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Cartas De Jingzhai (????): Reminiscencias Estudiantiles En China 1976-1981
Cartas De Jingzhai (????): Reminiscencias Estudiantiles En China 1976-1981
Cartas De Jingzhai (????): Reminiscencias Estudiantiles En China 1976-1981
Libro electrónico644 páginas8 horas

Cartas De Jingzhai (????): Reminiscencias Estudiantiles En China 1976-1981

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La correspondencia epistolar representaba la nica alternativa prctica para conectarme con mi familia en Caracas durante la segunda mitad de los aos 70, cuando sal a Beijing a estudiar por casi cinco aos. Pese al tiempo que tomaban para llegar a su destino tres a cuatro semanas una vez regularizado el ritmo, esas cartas permitan sentirme menos lejos y dentro de un dilogo ininterrumpido con casa. Los descubrimientos sobre la vida cotidiana entre los chinos me llevaron a cuestionar los dogmas polticos que pap nos inculc desde temprana edad, con la mala suerte para l, que China acababa de salir del desastre de la Revolucin Cultural y el Partido Comunista de China comenzaba a revertirse y dar los pinitos para establecer un nuevo modelo de desarrollo econmico y social (mas no poltico). Fueron los aos de transicin de Mao a Deng pasando por Hua. A mi regreso a Venezuela en 1981 todava era difcil vislumbrar los cambios que acaeceran y que estamos viendo en ambas naciones. Durante ms de cuatro aos conviv con compaeros de muchos pases, en su mayora africanos y asiticos, que incidieron en mi maduracin como persona despertndose en m ms curiosidad an por conocer otras culturas. Algunos prrafos corresponden a diarios de la poca, otros a sntesis memoriosas de lecturas posteriores. Gramaticalmente los textos no son sofisticados ni sus valoraciones y comentarios pretenden tener valor acadmico. Esencialmente son cndidos textos extrados de aquellas cartas familiares. Me toc ser el primer estudiante venezolano en aterrizar en Beijing desde 1965 cuando el artista Alirio Palacios dej la Academia Central de Bellas Artes, por lo que haba mucha novedad en mi experiencia una vez que China haba estado cerrada por 10 aos y reabra sus puertas a estudiantes de todo el mundo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 oct 2014
ISBN9781482827040
Cartas De Jingzhai (????): Reminiscencias Estudiantiles En China 1976-1981
Autor

Víctor J. Ochoa-Piccardo

Víctor J. Ochoa-Piccardo. Caracas, 1955. Arquitecto. Ha vivido casi toda su vida en Beijing donde está afincado desde 1983. Antes de aterrizar en lo suyo (el diseño) se paseó por China Film, la Oficina Comercial de España y la CVG International (Hong Kong). Dedicó 14 años a la banca española como Representante del BEX/Argentaria/BBVA en China.

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    Cartas De Jingzhai (????) - Víctor J. Ochoa-Piccardo

    Copyright © 2014 by Víctor J. Ochoa-Piccardo.

    ISBN:      Hardcover      978-1-4828-2703-3

                    Softcover        978-1-4828-2702-6

                    eBook             978-1-4828-2704-0

    All rights reserved. No part of this book may be used or reproduced by any means, graphic, electronic, or mechanical, including photocopying, recording, taping or by any information storage retrieval system without the written permission of the publisher except in the case of brief quotations embodied in critical articles and reviews.

    Because of the dynamic nature of the Internet, any web addresses or links contained in this book may have changed since publication and may no longer be valid. The views expressed in this work are solely those of the author and do not necessarily reflect the views of the publisher, and the publisher hereby disclaims any responsibility for them.

    www.partridgepublishing.com/singapore

    Contents

    Prólogo

    Pekín, 8 De Octubre De 1968

    Londres, 14 De Septiembre De 1976

    Heathrow, 20 De Septiembre De 1976

    23 De Septiembre De 1976

    Beijing, 16 De Octubre 1976

    Beijing, 16 De Octubre De 1976

    Beijing, 27 De Octubre De 1976

    Beijing, 2 De Noviembre De 1976

    Beijing, 10 De Noviembre De 1976

    Beijing, 12 De Noviembre De 1976

    Beijing, 19 De Noviembre De 1976

    Beijing, 26 De Noviembre De 1976

    Beijing, 3 De Enero De 1977

    "El Camarada Zhou Enlai Vivirá Siempre En Nuestros Corazones"

