Vidas en Vilo: Marcos necropolíticos para pensar las violencias actuales
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Vidas en Vilo - Antonio Fuentes Díaz
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Agradecimientos
Violencia, bio-necropolítica y excepción
I. Violencia, biopolítica y necropolítica
Violencia y extracción. Hacia una necropolítica de la acumulación
Nuevas guerras, nuevas pérdidas: entre el despojo y la incertidumbre
Entre la tanatopolítica y la necropolítica
La reglamentación de la comunidad. Una adaptación de la propuesta de Esposito para problematizar la relación entre la comunidad y el derecho
II. Necropolítica, estado de excepción y regulación de la vida. Estudios de caso
La experiencia migratoria centroamericana indocumentada durante el tránsito por el sur de México: vida, muerte y sus actores
Carne de cañónUna lectura biopolítica y necropolítica de las juventudes en el encierro
Una hipótesis sobre diabetes, neoliberalismo y muerte
Medidas extraordinarias en El Salvador: estado de excepción permanente
Semblanza de autores
Índice
VidasenVilo_ebook.jpgAgradecimientos
En la formación de este libro, debemos agradecer la lectura atenta, preguntas y provocaciones de nuestros colegas y amigos Rafael Alarcón Medina, Natalia de Marinis, Dawn Paley, Martín Mora Martínez, Amarela Varela, Daniele Fini, Erick Galán Castro, Víctor Manuel Andrade Guevara y Miguel Ángel Vite. Sin duda sus comentarios agudos y sugerencias, fueron indispensables y esclarecedores para el enriquecimiento de esta obra. Agradecemos también el gran apoyo de Carolina Amezcua en el trabajo de corrección.
Es menester decir que la presente publicación pasó por un proceso de dictamenes, realizado por pares académicos especialistas en la materia, que garantizan su calidad y pertinencia académica.
Violencia, bio-necropolítica y excepción
Antonio Fuentes Díaz,
Francisco Javier Cortazar Rodríguez
Como resultado de la violencia que envolvió a México desde 2006 con la implementación de la llamada Guerra contra el narcotráfico, declarada por la administración de Felipe Calderón (2006-2012), ha surgido la necesidad de reflexionar sobre la muerte que provoca el orden político como muerte en el espacio público. Es decir, la política de la Guerra contra el narcotráfico implicó el combate militar hacia las organizaciones que trafican con narcóticos con el objetivo de disminuir el poder de esas organizaciones criminales. Sin embargo, uno de sus resultados es que ha producido una elevada letalidad, con un alto número de decesos a partir de los enfrentamientos armados entre estos grupos y las fuerzas del Estado; entre los propios grupos que pelean por el control de diversas zonas unos contra otros; así como un número notorio de víctimas colaterales. Desde su implementación a finales de 2006 y hasta el año de 2018, al término de la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), quién continuó con esa política de seguridad, se contabilizaron 269,153 personas asesinadas en un lapso de 12 años (INEGI, 2017), tendencia que continuó al alza durante el primer año de la nueva administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador.
De forma paralela en los últimos años la violencia creciente (en México y muchos otros países) ha concitado un conjunto de estudios desde distintas disciplinas. Diversos acercamientos teóricos se han propuesto para el estudio de la violencia a nivel global, apoyados en metodologías específicas y con análisis particulares a los contextos donde emergen; este conjunto de investigaciones ha ido conformando un campo de estudios sobre la violencia (Zavaleta, 2017). Para el caso específico de las investigaciones realizadas en México los estudios han abarcado desde enfoques vinculados a las reflexiones seguritarias y criminológicas, así como análisis antropológicos y sociológicos que enfatizan la dimensión estructural de la violencia y la acción colectiva como respuesta.
En México una de estas discusiones ha girado en torno a cómo caracterizar esa violencia, considerando su alta letalidad, si es un conflicto interno (Zavaleta, 2018), una guerra civil (Schedler, 2015), o una nueva guerra (Gledhill, 2016). En estas discusiones se han expresado dos lecturas, la primera está referida a estudios de coyuntura, que se preocupan principalmente por entender el comportamiento de los grupos delincuenciales, mientras que la segunda perspectiva privilegia la mirada histórica, que coloca a este periodo como parte de una violencia estructural que genera regulaciones a largo plazo.
