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Del Infierno al Paraíso
Del Infierno al Paraíso
Del Infierno al Paraíso
Libro electrónico316 páginas5 horas

Del Infierno al Paraíso

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Información de este libro electrónico

Un relato impactante basado en hechos reales.
El autor nos cuenta en su libro Del Infierno al Paraíso cómo su protagonista Alvaro Rozo, sumergido durante más de 30 años en el mundo de la delincuencia, el licor, las ollas del vicio, el abandono y la soledad, habiendo llegado al límite de sus fuerzas físicas, acepta la ayuda que ofreció el gobierno a un grupo de indigentes de la zona del Cartucho en Bogotá y da comienzo a una nueva vida, lejos de esas calles fantasmales y nauseabundas, tal como se relata en esta obra.

Sumérjase en la verdadera historia de lo que fue la Calle del Cartucho en Bogotá, una zona urbana infame por su pobreza, delincuencia y violencia. Conozca ese universo de miseria, hambre y depravación que se vivió en el barrio Santa Inés, a través del relato que lo llevará por un mundo oscuro y desconocido.
Descubra una inspiradora lección de vida a través de esta historia poderosa en la que el sufrimiento físico, social y psicológico del protagonista pudo transformarse en lo que constituye este testimonio de rehabilitación y superación personal.

IdiomaEspañol
EditorialMax Goldy
Fecha de lanzamiento5 jun 2023
ISBN9798223669678
Del Infierno al Paraíso
Autor

Max Goldy

Max Goldy es el pseudónimo utilizado por la Psicóloga clínica Cecilia Cadena Ramos, cuando escribe historias y testimonios de vida basados en sus pacientes, especialmente aquellos que han superado el tortuoso camino de la drogadicción. Cecilia Cadena es profesora universitaria de psicología. Es conferencista especializada en el tema de aprender a envejecer y sobre desarrollo humano a grupos de diferentes status y nivel universitario por lo que ha logrado una gran influencia en las personas que han asistido a sus talleres o terapia individual. Ha sido psicóloga clínica en la universidad Nacional y obtuvo su título como psicóloga en la universidad Santo Tomás. Posteriormente ha cursado especializaciones en: Neuropicología, Gerontología, Pedagogía y Docencia Universitaria.

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    Vista previa del libro

    Del Infierno al Paraíso - Max Goldy

    Título: Del Infierno al Paraíso

    Libro testimonio

    Max Goldy

    Bogotá – Colombia – 2023

    Del Infierno al Paraíso

    ––––––––

    Max Goldy

    INDICE

    Contenido

    DEDICATORIA

    AGRADECIMIENTOS

    PRÓLOGO (Germán Tessarolo)

    PREFACIO (Cecilia Cadena Ramos)

    LOS PROPÓSITOS DE ESTE LIBRO

    INTRODUCCIÓN

    EL HOGAR PERDIDO... UNA RUTA EQUIVOCADA

    REENCUENTRO CON MI MADRE...

    INTENTANDO EL CAMINO DEL BIEN

    EN LA CÁRCEL...

    APRENDIENDO EL VALOR DE LA LIBERTAD

    REY EN EL PATIO DE LOS LOCOS

    MI FAMILIA...

    AMOR O VICIO

    LA ADICCIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

    EL CARTUCHO Y SUS ÑEROS

    EL BAZUCO

    LA CASA QUE PARECÍA UN PUEBLO

    EL INGRESO A LAS OLLAS EN EL CARTUCHO

    EXTERMINIO DEL CARTUCHO

    PRELUDIO DEL FINAL

    BOMBAS  Y DESTRUCCIÓN

    DURANTE  LA POSESIÓN DE URIBE

    EN EL BOSQUE...

    UN MUNDO NUEVO

    DESDROGADICCIÓN

    LUCHA INTERIOR

    PRIMERA RECAÍDA

    LA SEGUNDA CAÍDA

    EL TRIUNFO ME LLAMA

    RENACER...

    UN PRESENTE PREÑADO DE FUTURO

    RECONOCIMIENTO ESPECIAL

    DEDICATORIA

    No ha sido nada fácil para mí el  llegar a esta estancia de mi vida en la cual me he empezado a querer de muy buena manera y para ello me tocó aprender a  corregirme, a quererme y ser un humano humilde, meticuloso, correcto, educado extremada­mente juicioso, organizado, disciplinado, estudioso, respetuoso y comprometido en sacar adelante mi proceso y proyecto de vida, para de esta manera retribuir con ello a todas las personas que durante estos trece largos y muy difíciles años han estado a mi lado muy pendientes de mi resocialización brindándome su apoyo y aliento tan necesario en este difícil y pedregoso camino del bienestar total  y de esta manera he logrado salir adelante.