    Beijing, 8 De Enero De 1977

    Beijing, 16 De Enero De 1977

    Beijing, Febrero De 1977

    Beijing, 29 De Marzo De 1977

    Beijing, 30 De Marzo De 1977

    Beijing, 10 De Junio De 1977

    Beijing, 17 De Junio De 1977

    Beijing, 26 De Junio De 1977

    Taiyuan, 28 De Julio De 1977

    Zhengzhou, 2 Agosto De 1977

    Beijing, 10 De Agosto De 1977

    Beijing, 15 De Agosto De 1977

    Beijing, 20 De Agosto De 1977

    Beijing, 28 De Agosto De 1977

    Beijing, 4 De Septiembre De 1977

    Beijing, 12 De Septiembre De 1977

    Beijing, 9 De Octubre De 1977

    Beijing, 25 De Octubre De 1977

    Beijing, 6 De Noviembre De 1977

    Beijing, 7 De Noviembre De 1977

    Beijing, 8 De Noviembre De 1977

    Beijing, 20 De Noviembre De 1977

    Beijing, 29 De Noviembre De 1977

    Beijing, 2 De Diciembre De 1977

    Beijing, 26 De Diciembre De 1977

    Beijing, 6 De Enero De 1978

    Beijing, 7 De Enero De 1978

    Beijing, 15 De Enero De 1978

    Beijing, 25 De Enero De 1978

    Beijing, 17 De Febrero De 1978

    Beijing, 12 De Marzo De 1978

    Beijing, 22 De Abril De 1978

    Beijing, 16 De Mayo De 1978

    Beijing, 12 De Junio De 1978

    Beijing, 12 De Julio De 1978

    Beijing, 23 De Julio De 1978

    Beijing, 6 De Agosto De 1978

    Beijing, 18 De Septiembre De 1978

    Beijing, 6 De Octubre De 1978

    Beijing, 16 De Octubre De 1978

    Beijing, 8 De Noviembre De 1978

    Beijing, 14 De Noviembre De 1978

    Beijing, 7 De Diciembre De 1978

    Beijing, 18 De Diciembre De 1978

    Beijing, Día De Reyes De 1979

    Beijing, 24 De Enero De 1979

    Beijing, 24 De Marzo De 1979

    Beijing, 13 De Mayo De 1979

    Qufu, 28 De Abril De 1979

    Beijing, 15 De Junio De 1979

    Beijing, 14 De Julio De 1979

    Beijing, 21 De Julio De 1979

    Beijing, 23 De Julio De 1979

    Beijing, 19 De Agosto De 1979

    Beijing, 19 De Septiembre De 1979

    Beijing, 21 De Septiembre De 1979

    Beijing, 14 De Octubre De 1979

    Beijing, 9 De Noviembre De 1979

    Beijing, 15 De Diciembre De 1979

    Beijing, 2 De Febrero De 1980

    Hong Kong, 4 De Febrero De 1980

    Hong Kong, 5 De Febrero De 1980

    Guangzhou, 10 De Febrero De 1980

    Shanghai, 17 De Febrero De 1980

    Nanjing, 23 De Febrero De 1980

    Beijing, Marzo 19 De 1980

    Beijing, 5 De Abril De 1980

    Beijing, 6 De Mayo De 1980

    Suzhou, 31 De Mayo De 1980

    Beijing, 29 De Junio De 1980

    Un Pequeño Paraíso: Huangshan

    Beijing, 26 De Agosto De 1980

    Beijing, 4 De Octubre De 1980

    Beijing, 6 De Diciembre De 1980

    Shanghai, Enero De 1981

    Shanghai, 20 De Enero De 1981

    A Bordo Del Shanghai, 21 De Enero De 1981

    Hong Kong, 24 De Enero De 1981

    Hong Kong, 25 De Enero De 1981

    Hong Kong, 26 De Enero De 1981

    Hong Kong, 29 De Enero De 1981

    Hong Kong, 30 De Enero De 1981

    Taipei, 31 De Enero De 1981

    Taipei, 2 De Febrero De 1981

    Taipei, 3 De Febrero De 1981

    Taipei, 3 De Febrero 1981

    Taipei, 5 De Febrero De 1981

    Taipei, 10 De Febrero De 1981

    11 De Febrero. Sigo…

    Hong Kong, 17 De Febrero De 1981

    Beijing, 5 De Marzo De 1981

    Beijing, Primavera De 1981

    Beijing, 2 De Mayo De 1981

    Epílogo

    Endnotes

    A

    Papá y Mamá

    PRÓLOGO

    002-285-27B.jpg

    Un día a principios de 1968 papá anuncia que nos íbamos a vivir a China. Yo acababa de cumplir 13 años. En vez de alegrarme como mis hermanos menores, aquello me cayó como un baño de agua fría, después de todo apenas estábamos acomodándonos a la vida londinense, que si bien no era muy holgada, la estaba disfrutando a plenitud. Asistía a la secundaria pública Staveley´s Boys School cerca de Chiswick House donde ya tenía algunos amiguitos; estaba aprendiendo inglés y otras materias; hacía deportes: fútbol, rugby, básquet y carreras de cross-country. Nos habían permitido dejarnos crecer el cabello como los Beatles (las barberías entonces eran muy caras para el presupuesto familiar) y a mí me encantaba usar mi uniforme de chaqueta negra de lanilla con el escudo del liceo cosido al bolsillo, pantalón corto negro, medias grises de media pierna, suéter gris con camisa blanca y corbata de rayas oblicuas plateada y negra. Compartíamos con otras familias venezolanas, los Lastra y Madrid, que al igual que nosotros eran de izquierda y vivían cerca, todos en una suerte de exilio y/o estudio a largo plazo allá en la efervescente Swinging London.

    Papá y mamá estudiaban inglés en el West London College y escribían una columna semanal de frivolidades inglesas para la revista Variedades que dirigía Víctor Arroyo y algún reportaje para la revista Momento. Cuando en 1967 Mario Vargas Llosa obtuvo el premio Rómulo Gallegos la primera entrevista para Venezuela se la hizo papá en esta ciudad. Nosotros llegamos a Londres unos meses más tarde que ellos, dos semanas después del terremoto de Caracas en julio de ese año. Londres nos encantó a pesar del frío (llegamos un 13 de agosto, en pleno verano). Allí comenzamos a cambiar ciertos hábitos alimentarios adaptándonos a la nueva situación familiar. Todo nos parecía una novedad: comer pan cuadrado del supermercado (en vez de los bollos horneados de panadería), yogurt, bacon –no me refiero a la tocineta-, carne de oveja (la de res era cara), fresas, cerezas y otras frutas no tropicales. Vivir en Londres era todo una nota. Desde los Beatles a Carnaby Street. La BBC y los grandes parques y museos. El Underground y los autobuses de dos pisos. Todo era novedoso y fashion; histórico y cultural. En el aula de clase nos repartían una botellita de leche y en casa el lechero nos dejaba las pintas de leche en una cajita que conectaba el flat con el pasillo. La ropa sucia se llevaba en un carrito manual al launderette donde las máquinas de lavar operaban con monedas. Mientras duraba el lavado, íbamos a caminar por la High Street y nos metíamos en Waitrose, Woolworth o Marks & Spencer a hacer compras con mamá; o en la tiendita de discos donde iniciamos la colección de sencillos de 45rpm con los éxitos del programa Top of the Pops. ¿Por qué íbamos a dejar todo eso para irnos a un país desconocido tan lejos? Mi argumento de que en mil años no aprenderíamos chino no fue muy convincente. Ya la decisión estaba tomada unilateralmente por papá. En China tendría trabajo estable, no dependeríamos de la ayuda económica de abuela Mecha ni la de mi tía Esther, y sobre todo, podría educarnos en el fragor de la Revolución Cultural.

