HAY UN MCDONALD’S a las afueras de Roma donde puedes observar a través del piso de vidrio, unos cuantos metros abajo, las piedras grises aplanadas que formaban el antiguo camino romano y unos esqueletos retorcidos empotrados en una alcantarilla con 2 000 años de antigüedad.
Estos son los restos de una ramificación de la primera carretera principal de Europa, la Vía Apia. La ruta, cuya construcción comenzara en 312 a. C., sale de la ciudad y serpentea a través del sur de Italia hasta llegar a la ciudad portuaria de Bríndisi, en el Mediterráneo oriental. Esta vía inspiró el dicho “todos los caminos conducen a Roma”, y en Italia todavía es llamada Regina Viarum, la Reina de los Caminos. Sin embargo, su legado ha sido descuidado y quedó enterrado, en gran medida, junto con sus piedras bajo milenios de historia.
Hoy día, un proyecto del gobierno italiano busca transformar la Vía Apia en una ruta de peregrinaje desde la vibrante Roma hasta el puerto de Bríndisi, una ciudad tranquila en el tacón de la bota de Italia. En su trayecto de unos 580 kilómetros, la Vía Apia toma muchas formas: un camino de terracería a través del bosque, la plaza principal de un pueblo o una carretera. No todo su trayecto es escénico o placentero, pero constituye una inmersión en una parte de Italia que pocos turistas tienen la oportunidad de ver.
Sin embargo, antes de que lleguen las multitudes, las autoridades necesitan desenterrar la Vía Apia y, en algunos casos, encontrarla. Por esta razón, una mañana de otoño observaba el camino desde el interior de un local de este imperio de hamburguesas. En Roma, la Vía Apia es una franja con casi 18 kilómetros de largo en un parque arqueológico bien conservado. La última rama de este sitio es una vereda sobre una ladera boscosa. Después, el camino desaparece, en buena parte, debajo del pavimento por 80 kilómetros. Su última aparición en la ciudad eterna es justo debajo del