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Un día a la vez
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Libro electrónico752 páginas15 horas

Un día a la vez

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Cada día nos llega con sus bendiciones y sus dificultades. Para saber entender y aceptar plenamente unas y otras hace falta sabiduría; esa sabiduría que viene de lo alto y de la que encontramos las claves en la Biblia. Un día a la vez intenta poner a tu alcance, en pequeñas dosis diarias, esas gemas de sabiduría que Dios nos ha dejado en su Palabra, para que en este año vivas... creciendo en la gracia... motivada a ser la mejor tú que puedes llegar a ser; inspirada cada día a estrechar tu relación con Dios; libre de angustias y temores; comprometida con el evangelio y siendo una luz para los demás. Disfruta de estas 366 lecturas pensadas especialmente para ti, que eres mujer.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2019
ISBN9789877980547
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    Un día a la vez - Patricia Muñoz Bertozzi

    Agradecimientos

    A mi amado esposo, a mis hijos y a mi madre, que son mi apoyo en todos los proyectos que emprendo.

    A mi editora, Mónica Díaz, porque sin ella este libro no hubiera sido posible.

    Y sobre todo a mi querido Padre celestial, que me da las fuerzas y el gozo para vivir un día a la vez.

    La versión de la Biblia utilizada en estas lecturas devocionales es la Dios Habla Hoy. Cuando, por motivos de claridad, se consideró conveniente usar otra versión, se indicó según las siguientes abreviaturas: RVR significa Reina-Valera 1960; RVR 95, Reina-Valera 1995; RVC, Reina-Valera Contemporánea; NVI, Nueva Versión Internacional; LBLA, La Biblia de las Américas; TLA, Traducción en lenguaje actual; PDT, Palabra de Dios para todos.

    1º de enero

    Tiene que notarse

    Un hombre decidió abrir una pescadería y puso al frente del establecimiento un rótulo que decía: Aquí se vende pescado fresco. Pero cuando un amigo pasó a visitarlo, le comentó:

    —Puedes borrar la palabra aquí del rótulo, porque le sobra. Es evidente que donde se vende pescado fresco es aquí, ¿dónde más podría ser?

    Así que aquel hombre siguió el consejo de su amigo y eliminó del rótulo el adverbio de lugar. Ahora decía: Se vende pescado fresco.

    Unos días después, llegó a visitarlo otro amigo, que le hizo la siguiente observación:

    —Oye, a tu rótulo le sobra la palabra fresco, pues si el pescado que vendes no fuera fresco, ¿qué sentido tendría venderlo?

    El hombre aceptó también esta sugerencia y quitó la palabra fresco del rótulo de la tienda. Ahora decía: Se vende pescado.

    Días después, un cliente le comentó:

    —¿Por qué has puesto en el rótulo la expresión se vende? Si esto es un establecimiento abierto al público y lo único que tiene es pescado, resulta evidente que es para venderlo. ¿Para qué otra cosa podría ser?

    Así que el dueño de la pescadería decidió eliminar la frase se vende del rótulo. Ahora decía sencillamente: Pescado.

    Por último, llegó una señora, que le dijo:

    —Amigo, ¿para qué necesitas un rótulo que diga pescado, si desde que uno da la vuelta a la esquina toda la calle huele a pescado? Es obvio que lo que aquí vendes es pescado, así que no necesitas ningún rótulo que lo diga.

    Dime, amiga, ¿necesitas un rótulo que diga lo que eres, o con solo observarte, incluso en una relación poco cercana, resulta obvio que hueles a cristianismo? Lo que dices, lo que haces, tu manera de pensar, de ser, de reaccionar, de trabajar, ¿hablan por ti, o necesitas que alguien explique y justifique las incoherencias entre lo que dices ser y lo que eres? Ser cristiana no es ponerse elegante un día a la semana para ir a la iglesia; ser cristiana es vivir cada día conectada con Dios de tal manera que el Espíritu Santo obre en ti.

