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Rosacruces. Historia y personajes
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Libro electrónico401 páginas5 horas

Rosacruces. Historia y personajes

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Nunca una sociedad se ha mantenido rodeada de tanto misterio y secreto hasta nuestros días como los rosacruces. Sin embargo, su oculta existencia no ha evitado que en sus filas hayan militado personajes de renombre como filósofos, escritores, políticos, científicos, músicos, reformadores sociales o varios premios nobel. A través de este libro el autor nos conduce por un fascinante viaje en el que descubriremos la vida secreta de algunos de los grandes personajes de la historia que han sido miembros de esta enigmática fraternidad.

En esta organización sus adeptos acceden, a través de la Iniciación, a las enseñanzas mistéricas y esotéricas en torno a la vida o el cosmos, a través de disciplinas espirituales y técnicas secretas dirigidas al desarrollo del potencial humano y de la conciencia. Así, la alquimia, la magia, la cábala o la meditación han sido algunas de las enseñanzas que esta Orden ha dispensado a sus miembros, como los que aquí se exponen. Personalidades como Comenio, Descartes, Leibniz, Newton, Kipling, Butler Yeats, Edith Piaf o Yves Klein han sido algunos de los que han caminado por los pasillos de esta secreta hermandad.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento21 mar 2019
ISBN9788417797683
Rosacruces. Historia y personajes

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    Rosacruces. Historia y personajes - David Suárez

    Introducción

    A lo largo de la historia de la humanidad, diferentes personas han promovido los cambios que nos han ido llevando hasta la sociedad que hoy disfrutamos. Así, desde la más remota antigüedad, determinados personajes han influido en diferentes esferas de la vida desde la filosofía, la ciencia, la política, el arte o la espiritualidad. Algunos se han formado en distintas academias o escuelas de pensamiento; otros han ido por libre. Sin embargo, pocos saben que muchos de ellos pertenecieron a determinados círculos de carácter oculto a la gran mayoría de sus congéneres y en los que pudieron acceder a una determinada enseñanza, la cual les permitió transcender el saber de su época hacia elementos más allá de lo cotidiano. Nos referimos a lo que algunos han venido a llamar Escuelas de Misterios o Escuelas Esotéricas, aquellas que permitían a sus miembros acceder a la Iniciación, un proceso a través del cual emprendían un sendero de autoconocimiento, transcendiendo así los límites establecidos por lo convencional, lo académico o lo religioso. No todos los que lo querían podían acceder a este saber, y solo aquellas personas con ciertas cualidades y capacidades especiales, independientemente de su poder adquisitivo y posición social, optaban a esta iniciación trascendental.

    En Occidente estas Escuelas de Misterios remontan su origen al antiguo Egipto, presuponiendo además que su sabiduría procede de una cultura anterior a la faraónica, una civilización desaparecida, identificada por muchos con la mítica Atlántida¹, y que perpetuó este saber a través de estos círculos iniciáticos, manteniéndose dicho conocimiento hasta nuestros días en estos centros de sabiduría, los cuales se han renovado en su forma y manera de proceder por quienes han tenido el honor de dirigirlos a lo largo de la historia, adaptándolas a las necesidades de cada época, mas lo que transmitían no necesitaba de cambios ni adaptaciones. Ese saber ancestral estaría asociado con lo que Aldous Huxley (1894-1963) denominó Tradición (o Filosofía) Perenne y que fue el título de una de sus obras más conocidas, refiriéndose a aquella tradición espiritual que no necesita cambiar para adaptarse a cada época, pues es eterna.

