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Presencia negra en la cultura cubana
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Libro electrónico1030 páginas14 horas

Presencia negra en la cultura cubana

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Se trata de la recopilación y edición escrita de las conferencias impartidas en la Televisión cubana, por un amplio número de especialistas sobre la presencia, actuación, dificultades, valores, etc., del sector negro de la población cubana, desde inicios de la colonia hasta nuestros días. El libro está estructurado en tres partes: colonia, república y revolución, y toca diferentes temas dentro de la temática general (etnias, esclavitud, formas de sociabilidad, relaciones interraciales, situación de la mujer negra, literatura y artes, religiones, héroes y personalidades negras, condiciones económicas, deportes, desigualdades, etc.).
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento20 may 2023
ISBN9789597242314
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    Presencia negra en la cultura cubana - Denia García Ronda (Coordinadora)

    Primera parte

    «Vine en un barco negrero»

    (La Colonia)

    Historia de las principales etnias africanas

    traídas a Cuba

    Dr. Reinaldo Sánchez Porro

    Profesor. Universidad de La Habana.

    Esta conferencia tiene que ver con las raíces africanas, de donde vino todo el componente negro cubano, en su amplia variedad. Y para eso nos vamos a trasladar rápidamente al continente africano. Tenemos la intención de iniciar un debate, que tiene que ver con dos nociones fundamentales: el concepto de raza, tan debatido, en cuanto a si es vigente o no, y el de etnia, como elemento que puede o no sustituir al de raza, un tanto culpabilizado por ser raíz del término racismo. Esos serán los elementos esenciales: de dónde vino esa plétora de aportes culturales de diversa condición que la trata de esclavos trajo a nuestro continente para, en el caso cubano, darle una mayor variedad a nuestra cultura.

    Sobre el discutido concepto de raza, recordemos que el origen de la humanidad está en el continente africano. Una serie de descubrimientos en el área de la garganta de Olduvai y la zona circundante, en el África oriental, hace que se considere que allí es donde esta comenzó. Al mismo tiempo, las pruebas arqueológicas, antropológicas, y sobre todo el ADN, han demostrado que tal vez la población más antigua sean los llamados paleoafricanos, los khoisan, en un entorno que no participó directamente en el poblamiento de Cuba porque varias condicionantes hicieron que el componente negro-africano de esa parte no fluyera hacia nuestro país.

    La variedad de tipos físicos de la humanidad se va a producir por una serie de adaptaciones al medio. El hombre sale de África, se lanza a conquistar el mundo y en diversos contextos va desarrollando características que le permiten sobrevivir en la naturaleza; de ahí viene el polimorfismo humano. Es una realidad que el hombre presenta un aspecto diferente en distintos lugares; si procediéramos a quitar la palabra raza, de todas maneras esa diversidad se expresaría.

    El concepto raza comenzó a identificar a esas particularidades cuando llegamos a ese momento paralizador del siglo xv en el que comienza la trata de esclavos. En los cuatro siglos posteriores Europa va a tener todas las oportunidades para irse adelante técnicamente, desarrollarse y periferializar al mundo. En la práctica, fue la primera globalización, a partir de un proceso paulatino: primero la trata de esclavos como un elemento de la acumulación originaria y luego la formación de los grandes conjuntos coloniales. El resto del mundo se va pintando con los colores de las potencias europeas por el creciente fenómeno colonial, sobre todo a finales del siglo xix, que es la mayor etapa imperial, cuando el capitalismo se desborda por el mundo.

    El colonialismo es la negación del trato entre iguales, sean naciones u hombres, y es entonces cuando el concepto racial se envilece al ser presentado como evidencia de una falsa jerarquización humana y se suma a la inferiorización impuesta a todo ese mundo que pertenece a la periferia. Europa necesita justificar el trato desigual según el color, y aparecen las teorías raciales que implican una definición peyorativa del grupo que se quiere discriminar o disminuir, atribuyéndole aspectos y características negativas. No hubo un solo régimen de dominación colonial occidental que no impusiera a los pueblos dominados, en mayor o menor grado, la doctrina de su pretendida inferioridad racial ante el conquistador. De ahí surge el prejuicio racial, que es la materialización de esa concepción discriminatoria, y se desencadena el racismo en las mentes y en las instituciones.

    Ese racismo implica la atribución de una serie de características biológicas, psicofísicas, conductuales, casi siempre imaginadas o inventadas, a la comunidad que se quiere descalificar. El paso siguiente es la materialización de todo eso mediante la segregación racial que fue una práctica institucionalizada durante el período colonial, y tiene que ver con toda esta cadena de elementos que hay que destruir para fomentar la unidad entre los hombres, lo mismo a nivel nacional como internacional.

    Esa situación contribuye a que el término raza pase a ser una palabra deleznable y se empiece a buscar sustitutos. Sustituir «raza» por «grupo étnico» es factible y bastante común. Muchas veces se habla de grupos étnicos, y lo que están expresando es la variedad de grupos humanos y, sobre todo, las características físicas que se heredan, que es lo esencial en este sentido. Sin embargo, para los especialistas, la etnia viene siendo otra cosa; históricamente es una definición de pueblo. Pudiéramos decir que la humanidad ha tenido un largo proceso como comunidad en evolución: de la sociedad tribal a pueblo, a etnia en definitiva, y posteriormente a nación, y en esa dialéctica del cambio la etnia viene siendo la auto conciencia, por parte de un grupo, de su territorialidad, su lengua, sus tradiciones y características culturales, de lo que lo diferencia con respecto a otros. Por lo tanto, opino que puede haber puntos en común, pero no son exactamente lo mismo y con eso no estoy diciendo ninguna verdad revelada, sino iniciando el debate sobre estos conceptos, por lo que pueden surgir divergencias interesantes con respecto a ello.

    Vamos entonces a centrarnos en el continente africano. Quiero recordar, como un factor sustancial, la civilización egipcia. Geográficamente, Egipto es africano, por supuesto, pero también, desde el punto de vista de sus componentes, es en buena medida negro-africano. Esa civilización es fruto de la confluencia de muchos pueblos, y los negro-africanos tienen un papel fundamental en ella. La XXV dinastía fue puramente «etíope» (negra) y Nubia, que la origina, sería un componente en esta historia compartida. Esa fue la etapa en que esta posibilidad (la de la negro-africanización plena del país-río) creció muchísimo más. Por eso, cuando hablamos de la influencia egipcia no estamos hablando de algo extra continental. Todo lo que venga de ahí va a ser claramente compartido como propio, sin desconocer que haya otros focos culturales independientes, que, al mismo tiempo, tendrán una interrelación. En ese sentido, vamos a estarnos refiriendo a un eje que viene a ser como un ángulo recto: el valle del Nilo y su continuación hacia el interior de África occidental que nos suministró tantos grupos étnicos. Eso se da sobre todo a través de la franja sudano-saheliana, esa vasta región que está al sur del Sahara y que será uno de los primeros lugares donde se desarrolle un conjunto de civilizaciones africanas, la parte negro-africana en sí, donde desde principios de nuestra era se van constituyendo formaciones estatales.