    La palabra cristiana ha perdido valor por el tipo de testimonio que damos a veces los cristianos. ¿Qué te parece si decidimos reivindicarla con nuestra vida, para hacerle justicia a aquel por el cual nos llamamos así? Ese es mi deseo para ti en cada día del año que hoy comienza.

    Así que, por sus frutos los conoceréis (Mat. 7:20, RVR).

    2 de enero

    Tener buenos hábitos

    Durante una época en que vivíamos en Altos del Trapiche, Tegucigalpa, cada atardecer mi esposo y yo veíamos a un hombre de abrigo azul y gorro en la cabeza que caminaba con las manos en los bolsillos y con ciertas dificultades por causa del sobrepeso. Siempre, sin falta, cada tarde, caminaba vestido igual y por el mismo sendero. Lo perdimos de vista cuando nos mudamos pero, dos años después, lo vimos de nuevo, a la misma hora, en el mismo lugar y con el mismo abrigo azul. Sin embargo, no todo era lo mismo: ahora el abrigo le quedaba enorme. Había perdido peso y su paso era dinámico y sin dificultades, totalmente decidido, como el de quien no desea regresar a los días del pasado. Aquel hábito de salir cada tarde a caminar había dado fruto.

    Los hábitos... Eso que hacemos a menudo y que, a fuerza de repetición, se convierte en nuestra naturaleza, en aquello que nos nace de manera automática. ¡Qué importantes son! Siendo que el Señor nos llama a renovar nuestra mente, nuestra manera de vivir (ver Rom. 12:2), es crucial que empecemos a dar importancia al desarrollo de hábitos saludables, para que lleguen a convertirse en nuestra naturaleza, en aquello que nos nace de manera automática. Y así como la salud física depende en gran medida de hábitos diarios como el ejercicio, el descanso, la buena alimentación o el agua, la salud espiritual depende de hábitos diarios como:

    La oración a solas con Dios: Jesús se retiraba a orar a lugares donde no había nadie (Luc. 5:16).

    La lectura de la Biblia, que nos enseña a tener discernimiento: La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo (Heb. 5:14).

    La puesta en práctica de los principios del evangelio: ¡Quiero poner en práctica tu enseñanza, siempre! (Sal. 119:44).

    Huir de la ociosidad: El perezoso desea y no consigue; el que trabaja, prospera (Prov. 13:4).

    Ser constante en toda buena obra (ver 1 Cor. 15:58; 2 Cor. 9:8).

    Llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Cor. 10:5, RVC).

    Te propongo hoy comenzar a desarrollar buenos hábitos físicos (porque el cuerpo es templo del Espíritu Santo) y espirituales (porque por la fe vivirá el justo). Sin duda cosecharás los frutos en esta vida y en la venidera.

    Mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos y sé sabio (Prov. 6:6, LBLA).

    3 de enero

    Cuida tu cuerpo

    Un predicador itinerante de los tiempos antiguos terminó de predicar una mañana y se dispuso a regresar a su tierra. Las personas que lo habían escuchado, entusiasmadas por todo lo que habían aprendido de las sabias palabras de aquel hombre, decidieron acompañar al carruaje hasta que saliera de la ciudad, para mostrarle así su agradecimiento en forma de sencillo homenaje. Así que comenzaron a correr, rodeando el vehículo del predicador. Llegado un momento, el hombre mandó a su cochero que detuviera los caballos, y a continuación se bajó del vehículo. Alguien de la multitud exclamó:

    —¡Qué gran ejemplo de humildad!

    A lo que el predicador respondió:

    —No es humildad, sino sentido común: mientras ustedes hacen ejercicio yo no puedo estar aquí sentado sin participar de la mejor parte. Dejemos las teorías en el carruaje y permítanme ser parte de la acción.

    Ser parte de la acción, qué forma inteligente de exponerlo. Porque la inacción (la falta de ejercicio físico y de actividad) tiene consecuencias nefastas para la salud, como la pérdida de facultades y masa muscular, el riesgo de enfermedades cardiovasculares o el envejecimiento prematuro.