    Así fue que un 26 de abril de 1968 la familia abordó un vuelo de la PIA (Pakistan International Arlines) con destino a Shanghai haciendo breves escalas en París, Roma, Cairo, Karachi y Dacca. Una suerte de bus aéreo. Cada escala representaba para mí una lección nueva de geografía, costumbres, razas y aromas. En Karachi ya muy de noche finalmente se bajó casi todo el pasaje y cambió la tripulación. El vuelo se volvió a llenar de pasajeros pakistaníes que llevaban hasta gallinas con destino a Pakistan Oriental (Bangladés aún no existía). Cruzamos la India en sentido Oeste Este y aterrizamos de día en la caliente Dacca. Allí hicimos una escala algo más larga en un aeropuerto desértico. Papá se desapareció un buen rato, aparentemente se lo llevaron para interrogarlo sobre las razones para viajar a China. Cuando finalmente despegamos hacia Shanghai, el vuelo estaba completamente vacío salvo un diplomático (suizo creo recordar) y una señora holandesa de origen chino que llevaba una chaqueta de peletería. Más nosotros seis claro está. ¡Todo el avión nuestro! Pudimos correr por todo el aparato mientras sobrevolábamos el Himalaya. Estaba prohibido tomar fotografías del espacio aéreo chino.

    Era 27 por la tarde cuando aterrizamos en Shanghai. Nosotros viajamos sin visado de entrada previamente estampado y las autoridades de inmigración le adjuntaban al pasaporte un papelito con el sello de la visa. De este modo, nadie se enteraría que habíamos vivido en China¹. Pero en esa época que los pasaportes vencían al año y, salvo pocas excepciones, los venezolanos necesitábamos visa para entrar a cualquier país, era igualmente una temeridad haber pasado dos años en el limbo, donde no sellan a la entrada.

    Tomamos un pequeño avión cuatrimotor con destino a la capital, nuestro destino final. Venía lleno de hombres en su mayoría y el ambiente era más bien apagado. Allí tuvimos el primer atisbo de lo que nos esperaba cuando las aeromozas vestidas con chaqueta y pantalón de algodón azul y peinadas con dos trenzas se pusieron a cantar con movimientos de baile odas a Mao y la Revolución Cultural. Yo ciertamente no estaba preparado para esto pero todo me parecía muy cómico y curioso. Ya era de noche cuando aterrizamos en Beijing.

    img01.png

    Dos camaradas de la agencia de noticias Xinhua nos fueron a recibir, él se llamaba Xu Jialu y ella de apellido Hua. Ambos hablaban español e iban a ser compañeros de trabajo de papá. El aeropuerto era pequeño y anticuado, nada parecido a los otros que acabábamos de pasar. Dos carros que nunca había visto en Caracas ni en Londres de marca Varsovia, fast-back de los años 50, nos transportaron al Hotel de la Amistad en el otro extremo de la ciudad primero por un camino arbolado muy oscuro que conecta con la antigua urbe que definía la muralla. Pregunté por qué el chofer no encendía las luces y me contestaron que para no encandilar a los ciclistas, que era la norma². Fue un trayecto largo luego de una travesía aérea de dos días. Beijing era una ciudad muy oscura y a esa hora estaba prácticamente muerta. Pocos autos, pocas bicicletas, poca gente en la calle. No parecía una metrópolis. No se veía ninguna construcción notable, ningún hito (pese a que pasamos por Xizhimen,³ una de las últimas puertas que quedaban en pie de la vieja muralla de la ciudad ya semi derruida) antes de tomar por el angosto camino de Baishiqiao⁴ que conducía al Hotel. Desde la ventanilla, Beijing se atisbaba silenciosa, queda.

    Una suerte de ciudadela semi abandonada es mi imagen inicial del Hotel de la Amistad. Un conjunto de cinco imponentes y masivos edificios grises de 6 plantas estilo soviético con techos chinos de teja vidriada verde oscuro dispuestos simétricamente, rodeados por otros más pequeños, como de vivienda, utilitarios, sin ninguna distinción arquitectónica, con amplios jardines intercalados. Construido en los años 50 aquí se dice vivieron 5 mil técnicos soviéticos hasta 1960 cuando China y la Unión Soviética rompen política y económicamente. Otros especialistas extranjeros ocuparon las instalaciones pero la Revolución Cultural diezmó esta población ya que muchos quedaron sin trabajo (todos los centros de enseñanza cerraron por 2 o más años) y regresaron a sus países.

    Nos dieron dos suites en el edificio #2 (nanpeilou), dejamos las maletas y nos llevaron a través de corredores y una galería vidriada con vista al jardín al comedor de los expertos que ya estaba cerrado a esa hora. Un cocinero de guardia nos abrió soñoliento. Nos acomodamos en una mesa grande circular y al rato nos trajeron un plato con 4 huevos fritos para cada uno, pan tostado y creo que café, no recuerdo bien. A nosotros nos resultó gracioso pero inconcebible que nos sirvieran 4 huevos en vez de uno como era la costumbre en casa. Además que una pasta quizás nos hubiera venido mejor. Luego supimos que al igual que muchos otros alimentos, los huevos estaban racionados por lo que aquello más bien había sido una gran deferencia.

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    Poco a poco fuimos aterrizando en aquel mundo nuevo y extraño, de gente amable pero distante y circunspecta. Ahora éramos objeto de curiosidad, donde se formaban corrillos a nuestro alrededor y nos hablaban sin entenderlos, nos palpaban las ropas para sentir los tejidos que aquí no se producían. Los niños extranjeros siempre han sido muy admirados por los adultos chinos que de por sí miman mucho a sus propios niños. Pero a mí me asustaban. Al principio rehusaba salir a jugar porque siempre había gente que se detenía a mirarnos fijamente como si fuéramos marcianos.

