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Cuentos cortos de la administración pública chavista
Cuentos cortos de la administración pública chavista
Cuentos cortos de la administración pública chavista
Libro electrónico134 páginas1 hora

Cuentos cortos de la administración pública chavista

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«Cuentos cortos de la Administración Pública chavista» busca, con un estilo diferente, presentarnos el día a día de la burocracia venezolana, del mundo de los funcionarios públicos y sus usuarios, en ocasiones con un poco de humor y en otras con preocupación, llamando siempre a la reflexión del lector. Los nueve cuentos condensan ficción y realidad, mostrándonos historias que se desarrollan en diferentes organismos públicos venezolanos y alguna institución internacional, ilustrándonos detalles estructurales y del funcionamiento y sentimiento de los que trabajan dentro de la Administración como de aquellos que acuden a ella.
La personalidad y forma de ser del funcionario público es uno de los aspectos en los que más se enfoca el libro, no solo para darle realidad a las historias sino para que el lector comprenda el entorno y dificultades de quienes ahí trabajan.
La crisis del Poder Judicial tiene especial protagonismo con cuentos como: «El Breve» y «Un Escuálido en el Poder Judicial», los ministerios y otros institutos públicos con: «Yo nunca fui chavista» y «La madrina del Instituto», sin dejar por fuera a los organismos policiales con «Recuperando un Mercedes», se concluye el libro con el cuento que quizás más seriedad tiene «Preso en Damasco» donde se relata la magnitud del poder del chavismo dentro y fuera de Venezuela y sus dantescas conexiones, aplicadas para suprimir cualquier vestigio de democracia y preservar el poder a todo costo.
Lógicamente se omiten los nombres reales de los organismos que sirven de inspiración, así como de algún funcionario que sirvió de musa para la creación de algún personaje. El libro también se basó en notitia criminis y vivencias personales. En ningún momento se revelan hechos, actos o sucesos que se encuentren bajo investigación (al menos no en conocimiento del autor), no se revela secreto profesional, ni la vida privada de ninguna persona real, por lo que, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 jun 2023
ISBN9788419925350
Cuentos cortos de la administración pública chavista

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    Cuentos cortos de la administración pública chavista - Alexander Lynch

    Cuentos cortos de la Administración Pública chavista

    Alex Lynch

    ISBN: 978-84-19925-35-0

    1ª edición, mayo de 2023.

    Conversión de formato e-Book: Lucia Quaresma

    Editorial Autografía

    Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona

    www.autografia.es

    Reservados todos los derechos.

    Está prohibida la reproducción de este libro con fines comerciales sin el permiso de los autores y de la Editorial Autografía.

    Índice

    Una invitación a la lectura de este libro

    Palabras del autor

    Yo nunca fui chavista

    Los personajes

    El breve

    Recuperando un mercedes

    Un escualido en el poder judicial

    La madrina del instituto

    Preso en damasco

    Diccionario jurídico chavista

    Glosario de expresiones venezolanas utilizadas en este libro

    Una invitación a la lectura de este libro

    Siempre he observado con preocupación la pésima práctica en que incurren algunas personas elegidas para escribir las palabras previas y/o prolegómenos de libros con una narrativa tan entretenida y ligera como el que nos ocupa. Ello me ha parecido no solo una mala costumbre sino una injuria para el autor, por tanto, en estas escasísimas palabras introductorias pretenderé hacer lo que considero se debe en esta clase de oportunidad: invitar a la lectura del libro a través de la demostración de la importancia y trascendencia de la obra.

    Venezuela es una sociedad de cómplices, Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas, son un par de frases que lamentablemente aún cuando parecen en extremo duras con nuestros connacionales estimo que el lector desprevenido considerará que provienen de años cercanos a los que transitamos y, de seguro, formarían parte de una perorata de mitin alusiva a ese menjurje de ideología desabrida y rapacidad corrompida que llaman clase política venezolana, teniendo por supuesto, como su obra más corrompida a ese esperpento de la izquierda mas trasnochada latinoamericana conocida como el chavismo, y como su parte más venial a todo aquello que se llame oposición, sea esta última categoría lo que realmente sea. Sin embargo, debo decepcionar al lector pues estas frases aún cuando encajan a la perfección con nuestra triste realidad política y social no pertenecen a nuestra época actual.

    La Venezuela como sociedad de cómplices es una frase dicha por primera vez ya en los albores de nuestro intento republicano más importante, como lo fue el régimen deliberativo de Venezuela iniciado bajo la égida paecista en 1830, por el periodista Tomás Lander en 1836, quien curiosamente pretendía con ello justificar a los sargentones y caudillos que pretendieron acabar con el gobierno más decente de la época, el breve doctor José María Vargas. Esta frase fue repetida a inicios del siglo XX en pleno gomecismo por parte del polímata venezolano César Zumeta refiriéndose a la camarilla del déspota. Es decir, han pasado casi 200 años desde que fue escrita esta frase por primera vez y nos encaja como anillo al dedo.

    Venezuela como el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas fue proferida por el intelectual Manuel Vicente Romerogarcía, en el año 1896, temporalmente en medio de las dos citas de la frase que recordamos en el párrafo anterior, y precisamente lo hizo para referirse a esa vomitiva conchupancia entre la chusma que las más de las veces se ha vestido de élite social en Venezuela, bebiendo de los fondos públicos y utilizando al Estado bajo su provecho pretendiendo una inmerecida importancia erudita y moral, no siendo en la realidad más que un espantajo desde que nuestro país se quedó sin una élite propiamente dicha desde el lamentable año 1814 con nuestra guerra a muerte. Este grupito de amigos que constantemente es llamado la intelectualidad criolla, ni en esa época ni ahora aguanta una comparación objetiva en cuanto a obra con quienes deberían ser sus semejantes universales: eso sí, en cuanto a ego no hay quien les gane, aún hoy en día, con el chavismo y la destrucción de todo lo bueno, encontrándose relegados a ínfimos espacios de confort en sus universidades, institutos y cualquier asociación que les permita recibir subvenciones y ayudas para refrendar la engreída nulidad que mantienen por la consagración de su propia reputación¹.

