Gotas de agua en sequedal
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El título, se hace eco de los tiempos de sequía y del beneficio del agua, aplicando la imagen en perspectiva de esperanza, como acontece cuando el sequedal recibe el regalo del cielo y el páramo se convierte en vergel. La profecía del rocío y de la lluvia que empapan la tierra y la hace germinar se convierte, en las actuales circunstancias, en ocasión propicia para observar los gérmenes alentadores, inspirados en la Palabra de Dios.
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Gotas de agua en sequedal - Ángel Moreno de Buenafuente
Introducción
Con alguna frecuencia, a lo largo de los años, cuando he compartido mis reflexiones sobre algunos textos bíblicos, me han preguntado dónde encontrar fuentes bibliográficas que expliquen las posibles concurrencias que se dan en ellos para saborear mejor el mensaje revelado.
No soy experto en Sagrada Escritura. Sin embargo, por los años de ministerio, en los que prácticamente he ofrecido una breve homilía diaria, enriquecida con lecturas de autores bien iniciados en el conocimiento de la Biblia, y sobre todo a la luz de los textos patrísticos y de los santos, he llegado a gustar, a veces con sobrecogimiento, el significado de las imágenes, vocablos, localización o cronología que ofrecen los distintos relatos sagrados.
De manera muy concentrada narro distintas secuencias, con la esperanza de que el lector pueda deleitarse más extensamente. Aporto un breve comentario al texto seleccionado, al que enriquezco con resonancias y correlaciones que avalan el comentario. Añado, a manera de testimonio, citas de distintos autores, que acreditan hasta qué extremo han sido afectados por la referencia bíblica y, con el deseo de acompañar en lo posible al lector, termino aplicando la reflexión a la vida de manera más concreta.
La selección de los textos es limitada. He tomado la medida de un mes, que bien podría haber sido de una cuarentena, pero creo que son suficientes ejemplos como gesto solidario con quienes desean acercarse a la Palabra de Dios, no solo para un estudio exegético, que es muy importante, sino para un alimento espiritual.
Los breves comentarios y aplicaciones han nacido de la meditación diaria de la lectura continuada que ofrece la Liturgia. Afloran los pasos que he dado por Tierra Santa y la escucha atenta de distintos comentarios que he escuchado a expertos y profesores de Sagrada Escritura y también resuenan algunas lecturas que hice, en muchos casos recomendadas por amigos.
¡Cuánto bien hace que quien ha disfrutado de un texto lo comparta, reseñe y comente! En mi caso aún he sido más agraciado, porque incluso muchos amigos me han regalado aquellos libros que intuían podrían gustarme.
Desde esta experiencia gratificante comparto de forma concentrada la luz que algunos pasajes, especialmente del Evangelio, me han regalado, y que en algunos casos han sugerido mayor acogida.
Este tiempo de sequías, y no solo por falta de lluvia, he querido interpretar los textos bíblicos desde una perspectiva de esperanza, y como acontece cuando el sequedal recibe agua y el páramo se convierte en vergel, así deseo que acontezca en el corazón del que se siente endurecido, seco, necesitado. La profecía del rocío y de la lluvia que empapan la tierra y la hacen germinar se convierte, en las actuales circunstancias, en ocasión propicia para observar los gérmenes alentadores, inspirados en la Palabra de Dios.
EL REGALO DEL ESPÍRITU SANTO
"Jesús se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»" (Jn 20, 19-23).
COMENTARIO
Gracias al aliento divino existe la creación, se colma de vida el universo, se reviste de belleza la naturaleza y la tierra se colma de bienes. Gracias al don del Espíritu Santo, que derramó el Resucitado sobre los apóstoles, tenemos el regalo sacramental de la misericordia divina, el abrazo entrañable de Dios, el perdón de nuestros pecados. El Espíritu Santo, enviado por Jesús, es quien nos lo recuerda y nos lo enseña todo; Él nos da el conocimiento teologal y sapiencial de las Escrituras.
Por la gracia del bautismo, don del Espíritu Santo, llegamos a ser familia de Dios, hermanos de Jesús, coherederos suyos. El Espíritu Santo es el Amigo del alma, el Huésped divino invisible, el dador de todos los carismas por los que la humanidad se enriquece y complementa: quién profeta, quién evangelista, quién el don de curar, quién el don de enseñar…
(cf. 1Co 12, 8-11). Por el Espíritu Santo nos movemos hacia el bien, surge en la conciencia el deseo de paz, y nos hacemos sensibles para apreciar la bondad y la belleza que permanece en lo profundo de cada ser.
