Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Buscando el cuadrado de la hipotenusa
Buscando el cuadrado de la hipotenusa
Buscando el cuadrado de la hipotenusa
Libro electrónico130 páginas2 horas

Buscando el cuadrado de la hipotenusa

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

«Apagado, abierto tres lados a contratiempo, refugio cierto sin salida».

Un matrimonio de ancianos, ante la tesitura de tener que abandonar la aldea en la que viven, víctimas del despoblamiento rural, optan por resistirse y animar a otros ancianos a instalarse en el lugar, con el propósito de no perder la atención médica y los servicios sociales.

Los acontecimientos y los problemas se van sucediendo, pero su cerrazón y el deseo de un nuevo estilo de vida al final de su existencia hace que la voluntad colectiva florezca en la aldea.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 feb 2021
ISBN9788418608353
Buscando el cuadrado de la hipotenusa
Autor

Jorge Escudero Sarmiento

Después de muchos años acumulando escritos, Jorge Escudero Sarmiento ha decidido publicar Buscando el cuadrado de la hipotenusa, novela inspirada en las viejas y destartaladas aldeas de su tierra, en el valle Do Ribeiro en Galicia. Compagina la actividad literaria con el arte pictórico que, de alguna forma, se compenetra con la creatividad literaria. Es también autor de Mundo Neandertal.

Autores relacionados

Relacionado con Buscando el cuadrado de la hipotenusa

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Buscando el cuadrado de la hipotenusa

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Buscando el cuadrado de la hipotenusa - Jorge Escudero Sarmiento

    Buscando el cuadrado de la hipotenusa

    Jorge Escudero Sarmiento

    Buscando el cuadrado de la hipotenusa

    Primera edición: 2021

    ISBN: 9788418608858

    ISBN eBook: 9788418608353

    © del texto:

    Jorge Escudero Sarmiento

    © del diseño de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    (Caligrama, 2021

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com)

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Esta pequeña historia se la dedico en especial a Maca.

    También a mis amigos, «os que vos sabiades».

    A todos los músicos anónimos.

    A Carlos, exbaterista de Los Suaves,

    y a su hermano Toño, gran baterista de jazz.

    Capítulo I

    La gran idea

    Todos sabemos que los avances de la medicina en la actualidad son enormes, lo que conlleva no solo en curación de enfermedades que no hace muchos años eran incurables y se moría la gente, sino que también en los avances en prevención de las mismas. La prevención de enfermedades ha progresado mucho y desde el inicio de la vida, o sea, desde el vientre materno, se actúa para prevenir enfermedades de tipo genético, que en muchos casos son determinantes, y a lo largo de la vida del individuo se le hace un seguimiento para prevenir enfermedades adquiridas. De tal forma que el control y la educación del individuo en los hábitos de vida y sobre todo en una alimentación a la carta para cada persona basada en las necesidades individuales y con altos componentes en antioxidantes hace no solo que las personas envejezcan más despacio, sino que también vivan más años y con una calidad de vida mejor.

    Esto es de un progreso social sin parangón en la historia de la humanidad, pero todo progreso conlleva unos costes sociales, que, en este caso, son enormes pero necesarios, pues nadie está dispuesto a morirse si puede prevenirlo o evitarlo. Pues el derecho a la vida es un derecho reconocido, inalienable y universal para toda la humanidad. El cómo y el quién asume los costes es una cuestión de solidaridad en la que están obligados absolutamente todos los estamentos sociales, sean públicos o privados, empresariales o individuales; absolutamente todos los órganos del entramado social están obligados a contribuir al disfrute de la salud universal y a un envejecimiento largo y sano.

    Bajo los principios de protección de la salud y cuidados sociales a la tercera edad se encuentra el matrimonio formado por Manuel y Lidia. Viven en una pequeña aldea rural de un territorio que se despuebla por la fuerza de atracción que ejercen las grandes ciudades y el mundo urbano, lo que provoca una baja o nula natalidad en el caso de su aldea.

    Manuel y Lidia son un matrimonio de agricultores con tierras, algún ganado y una casita en la parroquia de Camporredondo, perteneciente al Ayuntamiento de Ribadaponte. En Camporredondo ya no quedan más habitantes humanos que ellos dos, en el resto de la aldea las pocas casas que permanecen en pie solo son habitadas los meses de verano, en vacaciones, por los descendientes. Y ya el último verano solo abrió una casa y les han dicho que no volverán.

    Camporredondo es una pequeña aldea de montaña con un clima seco y sano, con una tierra agradecida, donde teniendo una buena y caliente casa es un lugar perfecto y saludable para envejecer. Pero tiene un pequeño problema, que está a más de diez kilómetros de la siguiente población, en el valle, y que es la cabecera de comarca y Ayuntamiento Ribadaponte.

    El caso es que un día se presentaron los Servicios Sociales del Ayuntamiento en Camporredondo y les explicaron que al ser una aldea distante y con solo dos vecinos se verían en la necesidad de trasladarlos al geriátrico del Ayuntamiento en Ribadaponte, si no escogían ellos otro, y que tenían para preparar todo en un plazo de tres meses, dejándoles comunicación por escrito.

    Lidia le pregunta a uno de los asistentes sociales, al que por su actitud más compasiva y bondadosa le da mejores sensaciones personales:

    —¿Y no hay alguna posibilidad o forma, por muy remota que sea, de quedarnos y morir en nuestra propia casa sin perder los derechos a la asistencia social y médica?

    El asistente social queda pensativo y rascándose la cabeza, luego manipula y ojea su pantalla y le dice a modo de ocurrencia:

    —La ley establece que para este tipo de poblaciones debe haber un mínimo de habitantes para ser atendidos, seis personas o tres parejas que habiten permanentemente la aldea.

