Ciudad abierta, ciudad digital
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José Carlos Arnal
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y titulado en el Advanced Management Program de IE Business School. Ha dirigido el Parque Científico Tecnológico Aula Dei y la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento. Asesor técnico de Alcaldía en el Ayuntamiento de Zaragoza durante el mandato de Juan Alberto Belloch, desde donde impulsó proyectos como el Centro de Arte y Tecnología Etopia y el Comité Internacional de Expertos en Innovación Urbana. Periodista especializado en información económica y financiera, fue subdirector del periódico Heraldo de Aragón. Autor de libros especializados en creación de empresas y emprendimiento y ponente sobre temas de innovación urbana en numerosas conferencias nacionales e internacionales.
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Ciudad abierta, ciudad digital - José Carlos Arnal
José Carlos Arnal Losilla
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y titulado en el Advanced Management Program de IE Business School. Ha dirigido el Parque Científico Tecnológico Aula Dei y la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento. Asesor técnico de Alcaldía en el Ayuntamiento de Zaragoza durante el mandato de Juan Alberto Belloch, desde donde impulsó proyectos como el Centro de Arte y Tecnología Etopia y el Comité Internacional de Expertos en Innovación Urbana. Periodista especializado en información económica y financiera, fue subdirector del periódico Heraldo de Aragón. Autor de libros especializados en creación de empresas y emprendimiento y ponente sobre temas de innovación urbana en numerosas conferencias nacionales e internacionales.
Daniel Sarasa Funes
Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad de Zaragoza y candidato a doctor en Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM). Contribuyó a poner en marcha la red wifi municipal, el sitema público de incubadoras de empresas y la Estrategia de Gobierno Abierto de Zaragoza. Actualmente dirige la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento y es editor del blog de innovación urbana Urbequity.com.
José Carlos Arnal y Daniel Sarasa
Ciudad abierta, ciudad digital
Políticas de innovación urbana
Prólogo de Manuel Castells
colección arquitecturas
COMITÉ EDITORIAL
Francisco Domouso DE ALBA (UEM)
Inmaculada Esteban Maluenda (UCM)
Lorenzo Fernández-Ordoñez (UEM)
Núria Moliner
Leonor Serrano Rivas
Paisaje Transversal
DISEÑO DE COLECCIÓN: PABLO NANCLARES
© José Carlos Arnal y Daniel Sarasa, 2020
© Los libros de la Catarata, 2020
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
Ciudad abierta, ciudad digital.
Políticas de innovación urbana
isbne: 978-84-1352-329-3
ISBN: 978-84-1352-292-0
DEPÓSITO LEGAL: M-22.852-2021
thema: AMVD/RCP/JBCT1/UXT
impreso en artes gráficas coyve
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Para Ángela, Bill, Guido y Peter.
In memoriam.
Para Alicia y Belén.
Prólogo
El libro que tiene en sus manos se convertirá en un instrumento de reflexión-acción obligado en torno al tema fundamental de la interacción entre la ciudad y las redes, el espacio digital y el espacio construido. Las circunstancias que rodean la experiencia subyacente a este libro están claramente descritas por los autores en la introducción. También en términos emotivos en el recuerdo de extraordinarios investigadores y urbanistas que nos dejaron cuando no tocaba. Añado mi homenaje dolido porque todos ellos eran mis amigos cercanos con los que compartimos múltiples aventuras intelectuales, incluyendo el Proyecto de Zaragoza Ciudad Digital que dio origen a este libro. Quiero por mi parte subrayar el papel del político que impulsó este proyecto, el entonces alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, que me contagió su entusiasmo por la idea hasta materializarla en este comité asesor y en los urbanistas que se pusieron manos a la obra con los técnicos, gestores y activistas de Zaragoza. Asimismo, quiero sacar de su modestia a José Carlos Arnal y a Daniel Sarasa que impulsaron todo el proyecto y lo hicieron posible. Los resultados están expuestos en este libro y, sobre todo, están inscritos en el urbanismo de Zaragoza, aunque los proyectos y su realización siempre tienen que pasar por el filtro de lo posible. Sin embargo, teniendo en cuenta tantos otros experimentos fallidos, la transformación urbana que tuvo lugar en Zaragoza puede considerarse como una prueba de que la visión y la inteligencia pueden contribuir a innovar nuestras ciudades.