    Hay que hablar de la heterogeneidad del desarrollo africano. Antes del contacto con Europa existían cerca de cuatrocientos grupos o entidades reconocidas, de diferente nivel de desarrollo: varios Estados multiétnicos plenamente considerados como tales, junto a sociedades tribu-patriarcales preestatales, que es lo que prima. Existía también la sociedad primitiva en descomposición, la comunidad primitiva, poco significativa a nivel continental. Esa variedad nos está hablando de las riquezas de este Continente. Los más desarrollados se van a localizar en esa sabana sudano-saheliana. El que más se conocerá es el imperio de Ghana, que comienza a formarse en los primeros dos siglos de nuestra era, en el borde del Sahara. Después vendrá el Imperio de Mali, luego Songhai de Gao. En fin, son conjuntos de fuerzas que nos quedan un tanto lejanos, pero que, de alguna forma, participarán indirectamente en la integración de nuestra población, por algunos de los elementos que la integran, pero que no son los fundamentales. Aunque, si hablamos de los componentes africanos de la población cubana, tendríamos que afirmar –comparándolo con aquella aseveración de Jorge Luis Borges de que Argentina es Europa en el exilio– que Cuba es África en el exilio.

    Las investigaciones más recientes –desde el siglo xix se está trabajando mucho en esto– demuestran que muy diversos componentes étnicos llegaron prácticamente de todas partes del Continente, desde Senegal, con los wolof, los tucolor y los serere, pasando por toda la costa del África occidental, bajando hasta la básica zona centro-ecuatorial; incluso vinieron los macuá que son de Mozambique. Es decir, que tenemos aportes de la mayor parte del continente, en ese holocausto continuado por cuatro siglos, durante los cuales el continente africano es despojado de sus riquezas fundamentales, que eran los hombres en su edad más productiva, con posibilidades de trabajar, de desarrollar sus sociedades, que a partir de la trata se van a caotizar. Eso explica el desnivel al que hice referencia anteriormente, y que sería una condicionante histórica del continente africano.

    En esa misma franja sudano-saheliana se desarrollaron otros conjuntos políticos, y formaciones estatales. En un primer momento, esta área se dedicó, sobre todo, a la agricultura cerealera y posteriormente al comercio transahariano, a través de esa barrera natural que es el desierto, pero que no es cerrada totalmente. Ese será un elemento de despegue en la formación y auge de los ya citados imperios sudaneses. Pero no solo existen estos imperios, tenemos el caso del Estado de los mossis, ubicado donde actualmente está Burkina Faso.

    En el recuento de los grupos africanos que llegan a Cuba aparecen muchos de estos nombres que menciono. Es el caso, por ejemplo, de las siete ciudades-Estado Hausa, al norte de la Nigeria actual, que comparten con los demás grupos citados una tradición oral que habla de un origen similar mediante una migración venida del oriente, desde el valle del Nilo o aún más allá. Todas esas civilizaciones que se formaron al sur de Egipto –Meroe, Kuch– tienen gran importancia, como también Axum, en Etiopía. Van a continuar actuando sobre el corredor en el ángulo recto que yo decía, trasladando influencias «nubias». Esto brinda elementos importantes para entender los acontecimientos posteriores.

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    Otro componente cultural e histórico muy importante que va a dotar a la mayor parte del continente, desde el centro hasta el sur, de una relativa unidad lingüística, con todas las variantes que esto pueda comportar, son las migraciones bantú, más o menos desde principios de nuestra era. Cuando Europa occidental estaba bajo el Imperio romano, hubo migraciones desde un núcleo poblacional que se desarrolló entre Camerún y Nigeria, heredero en buena medida de la civilización nok en la meseta de Bauchi. Ellos habían aprendido a trabajar el hierro, por lo que desarrollaron una agricultura con implementos de ese metal. También los guerreros pudieron tener armas de hierro. Esto permitió la formación de una corriente migratoria que, partiendo del límite de lo que llamaríamos hoy África Occidental y África Ecuatorial, rodeó la cuenca del Congo y comenzó a bajar, llegó al África Oriental y tuvo un segundo momento de relanzamiento cuando llegaron a Katanga, y allí, en la zona de los lunda y luba –que retomaremos cuando hablemos de las influencias originarias del reino del Congo, que sí tiene que ver con nosotros– se dio otra pausa en la migración, hasta que finalmente estos grupos, que lingüísticamente se llaman bantú, llegaron hasta África del Sur y en buena medida arrinconaron a la población paleoafricana, los khoisan. Cuando hablo de bantú no me refiero a un mismo grupo racial o tipo físico, o a un género de vida determinado, sino a vínculos lingüísticos establecidos entre pueblos diversos por este proceso de expansión.

    Ello nos lleva a hacer el análisis de los distintos grupos humanos, aparte del debate ya referido con respecto a la raza. En este sentido, me voy a auxiliar de la división que hace Amadou Mahtar M´Bow, el calificado senegalés que fue director de la UNESCO entre 1974 y 1987, una autoridad cultural en el continente. Él considera la existencia de sub-razas con características físicas diferentes entre los melano (negro)-africanos: la sudanesa, la guineana, la congolesa, la nilótica y la zambeziana o sudafricana. En toda la zona del Sudán, los hombres son de elevada estatura, delgados, con facciones más o menos finas, y piel muy oscura; todo eso ligado al fenómeno de las migraciones. Hay dos grandes conjuntos migratorios en el Continente, como en el resto del mundo, los grupos ganaderos y los agrícolas sedentarios. Se supone que la mayor parte de los antepasados de estos sudaneses llegó, en una etapa anterior a nuestra era, desde el sur de Etiopía, y le dio esas características a la población de la zona sudano-saheliana, en contraste con lo que vemos más al sur. M´Bow habla de una sub raza o sub grupo en el sur, los guineanos, que son los que están más cercanos a nosotros. De ahí salió una buena parte de los esclavos que vinieron para Cuba. Ellos tienen otras características: son de estatura más baja, puramente negros en cuanto a sus rasgos faciales y demás. Este grupo está conformado por civilizaciones que nos interesan, porque ya estamos en el cinturón boscoso de la Guinea, banda forestal verde que corre paralela a la costa.

    Si hiciéramos un mapa del África Occidental, tendríamos una franja horizontal de selva, bastante grande, que se une o continúa por el oriente a la cuenca del Congo, hasta la zona central de África, luego le sigue hacia el norte la zona sudano-saheliana de sabanas y, finalmente, el desierto. En esa franja hay formaciones estatales que nos interesan porque tienen que ver con nosotros. Ahí está el reino Ashanti, con su capital Kumasi, en el centro de la actual Ghana, no la Ghana imperial, sino el Estado de Ghana en la antigua Costa de Oro, que dejó de llamarse así en 1957, cuando la independencia. Este reino tenía una salida al mar a través del territorio costanero de los fanti. Ahí está el castillo de Mina que construyeron más tarde los portugueses para la trata; a partir de entonces se incrementó el proceso migratorio de esclavos hacia América, y los mina aparecen en los cabildos registrados en Cuba. Ashanti fue uno de los reinos de la zona forestal fundados por migraciones venidas del norte.

    Un elemento muy presente en toda la cultura y la religiosidad africana es el culto a los antepasados y la deificación, prácticamente general, de los reyes fundadores de estas entidades políticas, promotores de estos cultos que los van mitificando. En el caso específico de los ashanti, esta figura fue Osei Tutu a fines del siglo xvii, quien está unido a la leyenda que habla de una especie de taburete dorado (sika dwa) que en un momento determinado bajó del cielo para constituirse en la representación de la unidad del pueblo ashanti bajo su jefe, el ashantehene.

