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Paisajes artificiales: virtuales, informales y edificados
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Paisajes artificiales: virtuales, informales y edificados
Libro electrónico472 páginas6 horas

Paisajes artificiales: virtuales, informales y edificados

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Este libro construye un conjunto de conceptos alrededor de la perspectiva investigativa de los paisajes artificiales. Estos se configuran como mundos posibles en evolución a través de procesos de simulación digital, autoorganización social y cocreación de devenires edificables, que desdibujan la frontera entre lo natural y lo artificial.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2020
ISBN9789587815146
Paisajes artificiales: virtuales, informales y edificados

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    Paisajes artificiales - Iliana Hernández García

    ser.

    PAISAJES ARTIFICIALES E INFORMALES

    Jaime Hernández-García,

    Raúl Niño Bernal,

    Iliana Hernández García

    Este documento es el resultado de investigación de los proyectos Ecopolítica de los paisajes artificiales y Estética poshumana de los paisajes artificiales del grupo de investigación Estética, Nuevas Tecnologías y Habitabilidad, del departamento de Estética de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia. Se enmarca en los desarrollos y publicaciones previas del grupo de investigación, en torno a un conjunto de avances sobre la estética digital, la habitabilidad de los entornos urbanos y sociales y los paisajes artificiales e informales.

    Este texto hace una interpretación de los principales cambios culturales que se viven a nivel comunitario en la vida urbana, construyendo una perspectiva de paisaje artificial desde la informalidad. Los habitantes en las ciudades¹ experimentan una constante adaptación a diversos cambios producidos por los sistemas que se incorporan en estas. Para comprender sus alcances es necesario explicar que la transformación cultural viene acompañada de cambios globales y locales tanto en la información y en los procesos de la economía, como en aspectos ambientales generales, incluso de ecosistemas naturales y artificiales. Así las cosas, las adaptaciones urbanas que implican la emergencia de la vida cotidiana con nuevas ecologías demandan no solo definiciones sino una interpretación epistemológica y compleja de las redes comunitarias que organizan paisajes artificiales informales y que, a la vez, son sociales en las maneras de interacción entre sí. Pues en su condición, tejen vínculos topológicos y espaciales que retan la gestión pública, la geopolítica y la comprensión de la vida urbana.

    Nuevas / Posibilidades alternativas del espacio público urbano

    El espacio público urbano ha dejado de ser visto únicamente desde una óptica territorial, jurídica o social, y cada vez son más frecuentes otras percepciones en donde se le atribuyen diversos roles que, no solo amplían su conceptualización y su impacto en la vida urbana, sino que también le plantean nuevos retos y oportunidades. Entre ellos está la contribución de los espacios públicos a ciudades más resilientes, al derecho a la ciudad² (Hernández-García, Caicedo-Medina, 2018) o a la justicia espacial; todo aquello puede generar iniciativas de empoderamiento y búsqueda de mayor libertad del ser humano en la ciudad, observando acciones de autourbanismo y participación comunitaria activa en el desarrollo urbano y espacial.

    En este orden de ideas, proponemos la denominación de paisajes artificiales e informales que se construye desde tres tipos de iniciativas. Estas, sin ser todas necesariamente recientes, se están abriendo paso, desde el plano teórico y empírico, para constituir una apuesta a futuro para el desarrollo de los espacios comunitarios y públicos urbanos, buscando justamente hacerlos más comunitarios tanto desde el punto de vista de su uso, como del de su producción.

    1. Autoproducción de espacio público en barrios populares

    2. Espacio público productivo: agricultura urbana

    3. Iniciativas tácticas, insurgentes y temporales

    1. Autoproducción de espacio público en barrios populares

    El urbanismo y el espacio comunitario (que quizás no sea plenamente público) pueden verse como un claro ejemplo de autoproducción³ (Hernández-García y Calderón, 2018). Si bien es posible que parte de esta autoproducción se deba a ciertas oportunidades que tiene la gente de estos barrios, la literatura y la comprobación empírica han demostrado que se trata, en muchos casos, de una opción de la gente, es decir, de una manera de afirmarse en la ciudad como ser-habitante-urbano en la búsqueda implícita de libertad.