    Estoy segura de que conoces bien los beneficios del ejercicio físico, pero no viene mal recordarlos, para motivarnos a convertirlo en un hábito diario:

    •Libera endorfinas, que mejoran nuestro estado de ánimo.

    •Fortalece la autoestima.

    •Reduce los niveles de colesterol y la presión arterial.

    •Previene y ayuda a controlar la diabetes.

    •Mejora la calidad del sueño.

    •Aumenta las energías durante el día.

    Dice 1 Timoteo: Aunque el ejercicio físico sirve para algo, la piedad es útil para todo, porque tiene promesas de vida para el presente y para el futuro (4:8). Ahí tienes una combinación perfecta de mente sana en cuerpo sano: ejercitar el cuerpo para asegurarnos de que nos permita ir y venir cumpliendo el propósito para el que Dios nos ha llamado; y ejercitar sobre todo lo más importante, la piedad, la bondad, la compasión, la misericordia, para fortalecer lo espiritual, la fe, nuestra relación personal con Dios. No dejes de prestar atención a estas dos clases de ejercicio cada día de tu vida.

    Nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida, como Cristo hace con la iglesia (Efe. 5:29).

    4 de enero

    El promotor del descanso

    Según datos de octubre de 2018 de la American Psychological Association (APA), la tercera parte de la población estadounidense padece estrés, y un 48 % afirma que su estrés ha aumentado en los últimos años. Este aumento se debe básicamente a la preocupación por la seguridad personal a causa de la violencia; a la marcha del país debido a ciertas inestabilidades políticas; al miedo que generan las noticias de la televisión y el periódico; y a la preocupación por el dinero (economía personal), el trabajo (estabilidad laboral) y la salud. La APA considera que, en un rango del 0 al 10, el nivel de estrés de los norteamericanos es de 4,9 entre los adultos y de 5,7 en los millenials. El 74 % de los adultos encuestados dicen haber experimentando al menos uno de los síntomas del estrés en el último mes; el 45 % reconoce despertarse por las noches a causa del estrés.¹

    De acuerdo con la misma APA, el estrés está afectando a las relaciones personales, a los hábitos de alimentación y de sueño, al rendimiento laboral y a la salud. Como ves, no es una cuestión menor. La mayoría de nosotras nos vemos inmersas cada día en un ajetreo que nos impide disfrutar de experiencias indispensables para el equilibrio mental y físico: leer la Biblia a solas y sin prisa; admirar una puesta de sol meditando en nuestro Creador; disfrutar de una tarde de charla con nuestros hijos de los temas que les interesan; o, sencillamente, estar, sin más, sin pensar y sin tener que hacer nada.

    Cierto que los afanes de la vida nos reclaman y es difícil saber cómo gestionarlos sin estresarnos, pero hemos de darle al descanso la importancia que tiene. Jesús, nuestro ejemplo en todas las cosas y nuestro Maestro en el arte de vivir, nos lo dice muy claramente a través de su experiencia con sus discípulos (como ves, incluso la obra de Dios puede generar altos niveles de estrés si no sabemos dosificar nuestras energías): Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo (Mar. 6:31). No olvides descansar, para que no sufras las consecuencias del estrés crónico. Sé cristiana también en esto.

    Jesús les dijo: ‘Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo’. Porque iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer (Mar. 6:31).


    1 https://www.apa.org/news/press/releases/stress/2018/stress-gen-z.pdf [consultado en mayo de 2019].

    5 de enero

    El sol

    Estamos iniciando estos días de enero poniendo énfasis en la necesidad de desarrollar hábitos saludables; hábitos físicos y espirituales que mejoren todos los aspectos de nuestra vida. Pues bien, hoy voy a hablarte del sol, esa lumbrera mayor que con tanto amor creó Dios para el ser humano (ver Gén. 1:16-18; Sal. 136:7, 8).

