Nuevos habitantes del centro de Santiago
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Nuevos habitantes del centro de Santiago - Yasna Contreras Gatica
CAPÍTULO I
EL CENTRO DE SANTIAGO EN UN ESCENARIO DE CAMBIOS SOCIOESPACIALES
Las áreas centrales latinoamericanas, y en especial la comuna de Santiago, se han vuelto zonas residenciales relevantes en un escenario dominado por la aparición de nuevas ocupaciones asociadas a la economía terciaria. En específico, los habitantes que ingresan a la comuna de Santiago después del retorno a la democracia están insertos en escenarios de cambios sociodemográficos, económicos y políticos marcados por el aumento relativo del nivel de ingresos, los cambios en la composición familiar, la creciente feminización de la fuerza de trabajo; la aparición de sectores sociales más individualistas que revelan nuevas modalidades de ocupación y de movilidad social hacia barrios centrales. A lo anterior se suman las estrategias del capital inmobiliario sustentadas en la generación de nuevos frentes inmobiliarios al interior de espacios centrales y pericentrales bien conectados y accesibles.
El mayor peso que adquieren las áreas centrales como Santiago está asociado, además, a la nueva fase de urbanización latinoamericana marcada por la introspección o el regreso a la ciudad construida
(Carrión, 2001:2). Esto responde a la conjunción de tres factores: cambios demográficos globalización cultural, económica y social, y revolución científico-tecnológica. Los cambios demográficos, por su parte, están marcados por la reducción de las tasas de natalidad⁴, la importancia que asume la tasa vegetativa⁵, la urbanización de territorios vacíos, el redireccionamiento de las migraciones entre espacios urbanos, y las diferentes estrategias de recuperación y renovación urbana.
De esta manera y de forma paralela al proceso de expansión suburbana la investigación se sustenta en la tesis de un movimiento de resistencia a los flujos centrífugos que valora la búsqueda de cercanía a los lugares de trabajo, las infraestructuras y los equipamientos (Bonvalet y Dureau, 2000). En las áreas centrales de ciudades latinoamericanas como Buenos Aires, Ciudad de México, Bogotá y Santiago de Chile, entre otras, se observa una tendencia a la localización de ejecutivos medios y altos que valoran la centralidad y la accesibilidad
(ibíd., p. 83). De esta forma, el movimiento centrípeto respondería (…) a estilos urbanos del que variables clásicas como la edad, posición del ciclo de vida y la condición social no darían cuenta totalmente
(ibíd., p. 84) de esta situación. Lo que implica que para hacer explícitas las razones de la elección residencial de estos nuevos habitantes se debe indagar en sus prácticas espaciales, trayectorias y la localización de sus redes sociales y familiares.
a. Amparando la tesis del urban infill
Para el caso específico de la ciudad de Santiago se sustenta la tesis del urban infilling o la tesis del relleno urbano. Este proceso tiene como principales causas el cambio sociodemográfico y cultural de la familia santiaguina con hogares cada vez más reducidos, formados por adultos mayores, personas solteras o separadas y familias con un solo hijo, para los cuales la periferia no es una opción atractiva.
En algunas ciudades americanas se propone la tesis y corriente urbanoarquitectónica del urban infill o el urban infill housing (Haughey, 2001) como estrategia de relleno, reconstrucción y reutilización de viviendas o de sitios baldíos o deteriorados ubicados en espacios centrales. El fenómeno del urban infill o relleno urbano se explica por varias razones. Una de ellas se asocia al retorno del mercado inmobiliario a una zona central, el que captura la renta potencial o el rent gap (Smith, 1979) de terrenos bien localizados en condición de deterioro y con precios de suelos inferiores respecto a otras localizaciones. El efecto más esperado y discutido de esta revalorización mercantil (Coulomb, 2001) se asocia al desplazamiento voluntario o involuntario de la población residente de bajos ingresos.
Una segunda explicación de la reutilización o relleno de espacios centrales se debe a los diferentes planes, programas de repoblamiento y de regeneración habitacional incentivados por algunos gobiernos locales. También se entiende como respuesta a la generación de subsidios de renovación urbana, incentivos fiscales o en la flexibilidad de las normas urbanas para reutilizar los espacios centrales. En América Latina, Ciudad de México y Santiago de Chile son ejemplificadores de estos procesos. Ambas ciudades después del terremoto de 1985 comenzaron intensos y cuestionados Planes de Repoblamiento. En la mayoría de los casos la oferta inmobiliaria estuvo dirigida a clases medias y medias altas (Paquette y Yescas, 2009; Contreras, 2008, 2011), aunque en Ciudad de México destacan algunas acciones realizadas por el Instituto de la Vivienda del Distrito Federal (INVI), permitiendo a hogares de escasos recursos acceder a la propiedad de un departamento central (Paquette y Yescas, 2009). No obstante, la retracción de los gobiernos locales y del Estado en la promoción de viviendas populares centrales incentivó un mercado inmobiliario que no prestó atención a la protección del patrimonio urbano, social y residencial.