Las ideas de base, sobre todo de William Mitchell, el decano de Arquitectura del MIT, que inspiraron el proyecto, plantearon la necesaria interacción entre lo digital y lo construido porque esa es nuestra sociedad. Las ciudades siempre han sido dispositivos de comunicación e intercambio, de bienes, de servicios, de información, de cultura y de interacción personal y social. Y cuando cambia radicalmente la tecnología de comunicación, como sucedió en las últimas décadas, hay efectos decisivos sobre el espacio, que crean una nueva forma urbana, la ciudad de los bits
, como la llamó Mitchell, o el espacio de los flujos como Peter Hall y yo teorizamos hace tiempo. De modo que la dimensión digital del espacio no puede reducirse a lemas de marketing en el sentido de la llamada smart city (que puede ser bastante tonta), sino a una reconfiguración el conjunto de la ciudad, en que la localización de actividades y el espacio de las personas se articulan de forma nueva merced a la utilización de los dispositivos digitales que amplían y modifican la relación entre habitar, producir y comunicar. Si esto suena abstracto, no se preocupe. Vaya a Zaragoza y observe lo que pudo realizar un proceso de innovación urbanística cuyos ecos perduran en el tiempo. La smart city no es Shenzhen, que conozco y que reproduce lo peor del urbanismo californiano obsesionado por la movilidad en detrimento de la significación. Lo esencial es ser smart con la ciudad, diseñando una ciudad para la gente, poniendo las tecnologías digitales, cada vez más potentes, como las redes 5G, al servicio de un urbanismo de la relación emocional y de la armonía con el medio natural. Con el agua en primer plano, un componente esencial del modelo Zaragoza
que emergió de la experimentación reseñada. Ojalá este libro y la ciudad que le sirvió de inspiración contribuyan a la memoria de los extraordinarios urbanistas que innovaron en tecnología y en sentido para recrear nuestras formas de vida.
Manuel Castells
Catedrático emérito de Urbanismo
de la Universidad de California-Berkeley
Introducción
Hacia la nueva urbanidad digital
Ya antes de que el coronavirus planteara nuevos retos al diseño urbano, el pensamiento sobre cómo hacer mejores ciudades había experimentado importantes cambios en los últimos lustros. La crisis financiera global de 2008 había puesto en entredicho algunas de las lógicas dominantes sobre los instrumentos y políticas adecuadas para asegurar la prosperidad urbana. El malestar social y el cambio político han formulado nuevas exigencias sobre los procesos de decisión, participación y diseño en nuestras ciudades. Y la extensión de la tecnología digital a todas las esferas personales, sociales y económicas invitaba desde hace tiempo a reformular algunas formas tradicionales de considerar los espacios, los usos y las funciones urbanas.
Coincidiendo precisamente con la revolución de las tecnologías de la información, hemos visto desde finales del siglo pasado cómo muchas ciudades en todo el mundo ponían en marcha un nuevo tipo de estrategias y grandes proyectos urbanos que tenían como leitmotiv el intento de adaptar a la era digital el viejo arte de diseñar, construir y gestionar ciudades. Desde las primeras tecnópolis y parques tecnológicos periurbanos hasta los actuales distritos de innovación, pasando por múltiples variedades de presuntas ciudades inteligentes o smart cities, la fascinación por la tecnología y sus posibilidades ha entrado de lleno en la gestión urbana. La carrera de las ciudades para posicionarse como centros de referencia de la nueva economía del conocimiento ha propiciado una nueva generación de proyectos urbanos en los que el desarrollo empresarial y las infraestructuras tecnológicas importan al menos tanto como el diseño urbanístico.
Quizás lo más llamativo de todo el proceso ha sido la constante mutación del modelo de lo que podríamos denominar ciudad digital
. También es muy diverso el grado alcanzado en la consecución de los objetivos perseguidos. Y lo verdaderamente indiscutible es que este impulso de cambio ha hecho emerger nuevos desafíos y dilemas de gran envergadura que en un principio casi nadie intuía, sobre todo en el ámbito social y político. Las deslumbrantes promesas de la tecnología digital puesta al servicio de la inteligencia de las ciudades se enfrentan hoy a una creciente desconfianza social sobre el uso y la propiedad de los datos capturados por la ubicua red de sensores que nos rodea casi en cualquier lugar. Hablamos de cuestiones esenciales como el derecho a la privacidad y el anonimato, que son rasgos indispensables de la vida en la ciudad contemporánea y de las libertades individuales en que se sustenta la democracia; la confusión de roles entre lo público y lo privado a la hora de gestionar el espacio urbano; la necesidad de una gobernanza más robusta y participativa para afrontar estos nuevos retos; y el recelo hacia la posibilidad de que las grandes corporaciones tecnológicas que ya controlan gran parte de nuestra información personal y profesional se hagan también dueñas en el futuro inmediato de lo que pasa en nuestras ciudades mediante la captura de sus rentas digitales
. En definitiva, la promesa de riqueza y empleos cualificados no es suficiente para compensar un cierto sentimiento de expropiación a los ciudadanos de su propia ciudad. Esas objeciones, como se verá a lo largo de este libro, son cuestiones fundamentales no bien resueltas todavía en muchos de los proyectos de ciudades digitales que se han llevado a la práctica en estos años en diversos lugares del mundo.
