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Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín (2a edición, 2019)
Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín (2a edición, 2019)
Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín (2a edición, 2019)
Libro electrónico164 páginas3 horas

Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín (2a edición, 2019)

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¿Qué pasó en China en la primavera de 1989? Enrique Fanjul, que era en aquella época Consejero Comercial de la embajada de España en Pekín, traza un relato de lo sucedido en aquellas semanas que desembocaron en los trágicos sucesos de principios de junio. Probablemente es el único libro sobre los sucesos de Tiananmen escrito por un autor de lengua castellana.
Enrique Fanjul está considerado como uno de los principales expertos españoles en China, sobre la que ha publicado tres libros: "Reforma y crisis en China", Arias Montano Editores, 1991; "Revolución en la revolución. China del maoísmo a la era de la reforma", Alianza Editorial, 1994; y "El dragón en el huracán. Retos y esperanzas de China ante el siglo XXI", Política Exterior/Biblioteca Nueva, 1999.
Fanjul, testigo directo de los hechos, combina en este libro sus recuerdos y vivencias de aquellas semanas de la primavera de Pekín con un análisis objetivo y medido de lo que sido la crisis más importante sufrida por la República Popular China en sus siete décadas de existencia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 abr 2014
ISBN9781311310323
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    Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín (2a edición, 2019) - Enrique Fanjul

    Introducción

    En 2019 se cumplen 30 años de los trágicos sucesos de 1989 en China, cuando las manifestaciones estudiantiles iniciadas tras la muerte de Hu Yaobang – un líder relativamente liberal del Partido Comunista, del que fue Secretario General hasta su destitución en 1987 - se convirtieron, al cabo de unas semanas, en grandes manifestaciones en las que participaron cientos de miles de ciudadanos.

    El máximo dirigente del Partido, Deng Xiaoping, consideró las manifestaciones, que tenían su centro neurálgico en la plaza de Tiananmen en Pekín, una grave amenaza para el poder del Partido Comunista Chino y para la estabilidad del país.

    Las manifestaciones fueron creciendo de tan manera tan inesperada como imparable. Se proclamó la ley marcial en Pekín. El sustituto de Hu Yaobang como Secretario General del Partido, Zhao Ziyang, partidario del diálogo y de una actitud receptiva hacia las manifestaciones, fue apartado de su cargo.

    Las autoridades chinas, encabezadas por Deng, ordenaron al Ejército Popular de Liberación terminar con las manifestaciones y restablecer el orden. El 4 de junio y los días siguientes varios cientos de manifestantes y ciudadanos, así como también un número de soldados, murieron como consecuencia de la intervención militar y de los enfrentamientos que se sucedieron, dando lugar a lo que probablemente ha sido la crisis más importante en la historia de la República Popular China.

    Desde entonces, la crisis de Tiananmen ha estado presente en la evolución de China. Muchos consideran que la crisis todavía no ha sido resuelta de forma definitiva. Ha habido numerosas polémicas, empezando por el número de víctimas que se produjeron –sobre el que ha habido versiones muy dispares-, y sobre el significado y valoración de los hechos. Son muchos los que piensan que las autoridades chinas tendrán que revisar en algún momento la valoración oficial sobre los mismos.

    * * *

    En estas páginas intento recoger mi experiencia y análisis de los sucesos de Tiananmen. Intento también que el lector tenga un relato objetivo y realista de lo que sucedió en esas semanas de la primavera de Pekín. En aquellos momentos, en 1989, yo era Consejero Comercial de la embajada de España en China. Había llegado a Pekín en 1987. Viví los acontecimientos de Tiannamen de forma muy directa.

    Mi experiencia, personal y profesional, con China ha sido muy intensa. Y mi relación e interés con el país se ha mantenido durante estos 30 años. Fruto de ese interés han sido tres libros y numerosos artículos. He trabajado con China desde la Administración pública y desde varias empresas. Entre 1990 y 1998 trabajé en la empresa de ingeniería Técnicas Reunidas, que ha realizado numerosos proyectos en China (y que fue la primera empresa española que obtuvo un gran proyecto en el país; como Consejero Comercial de la embajada española, tuve oportunidad de participar en la negociación del que fue el primer gran proyecto de España en China, firmado en 1988). Después desarrollé diversos proyectos en China desde la empresa ACE-Cooperación y Proyectos. Como consultor he participado en proyectos académicos y empresariales en China. En 2005 fundé Iberchina, una web que se dedica específicamente a temas de China. Y en la actualidad soy vicepresidente de Cátedra China, un foro de debate y reflexión.

    A través de toda esta actividad, profesional y académica, he desarrollado un gran aprecio por China y el pueblo chino, al que admiro y estimo, y entre el que cuento con numerosos amigos.