    Consciente de mis actos y en muy buen uso de mis facultades mentales formalicé un gran compromiso con nuestro padre Dios, con la sociedad en general, con los lectores de mi primer libro, conmigo mismo y con todos vosotros. Y para poder volver a renacer he sacado fuerzas de donde menos me lo imaginaba y con mi voluntad de acero inquebrantable prosigo en este arduo trasegar y en este mi nuevo camino de mi nueva vida, la cual para nada ha sido color de rosas, por el contrario, ha estado llena de calamidades y de vicisitudes de toda índole, tal vez con el fin de buscar que yo pierda el sentido de mis actos; pero al contrario, todos estos contratiempos me han fortalecido más y más y me he llenado de un coraje especial para derrotar todo lo que esté en mi contra; prosigo con mucha paciencia y perseverancia en busca del triunfo.

    Todo esto se convierte en una razón más para dedicarles de todo corazón esta obra a mis más cálidos e insignes amigos y benefactores, quienes me animan a no claudicar en mis nuevos propósitos: el Dr. Álvaro Díaz Camargo y Dra. Cecilia Cadena Ramos; y a mi amados hijos e hijas, por su afecto y  apoyo incondicional para conmigo durante mi proceso de resocialización y durante el desarrollo de esta obra.

    AGRADECIMIENTOS

    ––––––––

    En primerísimo lugar le agradezco con todas las fuerzas de mi ser a mi Padre Celestial Dios, creador del confín del universo por mantenerme aún con vida y salud, razón por la cual pude llevar a feliz término la culminación de esta vuestra obra la cual se la dedico de todo corazón ya que él es el Rey y dueño de todo.

    A mis amados hijos e hijas Alicia, Shirley, Álvaro y Víctor, a quienes amo y han sido mi alegría, mi aliento, y me han aceptado en todos los momentos de mi vida; y cómo olvidar a mis nietos y nietas que con su total lozanía y hermosura, le dieron un respiro a mi nueva vida y ánimo para continuar en mi lucha cotidiana.

    No hay palabras que puedan recomponer lo perdido, pero sí tendría que buscar la manera para poderos brindar al menos algo elocuente y perdurable. Y nada mejor que mi cambio de vida y mis libros escritos y publicados, total lo he cumplido al pie de la letra y seguiré mejorando y mejorando hasta el fin de mis días, estos son momentos reservados por nuestro Padre Dios que nos muestra de esta manera su bondad, magnificencia, misericordia y poder.

    Agradezco por su tiempo, amor, respeto, apoyo, generosidad, altruismo, amabilidad, consejos, colaboración, disposición, hospitalidad, confianza, bondad, compañía, paciencia, comprensión, sugerencias, sencillez y ayuda desinteresada, al Dr. Álvaro Díaz Camargo, a la Dra. Cecilia Cadena Ramos, coautora de esta obra, a la Sra. Myriam Ramos y su numerosa y generosa familia que me acogió; a Germán Tessarolo, pintor ítalo-colombo-argentino, quien ha tenido la amabilidad, disponibilidad, gentileza y generosidad de donarme las pinturas para las portadas de algunos de mis libros.

    A los distintos Hogares para adultos mayores donde fui acogido, hogares adscritos al Bienestar Social del Distrito, en Bogotá, Fusa, Sasaima y Melgar y sus equipos interdisciplinarios llenos de dinamismo, inteligencia, ánimo y muy buena disposición para realizar sus actividades cotidianas, siempre procurando lo mejor para todos y cada uno de los integrantes.

    Gracias infinitas a todos y cada uno de ustedes por ser incondicionales, y a Usted, querido lector, por haber apoyado y apreciado la creación de un hombre que ha renacido a la vida, GRACIAS.

    PRÓLOGO

    Germán Tessarolo

    Tuve el placer de distinguir, hace ya más de 10 años al hermano Álvaro Alfonso en mi estudio, recién salido del Cartucho cuando daba comienzo a su proceso de resocialización donde me pidió el favor de le ilustrar la portada de su primer libro, Yo Salí del Infierno. Desde esa misma época nació una amistad de respeto mutuo la cual se ha ido acrecentado de muy grata manera, con el paso de los años, donde gustoso doy fe de su total recuperación personal, la cual he podido apreciar haciéndole entrega de las portadas de sus nuevos libros que con muchísimo gusto se las he elaborado.