    La luz solar, tomada a horas tempranas de la mañana o a última hora de la tarde para evitar el riesgo de quemaduras en la piel, es fundamental para:

    El buen ánimo, pues aumenta los niveles de producción de serotonina en el cerebro, y esta sustancia es una de las responsables de que nos sintamos bien. Por eso es sabido que el sol ayuda a combatir la depresión, porque ayuda a la producción de una de las hormonas de la felicidad.

    La fortaleza de los huesos. Está demostrado que la luz solar aumenta la producción de vitamina D en nuestro organismo, y esta es indispensable para la absorción del calcio. Así que tomar el sol contribuye a tener huesos fuertes y evitar la osteoporosis.

    La prevención de dolencias como el cáncer, la hipertensión y las enfermedades inmunológicas, tal como señalan diversas investigaciones.

    ¿Qué te impide salir media hora todos los días a pasear un poquito al sol? Sabiendo lo fundamental que es para que estés sana y te mantengas fuerte, creo que desarrollar este hábito debe ser una prioridad en tu agenda. Igual que desarrollar el hábito de exponerse cada día, al menos una hora, a la Luz mayor, la Luz de Dios que proviene de su Palabra.

    Dice Elena de White: Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro amor, y seremos más profundamente imbuidos de su Espíritu. Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender la lección de penitencia y humillación al pie de la cruz (El Deseado de todas las gentes, p. 63).

    Para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz del sol, que en sus rayos trae salud (Mal. 4:2). Amén.

    Sale el sol, se oculta el sol, y vuelve pronto a su lugar para volver a salir (Ecl. 1:5).

    6 de enero

    Ríete mucho y ríete bien

    Existe un tipo de risa que es buena para la salud del cuerpo y del alma. No me refiero a la risa frívola, superficial, basada en chistes o bromas de dudoso gusto. Estoy hablando de la risa como manifestación de buen humor, optimismo y felicidad; de esa alegría que toda madre debe cultivar una disposición alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. Un espíritu alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud (El ministerio de curación, p. 290).

    Por supuesto, las mujeres que no son madres pueden y deben también experimentar los beneficios de la risa sana y el buen humor. Solteras, viudas y divorciadas hemos de cultivar también el optimismo y la felicidad. La risa:

    Es una terapia eficaz contra la infelicidad. Según científicos de la Universidad de Oxford, al reírnos liberamos endorfinas, que son hormonas de la felicidad.

    Mejora las relaciones interpersonales. Reírnos en pareja o con amigos despierta sentimientos placenteros, puesto que se liberan péptidos opioides relacionados con la excitación y las emociones positivas. Como resultado, se genera un sentimiento de unión y bienestar emocional.

    Estimula el sistema inmune, por lo que aumentan tus defensas.

    Ayuda a combatir el estrés, reduciendo la presión sanguínea.

    Es una forma de ejercicio físico, según un estudio publicado por Nature. Al reírnos ponemos en funcionamiento unos cuatrocientos músculos.

    Aumenta años de vida. Según la Universidad de Navarra, en España, las personas que se ríen mucho viven una media de cuatro años más.

    Pone de manifiesto nuestra fe en Dios, nuestra confianza en que él está al control y podemos ser agradecidas y disfrutar de la vida.

    Según las estadísticas, los niños se ríen una media de doscientas veces al día, mientras que los adultos, veinte. Incluso existen adultas que gimen por males supuestos. […] Consideran como pecado toda recreación o diversión, y creen que la mente debe estar constantemente dominada por pensamientos austeros. Este es un extremo (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 48). No caigas en extremos. Fomenta el hábito de una actitud alegre. Adquiere el hábito de estar siempre contenta (ver 1 Tes. 5:16).

    Él hará que vuelvas a reír y que grites de alegría (Job 8:21).

    7 de enero

    Abrazos diarios

    Cada noche, en nuestro culto de adoración a Dios, mi familia y yo entonamos cánticos infantiles, contamos historias para que nuestros pequeños comprendan el amor del Padre Celestial, expresamos nuestros agradecimientos, peticiones y oraciones y, para terminar, nos abrazamos. Es maravilloso sentir el amor de nuestros hijos expresado en sus pequeños brazos que rodean nuestros cuerpos. Los abrazos diarios de mi familia me llenan como pocas cosas pueden hacerlo.