A principios de la década del 2010 un conjunto llamativo de investigaciones y reflexiones sobre el estudio de la violencia posicionaron en dicho campo la relevancia de los estudios biopolíticos (Valencia, 2010; Fuentes Díaz, 2012; Chávez, 2012), debido a su importancia para plantear problemáticas y proporcionar herramientas conceptuales que han ayudado a entender la situación. En estas recuperaciones y diálogos han sido relevantes las reflexiones propuestas por Giorgio Agamben y Achille Mbembe sobre la vinculación entre biopolítica y soberanía, así como su implicación con la gestión de la muerte en los ordenamientos políticos modernos, que proveen Estados de excepción. Una producción considerable de estudios basados en estas nociones ha discutido su alcance heurístico mientras que otros han adecuado los aportes de este corpus teórico con enfoques situados, complementado sus alcances con metodologías empíricas y diálogos con otras tradiciones teóricas.
Las reflexiones de Agamben que abordaron la noción de tanatopolítica, colocados en la serie de ensayos conocidos como Homo Sacer, han provisto de los instrumentos que permiten situar la violencia, en el sentido en que la abordó Walter Benjamin (1999), como forma inherente al orden político y al derecho, así como a la muerte como decisión instituyente de la soberanía, al igual que la excepción. Dichos acercamientos han permitido ubicar el papel de la soberanía, como continuidad de la biopolítica, expresada en la decisión soberana de dar muerte a la vida precaria, entendida como aquella que ha perdido valor en un orden político.
En la Academia Mexicana otra noción que ha recibido importante aceptación es la necropolítica que Achille Mbembe (2011) lanzó a partir del debate con las aportaciones de Foucault (2007). Para Mbembe, la noción de biopolítica, tal como ha sido abordada en la propuesta foucaultiana, y después en los estudios de Agamben (2004, 2006), posee una referencia eurocéntrica y un énfasis contemporáneo que soslaya la antigua experimentación en la regulación de las poblaciones que representó la experiencia colonial, donde existió una instrumentalización generalizada de la existencia humana y la destrucción material de cuerpos y poblaciones.
De acuerdo con Mbembe, en este debate el papel tanto de la soberanía como de la biopolítica deben entenderse bajo la impronta colonial y de racialización de la población, para de esta manera pensar la producción de vidas precarias como decisiones biopolíticas y soberanas de largo plazo que han regulado a la considerada como población excedente
en distintas escalas y bajo la producción de distintas identidades. Estas identidades sirvieron tanto a la constitución de Europa, como centro hegemónico de la Modernidad, como a la construcción propicia de otredades negativas. Acorde con Mbembe, la fase actual de expulsión poblacional racializada de mercados de trabajo formales actualiza procedimientos antiguos que han permitido el establecimiento de vidas entendidas como prescindibles, hecho que se hace extensivo para comprender la población sobrante actual, a la que se le deja en estado de lesión permanente como decisión política, reafirmándose un devenir negro del mundo (Mbembe, 2016).
Como se puede observar, debido al contexto de violencia motivada por la Guerra contra el narcotráfico en México, ambos conceptos —biopolítica y necropolítica— han nutrido las reflexiones y los análisis, lo que ha dado una nueva amplitud a ambas nociones, sustentadas en estudios empíricos y reflexiones críticas desde distintas herramientas conceptuales y metodológicas.
En un primer momento estas categorías han servido para comprender hasta cierto punto la decisión gubernamental sobre las políticas de seguridad que han impulsado la confrontación militarizada contra los grupos vinculados a la delincuencia organizada. Utilizando su alcance para dar cuenta de fenómenos como la producción masiva de muerte, como decisión gubernamental; la desaparición de personas; la proliferación de fosas clandestinas; la identificación de restos humanos. Pero también para entender el entorno de violencia difusa que es producida por actores no estatales con amplia letalidad.