    La producción de espacio público en los barrios informales es un acto cotidiano donde se toman decisiones de diseño de manera permanente, decisiones que no siguen patrones habituales, pero que anidan en una forma de orden complejo. Estas decisiones, que pueden compararse con sistemas abiertos, se derivan de temas, necesidades y aspiraciones (Hernández García, Niño Bernal, Hernández-García, 2016). Muchas de ellas pueden explicarse con las mismas herramientas de un proceso formal de diseño, sin embargo, la diferencia está en quién o quiénes impulsan esas decisiones y cómo las ponen en práctica.

    El uso de los espacios en el barrio popular también aporta ejemplos de la transformación del entorno construido y de decisiones cotidianas, creativas y emancipadoras⁴ (Hernández-García y Yunda, 2018). Las expresiones sociales y culturales en el entorno construido pueden entenderse como formas comunitarias de autoapropiación y de identificación de los lugares. Las celebraciones, las actividades relacionadas con la comida o con la bebida, los juegos tradicionales, las actividades religiosas, comunitarias y políticas que se observan en los espacios abiertos del barrio dejan huellas materiales en ellos (Hernández-García, 2012). Estas actividades urbanas públicas, no solamente reafirman la cultura de las comunidades y la expresan ante el mundo exterior, sino que también dejan impresiones y sensaciones tangibles en el entorno y lo van construyendo.

    En este sentido, las actividades cotidianas que se desarrollan en los barrios populares contribuyen a darle forma a estos lugares, pero también la materialidad física demuestra los procesos creativos y alternativos en que esas decisiones espaciales cotidianas son tomadas.

    2. Espacio público productivo: agricultura urbana

    Desde esta perspectiva, la productividad del espacio se entiende como paisajes productivos que son artificiales y que contribuyen a la resiliencia social y urbana. En este marco, la agricultura urbana ha entrado tímida y gradualmente a ser parte del espacio público y a contribuir a su transformación físico-espacial; de igual manera, ha impactado las relaciones sociales, económicas y culturales en las comunidades. Podría decirse que la práctica de la agricultura urbana, saliendo del ámbito privado al público, es el nuevo reto socioespacial de las ciudades, especialmente de los barrios populares, ya que es allí donde más se observa y más se puede contribuir a la transformación urbana y social⁵ (Hernández-García, Caquimbo-Salazar, 2018).

    Al respecto contamos con la siguiente afirmación:

    La agricultura urbana como parte del espacio público puede contribuir al desarrollo socio-espacial de la ciudad. Especialmente desde lo multi-funcional, adaptable, productivo y participativo; desafiando los modelos tradicionales de la planeación urbana. Puede también señalar el potencial de la producción urbana de alimentos e inspirar nuevos caminos para planear la estructura verde de las ciudades y el espacio público de las mismas. (Schwab, Caputo y Hernández-García, 2018, p. 18)

    Los espacios públicos productivos pueden ser una respuesta resiliente y táctica sobre el presente y el futuro de nuestras ciudades, que incluyen lo emergente, la participación e iniciativa de la gente y la producción de alimentos; esta última puede aportar no únicamente la soberanía alimenticia y la memoria de cómo cultivar, sino también aportar ingresos económicos, y una relación resiliente con la naturaleza y las posnaturalezas, las cuales constituyen los paisajes artificiales.

    3. Iniciativas tácticas, insurgentes y temporales

    Las iniciativas tácticas, insurgentes y temporales en el espacio público buscan dar más control, mayor apropiación y más libertad a la gente (Hou, 2010). Sin embargo, aunque las prácticas en este sentido son relativamente recientes, el tema de la participación en el desarrollo del espacio público es antiguo, ampliamente aceptado y es visto como un proceso fundamental para la creación de buenos espacios públicos (Madanipour, 2010; Low, 2000). Si bien el interés en la participación de la gente en el espacio público es antiguo y permanece vigente, los mecanismos para llevarlo a cabo han cambiado, o al menos han surgido otra serie de iniciativas, comúnmente llamadas prácticas insurgentes en el espacio público, urbanismo táctico, urbanismo hágalo usted mismo o autourbanismo (Finn, 2014). Bajo estos términos se incluyen prácticas en el espacio público de graffiti, skate, parkour y flashmobs (Iveson, 2013), activismo en el espacio (Shiffman et al., 2012), ventas y actividades callejeras y temporales, incluyendo agricultura urbana (Chase, Crawford y Kaliski, 2008) y, en general, actividades en el espacio público que son de carácter temporal, desarrolladas o promovidas por individuos o colectivos (no por entidades públicas o empresas privadas), que alteran de cierta manera la visión tradicional del espacio. Se ha encontrado que estas prácticas pueden ser la mejor manera de revitalizar las ciudades. Para el autor se trata de una estrategia de corto plazo que puede tener efectos de largo plazo, al buscar crear consciencia, interés, acción sobre un lugar y/o un tema. En este sentido, no se requieren profesionales o entidades públicas que saquen adelante las iniciativas, sino personas empoderadas que buscan cambios y, a través de estos, buscan mayor libertad. Es entonces el urbanismo que hace la gente⁶ (Hernández-García, 2018e).