    Ahora bien, estoy convencido que el lector aventajado en este punto de la lectura razonará con despecho que este estado de cosas ha sido una constante en la exigua vida de Venezuela como país independiente en estos pocos más de 200 años. Es decir, durante poco más de 200 años hemos transitado por una dinámica de continuidades y rupturas de procesos históricos que constantemente han tenido como similitud el actuar como cómplices societarios con una élite acomodada y acomodaticia que poco ha podido influir y ayudar al país para su propio reencuentro y posterior desarrollo. Por ello, de seguro el lector se preguntará ¿cómo podemos hacer para dejar de comportarnos de un modo tan autodestructivo como pueblo?; y aquí con vehemencia debo recordarles que el único modo de dejar de hundirnos en el oprobio, por perogrullada que parezca, es a través de la educación.

    Aún cuando suena a lugar común la conclusión anteriormente dada, debo aclarar que mi conclusión no se refiere a la educación que se mide en cifras abstractas de altas tasas de escolarización, que los más militantes llaman inclusión. La educación a la que me refiero no se circunscribe a tener mayor cantidad de personas que se reputen alumnos y docentes, sino a una educación de calidad, una educación útil, una educación que sirva el postulado dicho por el eximio maestro venezolano Cecilio Acosta cuando en 1856 decía "Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo". La educación hoy más que nunca debe servirnos para algo más que para colgar un título universitario en una pared mientras fregamos pisos² en países extranjeros producto de la mayor crisis migratoria de la humanidad, que es la nuestra con más de 7.1 millones de venezolanos en la diáspora, porque de lo contrario estaremos haciendo más chavismo; quienes con sus cifras hiperbólicas y sus discursos hinchados se han autoproclamado el sistema que más ha educado a venezolanos e incluso se han proclamado los inventores de un nuevo tipo de educación. Al respecto creo que el lector en algo podrá estar de acuerdo conmigo: hoy más que nunca Venezuela es un país falto de educación.

    El tema de la educación venezolana es un asunto complejo de desarrollar y abordar en tan pocos párrafos y al no ser el objeto de estas palabras no le tocaré en su plenitud, pero sí en lo alusivo a este portentoso libro que me han dado el honor de presentar. La mejor manera en la cual un país puede educarse es en el conocimiento de su propia historia, pero no es historia esta farsa inveterada de fechas, nombres de militares y batallas que en nada ayudan al entendimiento de nuestro acervo histórico. El mismo Simón Bolívar en 1825 ante el adulador poeta Olmedo que pretendía retratar la independencia como gesta épica le respondía entre otras cosas: Vd. nos hace a su modo poético y fantástico.; y para continuar en el país de la poesía a ficción y la fábula, Vd. nos eleva con su deidad mentirosa, como el águila de Júpiter levantó a los cielos a la tortuga para dejarla caer sobre una roca que le rompiese sus miembros rastreros: Vd., pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes.

    La historia que debemos enseñar debe estar más ligada a lo que realmente ocurrió en las sociedades, el modo en el cual vivían nuestros antepasados y cómo pudieron prepararse para enfrentar sus propios problemas del momento y, de este modo, por fin poder pergeñar cuáles han sido nuestros problemas históricos. El único modo de hacer en buena lid esta labor es leyendo las propias experiencias de nuestros antepasados, y esto es exactamente lo que permite este libro.

    De un modo magistral el autor de esta obra, a quien me unen muchos años de amistad, narra experiencias propias y cercanas ocurridas en la administración pública de la Venezuela chavista, las cuales nos permiten empatizar con toda una nefasta época de nuestra historia a los que la vivimos y, permitirá comprender los destrozos, fracasos y maldad que nos llevaron a vivir el terrible destierro a los venezolanos, a nuestros hijos, nietos y demás descendientes, quienes podrán enterarse gracias a esta excelente colección de anécdotas y lastimosas vivencias de cuál fue la Venezuela árida y terrible a las que nos enfrentamos, y tendrán más armas para callar la boca a los zoquetes que en el futuro, seguramente so pena de la ideología, pretenderán decir que los hombres de esta época estábamos exagerando.

    Sé que mi querido amigo al momento de escribir estas palabras, quizás a modo de desahogo o terapia, conociendo yo la pureza de su espíritu, en ningún momento pretendió o supuso el alcance y trascendencia que vaticino tendrá esta obra; él, precisamente es uno de estos venezolanos que no forman parte de la sociedad de cómplices, me consta que jamás ha sido una nulidad engreída dentro de una reputación consagrada y por ello precisamente es uno más en la diáspora, en el honrado exilio que debemos sufrir.

    Al inicio de estas palabras me he propuesto no hablar mucho y por ello cierro las mismas aquí, haciendo un llamado, no sólo a los venezolanos de hoy, sino a los connacionales de cualquier país y a nuestros descendientes que quieran entender nuestra desgracia: ¡Lean este libro! ¡Entérense de lo que vivimos! y sobre todo tengan en cuenta que todo el mal narrado en él no fue sino el inicio del mal, la cosa se puso después mucho peor.

    Madrid, diciembre 2022.

    César Perez Guevara


    1. Con estas palabras obviamente

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