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Horroroso Chile
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Libro electrónico206 páginas4 horas

Horroroso Chile

Por VV.AA

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Horroroso Chile. Ensayo sobre las tensiones políticas en la otra de Enrique Lihn, reúne catorce ensayos sobre la obra de Enrique Lihn, poniendo en relieve las tensiones políticas que se reflejan a lo largo de sus libros, así como su biografía marcada por su cuestionamiento in situ a la Revolución Cubana, su apoyo orgánico a la Unidad Popular o su postura contracultural bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Autores como Álvaro Bisama, Bruno Vidal, Francisca Lange o Jaime Pinos, abordan de manera lúcida este problema abordando así una de las obras más importantes de la literatura latinoamericana del siglo pasado. El presente compendio de textos críticos intenta pasar el detector de metales de los híper entendidos, teniendo la sana aspiración de arrojarse a la obra de Lihn desde el punto de vista del compromiso político, entendiendo más que una militancia partidaria, una militancia más bien por el arte de la palabra, los contextos históricos y las "puntadas sin hilo" que le toco vivir al escritor.
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento1 ene 2013
ISBN9789569974021
Horroroso Chile

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    Horroroso Chile - VV.AA

    V.V.A.A.

    Horroroso Chile

    Ensayos sobre las tensiones políticas en la obra de Enrique Lihn

    ISBN: 978-956-9974-02-1

    Este libro se ha creado con StreetLib Write (http://write.streetlib.com).

    tabla de contenidos

    Horroroso Chile

    Previa

    Las condiciones de la tragedia están dadas

    El corazón es pobre en vocabulario

    Super Loop

    Para una resistencia débil:

    Lihn, Lihn, Lihn... hasta la victoria siempre

    Miradas, amistad, páramo

    Porque escribí no estoy en casa del verdugo

    Lihn y la dictadura

    La puntada invisible

    Enrique Lihn: una estación en Lima

    Dulce infierno caribeño

    Señora del simulacro, virgen de la chacota, reina de los apagones

    La historia podría detenerse

    Escritura y represión: la poética de una palabra disfrazada

    Escritura y crítica en una novela de Enrique Lihn

    Un juglar en la época del sarcasmo:

    Kafka y el artista negativo

    Batman, un meteco en Chile o la deformación histriónica de un ídolo y su retórica

    Reseñas de los autores

    Horroroso Chile

    Ensayos sobre las tensiones políticas en la obra de Enrique Lihn

    Horrososo Chile,

    ensayos sobre las tensiones políticas en la obra de Enrique Lihn

    Guido Arroyo y David Bustos (editores)

    De esta Edición:

    Alquimia Ediciones 2013

    Colección: Umbrales de Memoria

    Diseño e ilustración: Estudio Navaja

    Previa

    Una fría noche del 2010 nos juntamos con Guido Arroyo y estuvimos hablando acerca de Enrique Lihn –tema recurrente y recorrido– y cierta deuda crítica en torno a lo político que sentíamos debía ser saldada. La verdad de las cosas que nos juntamos a patear la perra. Pero pese al cabreo le sacamos punta al lápiz para hacer estallar los saldos en contra que atisbamos al calor de las lias y las copas. Esa vez nos parapetamos bajo la idea de que un grupo de perspectivas críticas podrían mover la balanza, ya que los vacíos críticos, son tejidos a varias manos y aunque llevan tiempo de ser zurcidos, siempre, incorporan nuevos colores y texturas en relieve. Este compendió que ahora presentamos no busca en absoluto ser un traje a la medida del escritor, ni sacar conclusiones rimbombantes acerca del tema que nos convoca: Lihn político y sus tensiones estéticas. Más bien todo lo contrario, el interés es abrir lecturas frescas, exploraciones, tanteos y acercamientos a zonas de una obra, que constatamos vital para una época. A riesgo de precipitarme en un empantanado lugar común, para mí todo Lihn es político, y parece irrisorio o tirado de las mechas que por ahí se a rme lo contrario con soltura. Convengamos que ser categórico cuando se trata de este autor implica un riesgo –la situación sucede a leguas de distancia del catequismo– ya que el trabajo con las a ladas contradicciones siempre nos pone los pelos de punta. Pero tenemos la ventaja de que existen los rasgos indisimulados: el cómic, el video arte, la novela con tintes góticos y experimentales, la poesía: autore exiva/situacional; la crítica literaria y de arte, performance, dramaturgia, etcétera. Pilares de la obra gruesa de una construcción que podríamos situar in situ en el aparato crítico/circulatorio que atraviesa su obra toda, incluyendo además las entrevistas que añaden quilates a la gura del escritor incómodamente reflexivo que fue este.

