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La crisis permanente: Reflexiones para emprendedores, empresarios e inversionistas
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Libro electrónico112 páginas1 hora

La crisis permanente: Reflexiones para emprendedores, empresarios e inversionistas

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La realidad superó las intenciones al escribir este libro, tanto que fue necesario modificar su título y hacerlo de nuevo. La crisis permanente, de Jaime Soto, es una respuesta a los vertiginosos cambios detonados en Chile por el Estallido Social del 2019 y la pandemia de la CoVid-19. Todo ha sido tan rápido, desliza nuestro autor, que aún estamos lejos de comprender las transformaciones. Para salir airoso, su estilo es elíptico, tocando temas incluso opuestos y con grandes saltos en el tiempo, intentando así un pronóstico hacia el futuro. ¿Tendremos más tecnología y la vez más trabajo? ¿Qué hacer frente a los nuevos conflictos sanitarios, políticos, medioambientales, etcétera? ¿Está en riesgo la vida con el Cambio Climático? La clave sería no tener miedo a las disrupciones, incluso procurarlas como un desafío a la inteligencia y la ética social. Los tiempos del lucro sin fin parecen terminados y en su reemplazo llegó el escrutinio público a través de las Redes Sociales. La democracia toma nuevas formas y simultáneamente surgen inesperadas amenazas a la misma. Todo está por verse y todo es apasionante. Como la lectura de este libro, colmado de información útil.

Iván Quezada
Escritor
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 abr 2021
ISBN9789569385292
La crisis permanente: Reflexiones para emprendedores, empresarios e inversionistas

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    La crisis permanente - Jaime Soto

    Prólogo

    ¿Qué es una «invariante»? Desde luego, un neologismo. Nos sirve como un ancla en una época de cambios vertiginosos. Los negocios y emprendimientos parecen ser luces de un día… Pero sólo en apariencias. La «invariante» es el aspecto que nunca se modifica, más allá de las transformaciones tecnológicas, las innovaciones organizacionales, los cambios políticos o en la Naturaleza (me refiero, obviamente, al impacto de la CoVid-19). A veces es inconsciente, pero es imprescindible descubrirla para acertar en la planificación de transformaciones que, en principio, pueden parecer imposibles, pero en las nuevas circunstancias no, como el reemplazo de la matriz energética por las presiones para priorizar la energía renovable. El ejemplo clásico, en pequeña escala, es el orden de las letras en los teclados. Es la misma posición desde las antiguas máquina de escribir, no cambia con la tecnología.

    No se puede emprender en algo que mudará completamente. En un breve lapso, el activo que uno creía precioso, nadie lo toma en cuenta. Sin ir más lejos, mucha gente está adquiriendo habilidades en cosas que en el futuro no existirán. Por eso, el objetivo de este libro —a través de conversaciones y relatos— es ilustrar a los lectores en el cambio permanente y que así averigüen si sus productos serán válidos en los próximos años.

    La «invariante» hace al emprendedor. Examinemos el complejo caso del Periodismo. Hoy la gente ve la información por Internet y el impreso está en vías de extinción. Los ciudadanos no pagan por las noticias y con ello el Periodismo de Investigación parece condenado. A nivel mundial, por otra parte, estamos llenos de robot entregando noticias falsas y la gente se las cree. ¿Qué pasó con la antigua «invariante», que era escribir las noticias? En diez años más, ¿le interesará a alguien leerlas? Quizás en el futuro las personas sólo querrán verlas. Si sucede un accidente, los usuarios demandarán observarlo con sus propios ojos, particularmente a los muertos y heridos. Sin embargo, no bastará con una imagen para hacer creíble un supuesto «hecho». Las noticias falsas han generado escepticismo. Entonces, ¿cómo mantendremos el valor de informarse?

    Hasta ahora se creía que una noticia publicada era verdadera. El principio era: a mayor seriedad del medio de comunicación, más auténtico su contenido. Esa credibilidad murió y se desconoce el mecanismo para reconquistar la confianza del público. El medio que lo consiga será el que adapte la «invariante» a estos factores, conservando su esencia: que la gente se entere de la realidad.

    Las materias de este libro son el emprendimiento, la innovación, el cambio tecnológico, la evaluación de proyectos… Antes se decía que un proyecto con un «van mayor a cero» (lucrativo), se debía hacer. Hoy, sin embargo, se acaba si no es ético. La normalidad en el presente ya no lo será en los años venideros. Si el proyecto no es sustentable ni desarrolla la comunidad, está condenado a morir… Aunque quizás la regulación todavía no esté a la altura. Por ejemplo, para disponer de 5G necesitamos más antenas que hasta ahora, pero ¿quién aceptaría tenerlas? Todos queremos una conectividad veloz, aunque sin poner una «palmera» en la casa. La tasa de cambio es tan veloz, que los proyectos ahora demoran sólo dos años; después son inviables. ¿Cuánto vale una empresa en ese contexto? ¿Las ideas continúan siendo un activo, a pesar de que cualquiera las puede copiar?