Proponemos en este libro un examen al impacto que la revolución digital ha tenido en el ámbito del diseño y la gestión de las ciudades, con cuatro grandes focos temáticos de atención: las estrategias de especialización productiva y desarrollo económico (la ciudad emprendedora); el desafío del big data y la hiperconectividad, y los derechos digitales ciudadanos que necesitamos frente a esa realidad (la ciudad conectada); la aplicación de los criterios de gobierno abierto y las metodologías ágiles de diseño y ejecución de proyectos para adaptar la gobernanza de las ciudades al signo de los tiempos (la ciudad ágil); y las nuevas instituciones necesarias en la ciudad para convertirse en factorías de conocimiento endógeno y creatividad no franquiciada (la ciudad del conocimiento). En un inevitable epílogo de urgencia hemos hecho también una aproximación a los futuros paisajes urbanos tras la pandemia, para constatar que las ciudades han entrado definitivamente en la era digital y que esta crisis global nos invita a pensar en una ciudad más saludable, humana y próxima.
En estas tres últimas décadas, hemos visto cómo las actividades innovadoras se han enamorado definitivamente de los centros urbanos, ofreciendo una perspectiva aleccionadora a las ciudades a la hora de compatibilizar desarrollo económico y defensa del modelo de ciudad compacta, paseable
y sostenible. Se ha hecho también evidente que son necesarios nuevos modelos de gobernanza que no solo consulten a los ciudadanos, sino que además los incorporen a todas las fases de diseño, implementación y evaluación. Un modelo de gobierno abierto que facilite la apropiación social indispensable para cualquier proyecto exitoso de renovación urbana.
Mientras la dimensión de los proyectos no es un factor decisivo, sí lo es poner el foco en la creación de conocimiento e impulso emprendedor propios en cada ciudad más que en la capacidad disruptiva intrínseca de la tecnología. Los héroes de la ciudad digital serán siempre locales, independientemente de su origen. Y la narrativa de los grandes proyectos urbanos de innovación no se puede comprar en Amazon: está en la idiosincrasia de cada ciudad.
En contraste con el ingenuo tecnoptimismo que ha dominado inicialmente muchos de estos proyectos de ciudades inteligentes, hoy se hace evidente que la protección y promoción de los derechos digitales individuales y colectivos —digital commons— se torna prioridad absoluta en las nuevas políticas urbanas, que deberían avanzar hacia modelos de inteligencia colectiva de código abierto.
Finamente, empezamos a comprender que, aunque la tecnología digital avance muy rápido, el uso y adaptación de la ciudad requiere mucho tiempo. Si hablamos de iniciativas estratégicas, es preciso guiarlas con luces largas, generar el consenso necesario para que la impaciencia no las haga descarrilar y encontrar los instrumentos para mantener la visión a largo plazo. En cualquier caso, el modelo de diseño y gestión urbana que llamamos ciudad digital, aunque todavía no esté bien definido y desigualmente implementado, se ha incorporado ya de forma definitiva al saber hacer de la planificación urbana. Hasta hace pocos años, la innovación, el emprendimiento y la tecnología eran un programa sectorial dentro del plan estratégico de la ciudad, pero hoy forman parte de su núcleo esencial. Las ciudades están hechas ya definitivamente de ladrillos y de bits.
En definitiva, creemos que hoy empieza a conformarse una auténtica nueva urbanidad digital, entendida como el conjunto de atributos intangibles que da a las ciudades su condición de espacio de convivencia, tolerancia, identidad y memoria; de proyecto colectivo y de autonomía personal. La progresiva irrupción de las infraestructuras y servicios digitales —bruscamente acelerada por la pandemia de la COVID-19— ha añadido un nuevo estrato de complejidad, amenazas y oportunidades que necesita ser integrado en la forma en que imaginamos cómo tener mejores ciudades.