    Estas actividades muestran las tendencias de las prácticas diarias relacionadas con los espacios públicos; no obstante, se podría decir que cada caso es diferente, lo cual confirma la diversidad de las iniciativas y sus dinámicas sociales y físicas, las cuales se pueden comprender a través de sistemas complejos (Hernández-García, Niño Bernal, Hernández-García, 2016). Este es el espacio público que hace la gente.

    Así, los retos del espacio público son diversos y complejos y van mucho más allá de un aspecto social, político o de representación y trascienden el ámbito puramente físico-espacial. En este sentido, la transformación permanente de los espacios públicos, a partir de la iniciativa individual y colectiva, deja ver nuevas posibilidades de construcción urbana y social que puede inclusive dar lecciones a la planificación formal y al control que la ciudad moderna supone. Se trata de lecciones quizás más problemáticas, pero a la vez menos lineales y siempre más comprometidas con el desarrollo socioespacial, en una suerte de búsqueda por una ciudadanía sostenible (Hernández-García, 2016).

    Horizontes posibles

    Se generan así horizontes posibles en los espacios públicos y en las ciudades, que ponen en perspectiva una política afirmativa para la vida, la coexistencia y para los intercambios e interacciones que se configuran a diario en una sociedad urbana. Se trata de la complejidad ampliada de lo que significa estar haciendo parte del espacio urbano⁷ (Hernández-García, 2018). Se trata de la dimensión creativa que se puede compartir en torno a lo común, que debe integrar la noción del entorno urbano. Aspectos diversos como conocimientos, ideas creativas, dimensiones ecológicas, entre otros, pueden servir al proceso de crear y colectivizar estos paisajes artificiales e informales, así como de reconocer entornos comunitarios cuya base son la cooperación y la empatía. En particular porque estos ayudan a transformar y generar un pensamiento político para ampliar la convivencia y la coexistencia con otros y para darle sentido y significado a la diversidad.

    Esta perspectiva hace parte de las ideas, conocimientos y pensamientos creativos para hacer posible el futuro de los entornos urbanos. En este sentido, en la perspectiva que plantea Maldonado (2015), las ciudades y en conjunto los entornos comunitarios, integran los siguientes sistemas: social, natural, humano, artificial, los cuales permiten hacer una lectura creativa de las interrelaciones que ejercen estos sistemas en la vida en las ciudades. Los sistemas vivos, además de los habitantes urbanos y la coexistencia con otras formas de vida presentes en el entorno, configuran el primer aspecto de complejidad, pues se interrelacionan recíprocamente para constituir los principales elementos de la vida a partir de los recursos naturales: el agua, el aire, la luz y los procesos metabólicos compartidos entre sistemas. El horizonte posible proviene de la relación y el comportamiento social, coherente y responsable de manera colectiva en términos productivos y políticos. Es decir, se trata de reconocer en el habitante urbano, en la gente que vive el espacio público, la configuración de un ciudadano cuyas cualidades conforman lo que Braidotti (2015), denomina una política afirmativa, para hacer excepcional la condición de ser ciudadano y tener corresponsabilidad con el proceso transformador que emerge de su uso.

    Los procesos de energía que se emplean en el entorno urbano son ahora diversos y han ampliado su alcance, por la confluencia contemporánea de distintos sistemas en el espacio público, hacen que los ritmos y velocidades de conexión vayan en aumento. Así también, la simultaneidad de comunicaciones y los enlaces en red y las conexiones electrónicas, conllevan a una intersubjetividad que permite la interrelación de sistemas abiertos, tales como los sociales, culturales, educativos, tecnológicos, científicos, económicos y políticos, entre otros. Esta interrelación genera los paisajes artificiales e informales.

