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Afiliaciones Oscuras
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Libro electrónico361 páginas4 horas

Afiliaciones Oscuras

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Información de este libro electrónico

Un nuevo capítulo en la vida de Helena se abre paso a peligros inesperados, tramas siniestras y a enemigos formidables.

Los finales de cuentos de hadas no son reales. El mudarse con Lucious estaba destinado a ser el felices para siempre de Helena. Ella renunció a todo por él, pero ya no es el mismo hombre que solía ser. La llegada de dos delegados europeos demuestra ser más de lo que puede soportar su tensa relación. Un movimiento en falso y el vínculo del alma que comparten podría convertirse en una prisión para la eternidad.
Maya ha recibido órdenes de regresar al Reino de los Demonios. La reina Baal está lista para renunciar y nombrar un sucesor, pero la princesa no se encuentra por ningún lado. Maya se ve obligada a trabajar con su prometido demonio para traer de vuelta a la princesa, antes de que los nobles tomen el asunto en sus manos. Con la princesa desaparecida, el trono en peligro y un archidemonio suelto en el reino, Maya y Eirik tienen que dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos. Fácil, ¿verdad?
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento6 sept 2023
ISBN9788835452607
Afiliaciones Oscuras

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    Afiliaciones Oscuras - May Freighter

    SERIE DE HELENA HAWTHORN

    Alexander: Memoirs (Precuela/Serie: A Vampire in Love)

    Ruleta Rusa

    Puerta del Demonio

    Control en Deterioro

    Desired (Novela adjunta)

    Monochrome Interview (Serie: A Vampire in Love)

    Orígenes Predestinados

    Cherished (Novela adjunta)

    Afiliaciones Oscuras

    1

    UN NUEVO COMIENZO

    HELENA

    El nuevo hogar de Helena era hermoso. Los vampiros de la realeza, principalmente Ealdraed y Laclia, pagaron muchísimo para regalarle este enorme castillo al nuevo Consejo Europeo, y ella tuvo la suerte de estar entre los que podían quedarse allí. Pero su suerte no terminó ahí, Hans también permitió que Perri permaneciera allí, ya que parecía reacio a admitir sus verdaderos sentimientos por la chica. Lástima por él, ya que la mayoría de los vampiros en el edificio y Helena se habían dado cuenta hacía tiempo de que estaba enamorado de Perri.

    Esta noche era una noche de celebración. Todos finalmente se habían instalado en su nuevo hogar y nueva vida.

    «¿Por qué yo no sería feliz?»

    Miró su maxi vestido dorado y verde con cuentas en el espejo de cuerpo entero que colgaba de la pared. Junto a ella, Perri se estaba probando un vestido morado hasta la rodilla que abrazaba sus curvas.

    —¿Crees que esto es demasiado revelador? —preguntó Perri, poniendo sus manos en sus caderas y dando otro giro.

    —¿Te preocupa que Hans te haga ponerte un suéter holgado por exposición indecente? —Helena sonrió.

    Su amiga hizo un puchero.

    —¡Ya quisiera! Puede que me mire de vez en cuando, pero nunca lo suficiente como para darme alguna pista de si le gusto o no.

    —No pienses demasiado en eso. Probablemente es tímido con las mujeres.

    —Él no es tímido contigo —señaló Perri.

    Helena se encogió de hombros.

    —No soy yo con quien está saliendo.

    —Tampoco creo que estemos saliendo. Quiero decir, estos anillos simbolizan el matrimonio, pero en realidad nunca nos casamos. En ese momento, él no parecía querer seguir adelante con eso. Si los espíritus no nos hubieran obligado a tener una relación, creo que seguiríamos siendo extraños incluso ahora.

    Agarrando los hombros de su amiga, Helena hizo que Perri la mirara.

    —Respira. Si no le gustaras o no te quisiera aquí, ya estarías en Escocia, limpiando los pisos o quitando el polvo a los muebles.

    —Tienes razón.