    Espero que este libro contribuya en alguna medida a conocer y comprender lo que sucedió en China en aquellas semanas de la primavera de 1989.

    Madrid, mayo de 2019.

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    Los estudiantes en las calles de Pekín

    La primera vez que vi una de las manifestaciones de estudiantes por las calles de Pekín fue una tarde de mediados de abril de 1989. Las manifestaciones habían roto, de manera inesperada, la monotonía de la vida pekinesa. Los estudiantes en la calle, con sus pancartas y sus banderas, eran la noticia extraordinaria, y sorprendente, de esos días.

    En compañía de Jim, un amigo que también vivía en Pekín, acudí a la Changan, la gran avenida que corta Pekín de Este a Oeste. Y allí vimos por primera vez a los estudiantes chinos manifestándose. Con posterioridad los vería muchas más veces, en manifestaciones, en la plaza de Tiananmen, en piquetes que cortaban las calles, pero el recuerdo de aquel primer día se ha quedado grabado de forma especial en mi memoria.

    Venían desfilando en una larga columna, de varios kilómetros de longitud. Llevaban cientos de pancartas y banderas rojas, gritaban consignas, cantaban canciones -entre ellas, La Internacional. Los ciudadanos pekineses los contemplaban desde las aceras, los animaban, les regalaban helados, dulces, comida, agua. El flujo de la manifestación lo encauzaban dos cordones de estudiantes, que marchaban cogidos de la mano, con brazaletes rojos en los hombros que los identificaban como miembros del servicio de orden.

    Ya desde aquellos primeros momentos, el movimiento estudiantil daba pruebas de una llamativa organización. En China, en esos tiempos, no era normal que se produjeran manifestaciones espontáneas. No había tampoco sindicatos o partidos políticos libres. Sin embargo, aquella tarde de mediados de abril miles de estudiantes se habían congregado en el centro de Pekín y marchaban por su avenida principal en perfecto orden.

    Habían venido caminando desde sus universidades e institutos. Pekín es una ciudad de una enorme extensión: muchos de los estudiantes habían caminado durante muchas horas para llegar al centro de la ciudad. Luego habían marchado varias horas más con el resto de sus compañeros. Era una manifestación espontánea: no había sido organizada por el Partido Comunista o por alguna organización juvenil del Partido, había surgido del impulso natural de los estudiantes.

    En el punto en el que vi pasar la manifestación -el cruce entre la Changan, la gran avenida que corta Pekín de este a oeste, y la denominada Segunda Circunvalación, una especie de autopista que rodea el centro de la ciudad-, se les veía cansados. A pesar de todo, estaban alegres. Este fue uno de los rasgos que caracterizó, al menos hasta una etapa muy avanzada, el movimiento de la primavera de Pekín: todo el mundo, los estudiantes y la población de Pekín que los miraba -y que, poco después, se uniría a las manifestaciones de protesta-, estaba amable, sonriente. Durante mucho tiempo el movimiento se caracterizó por un ambiente festivo.

    Cuando nos metimos entre la gente que contemplaba el paso de los estudiantes lo hice con una cierta prevención. En el tiempo que llevaba viviendo en China había tenido que afrontar en algunas ocasiones actitudes de recelo o desconfianza hacia los extranjeros por parte de la población, actitudes que en buena medida eran consecuencia del aislamiento en el que el país había vivido durante tantos años. Ahora el ambiente era distinto. Llevaba conmigo una cámara de fotos. La había escondido debajo del jersey, ya que a veces había tropezado en China con muestras de rechazo por parte de personas que no querían ser fotografiadas. Tímidamente empecé a hacer algunas fotos de los estudiantes. No pasó nada. La gente nos sonreía, hacía el signo de la victoria. No percibimos ningún signo de recelo, de desconfianza hacia el extranjero. Con el fin de ver mejor, nos subimos a una de las plataformas que usan los guardias para dirigir el tráfico. La plataforma estaba llena de gente que contemplaba y jaleaba la manifestación, pero se apretaron para hacernos sitio y nos ayudaron a subir, sonriendo.

    Algo especial se había desencadenado en China.

    Al cabo de un rato hacía fotos con tranquilidad, sin ningún tipo de temor. Los estudiantes continuaban desfilando, entonando sus consignas y sus canciones. Cansados, sudorosos, mantenían, a pesar de las horas que debían llevar en movimiento, una gran energía. La mayoría iban vestidos con pantalones y zapatillas de deporte. Jim, que habla muy bien chino, me traducía las pancartas y las consignas. Había una pancarta que proclamaba: Viva el Partido Comunista. Otra, especialmente graciosa e ingenua, decía: Mamá, no hacemos nada malo. Otras consignas decían: ¡Abajo los oficiales corruptos!, ¡El patriotismo no es un crimen!, ¡Continuemos con las reformas!, ¡La justicia prevalecerá!, ¡La prensa debe decir la verdad!.