    Además de los ashanti, está el importante reino dahomeyano. Se ha creado mucha confusión porque el Estado de Dahomey cambió su nombre por Benin después de la independencia. Benin es la denominación de una región que cubre desde el río Volta, en la actual Ghana, hasta el delta del Níger por toda el área costanera que da al golfo denominado Bahía de Benin. Esa región, conocida como Costa de los Esclavos cuando la trata, se llamó el Benin (como decir las Antillas o los Balcanes); eso explica que en la actualidad haya una provincia de Benin y un río Benin en Nigeria, y el Estado independiente de Benin en el antiguo Dahomey, y que la Universidad de Togo se llame también Universidad de Benin; porque se comparte una cierta unidad geográfica, no política, hasta la actualidad.

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    El Reino dahomeyano será muy importante entre las formaciones que tienen un origen más o menos independiente del proceso de la trata, pero que luego evolucionan extraordinariamente mediante ella. Dahomey se convertiría en un elemento sustancial de la cultura general del área, con las manifestaciones del arte dahomeyano, el palacio de Abomey, las representaciones, los murales, etc. Van a tener mucha influencia de su vecino inmediato, el más importante de esta área: el imperio de Oyo, el conjunto confederal de los yoruba, al cual le vamos a dar mayor peso en nuestra exposición por razones obvias.

    El cuarto de los Estados de esta zona forestal es el Benin propiamente dicho, también íntimamente ligado con los yoruba. El Estado yoruba tiene ese origen, también mantenido por su tradición oral en las zonas más al este; los que vinieron del oriente se establecen allí, y el enclave fundacional de esta civilización tendrá la característica de ser definidamente urbano, algo poco común en el continente africano, donde la inmensa mayoría de las sociedades eran rurales, ligadas a la agricultura o a la ganadería. Aquí va a haber ciudades amuralladas, a partir de Ifé la ciudad que devendría sagrada más tarde para el conjunto de los pueblos yoruba y que se considera que empezó a formarse hacia el siglo x de nuestra era. En cuanto a sus componentes, se habla de dos olas sucesivas de pueblos que vienen de la zona más oriental, y la tradición oral dice que el rey fundador fue Oduduwa, una figura que se va a mitificar. Según se plantea, era «un príncipe bargu», se estableció allí y desde entonces se produjo el desarrollo de costumbres y disciplinas en estos reinos militares, con una tradición ética muy fuerte con respecto a lo que un militar debe ser y hacer en cuanto a la consecución de sus objetivos de conquista.

    La práctica indicaba que los reyes estuvieran siete años en el poder y al concluir ese período debían suicidarse. Oduduwa fue sustituido entonces por su hijo Oranyan, que es importante en la tradición de todo el conjunto yoruba porque fundó la dinastía en el Estado de Benin y eso nos habla de la materialización de la estrecha relación que tendrán, también en el plano cultural, con sus vecinos. Al seguir la sucesión, llegó al poder Ajaka, quien no estuvo dispuesto a matarse después de su programado septenio. Apareció entonces la figura máxima dentro de la concepción religiosa de este reino que se va formando: Changó, el cuarto rey, identificado con una cabra. Es el hombre conservador que se aplica, según la tradición, a la preservación de las costumbres, que desarrolla una gran actividad guerrera y comienza a unificar el territorio yoruba sometiendo a otras ciudades a la soberanía de Ifé y la nueva población que va a fomentar: Oyo.

    Un poco más al norte, no en la zona de la selva, que es donde está el origen de esta civilización, sino ya en la sabana, Changó va a guerrear exitosamente con su legendaria caballería, pero su punto débil, según una parte de la tradición, es que se apoya en Nupe, uno de los Estados al norte del río Níger. La zona yoruba estaba limitada por el Níger hasta su confluencia con el Benué, luego cubría hasta el delta de ese río por el este, y por el sur sus límites se acercaron a veces a la costa de Guinea, en el Atlántico. Esa es la región a la que nos estamos refiriendo. La tradición establece que este gran guerrero al cumplir sus siete años de reinado fue al bosque sagrado y ejecutó el rito establecido del suicidio. Apareció entonces el sacerdocio del Changó deificado. Por otra parte, Ajaka, que no se había matado, incumpliendo la tradición, regresó y comenzó una lucha que convirtió en rivales a las dos ciudades: la tradicional Ifé, donde está el Oni que es la figura fundacional y cada vez más un jefe espiritual, y el nuevo poder de Oyo. En esta dicotomía, el sacerdocio de Changó tendrá que librar una guerra para que se le permita entrar directamente y adorar a su representación divina en la propia capital. Esta es la primera guerra civil, de las muchas que habrá en la historia yoruba. Ese es el mito fundacional; realmente no tenemos documentación, pero todo esto está muy firme en la tradición regional, y tiene que ver mucho en los cultos de origen africano en Cuba.

    Ese reino ha ido creciendo extraordinariamente y para el siglo xiii, además de la tradición militar, se producen importantes manifestaciones artísticas: esculturas de terracota, de piedra, de bronce y de latón, de tal belleza clásica que hará que algunos europeos, cuando las encuentran, empiecen a especular que son etruscas, porque se niegan a aceptar que sean puramente africanas. Ellas nos hablan del más alto nivel de desarrollo artístico en toda esa región, incluyendo a los imperios sudaneses. Ese auge del siglo xiii no parece coincidir con el apogeo político del Imperio de Oyo, como se va llamando toda esta región, que se ha ido extendiendo debido a las campañas militares.

    Se conoce que en cada estación de seca eran llamados a filas todos los hombres con capacidad militar, para lanzarse a grandes campañas en el entorno y así es como se llega, en el siglo xviii, a la conquista del reino de Dahomey, sometido a tributo a partir de 1747. Este es un indicio del momento de prosperidad del Imperio de Oyo. Se ha postulado el presunto origen, libre de toda vinculación con la trata masiva de esclavos, que tiene Oyo, que parte de sus propias raíces y evolución aunque la esclavitud y alguna trata existieron, pero no como fenómeno básico en la economía del área. No va a ser igual al caso de Dahomey o al de Ashanti, cuyo desarrollo se aceleró por la introducción de la trata trasatlántica. En este caso, el Imperio yoruba tiene una evolución independiente de esto hasta finales del xviii. Cuando estas guerras entre ciudades comienzan a suministrar prisioneros que se destinan a la trata –al conectar con el comercio humano centrado más al sur, en la costa– es que empiezan a llegar a Cuba, en grandes contingentes, los llamados lukumí.

    Este gentilicio ha causado un gran debate: ¿por qué lukumí si son yoruba? Habría que averiguar a partir de qué momento aceptaron esa denominación, que parece no haber sido anterior al comienzo del siglo xix. Hay fuentes antiguas que mencionan, entre los reinos yoruba, un posible Reino Lukumi, que puede haber sido el origen de la palabra con la que se los identifica en Cuba. Por otra parte, estas denominaciones no siempre tienen que ver con el grupo étnico original, sino con el puerto de embarque, y otra serie de condicionantes. A veces hay miles de kilómetros de distancia entre el punto de captura del hombre que va a ser convertido en esclavo y el de embarque, cuyo nombre le adjudican. Hay otra teoría que plantea que el término lukumí obedece al trato entre iguales que se daban los yorubas –como decir asere en la actualidad, entre nuestra población.