    En los tiempos bíblicos, la gente también se abrazaba. De hecho, uno de los abrazos más emocionantes que menciona la Biblia se encuentra registrado en Génesis 46. Es un encuentro lleno de pasión entre un padre y su hijo, al que había creído muerto durante muchos años. Cuando finalmente supo que vivía, anciano ya y con gran expectativa en su corazón, Jacob salió al encuentro de José. Era un sueño hecho realidad. Imagino que el corazón del gran patriarca comenzó a latir con una fuerza inusual; que sus manos temblorosas estaban deseando tocar a José; que con los ojos abiertos oteaba el horizonte para no perderse un solo detalle del encuentro. Imagino su rostro de alegría, su mente recreándose anticipadamente en lo que estaba a punto de suceder.

    Cuando llegaron a Gosén, José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó delante de su padre, lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro (Gén. 46:28, 29). Se unieron dos seres en toda su plenitud y se expresaron, sin palabras, con el lenguaje del alma, el amor profundo que sienten un padre por su hijo y un hijo por su padre. Es increíble todo lo que puede expresarse por medio de algo tan sencillo como un abrazo. Perdérselo, sería realmente una gran pérdida.

    Abrazar es una manifestación de amor, una terapia, un recurso gratuito y necesario que haríamos bien en convertir en hábito. Abrazar a nuestros familiares y amigos es un privilegio que tenemos a nuestro alcance. Esa sensación de pertenencia que confiere el abrazo nos ayuda a disminuir la tensión nerviosa y el insomnio, a aumentar la autoestima, a derrotar el temor y a retrasar el envejecimiento. Pruébalo hoy. Y mañana.

    No dejes de rodear a otros con tu amor y, cuando salga el sol cada mañana, levanta los brazos al cielo y abraza a Jesús con un abrazo de fe. Haz de esto un hábito.

    Ellas se acercaron a Jesús y lo adoraron, abrazándole los pies (Mat. 28:9).

    8 de enero

    Sácale el jugo a la vida

    Los jugos están de moda. Y como hemos comenzado este año hablando de buenos hábitos para mejorar nuestra salud física y espiritual, hoy voy a hablarte del hábito de beber jugos. De hecho, te voy a recomendar varias combinaciones de frutas, verduras y hortalizas, con las que puedes hacer jugos muy buenos para la salud.

    Prueba las siguientes combinaciones. Zanahoria, jengibre y manzana: depura el organismo. Manzana, pepino y apio: ayuda a prevenir el cáncer y reduce el colesterol y los problemas estomacales. Tomate, zanahoria y manzana: mejora el aspecto de tu piel. Piña, manzana y sandía: bueno para los riñones y la vejiga. Pera y banana: regula el azúcar. Zanahoria, manzana, pera y mango: es antioxidante y disminuye la presión sanguínea. Melón, sandía, uva y leche de soja: aumenta tu actividad celular y mejora tu sistema inmunológico.

    Claro que es importante cuidar nuestro cuerpo, pues es templo de Espíritu Santo (ver 1 Cor. 6:19), pero obviamente, a Dios no solo le interesa nuestra salud física, sino que también se preocupa, y mucho, por nuestra salud espiritual. Así como los jugos son excelentes complementos de la alimentación para dar al organismo las vitaminas, proteínas y minerales que necesita, así la alimentación espiritual que se basa en la lectura de la Biblia se ve complementada por ciertos hábitos diarios. ¿Por qué no pruebas a hacer también las siguientes combinaciones de actividades cada día para mejorar tu salud espiritual? Oración matutina y rostro sonriente: fortalecerá tu fe y mejorará tus relaciones personales. Meditación y ayuno: pondrá tu mente y tu cuerpo en sintonía con el Altísimo. Servir al prójimo y compartir tu testimonio con otras personas: mejorará tu experiencia y comprensión del evangelio. Cantar himnos y eliminar el rencor: potenciará el optimismo y la felicidad. Memorizar un versículo de la Biblia cada noche y leer otros libros cristianos: te ayudará a profundizar en el conocimiento de Dios y a defender las verdades en las que crees cuando alguien te pregunte.