En el caso mexicano podemos destacar el análisis discursivo de la trayectoria de vida de narcotraficantes mexicanos condenados y en prisión, realizado por Karina García (2019). Ella muestra no solo que la mayoría de estos narcotraficantes provienen de grupos sociales con alta marginación y poca educación, sino que también han padecido violencia doméstica y barrial desde su infancia. En sus discursos ellos se señalan a sí mismos como desechables e inútiles para la sociedad, introyectando así el discurso oficial que los señala como ellos
(los malos, los delincuentes), frente al nosotros
(los buenos, los socialmente útiles). Saben que algún día la muerte los va a alcanzar por lo que prefieren vivir al máximo las oportunidades que la vida y el dinero fácil
(el narco) les ofrece. Lo que evidencia la encarnación de la necropolítica en los propios sujetos que se consideran a sí mismos como excedentes.
En este punto consideramos que en muchas investigaciones futuras, tal como lo han hecho principalmente los estudios feministas, es necesario incorporar la perspectiva de género en los estudios sobre la biopolítica, la tanopolítica y la necropolítica para realizar análisis más finos sobre cómo la muerte y la violencia estructural se ejercen de forma distinta sobre mujeres, hombres e identidades alternas. La violencia tiene factores comunes, pero opera con lógicas distintas pues sobre los hombres se practican los homicidios con una lógica de eliminación de la competencia, mientras que sobre las mujeres se practican los feminicidios como lógica de dominación sobre sus cuerpos y sus voluntades. Mientras que en uno es un arma para eliminar competencia y apropiarse de mercados, en el otro se trata de someter a un antiguo mandato de subordinación al orden patriarcal.
Pensamos que la potencia de las categorías para permitir la inteligibilidad de la situación es abierta y dialógica. Los estudios que han utilizado ambas categorías (biopolítica y necropolítica) las sitúan algunas veces en otro orden de arreglo, proponiendo otros ángulos desde dónde entrelazarlas con otras herramientas conceptuales y otros cuerpos teóricos.
La utilización de estas categorías ha dado pie a varias investigaciones locales que leen a través de estos lentes una pluralidad de situaciones, como la expulsión de vastos segmentos poblacionales abandonados a la intemperie política, en casos como la migración internacional irregular, tanto de ciudadanos mexicanos como de centroamericanos hacia los Estados Unidos; la violencia delincuencial y organizada; los estudios sobre prisiones; el sicariato; la desaparición; las fosas clandestinas; el abandono de las coberturas sociales por el Estado; la producción literaria y estética en la necroescritura (Rivera, 2003); indagaciones sobre el gobierno de la vida no humana; la violencia contra las comunidades para explotar sus recursos y ocupar sus territorios; cuestiones sanitarias y etiológicas; el aumento de la letalidad en las políticas de seguridad; y el destrozo del cuerpo en la arena pública.
Este libro se constituye como un esfuerzo de comprensión de estos temas dentro de una serie de tres libros que giran en torno a la reflexión, el análisis y la crítica de la biopolítica y la necropolítica en México y en América Latina, de la Red (Des)territorios (Bio)políticos, enfocados a discurrir sobre las potencialidades de ambos conceptos para ayudarnos a entender las relaciones de poder, la vida y la muerte en nuestro presente político y social.
El libro pretende contribuir a esta comprensión y discusión crítica a partir de una serie de capítulos agrupados en dos secciones. En la primera de ellas: Violencia, biopolítica y necropolítica; se discute la utilización de las categorías necropolítica, biopolítica y tanatopolítica en su relación con el proceso de acumulación capitalista, así como su pertinencia en la comprensión de la violencia actual en México.