    Toda esa terminología nos está hablando de la riqueza del fenómeno expansivo de los yoruba. Su desarrollo cultural es tal que será preponderante en la región delimitada por su horizonte geográfico y va a imponerse también en América, sobre otras comunidades africanas en los lugares donde existió la esclavitud. En Cuba será uno de los factores de unificación de la conciencia de la población afrodescendiente. Trascendería, incluso, al número de esclavos de esa etnia que llegó a Cuba. Hay investigaciones de historiadores que han trabajado en los archivos parroquiales, o con documentos de los lugares donde se encerraban a los cimarrones cuando eran capturados, o de prisiones, que demuestran, al hacer el recuento étnico, la prioridad de los congo en ese sentido. Pero los yoruba van a tener, insisto, esa tremenda importancia en esta evolución histórica. Eso fue significativo desde finales del siglo xviii, cuando la trata empezaba a ser importante, y se nutría de prisioneros de guerra, vendidos en los enclaves de la costa.

    La trata hará diferente el fenómeno de las guerras africanas, desde entonces no serán por conflictos entre tribus o ciudades, sino por suministrar esclavos a ese enorme comercio. Eso entronca con la etapa de decadencia del Imperio de Oyo. Hay dos factores sumados: por el sur están los puertos de la trata, como Jaquin, Allada-Ofra, Wydah, Ardrah, Popo, Badagri, Porto Novo, influyendo hacia el norte, directamente al reino de Dahomey, tributario del Imperio de Oyo. Pero en el norte se ha ido formando un nuevo peligro desde finales del xviii, que tiene que ver con la historia propia del continente africano y también con el Islam. Este se ha extendido por toda esta región desde etapas muy tempranas del siglo x, pero a la africana, o sea, no era un Islam puro, sino muy mezclado con las raíces tradicionales, que era lo usual en estas civilizaciones.

    Era común en la religiosidad africana encontrar en una nueva religión una serie de elementos que se sumaban a las prácticas y creencias anteriores, sin excluirlas. Con el Islam pasó lo mismo hasta que aparecieron movimientos yihadistas –«guerras santas» de purificación islámica– en la zona sudano-saheliana. Entre ellas se desarrolló una muy relevante a partir de Gobir, tras la conquista por los fulani de las ya mencionadas ciudades Hausa: el movimiento encabezado por Usmán Dan Fodio (1804-08), que dominó todas estas ciudades y formó el gran califato y sultanato de Sokoto, al norte de la Nigeria actual. Este Imperio empezó su expansión en dirección sur en el momento en que el poder yoruba, que se les opuso en esa ruta, comenzaba a sufrir una clara decadencia.

    A partir de algunos hechos de finales del siglo xviii, hay otra tradición oral que plantea que hay un momento en que el alafin Aole ataca una ciudad que está bajo la protección directa del oni de Ifé, la ciudad santa yoruba, y que esa profanación les costó a los atacantes un castigo de treinta años de desgracias. Creo que es una manera tradicional de interpretar el desastre que de todas maneras ocurrió; porque el Imperio, que ya era más bien confederal, a partir de 1810 entró en una franca desintegración. Habíamos dicho que Dahomey había pasado a ser tributario de Oyo; a inicios del siglo xix recupera su independencia. Es el momento en que en el Imperio desaparece la técnica de la cera derretida, con la que se hacían todas esas bellezas en la escultura y los relieves, que mencioné con anterioridad. Todo eso comienza a perderse.

    En 1832 se produce un hecho fundamental: el sometimiento de Ilorin, una ciudad yoruba, a la soberanía del sultanato islamita de Sokoto, con el que tiene frontera. En aquella ciudad había un personaje de relativa importancia que quería disponer de un poder independiente del alafin de Oyo, y para eso buscó el sostén de sus vecinos norteños, que eran descendientes de los yihadistas de Usmán Dan Fodio, o sea, el califato Hausa-Fulani de Sokoto. Por cierto, muchos de los yoruba o lukumí que llegan a Cuba traen consigo o conocen amuletos que tienen citas del Corán. Eso habla una vez más de esa sumatoria de elementos religiosos, con independencia de que continuaran centrados en las prácticas de su religión tradicional, en la fe en sus deidades, de su culto a los antepasados, de todo lo típico del continente africano. Para algunos historiadores, la caída de Ilorin significó algo así como el toque de alarma para todos los yoruba ante el peligro de pérdida de la independencia, del territorio y la identidad, a manos de los jerarcas fulani, a los que se habían sumado los hausa bajo la bandera del Islam.

    Hacia 1840, la antigua Oyo desapareció, como consecuencia del temido avance hacia el sur de los fulani. Tras ese descalabro, hubo que fundar entonces una nueva Oyo mucho más al sur, dentro de la zona selvática, en medio de la desunión de las ciudades-Estado yoruba, aunque ese mismo año una de ellas, Ibadan, refugio de los desplazados que formaban barrios enteros, fue la única que logró contener al invasor. Esto fue cerrando un ciclo pues ese momento coincidió directamente con guerras civiles que debilitaron las defensas. Los yoruba se hundieron en esta espiral descendente de guerras intestinas por el predominio; ya no había un poder central respetado; el del alafin se fue desintegrando y esta es la etapa en que los yoruba son vendidos masivamente en los mercados costaneros de la trata de esclavos, y traídos en los barcos negreros a Cuba, a Brasil, a los Estados Unidos en la zona de las Carolinas, y a otros lugares del mundo.

    El ejemplo yoruba es muy ilustrativo de todo lo que aportó la riqueza traída del continente africano a la nacionalidad cubana. Hay múltiples pruebas de ello, y el proceso histórico con anterioridad a la trata es un elemento que hay que resaltar. Vinculado a toda esta situación estaría su diversidad política; con respecto a su gobierno, no había dos ciudades iguales en esa organización que podemos considerar confederal: había ciudades regidas por caudillos militares, otras obedecían a figuras tradicionales como en los casos del oni y el alafin; había repúblicas extraordinariamente sofisticadas como Abeokuta, que prácticamente era ingobernable porque cada barrio tenía una autoridad distinta. Tal diversidad política es lo que permite conjeturar que tal vez nunca hubo realmente un Imperio centralizado en esta región yoruba y que, ciertamente, faltó esa unión en el momento decisivo, cuando la invasión desde el norte y la trata desde el sur precipitaron la agonía final.

    En contraste, el cuarto Estado de la franja selvática presenta otras características. Se trata del Benin –los otros, como hemos visto, son Ashanti, Dahomey y el Imperio Oyo– que nos interesa como representación ramificada de lo yoruba. El Benin era, en cierta medida, un Estado vinculado a la trata de esclavos; ya vimos que está relacionado a los yoruba, por lo menos en la mitología, desde la creación de su dinastía a partir de Oranyan, el segundo monarca de la tradición de Ifé. Allí hubo notables manifestaciones artísticas del mismo sello que las de los yoruba. Algunos ven una línea de continuidad en el desarrollo de estas manifestaciones artísticas, en todo el importante conjunto que cierra el Benin desde del río Volta hasta el delta del Níger.

