Antología poética
Por Edgar Bayley
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La poesía fragmentaria de una conversación, el pastiche, las enumeraciones arbitrarias son las herramientas de las que a menudo se vale para ver la vida en la infinita riqueza abandonada. Si el terreno de la poesía ha sido en el siglo xx el del terror, la alienación y el desastre, también fue el de la iluminación tardía, el de la esperanza en que lo volátil se torne revelador. Y la lucidez acompañó no pocas veces ese proceso intuitivo, esa inmersión más allá de la línea de sombra. Edgar Bayley fue uno de los que se metió en esa aventura con los ojos bien abiertos. Su poesía llega desde aquellos derrumbes y produce ecos insospechados en el siglo de la transformación definitiva del planeta" (Del prólogo de Jorge Aulicino).
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Antología poética - Edgar Bayley
EDGAR BAYLEY
ANTOLOGÍA POÉTICA
Selección y prólogo de
JORGE AULICINO
Fondo de Cultura Económica"Bayley es de los viejos animosos que piensan que el derrumbe tiene sonidos parecidos a los de la construcción, así como se parecen las luces del amanecer y las del crepúsculo. Ninguna poesía ha sido quizá tan constructiva, tan adánica, como la de Bayley en su generación. La ecuación, para él, se resuelve de este modo: si hay luces y sombras, hay finalmente luz, porque la luz es el acto, en tanto la sombra es solo ausencia.
Bayley vislumbra, como todo creador de buen cuño, que las razones por las cuales las imágenes como los objetos, las palabras como las cosas, se imantan y atraen permanecen siempre invisibles para el propio autor. La poesía fragmentaria de una conversación, el pastiche, las enumeraciones arbitrarias son las herramientas de las que a menudo se vale para ver la vida en la infinita riqueza abandonada.
Si el terreno de la poesía ha sido en el siglo XX el del terror, la alienación y el desastre, también fue el de la iluminación tardía, el de la esperanza en que lo volátil se torne revelador. Y la lucidez acompañó no pocas veces ese proceso intuitivo, esa inmersión más allá de la línea de sombra. Edgar Bayley fue uno de los que se metió en esa aventura con los ojos bien abiertos. Su poesía llega desde aquellos derrumbes y produce ecos insospechados en el siglo de la transformación definitiva del planeta."
Del prólogo de Jorge Aulicino
EDGAR MALDONADO BAYLEY
(Buenos Aires, 1919-1990)
Fue poeta, cuentista, dramaturgo y ensayista. También fue director teatral, traductor y bibliotecario. Fue uno de los mayores representantes de las vanguardias de las décadas de 1940 y 1950 en Argentina y ocupó un lugar central en la creación del invencionismo. Formó parte de numerosas revistas de arte y poesía, entre ellas, Arturo, Poesía Buenos Aires y Zona de la Poesía Americana, y escribió para periódicos como La Nación, Clarín, La Opinión y Tiempo Argentino. Asimismo, integró la Asociación Arte Concreto-Invención, que nucleaba a artistas plásticos y literatos que postulaban el valor autónomo de la poesía y al mismo tiempo la concreción del arte. Además de una lúcida producción ensayística, dejó una brillante obra poética en la que huyó de todas las modas sociales y las convenciones literarias de su tiempo.
Entre sus volúmenes de poesía se cuentan En común (1949), La vigilia y el viaje (1958), Ni razón ni palabra (1961), El día (1968), Celebraciones (1976), Nuevos poemas (1981) y Alguien llama (1983). También publicó el libro de relatos Vida y memoria del doctor Pi y otras historias (1983); los ensayos Realidad interna y función de la poesía (1966) y Estado de alerta y estado de inocencia (1989), y las piezas teatrales Burla de primavera (1951), Farsa del Isopete y el sastre (1951) y Dulioto (1953).
