UN FENÓMENO DE DOBLE FILO
Inmersas en una crisis climática sin precedentes, las ciudades no cejan en el empeño por combatir sus efectos. De esta urgencia ha surgido la última corriente de planificación urbana: el urban greening, o “reverdecimiento urbano”, con el fin de conseguir urbes más sostenibles pa ra la ciudadanía y el medioambiente. De Londres a Singapur, de Barcelona a Milán, se apuesta por la creación de parques y corredores vegetales para mejorar la calidad ambiental del aire. El objetivo: reducir la emisión de gases de efecto invernadero, los principales generadores del calentamiento global.
A priori, esta iniciativa no parece tener peros. Se trata de crear nuevos espacios verdes, de limitar el automóvil y fomentar el transporte público o en bicicleta. Y, de paso, de reducir los niveles de estrés (algo que, está comprobado, logran los espacios verdes), manteniendo un estilo de vida más saludable. Todo parecen ventajas. Sin embargo, hay voces cualificadas que alertan de que esta corriente verde puede ser otra vía para un proceso que ha marcado las dinámicas de las ciudades del planeta en las últimas décadas: la gentrificación.
Otra vuelta de tuerca
La sería, entonces, una nueva vuelta de tuerca a la gentrificación, un fenómeno que podría traducirse como la transformación de un barrio deprimido, o de clase media-baja, en un lugar de moda. Si se quiere una definición deriva del sustantivo (‘alta burguesía, pequeña aristocracia, familia bien o gente de bien’)”.
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