    Los entornos comunitarios, como un horizonte posible, deben ser necesariamente reconocidos como entornos claves y ecológicos desde los cuales emergen otras condiciones que generan patrones, epistemologías, cartografías, etnografías y sistemas de conocimiento para explicar las políticas de vida, en las cuales se hace imprescindible reconocer que la información y los conocimientos hacen parte de la cotidianidad y de las transformaciones patrimoniales del presente y del futuro en el contexto urbano⁸ (Hernández-García, 2017). Esto no quiere decir que se desconozcan los procesos de crisis sociales, políticos y económicos o de los riesgos que es necesario encarar frente al devenir urbano, cuya expansión físico-espacial, también conjunta aspectos sociales y tecnológicos de gran envergadura.

    Es importante comprender e integrar a las comunidades, precisando alternativas para futuros posibles, lo cual implica que las ciudades y los entornos urbanos de las comunidades tengan acceso al conocimiento, a las redes electrónicas, al mundo computacional y facilitar el diálogo de los campos del conocimiento para enfrentar temas, problemas y campos de investigación con el concurso en conjunto de universidades, científicos, investigadores, profesionales, técnicos y personas sensibles con capacidad para suministrar datos e información desde las fuentes mismas del entorno.

    La creatividad y la tecnología proponen también temas de conocimiento que pueden relacionarse con la vida cotidiana de las comunidades y, a la vez, en el uso y apropiación del espacio público. Con lo cual pueden ayudar en el proceso de comprensión de los problemas de los entornos urbanos, relacionados con el tema ambiental, la salud, la seguridad, la calidad de vida digna y el vínculo con los entornos ecológicos claves para mediar en la conformación urbana.

    Ciertos procesos abiertos de educación pueden contribuir a construir ambientes de aprendizaje en los entornos urbanos, los cuales consisten en campos sensibles de ecologías cognitivas, transferencia de conocimientos, inteligencia distribuida y procesos dinámicos frente a las lógicas de la vida. Todas ellas, se toman en conjunto con la vida de las demás especies, de las organizaciones y de los procesos productivos. Así, pueden insertarse de manera coherente con la fragilidad de los ecosistemas de la biósfera. Los entornos urbanos y sus comunidades pueden ampliar su alcance en la experiencia a distancia de las interacciones con otros, hacia una nueva ecología del contexto ciudad.

    Transformaciones culturales hacia los paisajes artificiales e informales

    En los principales cambios culturales de la época contemporánea⁹, los entornos comunitarios pueden verse signados por un proceso de transformación en el uso y manejo de la información, tanto en aquella analógica como en aquella digital, proveniente de dispositivos tecnológicos como el computador o el celular. Este tipo de información es habitualmente denominada como TIC, esto es, tecnologías de información y comunicación. Hoy en día, estas se ven ampliadas por las tecnologías digitales basadas en la autonomía del comportamiento de lo vivo. A este proceso se le denomina bioinformación¹⁰ y ha contribuido a que las dinámicas de los habitantes al usar sus celulares y dispositivos sean progresivamente menos lineales. De este modo, cada vez que un usuario accede a su celular o, más específicamente a una aplicación común o de uso cotidiano, esta funciona con algoritmos basados en la evolución biológica, es decir, con el proceso vivo de la genética o del desempeño de un ser vivo con respecto a su velocidad, sentido común o rapidez de procesamiento. No se trata, evidentemente, de una transposición literal, pero sí de una tendencia a emular los procesos biológicos. Interesa investigar entonces, cómo podemos analizar y comprender si se han producido apropiaciones o integraciones entre este tipo de tecnología digital de información y la vida de los habitantes en su uso del espacio público y en los entornos comunitarios.

    Además, se hace posible una interpretación de las redes comunitarias como redes complejas, no solamente por sus características propias sino, además, por la imbricación de ellas con el uso de esta tecnología y por la influencia indirecta que reciben del contexto general de ciudad, toda vez que esta hace uso e impone ampliamente, en términos macro, dichas redes complejas. Siendo el foco de atención, los modos en que ocurren las dinámicas de los asentamientos informales¹¹ permiten explorar las relaciones de complejidad que surgen de la interacción con otras formas de vida. Por ejemplo, se observa cómo los flujos de información a través de las redes comunitarias ofrecen alternativas para la interpretación social¹².

    En especial, los conceptos de emergencia y de espontaneidad en la construcción del tejido social pueden asociarse con la bioinformación. Con lo cual estaríamos percibiendo la coexistencia de otras formas de habitabilidad¹³ (Hernández, Niño y Hernández-García, 2018).