    Al día siguiente de nuestra llegada, los camaradas de Xinhua nos invitaron a conocer la plaza Tiananmen donde invariablemente fuimos rodeados por una muchedumbre (unas señoras fueron poco a poco acercándose a mamá para tocarle el vestido de poliéster) y de allí nos llevaron a comer al Pato Pekín un poco más al sur de la plaza. Esta era la bienvenida formal con algunos altos cargos de Xinhua⁵ y en China, siempre es con una comida que parece más un banquete. En la plaza nos comentaron que el Presidente Mao había recibido en ocho ocasiones a varios millones de Guardias Rojos provenientes de todo el país, pero en el Pato obviaron comentarnos que los mismos Guardias Rojos habían destrozado la placa con la caligrafía Quanjude como se llama este restaurante insigne de la ciudad. Mao había animado a los Guardias Rojos a acabar con los 4 Viejos⁶ en un intento por borrar los vestigios de dos mil años de cultura feudal para sustituirla por una nueva cultura socialista.

    Nuestra estadía en Beijing duró dos años exactamente y no los diez con que mi padre nos había amenazado. La situación política en Venezuela había cambiado con la elección del nuevo presidente Rafael Caldera y su plan de pacificación. Papá, que supuestamente estaba feliz viviendo y trabajando en China, empezó a impacientarse y decidió que allí no estaba nuestro futuro sino volviendo a la Patria.

    Sin embargo, a la hora del regreso, ninguno quería regresar, al menos yo. Recuerdo el trayecto al aeropuerto. Era un frío amanecer y nos dirigíamos en un autobusito hacia el Este (el aeropuerto está al noreste de la ciudad) viendo el sol como un disco rojo emergiendo de la bruma. Un llanto aguantado me acompañó como quien se va para no volver jamás.

    Esos dos años en China me marcaron para toda la vida. Desde luego tiene que ver con la edad, de los 13 a 15. Esa edad de aprendizaje me puso en medio de la pequeña comunidad internacional del Hotel de la Amistad adonde los compañeritos chinos no tenían acceso por aquello de "litongwaiguo"⁷ pero donde pasamos los días y las noches montando bicicleta, metidos en la piscina en verano lanzándonos desde el trampolín de 3 metros o las plataformas de 5 y 7, y también en el Club de los Expertos aprendiendo a jugar ping-pong, billar, ajedrez chino, weiqi, y al póker. En el gimnasio jugamos bádminton o básquet. Todo en un ambiente de máxima seguridad donde incluso mis padres, en el verano del 69, se fueron en un viaje de 15 días por el interior y nos dejaron abandonados a petición nuestra. La lengua franca entre los amiguitos era el chino o el inglés y con los latinos descubrimos que el castellano venezolano es diferente al colombiano, al ecuatoriano, al peruano y al chileno. Que los brasileños también podían entendernos pero era más conveniente hablarnos todos en chino (los niños por supuesto), que ellos dominaban con ventaja porque llevaban más tiempo en el país.

    Que la Revolución tiene muchas interpretaciones y para cuando nosotros llegamos existían sub grupos dentro de la comunidad que se combatieron durante las etapas iniciales de la Revolución Cultural y algunas animosidades se mantenían (los muchachos por lo general salvamos esas distancias). A mamá simplemente no le permitieron tomar un curso de chino por lo que tuvo que ponerse a trabajar en la misma entidad que papá por un sueldo menor aunque haciendo lo mismo, si no más (su inglés es mejor). Hacían guardias diurnas y nocturnas.

    Luego de unos meses de aprendizaje del chino en base a las Citas del Presidente Mao, en una escuelita para niños extranjeros improvisada dentro del Hotel, pasamos a los recién reabiertos colegios chinos (las universidades siguieron cerradas) donde las materias que se impartían habían sido modificadas de acuerdo a los tiempos políticos que se vivían (dábamos inglés con frases como Long live Chairman Mao!, Long live the Chinese Communist Party!⁸), no nos impartían historia ni geografía, pero sí matemática y física. Aprendimos a arrojar granadas de madera y a excavar trincheras. Nos llevaron a las comunas populares a trabajar con los campesinos y aprender cómo cosechar trigo o peras, cómo limpiar los maniseros de la hierba mala. Todo manual y sin guantes. Era un mérito tener callos en las manos. A veces nos mandaban a casa para que no escucháramos los informes de denuncias contra criminales comunes o de gente tachada de contrarrevolucionaria. Así como éramos amigos y huéspedes del pueblo y gobierno chino también éramos considerados potenciales espías y agentes contrarrevolucionarios. Ni por ser niños se fiaban de uno. Las relaciones con los compañeros chinos eran vigiladas y nunca pudimos ir a casa de nadie aunque todos vivían por la zona. Siempre fue –y lo sigue siendo- un ellos y nosotros.

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    La rutina del bus del Hotel a la exclusiva Tienda de la Amistad (para extranjeros) en el centro que salía todas las tardes a la 1:30 y partía de vuelta a las 5:00, en una ciudad plana sin edificios altos, sin nada de tráfico automotor, muy gris y queda, amplia y polvorienta donde las bicicletas y los trolebuses imprimían su característico dinamismo de ruedas y caos de cables que desconocía hasta entonces en un universo humano vestido de algodón azul obrero y verde militar, que usaba calzado de tela con suelas de plástico o de capas de tela cosida; gorras y abrigos guateados en invierno. Una capital de característicos barrios impenetrables (casi todo arrasado y transformado hoy día en aras de una modernidad) y de monumentos clausurados mientras decidían qué hacer con ellos o quizás como medida de protección ante los desmanes de los Guardias Rojos apoyados por quién sabe cuántos en la nueva nomenclatura. El trayecto era invariablemente de media hora, no se había inventado aún el tráfico y los atascos que hoy caracteriza a Beijing.

