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Antología Dekar: Dekar Anthologies, #1
Antología Dekar: Dekar Anthologies, #1
Antología Dekar: Dekar Anthologies, #1
Libro electrónico221 páginas3 horas

Antología Dekar: Dekar Anthologies, #1

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Esta cautivadora colección de historias profundiza su conocimiento de Dekar: ¡Disfrute de estos crudos, fragmentos de vida de este universo de alta fantasía!

Cuentos de batallas libradas, guerras ganadas y una pequeña ciudad intrigante donde nunca pasa nada, te mantendrán entretenido durante horas y horas. Estas historias corren paralelas a las novelas de Leon Dekar, dando al lector una visión fascinante del mundo no visto de León.

Lee la historia de un hombre atrapado en una torre de la cárcel con abominaciones como guardias, el diario de un barman en un pueblo abandonado y perpetuamente de noche, y de un alquimista rechazado por la sociedad, que visita un cementerio de monstruos donde horribles bestias acechan debajo.

¡Entretenimiento, sorpresas y deleite asegurado! Estos cuentos retorcidos profundizarán tu comprensión del universo Dekar mientras te llevan a aventuras salvajes en las mentes de los locos, las aventuras de los valientes y exponiendo secretos que es mejor dejar olvidados.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 feb 2021
ISBN9781973233978
Antología Dekar: Dekar Anthologies, #1
Autor

Leonardo Adriel

Leonardo Adriel has always been a fan of deep fantasy. He’s been inspired by video games like The Legend of Zelda, Final Fantasy, the Mana series, Chrono Trigger, Metroid, Soulsborne, and others and he believes all this influence lends an unusual, but beautiful, touch to his work. He hopes to use the same combination of beautiful imagery, music, and art along with his stories to create an audiovisual product like none that have existed before. He was born in Argentina and hopes to inspire others to create with his powerful words.   You can find recent news and more by visiting his website: www.leonardoadriel.com/

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    Antología Dekar - Leonardo Adriel

    Antología Dekar

    Segunda edición: Abril 2018

    Corrección y edición: Analía Ruth Gon

    Ilustración: Andrés Agostini

    Para saber más del autor: www.leonardoadriel.com

    Copyright © 2014 -2018 por Leonardo Adriel Pizzio

    Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstame públicos.

    ISBN: 9781973233978

    Para mi hermano, Gabriel.

    Índice

    La Era de la Exploración————————————————————————————

    Gruta de la Penumbra—————————————————————————————

    Un niño y su perro———————————————————————————————-

    Espejo Alquímico————————————————————————————————-

    La espera—————————————————————————————————————-

    El hombre aguja—————————————————————————————————

    La Fábula del Pico de Crivo——————————————————————————

    Torre de la Paciencia—————————————————————————————-

    La Aldea de Mopli ~ en el fondo de la aventura————————————-

    Secreto del Dekar———————————————————————————————-

    La Era de la Exploración

    Era un día normal en Kilme. Los pequeños Riki y Mika estaban corriendo y jugando a los caballeros, como siempre hacían, solo siendo resguardados por el viento cerúleo y los tranquilos sonidos de la costa. El mar tarareaba una tonada encandilante para esta velada calurosa, una tonada que conflictuaba con la burbuja de falsa guerra de los niños.

    Ambos empuñaban unos largos y delgadas ramitas de madera y los blandían como espadas. Ya habían roto sus mejores espadas de madera y tenían que pretender con palitos por el momento.

    Mika era un poco más grande que su pequeño hermanito, pero ninguno comandaba al otro aquí. Ambos eran guerreros y acarreaban sus armas, con la misma forma estoica y poderosa como sus héroes de esas fantásticas historias de intrépidos aventureros y maravillosas criaturas que nunca podían dejar de hablar.

    Su padre narraba una de estas historias todas las noches y los niños solo pedían más.

    Mika era una caballera buena y Riki uno malo. La pequeña Mika curaba heridas con energías mágicas y el pequeño Riki comandaba las fuerzas más devastadoras.

    Los palitos solo apuntaban al otro palito. Iban rápido, zumbando el aire en su trayectoria, pero desaceleraban antes de chocar. Se empleaban los sonidos y onomatopeyas preferidos para compensar la falta de peligro, y, por ende, de conflicto.

    Practicarían ruedos, esquivos y giros, elevando una pantalla de arena ante cada uno y empantanando sus remeras ante el ardiente sol. Llevarían pociones y elixires, por supuesto, frascos de agua que su madre ornamentaría para sus aventuras.