    En la época contemporánea, las relaciones con la vida y las transformaciones de las ciudades¹⁴ corresponden a las escalas temporales y a las alternativas de encuentro con la información. Esto tiene para los habitantes una serie de implicaciones relacionadas con la habitabilidad y sus afectaciones en la calidad de vida¹⁵; sin embargo, este proceso, en términos de lo común, conlleva al cambio y a la adaptación de parte y parte, de forma biunívoca, tanto de la gente como de las dinámicas que se movilizan para generar estas transformaciones.

    Los procesos de adaptación exploran, entre otras cosas, las relaciones de la convivencia, el tema de lo colectivo y la cooperación entre los miembros de una comunidad y la relación de ellos con otras comunidades y con otros habitantes de las ciudades. Estos vínculos ahora se producen también a distancia, a través del uso de internet y de las redes sociales. Es decir, que no solamente se dan entre la gente que comparte un mismo espacio físico, un barrio, una zona geográfica, sino además se dan con personas separadas espacialmente. La observación de los impactos de estas tecnologías y en especial de las condiciones de la información han sido objetos de particular interés, específicamente por su relación con las crisis estructurales del capitalismo¹⁶, en tanto ambos tienen repercusiones en las condiciones sociales de los ciudadanos y sus entornos.

    Es necesario destacar la situación de lo tecnológico, que llamaremos de ahora en adelante lo artificial, en la configuración de los entornos urbanos¹⁷, pues es importante describir cuáles son los rasgos de las relaciones en red, qué es lo que se puede medir y cómo identificar los patrones estructurales de difusión de la información. Además, es interesante observar cómo el trabajo en redes, a través del uso de dispositivos tecnológicos, apoya los procesos de innovación social, dado que este trata de un proceso cambiante en los ecosistemas (sociales, urbanos, artificiales y naturales) y en la manera como se exploran los nodos de redes inmateriales y de sus interconexiones¹⁸.

    La ciudad es entendida como un macroorganismo vivo, en el sentido de comprender sus formas de interacción a la manera del comportamiento de lo viviente. Esta alusión cimienta las bases del concepto de paisajes artificiales e informales y posibilita pensar de otras maneras el espacio público. Ahora bien, para lo anterior es importante considerar la inserción de los campos electrónicos, tecnológicos y computacionales¹⁹, los flujos y los códigos, las perspectivas info-tecnológicas, entre las cuales se encuentra la cuántica²⁰. Estos campos, que van de la mano con las tecnologías de la información y la comunicación, suelen ser incrementales, es decir van creciendo, aumentando su capacidad, velocidad de procesamiento y de distribución de forma no lineal y en red. Así las cosas, a través de ellos podemos analizar los fenómenos sociales urbanos como horizontes de sucesos, así como estudiar los problemas de los entornos urbanos que se han vuelto comunes en todo el planeta.

    A partir de estas consideraciones, las transformaciones culturales comunitarias se han ampliado al contexto planetario, en el que se incluye lo local en redes y en niveles cosmológicos. Dichas transformaciones ya no se circunscriben a los ámbitos geográfico o físico-espacial, sino que habitan en las interconexiones del tiempo. Se trata de ampliar la escala y el horizonte temporal del lugar donde se producen las relaciones entre la gente, yendo más allá de las nociones topológicas tradicionales.

    Por tanto, el concepto de espacio público²¹ hoy contempla dimensiones planetarias²² y temporales, así como horizontes geográficos y tecnológicos. No menos relevante es la diversidad de retos ambientales, políticos, sociales y económicos a partir de los cuales se interrelacionan hilos conductores con los entornos comunitarios. Una de las maneras es identificar los procesos de emergencia social,²³ es decir, de aparición de la sorpresa y de conformación de tejido social de manera autónoma e imposible de anticipar por parte de los habitantes mismos. Por este motivo, son los fundamentos de la termodinámica²⁴, de los sistemas no lineales y de la complejidad de los entornos habitables urbanos²⁵ los que posibilitan dicha identificación. La diversidad social puesta en términos de la enorme multiplicación de acciones y de opciones de vida en lo cotidiano no se puede comprender por medio de las formas habituales de planeación y medición. A lo cual se le debe sumar la diversidad en los ecosistemas ambientales formados por otras especies vivas, por los no humanos y por la vida artificial²⁶. Un abordaje de esta envergadura y de tal amplitud, lo plantea hoy día la ecología artificial, la hibridación de las energías y un conjunto de cambios culturales, cuyo uso distribuido del conocimiento y los aprendizajes compartidos trasciendan la noción local y física del territorio, el espacio construido, las políticas públicas y sociales y la gestión urbana.