    —Bien. Ahora relájate y divirtámonos. Alexander traerá a su novia con él, y me muero por conocer a la mujer que ha logrado derretir el hielo de su corazón.

    —Nunca he conocido a Alexander. ¿Es una buena persona?

    Helena resopló. Alexander y bueno definitivamente no eran las palabras que usaría en la misma oración. Era arrogante, egocéntrico, tacaño con el dinero y se quejaba de ella día y noche. Probablemente era un regalo de arriba el que encontró a alguien más en quien enfocar su atención.

    —Señoritas, ¿han terminado? —llamó Lucious, apoyando su costado contra la puerta.

    —Sí. —Helena enlazó su brazo con el de Perri. Le guiñó un ojo a su amiga—. ¿Vamos?

    —Vamos. —Perri se rió.

    Salieron de la habitación, y Lucious, que vestía un esmoquin negro mejor que un modelo GQ, las condujo a través de los pasillos del castillo en dirección al ala este donde se encontraban las oficinas del Consejo, la cocina, el comedor, dos salones de baile (uno de los cuales fue posteriormente convertido en una sala de formación), y la biblioteca. Las viviendas de los miembros del Consejo y sus contrapartes estaban en el ala oeste. Los vampiros acechadores que trabajaban para el Consejo tenían sus propias habitaciones ubicadas en el primer piso. Cuando Helena estaba explorando esa monstruosidad de edificio, había perdido la cuenta de los dormitorios después de los veinticinco. Los baños no se quedaban atrás en número, a pesar de que sus vecinos vampiros no parecían usarlos más que para ducharse después de una cacería o para asegurarse de que no lucieran como los muertos a primera hora de la mañana.

    Los pocos acechadores que pasaron junto a ellos inclinaron la cabeza ante Lucious. Cuando su novio no estaba mirando en su dirección, notó que sus miradas se dirigían a ella. A los vampiros no les gustaban los humanos involucrados en su política. No es que Helena y Perri tuvieran la oportunidad de sentarse a la mesa de los grandes y discutir los problemas en Europa. Pero la desconfianza de los vampiros que la rodeaban la mantenía alerta. No era bienvenida en su mundo tanto como ya no encajaba con los humanos normales. Su vida se había contaminado por la oscuridad hasta el punto en que perdió la noción de lo que significaba la palabra «normal». ¡Uno de sus mejores amigos era una demonio, por el amor de Dios! Hasta donde Helena sabía, ese no era el mejor tema de conversación en los círculos humanos a menos que quisiera que la salpicaran con un balde de agua bendita.

    Lucious se detuvo en las puertas francesas que conducían al comedor principal y les preguntó por encima del hombro:

    —¿Están listas para conocer a los invitados?

    Helena sonrió.

    —Estás más emocionado que nosotras. ¿Es porque Alexander y tú se reconciliaron?

    —Todo gracias a ti, querida. —Él le dio una sonrisa torcida.

    —Entonces entremos y conozcamos a su media naranja.

    Los tres entraron al gran comedor. Candelabros dorados decoraban el techo y la luz se reflejaba en los diminutos cristales haciéndolos brillar como las estrellas en el cielo nocturno. Para igualar la generosa cantidad de luz de la habitación, el mobiliario era un conjunto de blancos y dorados. La mesa grande en el centro, con veinte asientos, ya tenía a Hans, Alexander y a una hermosa pelirroja sentados allí.

    Los ojos de Helena fueron atraídos hacia la mujer. Era joven, probablemente entre mediados y finales de los veinte. Su piel era suave y sus ojos ámbar como gemas brillaban de felicidad cada vez que miraba a Alexander. Definitivamente le gustaba el hombre, y se veía impresionante con un vestido negro de un solo hombro.

    Lucious tomó la mano de Helena, haciendo que se separara de Perri, quien rápidamente se dirigió al lado de Hans. La guió a un asiento y sacó una silla para ella.