Una tercera explicación de por qué se produce el urban infill –y que está muy asociada a la gentrificación de la demanda residencial propuesta por Ley (1980) y continuada por Hamnett (1991, 2003)– radica en el rol de las nuevas clases medias profesionales y técnicas, quienes valorizan por diferentes razones la vida en lugares centrales. Se trata de nuevos grupos sociales con mayor avidez por el consumo cultural, esto último en el marco de las tesis sobre gentrificación de los espacios centrales
(Contreras, 2012:29). A lo anterior se suman significativos cambios sociodemográficos. Las personas y los grupos familiares cada vez más reducidos y diversificados (personas solas, divorciados, nidos vacíos, minorías sexuales, otros) tienden a valorar la diversidad de algunos barrios, la accesibilidad de los restaurantes y atracciones culturales, y la capacidad de caminar al trabajo
(Haughey, 2001:6), como también la concentración de diferentes funciones urbanas, culturales y económicas.
El regreso a la ciudad consolidada se asocia también al rol que cumplen los departamentos como modelos de vivienda privilegiados superando las preferencias por casas. Este fenómeno es significativo en la ciudad de Santiago desde finales de los años 1990. A lo anterior se sumó la llegada del retail y su poder de reconquista de espacios centrales a través de formatos como los strips centers o malls verticales como el Mall del Centro, en pleno centro histórico de la capital. De esta forma, un elemento común de las manifestaciones significativas de la urbanización de los últimos tiempos es la convivencia de dos modelos urbanos: uno compacto y otro difuso (ciudad com-fusa en la perspectiva de Abramo, 2012). Estos modelos no son solo resultantes de las tecnologías de la información y comunicación, de planes o políticas de viviendas determinadas o del rol del mercado inmobiliario, sino que ambos deben reconocerse como manifestaciones de elecciones residenciales individuales o colectivas.
El urban infill no solo está marcado por la llegada de personas solas, minorías sexuales y/u otros tipos de nuevas familias, sino que también radica en los intensos procesos de migración intraurbana e intralatinoamericana, siendo Santiago un caso significativo desde finales de la década de los años 1990 principalmente por la migración masiva de peruanos.
En el centro urbano de Santiago, y en Chile en general, existen diferentes factores que explican esta llegada masiva a partir de los años 1990. Entre éstas, la existencia de un centro urbano que pierde población, hospedajes de bajo costo, transporte económico, situación de inestabilidad política y económica de Perú (especialmente antes del año 2000), y apertura democrática, estabilidad política y económica de Chile. A pesar de estas razones, resulta pertinente preguntarse dónde, cómo y por qué estos inmigrantes se asientan en el centro de Santiago (Luque, 2007).
Detrás de la tesis del urban infill se asume que el crecimiento periférico pierde velocidad y las transformaciones demográficas y económicas comienzan a producirse con más intensidad en la ciudad consolidada
(Poduje, 2010:17). Esto último se refleja en el rol que cumplen los departamentos como modelos de vivienda que superan las preferencias de casas desde 1997 y en la llegada del retail, que tiene un poder de reconquista de espacios centrales en pleno centro histórico de la capital. Esta tesis del infilling es extensible a las comunas centrales, pericentrales y a aquellos territorios localizados dentro del espacio compacto y consolidado de la ciudad de Santiago.
b. La recuperación de los espacios centrales: un juego entre la oferta inmobiliaria y la demanda residencial de nuevas clases medias
Dos posturas transitan a la hora de revelar cuáles son las causalidades de la llegada de habitantes de ingresos superiores a las áreas centrales y la transformación socioespacial de esta. Del lado de la oferta, el cambio socioespacial responde a la penetración de un capital privado masivamente inmobiliario que busca generar plusvalía en sectores deteriorados o fértiles a la dinámica inmobiliaria, produciendo con ello un movimiento de llegada de habitantes con mayor avidez por el consumo cultural, gastronómico, y de oferta farandulera. El tipo de alojamiento generado sería de viviendas nuevas en edificaciones en altura y, en menor medida, resultaría del reciclaje de antiguas construcciones.
La segunda postura relaciona la revalorización y cambio socioespacial de las áreas centrales. Se alude al enfoque de la demanda residencial (Ley, 1980 y 1986; Hamnett, 1991 y 2003) y al arribo de una nueva clase media o nuevos grupos sociales con mayor avidez por el consumo cultural –esto último en el marco de las tesis sobre gentrificación de los espacios centrales. Lo interesante de estos habitantes es el uso diferenciado que tienen de los barrios y lugares habitados. Para algunos la centralidad constituye el espacio de proximidad, en cambio para otros funcionará como espacio abierto o utilitario (Authier y Bidou-Zachariasen, 2008).