    A Lidia se le encendió una luz interna y le dijo a modo de supuesto:

    —O sea, que si nosotros conseguimos antes de tres meses tener a cuatro habitantes de la tercera edad permanentemente en la aldea no tendríamos que marcharnos.

    El asistente social con una sonrisa en el rostro miró a sus compañeros y dijo mirando para Lidia:

    —Efectivamente, en eso la ley es clara, el número mínimo de habitantes de la tercera edad es de seis, pero, claro, si sois exactamente seis y se muere uno volvéis a estar en el mismo problema que ahora.

    Lidia mira para su compañero Manuel, que la observa y escucha con los ojos muy abiertos, luego girándose para los asistentes sociales les dice:

    —Pues si me aseguráis que si en el plazo de tres meses a partir de mañana conseguimos cuatro o más inquilinos de la tercera edad no tenemos que abandonar el pueblo y mantenemos los Servicios Sociales, pues lo vamos a intentar.

    Los asistentes sociales se miraron unos a otros sonriendo y uno de ellos le dijo a modo de que no se hiciese muchas ilusiones:

    —La posibilidad la tienen ahí, pero les aconsejo que no crean que conseguirlo es fácil, se lo digo por experiencia, lo mejor es que se vayan haciendo a la idea de abandonar la aldea y preparándose para que dentro de tres meses se marcharán, al menos, para Ribadaponte.

    Pero Lidia, toda esperanzada y pensando que tiene todavía un as en la manga, como se suele decir en el juego de cartas y mirando para Manuel, les dice:

    —Bueno, bueno, ya veremos.

    Los visitantes de los Servicios Sociales después de saborear un sustancioso café con bizcochos hechos por ellos se despidieron con alegres gestos y sonrisas ante la impresionante tenacidad y amor por su tierra de la pareja de ancianos de Camporredondo.

    Lidia permaneció casi toda la mañana silenciosa, pensativa y algo taciturna. Manuel, silencioso, la acompaña en las labores y solo de vez en cuando mira para ella esperando que suelte lo que está rumiando en su cabeza. En un momento dado Lidia le pregunta a Manuel:

    —En Camporredondo quedan casas de buen ver, económicas, calientes en invierno y frescas en verano, ¿verdad, Manuel?

    —Por supuesto, Lidia, por supuesto —le contesta Manuel.

    Lidia continúa preguntándose:

    —Entonces, ¿por qué no hay gente que las ocupe? Con lo hermoso que es vivir aquí, por muy duro que sea el invierno, es bonito.

    Manuel le contesta en un tono de autosuficiencia, no solo por conocer el tema, sino por estar ya aburrido del mismo:

    —Mira, Lidia, la gente no quiere gastarse el dinero en una remota aldea desconocida, prefieren gastarse el dinero viajando, comprando pisos en las ciudades o invirtiendo sus dineros en fondos, en fondos buitre.

    Lidia, aburrida de ese tipo de respuesta, le contesta a Manuel:

    —Fondos, fondos buitre, tú sí que eres un buen pajarraco.

    Durante un buen rato a lo largo de la mañana continuaron los dos en silencio, sin decirse nada, como si todo ya estuviese dicho y la rutina del quehacer diario resultase tan monótona que no hay nada nuevo. Ya acercándose la hora de la comida Lidia se detiene y mirando fijamente a los ojos de Manuel le dice:

    —Voy a entrar en internet y colgar, pues se dice así, unas fotos de Camporredondo con sus paisajes, sus caminos, las mejores casas y poner un anuncio ofreciendo la aldea de Camporredondo como residencia libre de la tercera edad.

    Manuel, satisfecho de la ocurrencia de Lidia pero sin mucho convencimiento del éxito del proyecto, le contesta:

    —Lo de residencia libre me gusta.

    Lidia, al contrario que Manuel, está convencida del éxito del proyecto, pero lo que le preocupa es la gente extraña que puede acudir para ser vecinos.

    Pasaron tan solo unos días y Lidia ya tiene la primera respuesta seria. Un señor de origen vasco de setenta años, expolítico, con buen capital, solo, sin prácticamente familia y harto de los geriátricos, se presenta como Andoni Inchausti y muestra un gran interés en conocer Camporredondo y formar parte de lo que a Lilia se le ocurrió en llamar «Residencia Libre de la Tercera Edad».

    Lidia prepara todo, no solo su casa, sino en la medida de sus posibilidades el aspecto de Camporredondo, con el propósito de causar buena impresión al extraño señor dispuesto a formar parte de la futura Residencia Libre de la Tercera Edad de Camporredondo.

    Andoni Inchausti ultima los detalles previamente con Lidia por internet, como escoger casa, contactar con los herederos, ajustar precios, para finalmente desplazarse al único hotel de Ribadaponte con el propósito de visitar Camporredondo.

    Andoni es recibido cálidamente por Lidia y Manuel, que se siente pletórico al contemplar el entorno de Camporredondo con sus prados, bosques y montañas; dilatando el pecho e inspirando el aire de la montaña comenta Andoni:

    —¡Caray! Ya me había olvidado de lo hermosa que es esta tierra en primavera. —Mirando Andoni fijamente a Lidia continúa—: Así que ya somos ahora el cincuenta por ciento, mínimo de población necesaria para evitar clausurar este hermoso lugar y que no quede oculto bajo la maleza y el bosque, convirtiéndose en restos arqueológicos a lo largo de la noche de los tiempos.

    Manuel expresó una amplia sonrisa ante tal descripción literaria; lo que para él es el simple abandono del pueblo. Y Lidia, triste, asintió con la cabeza ante la posibilidad del abandono del lugar donde ha sido y es feliz.

    Pronto hicieron un buen equipo los tres, unidos por el firme propósito de recuperar el lugar

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1