erano de 1967, el «verano del amor» en Occidente. Mientras los Beatles estrenaban su himno en la primera retransmisión televisiva vía satélite de la historia –Our World, vista por 750 millones de personas en todo el mundo–, en China, un país con similar número de habitantes, miles de jóvenes guardias rojos uniformados de verde tomaban las calles de Pekín, Sanghai y Cantón enarbolando el de Mao y proclamaban la Gran Revolución Cultural Proletaria; en realidad un movimiento descontrolado aparentemente espontáneo en el que se desataron el caos y el terror por motivos supuestamente ideológicos: persecuciones, denuncias, humillaciones, linchamientos y hasta actos de canibalismo se generalizaron en toda la República Popular y provocaron cientos de miles de víctimas inocentes. Los historiadores estiman hoy el número de muertes causadas por esa revolución en 10 millones de personas, una cifra negra que añadir a los 50 millones de fallecidos en la gran hambruna previa que provocó el llamado Gran Salto Adelante