    Yo conocí personalmente esa zona tétrica, desoladora y macabra del cartucho, cuando colaboré para una fundación que dirige el pastor Guillermo Betancur que se hizo en ese lugar y logramos, con el producto de la donación de varias de mis pinturas, rescatar para lugares dignos a 100 niños y niñas que deambulaban en ese barrio de miseria y oprobio, y deambulan hoy por hoy cientos de miles ofreciendo sus CUERPECITOS débiles y maltrechos por los malditos vicios dentro de esos laberintos cubiertos de sangre inocente, putrefactos Y fantasmales, donde Satanás es el rey.

    El autor también se crio en ese mundo de miseria, maldad, corrupción y muerte, ya que desde la edad de 5 años era habitante de calle y fue obligado a formar parte de una banda de asaltantes de bancos y contrabandistas, delinquiendo en todas las formas y modalidades del hampa organizada, y por supuesto, el pan diario era el consumir todo tipo de alucinógenos, licor y vicios por doquier. Muy asiduo cliente de las ollas donde se moría por no tener un fósforo, un cigarrillo o por puro placer; la muerte será por siempre la reina de esos antros de perdición donde residió por más de 50 años, ya que no quería vivir la realidad de su vida y la única manera era consumir para escapar.

    Fue un círculo vicioso por más de 5 décadas rodando de cárcel en cárcel, de hospital en hospital recibiendo heridas de todo tipo, donde también perdió a su mujer y a sus hijos, sus amigos, sus familiares más cercanos, su dinero, quedando en la completa miseria y llegando al umbral de la muerte debido a su enfermedad pulmonar.

    Álvaro Alfonso le clamó a Dios que lo sacara de esa pesadilla o lo dejara morir, el Señor lo escuchó en su gran misericordia y de esta manera dio comienzo a su nueva vida lejos de esas calles fantasmales y nauseabundas, de esos seres demoniacos, dando al olvido lo que ya quedó atrás y lanzándose de lleno a un nuevo amanecer. Concentrán­dose en la escritura para dejar plasmado, de manera auténtica y genial, los sinsabores de la dejación personal, cómo se duerme en la calle, en el físico andén, dentro de un carro esferado en un cambuche mugriento y pulgoso con más de 20 habitantes de calle, hombres, mujeres, niños y perros, durmiendo como animales o dentro de una estación de policía, golpeado, hambriento, sintiendo dentro de todo su ser la repulsión y el olvido familiar;  a lo que se llega por estar dentro del mundo del mal!...

    Dentro de esta maravillosa narrativa, encontraremos también el lado bonito y amable de la vida. Su nuevo renacer, el reencuentro familiar con sus hijos y hermanos a los cuales no veía en más de 15 años, sintiendo el afecto, cariño y amor que le profesan sus hijos y nietos y familiares. Hay amigos que jamás le han volteado la espalda y que hoy por hoy se encuentran felices y orgullos de su nuevo renacer; estos son los regalos de nuestro Padre Dios, que le premia los esfuerzos, sacrificios y vicisitudes por las que le ha tocado pasar en esta, ¡su nueva vida!...

    Muy a pesar de estar dentro de un lugar de protección para la persona mayor –antes llamados ancianatos- por su falta de recursos económicos sale diariamente a pie de la mano de Dios, como lo ha venido haciendo desde el inicio de su proceso, llevando el mensaje de la paz, el amor y la esperanza de un vida mejor, inculcando en sus conferencias a los estudiantes, profesores, padres de familia, juntas de acción comunal, estamentos públicos y políticos, la necesidad de la prevención para los niños y niñas de nuestra patria y del mundo en general y dentro de la ollas de consumo de cualquier lugar de nuestra patria, donde muestra los alcances logrados y ha rescatado y seguirá rescatando con su presencia física, a muchos compatriotas que ya forman, dichosos, parte de nuestra sociedad; y proseguirá con más ímpetu y entusiasmo en esa su labor, por propósito divino, rescatando también con sus escritos a todo aquel que quiera cambiar.