    Estas Escuelas han tenido diferentes nombres a lo largo de la historia de Occidente. En los dos últimos milenios las hemos conocido como hermetistas, esenios, gnósticos, cátaros, templarios, alquimistas, sufíes, francmasones o rosacruces. Estos grupos han promovido los cambios de los que hablamos antes. Algunas de esas reformas han venido dadas por la intermitente y paulatina manifestación de alguna de sus enseñanzas internas, aquella para la que la sociedad en general estaba preparada para asimilar o, cuando menos existía la suficiente madurez entre la ciudadanía para aceptarla. Así, la evolución de la medicina, la democracia, la tecnología, el pensamiento en general, etc., fueron promovidos en gran medida por estos grupos, en ocasiones a través de alguno de sus representantes, los cuales llegaron a ser conocidos por el gran público, aunque apenas se sepa de su pertenencia a estas sociedades iniciáticas y esotéricas. Como el caso del filósofo Parménides de Elea², considerado el padre del pensamiento racional que ha caracterizado el mundo occidental, cuyo punto de partida está en los albores de la Grecia clásica, y del que apenas se indica en la historia oficial cómo ese personaje y su pensamiento racional tiene su origen en su Iniciación en las Escuelas de Misterios de la cultura helénica, en concreto con los iatromantes, que eran los sacerdotes del dios Apolo, tema que ha sido tratado con gran acierto y seriedad por el profesor Peter Kingsley³. La puesta en escena de la racionalidad (y con ello el inicio hasta la llegada del método racional), fue una herramienta dada al hombre por un iniciado en el mundo mítico-mágico de las escuelas de misterios. Así, otros tantos individuos a los que les debemos gran parte de nuestro saber y desarrollo, promotores de lo que se ha venido a llamar el impulso civilizador, han desarrollado su saber y aportaciones desde una óptica bien distinta a la que se supone desde la historia oficial. Esto no significa que todas las aportaciones de personajes —como, por ejemplo, Pitágoras o Platón—, iniciados en los misterios griegos y egipcios, provengan de lo que aprendieron en estos círculos esotéricos. Más bien, que ese conocimiento y esa vía de ascesis, propiciada por los ritos iniciáticos, les capacitaron para poder llegar a las cotas de entendimiento y sabiduría por las que los conocemos hoy en día.

    Sin embargo, no son solo los pensadores clásicos los que tuvieron su fuente de inspiración en las escuelas de misterios. Los protagonistas de los impulsos de avance y mejora social y científica de los últimos siglos han pertenecido también a grupos similares. En esta obra vamos a repasar la vida de algunos de ellos, en concreto aquellos iniciados en la tradición Rosacruz.

    Un aspecto importante es no ver esta influencia en el desarrollo de la humanidad como una hoja de ruta marcada por sociedades secretas que dirigen la geopolítica y los destinos del colectivo humano, tal como los amigos de las ideas conspiranóicas y complotistas proponen desde hace mucho. No hay duda de que algunos de los personajes más ricos y poderosos del mundo intentan hacerlo y así mantener su estatus, mas eso no es sino el capitalismo de toda la vida del que ya habló Carlos Marx. Como ya indicamos, la influencia de la que aquí hablamos se produce más bien con el acceso a ese saber místico⁴ y esotérico, así como los cambios profundos que los ritos iniciáticos produjeron en las conciencias de quienes los recibieron.

    Por otro lado, en muchas ocasiones podemos identificar en personajes públicamente conocidos estas contribuciones a la sociedad. Mas en la mayoría de los casos fueron personas anónimas que influenciaron en su entrono más inmediato de manera sutil y sugestiva, hacia este impulso de desarrollo, incluso aunque luego otros, no iniciados, se granjearan los méritos y reconocimientos sociales.

    Por supuesto, estas afirmaciones se salen del planteamiento académico oficial. Este libro parte de una visión alternativa de la historia, proponiendo la existencia de otra versión distinta, no en cuanto a los hechos, sino más bien a las causas que los motivaron, yendo más allá de propuestas materialistas. Observando los grandes momentos de la humanidad como una pulsión que tiene sus causas en lo espiritual, en la que ciertas tendencias van surgiendo como forma de progreso social. Es la llamada hierohistoria o historia sagrada, algo que en este libro se propone como plausible, sin que por ello se niegue la versión oficial de los hechos, sino ampliando el horizonte desde el que podemos interpretar la historia y a la humanidad misma. Ya son bastantes los historiadores que han ahondado en esta hipótesis, como Serge Hutin, Francis Yates, Joscelyn Godwin, etc. Mas deseo dejar claro que no pretendo escribir un libro de historia, sino tan solo aportar humildemente una visión distinta y exponer cómo personajes de gran relevancia han tenido una relación estrecha con el mundo espiritual e iniciático y desde donde, muy probablemente, encontraron una inspiración que no ofrecen las asociaciones convencionales y accesibles de la sociedad, sino a través del llamado saber oculto o esotérico.

    Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, 2018

    1 Cross, Victor - Historia oculta de la humanidad y el universo - Ed. Amazon

    2 Filósofo presocrático que vivió en el s. VI a. C. en la Magna Grecia, Italia. Dejó un poema, del que solo quedan partes, que, desde una revelación, expone los elementos del camino hacia el conocimiento.