    Adaptaciones y transiciones urbanas

    Los entornos comunitarios forman parte de los entornos urbanos y pueden asimilarse como paisajes artificiales e informales, debido a la dimensión tecnológica y del hecho de que las fronteras entre ambas son borrosas, tanto a nivel conceptual como fáctico. En cualquier caso, estos han sido considerados como sistemas abiertos, los cuales se han hecho cada vez más complejos a nivel social y político en las interrelaciones de lo local y lo global. Es interesante explorar qué tipo de adaptaciones sociales, tecnológicas, científicas y cognitivas están emergiendo respecto a estos entornos y a los agentes que se vinculan como transformadores en los procesos interactivos, analógicos y digitales a partir de los cuales se producen redes comunitarias para las prácticas sociales.

    En este sentido, las transiciones urbanas se proponen como lectura de los cambios para comprender el entorno urbano. Es importante reconocer que estamos asumiendo y adaptando campos electromagnéticos²⁷ a través de los cuales se propician intercambios, nomadismos y flujos de conocimientos, saberes y prácticas. Estos flujos circulan a diferentes escalas y constituyen los fundamentos de las ecologías artificiales que, a su vez, configuran paisajes artificiales a través de los cuales se dan formas extraordinarias de ver y hacer el mundo mediante imágenes en permanente hibridación.

    Entender los entornos comunitarios urbanos como sistemas complejos adaptativos implica comprender su naturaleza no lineal, resultado de las combinaciones y emergencias de la vida, de los flujos en tanto consumidores, abastecedores y procesadores de cada uno de sus habitantes y de la amplia diversidad cultural y biológica que configura el entorno habitable²⁸ (Hernández, Niño, Hernández-García, 2018). En tal sentido, el proceso creativo puede ser un recurso plausible que emerja de las organizaciones sociales, pensadores, artistas o proyectos a través de los cuales se construyan alternativas de cambio para el entorno social, paisajístico y en donde exista una búsqueda por ampliar y posibilitar la vida en conjunto.

    Las ecologías artificiales son aquellos entornos que se comportan como conjuntos diversos, conformados por distintos actores y que propenden hacia condiciones de adaptabilidad y preservación de la vida en su medio. En ellos, un agente adaptable tiende a la autorreparación incluso de la vida cotidiana, del saber hacer, del saber consumir y del saber desechar. Por ejemplo, saber consumir implica saber desechar menos. Así se obtendrá una menor cantidad de residuos y, por tanto, una mejora en la calidad del paisaje natural y del entorno que nos rodea, el cual tendrá mejores alternativas para la generación de oxígeno o germoplasma para todos los sistemas vivos que dependemos del carbono. Asimismo, se podrá pensar en la experimentación de metamateriales o materiales artificiales que se puedan emplear en la configuración de estructuras y elementos creativos en el entorno urbano.

    Redes comunitarias y tecnológicas

    Estas redes son significativas para las transformaciones culturales de un entorno comunitario. Su conformación connota la importancia de la diversidad y la complejidad de las características sociales, de la autoorganización de los agentes adaptables y de actores con respecto a la transformación comunitaria²⁹. Lo anterior significa que una red se forma de nodos inteligentes, es decir, es ecológicamente viable en cuanto a sus principios de participación, evolución y consecución de lo común³⁰ (Hernández et al., 2018).

    Un eje de análisis importante para las comunidades es la construcción permanente de metodologías abiertas para el aprendizaje social y las emergencias del nuevo conocimiento. Esto surge como una inquietud en la interpretación de patrones y rasgos del conocimiento tácito (sentido común) para que pueda ser modelado y simulado en campos de creación y lenguajes computacionales para bifurcar el camino hacia el conocimiento explícito, en particular aquel que relaciona la vida de las comunidades con el de formas de vida ecológicas.