    Álvaro Alfonso es hoy todo un ejemplo de vida y superación personal, demostrando de manera fehaciente que sí es posible derrotar los vicios de la vida y es todo un deber social apoyarlo en su nuevo renacer, donde él con el acompañamiento permanente de nuestro Señor Jesucristo y sus amigos del alma seguiremos gustosos y complacidos apoyándolo de la mano de la voluntad divina. Tengo el honor de ilustrarle la portada de este su segundo libro, donde da su testimonio de vida como un hombre totalmente recuperado, y a través de sus relatos podemos conocer ese siniestro laberinto de aberración y muerte y tenderles nuestra mano caritativa y amiga a otros habitantes de calle, para que encuentren un mundo mejor y puedan restaurar sus vidas, ya que es todo un regalo de Dios el encontrarnos vivos y alejados del demonio de los vicios y con ansias y ánimo en nuestros corazones para servir de puente y mejorar de esta manera  la calidad de vida de tantas personas necesitadas de nuestra ayuda.

    Germán Tessarolo

    PREFACIO

    ––––––––

    Álvaro Alfonso Rozo Forero hizo parte de un grupo de residentes del Cartucho, zona peligrosa del centro de Bogotá, quienes fueron sacados del lugar como desecho social, como población indeseable que afeaba y convertía en un peligro a un sector impor­tante de la ciudad, rechazados por ser la representación misma del mal, las drogas, la delincuencia, la destrucción personal, con su cuerpo sin bañar, su ropa sin cambiar, rostro marcando la locura y la irracionalidad.

    El Cartucho venía siendo foco de interés para diferentes alcaldes en Bogotá, pues era una zona que había que recuperar, ya que cada vez más crecía una población en deterioro por la venta y el consumo de drogas, porque había una concentración de habitantes de calle, conllevando el abandono, la delincuencia, la prostitución, de tal manera que en el año 2.005 bajo la Alcaldía de Luis Eduardo Garzón, se tocó el punto culminante del desalojo de esta población; algunos desde años antes a través de programas de reubicación, otros porque se unieron a zonas de similares características y éstos al final porque al hacer cierre formal de la zona no podían entrar a sus cambuches y empezaron a deambular por Bogotá.

    La reacción de rechazo por parte de un alto porcentaje de la ciudadanía, a través de protestas generalizadas que se preocupaban porque estos personajes, ahora desparra-mados por la ciudad, como sacados de un hormiguero, se convirtieran en sus nuevos vecinos, no se hizo esperar. La Alcaldía, como solución temporal, los ubicó en el viejo Matadero de Bogotá, pero el problema seguía latente. Del Matadero empezaron a ubicarlos en diferentes instituciones de protección, en diferentes ciudades o en otros focos similares por decisión personal.

    Cuando todo ello ocurría, me encontraba como Psicóloga en el Centro de Desarrollo Social Bosque Popular, del Bienestar Social del Distrito, lugar de protección para ancianos vulnerables y en pobreza en Bogotá, bajo el proyecto 7217. Fue grande mi sorpresa y la del equipo interdisciplinario, al enterarnos que traerían a este Centro 47 de las personas del Cartucho que estaban en el Matadero, como una medida de emergencia. Ello implicó que la misma cantidad de ancianos salieran trasladados a ONG con las que el DABS tiene convenio.

    Así, a partir del 27 de abril del 2005 empezaron a desfilar grupos de entre 6 y 10 de estos personajes por la institución. Llegaban con sus barbas de muchos meses, con su cuerpo sucio, su caminar pausado, fantasmal. En sus rostros, en medio de pelos y mugre salía el brillo de unos ojos tristes, confundidos, con las marcas de la adicción; sumisos unos, asustados otros, y algunos con claros signos de agresividad como mecanismo de defensa habitual. Parecían incapaces de hacer mal a alguien, su estado no reflejaba los actos bárbaros por los que algunos de ellos pagaron condenas en las cárceles del país; ahora se manifestaba solo la desolación, la pobreza, la soledad y la necesidad de alimentarse y descansar, pues cuando se está en el vicio del bazuco se duerme poco y cuando se logra lo hacen con un ojo abierto y otro cerrado por los temores a las venganzas, deudas de vicio y grupos de limpieza social, entre otros.