    —Gracias —murmuró, deslizándose en el asiento ofrecido y sonriendo a Alexander y su acompañante. Su novia era mucho más hermosa de cerca—. Hola, soy Helena. Es un placer conocerte. —Extendió su mano sobre la mesa y la mujer se la estrechó, devolviéndole la sonrisa.

    —Soy Abigail. He oído hablar mucho de Lucious y de ti por parte de Alexander.

    —Espero que hayan sido cosas buenas —comentó Helena, notando el acento irlandés de Abigail.

    —Hizo que pareciera que ustedes dos pasaron por mucho para estar juntos —respondió Abigail.

    Alexander se aclaró la garganta.

    —¿No deberías presentarte a los demás?

    Abigail miró a Hans y Perri, quienes ofrecieron sus nombres a su vez.

    Pasaron los siguientes veinte minutos hablando de Abigail y su sueño de convertirse en una periodista seria. Cuando estaba describiendo cómo Alexander y ella se conocieron, usó animadamente sus manos para acentuar la historia.

    —Tuve que usar la ropa más aburrida que pude encontrar. Ya saben, una falda hasta los tobillos, calcetines de abuelita, una blusa dos tallas más grande y anteojos que cubrían la mayor parte de mi cara. Después de la entrevista, me topé con el entretenimiento de los miércoles de Alexander para su clientela de vampiros y terminé esposada a una silla en su oficina.

    Todos se echaron a reír y Helena preguntó:

    —¿Qué hiciste después?

    —¡Escapé, por supuesto! Mi papá es cerrajero. No hay forma de que un simple candado pueda mantenerme contenida. —Abigail se rio.

    Lucious le guiñó un ojo a Abigail.

    —Si el Consejo alguna vez decide participar en un robo a un banco, sabremos a quién contactar.

    Helena juguetonamente empujó su hombro.

    —No puedes hablar en serio.

    Ante eso, Alexander se cruzó de brazos.

    —Ella no participará en ningún asunto del Consejo. Es demasiado peligroso.

    Lucious se llevó la copa de bourbon a los labios.

    —No te preocupes. No soñaría con poner a tu mujer en peligro.

    —¿Qué tal con el robo de vehículos? —sugirió Abigail—. Puedo arrancar uno o dos autos.

    Hans se aclaró la garganta.

    —Ciertamente tienes un conjunto de habilidades interesante.

    Peri asintió.

    —¿Podrías enseñarme? ¿Es difícil?

    —Es más fácil con los autos viejos, pero con las herramientas adecuadas puedes hacer casi cualquier cosa en estos días —dijo Abigail.

    Las cejas de Helena se levantaron.

    —Yo también. ¡Quiero aprender! —No esperaba que la novia de Alexander fuera alguien tan interesante y llena de vida. Por el contrario, pensó que su mujer sería una de las mejores modelos del mundo o una actriz erótica. Abigail era un soplo de aire fresco, y Alexander parecía protector con ella hasta el extremo.

    —Nos hospedaremos en un hotel en Londres durante una semana. Chicas, deberían salir conmigo en algún momento para explorar los lugares de interés y los clubes nocturnos. No puedo esperar a ver lo que este lugar tiene para ofrecer.

    —Me apunto —asintió Helena.

    Perri retorció las manos en su regazo y se mordió el labio inferior.

    —Si me aceptas, me encantaría unirme.

    Lucious tomó la mano de Helena debajo de la mesa.

    —No puedes ir sin escolta. Es demasiado peligroso.

    Hans asintió con la cabeza.

    —De hecho, hay muchas personas que no pueden esperar la oportunidad de hacernos daño.

    —¿Pedí demasiado? —La sonrisa de Abigail se desmoronó.

    Sacudiendo la cabeza, Alexander intervino:

    —Esa es la razón por la que no quería tomar asiento en el Consejo que Lucious me ofreció. Estaría confinado a estos muros y al territorio de Europa. Vivir una vida así es lo mismo que estar en una jaula que tú mismo creaste.

    La expresión de Lucious se puso seria.