    Más allá hay otro grupo de pueblos en la zona próxima a las fronteras orientales del África Occidental y hasta en el África Ecuatorial: la zona de donde partió el conjunto de los pueblos bantú, en sus grandes migraciones del cambio de milenio. En ese territorio, tras la costa, vamos encontrar a los que en Cuba se llamaron los carabalí.

    Vamos a referirnos entonces a la zona del Calabar. Mucho más allá del cruce del delta del Níger, donde la costa africana occidental termina su larga curva y pierde la horizontalidad para comenzar a bajar en vertical, en la actual frontera de Nigeria con Camerún, existe un área de numerosos ríos, el Cross, el río del Rey... Hacia el interior se asientan, entre otros, tres grupos étnicos fundamentales: los efik, en la zona de lo que será el viejo Calabar, los ibibio en la costa y, más adentro, el grupo mayoritario, el que más nos interesa, los ibo. Estas sociedades no tienen el nivel de desarrollo de las formaciones anteriores; son tribupatriarcales en el sentido exacto del término. Viven, en grandes familias, de la agricultura y la pesca. Esta es una zona de estuarios desde el propio delta del Níger. Esos pueblos, en muchos casos, no contaban con jefatura tribal. Cuando más tarde llegaron los ingleses y dominaron el área, designaron jefes para poder establecer su patrón de formas indirectas de gobierno. Lo que nos interesa es que en estas civilizaciones tiene un peso muy grande la tradicional canoa, vital para la vida de estos pescadores y para sus incursiones tierra adentro. Ese elemento se integrará al proceso de la trata, que cambiaría todas las reglas del juego en esta región. Al principio, los portugueses se abstienen de entrar hasta allí porque los arrecifes se lo impiden; pero los ingleses aprenderán, a partir de 1600, a burlar esas barreras naturales y son los que se establecen en el Calabar.

    Como elemento esencial en esta región, ya en la etapa de la trata, está la formación de cierto tipo de ciudades-Estado en la zona costanera –así les llama el historiador nigeriano Onwuka Dike– que tienen una diferencia sustancial con aquellas ciudades-Estado autogeneradas, como las Hausa o las Yoruba. Son sencillamente enclaves en la costa que están bajo una relación distorsionada con Europa; no tienen una tradición propia. Algunas llegaron a tener dinastías, asumiendo modelos autocráticos, otras tomaron formas oligárquico-republicanas apenas diferentes de las anteriores. Hablo de enclaves como Old Kalabar, o Viejo Calabar, como Duke Town, Creek Town, Opobo, Bonny, Brass, toda una cadena de ciudades que vivían de enviar sus canoas río arriba. Estas habían cambiado de función en la medida en que tomó fuerza el sistema centrífugo de la trata de esclavos. Entonces se internaron en busca de seres humanos secuestrados, sobre todo en el país de los ibo, y los llevaban hacia el Calabar. Como este era el punto de embarque hacia América, a los que traen para Cuba se les llamará carabalíes, que conforman el tercer grupo en importancia entre los componentes africanos de la nación cubana.

    Un rasgo presente en ellos –como también, entre los yoruba, con la Ogboni– es la existencia de sociedades secretas, que Onwuka Dike iguala a la masonería. Eran sociedades de iniciación que se desarrollaron justo en la zona del Calabar, y unían, sobre todo, a las élites que se habían ido formando en estas ciudades, que dependían casi por completo de la mala o buena voluntad de los ingleses. Es destacable la sociedad secreta Eggue, de nueve grados. Al principio había la posibilidad, que se va a mantener, de que tanto hombres libres como esclavos participaran en ella, pero en los cuatro grados superiores, solo podían ejercer tal función los hombres libres. Como rechazo a esto, se creó una organización a partir de los esclavos, que fue la Hermandad de la Sangre, y otras, como la Hermandad de la Pantera, la del Leopardo, etc., que hablan de un asociacionismo muy especial, con secretos, juramentos, y demás rituales. Esto se va a trasladar a Cuba con los carabalíes, y tiene que ver mucho con las Sociedades Abakuá y su desarrollo en las condiciones nacionales.

    Si seguimos bajando por la costa del África ecuatorial, llegamos a la desembocadura del río más grande y caudaloso del continente africano, el río Congo. Al sur del estuario se encontraba una formación política con un reino que cubría una gran región en el momento en que llegaron los portugueses en 1482, diez años antes del descubrimiento de América. Se considera que el reino del Congo se consolidó alrededor del siglo xiii, a partir de algunas de las migraciones bantú que mencionamos. Parece ser que los lunda-luba, en su traslado hacia la costa, evolucionaron hacia los bacongo que es la etnia de lengua bantú que va a desarrollar este reino justamente en el área de la desembocadura. Una evolucionada jerarquía de jefes y subjefes designados caracterizó a este conjunto de clanes, presididos por la figura del manicongo que viene a ser la autoridad suprema del reino del Congo, con capital en Mbanzacongo. Esta es la villa que después los portugueses convirtieron en San Salvador y actualmente ha recuperado su nombre original; mientras, se tramita con la UNESCO declarar sus ruinas Patrimonio de la Humanidad. Esta zona constituye el centro de todo este Imperio, que como en el caso de los yoruba, tendrá cierto nivel de descentralización y grandes momentos de expansión. Parece que cuando llegaron los portugueses ya había habido un proceso de debilitamiento, pues los jefes congo designados habían logrado cierta independencia práctica, aunque reconocían la supremacía del manicongo.

    Este reino del Congo no tiene que ver con ninguno de los dos Estados que tienen ese nombre en la actualidad. Se trata de la zona del norte de Angola, desde el estuario del gran río hacia el sur, hasta el río Dande, con el Atlántico como frontera y el río Kwango hacia el norte. Esa zona, totalmente incluida en la Angola actual, era en su parte norte el reino del Congo. Alrededor de eso, van surgiendo reinos que nos vuelven a recordar a los yoruba en el sentido de que las conquistas del Congo establecieron hegemonías en Mpemba y fueron creando un círculo de Estados alrededor. Es el caso del Ngoyo, al otro lado de la desembocadura del río Congo; del Kacongo que le sigue más al norte y por el río y, más adentro, del Bungu. Finalmente, de cara al mar, estaba el reino de Loango, próximo al actual Gabón, que fue muy importante en el posterior proceso de la trata de esclavos, y luego desapareció. En el flanco meridional, el reino del Congo contaba, hacia el río y, más allá, hacia el Kwango, con otro componente importante al sureste: los matamba, que habitaron otro de esos reinos satélites, bajo una influencia directa del Congo. Hacia el sur, en el valle del Kwanza, estaba el reino de Ndongo en el área donde los portugueses fundaron, en 1575, la ciudad de Luanda, base de su dominación progresiva. Una de las principales autoridades en esa región era el ngola, que era el título hereditario del que se derivó el nombre de Angola, que de inicio estaba muy ligado a la hegemonía política, cultural y militar del Estado del Congo. Hay una discusión, por parte de fuentes occidentales, sobre si esta formación política era realmente un Estado o una confederación de clanes; pero la mayoría de los interesados en el tema consideran que sí corresponde al nivel estatal.