    Las transformaciones culturales se proponen como opciones y alternativas de cambio, pues también asistimos a la comprensión de un entorno amplio, en el cual vale la pena hacerse las siguientes preguntas: ¿qué es lo relevante de la vida en los entornos urbanos y comunitarios? ¿Qué otras formas de vida conocemos y con cuáles de ellas podríamos coexistir? ¿Qué tipo de vertientes de análisis estamos empleando para comprender la naturaleza, los ecosistemas artificiales? ¿Cómo se puede co-evolucionar y cohabitar para el futuro en el cual se demandan nuevas cualidades culturales y ecológicas? ¿Cuáles son las dimensiones complejas de la transformación cultural, incluyendo el conocimiento de cómo fluye la vida en general (por ejemplo, el ADN) que ha migrado desde los diferentes Homos³¹? Las diferentes naturalezas de los seres humanos, al parecer, están haciendo hibridación con otros materiales distintos al carbono (base orgánica del ser vivo). Entre esos materiales y naturalezas tendríamos el silicio, los nanofrenos, los conectomas y los mundos a escala nano. Con los entornos comunitarios es necesario trabajar sobre varios frentes, el principal y primordial es un proceso cambiante de los conocimientos, seguido de la interacción con las redes de conexión, los campos de conocimiento e innovación teórica y conceptual para no continuar ampliando las brechas de distanciamiento.

    Es importante explorar las dimensiones de las otras tecnologías de información, es decir las nanotecnologías, las biotecnologías, las infotecnologías, las cognotecnologías, todas ellas conocidas como NBIC³². Estas tecnologías posibilitan una convergencia singular que ha ampliado lo que entendemos por ecología y entorno urbano. Con ellas estamos explorando otras relaciones de vida que configuran nuevos entornos con características sociales diferentes.

    En la perspectiva de los entornos comunitarios encontramos sistemas abiertos, sistemas de intercambio de energía, de información y conocimientos, lo que permite la consideración de lo urbano y su complejidad como un macroorganismo vivo. Por ende, se presentan de manera simultánea un conjunto de transformaciones culturales y retos respecto a las acciones colectivas. Una tarea inaplazable, es la de hacer una lectura de las comunidades que conforman estos entornos, los ritmos, símbolos y patrones con los cuales se pueden recrear significados culturales y códigos estéticos. Lo público y lo común configuran acciones desde lo ambiental, lo político, lo cultural y lo económico para expresar varias dimensiones que se insertan en diversas escalas y procesos. Las ampliaciones de escala y tiempo a través de la interactividad logran desplazamientos insospechados a través de los flujos de información, que tiene como principal papel la construcción colectiva del ciberespacio, las redes y los nodos de interactividad social para un aprendizaje constante.

    Las redes comunitarias también se relacionan con las redes digitales. En tal sentido, se puede señalar la emergencia de los sistemas big data, en los cuales se hallan los datos correspondientes a las personas, lugares y rutas, organizados e interconectados en grandes cantidades y a disposición inmediata a través de plataformas y bases de datos. En estos se incorporan para la condición social de los entornos urbanos y las relaciones comunitarias, la información clave y cambiante de lo físico. Lo virtual y digital del big data se puede considerar como otra forma de participar en los sistemas comunitarios y en los procesos de conocimiento local y global. Al desplegar en red un conjunto de posibilidades, se observan transformaciones sorprendentes, para interpretar el papel de los miembros de una comunidad como sujetos de cambio. Las ampliaciones hacia la intersubjetividad social, económica y política, la incorporación de tecnologías convergentes en los ámbitos cotidianos de la vida, replantean las dimensiones y definiciones de coexistencia hacia procesos cuya temporalidad, interactividad y desterritorialización interconectan con los flujos de conocimiento. Estos circulan para mejorar las opciones relacionadas con las condiciones de vida.

    Termodinámica no lineal de los entornos artificiales comunitarios

    La termodinámica no lineal permite comprender e interpretar los entornos artificiales comunitarios a partir de su evolución en un proceso abierto, no determinado de antemano, flexible y librado al azar, sin procesos de control externo gestados por una planeación estatal, o signados por el comercio y el consumo. En lugar de ello, se trata de pensar en una relación particular con la complejidad, entendiéndolos como sistemas que se organizan a sí mismos y que no dependen de decisiones externas a ellos; sin embargo, estos mismos desarrollan una interacción abierta y cambiante con otros entornos y dimensiones de lo urbano. Se trata de un conjunto de aproximaciones diversas sobre los entornos urbanos como sistemas emergentes y autopoiéticos, en particular en una reflexión sobre lo que estos son, con un énfasis acerca de los vínculos con la habitabilidad. A partir de ello se plantean nuevos problemas para su comprensión como sistemas sociales humanos, en relación con los sistemas sociales artificiales, los cuales incluyen también los humanos. Se trata de entender los entonos en interacción ecológica con diversas formas de vida y de flujos de cotidianidad, a veces imperceptible. Es necesario hacer un tránsito y un transvase de diversas disciplinas que entran al orbe del estudio de la dinámica social comunitaria y urbana, y en especial de aquellas áreas que cuentan con un conjunto de prácticas, cuerpos y conocimientos que se ubican en espacios de frontera. Estos evidencian una forma del conocimiento orientada por la investigación, la experimentación y los cruces y meta-cruces entre tiempos, espacios y sentidos diferentes.