    Es importante diferenciar a emprendedores, inversionistas y empresarios. En Chile, un emprendedor es quien tiene una idea y pide financiamiento para llevarla a cabo o emplea capital propio. Puede ser un restorán u otra cosa. El empresario, en cambio, posee un patrimonio y dispone de recursos para nuevas iniciativas. No necesariamente es rico, pero sí es reconocido por la comunidad empresarial. Su meta es la utilidad. Ya conoce a su gente, tiene su empresa y una historia. El inversionista, por su lado, no está en línea directa con la gente. Invierte en una empresa y puede ocupar el cargo de director, aunque sólo con el objetivo de rentabiliza su inversión. Si compra un departamento para arrendarlo, debe comparar su ganancia con el interés de un depósito bancario. Aún así, en la Nueva Economía es necesario colaborar con las personas, confiar en ellas, usar las comunicaciones. Por eso extraña que los modelos vigentes en Chile sean jerárquicos. En los organigramas se ve quién gana más, limitando el emprendimiento. Entre nosotros impera una economía basada en materias primas y carecemos de soluciones modernas. Aquí no se ha construido un Uber ni un Amazon. Pero la única manera de alcanzar el desarrollo es con emprendedores que se planteen el desafío: un nuevo modelo económico.

    Llegaríamos al umbral del desarrollo con 35 mil dólares per cápita. Si crecemos al 5%, tal vez para el 2025 lograríamos esa cifra. Al tres o al dos, quizás en veinte años más… ¡Y más aún los indicadores numéricos cayeron en el desprestigio! La cuestión es cómo combinar nuestras aspiraciones con el pleno empleo y una vida decente. La distribución está terriblemente mal hecha. ¿Dónde está bien ejecutada? Lo vemos en algunos países ricos, donde a una persona, al empezar a trabajar, se le deposita mil dólares en una cuenta corriente para que tenga una vejez sana. En Chile, por el contrario, somos subdesarrollados.

    Los engranajes del Conflicto y la Innovación

    Capítulo I

    La inestabilidad como paradigma

    1. Comunicarse contra viento y marea

    Entre los relojes, la invariante es la medición de las horas del día. Todos los aparatos, digitales o analógicos, indican el paso del tiempo. En los negocios también existen invariantes, pero son invisibles para quienes no emprenden dichas transacciones. Quienes deducen el factor inmutable, ocultan un as de triunfo bajo la manga.

    En la era de la digitalización, la piedra de tope es la comunicación. La gente siempre se comunicará. Veamos el ejemplo de las películas. Las personas gustan de ellas, las ven en cualquier formato que se les presente. Pero los creadores del video en VHS no lo entendieron así y tuvieron que resignarse a su desaparición con el auge del CD, luego del Bluray y ahora del streaming. La tecnología implica un cambio permanente en los recursos, pero no en el contenido.

    Los emprendedores deben darse cuenta de cuál es la invariante al ofrecer una innovación. El gran riesgo es desarrollar una tecnología condenada a morir. Hoy la novedad es la robótica y la Inteligencia Artificial, por nombrar dos. Se dice que, por ejemplo, los robots serán los nuevos sirvientes y no sólo en labores mecánicas, sino incluso proporcionarán soluciones a dilemas intelectuales. Cada día se los emplea más en las mesas de ayuda, como asimismo en los «fonos ayuda». Pero el negocio es la respuesta a las personas, no es el dispositivo en sí mismo, como algunos operadores creen. La esencia sería el algoritmo que satisface las inquietudes.

    El cambio es constante y absorbe la variedad. Al mezclarse ambos factores, se origina un ecosistema distinto. En el presente tenemos diez mil respuestas para una pregunta, pero quizás antes la conseguíamos en una enciclopedia y nos resultaba satisfactoria. ¿Realmente hubo un cambio? Sí, pero en el modelo de búsqueda, no en las respuestas que obtenemos.

    Antes recibíamos el dato listo. En los medios de comunicación, las noticias venían filtradas. Hoy, en cambio, es al revés: se solicita un dato y acuden mil fuentes, que pueden ser verdaderas o falsas. Las personas ya no compran diarios, pero siguen necesitando los datos, la información y el conocimiento que éstos entregan.

    El estándar actual es la inestabilidad. En el pasado se consideraba que la estabilidad era una virtud. A uno le decían que trabajaría veinticinco años

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