    —Puede que tengas razón. No es una vida que ninguno de nosotros eligió sin pensarlo mucho. —Se llevó la mano de Helena a los labios y la besó en el dorso—. Es por eso que no puedo agradecer lo suficiente a esta mujer por permanecer a mi lado a pesar de las limitaciones que se le imponen.

    Helena vio una calidez y un amor genuinos reflejados en sus ojos. Su corazón se aceleró y sonrió sin saberlo. Entonces, una idea la golpeó.

    —¿Y si nos disfrazamos?

    Lucious negó con la cabeza.

    —Aún así es demasiado…

    —Peligroso, lo sé —terminó Helena por él—. Pero no iremos a algún lugar extraño. Alexander tiene un club nocturno en la ciudad. Será un ambiente seguro y nadie nos reconocerá. —Helena lanzó una mirada suplicante a Abigail.

    —Absolutamente —dijo Abigail—. Apostaré mi reputación al convertir a estas chicas en mujeres no atractivas y sin pulir. Ni siquiera las reconocerán.

    Perri aplaudió.

    —Oh, me encantaba disfrazarme cuando era niña.

    —¿Ves? —Helena le dio un codazo a Lucious—. Estaremos completamente bien.

    Lucious miró a Alexander.

    —¿Puedo confiar en ti para duplicar la seguridad y vigilarlas durante y después de que terminen su noche? Preferiría que tuvieran un par de guardaespaldas personales.

    —Estaba pensando lo mismo —murmuró Hans.

    Helena se cruzó de brazos y se reclinó en su asiento.

    —Realmente deberían aprender a confiar más en nosotras.

    —Querida, no eres tú en quien no confío, son todos los demás. Si algo te sucediera, daría la vuelta a este mundo para encontrarte hasta que te devolvieran a salvo.

    —Eso sonaría romántico si no pareciera un requisito previo de la película de Búsqueda implacable —comentó Helena.

    Abigail y Perri se rieron mientras los hombres no parecían entender la broma.

    Alexander apoyó los codos en la mesa.

    —Triplicaré la seguridad y asignaré un conductor personal a las damas. Estarán a salvo mientras no se desvíen del plan.

    Las mujeres se miraron y asintieron.

    Abigail juntó las manos.

    —¡Parece que la diversión está en marcha!

    —Brindemos. —Helena levantó una copa de champán.

    Los demás asintieron y levantaron sus bebidas preferidas en el aire.

    —Por nuevos comienzos —dijo Abigail.

    —Por nuevos comienzos —repitieron los demás.

    LUCIOUS

    Las cuatro de la mañana llegaron más rápido de lo que Lucious había previsto. Alexander y su mujer rechazaron su oferta de pasar la noche. Estaban más inclinados a pasar su tiempo en la habitación del hotel que estaba a treinta minutos en coche. Lucious no podía culparlos. Estar en este castillo era abrumador. Suspiró, mientras miraba la forma dormida de Helena en sus brazos. Parecía estar en paz, casi feliz a juzgar por la pequeña sonrisa que curvaba sus labios.

    Se dirigió a sus aposentos, con cuidado de no sacudirla para despertarla. Durante la cena de esta noche, realmente quiso decir lo que dijo. Destrozaría el mundo, ladrillo a ladrillo, si ella se fuera de su vida. Ese pensamiento lo emocionaba y lo aterrorizaba. Ella se había convertido en una parte integral de él. Sin su presencia en su vida diaria, no sabía qué esperar.

    Sosteniéndola con un brazo, abrió la puerta y entró. La acostó en la cama y ella gimió cuando rodó sobre su costado, alejándose de él.

    —Me alegro de que te hayas divertido —susurró él.

    Hubo un ligero golpe en la puerta, atrayendo su atención hacia Grim, quien tenía un sentido de urgencia en su postura.

    Lucious cubrió a Helena con el edredón y le indicó a Grim que lo siguiera a la sala de estar adyacente al dormitorio. Una vez que estuvieron detrás de un par de puertas cerradas, Lucious estudió al acechador.

    —¿Qué tienes que informar?