    En las Escrituras leemos: Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma (3 Juan 1:2, RVR). Prosperar en todas las cosas tiene mucho que ver con darnos cuenta de que somos seres integrales y, por lo tanto, hemos de poner todo de nuestra parte para cuidar de cada una de las dimensiones de nuestro ser. ¿Qué te parece si lo hacemos?

    ¡Yo sanaré a mi pueblo! (Isa. 57:19).

    9 de enero

    ¿Qué pones delante de tus ojos?

    Dios nos ha dado los cinco sentidos para que disfrutemos de lo que nos rodea. Entre esos sentidos, se encuentra el de la vista. Todas disfrutamos al contemplar un hermoso lago, los destellos naranjas del atardecer, una majestuosa montaña o una diminuta hormiga. ¿Qué podría tener de malo el ver, observar y disfrutar con la mirada, las cosas que están delante de nuestros ojos? Mucho, si esas cosas nos incitan directamente al mal. Pongamos varios ejemplos de la Biblia.

    La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso (Gén. 3:6) y, en lugar de apartar su vista de él porque Dios le había advertido que conducía a la muerte, se deleitó en observarlo, y le dieron ganas de comerlo. El resto de la historia ya lo conocemos: el pecado entró al mundo. Todo, por no guardar esa avenida del alma que es la vista.

    Lot miró por todo el valle del río Jordán y vio que, hasta el pueblecito de Sóar, el valle tenía bastante agua y era como un gran jardín. Se parecía a Egipto. Entonces Lot escogió todo el valle del Jordán (Gén. 13:10, 11). Posar su mirada en la atractiva e insinuante llanura del Jordán, cerca de la ciudad de Sodoma, y disfrutar de antemano los beneficios que le reportaría, terminó llevando a Lot a vivir donde toda la gente era muy mala y cometía horribles pecados contra el Señor (Gén. 13:13).

    Dado que José era muy bien parecido y causaba buena impresión la esposa de Potifar se fijó en él (Gén. 39:6, 7). Esa contemplación indebida tuvo resultados terribles para el siervo de Dios.

    Una tarde, al levantarse David de su cama y pasearse por la azotea del palacio real, vio desde allí a una mujer muy hermosa (2 Sam. 11:2-4). Pero no se conformó con mirar, sino que pasó a la acción, cometiendo uno de los más graves errores de su vida.

    Hay que tener cuidado con aquello en lo que deleitamos nuestra vista. Por eso, decídete a no contemplar el mal, a no poner delante de tus ojos como meta aquello que no pasa el filtro del evangelio. Porque nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos (1 Juan 2:16).

    No pondré delante de mis ojos cosa injusta (Sal. 101:3, RVR 95).

    10 de enero

    Dominarse o ser dominada

    ¿Conoces la fábula del gato glotón? Cuenta esa fábula que un gato muy glotón, que se pasaba el día comiendo, se hallaba merodeando por el mercado, cuando vio a un pescador que llegaba a su puesto con un cesto lleno de sardinas. Solo de verlas, al gato se le hizo la boca agua. ¡Menuda fiesta me voy a dar!, pensó. Y, en un descuido del mercader, el gato dio un salto, robó una sardina y se la llevó entre los dientes. El hombre lo persiguió por todo el mercado pero el gato glotón, velozmente, logró escapar. Corriendo, fue a parar a un río. De pronto, vio allí a otro gato con una sardina entre los dientes. Esa sardina se ve más grande y más rica que la mía, pensó. Así que soltó su sardina y se abalanzó sobre el gato, cayéndose a las profundidades del río.