    El uso de magia enunciaba una pausa para explicar que iban a hacer, el resultado de la acción y, muchas veces, una discusión para consensuar el efecto. Cosas como nueces que se rompen y hierba seca añadía a los efectos visuales. El oponente haría como era acordado actuando con tanta exageración como se podían. Siempre parecía poco, vago e improbable, pero nunca paró de causar risas.

    No era el caso de la diversión, pero el combate tenía un límite de tiempo. La mayoría de las contiendas caería cuando el sol cayera y ambos se tornarán en una silueta negra para los espíritus del mar. Al final, se debatían quien ganó por varios minutos, siendo quizás la parte más peleada de la batalla. No obstante, siempre terminaría en empate para el día siguiente, la contienda sin fin continuaría siendo más tensa y festiva.

    Cuando la lengua de Mika se iba un poco para adelante, ella mostraba que estaba completamente enfocada en el juego. Su hermano también tenía su propio motivo, pero era contra intuitivo, mostrando una mandíbula suelta y una expresión en blanco, como si fuese un bostezo sin fin.

    Los niños emulaban sonidos de todas las frecuentas dadas las circunstancias, inventaban posturas y nuevos movimientos para sorprender al otro. Las risas nunca faltaron.

    El sol se estaba por poner, ellos añoraban los alargados panes que su madre les prometían para cenar, pero querían sacarle todo el provecho al día. Las sombras estaban en ese momento que caen más exponencialmente, y en ese preciso momento, fue cuando vieron el más desconcertante brillo esmeralda surcando por el cielo.

    Riki lo llegó a ver primero y Mika siguió la mirada de su hermano. Abandonaron los ataques, mas no sus armas. El cautivante brillo cruz o el anochecer a un paso increíble y luego gran surco, parecía que por fin aterrizo en la parte este de la playa.

    Los niños se quedaron admirados, unos a otros, no podían creer lo que veían. ¿Que era esto? Era su nuevo tópico de conversación ahora.

    Debía de ser un monstruo mágico, eso seguro. Riki pensó que era una de esas gigantes anguilas aladas que respiraban relámpagos y hundían botes con sus maremotos, exactamente como los que habían anclado en esta costa hace tantos años.

    Mira negaba esto, este pez tenía alas, pero no podía volar. Ella estaba inequívocamente convencida de que era el trabajo de un majestuoso Alador, como el que sus padres les relató en sus historias: Un ave gigantesca de cabello rojizo y la cabeza de un feroz león, que lanzaba fuego mientras volaba.

    ... Pero ninguna teoría lograba describir a este brillo esmeralda, excepto... el magnífico Dekar.

    Uno de los muchos poemas del viejo poeta Colibri, describía una entidad que: ...Era tan bestia como era humano; que era tan natural como era intachable; que era gentil como era un Dios. Con un pelaje verde azulado, reminiscente a los gentiles ‘arboles, un Dekar cuidaría del mundo y regaría la alegría de la magia.

    Cuando uno de los niños recordó esto, la lógica dejó de existir. Estaban más excitados que nunca. A Dekar había caído en su playa, significaba que los estaba visitando.

    Mira lo dijo primero, debían perseguir su magnificencia. Riki dudaba de su plan, mientras miraba al cercano atardecer, él estaba bastante asustado de lo que podían encontrar en la otra parte de la playa. Mika aseguraba sus dudas, el niño aceptó con su cabeza baja, no se sintió digno de ver la valentía en los ojos de su hermana, pero su querida hermana lo alentó una vez más. Esta sería una aventura como las que oían en las historias de medianoche, ella dijo ¡Ellos serían aventureros! ¡Héroes!... Ella sabía exactamente que decir para incrementar su ímpetu.

    Sabían que debían hacer rápido antes de que sus padres llegaran al anochecer, mas también debían estar preparados. Los guerreros en esas aventuras siempre iban equipados con todo lo que tenían.

    Fueron dentro de su hogar, derecho a sus cuartos, para un equipamiento especial: Cajas de cartón, que ellos habían cortado y pegado con pegamento en diferentes tamaños y formas, para ‘forjarse’ unos cascos, pecheras, protectores de piernas y todas las partes requeridas para tener una armadura completa. No las usaron antes, porque no era perfectas todavía, pero la oportunidad lo aclamaba.

    Llenaron más viales con pócimas con varios jugos, Mika puso algunas galletas en una bolsa y Riki agarró una roca mohosa especial, que descansaba como un trofeo de buena suerte, en la sala de estar de su casa. Un objeto sagrado que su papá recogió de un viaje a la sagrada iglesia del bosque, sería su amuleto mágico.