En el capítulo Violencia y extracción. Hacia una necropolítica de la acumulación
, Antonio Fuentes Díaz nos propone entender la violencia como un recurso del que abrevan una multiplicidad de actores, descentrando de esta manera la mirada en el Estado como su organizador fundamental. Este desplazamiento permite analizar los usos que diferentes actores hacen de la violencia con la finalidad de generar y/u obtener recursos mediante mecanismos de despojo. El uso de la violencia y la generación masiva de muertes deben entenderse en el contexto de la precarización del trabajo, donde segmentos de población superflua han sido gestionados seguritariamente a partir de restar valor a sus vidas. El autor propone, para entender esta integración y coordinación de la violencia, la noción de dispositivo de extracción y regulación de la excedencia, al que vincula, desde una línea de lectura distinta, con la noción de necropolítica. En ese sentido Fuentes Díaz sostiene que la categoría necropolítica se robustecería en términos heurísticos si se entiende vinculada a los procesos de acumulación de capital.
En el capítulo Nuevas guerras, nuevas pérdidas: entre el despojo y la incertidumbre
, Flavio Meléndez Zermeño reflexiona desde la experiencia de la desaparición forzada como consecuencia de la Guerra contra las drogas
. Para Meléndez Zermeño, estamos en presencia de una nueva forma de la guerra que se plantea como un tipo de gobierno que sirve a la acumulación capitalista, y en ese contexto, replantea las relaciones entre la vida y la muerte como en la desaparición forzada. De acuerdo al autor, la nueva guerra utiliza el real de la carne, en tanto que supone la defenestración de la dignidad ontológica del sujeto. Tanto en la figura del desaparecido como en las fosas clandestinas donde se ubican los restos se pone en juego el reconocimiento de pertenencia a la polis o la exclusión de ella. La desaparición misma parece confirmar la producción de espacios de indistinción e incertidumbre, de dolor sin sitio y dolor sin fin donde se producen interregnos no delimitados topológica y existencialmente.
En Entre la tanatopolítica y la necropolítica
Hugo César Moreno busca descifrar la diferencia entre ambos términos. Para Moreno, siguiendo a Roberto Esposito, por tanatopolítica hay que entender las relaciones de poder sobre la vida gestionadas desde el Estado que, en su afán de protegerla, fomentan la utilización de la muerte; de esa manera el Estado desciudadaniza para matar. A su vez la necropolítica, nos dice Moreno, debe entenderse como un resultado no esperado, pero a la vez útil, en el que otros actores imponen la muerte para administrar distintos recursos. En el contexto de los Estados neoliberales, el ejercicio de un poder de muerte lo realizan actores privados indirectos. De esta manera el autor vincula la tanatopolítica a un ejercicio soberano estatal en la preservación de la vida a través de la regulación de la muerte, mientras que la necropolítica sería un colateral de la gestión neoliberal en la búsqueda de recursos por parte de actores privados.
Los trabajos de Agamben, Mbembe y Esposito develan un ejercicio de dominio y control que pasa por la reducción de la complejidad de la vida y que posibilita, incluso, una violencia extrema: tanto en la forma de un dejar morir
, como en el ejercicio de la violencia y la muerte como dispositivo de control. Un espacio característico donde esta reducción de la vida se presenta es en la comunidad, ya sea entendida como prácticas y sentidos culturales o en su forma radical como coexistencia, que es sacrificada para la supervivencia de los individuos o del pueblo
(entendido como ente colectivo identitario).
En La reglamentación de la comunidad. Una adaptación de la propuesta de Esposito para problematizar la relación entre la comunidad y el derecho
, Luis Rivero esboza una forma específica en la que el derecho afecta a la comunidad reduciendo la complejidad de la vida. Su propuesta muestra cómo la reglamentación tiende a convertirse en un fin que oculta
a la comunidad como coexistencia y cuidado, reduciéndola a un mero conjunto identitario. Si bien, los ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales otorgan una protección a las comunidades, ésta normalmente se ha establecido en función a sus atributos identitarios, como una especie de propiedad a salvaguardar, y poco se ha visto sobre la necesidad de preservar las relaciones de cuidado y apertura de posibilidades que estar en comunidad comporta. La experiencia mexicana nos muestra que las comunidades se han conformado como espacios de resistencia ante las violencias descritas en los otros capítulos de la presente obra.
En la segunda sección: Necropolítica y regulación de la vida, se presentan estudios de caso que aplican estas categorías a investigaciones específicas en donde estas nociones ayudan a comprender los fenómenos desplegados en la regulación de poblaciones excedentes.