    Hay un dato que nos interesa: cuando los portugueses llegan a esta zona, a finales del siglo xv, reconocen a esta autoridad como un monarca. Comienza una influencia, que será afectada por completo por la trata, pero que al principio lleva a una relación de iguales –entre feudales en definitiva– en el comercio. Se produce entonces un proceso interesante, en el cual, el muy católico Estado de Portugal –que llevaba solamente dos siglos consolidado como tal después de haber hecho su propia reconquista–, cuando llega a África e inicia la etapa de reconocimiento de las costas de donde parte la trata, va a influir en el proceso religioso del Congo hacia una cristianización de este reino. Hacia 1490 llegan los misioneros, junto a albañiles y carpinteros para las edificaciones que construir. Algunos lo tomarán más en serio: los reyes ya no se llamarán Nzinga Mbemba o Nzinga Nkuwu, sino Alfonso, Diogo, etc. La capital ya no se denominó Mbanzacongo sino San Salvador, y le construyeron edificios de piedra para las iglesias y dependencias. El Papa se interesó por la remota parroquia, se nombraron obispos, y parecía que la catequización había sido exitosa. Pero, como había pasado con el Islam, la mayor parte de los congoleses asumieron esto como un aditamento religioso más, no como una religión única; lo que explica por qué esta transformación duró poco. El cambio en la naturaleza de la relación entre los portugueses y los reinos del Congo, de Angola y los otros se va a manifestar en función de los intereses de la trata de esclavos. Muchas veces se ha dicho que Angola fue más una colonia de Brasil que de Portugal, ya que la razón de ser de todo esto era llevar esclavos a San Salvador de Bahía, para las plantaciones brasileñas.

    Todo este fenómeno, a partir del establecimiento de la ciudad de Luanda, y la fundación de Benguela, más al sur, iría conformando la colonia portuguesa, que al expandirse implicó el fin del reino del Congo, carcomido por la trata. Pero este fue tan importante y estará tan presente en las mentes de las dotaciones, que incluso cuando en 1812 se produce la conspiración de Aponte en Cuba, los esclavos sublevados se esperanzaron con el posible apoyo del rey del Congo, al mismo nivel con que soñaban con el del rey de España o las cortes de Cádiz; lo daban todavía como un factor, cuando para esa etapa ese reino estaba completamente desarticulado.

    Nos hemos detenido más en los tres grupos fundamentales, yoruba, carabalí y congo, que conjuntamente con los mina, los mandinga, los arará, los wolof, con el universo entero de africanidad que la trata traslada a Cuba, hacen tan importante el aporte cultural del componente negro en nuestra nacionalidad, con toda la alegría y vigor que nos trajo su integración «al perfil definitivo de Ámerica», pese a esa tristeza de tantos siglos de injusticia por ellos afrontada, como diría Lamming, desde el castillo de su piel.

    Proceso histórico de la esclavitud

    de africanos en Cuba

    Dra. María del Carmen Barcia

    Historiadora. Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz.

    «Aquí estamos». ¿Y quiénes estamos aquí? Todos los cubanos: blancos, negros y mestizos, con una cultura que también es muy mezclada; pero que resulta muy importante saber de dónde viene para poderla comprender. Por lo general, cuando se hacen referencias a la cultura cubana y, sobre todo, al negro dentro de ella, nos retrotraemos al estudio de la esclavitud y la relacionamos con un racismo que lamentablemente no hemos logrado aún erradicar de nuestra sociedad. Pero también es importante tener en cuenta que la esclavitud es un fenómeno muy antiguo, que existió muchos miles de años antes de nuestra era, en sociedades donde la diferencia por el color de la piel no resultaba apreciable, e incluso donde los esclavos, que podían serlo por deudas, o por rapto, o por adulterio; mucho antes de que fueran masivamente esclavizados a partir de las guerras ya tenían una connotación productiva que importaba, y se necesitaban para el desarrollo de muchas sociedades. Sin embargo, no existían esas diferencias marcadas de unos individuos con respecto a otros. Esopo, el gran fabulista, fue esclavo y muchos maestros de grandes figuras también lo fueron.

    ¿Qué establece entonces la diferencia?, ¿dónde está ese mecanismo que inclina a que unos seres humanos sean vistos de una manera diferente por otros? Esto está relacionado con problemas de hegemonía y de subalternidad, cuestiones que comenzaron precisamente cuando se empezó a traer esclavos del continente africano a lo que llamaron «el nuevo mundo» para ser utilizados en diferentes funciones. Todo ese proceso empieza, pues, con «el descubrimiento», por los europeos de ese «Nuevo Mundo», que realmente era un mundo muy conocido por otros, pero no por esa Europa Occidental.

    A partir del descubrimiento y del desarrollo que se va a producir en los nuevos territorios conquistados, surge una forma de coacción sobre el individuo que los historiadores, y los científicos sociales en general, hemos llamado «esclavitud moderna», porque entronca con el desarrollo del capitalismo, y con la necesidad de utilizar grandes grupos de población en la producción de mercancías para el mercado mundial. Los individuos que llegan al nuevo mundo, procedentes de esa cultura occidental y que, paralelamente, en diferentes momentos y por diferentes grupos, están llegando también a las costas africanas, empiezan a traer a africanos a América. Ambas culturas eran diferentes; prima la cultura «occidental», como se le dice en la actualidad, porque era la de Europa Occidental, en nuestro caso la de España. Desde luego, es una cultura que se impone a la de los subalternos, a los que llegaban en condiciones de esclavitud. A partir de ahí empieza a surgir un desprecio hacia ellos por elementos raciales, culturales, de color de la piel, etc., que se concretan en fenómenos como el racismo.

    La cubana es una cultura que tiene diversas raíces; pero dos fundamentales: una peninsular, mayoritariamente española, pero también vienen muchos portugueses; y otra gran raíz que es la africana. Cuando hablamos de la peninsular, por lo general generalizamos de una forma muy absurda y hablamos de «españoles». ¿Pero cuántos pueblos llegaron a nuestra Isla en aquel momento? Si en España, en la actualidad, se habla de autonomías, en aquel momento eran provincias; y había asturianos, gallegos, andaluces, catalanes, vascos, y también pertenecían al territorio español las Islas Canarias. Por lo tanto, tenemos una gran diversidad de culturas procedentes de la península, culturas totalmente diferentes, algunas con lenguas muy particulares, y cada una de ellas trajo su impronta.

    En las culturas pasa como con los niños, hay cosas que se forman en la infancia y que perduran. Y, por ejemplo, en la actualidad tenemos, a quinientos años de ese «descubrimiento», muchísimos elementos que se relacionan con la cultura andaluza. Y también en el occidente tenemos un modo de hablar que nos hace parecer canarios cuando viajamos a la propia España. Quiero referirme a estas diferencias, porque se fueron mezclando con otras mucho más profundas, por ejemplo con los aruacos que estaban en el territorio, y que prácticamente lo que nos han legado son algunos topónimos de nuestras provincias, y de nuestros actuales municipios como Bayamo, Baracoa, la propia Habana, o algunas palabras como la terrible de huracán; pero no tuvieron una presencia muy profunda, porque no eran muchos ni sus culturas habían alcanzado un alto grado de desarrollo. Por otra parte tenemos a los que vinieron de África.