El Espíritu Santo es discreto, pacífico, doméstico, como la brisa suave y la luz que permite ver el brillo de la armonía, del orden y de la generosidad que hace de las personas artífices de lo mejor y nos enriquece para el bien común. A Él acudimos como punto de partida, para que nos ilumine en la percepción e inteligencia de los textos escogidos.
RESONANCIAS
Al invocar al Espíritu Santo, lo hacemos como al Espíritu Creador: Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas
(Gn 1, 1-2). Jesús nos lo promete como abogado: Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad
(Jn 14, 16-26).
El Espíritu Santo será nuestro defensor frente a nuestros enemigos, y sobre todo, nos defiende de nosotros mismos. Gracias al Espíritu podemos llamar a Dios Abba, como lo hacen los niños pequeños con su papá. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios
(Rom 8, 15-16).
No es indiferente que la Biblia comience con la explícita mención del Espíritu (Gn 1, 1-2) y termine con la exclamación: El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, diga: «¡Ven!». Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida
(Apc 22, 17). Toda la revelación está abrazada por el Espíritu, Él es el inspirador de toda la Sagrada Escritura.
TESTIGOS
Jesucristo, cuando se presenta en la sinagoga de Nazaret, lee el texto del profeta Isaías: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Y me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, a los reclusos la libertad y a pregonar el año de gracia del Señor
(Isa 61, 2). Jesús enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: 'Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy'
(Lc 4, 20-21).
San Pablo afirma: El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables
(Rom 8, 26). San Ireneo llega a decir: El Padre actúa por medio de sus dos manos, el Verbo y el Espíritu Santo. Las dos manos son iguales en fuerza y en valor. Las dos manos actúan conjuntamente. No son idénticas. Cada una produce una acción diferente, pero las dos se complementan y de ellas procede un resultado final
.
San Ambrosio, en su tratado sobre los misterios, exhorta: Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor, y conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha sellado, Cristo, el Señor, te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu, como te enseña el Apóstol
.
Y la maestra espiritual, Santa Teresa de Jesús, enseña: Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace encender en fuego soberano, que tan cerca está. ¡Oh Señor, qué son aquí las misericordias que usáis con el alma! Seáis bendito y alabado por siempre, que tan buen amador sois
(CAD 5, 5). Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto, dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo
(San Buenaventura).
• Aplicación •
El Espíritu Santo, a través de sus mociones consoladoras, nos susurra la llamada vocacional identificadora de nuestra existencia como mejor proyecto de plenitud personal, si la seguimos generosamente. Por la acción del Espíritu Santo las materias del pan y del vino se transforman y se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor, con lo que alimentar nuestra fe; y así, nos hacemos concorpóreos y consanguíneos de Cristo.
El Espíritu Santo nos consagra y nos hace sacramentos de la presencia divina, nos habita y nos convierte en templos suyos, identidad sagrada ante los demás, y para nosotros mismos.
Una actitud recomendada permanente es la de pedir la acción y la asistencia del Espíritu Santo en todo lo que se emprende, de manera especial a la hora de desear conocer la voluntad divina. La Iglesia, antes de iniciar sus tareas invoca al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Creador
. Él se derrama sobre las personas buenas de cada generación y va haciendo amigos de Dios y profetas
(Sab 7, 27) que anticipan el modo mejor de vida para toda la sociedad. Una oración litánica es: Ven, Espíritu Santo
.
¿Solicitas la ayuda y la asistencia del Espíritu Santo?
EL SILENCIO
Cuando abrió el séptimo sello se hizo en el cielo silencio como de media hora
(Apc 8, 1).
COMENTARIO
El silencio interior no es huida asocial. No es aguante, ni represión o carencia, ni repliegue, introversión o angustia y depresión; tampoco es aislamiento, ensimismamiento o enfado. Por el contrario, el silencio es como la luz del alba, como la aurora. Es preludio, antesala y actitud previa; es expectación y anticipo; puerta, aventura, armonía interior, paz, belleza y calma.
El silencio es hondura y escucha, vaciamiento y acogida. Es posibilidad y apertura, capacidad de admiración, abismamiento, reconciliación y encuentro sereno consigo mismo; es como la brisa suave.
El silencio es blanco, significa riqueza interior, sensibilidad y respeto; es sagrado y se expresa ante el Misterio. Es fascinante e inagotable y se convierte en compañía. No se ve sino que se oye. Al sentirlo, sobrecoge; abraza y estremece, envuelve y es fecundo. La Palabra viene después del silencio. La vida es posible después de respirar el silencio. No hay música, palabra ni encuentro sin silencio. No hay liturgia, amistad, respeto, gratuidad, esperanza, reflexión ni éxtasis sin silencio. No hay abrazo, ni beso sin silencio.
No hay oración, conocimiento de sí y del otro,