distribución mundial

    D. R. © 2023, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

    www.fondodeculturaeconomica.com

    Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel.: 55-5227-4672

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

    ISBN 978-607-16-7997-0 (rústica)

    ISBN 978-607-16-8062-4 (ePub)

    ISBN 978-607-16-8090-7 (mobi)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ÍNDICE

    Sabiduría en las visiones de Hernán Lavín Cerda, Luis Cardoza y Aragón

    Bienvenidos al circo

    Nacimiento de la primavera

    Juguete casi cómico

    La burla de los chinos

    Pequeña historia del bidet

    Vámonos tocando jazz

    Los hombres nacen para ser felices

    Aparición del cerro San Cristóbal mientras oímos la voz de Julio Sosa deslizándose a través del aire que nos llega desde Santiago de Chile

    El angelical y diabólico arte de la simulación

    Pantagruélicamente

    Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón

    Pido permiso, señores, el tango habla y seguirá hablando por ustedes

    Mientras escuchamos la voz de Roberto Goyeneche en Buenos Aires

    Llorando a lo bestia

    Las raíces de la Madre Teresa

    No me hagan reír, misericordia, no me hagan reír porque se me caen los dientes del Apocalipsis

    Piazzolescamente, sin duda, y a partir de la Balada para un loco

    Vámonos tangueando de jazz en jazz

    Diálogo más o menos amoroso entre el Panchulo y la Panchula

    Aproximación a los enanos cuando va cayendo la tarde

    Especulación filosófica alrededor de los mudos y los sordos

    Tristeza en el cielo

    Vamos saliendo, vamos entrando, ¿vamos saliendo del manicomio?

    Aún es el tiempo de las pulgas

    El día del descanso obligatorio

    Sin duda que aquel perro es una magnífica persona

    Divagaciones bajo aquella luz de la luna

    Don Miguel de Cervantes Saavedra aparece nuevamente en el escenario

    Un antidepresivo magnífico es la observación de las estrellas desde aquel sillón cuyo brazo es cada día más huérfano

    Sugerencias al revés y al derecho para tus pantalones de mezclilla

    Supongamos que Dios creó al hombre a lo lejos, casi fuera del mundo

    Descubrimiento de la lluvia

    Piedad y melancolía en la calvicie de Nuestro Señor Jesucristo

    Así como van las cosas

    Todo brilla y vibra en la médula de todo

    Oda para la que nunca pudo ser en el aire del mundo

    La sombra

    Visiones de México

    Vendrá la lluvia

    Música en el Tajín

    Una flor en la ventana

    El canto del zanate

    Nuevo elogio de la sombra

    Aparición de la madre en la calle Bellavista

    Aproximación a la geografía humana

    La muy bella tenía la costumbre de usar calcetines acanalados, aunque este título no tenga nada que ver con el cuerpo del poema

    Instrucciones para Julio Cortázar, quien no deja de sonreír con un entusiasmo envidiable

    Y después del amor

    ¿por qué se oxidan no solamente los cartílagos?

    Un viaje alrededor de los zapatos chinos

    Árbol de la memoria

    Ahora y siempre, lo recomendable es mantener la boca cerrada

    La borrachera de Galileo

    Ultratumba (Latidos de aquel tiempo)

    Beato de Liébana

    Las piedras de Gabriela Mistral

    Altamira

    La mujer barbuda

    Crónica histórica sin perder el ritmo de la música de Astor Piazzolla

    Aún estamos en noviembre del año 1997 y los benditos o malditos taxis brillan y brillan por su ausencia

    Se escapó la vaca

    Sabiduría de los zapotecas

    Aparición del hombre de la joroba

    Como cuando éramos niños

    Vallejianamente

    Cuánto amor entre el padre y la madre

    Todo el júbilo entre los dientes y las muelas

    Aquel amor pianísimo, como en los orígenes

    Con música de clavicordio

    Una visita al matadero

    Memorial de las caballerías

    Aquel recuerdo de infancia

    Algo sobre la vida e invocación al Dios de las Transfiguraciones

    Sopa de calabaza con espinacas

    Nadie ha perdido en el aire del mundo la razón, todavía

    Aparición de Teresutra Lancaster y otras visiones palpitando en el aire

    Breve historia del Universo

    Así como van las cosas, nadie sabe nada, todavía

    Vuestro Inseguro Servidor también acaricia tu rodilla por debajo de la mesa, con un entusiasmo insuperable