Emilio Nocedal en el capítulo La experiencia migratoria centroamericana indocumentada ante el Estado mexicano
aborda, con base en testimonios de migrantes, las consecuencias que la política migratoria tuvo sobre los migrantes indocumentados centroamericanos que durante 2015 atravesaron por el sur de México. El texto proviene de un trabajo de investigación de largo aliento con población migrante y articula tanto reflexiones teóricas como empíricas desde perspectivas bio-y necro políticas para comprender los efectos de la intervención del Estado, pero también de otros actores como la ayuda humanitaria. Los efectos de tales políticas migratorias sobre las estructuras físicas y subjetivas
de los migrantes se describen con respecto a tres actores con los cuales ellos se relacionan: los funcionarios del Estado, la sociedad civil organizada en actividades de apoyo a los migrantes y las iniciativas solidarias individuales de la gente.
En Carne de Cañón. Una lectura biopolítica y necropolítica de las juventudes en el encierro
, Ricardo Carlos Ernesto González busca visibilizar la violencia institucional que sufren los jóvenes en los reclusorios —violencia que se constituye en estructural bajo una lógica de abandono—, que de acuerdo al autor se corresponde con una estrategia necropolítica. En ese sentido, al igual que algunos trabajos ya clásicos sobre el tema del Estado penal, el autor sostiene que la reducción a suministros y servicios básicos a la población carcelaria instituye una distancia infranqueable entre autoridades y la juventud recluida, misma que a la vez que es utilizada como carne de cañón para mostrar éxitos políticos en el combate a la inseguridad. Los individuos que han aumentado la población carcelaria en años recientes en México son traducidos en cantidades estadísticas, funcionales a un discurso de legitimación del Estado ante el entorno de violencia.
Jafet Alejandro Guerrero Gutiérrez, en el capítulo Una hipótesis sobre diabetes, neoliberalismo y muerte
, realiza una interesante reflexión a partir de investigación etnográfica que vincula la proliferación de la diabetes con la implementación del neoliberalismo a escala global. Para el autor, las enfermedades se expresan en escenarios concretos vinculados con el régimen de acumulación, mismo que vincula la muerte, la regulación de la enfermedad y el control de la morbilidad. En ese sentido, las enfermedades epidémicas se deben entender relacionadas con cambios histórico-estructurales, susceptibles de intervenciones biopolíticas o necropolíticas. Visto desde esta perspectiva, la diabetes se expresa bajo limitadas condiciones materiales de existencia, encarnando un ejercicio del poder a través de la desigualdad económica que va produciendo muertes prefiguradas por la enfermedad crónica. El autor pone énfasis en la manera en que se entiende la diabetes por los organismos internacionales de salud, reposando su prevención y cuidado únicamente en la condición individual, responsabilizando así a los sujetos de su propio sufrimiento.
En el capítulo Medidas extraordinarias en El Salvador: estado de excepción permanente
, Edgar Baltazar Landeros propone un ejercicio de interpretación teórica sobre la administración estatal de la violencia en El Salvador, en particular, a partir de la perspectiva del estado de excepción y el derecho penal del enemigo. Baltazar Landeros señala que en El Salvador es posible observar las características de un estado de excepción, a la luz de la actuación de los agentes policiales en el marco de la estrategia de combate a las pandillas, ocurrido a partir de 2016, denominada medidas extraordinarias
. De acuerdo con el autor, estas medidas, al identificar a las pandillas como enemigo interno, se han basado en la suspensión del derecho para reivindicar el poder estatal, generando medidas excepcionales en centros penales, detenciones ilegales y asesinatos selectivos contra sus miembros. De esta manera el Estado salvadoreño recurre a la excepción permanente como mecanismo de gobierno para recuperar el control y el monopolio de atribuciones que exige como propias.