    3 Kingsley, Peter - En los oscuros lugares del saber - Ed. Atalanta.

    4 Cuando en este libro se haga referencia a lo místico o espiritual se hace, salvo que se indique lo contrario, desde una perspectiva no religiosa y en un sentido alejado de dogmas o imposiciones.

    La Rosacruz, historia de un movimiento oculto

    Antes de poder ahondar en los personajes propuestos es obligada parada el conocer qué es la Fraternidad Rosacruz, vamos a intentarlo en la medida que esto sea posible pues, como veremos, no es tarea fácil.

    Llamada también Orden Rosacruz o Colegio Invisible, las primeras referencias a la misma las encontramos en la segunda decena del siglo XVII. En concreto, en 1614 aparece publicada, en la ciudad alemana de Cassel, una obra titulada Fama Fraternitatis (La traducción del título completo sería Descubrimiento de la Fraternidad de la muy noble Orden de los Rosacruces). En ella se explica la existencia de una hermandad de personas conectadas con un saber ancestral, y que seguían las enseñanzas de una especie de sabio que es presentado con las siglas C. R. C. En ella se expone la vida de este individuo, el cual nace en 1378, es criado en un monasterio en Alemania y más tarde viaja a oriente, a la ciudad de Damcar en Yemen, origen del Ismaelismo⁵ y en la que había una Universidad, famosa por ser un centro dedicado a la investigación científica y mística. Luego se dirigió a otros enclaves musulmanes importantes, como Fez en Marruecos. Atesorando un renovado y efectivo saber, regresa a Europa con la intención de actualizar las ciencias y artes, vía península ibérica, mientras los sabios de occidente lo rechazan allí donde va y, decepcionado, se refugia junto a un grupo reducido de discípulos y fundan La casa del Espíritu Santo. Tras su muerte, en 1484, estos esconden en una gruta secreta su tumba, junto a su patrimonio y sabiduría. Pasados ciento veinte años su tumba es reencontrada por discípulos de aquellos primeros seguidores de C. R. C. En ella encuentran el sarcófago en el que yace, al parecer incorrupto e irradiando luz, y en esa cripta también encuentran algunos de los libros que contienen su saber, así como las obras de alguno de sus primeros discípulos.

    1.psd

    Portada de la primera edición de la Fama Fraternitatis en 1614

    Este hallazgo se interpreta como una señal de que la hermandad debe darse a conocer, para que los sabios del mundo que deseen incorporarse a sus filas lo hagan, si es que priman sus buenas intenciones y con el deseo de aprender los arcanos que ellos poseen para el mejoramiento del mundo. Esta es, en resumen, la historia que la Fama Fraternitatis narra. Esta obra conoce una gran popularidad y resuenan los ecos de la rosacruz entre la intelectualidad de la época, si bien, como es lógico, con opiniones a favor y en contra, pues plantea la necesidad de una renovación total de la sociedad, algo que no le va a gustar mucho, sobre todo, a los que ostentan el poder.

    Al año siguiente se publica una continuación de la anterior obra, conocida como la Confessio Fraternitatis (Confesión de la Hermandad), y en la que se explican los fines y objetivos de esta Fraternidad. Se indica que los contenidos y datos de esta, y de la anterior obra, son en parte alegóricos y simbólicos. Profundiza además en los sucesos de la sociedad de la época e invita de nuevo a todos aquellos que se identifiquen con sus principios a que se les unan para llevar a cabo esa transformación social.

    A estos dos textos se les conocerá como Manifiestos Rosacruces, y el elemento coincidente y característico de ambos es que son anónimos. Se ha querido ver en ellos la firma oculta de personajes como sir Francis Bacon, Shakespeare, Johann Valentin Andrea, Joachim Jungius y otros tantos. La teoría más plausible es la de que fueron desarrollados por un reducido grupo de estudiantes y profesores de la alemana Universidad de Tubinga, conocido como el Círculo de Tubinga. Esto se apoya en que, manuscritos de estos textos, sobre todo el primero, circulaban desde principios de ese siglo entre algunos intelectuales de Alemania. Es incluso probable que se publicara la Fama Fraternitatis de manera precipitada ya que era conocida por demasiada gente, y sí se postergaba más podría perder el efecto sorpresa que se esperaba con su revelación al gran público. De este Círculo de Tubinga se conocen algunos miembros, como Tobias Hess (1558-1614), notorio por sus ideas heterodoxas cercanas al hermetismo y la cábala y que al parecer lideraba este grupo. Fallecido en 1614, tras su muerte se publica el primer manifiesto, quizá porque él mismo se negaba a ello y una vez fallecido los otros miembros se inclinaran a hacerlo. O también porque publicarlos formara parte de un plan bien trazado para dar a conocer esta sociedad.