    En todo caso el presente compendio de textos críticos intenta pasar el detector de metales de los hiper entendidos, teniendo la sana aspiración de pasar gato por liebre arrojándose a la obra del Lihn desde el punto de vista del compromiso político, entendiendo más que una militancia pura y partidaria, una militancia más bien por el arte de la palabra, los contextos históricos y las puntadas sin hilo que le tocó vivir al escritor.

    La convocatoria fue en un inicio a poetas y luego a críticos, poniendo énfasis en escritores jóvenes y luego en los no tan jóvenes. La mayoría de estos textos fueron compilados hacia el 2010-2011 y dada la ruleta de la fortuna del Consejo Nacional del Libro y sus recovecos kafkianos, hasta hoy no había podido salir a la luz. He- cha esta aclaración temporal, señalar mi más sincero agradecimiento a Alquimia Ediciones por prestar oído y comprometerse con este proyecto. También agradecer de sobremanera el aporte de los autores: Álvaro Bisama, Juan Pablo Pereira, Bruno Vidal, Emilio Gordillo, Martín Cinzano, Roger Santiváñez, Cristián Gómez, Roberto Contreras, Jaime Pinos, Rodrigo Bobadilla, Francisca Lange, Roberto Aedo, Diego Alfaro, Daniel Rojas Pachas, varios de estos, cultores del deporte extremo, y que sin ellos habría sido imposible dar vida a este Horroroso Chile.

    David Bustos

    Las condiciones de la tragedia están dadas

    -a modo de prólogo-

    Mil novecientos setenta, año eleccionario, convulso. Salvador Allende obtiene treintayseis coma seis por ciento de los votos, es elegido democráticamente como presidente. Hoy se abren las puertas de la historia, escribirá el diario La Nación tras la postura de banda. Ese mismo año Enrique Lihn, escritor premiado pero con rudimentarios estudios secundarios, regresa de una estancia algo turbulenta en Cuba y obtiene el cargo de director de Atenea: Revista mensual de Ciencias, Letras y Artes, publicación de la Universidad de Concepción que en ya acumulaba medio siglo. Al llegar hará un cambio, quizá histórico, la publicación pasará a llamarse: Nueva Atenea: Arte y literatura, y el formato se alejará de la rigurosidad del boletín para volcarse a la iconografía pop. Su mandato durará casi dos años. Tras el golpe militar Atenea volverá a su nombre anterior, perdiendo el carácter mensual.

    En el segundo número de aquella Atenea que no fue, gura entre otras gemas una rara conversación ajena al arte o literatura. Entre la mesa y la grabadora hay tres personas: Germán Marín, un militante llamado Ricardo Lagos y Enrique Lihn. Décadas después el militante será presidente de Chile, pero es difícil intuir cualquier cosa en ese momento. El diálogo se centra en un viaje de Lagos a Cuba y la relación entre Universidad y Estado. Básicamente en cómo el saber universitario podía recomponer el tejido social cubano, en el alto porcentajes de hijos de obreros y campesinos que ingresaban a la universidad (según los entrevistadores, ochenta y cinco por ciento), en la vinculación entre los egresados y el desarrollo técnico industrial de la isla, y hacia el nal, tras una mención de Lihn sobre elementos díscolos –hippies– que fueron enviados a las granjas, el diálogo se empantana en las incongruencias del modelo, en el problema de la monoproducción, en el n de la luna de miel revolucionaria anunciado por Sartre.

    Nunca salí del Horroroso Chile, susurré, como un mantra devenido en lugar común, tras leer en la hemeroteca aquél diálogo con Ricardo Lagos y re exionar, aún a ebrado por el hallazgo, en la vehemencia con que Enrique Lihn pensaba y repensaba el modo de arreglar las averías que visualizó en Cuba para traducirlas a su entorno de Nueva Atenea. Por eso aquella entrevista es un texto ejemplar para ingresar a las aporías que estallan de las re exiones políticas de Lihn. Un escritor que no le soportó a ningún régimen plagiar la revolución cultural de Mao Tse-Tung, ni bocetar los Bulags soviéticos, o la casa de brujas de McCarthy. Pero en cuya obra sostuvo, pese a que las condiciones de la tragedia estaban dadas, cierta vocación por develar cualquier horror político, cualquier montaje de la película que nos quita el sueño, cualquier acorde de música pesada que brota de la desigualad como norma.