    Durante la mayor parte de esas semanas, las consignas de los estudiantes no estarían dirigidas contra el Partido Comunista, contra el sistema político. Una pancarta que llevan los estudiantes a principios de mayo, por ejemplo, dice: Apoyamos el liderazgo correcto del Partido Comunista.

    En otro momento, por ejemplo, los estudiantes cantan:

    "Amo la plaza de Tiananmen,

    El sol se levanta aquí,

    El gran líder el Presidente Mao,

    Dirige nuestra marcha hacia adelante" (1)

    El origen inmediato del movimiento estudiantil que había estallado en las calles de Pekín fue la muerte, el 15 de abril de 1989, a consecuencia de una crisis cardiaca, de Hu Yaobang. Hu era un veterano dirigente del Partido Comunista. Pertenecía al selecto grupo de los que habían participado en la mítica gesta de la Larga Marcha. Como tantos otros seguidores en el Partido de una línea pragmática y moderada, había sido perseguido durante la Revolución Cultural. A partir de 1978 fue uno de los dirigentes en los que se apoyó Deng Xiaoping para desarrollar la nueva política de reforma. Fue nombrado Secretario General del Partido Comunista, cargo en el que permaneció hasta principios de 1987, cuando fue destituido y remplazado por Zhao Ziyang. En el Partido se le responsabilizó de no haber sabido controlar un brote de manifestaciones estudiantiles que se había producido poco tiempo antes. Adquirió fama de liberal y aperturista. El nuevo clima político de la China de la reforma se reflejó en que su depuración tuvo un carácter menos traumático que el que habría tenido en tiempos de Mao. Hu Yaobang no fue expulsado del Partido, e incluso siguió siendo miembro de su Politburó.

    Al hacerse pública la noticia de su muerte, los estudiantes quisieron honrar la memoria de Hu Yaobang. El mismo 15 de abril aparecieron en la Universidad de Pekín algunos carteles. Uno de ellos decía: Este hombre ha muerto. ¿Con quién podemos contar ahora?. Al atardecer fue colocada en el monumento a los Héroes del Pueblo, en la plaza de Tiananmen, la primera corona de flores ante una fotografía de Hu Yaobang. Al día siguiente se registraron las primeras marchas estudiantiles por las calles del centro de Pekín, en particular por la Changan.

    Aparte del dolor de la pérdida por Hu, en las manifestaciones estudiantiles afloraba una antigua tradición china de honrar a los muertos para criticar a los vivos. Se honraba a un Hu Yaobang, que se había convertido en un signo liberal y aperturista, con el propósito de criticar la burocracia y el control del Partido Comunista, la corrupción de muchos de sus cuadros, las desigualdades que crecían con la política de reforma, en fin, numerosos aspectos de la evolución de China que eran caldo de cultivo del descontento social. Algunas pancartas contenían veladas críticas a Deng. Según Louisa Lim, autora de un importante libro sobre los sucesos de Tiananmen (2), una pancarta decía El que debía morir no ha muerto, mientras que el que no debía morir sí ha muerto. Hu Yaobang ha pasado a ser considerado desde entonces como un icono de la reforma y la liberalización.

    Los estudiantes fueron los grandes protagonistas de la primavera de Pekín. No era la primera vez que los estudiantes cobraban un papel protagonista en la historia de China. Uno de los episodios más destacados de las primeras décadas del siglo XX fue el denominado movimiento del 4 de mayo de 1919, cuando, decepcionados e indignados por el trato recibido por China en la conferencia de Versalles, los estudiantes organizaron revueltas y manifestaciones en Pekín, que se propagaron en las semanas siguientes a otras ciudades. Las protestas que estallaron ese 4 de mayo inauguraron una nueva fase en la conciencia nacional de China, que se desarrollaría en las décadas siguientes y que en alguna medida desembocaría en la fundación de la República Popular.

    En la tradición china, confuciana, los estudiantes, la educación en general, tienen una gran importancia. Deng Xiaoping reconoció en 1989 que uno de los errores cometidos por el Partido había sido descuidar la educación. La actividad educativa no reportaba beneficios económicos directos y había sido por ello minusvalorada en una China economicista, la China de la reforma, dominada por consignas del tipo de enriquecerse es glorioso. No es extraño, pues, que una de las peticiones que hicieron los estudiantes a lo largo de las manifestaciones de la primavera de Pekín fue que se asignaran más fondos para la educación y para mejorar las condiciones de vida de los intelectuales.

    En aquellas primeras manifestaciones no se planteaba una oposición frontal al sistema político. Sólo al final del proceso los grupos más radicalizados dirigieron sus críticas directamente contra el

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