    En 1616, aparece el que muchos consideran como tercer manifiesto, Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz, esta vez con autoría, la de Johann Valentin Andrea. Discípulo de Tobias Hess, Andrea fue un estudiante con grandes capacidades para la escritura. Ya de joven había publicado una obra de teatro que reproduce alguno de los elementos de la trama de las Bodas. Sin embargo, en esta ocasión, se relata un viaje iniciático protagonizado por Christian Rosenkreutz, en el que se representan elementos arquetípicos de todo viaje espiritual, con gran carga simbólica, en especial alquímica. Es interesante observar que en esta obra las siglas C. R. C. son reveladas con el nombre Christian Rosenkreutz, Cristian Rosa Cruz. Ahora, como un anciano sabio, va a acceder a la más alta iniciación, la cual se sucede tras muchas pruebas y que terminan en una unión mística.

    Tras estos libros, el interés y rechazo hacia la rosacruz se manifestó con otros tantos textos que enaltecían a la Fraternidad, y muchos elevando su estatus al de Orden. O los que consideraban todo este tema un libelo, una suerte de broma literaria no dando crédito a la existencia de la misma; o también los que consideraban a esta organización un cenáculo de paganismo y con intenciones maquiavélicas.

    Hay que destacar que la invitación de estos manifiestos no se circunscribe a una propuesta meramente científica o cultural, sino que se expresa un saber claramente espiritual, esotérico y tradicional, aunque renovador, que las religiones y las ciencias conocidas no podían proporcionar. Así todo, se expresa que los adeptos de esta fraternidad son fieles seguidores de Cristo, aunque también del saber espiritual de todos los tiempos, hundiendo sus raíces en las tradiciones más antiguas. Como vemos, esta idea de un saber perenne, no caduco, expresada en la introducción de este libro, es la que esgrimen estos textos. Además, se articula en ellos una crítica a la sociedad del momento, la cual parece no había aprovechado el espacio de mayor libertad que la Reforma Protestante había proporcionado. Esto hará que algunos historiadores hablen del fenómeno rosacruz como el intento de una segunda Reforma, un impulso para ir más allá, pues a la postre el protestantismo terminó cayendo en muchos de los errores del catolicismo, y como dijera Paracelso en relación a las luchas entre protestantes y católicos «rameras que se disputan la misma blusa».

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    Sello de Martín Lutero

    Es curioso observar que este impulso rosacruz atrajo a algunos de los grandes pensadores del momento, como Comenio o Descartes, de los que hablaremos más adelante con detalle. Por otro lado, los poderes fácticos de católicos y protestantes van a perseguir las ideas emitidas por estos textos y sus simpatizantes. Hubo ciertas zonas en la que tuvieron libertad, como en Bohemia, aunque la Guerra de los Treinta Años, entre católicos y protestantes, devolvió al catolicismo el control de esta zona, y con ello las pretensiones libertarias y progresistas del rosacrucismo tocaron a su fin, relegándose sus propuestas a momentos posteriores y en zonas restringidas como Holanda, la península escandinava o Inglaterra. Favoreciendo la creación de instituciones y organismos que regularían un nuevo mundo. En este sentido, Francis Yates⁶ ha desarrollado, con elocuencia y acierto, la tesis de cómo el proyecto de los rosacruces se fue sustanciando en diferentes impulsos de mejora de la sociedad.

    Como ya dijimos, estos cambios se produjeron por la mano anónima y desinteresada de muchos adeptos, pero a algunos pocos les tocó un papel protagonista y conocido por la sociedad, ya sea por sus aportaciones a la ciencia o el pensamiento, o por ser personas cuya personalidad brilló con tal fuerza que por sí mismos protagonizaron episodios importantes de la historia.