Una nueva urbanidad digital que, como ya anticiparon hace años los miembros del Comité de Zaragoza, debe construirse alrededor de la idea central de la ciudad abierta. Necesitamos ciudades de código abierto, que utilizan la tecnología para proteger y emancipar, que distribuyen el poder en lugar de concentrarlo, que cultivan el talento local para conectarlo con el global, que suprimen barreras y crean oportunidades. Ciudades abiertas que defienden los derechos digitales de sus habitantes. Ciudades sostenibles, próximas, y saludables. Que abren y socializan los procesos de innovación. Necesitamos, en consecuencia, repensar las políticas de innovación urbana.
El Comité de Zaragoza
Este libro tiene su origen en la voluntad de saldar una deuda. Una deuda de gratitud y reconocimiento hacia el extraordinario grupo de intelectuales y expertos en innovación urbana que asesoraron al Ayuntamiento de Zaragoza entre los años 2003 y 2013 —varios de ellos ya fallecidos— y con los que los autores tuvimos ocasión de colaborar.
Han pasado ya casi dos décadas desde que Juan Alberto Belloch, que acababa de ser elegido alcalde de Zaragoza, se reunió por primera vez con el profesor Manuel Castells¹, uno de los expertos más reconocidos a nivel mundial en el estudio de la sociedad red. De aquel primer encuentro surgió una iniciativa singular: un Comité Internacional de Expertos en Innovación Urbana que, durante los siguientes diez años, inspiró y acompañó algunos de los proyectos más notables realizados en la capital aragonesa en materia de innovación y cultura digital. Más allá de esos proyectos concretos que nacieron o se beneficiaron de la sabia supervisión del Comité, la reunión anual en Zaragoza de este grupo de eruditos representó un festival intelectual de primer orden, en el que se discutieron y repasaron muchas de las transformaciones urbanas y nuevas ideas que estaban surgiendo en ciudades de todo el mundo.
Era un grupo peculiar, variado, de grandes personalidades académicas (MIT, Columbia, UCLA, UCL…) y de sobresalientes dinamizadores sociales; de tecnólogos de vanguardia y de diseñadores urbanos involucrados en proyectos en capitales de todos los continentes; de minuciosos observadores de la vida urbana y de poderosos creadores de pensamiento sobre el cambio social y las políticas urbanas².
Durante una década, la siempre discreta capital aragonesa congregó a algunas personas clave en la elaboración del pensamiento urbano de estos tiempos. Zaragoza hizo un intento relevante en aquellos años por abrirse camino a una rápida adopción del paradigma digital por parte del tejido productivo de la ciudad, así como de sus creadores, educadores y emprendedores. El objetivo de este libro no es escribir la pequeña historia de esos proyectos, sino seguir la trayectoria de las ideas que los motivaron y su rastro en proyectos de innovación urbana realizados en todo el mundo en las tres últimas décadas, considerando siempre los aspectos sociales, económicos, institucionales y de gestión.
De las muchas cosas que podemos aprender de aquella aventura intelectual, una de las más útiles y necesarias es que cada ciudad debe encontrar las fuentes de la innovación en su propio capital humano. Descubrir a esos líderes futuros no es tarea fácil ni evidente, porque a menudo se mueven por debajo de las señales del radar. Detectarlos exige explorar detenidamente los intersticios ocultos donde habitan los genios de la disrupción. Como decía el profesor Alberto Lafuente —una de las personas que, desde su enorme sabiduría económica, más contribuyó a lanzar aquella apuesta innovadora en Zaragoza—, hay que hacer la planimetría detallada de esas geografías urbanas no visibles todavía. Se debe identificar y hacer emerger la ciudad secreta de la creatividad y el inconformismo que siempre existe en cada comunidad. Ninguna estrategia de innovación que no esté apoyada sobre ese activo tendrá éxito.
La ciudad, mientras está viva, nunca termina de construirse. Por eso la necesidad de reflexionar e innovar sobre cómo prestar mejores servicios a los ciudadanos, favorecer la actividad económica para que se creen buenos empleos y cuidar a las personas más vulnerables nunca prescribe.