    Ambos estaban dispuestos y listos. El casco de Mika estaba más decorado con cartón adicional, como cuernos y mondadientes como dientes, pero Riki el de Riki estaba mucho más pintado con carbonillas. Solo se pusieron más y más eufóricos y no gastaron más tiempo aquí.

    La puerta detrás de ellos se había cerrado tan fuerte que creyeron que la casa iba a caerse tras ellos. No podían evitar correr tan rápido como el viento, mientras las risas hacían eco por la penumbrosa playa. El tiempo no era tan considerado como su aventura; no, les otorgaría la victoria en el último segundo.

    Sus pasos eran veloces, mas enclenques en la suave arena. Riki respiraba la tierra que su hermana levantaba al correr delante de ‘el. El niño tocio y lloró ante la imprudencia de su hermana, la mayor pronto se dio cuenta de la situación y lo volvió a realentarlo. Ella limpió la tierra de su gran casco y lo abrazó tanto como lo necesitó.

    No mucho más tarde, las risas continuaron yendo y viniendo. La idea preconcebida de un Dekar aterrizando en su hogar era suficiente como para hacer el acto de correr, la actividad más emocionante de la existencia. Ellos corrieron, cayeron y creyeron haber descubierto tesoros ante toda la chatarra olvidada que encontraba en esta playa fuera de la realidad.

    Luego de un rato, cuando la hora del juego estaba pronto a caer, Mika cruzó su mirada ante el brillante centello azul en la tierra, como si un gran zafiro yaciera allí.

    Detuvo sus pasos y a su hermano antes de acercarse a este objeto misterioso. Mika avanzó con cuidado con un enclenque sigilo a lo que Riki lo seguía; en la silenciosa arena, solo sus risueñas bromas destruían la sorpresa.

    A cierta distancia, notaron que el esplendor no era una roca, pero pellejo, y entonces el brillo azul también los notó. Tornó su cabeza para los niños y en el esplendor de un segundo, saltó sobre ellos, rociándolos con arena por todos lados.

    Los pequeños gritaron desesperados, temían a lo que pudieron haber despertado.

    Apenas volando por encima del diminuto montículo, un murciélago cerúleo brillaba los últimos rayos de luz del día. El padre de los chiquitos le había contado acerca de esta criaturita: se llamaba Lrarim, era como un murciélago cuyo chillido era similar a los murciélagos comunes, pero este tenía ojos más grandes y gentiles, así como orejas más pequeñas; las alas eran más ligeras y volubles, estaban hechas de una resina de grasa y cartílago; toda la criatura era particularmente ligera, a lo que un jabón burbujeante que cubría todo su cuerpo transpiraba por doquier y que este necesitaba para mantener su calor y lejos de depredadores.

    Incluso al enfrentar a esta pequeña, inofensiva criatura, los niños estaban aterrorizados. El pequeño Lrarim mantenía su posición sobre hoyo de arena de por donde saltaron, mirando a los niños temblar y aguardando a que hagan algo.

    El pequeño Riki fue el primero en tragarse su temor y aceptó el reto de enfrentarse a un monstruo. Él y su hermana se habían preparado para este evento varias veces, así que preparó su arma ante la diminuta bestia y jugó su más heroica pose para defender a su querida Mika.

    La hermana no tardó mucho en apreciar el coraje de su hermanito para proteger y entender lo que estaba en riesgo. Ella preparó su espada encantada para enfrentar a su recién descubierto némesis.

    El murciélago solo voló alrededor de la amenaza (ignoto de su verdadero predicamento) mientras los niños agitaban sus varas ante el Lrarim, golpeándose más a su mismos que a la ágil criatura. Los pequeños temían la represalia de enojar a su enemigo, así que fueron con más fiereza, pero el animal solo vio estos movimientos como un baile juguetón.

    En cierta instancia, los chiquitos vieron lo inútil de su asalto. El Lrarim solo siguió dando gustosas sonrisas ante cada espadazo. Quizás lo que las historias contaban no eran del todo ciertas, quizás no todos los monstruos eran así de malos.

    La pequeña Mika se le ocurrió la idea de acercar la vara gentilmente debajo del murciélago. El animal pronto descansó sobre este; era prácticamente ingrávido.

    Mika, lentamente trajo la varilla más cercana al cuidadoso asombro de su hermano. La criatura no escondía ningún truco, ronroneaba deleitado a la gentil caricia que ofrecía el niño al explorar su naturaleza. Su piel era caliente y resbaladiza, era difícil detectar bien la piel real, esta limpió la carbonilla pintada de sus armaduras, mas no las descomponían, era burbujeante y cosquilleante.