    La preocupación por lo político en la obra de Enrique Lihn es transversal. Pese a que despreció la raigambre mesiánica nerudiana3, a mediados de los sesentas escribió apologías y/o denuncias igual de ruidosas que la mentada Incitación al Nixonicidio. Poemas como: Guantánamo, Tambor de Panamá, La Sedición, reunidos recientemente por Andrés Florit en un necesario volumen titulado: La Aparición d la Virgen y otros poemas políticos, dan cuenta de un escritor que no dudó en arrastrar el verbo a la arena de lo público. Quizá ese mismo ímpetu fue el que animó –ya roto el rosario del socialismo autoritario, es decir, comprendida La Derrota– a la producción de obras como El Paseo Ahumada y La Aparición de la Vírgen, donde se denuncia el paisaje dictatorial. Esa denuncia carece de cháchara salví ca o retórica política, pues con una avidez agudísima, esa que sólo permite la distancia paródica, Lihn extrema recursos para mirar desde afuera la tormenta de mierda que desprendían los escaparates del Paseo Ahumada o las lágrimas del niño Ángel que, no está de más decirlo, terminaría travestido cual Pompier. Ahora bien. Estas relaciones dan cuenta de la cercanía en tanto contenido que la obra de Enrique Lihn sostuvo con los acontecimientos trágicos de su época –que fue el prólogo ludo de la nuestra. Allende esa superficie, en la estructura interna de sus obras, podemos leer un afán por desestabilizar mediante arrebatos contraculturales tanto el orden de las cosas como el lenguaje mismo. Así lo demuestran los anti-sonetos del desencantado spleen que recorre París: situación irregular, con ganas de hacer en paz la guerra a medio mundo; los cuestionamientos al conservadurismo crítico e investidura mercurial de su primo Valente; o los happening como Adiós a Tarzán que hizo junto a Pedro Celedón, donde se parodia tanto la hegemonía civilizatoria como la militancia abyecta –muy a la manera del Realismo Socialista de Raúl Ruiz.

    Está claro que la palabra poética para Lihn sienta su base en la re exividad, pero nunca rozó el horizonte clerical de la auto castración bajo el dictum de aquella poética, permitiéndose el lujo de encarnar en Pompier, la gura del bufón -el ente que posee más facultades críticas en cualquier feudo para arrasar con toda siutiquería. Por otra parte en La Pieza Oscura, su primera obra madura6 y quizá donde se plasma de forma prístina su poética, emerge una acusación más comedida del imperialismo, particularmente en el poema La Invasión, y a la vez despliega una mirada crítica sobre la modernidad y las modi caciones que esta generaba en las relaciones humanas: el destiempo que vive cualquier pareja contemporá- nea a la hora de buscar un subsuelo donde vivir, o el triste futuro de los niños de meses que nada perderán con vivir, y sabemos que no hay nada más político que un cuerpo en su interacción con lo público. Me atrevería también a decir que este libro marca una escisión del sujeto lírico que predomina en Nada se escurre o Poemas de este tiempo y de otro7, dando paso paulatinamente a un tono cargado de ironía y mordacidad (La Musiquilla de las pobres esferas, A Partir de Manhattan), para luego realizar un desdoblamiento total donde lo que predomina en el poema es un hablante alterno, más público y alegórico que subjetivo, como sucede en El Paseo Ahumada o La Aparición de la Vírgen.

    Por estas mismas razones nos resultaba algo alarmante con David, aquella noche fría del 2010, la apreciación de algunos críticos que aseguraban la apoliticidad de la obra de Lihn, basándose en su cuestionamiento a la militancia orgánica tras supaso por Cuba. Aún más una entrevista a Raúl Zurita donde aseguraba que al leer a Lihn podía pensarse de que en Chile no sucedió nada8. Fueron esas condiciones que motivaron preparar un volumen de textos críticos, que abordaran la obra de Lihn bajo el pie forzado de su relación con lo político. Con aquel horizonte claro, fuimos definiendo otros aspectos. El libro evitaría ser un compendio de elegías, un homenaje laudatorio donde participaran los deudos más cercanos, por esa razón evitamos convocar a autores cuya lectura sobre Lihn era pesquisable. Tampoco sería un compendio de monólogos de padres a lectores de meses, es decir, evita- ríamos que los ensayos fueran pesados textos académicos que pretendieran, cada uno y todos a la vez, descubrir la pólvora teorizando sobre tropos y figuras con un tecnolecto que a estas alturas del mundo-como-texto aburre a cualquiera. El centro entonces estaría puesto en el ensayo, ese género intermedio donde la autoría detalla una experiencia de pensamiento más que un razonamiento lógico. Y debido a esa elección motivamos textos que estuvieran fuera de ciertas normas, escritura frag- mentada que hiciera defensas breves sobre el ruido de fondo que fue la escritura de Lihn, como los ensayos de Juan Pablo Pereira y Álvaro Bisama, o reconstituciones de los itinerarios biográficos del autor, como los ensayos de Jaime Pinos, Roberto Contreras o Cristián Gómez, o derechamente epístolas atravesadas por el paso del tiempo, como el entrañable texto de Bruno Vidal, que al recibirlo leímos en voz alta, ateridos, al borde del cursi llanto, por su capacidad de materializar una escritura filial sobre un autor insistentemente anárquico de su propio Súper Ello.