    Si hay una simplificación con respecto a la Península, creo que hay una aún mayor con respecto a África. Estamos hablando de un continente donde hay más de tres mil grupos étnicos y más de mil lenguas y dialectos, con muchas culturas que, además, casi todas eran ágrafas, por lo tanto, no se conserva una historia escrita de esos pueblos; solo las referencias de los griots, que contaban lo que pasaba, o las de los diferentes grupos étnicos que van trasmitiendo su historia de generación en generación, y todos sabemos que la oralidad, a veces, es un poco traicionera. También está la cultura africana vista por los vencedores, por ejemplo, por los musulmanes que penetraron en muchísimos territorios –como vamos a ver muy pronto– de África Occidental, y que historiaron sobre esos territorios, pero es también una historia de la hegemonía, no de las poblaciones.

    Por lo tanto, cuando vamos a hacer la historia de África, por lo general partimos de dos grandes grupos. Sobre todo en Cuba se habla de esos grupos mayoritarios, que son culturales, más bien lingüísticos, como el grupo bantú, que agrupó al África Central y que generalmente se define como procedente del Congo o de Angola, y el grupo yoruba que por lo general se ubica en el África Occidental, y que se relaciona también con los actuales territorios de Benin y Nigeria. Pero el de yoruba es un concepto tardío, que surge en el siglo xix, y además está reflejando la existencia de pueblos que se sumaron a muchos otros que habían existido desde antes; y cuando nos referimos al África Occidental, tenemos que ver que, desde el siglo V, fueron creciendo desde tribus hasta reinos y desde reinos hasta imperios.

    Quiero que recuerden esa África, no a la que vemos desde la que establece la subalternidad del esclavo, sino a la que nos referimos con una perspectiva histórica. Cuando se estudia Grecia, por ejemplo, se aprende de ciudades-Estados y cómo se habían formado a través de diferentes gens que habían establecido tribus, y que después habían llegado a tener un desarrollo urbano, y cómo después las ciudades-Estados más desarrolladas lograron conquistar a otras y establecer imperios. Este mismo proceso es el que se va a manifestar en esos grandes márgenes de la cultura yoruba o de la cultura bantú. Por ejemplo, en África Occidental existió un primer imperio, el de Ghana, que se empieza a formar en el siglo v, y donde se practicaba la guerra y se conocía la utilización de armas de hierro. Ghana va a tener una gran influencia musulmana; como en toda África Occidental, porque eran tribus que procedían del desierto y, por lo tanto, buscaban el comercio con aquellas áreas más productivas.

    Después de este imperio de Ghana, hubo otro muy importante, ya en el siglo XII: el imperio de Mali, que controló todo el antiguo territorio ocupado por Ghana, pero que, además, llega a tener una capital como Tumbuctú, donde hay una gran cultura, donde funcionan las bibliotecas, donde hay un mercado de libros. Es una sociedad profundamente islamizada, sobre todo sus élites, los comerciantes y los funcionarios. Este imperio de Mali es sucedido por el de Songhai, que reúne a todos esos antiguos territorios y va imponiéndose sobre ellos; y solo después de esto es que las ciudades-Estados que formaron parte de Benin y de Nigeria, Dahomey y Oyo, donde están los centros fundamentales de la cultura yoruba, empiezan a cobrar una importancia que se hace muy sensible en el siglo xviii cuando la capital de Oyo logra controlar todo el territorio de Dahomey. Y ahí está el centro de esa cultura yoruba, tan importante. Desde el punto de vista de las religiones tiene un cuerpo mitológico tan trascendente como puede ser el de los griegos, y que ha llegado, en Cuba, hasta nuestros días; desde luego no sin transformaciones, porque tantos siglos no pasan por gusto.

    En la parte central de África, a la que nos referimos como centro de la cultura bantú, la influencia fue diferente, porque a esos otros territorios también llegaron los portugueses, pero su presencia trascendió más en esta zona, porque llegaron a cristianizar, en el siglo xvi, a esa región del Congo. O sea, si estamos hablando de una influencia islámica en el norte, en esta parte central tenemos que hablar de una influencia cristiana; que está motivada porque incluso el rey de Mbanza llamó a su capital San Salvador, y porque él mismo pasó a ser el rey Alfonso I, y porque en ese territorio se construyeron once iglesias católicas, y porque su hijo llegó a estudiar en Roma y llegó a ser obispo. Hubo una presencia muy fuerte de los grupos jesuitas, alentados y respaldados por los portugueses. Se concedieron condados, marquesados, y otros títulos nobiliarios, se llevaron plantas, se estableció una relación que permaneció hasta el siglo xvii. Y por lo tanto, fue muy importante en esa zona, donde predominaban los bacongos, la influencia portuguesa.

    Los congos dominaron en algún momento el territorio de Angola, y después hubo disputas, alentadas, desde luego, por los negreros, por los tratantes. Muchos de los habitantes de África llegaron a Cuba, al Caribe, a Suramérica, y a Norteamérica esclavizados, precisamente, a partir de esas guerras. A veces traían no solo gente de a pie, del común, traían también algún príncipe, o algún rey que podía resultar prisionero. Esos casos existieron y están documentados.

    Volvamos al inicio, esa visión del racismo tiene que ver con el análisis de cuál cultura es la hegemónica y cuál la subalterna, y cómo se analizan sus aportes a través de la historia

    Ahora se trata de ver cómo llegaron esos africanos, cómo eran trasladados, y esto hay que verlo por partes porque, si no, realmente no se entiende que había un negocio, el de la trata, que resultaba muy rentable. Los esclavos se trajeron mediante diferentes procedimientos. Primero, por licencias, dadas por el rey de España. Ese periodo se extendió aproximadamente desde 1540 —por lo menos hay datos desde ese año— hasta 1595. Hay documentos que prueban que en seis años entraron, como promedio, mil ochocientos esclavos por año a partir del 44.

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    Después hay datos de que la cifra, en etapas tan tempranas como el siglo xvi, llegó a ser de medio millón de esclavos para el Caribe inglés y francés y de unos trescientos mil esclavos para Hispanoamérica, incluyendo el área del Caribe, pero no solo, sino zonas como Uruguay, Argentina, o Chile, que por lo general se consideran exentas de eso que algunos han llamado la tercera raíz, o sea, la africana.

    Como el negocio fue in crecendo, después surgieron los llamados «asientos», que se generaron entre el 1595 y 1700, o sea llegan al siglo xviii. Por lo general, los hacían los italianos (genoveses específicamente) y los portugueses. Hubo asientos muy famosos, el de González Reiniel, el de Coutiño, etc. Lo más importante, diría yo, con respecto a esto, es que llegó una muy numerosa cantidad de esclavos a Cuba mediante el asiento, y que tal vez los primeros estaban dedicados a las minas de El Cobre, en el oriente de la Isla.

    Ya después del siglo xviii se establecen las compañías, que son negocios que se hacen con el rey de España. En 1700 está la Compañía Francesa de Guinea, y en 1713 la Zauzi Company, de los ingleses, y ya el número de esclavos que entra implica una clasificación, un control y una definición. Los ingleses, por ejemplo, definieron en esta etapa lo que era una «pieza de Indias»: un esclavo que medía siete cuartas; para los más pequeños tenían que reunir dos esclavos para hacer una pieza de Indias. Los ingleses siempre han sido muy organizados, hasta en la trata. También fueron ellos los primeros en carimbar, o sea, marcar a los esclavos en los barcos. El negocio de estas compañías se mantiene, con ciertos cambios, aproximadamente hasta 1765. Ya en 1789 se libera la trata.