    Álvaro Alfonso era uno de esos personajes; él describe su llegada al Albergue del  Bosque en este libro. Después de bañarse y afeitarse, quedó luciendo un rostro demacrado por el hambre, el consumo de sustancias, la falta de sueño, su piel maltratada por la mugre, el viento, el mal ambiente, las sustancias psicoactivas, y sus arrugas formando surcos que permitían leer su soledad, el dolor, la falta de ternura y caricias de un verdadero amor; su piel había tomado un color azuloso, manchado; su cuerpo flaco en extremo, con la carne suficiente solo para forrar sus huesos y la espalda con una pequeña curva marcando la posición habitual de consumo. Pero su voz me permitió saber que seguía conservando el orgullo: se presentó ante el grupo de profesionales, con una voz fuerte, áspera, denotando mando y soberbia.

    Todos debían ser valorados por Psicología, pero di la prioridad a Álvaro pues me llegaron quejas de su actitud agresiva con algunas de las personas de la institución; agresividad no física sino verbal, desde una actitud impositiva. Era seguramente la actitud habitual al llegar a las cárceles, para evitar ser blanco de delincuentes más peligrosos y fuertes. Así, fue uno de los primeros que cité a mi consultorio. Nunca había tenido en perspectiva de consulta una lista de personas indigentes o desechables como los llamaban en la ciudad. Sentado por primera vez frente a mí, a sus 60 años, de piel azulosa, reseca, manchada, con una cicatriz desde la comisura del labio hasta la quijada, labios casi morados, sin un solo diente, flaco, con ojos algo extraviados no solo por la dureza sino por el estrabismo en su ojo izquierdo. Cabello abundante y opaco, entre negro y cano, mal peinado, le daba un semblante impactante y quizás algo aterrador.

    Durante esa primera consulta no cerré la puerta, como precaución frente a estas personas que, más que seres humanos corrientes, parecían espectros salidos de una caverna de ultratumba, personajes venidos de otra dimensión, de los cuales no se sabía nada y había que conocerlo todo, pues sus vidas resultaban demasiado distantes en hábitos y costumbres a las de cualquier ciudadano; y no se sabía cómo podían reaccionar o cómo nos percibían. La ropa y zapatos le habían sido regalados el día anterior en el Albergue: un pantalón verde con una chaqueta raída, sin medias –pues como nunca las usaba le producían ardor. Pude ver en el espacio de piel entre sus zapatos y el pantalón unas manchas que según me refirió él, eran señales de patadas, golpes de bolillo, disparos... maltratos del pasado.

    El objetivo terapéutico estaba dirigido entonces a que este hombre empezara a aceptar la normatividad y plan de convivencia para facilitar la relación interpersonal entre sujetos acostumbrados a quitar y perder la vida hasta por una cerilla. Debíamos garantizar el orden entre ellos mismos y la seguridad para los ancianos que residían allí y para todos los trabajadores. Me senté frente a él con el imaginario de un hombre agresivo dispuesto a caerme encima o a gritos por cualquier expresión equivocada de mi parte. Sin embargo, me encontré con un hombre que me miraba con respeto y tranquilidad, un poco a la expectativa. A poco de profundizar se hizo evidente que su situación era resultado de una infancia espeluznante, en donde el dolor, el abandono, el manejo de su familia, lo llevaron a vivir un destino no merecido por ningún ser humano. La narración de su primera condecoración al honor, una puñalada cerca del corazón a la edad de seis años, fue un detonador para abrir toda mi percepción, sin imaginarios, dispuesta a escucharle, como una persona que truncó su destino en las calles, las ollas del vicio, las cárceles y la delincuencia, pues sus padres adoptivos fueron los componentes de una banda de delincuentes, llamada la Banda de la Pesada.

    Por ello mi objetivo inicial de facilitar un buen proceso de adaptación y buena conducta en la institución se amplió para darle a Álvaro el espacio para expresarse y para que me enseñara acerca de ese mundo tan oscuro y desconocido del vicio, las cárceles, los falsos placeres y la delincuencia. Su historia me conmovía y me daba a conocer vivencias que parecen imposibles; era absurdo que un niño de 6, 8 o 14 años tuviera que vivir la crianza y el desarrollo como los vivió él; era dramático que sus experiencias de joven y de adulto tuvieran tal desajuste, desestructura, soledad, inadecuación. Y algo que me conmovió y despertó mi deseo de avanzar en un proceso de recuperación fue encontrar aun en este hombre gestos y acciones de buena educación, de sensibilidad y hasta ternura que seguramente brotan de su naturaleza y de los pocos momentos de buena crianza que hubo en su vida.