    Aparición de Lucrecia D’Ors en el aire del mundo

    Váyanse con la música

    Que nos perdonen las hormigas

    El baile de Pablo Picasso

    El antiviejo en el aire de la antigimnasia

    Alabanza del crucifijo

    Fascinación por las alfombras de la antigua Persia

    Apariciones de Eugenio Montale y Pablo Neruda junto al mar

    El Jitomato no sabe qué hacer con la neurosis de la Perejila

    Viaje alrededor del Punto G

    Metamorfosis de Roberto Bolaño (1953-2003)

    Decálogo de todos los días

    Cada uno se despide

    Visiones de la antigua Rusia

    ¿por qué no me adoptan?

    Pensar no es un fenómeno muy divertido

    Sin saber cómo, ciegamente, sin saber cuándo

    Memorial en tres tiempos

    El arte de amar (La Danza del Péndulo)

    Las flores del acanto nos observan con alegría

    El amor entre Raúla y Gracielo fue siempre un amor de película

    Apología del beso como una de las Bellas Artes

    Cada uno se cae como puede

    ¿otra vez el Premio Nobel?

    Memoria del niño que corre por encima de las piedras azules

    El fantasma

    Jorge Luis Borges, Don Quijote de la Mancha, los laberintos y algo más

    Visita de Woody Allen a Venecia

    Viaje alrededor de aquella fenicia en el aire del mundo (Diálogo con el espíritu de Gonzalo Rojas en aquel tiempo)

    No deja de crecer la oreja del corazón

    SABIDURÍA EN LAS VISIONES DE HERNÁN LAVÍN CERDA

    LUIS CARDOZA Y ARAGÓN

    Nos conocemos poco en Latinoamérica y, lo que es peor, nos conocemos mal. He leído y estudiado las antologías recientes que nos dan pistas; raras veces nos dan revelaciones.

    Yo siento influencias considerables, dentro de la poesía continental, de la poesía que casi es prosa eléctrica de algunos de los poetas de los Estados Unidos; es tan fuerte tal presencia que sin alta categoría es poca cosa. Dentro de la sencillez, de lo conversatorio, de lo suavemente confidencial, no debe faltar nunca la tensión que nace de la riqueza, la economía y la exactitud. Siento una mezcla de esta influencia sobre todo en lo más coloquial que proviene de Jules Laforgue, cuyo centenario de su muerte se recordó vagamente.

    No hicieron caso alguno de Laforgue los surrealistas franceses, quienes descubrieron y situaron a Lautréamont más que a Rimbaud. Vislumbro que el tono clownesco fue antagónico a esa seriedad que hay en la dolorosa burla, en el horror, en el vómito, en el hastío del dadaísmo. Todas esas marejadas pasaron, convertidas en gravedad imprevista y en estudiosa trascendencia revolucionaria, a lo más impaciente y admirable del surrealismo. Se sigue leyendo, con el fervor que merecen, a los románticos alemanes, esos grandes precursores. Poco nos hablan los ensayistas de dos influencias que advierto en mis lecturas: René Char y Francis Ponge.

    Diría que el carácter arbitrario de las antologías es una de sus virtudes. Después de las innovaciones formales de César Vallejo y Pablo Neruda, sobre todo de Vallejo que se inventó un idioma, se ha ahondado no tanto en experimentación formal cuanto en la expresividad y en la desnudez, en lo que imaginamos la especificidad poética que siempre es un milagro del lenguaje. Y esa misteriosa esencia delicadísima la vivimos también en formas tradicionales en las cuales se expresan voces maravillosas.

    Ahora tengo en mis manos, de Hernán Lavín Cerda, un libro que me ha interesado y no sé por dónde comenzar a decir que me atrae por varios motivos y situaciones: lo leí abriéndolo aquí y allá y una y otra vez encontré un poema, o si no un poema, encontré una prosa imprevista. Después de repetir tal proceder me decidí por la lectura rigurosa con la certidumbre de que su ordenamiento contenía sentido.