Bibliografía
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Zavaleta, Alfredo. (2017). Elementos para la construcción del concepto campo de la violencia
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I. Violencia, biopolítica y necropolítica
Violencia y extracción. Hacia una necropolítica de la acumulación
Antonio Fuentes Díaz
Resumen
El capítulo discute la violencia en México durante el periodo de 2006-2018, a partir de pensar su ejercicio como una estrategia para objetivos diversos como el control territorial, la generación de ganancias, el establecimiento de orden y la contestación política. El recurso a la violencia y la generación masiva de muertes deben enmarcarse en el amplio proceso de precarización del trabajo, donde los segmentos superfluos han sido gestionados seguritariamente a partir de restar valor a sus vidas. El capítulo propone que en el recurso a la violencia, no hay un actor central que organice o coordine su ejercicio, sino que múltiples actores abrevan de un amplio espectro de estrategias que legitiman su uso en términos discursivos y materiales a través de un dispositivo de extracción y regulación de la excedencia.
Introducción
El fenómeno de la violencia en México, se visibilizó fundamentalmente durante la administración de Felipe Calderón (2006-2012), a partir de la política de Guerra contra el narcotráfico
. Los estudios sobre violencia eran tangenciales hasta entonces, es en fechas recientes que la academia centra la atención en elucidar y dar cuenta de los múltiples rostros, formas y alcances de la actual violencia en México.
Es de mencionar que sobre los estudios de violencia por ahora prevalecen dos grandes comprensiones; por un lado, aquellos enfoques que tratan de explicarla en términos históricos y estructurales, que se orientan a comprenderla en términos de las transformaciones económicas y políticas de largo plazo, en la formación del Estado y en las mediaciones políticas en el periodo de la transición democrática; y otra perspectiva de análisis que la enfoca en términos coyunturales, dirigida en mayor medida a comprender los impactos de la criminalidad organizada a partir de su combate por el Estado.
En este trabajo se entiende que ambos enfoques son necesarios y complementarios para dar cuenta de una comprensión amplia del fenómeno, sosteniendo que aún hace falta mayor investigación y teorización para su comprensión en el escenario local.
Estudios sobre violencia
Una aproximación a la comprensión de la violencia en América Latina fue aquella que, bajo la impronta de la Guerra Fría, enfocó la violencia política producida en el contexto del sostenimiento de gobiernos autoritarios en las dictaduras militares de Centro y Sudamérica en los años setenta y ochenta del siglo XX. Dichos estudios posicionaban al Estado y a los movimientos disidentes como los protagonistas de tal violencia. Aportes significativos se produjeron desde esta perspectiva para documentar la desaparición forzada, la tortura y el terror del Estado, como medios para acceder a información aplicada al desmantelamiento de la oposición política a los regímenes dictatoriales. Sin embargo, la violencia de hoy día parece tener otros componentes. Una diferencia sustancial es que la violencia actual no tiene claramente una motivación política-ideológica, ni se da en el contexto de la confrontación capitalismo vs. comunismo, tampoco se presenta como oposición a un régimen dictatorial. Por ello, conviene abrir la comprensión fenomenológica de la violencia desde otros puntos de partida. En México, es preciso entenderla desde una mirada que dé cuenta que la violencia se encuentra difuminada en lo social, en un sistema político que formalmente funciona como una democracia procedimental y en donde intervienen diferentes actores no estatales que poseen una alta capacidad de uso de la fuerza en su comisión¹. La violencia actual en México es expresada por un pluralismo violento (Desmond y Goldstein, 2010).
Un dato del que se tiene que partir es que la violencia en México preexiste a la Guerra contra el narcotráfico
. Si bien este periodo es el de mayor producción de muerte, la conflictividad violenta estaba presente previamente, favorecida por las políticas de desregulación económica que impactaron fuertemente los escenarios rurales y urbanos hacia la década de los noventa. En dicho lapso, violencias como los feminicidios y los ajusticiamientos se hicieron visibles. En los años noventa cerca de 300 linchamientos ocurrieron en el país, en la mayoría de los casos auspiciados por la impunidad del sistema de impartición de justicia (Fuentes Díaz, 2006).
La novedad que dejaban ver estos fenómenos era la atrocidad en el tratamiento del cuerpo: golpes, lapidaciones, colgamientos e incineraciones, que aparecían dentro de