    El Palacio Imperial y todos los templos religiosos, budistas y daoístas⁹, estuvieron clausurados hasta por lo menos la visita de Richard Nixon en 1972. Al lado de la Tienda de la Amistad en Wangfujing estaba una tienda de antigüedades también exclusiva para extranjeros donde uno podía atisbar las maravillas que esta civilización había producido hasta antes de la Revolución pero que me estaba vedado adquirir, pese a los bajísimos precios, porque a papá le parecía feudal todo eso. Para mí era como entrar a un museo, luego de subir los tres escalones y traspasar la puerta desvencijada de madera y vidrio, donde el ambiente era tenue, como sepulcral, con unos expertos dependientes que debían ser especialistas y uno no entendía como les permitían seguir trabajando allí en medio de aquel pandemónium revolucionario que se vivía o sufría en la sociedad - depende de quién eche el cuento. Allí vi las lámparas palaciegas de seda roja o las de cristales pintados con figuritas y flores enmarcados en finos marcos tallados de madera, los arcones de pulidas y fragantes maderas de todos los tamaños con sus candados de bronce, los rollos con pinturas clásicas con temas entonces vedados, todo tipo de objetos de escritorio metálicos con grabados y caligrafía. Esa tienda y la de la calle de los anticuarios de Liulichang fueron sitios predilectos, porque me enseñaban algo que aprender más allá de lo común de los tiempos y prohibido al común de los mortales. Algo que parecía tenía más valor cultural, imperecedero pero que sólo nosotros los extranjeros todavía podíamos disfrutar. Con mi amigo Paul Crook íbamos en bicicleta como si se tratara de una expedición y nos traíamos unas teteritas de arcilla muy bellas que no estaban censuradas en casa. De hecho mamá todavía las conserva y exhibe.

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    No había sábados pero sí domingos libres. Esos días, cuando había ganas, nos llevaban al Palacio de Verano (o a la Colina Perfumada, un poco más allá) y allí almorzábamos en el famoso Pabellón de las Oropéndolas¹⁰ (culinaria imperial) entonces casi de uso exclusivo para los tres gatos extranjeros que vivíamos en la ciudad y también, para uso protocolar de los altos cuadros. O a "Las Tres Mesas"¹¹ (culinaria Shandong) o al Hotel Xinqiao (donde preparaban un delicioso helado de fresa). El restaurante más exclusivo y quizás con más prosapia revolucionaria era el Moscú que pese a los tiempos que corrían, seguía abierto. En todos los casos éstos se la pasaban bastante vacíos ya que el público de a pie comía en comederos más primitivos y baratos, llamados populares o a veces, cooperativas. De hecho, el número de restaurantes operativos no era sino una cuarta parte de los de 1949.

    Las pocas películas que pasaban las veíamos en el teatro del hotel y las actividades culturales se limitaron a las famosas ocho obras revolucionarias modelo (6 óperas y 2 ballets) de las que mi preferida siempre fue el ballet El Destacamento Rojo de Mujeres que vi seis veces y tiene una música muy pegajosa. Nanbatian¹², el malvado terrateniente que hacía de contrafigura, sigue siendo una de mis referencias predilectas. Casi todas las películas de antes de la Revolución Cultural estaban prohibidas, peor suerte tenían las filmadas en Shanghai antes de la Liberación del 49. De modo que nos pasaban películas albanesas, yugoslavas¹³, documentales sobre Mao recibiendo a los Guardias Rojos o de denuncia contra el racismo en los EEUU y contra el imperialismo yanqui y el social imperialismo soviético. Todos los actos culturales, bien sea en vivo o cine, comenzaban con todo el público de pie cantando "El Este en Rojo y finalizaban con La Navegación de los Mares Depende del Timonel, Hacer la Revolución Depende del Pensamiento de Mao Zedong. Nosotros gozábamos cantando con aquel gentío haciendo gala de nuestras voces y de nuestro chino. La Opera de Pekín tradicional estaba prohibida ya que representaba todo lo que la Cultural" pretendía demoler y transformar.

    Los amigos que hicimos y de quienes aprendí cosas desde jugar al ajedrez chino y el internacional (como llaman los chinos al que se juega en el resto del mundo), escuchar jazz y tomar té por ejemplo, provenían de países diversos y exóticos para mí. Francia, Inglaterra, Bélgica, Grecia, Japón, Ceilán, Nepal, Indonesia, Malaysia, Camboya, Tanzania, EEUU, y los nombrados sudamericanos. Pero además había adultos de Bolivia, Angola, Suiza, Portugal, Italia, Suiza, Australia, Yemen, Sudán, Palestina, Polonia, España, Alemania, Canadá, Nueva Zelanda y otros que no recuerdo. Existía una vida social dentro del hotel donde la gente se visitaba para cotillear, hablar de política o compartir sus penas y añoranzas del terruño. También se contaban chistes (el del brasileño que le fue a pedir la mano al padre de su novia y éste, que era carnicero, le preguntó si la quería con hueso). Yo entonces no percibía las insinuaciones sexuales que corrían ansiosas y taimadas por los oscuros pasadizos desérticos del Hotel. Salvo lo más obvio, una hermosa polaca pecosa que era la única que usaba bikini en la piscina, soltera y aparentemente sin compromiso, y no me consta. Vivía justamente en el piso de arriba, al lado del suizo al que le decíamos La vela porque siempre andaba solísimo. (Ya nos habían mudado a los edificios modestos pero más confortables para una larga estadía).

    También pasamos por ratos desagradables que pudieron ser peores cuando por ejemplo mamá decidió amontonar todos los periódicos en chino que diariamente nos dejaban sobre una mesa y que nadie leía por razones obvias. Se habían acumulado demasiado y los dejó afuera en el pasillo para que el personal de aseo se los llevara. Una noche tocan la puerta y un intérprete del Buró de Expertos Extranjeros acompañado de la señora que recogió los periódicos vinieron a formalizar una denuncia acusando a mamá de echar al presidente Mao a la basura. En esa época los periódicos estaban llenos de fotos de Mao y era imposible deshacerse de ellos sin delinquir. Papá tuvo que apersonarse en una reunión que convocaron para tratar el impasse e hilar muy fino para salvar a mamá de la horca (figura literaria) y congraciarse con el fervor revolucionario de la camarada de limpieza. No recuerdo si la entrega diaria del periódico fue suspendida. Aparte, se recibían los boletines mimeografiados de Xinhua en español que sí se leían pero que tampoco decían nada, todo era Mao, estadísticas de producción industrial o agrícola¹⁴, apoyo a las justas luchas revolucionarias en los lugares más recónditos del planeta. Denigrar de los dirigentes del partido caídos en desgracia durante la Revolución Cultural, o de las distintas camarillas contrarrevolucionarias diseminadas por el mundo que servían a los intereses norteamericanos o al social imperialismo soviético. Ensalzar al vicepresidente Lin Biao que se convertiría en el sucesor aclamado de Mao (IX Congreso, 1969) (pero que terminó conspirando contra Mao y murió con su familia en un accidente aéreo en Mongolia dos años más tarde huyendo de China).