    El libro es suave, a veces, y casi todo oculto. Lo leo poco a poco porque me va cautivando su escritura, la brisa que cruza por sus ramas, en la cual se mezcla el ingenio con el canto, así como cierta convulsión y un sentido del humor múltiple, dentro de un tono de sencillez aparente.

    La poesía no se lee; la poesía se relee siempre. Profundidad, como escondida, de escritura pirógena. ¿Logra expresar lo que quiere expresar? A veces los que confiamos en las potencias oscuras conseguimos cosas mejores que aquellas que anhelábamos decir, exaltados por la lucidez y la ebriedad del lenguaje.

    En esa forma en donde parecería que no hay nada, se siente un perfume, como diría Eliseo Diego, un sonido negro, el caudal de esa nada que deja su huella espléndida. Y releo y me conmueve porque aquel conjunto de logros es dueño de profundidad emotiva manifestada con llaneza, como por casualidad que se vuelve tan constante que el libro suele iluminarse con estupores: este azar puntual constituye la unidad de sus cimas.

    Su poesía pensativa avanza lúdicamente con asociaciones inesperadas que producen accidentes que son felicidad. En su apariencia de juego, en su juego de apariencias, nunca falta lo insólito y el sobresalto ante el mundo que despertaron mi curiosidad. No sé en dónde arranca esta súbita poesía y menos sé adónde va. Si lo supiera, ¿para qué leerla?

    Hay una irrisión y un elogio de la vida. A veces percibo que se halla dotado para asombrarse con cualquier cosa sin ser por ello infantil: es sin duda un poeta con gran sabiduría y de visiones personalísimas.

    No es su oscuridad la que nos perturba sino su lucidez.

    Lo siento colmado de relaciones vitales y librescas; las librescas son también relaciones vitales e invencibles como las relaciones del destino.

    Hernán Lavín Cerda, gusto de tu estilo de tejer el alba.¹


    ¹ Las palabras del inolvidable maestro Luis Cardoza y Aragón fueron escritas como introducción a otra de mis obras antológicas, y están fechadas el 7 de diciembre de 1988. Como diría el no menos inolvidable José Emilio Pacheco, no me pregunten, Dios mío, cómo pasa el tiempo. Reproduzco ahora estas líneas como un homenaje al maestro que descubrió en aquellos días el espíritu que atraviesa toda nuestra creación poética, tanto en verso más o menos libre como en prosa.

    BIENVENIDOS AL CIRCO

    Alguna vez le oímos decir a Federico Fellini que todo nace y muere y va resucitando desde el vientre materno del Circo, aquel Circo nuestro de cada amanecer. De allí venimos y hacia allí volveremos, paso a paso, algún día.

    Me siento algo incómodo cuando hablo del circo nuevamente, después de haberlo hecho en todas mis películas. Puedo decir que las coincidencias más o menos misteriosas e indescifrables ya existían. Una especie de reverberación exultante, profética y anticipadora. Eso es cuanto recuerdo de la primera vez que puse mis pies bajo el regazo jadeante, húmedo y silencioso de una carpa de circo. Me sentía como en mi propia casa dentro de ese gran hueco encantado, con el aserrín húmedo, los golpes de martillo, las caídas más o menos sordas que venían de algún lado, el relincho de un caballo muy cerca, tal vez lejos, la memoria no siempre es muy fiel, y el caballo sigue instalado en el abismo de la memoria. ¿Cómo olvidar el relincho de aquel caballo? Todo sucedía en el circo de Pierino que ya describí en mi película Clowns, un circo que debía ser muy pequeño, pero que a mí me pareció inmenso, así es, una especie de nave espacial, un globo aerostático, algo en lo que hubiéramos podido viajar y viajar y viajar. Cuando llegó la hora del espectáculo y alrededor de mí, que estaba sentado en las rodillas de mi padre, estallaron las cornetas, las luces, los aplausos, el redoble de tambores, las mímicas y gritos de los payasos, su desaliño bufonesco y andrajoso, su cómica irracionalidad, yo tuve la confusa sensación de que ellos me estuvieran aguardando, sí, de que me esperaban con sus brazos abiertos. Me pareció que me reconocían, como aquellos títeres que pueden ver desde el escenario

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