    El Lihn que se pone en relieve en estas páginas entonces, es aquel que: a la manera del poeta clásico que no era, hizo de la actividad crítica un dispositivo inseparable de su producción poética. Esta acción atravesó toda su obra, lle- vándola a experimentar continuamente con diversas formas de producción para interrumpir el imaginario de su época o para develar, desde la crisis misma del sujeto, aquello que etimológicamente se parte y debe ser criticado para emitir un juicio. También emerge el Lihn relacional, aquel que como recuerda Eugenio Ditt- born, en los setentas mantenía un humor que generaba un efecto casi catártico, o el que obsequiaba rápidamente un libro al poeta joven, como recuerda Guillermo Valenzuela, cuando a instancias de Elvira Hernández se conocen y de inmediato pasa a ser estudiante del Centro de Estudios Humanísticos. Aparece en de nitiva, como una vacilante presencia espectral, un autor que visualiza tempranamente que un escritor orgánico estaba destinado al rol del poeta del pueblo, aquel sujeto que utiliza el poder cuando necesita una guinda de cultura en el corte de cinta. Y que pese a ese estallido de lucidez, nunca pudo salir de Chile y anclarse en la cuna del arte autónomo, tampoco abandonar la ciudad letrada. Es decir: nunca aleja de su obra –ergo pensamiento– de la preocupación por lo público, entonces se dedica a develar de forma mordaz todo horror, a interrumpir el continuum histórico, gra cado en los niños guachos que por monedas montaban un espectáculo en el Paseo Ahumada.

    Esta vocación por la interrupción en la escritura de Lihn (y al decir escritura tachó el anacronismo genérico), logra que su obra abandone la clásica aporía entre acción y texto, sencillamente porque descomprime el ideal de consecuencia que suele exigirse con ímpetu adolescente a los productores de obras artísticas, aquella férrea unidad entre sujeto–discurso–obra. La gura del escritor pasa a ser la del interruptor, la del francotirador intelectual como sugiere Edward Said, o la del bufón que siglos antes subrayaría Shakespeare en su Rey Lear. Dicho de otra manera: Lihn, como Borges, aunque quizá con menos culpa de clase, espera ansioso una revolución, pero exige de esta no izar ninguna bandera.

    Si en los años venideros alguien pretendiera hacer un juicio de la escritura poética en el Chile del siglo XXI, entiendo la crítica como una forma de establecer un juicio político, algo en que coincidieron José Carlos Mariátegui y Walter Benjamin casi al mismo tiempo. Será ocupación de esa empresa dictaminar qué escrituras propiciaron una reflexión crítica en torno a lo político o más bien, qué estéticas consiguieron contrastar el orden del lenguaje de su época. Se trataría de un trabajo algo imposible, algo apocalíptico y algo necesario y de seguro algo auto gestionado por algún crítico de vocación. Por ahora es posible decir que la lucidez crítica de Lihn sitúa su obra como trascendente para el panorama de la escritura latinoamericana. Una obra chispeante como la experiencia, que evitó cualquier Canto General porque entendió la fractura interna que cualquier lenguaje totalizante provocaba en el paisaje subjetivo. Una escritura que decide antes que todo morirse por su cuenta, bajar un poco el tono, procurando siempre pescar algo de vida, no la sombra de la misma ni el Leviatán que desde hace tiempo la articula.

    Guido Arroyo González

    Flor de roca (Lican Ray) - Julio, 2013.

    El corazón es pobre en vocabulario

    SUPER LOOP

    – Álvaro Bisama –

    PARA UNA RESISTENCIA DÉBIL:

    LIHN A PARTIR DE ROTTERDAM Y

    OTRAS BOMBAS DE RUIDO

    – Juan Pablo Pereira –

    LIHN, LIHN, LIHN... HASTA LA VICTORIA

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