    —Esto llegó hace un momento, Maestro Lucious. —Grim sacó un sobre negro con un sello de cera carmesí.

    Lucious tomó el sobre del acechador y lo volteó en sus manos.

    —¿Sabes lo que es?

    —Una carta de desafío, señor.

    Sus ojos se abrieron.

    —No puede hablar en serio. ¿Ya?

    —Parecería que sí.

    No había escapatoria a un desafío por la sede del poder si uno era Concejal. Lucious no tenía más remedio que enfrentarse al retador en la lucha a muerte, o ser ejecutado por no cumplir con las leyes. Si Helena no hubiera estado con él, habría elegido terminar su viaje. Pero para mantenerla a salvo y fuera de peligro, lucharía con todo lo que hay en él.

    Lucious abrió la carta y leyó la información de la tarjeta.

    —El retador llegará en dos días. —Se encontró con los ojos temerosos de Grim—. No te preocupes por mi seguridad. Lo derrotaré, sea quien sea. —Deslizó la carta en su bolsillo y agregó—: Quiero que vigiles a Helena. Mantenla a salvo. Si sucede algo, quiero que me informen de inmediato.

    —Haré lo que me pida —respondió Grim y se inclinó—. ¿Debería pedirle a alguien que entrene con usted en la sala de entrenamiento?

    —Pregúntale a quien no esté de cacería. Estaré allí en breve.

    —Entendido, señor.

    El acechador se fue y Lucious regresó al dormitorio. Se sentó en el borde de la cama y miró el rostro dormido de Helena. Sus vidas estaban unidas para siempre con un lazo del alma. No podía perder ante este retador. Para que eso sucediera, necesitaba volverse más fuerte y obligar a los otros vampiros a temerle. El gobierno de Eliza duró dos mil años por una razón. Era despiadada en sus juicios y nunca mostró debilidad por nadie, ni siquiera por los más cercanos a ella. Sería una tontería de su parte no tomar una página de su libro y aprender todo lo que pudiera. Si deseaba sobrevivir el tiempo suficiente para experimentar la felicidad con Helena, necesitaba ganar todas las peleas que se le presentaran.

    Detrás de él, cerró la puerta y escudriñó el pasillo. Los terrenos del Consejo normalmente estaban llenos de vida cuando llegaba la noche. Esta noche, el silencio era tangible. Lucious metió las manos en sus bolsillos y caminó hacia el otro lado del edificio donde se encontraba la sala de entrenamiento. Le habría pedido a Hans un combate de entrenamiento, pero sabía que ese vampiro estaba ocupado dando un paseo con su amante por los jardines. Sería inapropiado que Lucious se entrometiera en su tiempo juntos. Hans era un buen hombre y se dedicaba a su trabajo como concejal suplente. A los ojos de Lucious, Hans tenía la capacidad de convertirse en un gran hombre en los próximos años, solo tenía que creer en sí mismo y salir de la sombra que Vincent había creado. Tales hazañas no sucedían de la noche a la mañana, Lucious lo sabía. Se necesitarían años, incluso décadas, para ver a Hans llegar a su verdadero potencial.

    En la puerta de la sala de entrenamiento, se detuvo y escuchó los sonidos que venían del interior. Se dio cuenta de que alguien usaba los blancos para practicar lanzamiento de cuchillos. Se quitó la chaqueta de esmoquin, se la colocó sobre el brazo y entró en la habitación con una sonrisa en el rostro.

    —Andrea, es bueno ver que mantienes tus habilidades a punto —comentó cuando identificó a la acechadora.

    Ella dejó lo que estaba haciendo, moviendo los brazos a los costados como un soldado. Su cabello color hollín caía sobre sus hombros, a juego con el atuendo negro que vestía de pies a cabeza.

    —Escuché de Grim que deseabas entrenar conmigo. ¿Quieres hacerlo ahora?

    Lucious asintió y arrojó su chaqueta al suelo. Desabrochó los botones de las mangas de su camisa y los enrolló hacia atrás hasta que le llegaron a los codos.