    Los chiquitos querían jugar con su nueva mascota, aunque nunca olvidaron sus prioridades. Ellos literalmente le preguntaron al Lrarim de acompañarlos y percibieron su muda sonrisa como una afirmación, a los que los niños empezaron a correr, nuevamente, ahora más feliz, con sus brazos yendo por los aires, mientras su mascota ‘guardián’ felizmente chillaba y volaba alrededor.

    Las sombras comenzaron a consumir toda la tierra a lo que el Sol desaparecía sobre las olas del océano. Ellos alentaron unos a otros a apresurarse, mientras sus pies les picaban por el gran esfuerzo. En el atardecer, ellos rieron, pero solo gritaron cuando una figura atrapó a Riki desde las sombras.

    Riki se sorprendió y gritó. El captor lo silenció con una tierna calma:

    —Sabía que eras tú, Riki. Soy tu vecino, el señor Leik — contó la voz a lo que se acercaba a la hermana, con el hermanito ahora sostenido de su hombro — Lo siento si los asusté niños, pero yo mismo estaba asombrado al escucharlos a ustedes y al verlos correr tan rápido ¿Qué están haciendo aquí tan tarde?

    El hombro soltó al calmo niño y ambos le contaron la fantástica historia de cómo vieron un brillo esmeralda de un Dekar cayendo en la playa, como se equiparon para batallar, corajudamente perseveraron ante la adversa corrida de la arena y derrotaron (o, mejor dicho, reclutaron) a la maravillosa bestia cerúlea que ahora descansaba en el hombro de Mika.

    El hombre rio con mesura, estaba realmente sorprendido ante la historia y amistoso Lrarim que brillaba en ya en el ocaso.

    —Esa es una historia maravillosa niños, pero están pasados de su hora de aventura si no estoy equivocado.

    Los niños se rehusaron a detener su día, debían llegar al Dekar antes de que se fuera o todo sería inútil.

    El anciano rio de nuevo y explicó:

    —Niños, lo que vieron fue una estrella fugaz. Yo también lo vi. Un Dekar no brilla en una luz esmeralda y mucho menos aterrizar en un lugar tan minúsculo como este pueblo. Tiene cosas más importantes que hacer.

    Los niños trataron de convencer al señor Leik, pero sus declaraciones estaban socavadas por sus propias incertidumbres ante cada palabra balbuceada.

    Cuando la derrota estaba inminente en sus argumentos, empezaron a llorar por la decepción de la desvaneciente aventura que tanto deseaban.

    —Niños, lo que vieron ya de por sí es bastante raro, y que hayan viajado tan lejos, muestra un gran coraje de ambos.

    Los niños calmaron sus pesares y observaron el gentil rostro del barbudo anciano que ahora estaba acuclillado y queriendo abrazarlos a ambos.

    —Vamos niños, dejen que los lleve a su hogar, eh ¿Qué van a cenar hoy? Le he querido decir a mi esposa de ir a alguna cena de tu mamá hace rato, jaja ¡Ella es una gran cocinera!

    El señor Leik caminó sosteniendo la mano de ambos.

    El Lrarim se sintió ignorado ante la presencia del hombre, a lo que circuló un poco y comenzó a revolotear cada vez más y más alto. Los chiquillos estaban preocupados de que volaran a cualquier lado y que nunca más los vieran, sin embargo, el anciano les aseguró que esos animales tienen buenos modales y si alguien es bueno con ellos, van a querer regresar.

    El murciélago solo se fue luego de un rato, pero no voló fuera de la memoria de los niños. Lagrimearon un tanto por la partida de su primera batalla con un monstruo, mas no lloraron por la promesa del mayor.

    Ya era la hora que los pequeños arribaran a sus casas, y con suerte para todos, ambos padres llegaron a su hogar cuando los tres llegaron. La madre se sorprendió, pero estaba a dos minutos de estar preocupada. El gentil vecino les dio una breve y adulta recapitulación de todo el sucedido, ya que sabía que los niños querrían contar la gran historia ellos mismos.

    Gentiles despedidas se dividieron entre la familia y el viejo Leik, y la familia regresó a su hogar.

    Mika y Riki se pusieron excitados devuelta, querían contar todo lo que sucedió tan rápido que se tragaban sus propias palabras, una y otra vez. Los padres rieron y reprendieron solo cuando interferían en algo más importante.

    Cuando la cena se sirvió y los cuatro tomaron asiento en la mesa, las emociones de los niños comenzaron a calmarse y exhaustar, y la épica historia comenzó a fluir. El Dekar esmeralda, la

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