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    El Buró de Expertos organizaba con cierta frecuencia visitas para mostrarnos los éxitos socialistas y así nos llevaron a una textilera; a la Siderúrgica La Capital, una de las más grandes del país; a una fábrica de relojes en Tianjin (en esa época llevar un reloj pulsera era un lujo), así como a la comuna donde criaban patos cebándolos especialmente para el famoso banquete del Pato Pekín. Una vez me dejaron ir con un grupo de adultos a una comuna popular donde pasamos como 10 días conviviendo y trabajando con los campesinos trasplantando arroz, descalzos con los pantalones arremangados y los pies hundidos en el fango. Para mí todo eso era como una película que estaba viviendo. No había cómo bañarse en todo ese tiempo (aunque al peruano le levantaron una cerca vegetal para que pudiera echarse sus poncherazos de agua sin testigos) y yo esperaba a que todos se recogieran antes de ir a cagar en un hueco en la tierra, también detrás de un cerco de paja concéntrico como un caracol. Me daba vergüenza que me encontraran allí agachado. Dormíamos todos los 6 u 8 en una de las dos estancias de la casa campesina sobre el kang (una plataforma de ladrillos con esteras por encima), cada quien envuelto en su propia cobija. Un belga, un japonés, Antonio Fernández Arce, el peruano –el mayor de todos, 37 años- y yo con otros chinos compartíamos con una familia campesina en esa casa.

    De noche papá nos daba clases de castellano y también nos convocaba para hacer sesiones de críticas y autocríticas a la usanza de los chinos de entonces. Cada pieza de los dos apartamentos contiguos que teníamos debía llevar colgado un retrato del presidente Mao, a la manera de un santo religioso, que no debía descolgarse. Pero a mí no me gustaba ese retrato. Finalmente me pude salir con la mía cuando conseguí un poster con el rostro de Mao pintado con pinceladas alegórico a la época de Yan’an y lo mandé a montar. Con este sustituí al "biaozhunxiang"¹⁵ de Mao (que años más tarde Warhol popularizaría).

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    Fueron como dos años de vacaciones para mí. Perdí clases en el sistema venezolano pero aprendí muchas cosas nuevas. Ya la semilla estaba allí y las ganas de seguir conociendo mundo nunca me abandonó. De vuelta en Caracas, retomé los estudios donde los había dejado y terminé de crecer con nuevos valores y experiencias. Pero siempre mantuve viva la curiosidad por China y las cosas de allá. En el liceo Gustavo Herrera conocí a un compañero oriundo de Hong Kong¹⁶ que se sorprendía de cosas sobre su país que le decía pero que no le cuadraban. Ahora descubría que la China que conocí no era exactamente igual a la de los chinos que emigraron durante la guerra o comienzos de la revolución. Esa dicotomía me iba a servir luego para entender mejor la sociedad china.

    En 1976 tras una relación amorosa de un año que me llevó a cantar en un conjunto de gaitas zulianas, en pleno tercer semestre de Arquitectura, se presentó la oportunidad de volver a China. Aunque mi intención original había sido volver a Londres, no lo dudé mucho y decidí abandonar los estudios en Caracas para continuarlos en Beijing. La propia embajada china sugería que siguiera una carrera más cónsona a su realidad (Chino o Literatura China) (nunca dijeron con franqueza que la arquitectura en China no estaba tan desarrollada como en Venezuela en esa época) pero yo nunca quise dejar la Arquitectura. Era el primer año en que se implementaba el intercambio de estudiantes entre ambos países y nadie optaba por ir a China de modo que cedieron a mi solicitud. (En los 70 el Estado venezolano implementó un plan de becas y cientos o miles de estudiantes salieron a estudiar en Norteamérica y Europa, siempre sospeché que no logré una de esas becas a Inglaterra por mezquindad política).

    El relato que sigue está basado primordialmente en la correspondencia que dirigí a mi familia inmediata entre los años 1976 y 1981 durante mis estudios en Beijing. Para mi fortuna, mamá guardó casi todas esas cartas las cuales he transcrito una por una a formato digital antes de editarlas y darle forma a este volumen. Para mí ha sido un viaje a un pasado que creía reciente pero que ahora se me antoja lejano. Tuve más de una sorpresa ya que muchas de las anécdotas aquí descritas las había olvidado por completo. Apartando la chismografía familiar que he suprimido casi completamente, los textos son los originales, con mis inconsistencias, burlas y críticas, tormentos y angustias, incomprensiones, idealismo, infantilismo e ingenuidad, omisiones y exageraciones. En fin, tal cual como yo me dirigía a papá, mamá, Antonio, Adolfo, Sara y mi abuela Mercedes. Esas cartas las leían todos ellos y muchas fueron leídas a otros familiares de visita en casa. Yo rotaba el destinatario para que todos tuvieran una carta mía y tener con qué reclamar de cada uno de ellos.