    Conforme pasaba el tiempo, el movimiento rosacruz fue pasado del anonimato a una presencia discreta, hasta el siglo XVIII, en el que aparecen los primeros movimientos con ubicación conocida, así como su relación con la Francmasonería, en la que dejaría una gran huella, sobre todo en alguno de los altos grados de algunos ritos masónicos, como los de Caballero Rosacruz o Soberano Príncipe Rosacruz⁷.

    Sin embargo, la publicación de estos manifiestos no tiene porqué marcar el origen de la tradición rosacruz. Así, ya vimos que esos mismos textos circulaban al menos catorce años atrás. O que, en el sello de Martín Lutero, en las primeras décadas del siglo XVI, encontramos una rosa en la que se inscribe un corazón, y una cruz dentro. Dicho sello fue indicado con todo detalle por este reformador durante su permanencia en la fortaleza de Coburgo. Esto se podría interpretar como un vínculo de este movimiento con Lutero. Sin embargo, no sabemos si fue este emblema lo que inspiró el rosacrucismo como una forma de reivindicar las primeras motivaciones de la Reforma que, para muchos, se vieron traicionadas a lo largo del siglo XVI. O que el propio Lutero estuvo de alguna manera influenciado o inspirado, consciente de ello o no, por el movimiento rosacruz que, desde luego, aún no había manifestado su existencia en los albores del protestantismo.

    Por otro lado, la rosa ya era usada como un elemento relacionado con el misticismo, tanto en el cristianismo como en el islam. Y en el mundo clásico aparece como elemento espiritual y de transformación, como en la obra de Apuleyo, El asno de oro. En este sentido, hay quienes indican una diferencia entre los rosacruces: miembros de alguna organización heredera de la misma, y los Rosa Cruces: aquellos que han alcanzado un estado de conciencia y de desarrollo interior tal que transcienden el común de los humanos, el que se intenta mostrar en el libro Las Bodas Químicas. Los propios manifiestos hacen ver que el origen del saber de la rosacruz está en la más remota antigüedad. El llegar a ese estado, de Rosa Cruz, sería el objetivo de todos los rosacruces.

    A partir del siglo XVIII van a aparecer ligas de rosacruces que, de manera pública o semipública, se muestran como tales. Con la llegada del siglo XX, grupos de todo tipo reivindicarán su vínculo con la Rosacruz original. Unos con un carácter más místico; otros esotérico, iniciático, masónico, etc. Si bien la mayoría tienen un poco de todo predominando sobre los demás alguno de estos rasgos.

    Bien, el propósito de este libro no es exponer la historia del rosacrucismo, tan solo he intentado mostrar de manera somera y general su naturaleza y acontecimientos para poder contextualizarlo mínimamente de cara a la exposición de los personajes que a continuación realizaré, además de que en cada uno de ellos nos acercaremos a algunas de las características y particularidades del rosacrucismo, así como a algunos de sus grupos. Afortunadamente varios autores han narrado, con mucha sabiduría y erudición, la historia de este movimiento iniciático, con lo que si desea conocer más del tema le remitimos a que consulte esas obras cuyos autores ya hemos nombrado al final del capítulo precedente.

    El rastro oculto

    Son muchos los personajes de la historia que han sido emparentados con el movimiento rosacruz, aunque en bastantes ocasiones es difícil poder confirmar este vínculo, pues no hay que olvidar que hablamos de un movimiento esotérico, cuya naturaleza es el secreto mismo, no solo porque este camino conlleva la discreción y huye de la pompa y los aplausos del gran público, sino que además, en el pasado, las persecuciones políticas y religiosas hacia este tipo de filosofías iniciáticas conllevaban aún más discreción y secreto, no ya por la propia naturaleza del camino espiritual, sino para salvar la vida, pues no fueron pocos los que tuvieron que pagar con el menosprecio, la persecución o la muerte su filiación a estas ideas.

    Ya se ha comentado que hay quienes se plantean que esta hermandad ha existido desde mucho antes de la aparición de la Fama Fraternitatis y, por ejemplo, la propia vida de Paracelso, que vivió en el siglo anterior a la publicación de los manifiestos rosacruces, recuerda en muchos pasajes a la del sabio Christian Rosenkreutz. Así todo y a pesar de que en estos textos se alaba la figura y obra de este precursor de la medicina moderna, se insinúa en los propios manifiestos que éste no perteneció a dicha Fraternidad.