    ¿Cuál sería mi postura terapéutica? ¿Qué podía esperar de este hombre de 60 años con 53 de ellos sumergido en el vicio, la delincuencia y la soledad?

    Su historia resultaba tan impactante que le propuse que me permitiera grabar algunos de sus relatos para transcribirlos y hacer un libro con su historia; ese fue el primer paso hacia la creación de Yo salí del infierno, que fue el título en el que pensamos para su primer libro. Después de mi rutina de trabajo, yo llegaba a casa a transcribir en mi computador su relato y el de algunos de sus compañeros. Esto me permitía releer el material y detenerme en detalles que podría profundizar en la siguiente sesión.

    La Terapia implicaba muchas maneras de rehabilitación entre las que sobresalía la liberación de la adicción al consumo de sustancias, rehabilitación social, rehabilitación laboral. Una de las recaídas en su proceso se presentó un día del mes de Junio, cuando solicitó un permiso de salida por seis horas y su ansiedad por el consumo del bazuco era fuerte aun, así que salió en la mañana y regresó 4 días después, con señales de haber consumido, pues su pulmón se encontraba muy afectado. Mi preocupación por su suerte, dio paso a mi gran alegría por volverlo a ver, ya que por experiencia se sabe que esas recaídas son parte natural del proceso, así que no lo vi como una derrota. Es difícil amarrar a las personas; lo que sí podemos hacer es influir y trabajar para que quieran permanecer en un proceso terapéutico, que al final es decisión de cada cual. ¿Cómo encerrar a un hombre de 60 años cuyo hogar fueron las calles y las cárceles?

    Tomé la decisión de incluir en el proceso terapéutico de Álvaro Rozo el ejercicio de escribir él mismo el relato; de esta manera, en cada encuentro terapéutico revisaríamos lo que había redactado en la semana, como una base para avanzar y profundizar en ese encuentro consigo mismo, sus raíces, sus valores, sus amores... en fin, su vida toda. Para mi sorpresa, él aceptó gustoso y empezó a dedicar la mayor parte del día a escribir de su puño y letra cuadernos completos que aún conservo. Luego nos dedicamos a transcribir, él dictándome y yo copiando en una máquina de escribir y ambos dialogando en torno a la historia y a esa realidad. Así que al tiempo que hacíamos un proceso terapéutico a través de sus escritos, teníamos el encuentro de consulta para retomar su historia, su presente y su porvenir.

    Me di cuenta complacida de que Rozito, como lo seguí llamando, respondía a mis propuestas con una gran disciplina de trabajo o que simplemente aprovechaba el proceso para contar con mi compañía, mi escucha, nuestros diálogos; no importan las razones del momento, lo interesante fue que se dedicó a escribir y además a hacerlo con orden, estructura, con grupos de narraciones que permitían una obra organizada. Este paciente tenía dotes de escritor, algo natural y genuino que le propuse desarrollar en este momento de su vida en que la actividad cotidiana con un propósito definido es de gran importancia. Pasando el tiempo, disminuyó ostensiblemente su deseo de salir a consumir bazuco y tanto el libro como el proceso terapéutico marchaban satisfactoriamente, dentro de las ocasionales recaídas. Hubo crisis, por supuesto, como la de agosto de 2005, cuando debido a las festividades del mes del adulto mayor en la institución, con cierto ambiente de fiesta se fue a buscar a su última compañera quien había salido de la cárcel con el acuerdo mutuo de que ambos seguirían limpios, sin consumo de drogas. El la encontró en una de las ollas, con amigos consumiendo, lo que le produjo un gran impacto emocional que lo llevó también a consumir. ¿Orgullo? ¿Rabia? ¿Decepción? ¿Tontería? Quizás... ¿justificación para consumir?

    Empecé a dedicar tiempos extras a mi rutina como psicóloga de la institución, después de las 5 de la tarde y antes de las 7 de la mañana, lo que favoreció su deseo de permanecer en la institución. Además, compré un computador portátil de segunda mano, de mi bolsillo, para facilitar la digitación y justo se lo llevé en uno de sus días de crisis. Posteriormente me confesó que ese día venía decidido a decirme que no quería seguir escribiendo, pero el ver mi compromiso hasta el punto de comprar un computador, para él le hizo retomar su entusiasmo.