    El período 76-81 no deja de ser uno muy peculiar, tanto en lo personal pero sobre todo en lo referente a China. Mao tenía 2 días de muerto cuando salí de Caracas y la situación en ese país se presentaba muy incierta. La estatura política de Mao hasta ahora era gigantesca. No obstante sus aciertos y desaciertos, su figura había dominado la vida de China y la de los chinos desde 1949 si no antes. Su muerte pone fin a la llamada Revolución Cultural que oficialmente dura 10 años (1966 - 76). Una lucha por el poder, que hasta entonces parecía monolítico, se desata y un joven de 21 años como yo viene a ser testigo casual pero en primera fila de la misma. La política de las 4 Modernizaciones se anuncia dos años después pero no es sino más allá de 1985 cuando la de Reforma y Apertura comienza a ser implementada. Las manifestaciones políticas de 1978-79 (Muro de la Democracia en Xidan); 1986 (Tiananmen, que provoca la salida de Hu Yaobang) y finalmente en 1989 cuando Beijing entra en trance por 45 días por las manifestaciones estudiantiles, obreras y de empleados públicos, eventos callejeros que culminan con el asalto de tropas a la plaza de Tiananmen, fueron reacciones populares ante unos cambios que auguraban una transición a una suerte de dimensión desconocida completamente contraria al credo de Mao y del Partido Comunista por más de 30 años y que descolocaba de alguna manera los dogmas por los que la sociedad se venía rigiendo. Hoy, después de 30 años desde las reformas, con los cambios acaecidos en casi todos los órdenes de vida y el exponencial desarrollo económico, releer esas cartas es tragicómico. Podrían incluso parecer inconcebible para muchos chinos nacidos posteriormente a la década de los 80. Quizás sea este el único mérito de estos párrafos. La narración de un conjunto de eventos cotidianos que de alguna manera ayudan a dilucidar ciertas claves para entender o apreciar cómo es que llegamos a donde estamos aunque hay que admitir, por obvio, que se trata de la perspectiva mía, con las inquietudes y limitaciones que tenía entonces y de las que no intento siquiera disimular ni excusar. Fueron textos personales dirigidos a una audiencia familiar que hoy pretendo compartir con un público más amplio y desconocido. Espero no aburrir.

    Mi regreso a estudiar en Beijing si bien fue una decisión personal, estuvo francamente alentada por papá quien aspiraba a que yo recibiera una mejor educación (socialista) a la que estaba recibiendo en la Universidad Central de Venezuela (¿burguesa?) y volviera al país empapado de nuevos valores políticos y culturales. Buena parte de estas cartas reflejan el choque paulatino pero implacable de la realidad cotidiana que vivía descubriendo con los consejos y valores enseñados por él en mis años adolescentes. Ahora próximo a cumplir 60 años, creo que este debate aún no termina de ser zanjado entre nosotros, aunque últimamente ha concedido que al capitalismo le quedan dos mil años por lo menos. Quizás sea una sabia reflexión para los venezolanos de hoy.

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    Mi agradecimiento

    A los familiares y amigos que aparecen en estas cartas.

    A los personajes que conocí en este período y me enseñaron a crecer y madurar.

    A los que critico y pinto feo pido disculpas por ingrato y malhablado.

    A todos los que nos hicimos amigos y seguimos siéndolo,

    Beijing siempre será nuestra referencia.

    Muchos han fallecido

    pero entre ellos hay dos personajes

    que me dieron mucho y admiré

    mi abuela Mercedes

    y el profesor

    Jesús Tenreiro.

    Referencias bibliográficas:

    Las cartas y diarios fueron escritos hace más de 30 años. No tienen valor académico ni mucho menos. Son en su mayoría registros de vida. Sin embargo, para las notas, acotaciones y consultas de nombres propios me apoyé fundamentalmente en los buscadores en línea Google y Baidu (chino). En Wikipedia y el Diccionario de la Real Academia Española (en línea) y en mis viejos tomos en papel Diccionario Larousse y Xinhua Zidian (新华字典).

    Pekín, 8 de octubre de 1968

    (Extractos de una carta para mi tía Esther Piccardo – Tenía13 años)

    El 19 de septiembre fuimos con el colegio a trabajar a una comuna popular y volvimos el 29 de septiembre, o sea 10 días; los varones (2 indonesios, 2 nepaleses, mis dos hermanos y yo más dos intérpretes) dormimos en una casa grande recién construida y las niñas (2 indonesias, 2 nepalesas, 2 griegas, 1 japonesa y las dos maestras (también chinas), en otra igual; el Hotel mandó cobijas, almohadas, etc. En la comuna nos pusieron a cortar, o mejor dicho, arrancar las peras de los perales. Había varios tipos de pera pero ninguna parecida a las de tipo americano. Estas son mejores. Comíamos separados (los 18), Antonio y varias niñas y niños con él y Adolfo y yo con otro grupo.

    Entablamos amistad con los comuneros y les preguntamos acerca de sus vidas antes y después de la Liberación¹⁷, cuánto ganan (como 500 yuanes por año, algo así como mil bolívares) pero con eso parece que les sobra (¡qué sencillez!); también asistimos sentados en unos banquitos muy bajos de madera a un acto al aire libre de crítica a dos señoras viejas y un anciano que antes habían sido terratenientes y gente rica y que ahora querían hacer propaganda en la comuna para regresar al Revisionismo¹⁸. Tenían la cabeza gacha y al viejo le pusieron un cucurucho con unos caracteres insultantes. También estuvimos en varias conferencias para hacer críticas y autocríticas entre nosotros (los de la escuela). Un general fue a contarnos su vida antes de la Liberación: el hombre lloraba a mares echando su cuento. Total que pasamos esos días distintos. Cuando volvimos a Pekín, el hotel estaba todo cambiado pues lo habían adornado para la fiesta nacional del 1º de Octubre.

    El 30 de septiembre por la noche papá y mamá fueron invitados al gran banquete que sirven todos los años en el Palacio del Pueblo; en la sala caben 5000 personas y el Primer Ministro Zhou Enlai pronunció un discurso y asimismo el representante de Albania. Cuando nombraron la invasión a Checoslovaquia por parte de los soviéticos entonces ellos, y otros representantes de países revisionistas se levantaron y se fueron del acto. Al final del discurso (como normalmente sucede en cualquier reunión o manifestación) todos gritaron al unísono: ¡Abajo el imperialismo norteamericano! ¡Abajo el revisionismo soviético! ¡Abajo el Kruschov de China!¹⁹, etc.

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    El 1° los llevaron a Tiananmen (Puerta de la Tranquilidad Celestial) que queda en el centro de la ciudad; esto es lo más bonito que hay aquí. Al frente a la derecha está el Palacio del Pueblo, a la izquierda otro palacio²⁰, al centro una gran plaza y más al fondo queda otra antigua puerta, Qianmen²¹. Al centro de la plaza hay como un obelisco donde están las caras de los héroes del pueblo y en letras doradas se relata su historia. Frente a la plaza está el nuevo Tiananmen²² que es lindísimo y a derecha e izquierda están las tribunas rojas para extranjeros, soldados, etc.