Primera Parte
LA CIUDAD EMPRENDEDORA
Capítulo 1
La dificultad de ser Silicon Valley
Mucho antes de que las ciudades quisieran ser inteligentes y se desvivieran por ser vistas como un modelo de smart city, un buen puñado de ellas soñaron con ser una de las sedes de la nueva economía digital que estaba naciendo en Silicon Valley. Ante la evidencia de que el modelo productivo dominado por las grandes industrias manufactureras se desvanecía frente a la irrupción de una economía protagonizada por los productos y servicios electrónicos, en las últimas décadas del siglo XX numerosas ciudades recurrieron a la planificación estratégica y la gestión urbanística para intentar no quedarse atrás en esa carrera.
De alguna manera se impuso entre muchos alcaldes, profesionales y expertos la idea, ciertamente ambiciosa, de que el diseño urbano tenía la capacidad de cambiar no solo el aspecto y el funcionamiento cotidiano de la ciudad, sino también su lugar en la nueva geografía económica mundial³. En esa percepción probablemente influyó el llamativo éxito de ciudades como Bilbao o Barcelona, que reforzó la tendencia a utilizar los grandes proyectos urbanos para captar turistas, congresistas o inversores. El efecto Guggenheim
llenó las ciudades de costosos artefactos arquitectónicos que difícilmente lograron el impacto de su precursor en la capital vizcaína, probablemente porque la simplificación mediática llevaba a ignorar que, tras la huella del museo diseñado por Frank Gehry en Bilbao, había un complejo y laborioso proyecto de regeneración urbana.
Otras ciudades apostaron por los grandes eventos —olimpiadas, exposiciones, capitalidades culturales— y muchos de ellos quedaron por debajo de las expectativas generadas por la capital catalana con sus Juegos Olímpicos de 1992. Tras el éxito de Barcelona había una década de concienzudo desarrollo de un nuevo modelo de diseño urbano difícil de repetir.
La intensificación de la competencia internacional entre ciudades hizo que en algunas de ellas se incubara una nueva generación de estrategias urbanas más específicas. Ya no se trataba de atraer visitantes o inversores en general, sino de intentar liderar la revolución tecnológica para convertirse en los nuevos sitios de referencia de la era digital que estaba empezando. Si la cuarta revolución industrial había cambiado drásticamente la jerarquía de las empresas que lideraban el mundo, se suponía que también la jerarquía urbana podía experimentar un vuelco similar y numerosas ciudades se movilizaron para intentar el sorpasso (aunque pocas parecen haberlo logrado realmente).
Tras casi tres décadas de aciertos y errores, avances y retrocesos, estas nuevas políticas de innovación digital urbana han transformado de forma duradera y decisiva cómo las ciudades organizan y diseñan sus políticas de promoción económica, desarrollo y empleo. Mientras al principio de este proceso se concretaban en proyectos específicos, como nuevos parques tecnológicos, redes de conectividad avanzada o programas de alfabetización digital, estas estrategias adquirieron después objetivos de mayor alcance. El desarrollo de grandes distritos de innovación tomó el relevo con una visión integral de la que formaban parte tanto el diseño urbano como las infraestructuras, el desarrollo empresarial y los centros de conocimiento. En paralelo, e impulsado por el gran interés que la industria tecnológica tenía en ese nuevo mercado, el modelo smart city (aplicación intensiva de las tecnologías de la información para la gestión en tiempo real de las infraestructuras urbanas) se convirtió durante algunos años en una de las etiquetas más atractivas de la gestión urbana.
Como se explicará más adelante, hoy se piensa ya más en cómo crear completos ecosistemas urbanos de innovación antes que en proyectos emblemáticos. Un paradigma que da importancia sobre todo al desarrollo del talento local y a su conexión con el tejido empresarial, así como a la interacción permanente con las necesidades ciudadanas. Digital, sí; pero de código abierto.
Agotada la etapa en la que el factor de la novedad y la anticipación en este tipo de iniciativas daba un rédito indiscutible —político y mediático, sobre todo—, hoy se impone la necesidad de que cada ciudad encuentre su propio modelo de transición hacia la sociedad digital, apoyada sobre todo en su historia, sus capacidades y las aspiraciones de sus habitantes. Ahora ya sabemos que, en líneas generales, es difícil encontrar casos de éxito en esta carrera urbana hacia el nuevo El Dorado digital
que no estén basados en el desarrollo meticuloso y constante de su potencial emprendedor endógeno y de fuentes de conocimiento avanzado, especialmente en el ámbito de la ciencia y la tecnología, mediante el desarrollo y fortalecimiento de la actividad universitaria y