Índice
Cubierta
Portada
Sobre este libro
Sobre el autor
Un poeta para las cosas que se desvanecen, por Jorge Aulicino
ANTOLOGÍA POÉTICA
De En común (1944-1949)
De La vigilia y el viaje (1949-1955)
De Ni razón ni palabra (1955-1960)
De El día (1960-1963)
De Celebraciones (1968-1976)
De Nuevos poemas (1977-1981)
De Alguien llama (1981-1983)
De Algunos poemas más (1984-1990)
Poemas descartados por el autor
Poemas no editados por el autor
De Vida y memoria del doctor Pi y otras historias (1983)
Créditos
Un poeta para las cosas que se desvanecen
Jorge Aulicino
1
EDGAR BAYLEY (1919-1990) es uno de los mejores representantes del segundo turno de las vanguardias en la historia argentina. El primero se inicia en 1921, cuando Jorge Luis Borges regresa al país con los principios del ultraísmo español, más cercano al imagismo anglosajón, si se quiere, que al dadaísmo y el surrealismo. En ciertos aspectos, también el futurismo influyó más en la formación de los poetas de los años veinte que la escuela francesa. El ultraísmo, como el imagismo, pedía concisión de la imagen y de la palabra, efusión pero no sentimentalismo y, como la escuela que modeló Ezra Pound, si bien buscó sus motivos en la vida presente, sus modelos eran los del pasado anterior y posterior al romanticismo. Innovar en la metáfora fue sin embargo un rasgo diferenciador del vanguardismo argentino y, en general, la modernidad sería celebrada o vivida aquí con espíritu gozoso, no con la poderosa carga crítica del imagismo ni con la épica del futurismo en sus variantes fascista y comunista. Curioso es sin embargo que tanto la primera como la segunda olas vanguardistas mencionaran muy poco, o nada, a Ezra Pound o a Filippo Tommaso Marinetti. Los poetas porteños seguían rindiendo culto a los franceses —Baudelaire, los malditos del siglo XIX—, pero la estructura de su pensamiento provenía de otras latitudes. La segunda vanguardia vino a restituir el dominio francés en toda su magnitud. Es decir, desde el maleditismo y el simbolismo hasta el surrealismo. Una similitud de composición, y de algún modo de pensamiento, se estableció sin embargo con la primera vanguardia: la nitidez conceptual, la exposición viva y ardiente de la realidad contemporánea. La torsión que harían los vanguardistas de las décadas de 1940 y 1950 con respecto a sus lejanos primos de los años veinte radicaría en una frase adoptada por, precisamente, Edgar Bayley: La poesía tiene una felicidad que le es propia
.¹
Tal vez sea esta la mejor manera de centrarnos en Bayley antes que arborizar con los pormenores de su biografía y sus intervenciones políticas —me refiero a la política de la literatura—, que básicamente fueron tres, a mi juicio: su participación en el invencionismo en los años cuarenta, su papel en el grupo nucleado en torno a la revista Poesía Buenos Aires en los años cincuenta y la reunión, en 1966, de sus ensayos en Realidad interna y función de la poesía (además de su propia obra poética, claro). La frase que hemos mencionado condensa dos ideas: el goce como continuidad de la vanguardia pero, a la vez, el nuevo marco de esa felicidad: la poesía misma, no ya la vida que esta pudiese o no contener. En ese eje pivoteó toda la política del grupo Poesía Buenos Aires a partir de 1950; pero también se había afirmado en él la doctrina de la Asociación Arte Concreto Invención, fundada en 1945: ese grupo de artistas plásticos y literatos entre los que se contaban Bayley, Tomás Maldonado (hermano de Edgar), Raúl Lozza, Alfredo Hlito, Enio Iommi, los cuales postulaban a la vez la autonomía y la concreción del arte —la conflictiva relación de ambos términos se intensifica si se piensa que aquellos artistas plásticos eran abstraccionistas, o lo que el sentido común periodístico llamó artistas abstractos—. En el mundo, los abstractos se habían apartado del sistema de la función y asumían un giro metafísico, en tanto que aquí se hacían materialistas y polémicos. Pero ¿polémico con quién? Claro está que con la dirección política general de la izquierda, que por entonces ponía particular énfasis en el realismo, aunque un realismo, ya sabemos, de cuño distinto, socialista. Al asumir que su arte era real y concreto, y no la representación de ideas abstractas, los concretistas instalaban una paradoja que apuntalaban con esta otra: siendo concreto y real, el arte era también autónomo respecto de la realidad. Se creaba a sí mismo, nada imitaba, excepto, como Vicente Huidobro había pedido, la forma en que la naturaleza hace un árbol. Es decir, la estructura de la creación, no su fenomenología.
Pero si la función del arte, la literatura incluida, no era la representación, ¿cuál era? En el caso de Bayley, esto fue respondiéndose a lo largo de sus ensayos, sus intervenciones públicas y sus libros de poemas. La relación entre función y autonomía podría resumirse en la felicidad que el arte ocasiona, que es a la vez cordial y cerebral. Ese desencadenamiento íntimo a través de lo otro era la vuelta de tuerca que Bayley quiso dar al conflicto entre función y realidad interna. Y en gran parte lo consiguió a través de la paradoja, precisamente, en su más cabal sentido de contradicción aparente. En tanto la poesía se sostuviese merced a su propia estructura, esta pasaba a ser imitación no mimética de la realidad. Una réplica de la idea estructurante, no de la apariencia. En el peor de los casos, un eco del misterioso balance que mantiene a las cosas girando en el espacio y el tiempo: una ley de gravedad de la poesía, entendida como actividad específicamente artística.
2
La continuidad vanguardista a través de la actitud positiva ha sido bien reseñada, en el caso de Edgar Bayley, por su colega Rodolfo Alonso en su ensayo-homenaje Una difícil esperanza
. Lo voy a citar extensamente:
Ya al comienzo de su trabajo sobre Oliverio Girondo, incluido en su segundo libro de ensayos (1989), Bayley destaca en primer lugar "la