    Bueno, allí vieron el desfile inmenso en la que actuaban obreros, campesinos, soldados, intelectuales y gente de las Minorías Nacionales con sus trajes típicos; Lin Biao pronunció un discurso y Mao Zedong estuvo presente y con él todos los diplomáticos. En la noche fueron otra vez allí para ver fuegos artificiales pero, cosa extraña, Zhou Enlai dijo que los niños extranjeros no podíamos ir este año (no importa porque yo fui el 1º de Mayo) pero de todos modos aquí abrieron la terraza del edificio principal y lo vimos todo además de los fuegos artificiales lanzados desde la Universidad Pekín, el Palacio de Verano²³, etc. El día siguiente fue laborable…²⁴

    Todos los días tenemos clases particulares de chino dentro del mismo Hotel de la Amistad. Aprendemos bastante con la maestra que casualmente también se apellida Mao. Es joven, se peina con dos crinejas y tiene granos en la cara. Siempre luce muy pulcra y sencilla. Todos los días iniciamos las clases cantando "El Este en Rojo y al concluir cantamos La navegación de los mares depende del timonel, hacer la revolución depende del pensamiento de Mao Zedong". Las clases son principalmente en base a las citas del presidente Mao. A Sara la pusieron en un kínder chino y le gusta mucho. Ahora está escribiendo cosas como ¡Viva el Presidente Mao! ¡Viva el Partido Comunista de China!, etc. Papá y mamá también adelantan un poco por su cuenta. A mamá no le pudieron poner un tutor ya que ella no tenía nada que hacer y prefería estudiar, entonces decidió ponerse a trabajar en la misma unidad que papá, la agencia de noticias Xinhua. Allí traducen noticias e informes del inglés al español o corrigen las traducciones que hacen sus compañeros chinos…

    Aparte, nos pusieron a estudiar inglés con una vieja neozelandesa. Ella es muy amable y tiene la cabeza totalmente blanca. Su marido es aun más viejo pero muy flaco y alto (ella es baja y culona) y tiene una chivita. Ellos son miembros del partido comunista de Nueva Zelanda y son muy amigos de Rewi Alley, un famoso compatriota que lleva muchos años viviendo aquí. Se la pasa mencionándolo. Ella se llama Phi (supongo que Philomena) y él, Arthur. Tenemos 2 horas por semana y no nos cobra. Vamos los tres pero Antonio y Adolfo son traviesos y se la pasan echándole broma en clase y perdemos tiempo. Ella tiene mucha paciencia con nosotros aunque tiene a veces que levantarse para perseguirlos por la sala y pedirles que se sienten. Ojala pudiera yo venir solo a las clases.

    Cada cierto tiempo recibimos una cajita con comestibles venezolanos que nos envía mi tía Esther o mi abuela Mecha. Café, Toddy, dulces en lata, dulce de leche coriano así como revistas que mi abuela había leído las metía en un tubito de cartón y nos llegaba como al mes o algo así. Con eso papá se mantenía informado de las novedades políticas de Venezuela y nosotros comiendo como si fuera algo especial aquellas cosas que siempre fueron normales. Aquí no hay televisión, ni cine de matiné como veíamos los domingos en el teatro Altamira, cine La Castellana o el cine Lido. De modo que nuestras diversiones son jugar con los otros amiguitos extranjeros del hotel, nadar en la piscina, jugar bádminton, ping pong, y montar bicicleta. A veces me voy a casa de Yván a tomar té en tetera de arcilla, ver jugar al ajedrez chino a su hermano Serge y escuchar el Sgt. Pepper’s de los Beatles que le trajeron de Francia. También empecé a conocer el jazz en su casa. Uno de los discos que me gusta es el de los Swingle Singers que cantan música de Bach y Mozart. Otra canción que escuché por primera vez en versión jazz es Medianoche en Moscú que aquí ahora la tienen prohibida como tantas otras cosas relacionadas a los soviéticos y a la historia de China anterior a 1966 cuando comenzó la Revolución Cultural.

    El otro día Paul Crook, un muchacho inglés 2 años mayor que yo me prestó un libro en inglés escrito por un extranjero que lo tienen preso, Israel Epstein. Aunque mi inglés no es muy bueno igual me lo leí completito de pe a pa. Así voy mejorando el idioma y aprendiendo de todos esos temas que ahora no permiten saber. El libro se llama "Desde la Guerra del Opio hasta la Liberación". Paul tiene otros dos hermanos mayores pero sus padres parece que están detenidos ya que viven solos por su cuenta con una ayi²⁵ que los cuida y les prepara la comida, etc. Viven en un pequeño apartamento dentro del Instituto de Lenguas Extranjeras donde sus padres daban clase. Tienen muchísimos libros y los anaqueles hacen de divisiones para subdividir mejor el apartamento. Paul me deja tocar los libros y me prometió prestarme otros que voy leyendo en mi cuarto, a veces tirado en el piso de madera entre las dos camas, así me siento más íntimo. Nosotros nos copiamos de otros latinos del hotel y le quitamos la armadura metálica a las camas y las bajamos casi a nivel del piso apoyándolas sobre unos tacos de madera que mandamos a hacer, igual como hicieron los otros. De este modo el cuarto que comparto con Antonio se ve más acogedor. Como somos muchos, nos asignaron dos apartamentos contiguos. En uno hay dos espacios, el del fondo es la habitación de papá y mamá y hay que atravesar donde duermen Adolfo y Sara. Tienen un pequeño cuarto de baño y lo que sería la cocina, papá lo convirtió en su estudio. En nuestro apartamento la habitación central hace de sala comedor, y la cocina de cocina. Hay un fregadero de porcelana con un chorro de agua fría solamente y dos hornillas portátiles de gas. Alguna estantería sirve de alacena y los sartenes y ollas son distintos y primitivos en comparación con los de Venezuela. No hay televisión. Hay como unas cajas de madera con una tela que hacen de radio pero solamente transmiten en chino y todo suena como informes políticos.

    Al principio vivíamos en dos piezas típicas de hotel, en el edificio #2. Como

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