    La habitabilidad de los entornos artificiales comunitarios se plantea como un problema de investigación. Esto tiene que ver con principios activos de generación, producción, síntesis, creación, exploración de las formas de vida en espacios urbanos, públicos y privados, los cuales además cada vez se encuentran más ligados a las tecnologías, pero también a las ciencias de la vida, tales como la física cuántica, la biología molecular, la física de procesos disipativos, las ciencias cognitivas, la vida y la inteligencia artificial, entre otras. Todas ellas se encuentran en relación con la sociedad y plantean cambios, retos y posibilidades en la forma de vivir en estos entornos, algunos ya apropiados por las comunidades (Hernández, 2010). Dentro de lo cual, la cultura y lo humano son evidentemente parte de la formulación del problema. Por otra parte, se encuentran los principios críticos, de reflexión, fragmentación, además de otras formas de observar, pensar y mutar lo existente o el pensamiento, en relación con otras derivas posibles, lo cual lleva a formas diversas de acción creativa por caminos no explorados.

    En ello, nos aproximamos al estudio de distintos tipos de sistemas sociales: humanos, naturales y artificiales, teniendo en cuenta que los dos primeros están contenidos en el tercero. Esta interacción entre sistemas sociales se plasma en un punto de interés central para la lectura de los entornos artificiales comunitarios en términos de sus formas de habitabilidad. Esto ocurre gracias a la posibilidad que abren para ampliar el espectro de estudio más allá de los sistemas sociales humanos, y especialmente para centrarse en los sistemas artificiales. Dentro de ellos, insistimos, se encuentran también los sistemas sociales humanos, como un tipo de sistema social, donde lo artificial es la ampliación de lo social como podría ser y que aún no ha ocurrido o que es desconocida³³ (Hernández, 2016).

    Cabe resaltar la importancia de la teoría de la información en relación con la termodinámica para lo cual las propuestas de Claude Shannon y Warren Weaver (1949) sentaron las bases para comprender el papel de la información en los sistemas complejos no lineales, signando con ello las formas de procesamiento, transmisión y organización de la información, en particular aquella que se produce en las redes, sean digitales o análogas, como es el caso en las redes comunitarias. De este modo, se hace necesario el trabajo con los conceptos de incertidumbre, una condición propia de la termodinámica no lineal, de los sistemas sociales y en especial de los entornos comunitarios y sus habitantes. Se trata de comprenderlos como sistemas de información. Diversos autores, en particular Carlos Reynoso (2006, 2010) presenta diversas formas de medición de la información urbana usando sintaxis espaciales³⁴ y ciudades grafo³⁵, entre otras formas de heurística computacional. Con ello, contamos con procesos para interpretar aspectos que emergen en los intercambios en redes comunitarias, que normalmente pasan desapercibidos o que no habían podido observarse o analizarse por falta de instrumentos computacionales suficientes para tener en cuenta una heterogénea multiplicidad de variables y datos. Las interrelaciones entre los sistemas sociales y entre los agentes o habitantes de cada uno de ellos evidencian la necesidad tanto de reconocer la existencia de cada uno, como de producir ámbitos de confluencia entre ellos. Así, se busca aportar a la producción de una teoría indispensable para guiar el camino de la acción y de contar con conceptos que permitan comprender la práctica comunitaria urbana. Estos desbordan las estructuras y epistemes habituales que definen el urbanismo, en tanto que disciplina para el control del crecimiento y desarrollo de los asentamientos.

    La interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad son caminos indispensables hoy día para la comprensión de la vida urbana. Estas constituyen posibilidades abiertas e incluyentes para la investigación y se ubican en los bordes epistemológicos de los problemas, tal como lo demuestran las revistas científicas y conferencias internacionales alrededor de problemas de estudio provenientes del entrecruzamiento en diversos campos y áreas. Entre ellas se podrían nombrar: las ciencias de la vida, las ciencias de lo artificial, las

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