    También se ha teorizado con que Shakespeare fuera rosacruz, e incluso el creador literario de los manifiestos. Parece dudosa esta filiación. No obstante, es curioso que en una de las obras clave de este gran maestro de las letras aparezca un personaje con el apellido nórdico Rosencrantz⁸, quizá una señal que confirmaría su pertenencia. También se ha querido ver en la creación de los manifiestos la mano de Francis Bacon, incluso que este fuera el autor oculto de las obras de Shakespeare, obras que hay que indicar, están llenas de simbología oculta.

    Otros han especulado con que el mago y espía isabelino John Dee fuera el promotor de este movimiento, proponiendo a los príncipes y reyes protestantes una liga de eruditos contra el catolicismo. Cosa difícil, teniendo en cuenta el carácter místico, iniciático y poco político del rosacrucismo. Así, a muchos otros se les ha calificado como rosacruces, ya sea para ensalzarlos o para desprestigiarlos, también para enaltecer al rosacrucismo mismo, granjeándole personajes importantes.

    En esta obra me he limitado a reunir las semblanzas de aquellos personajes relevantes de la historia vinculados a esta hermandad de una manera patente, aunque sea tenue, pues, como ya indiqué, la naturaleza oculta de este tipo de grupos lo hace complicado, sobre todo en el pasado. No son muchos los personajes a escoger en un movimiento que es de por sí minoritario, además de la notable falta de protagonistas femeninas en este libro. Parece que sí hubo mujeres rosacruces, si bien pocas, mas no podemos asociarlas a personajes célebres por la exclusión que estas sufrían en los diferentes órdenes de poder en la sociedad hasta el siglo XX y, consecuentemente, excluidas también de la probabilidad de alcanzar la celebridad. Así todo, encontrará féminas entre los personajes escogidos para este libro, si bien lamento no haber encontrado muchos ejemplos.

    También indicar que he prescindido incluir a personajes que han sido relacionados con esta Hermandad y cuya pertenencia es más que difícil de demostrar, a veces incluso dudosa. No es suficiente con que fueran buenas personas o grandes reformadores para justificar su filiación. Bastaría, al menos, que ellos hubieran dejado alguna huella de ello. De resto, todo es posible, si bien queda en el terreno de la especulación sin más pruebas que lo confirme.

    En este sentido, surge la cuestión de qué es ser un rosacruz y cómo se llega a ello. ¿Depende esto de una adscripción puramente administrativa? ¿Es suficiente que una persona se sienta como tal para poder reivindicar dicha filiación? ¿Basta con que un rosacruz tome a alguien como su pupilo? En ese caso, ¿Cómo saber que dicho mentor lo es? ¿Hay que pasar por alguna ceremonia o ritual?

    El problema se plantea sobre todo con los rosacruces más cercanos a la aparición pública de esta Orden, en los documentos fundacionales no se sugiere ni se deja entrever nada al respecto, desprendiéndose la idea de que más bien la adscripción era por captación, según las cualidades y aptitudes de los postulantes. No obstante, hay que decir que lejos de la Europa central, donde aparecen los textos fundacionales, encontramos las primeras menciones a grupos rosacruces, en concreto en la fría Escocia, en la que en 1638 aparece un poema en el que se habla de unos rosacruces que poseen la «palabra» del masón, y en 1676 se publica una noticia sobre una cena fraterna a la que asisten rosacruces, masones y hermetistas. Continuando en Escocia, en 1692 se publica un libro en el que vuelven a ser nombrados de pasada, en relación unos conocimientos singulares que tienen, afirmando que «poseen (refiriéndose a unos seres mágicos subterráneos) otros libros, de significado tremendamente complicado, muy al estilo de los rosacruces»⁹, indicando más adelante, en el glosario que acompaña a ese mismo texto, «Rosacruz: poseedor de artes cuasi mágicas». Todas estas referencias tocan a esta hermandad con demasiada familiaridad, como si fuese un tema, el de los rosacruces, del que participaba la popularidad de esa región, por lo menos en mayor medida que en otras zonas. Poco después, en 1696, tiene lugar la primera aparición pública de la Real Orden de Escocia¹⁰, cuyo último grado es el de Rosacruz. Esta Orden de inclinación caballeresca, hace remontar su origen a los secretos traídos por los cruzados desde Oriente, del que el rosacrucismo sería el más preciado. Años más tarde esta organización se reestructurará pasando a nutrirse de masones, condición sine qua non para poder pertenecer a ella hasta la actualidad con lo que esta es la organización rosacruz más antigua que se conoce. Indicar que esta organización tenía —y tiene— su cuartel general en Edimburgo, pues aún existe, contando con miembros por todo el mundo. En relación a la duda planteada al principio de este párrafo, todo lo expuesto induce a pensar, solo por sentido común y sin más pruebas, que debería haber algún tipo de protocolo o fórmula ritual, ya sea de maestro a discípulo o con carácter de ceremonia grupal, en la que una persona pasaba a ser parte de los rosacruces. Algo por otro lado normal y típico en los movimientos iniciáticos de Occidente y Oriente de todos los tiempos.