Es probable que estos nuevos grupos no sean tan distintos respecto de los que existían antes, sino más bien podrían ser una ampliación radical en el porcentaje y en el número de sujetos urbanos más educados y cultos, que ven en los barrios centrales una opción residencial y un estilo de vida urbana distintos. Esta visión desde la demanda residencial y cultural daría cuenta también de que a los barrios centrales, y en especial a los históricos y con riqueza patrimonial, llega un grupo social más cosmopolita, que le impone al territorio sus cánones físicos y estéticos.
La visión reduccionista de ambos enfoques tiende a olvidar el rol de la movilidad urbana y de los cambios sociodemográficos como factores explicativos de la llegada de habitantes a los espacios centrales que se renuevan. En el caso de la ciudad de Santiago se genera un escenario donde las movilidades espaciales y residenciales se complejizan y se diversifican territorialmente. La existencia de una oferta inmobiliaria diversificada en términos económicos y territoriales, asociada al aumento del ingreso de las clases medias y diferentes modalidades de acceso a créditos hipotecarios, hace extensible una localización residencial no solo a áreas periféricas, sino también a territorios centrales y pericentrales. El movimiento residencial en pro de las áreas centrales es lo que incentiva este estudio, motivado principalmente por las posibilidades que entregan los proyectos de revitalización urbana y por las características sociodemográficas y culturales de los nuevos habitantes que ingresan y que ven a diferentes barrios de la comuna de Santiago como opciones residenciales permanentes o pasajeras.
La migración a la comuna de Santiago, según los resultados de la Encuesta
CASEN
2006, correspondería a un flujo marcado por una fuerte presencia del quintil superior (entre 48% y 60%) en diferentes barrios del centro (Rodríguez, 2007). La entrada de grupos sociales de ingresos similares o mayores respecto a la población existente queda demostrada en una investigación denominada Cambios socioocupacionales y transformación metropolitana: Santiago, 1992-2002 (De Mattos, Riffo, Yáñez y Salas, 2007). En ella los autores demuestran que la expansión territorial de algunos sectores medios y medios altos en las áreas norte y oriente del Centro Histórico estaría marcando un incipiente proceso de gentrificación, observable en algunos barrios de la comuna como Brasil, Lastarria, Forestal, Parque O’Higgins y Lira. El fortalecimiento de esa tendencia estaría sustentado en un mercado inmobiliario que se consolida y que lee las demandas y transformaciones de quienes escogen la centralidad, aunque no todas las que arriban son gentries.
Aunque los movimientos de población hacia los barrios centrales no son capaces de contrarrestar la tendencia hacia la periferización, estos son elocuentes en distinguir las preferencias de muchos santiaguinos por la centralidad (Contreras y Figueroa, 2008). Dichos movimientos responden a demandas residenciales de clases medias, en especial jóvenes profesionales (yuppies: young urban professional or young upwardly-mobile professional) y solteros sin hijos (dinks: double income no kids) que ven al centro y a sus áreas pericentrales como opciones residenciales y laborales (Contreras, 2008). En estos últimos años la comuna de Santiago, y en especial los barrios que se renuevan, reflejan movimientos de entrada y salida desde y hacia la comuna, convirtiéndola en un espacio paradigmático respecto del tipo de habitante que penetra y que emigra, y de las nuevas modalidades de ocupación de sus espacios residenciales.
La movilidad residencial hacia la comuna de Santiago jugaría, por lo tanto, un rol de primera importancia, ya que el hecho que las familias se desplacen a lo largo de su vida a distintas localizaciones responde a un proceso de mantención de una identificación social y capacidad de pago que asocia condiciones socioeconómicas de los hogares con el valor del lugar habitado. Este proceso puede tener muchas variaciones asociadas a la evolución de la vida familiar y a los propios cambios de la ciudad, por lo cual la movilidad residencial sería un factor de explicación de los procesos urbanos y de los comportamientos sociales dentro de la ciudad.
c. La reconquista y recuperación de las áreas centrales por nuevos habitantes: un fenómeno en crecimiento
Del otro lado y casi en bipolaridad teórica, surge la noción de ciudad compacta en un contexto donde los capitales, empresas, inversiones y personas rescatan y ponen en valor las externalidades y economías de escala derivadas de la centralidad y pericentralidad. Más allá de esa polaridad, es interesante revelar cómo se conjugan en el espacio urbano movilidades espaciales centrípetas versus centrífugas (Dureau y Bonvalet, 2000; Contreras y Figueroa, 2008). El centro era importante en la fase fordista al constituirse en un punto central de concentración y dispersión de la simultánea y sistemática creación de la vida urbana y suburbana
(Soja, 2008:342).
Hoy el centro cobra un nuevo sentido. Por un lado concentra funciones importantes y, por el otro, cede jerarquía y funciones a territorios próximos y contiguos. También constituye una opción residencial para nuevos citadinos, en especial profesionales y técnicos (Contreras, 2005; 2008; Contreras y Figueroa, 2008), y capitales comerciales que ponen en valor una vida más urbana. De esta manera, uno de los rasgos característicos de esta nueva fase es la existencia de una metrópolis transformada, donde el centralismo se acentúa y no se pierde (Carrión, 2001; Borja,