    Existía ya una fábula con la misma moraleja que esta, escrita por el genial Félix María de Samaniego, que decía así: A un panal de rica miel, dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron, presas de patas en él; otra dentro de un pastel enterró su golosina. Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que las domina. ¡Qué verdad tan grande! La glotonería, el vicio, la incapacidad de tener dominio sobre nuestros deseos incontrolados (de lo que ni siquiera nos hace bien) se convierten antes o después en prisiones para nosotras.

    Precisamente para que no caigamos en el error de la glotonería, la Biblia nos ofrece palabras sabias. Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito (Prov. 23:2, NVI), leemos en Proverbios. ¿Por qué? Porque los borrachos y los glotones acaban en la ruina (v. 21). ¿Quién querría acabar en la ruina? Ruina económica, ruina moral, ruina espiritual… Aprendemos esta lección tomando como referencia al pueblo de Israel en su peregrinar por el desierto. ¿Cómo es posible que prefirieran las ollas de carne que comían en esclavitud que la dirección de Dios hacia la libertad?

    La libertad de los apetitos, las pasiones, la glotonería, la avaricia y la codicia se encuentra en Cristo. Él, a través de su Espíritu, nos concede el fruto del dominio propio. ¿Qué te parece si le pedimos hoy que nos lo conceda?

    Los hijos de Israel les decían: ‘Ojalá hubiéramos muerto a manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos’ (Éxo. 16:3, RVR 95).

    11 de enero

    Recarga tus baterías espirituales

    A Hany acababan de regalarle un helicóptero de juguete con mando a distancia. ¡Qué ilusión tan grande le hacía el regalo que le había hecho su papá! Estaba con el control en las manos para hacer volar aquel aparato en las alturas cuando escuchó: ¿Listo, Hany? ¡Listo!, respondió. Qué desilusión se llevó cuando el helicóptero no levantó vuelo. Por fuera se veía perfecto, pero algo en su interior no funcionaba bien. ¿Qué sería? Papá lo abrió y comprobó entonces que no tenía baterías. Eso mismo nos sucede a nosotras a menudo: por fuera, se nos ve radiantes; por dentro, nos hemos quedado sin baterías. Demasiadas preocupaciones, frustraciones y emociones acumuladas en nuestro interior nos dejan sin baterías espirituales. Así es imposible volar.

    Cuando nos encontramos inmersas en las preocupaciones familiares y económicas, las insatisfacciones con el trabajo o la iglesia y determinados recuerdos dolorosos, perdemos la alegría de ser cristianas. Nos descargamos espiritualmente. Las emociones nos persiguen como fantasmas en la oscura habitación interior de nuestros pensamientos, y se vuelve difícil practicar una religión alegre. Si te sientes así, es hora de renovar energías. ¿Cómo? No existe una fórmula exacta que se aplique a todas por igual. Si echamos un vistazo a algunos personajes de la Biblia podemos tomarlos como referencia para nuestro caso personal.

    Por ejemplo, María, llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume (Luc. 7:38). Las heridas de la vida habían hecho mella en el ánimo de esta mujer, que encontró su libertad en Jesús y renovó sus energías espirituales entregándose a él. Pedro subió a orar a la azotea de la casa (Hech. 10:9), porque hablando con Dios a solas en oración era como recargaba las baterías para continuar con la difícil misión que el Señor le había encomendado. Nicodemo, que era un hombre importante entre los judíos, fue de noche a visitar a Jesús (Juan 3:1, 2) para hacerle las preguntas que turbaban su paz. En las respuestas del Maestro encontró aliento.

    Así como no se puede disfrutar un juguete que no tiene baterías, no podemos disfrutar la vida, las relaciones humanas ni la religión si no estamos espiritualmente cargadas. Entrégate a Jesús, ora, encuentra en la Biblia las respuestas a tus preguntas. Y no olvides hacer todo esto cada mañana. No salgas de tu casa vacía, porque eso te impedirá volar.

    Procuren vivir tranquilos y ocupados en sus propios asuntos (1 Tes. 4:11).