    Por ende, parece que en los movimientos rosacruces de a partir del siglo XVIII queda más o menos claro y evidente que sí existe algún tipo de ceremonia, si bien desde el siglo XX hay grupos denominados rosacruces que tan solo con afiliarse y comprometerse a unos principios es suficiente para formar parte de ellos. Lo que lleva a preguntarse si realmente las sociedades nacidas más modernamente son herederos del rosacrucismo o usan ese término para granjearse una tradición y expectativas elevadas. Descubrirlo también se sale de la tarea propuesta en este libro, por lo que dejamos al lector que consulte las obras recomendadas y saque sus propias conclusiones.

    Por otro lado, tenemos la puntualización al respecto que hizo la historiadora Frances Yates, que reivindicaba una acepción aparte para este término. Así, ella afirmaba:

    «Quisiera tratar de convencer a las personas sensatas y a los historiadores sensatos de que empleen la palabra rosacruz. Esta palabra sugiere ideas poco serias debido a las afirmaciones acríticas de los ocultistas sobre la existencia de una secta o sociedad secreta que se da el nombre de los rosacruces, cuya historia y miembros afirman representar... Esta palabra podría, me parece, usarse para designar un cierto estilo de pensamiento, que es históricamente identificable sin plantear la cuestión de si un pensador de estilo rosacruz forzosamente era miembro de una sociedad secreta».¹¹

    Con estas palabras, ella intentaba identificar con ese calificativo al tipo de individuo, de finales del siglo XVI al XVII, al que caracterizaba el impulso por querer cambiar los estamentos de la época, y con ello la sociedad, desde nuevos planteamientos de la ciencia, la filosofía, el arte, la política o la espiritualidad. Sin que tuviera que tener que ver necesariamente con todos estos campos a la vez, ni que, como ella dice, tuviera que pertenecer necesariamente a ninguna organización mística o esotérica. De la misma manera que denominamos renacentista o ilustrado a un tipo de individuo (tanto de esas respectivas épocas, como de posteriores), también se podría aplicar el término rosacruz a individuos de esas características, tanto de ese periodo como posteriores. En cualquier caso, en esta obra centraremos nuestra mirada en aquellas personalidades que sí estuvieron vinculados con alguna organización de tipo rosacruz.

    5 Rama del Islam chií con tendencia neoplátonica y gnóstica.

    6 Yates, Francis - Iluminismo Rosacruz - Ed. Siruela.

    7 Tanto en el Cuarto Orden de Sabiduría del Rito Francés moderno, como en el grado 18º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado o en los Ritos de Menfis y Mizraim.

    8 Personaje que aparece en el Hamlet de Shakespeare publicado en 1601, junto a otro con el nombre de Guildenstern y que forman una pareja de amigos que intenta embaucar al protagonista. En danés Rosencrantz significa rosario y Guildenstern estrella de oro, lo cual se ha querido ver como un simbolismo oculto en clave. Ambos apellidos eran muy comunes entre la alta nobleza danesa y sueca. El Historiador de la Ciencia y escritor James R. Voelkel sugiere que estos apellidos fueron tomados de Frederick Rosenkrantz y Knud Gyldenstierne (primos de Tycho Brahe), que habían visitado Inglaterra en 1592. El propio astrónomo danés Tycho Brahe ha sido relacionado con el movimiento rosacruz, y de manera curiosa, éste fallece el mismo año que se publica Hamlet.

    9 Kirk, Robert - La Comunidad Secreta - Ed. Siruela. En esta obra, su autor recoge antiguas tradiciones gaélicas, celtas, de las Highlands de Escocía. En dicha obra se hace referencia tanto de la supuesta existencia de seres sobrenaturales, así como de la presencia de la masonería en esa región y sus secretos, y nombrar a los rosacruces.

    10 Ward, J. S. M. Manual de los grados

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