    Mientras tanto, Andrea estiraba los brazos y las piernas.

    —¿Te gustaría trabajar en tus habilidades o pelear?

    —Quiero practicar mi habilidad con el fuego, así que te sugiero que te amarres el cabello para evitar que quede atrapado en las llamas.

    Ella se arregló el pelo en un peinado apretado y movió los hombros.

    —Comience cuando esté listo, señor.

    Lucious cerró los ojos y soltó el control de sus escudos mentales. La energía que había mantenido oculta se derramó como agua de mar rompiendo una presa. Escuchó a Andrea ahogando un gemido. Tenía casi la misma edad que él en años de vampiro, pero no había desarrollado ninguna habilidad. Había jugado con la idea de permitir que los pocos acechadores en los que confiaba bebieran su sangre para fortalecerse. Pero tal acción podría enviarlos a un descenso, y no podría perdonar a ninguno de ellos a medida que se desarrollaban los eventos.

    Abrió los ojos. El poder del fuego calentó sus venas y se extendió desde su centro hasta la punta de sus dedos. Levantó la mano, con la palma hacia ella, y disparó una bola de fuego en su dirección que ella esquivó con facilidad. Cada vez era más fácil controlar este poder a diferencia de la capacidad de ver el futuro o la capacidad de velocidad de su señor. Nunca fueron lo suficientemente estables como para que él los aprovechara.

    —Este tipo de ataque es fácil de evitar si lo esperas. —Andrea arrojó un cuchillo que le rozó la oreja—. Un contraataque podría matarte si no tienes cuidado.

    —Tienes razón. Debería usarlo cuando la atención del oponente está en otra parte. —Permitió que el fuego envolviera su mano hasta la muñeca. Cargando hacia ella, comenzó a luchar con los puños mientras mantenía vivas las llamas.

    Andrea esquivó y paró sus ataques. Se las arregló para darle un puñetazo en el estómago cuando él estaba cambiando de postura para tener un mejor equilibrio. El dolor hizo añicos su concentración y el fuego se extinguió.

    Ella saltó hacia atrás y plantó las manos en las caderas.

    —Tu habilidad es inestable. Si todo lo que se necesita es un buen golpe, entonces no puedes confiar en él en la batalla.

    —Lo sé. Es difícil mantener el mismo nivel de concentración y enfocarse en la pelea al mismo tiempo.

    —Maestro Lucious, ¿puedo sugerirte que pruebes la meditación?

    Él se echó a reír.

    —¿Quieres que me convierta en el próximo Buda?

    Ella puso los ojos en blanco.

    —Te permite entrar en contacto con tu yo interior. Si lo piensas bien, ya haces una breve meditación antes de invocar la llama. Entonces, ¿por qué no intentar explorar más opciones?

    —Tengo dos días antes de que llegue mi retador. No creo que sea una buena idea para mí perder los días soñando despierto. —Volvió a conjurar las llamas y giró la mano mientras las observaba bailar a lo largo de su piel. Sus dedos se cerraron en un puño cerrado—. Continuemos.

    Sin más preámbulos, atacó.

    2

    NOTICIAS INESPERADAS

    MAYA

    Maya tuvo que regresar al Reino de los Demonios según la orden de la Reina Baal. Algo grande estaba ocurriendo, y todos los miembros del Alto Consejo estaban invitados a un elegante baile de máscaras donde los demonios se vestían para impresionar o, al menos, hacían que su energía de sombra se enroscara alrededor de sus cuerpos en vestidos similares a los que se veían en los Oscar.

    Mezclarse con los otros demonios estaba fuera de la mesa para ella. Solo se preocupaba por su amiga, la princesa Amaenagh, que no se encontraba por ninguna parte. El único otro demonio que conocía era Eirik, y no deseaba verlo. Él era un problema, y ella estaba técnicamente comprometida con él…

    Tomó una bebida de la bandeja del mesero y tragó la energía del alma destilada. Fue genial ver el contenido de la flauta brillar con un millón de colores, pero ella no estaba allí para felicitar la reserva de alcohol de la reina.