    Toda esta disciplina, mi tiempo de dedicación, la fe que yo ponía en él, la fe que él ponía en mí, su dedicación sistemática, la construcción de una ilusión, el avanzar en un proyecto concreto que tenía una secuencia y apuntaba a algo real, hicieron un gran impacto en la autoestima de Álvaro. Esto fortaleció su voluntad para no consumir drogas y para tener una dirección. Logramos construir un gran equipo de trabajo.

    Creo que un elemento vital en este proceso fue que Álvaro Rozo se sintió incondicio­nalmente aceptado y apreciado, lo cual le ayudaba a dar pasos hacia su bienestar que a la vez fortalecían mi confianza en él y reafirmaba mi convicción de que valía la pena seguir adelante. Le transmití mi percepción de él como un ser humano total, con capacidades potenciales que podían desarrollarse y se sintió estimado, valorado; en el transcurso de su vida se había leído a sí mismo como una piltrafa, un ser de segunda, no tanto por él mismo sino por la manera como se creía visto por los demás. Yo le di mi confianza, creí en él y le dediqué tiempo, energía, afecto y entendimiento.

    Así, logró una redefinición de sí mismo. Ya no era un adicto sino un escritor; ya no era un delincuente sino un hombre aportando enseñanza a la sociedad de bien. Sus contextos fueron nuevos: restaurantes, centros comerciales, casas de familia, pues no solo nos reuníamos en el consultorio sino que en compañía de mi familia lo incluimos en ambientes en los que era un señor y no un "ñero". Por tanto, otro logro fue darle a conocer nuevos contextos y que se diera cuenta que tenía cabida en ellos. Trabajamos también sus relaciones interpersonales, la pro actividad, las percepciones... Pusimos atención a sus ilusiones, su autocuidado personal -piel, cabello-, lustrado de zapatos, hasta la manera de presentarse; sus reacciones, su discurso, el alejamiento del alcohol, el rechazo al cigarrillo que agredía sus pulmones maltrechos... es decir, simultánea­mente trabajamos varios objetivos que se apoyaban unos a otros.

    Este libro refleja el proceso que vivió Álvaro Rozo a lo largo de su vida en la delincuencia, las cárceles, los vicios y hasta el presente, su rehabilitación; cómo llegó desde los 6 años a ser parte de una banda de delincuentes y a un reformatorio; qué pasó con su familia, cómo después de pasar 32 años en El Cartucho superó la adicción y se reencontró con sus hijos.

    Álvaro Rozo ha logrado mucho, es como caminar sobre una cuerda floja y ya se encuentra al final de ella. Naturalmente lo siguen asaltando los momentos difíciles, las complicaciones del entorno; su proceso es dinámico, vivo, presente y por lo tanto sigo acompañándole de cerca. Los habitantes de calle merecen una oportunidad seria; es verdad que, de muchos, son pocos los que se rehabilitan, pero por aquellos que lo logran, el esfuerzo vale la pena.

    Cecilia Cadena Ramos

    Psicóloga

    LOS PROPÓSITOS DE ESTE LIBRO

    Cuando el ser humano se propone hacer algo lo puede lograr, siempre y cuando tenga un propósito para ello. Por lo mismo a mí me dará una alegría inmensa que alguien que haya caído en los confines del mal, tome conciencia y asuma con tranquilidad un proceso de cambio, espere su pronta recuperación personal y se demuestre a sí mismo que sí se puede lograr lo que se propone con coraje y con altísima fe, con ansias de vivir la vida con plenitud, o sea, dentro del orden moral y mental, lejos de todo vicio que perjudique su entorno, su vida y su familia. Yo, como una persona que ha sufrido, padecido y soportado todo lo habido y por haber dentro de esta similitud de circunstancias, les pido con el corazón en la mano que logren asimilar para bien estas cortas pero profundas enseñanzas y se alejen para siempre de cualquier mal estado de vida.

    Que mi Dios en su santo poder y voluntad colme y aclare vuestra mente para que estos logros se hagan realidad y me conceda el privilegio de que mis escritos sean tenidos en cuenta por personas que quieren romper las cadenas del vicio y por aquellas que dedican su vida a rescatar a quienes caen en él. Dios bendiga sus propósitos y colme de dicha a los suyos por esta sabia decisión que han tomado, pues es la propia para no tener consecuencias desastrosas. También me dirijo a todos aquellos que nunca han consumido, que al leer estas notas aprecien su mente activa y su lozanía radiante y sigan

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