    Los ingleses, que fueron de los primeros en entrar en el comercio de esclavos y en establecer la esclavitud en sus colonias, fueron también de los primeros —no por motivos filantrópicos— en abolir la trata y, después, la esclavitud. En el año 1815, en el Congreso de Viena, se acuerda que todos los países europeos deben cesar la trata. En Cuba, va a ser ilegal desde el año 1820. No es que no haya habido trata ilegal antes, porque en toda esa etapa de licencias, de asientos, de compañías, hubo lo que se llamaba «esclavo de mala entrada», que era aquel que entraba por otras vías, no oficializadas, como alguien que traía esclavos bien del Caribe, bien de otra región.

    El primer enclave para la trata, gestionado desde Europa, es la Organización Europea del Negocio de la Trata. Esta organización requería su otra cara, o sea, cómo se establecía el negocio en África. Las personas pueden pensar que simplemente llegaba un barco a las costas africanas, del mismo barco se iban a capturar los esclavos, se introducían en él y se traían. No era así. Había individuos que se establecían allí, en las llamadas Factorías, se relacionaban con reyes o jefes africanos, y a través de esta relación iban captando esclavos, que podían ser, igual que en la Antigüedad europea, por deudas, rapto, o adulterio; pero que generalmente llegaban a través de las guerras. Porque algunos de los elementos que introdujo Europa en África, y que se utilizaban como moneda para cambiar por esclavos, fueron las armas y la pólvora, y esto, desde luego, facilitaba las guerras. Por lo tanto, había europeos que se establecieron en África, que vivieron allí, que tenían casas para almacenar esclavos, oficinas para controlar el negocio, y sitios para establecer sus relaciones con Europa. Hubo algunos de estos negociantes que fueron famosos, por ejemplo el inglés Hormont, y Canot, cuyo nombre parece inglés, pero era francés. Está el famoso Pedro Blanco, para Cuba, que dio a conocer tanto Lino Novás Calvo en su novela Pedro Blanco. El negrero, y está también Fernando de Sousa, para Brasil, que es una figura reconocidísima; llegó a tener 325 hijos en África y mantuvo una relación entre Brasil y África durante mucho tiempo.

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    Rey del Congo (c. 1686)

    Esto quiere decir que en el negocio de la trata no solo estaban implicados europeos, sino también africanos, y que muchos reyes, en estos reinos sucesivos a los cuales me refiría, participaron en él. Uno muy famoso fue un rey de Oyo, Gueso, que también adquirió vestimentas, parasoles, y otros bienes. Había distintos tipos de monedas, estaba el cauri, estaba lo que se llamaba «el paquete», que a veces llevaba telas, o armas; estaban las barras de metal; y de esta manera se establecía el intercambio. Los esclavos eran reunidos en el propio delta de un río, por ejemplo, o en una fortaleza que estaba destinada para el tráfico, y después los trasladaban a los barcos, en barcazas conducidas generalmente por negros libres, que conocían muy bien las mareas, las entradas y salidas, el oleaje, los arrecifes, etc.

    Cualquiera de las grandes embarcaciones negreras podía recorrer varios puertos. Tenían una estructura muy compleja que iba desde un capitán que era un experto, por lo general una persona graduada en una escuela náutica, con una tripulación muchas veces internacional, casi siempre con un médico a bordo, porque las epidemias eran frecuentes, motivadas por las condiciones en las que se traía a los esclavos: apenas podían moverse, acostados, amarrados o encadenados, se los bañaba tirándoles baldes de agua por las escotillas, se les bajaba la comida, defecaban, orinaban en el lugar en donde estaban. Todo esto posibilitaba las enfermedades; y como el esclavo era un capital, como significaba dinero, les preocupaba cómo llegaba, y las condiciones que debía tener.

    También les preocupaba a los médicos que estaban en la costa del lugar de destino. Hay un informe del Dr. Tomás Romay, el que introdujo la vacuna variólica en Cuba, sobre la situación en los barcos y cómo llegaban los esclavos. En la etapa de la trata legal, cuando el esclavo llegaba, se vacunaba. Nada de esto pasaba cuando la trata fue ilegal, o sea, la situación para los africanos fue más terrible; porque a todo el horror que ya hemos referido, se sumaba que no había ningún control cuando llegaban, y por lo tanto muchos morían en las costas, en zonas ilegales para el desembarco, desde donde eran llevados para su trabajo en las dotaciones.

    Como se aprecia, el negocio de la trata tenía muchísimas complejidades. Hubo puertos muy importantes como el de San Jorge del Mina o como el de San Luis, que fue de donde más esclavos salieron hacia el nuevo mundo, o como la isla de Goré, donde había varias fortalezas y que también fue un centro de esclavitud, o como San Juan Bautista de Ajudá, en la zona de Wiga, en Dahomey, de donde salieron muchos de los esclavos que llegaron a Cuba, e incluso estaba Fort Dauphin en la zona de Madagascar. O sea, existían estos puertos, y, en la época de la trata legal, después las embarcaciones arribaban a los puertos normales. Cuando el comercio de esclavos fue declarado ilegal, tenían que buscar los resquicios de la costa, donde las condiciones eran más salvajes y. por lo tanto, peores para sus maniobras.

    Otra cuestión importante tiene que ver con los nombres recibidos por los esclavos, eso que vamos a llamar los topónimos de la esclavitud, porque cuando decimos carabalí o mina, nos estamos refiriendo a un africano que salió por el puerto de Calabar o por el puerto de Mina. Cuando hablamos de lucumí —que, por cierto, también hubo muchos en Cartagena y están calificados como lucumí desde el siglo xvii—, o de congo, nos estamos refiriendo no a etnias, sino a un topónimo africano, a un lugar de África cuyo nombre les fue adjudicado. Pero a ese lugar, o a ese puerto, llegaron muchísimos grupos étnicos, con culturas similares, pero no iguales, o con culturas totalmente diferentes. Y todavía hay grupos en Cuba, como por ejemplo los gangá, que se sabe que salieron de la zona de Sierra Leona, pero el sitio de donde partieron está siendo objeto de estudio en la actualidad. Por lo tanto, nos queda mucho todavía por saber de las culturas de esos grupos, de los matices que tenían y de los gentilicios utilizados para ellos.

    Cabría analizar la forma en que estos africanos llegaron a Cuba, el monto de la esclavitud que aquí hubo, las funciones que desenvolvieron en la Isla. Por lo que se sabe, los primeros esclavos entraron a principios del siglo xvi, en 1515, y los trajo Diego Velázquez. Llegaron a La Habana desde Santo Domingo; porque hay que aclarar que en La Española sí hubo plantaciones de azúcar en el siglo xvi, que no las hubo en Cuba; fueron las primeras del nuevo mundo. Después, los esclavos siguieron llegando a otras colonias del Caribe, pero en Cuba se produce un vacío, que se explica de una forma muy sencilla: Hernán Cortés, que salió de Cuba para la conquista de Nueva España —lo que actualmente es México—, se llevó todo lo que había: cerdos, caballos, y

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