    Justo cuando Maya estaba a punto de dejar escapar una queja, la reina se levantó de su trono en lo alto del salón de baile y golpeó su vaso con la uña curva.

    —Altos Consejeros e invitados importantes, hay algo que deseo anunciar.

    Maya apoyó la espalda contra la pared y esperó mientras los otros once Altos Consejeros y sus socios susurraban entre sí las posibilidades de lo que podía decir que requería la presencia de todos y cada uno de ellos.

    «¿Podría retirarse la Reina de los Engendros Demonios? —Maya resopló—. Dudoso». Esa mujer amaba demasiado su corona brillante y sus enormes alas. Baal era la única que podía volar entre ellos, ¿quién querría renunciar a eso?

    —… estar buscando a un sucesor. Ya tengo uno en mente —la reina siguió pronunciando su discurso.

    Los Altos Consejeros estallaron con preguntas que lanzaron a la Reina.

    La cabeza de Maya se giró en dirección al trono. «¿Baal está renunciando al trono? ¿Por qué?» Ella vio a la Oráculo que estaba detrás de la espalda de la reina; otro ser misterioso que residía en ese reino. Nadie sabía de sus orígenes o de lo que hacía fuera de aconsejar a los que estaban en el trono. No solo eso, ella había existido desde que el primer rey fue coronado. Luego, uno por uno, los reyes y reinas fueron derribados de su trono y reemplazados por demonios más poderosos. Hasta ahora, según los recuerdos que Maya tenía de Lazarus, descubrió que esos miembros de la realeza quedaron atrapados en las Puertas del Demonio y se convirtieron en los archidemonios que conocían.

    Sus ojos se abrieron y su boca se abrió. «¿Podría Baal estar pensando en convertirse en parte de otra puerta como sus predecesores?» Claro, los suministros de almas se habían reducido desde que una de las puertas se había derrumbado. Maya hizo su parte para contener al Archidemonio Tanatos en el Reino Humano atrapándolo en el cuerpo de un hombre mortal, pero ¿cuánto duraría eso? Y, dependiendo de quién fuera coronado a continuación, las reglas de entrada y salida del reino podrían cambiar.

    —¡Mierda! —siseó en voz baja.

    Dejando atrás la fiesta y a los ruidosos demonios, dispersó su forma y viajó a la habitación de Amaenagh en la torre del palacio. Llamó a la puerta, esperando a la princesa. Cuando no pasó nada, miró a su alrededor. No había nadie en el pasillo. Entonces, como cualquier buen demonio, abrió la cerradura y miró dentro.

    Amaenagh no estaba en su habitación. Estaba oscuro y vacío.

    Maya se coló, cerrando la puerta detrás de ella.

    —¿A dónde fue?

    Se dirigió a la ventana, mirando la vista de la Ciudad Dorada. La Cúpula en la que estaban encerrados estaba alimentada por la energía de la reina actual. Entonces, si ella renunciara al trono, ¿no se derrumbaría? Todos en la ciudad estarían en grave peligro por parte de los menores que vagaban por las tierras baldías.

    —La princesa ya no está en el Reino de los Demonios, según nuestro último informe.

    Maya saltó. Se dio la vuelta para encontrar a la Oráculo sonriéndole. La mujer era hermosa de una manera etérea. Le recordó a Maya a un gran elfo o alguna diosa que no encajaba con la multitud de abajo.

    —¿Cómo supiste dónde encontrarme?

    La Oráculo se acercó a Maya y luego miró por la ventana con sus gélidos ojos azules.

    —Te seguí, por supuesto. Te volviste muy cercana a Amaenagh desde que renaciste como una demonio. Sería estúpido de mi parte no seguir tus movimientos.

    —Lo estás diciendo como si quisiera lastimarla o algo así.

    —O algo así, sí… Ella es la próxima opción lógica para convertirse en nuestra reina, ¿no crees? Los Altos Consejeros discutirán y pelearán, empujando

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