    12 de enero

    Una vida de oración

    Señor –clamó Razy, una niña de tan solo siete años– me gusta mi país, me gusta mi escuelita, y me gusta la tranquilidad que tenemos aquí. No me quiero ir a vivir a ese lugar peligroso del que hablan mis padres. Si tú puedes y quieres, líbranos de ese traslado. Te doy las gracias ya, porque sé que vas a responder mi oración. Así fue; a su debido tiempo, Razy recibió lo que había pedido. El Padre escuchó la sincera oración de la pequeña y decidió intervenir a su favor. ¡No hay oración sincera que nuestro Padre celestial pase por alto!

    Qué bendición y qué increíble gozo aprender a estar en la presencia del Señor en oración. No hay problema tan grande que no tenga solución, si decides llevarlo a los pies de Jesús. ¿Qué necesitas en este día que el poder de la oración pueda hacer por ti?

    ¿Te urge que Dios te haga justicia porque estás siendo injustamente tratada y no sabes cómo resolver esa situación? Dios oirá en los cielos, en el lugar de su morada, tu oración y tu súplica, y te hará justicia (1 Rey. 8:49, RVR 95). ¿Necesitas salud porque un dolor o una enfermedad te aquejan? El Señor, Dios de tu antepasado David, dice: Yo he escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte (2 Rey. 20:5). ¿Te sientes desvalida, como si a nadie le importaras? Las Escrituras te aseguran: Habrá considerado la oración de los desvalidos, y no habrá desechado el ruego de ellos (Sal. 102:17, RVR 95). ¿Te sientes desfallecer, como si ya no te quedaran fuerzas para seguir adelante o, tal vez, ni siquiera para orar? Mira lo que dice el profeta Jonás: Al sentir que la vida se me iba, me acordé de ti, Señor; mi oración llegó a ti en tu santo templo (Jon. 2:7).

    Orar. Esa es la clave para todas las situaciones de la vida: para sobrellevarlas, para hallar la respuesta divina y no la humana, para recibir las fuerzas que solo Dios puede darte, para salir de casa todas las mañanas confiando en el poder divino.

    Si estás afligida, ora (ver Sant. 5:13). Si necesitas que Dios te dé sabiduría y entendimiento, ora (Fil. 1:9). Si necesitas el perdón de Dios en esta mañana, confiésale sin reservas tu pecado y tu maldad, y el Señor te perdonará (ver Sal. 32:5). Vive una vida de oración. Este es el hábito más decisivo que puedes adquirir en la vida; dale la importancia que merece.

    Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne (Sal. 65:2, RVR 95).

    13 de enero

    Da gracias siempre

    Cuando Estrella vio que se acercaban tiempos difíciles para ella y para su familia, comenzó a orar a Dios sistemáticamente. Día tras día se postraba sobre sus rodillas para pedirle misericordia. Efectivamente, le tocó vivir graves problemas, tal como había anticipado, pero en todo momento sintió paz. Por eso decidió cambiar su táctica: en lugar de únicamente pedir, comenzó a centrar sus oraciones diarias en dar gracias a Dios por todo. Eso aumentó su fe. La ayudó a ver más claramente la presencia de Dios en su vida a pesar de las dificultades, y la animó a pasar a la acción. Estrella, en agradecimiento al Señor, decidió visitar las zonas más alejadas de su país, donde la gente tiene poco acceso a la sanidad y la educación, para llevar no solo atención médica, sino también la predicación del evangelio.

    Vivir agradecida es vivir una fe que pasa a la acción. Solo cuando aprendo a dar gracias a Dios porque confío plenamente en que lo que viene a mi camino es lo que me conviene para mi salvación, puedo yo decir, como el apóstol Pablo: No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:6, 7, NVI). Esa paz a pesar de las dificultades que deriva de una vida de fe y agradecimiento es la que me permite a mí pensar en el prójimo y hacer algo a su favor. De ese modo, las bendiciones que yo misma he recibido pueden bendecir a alguien más.

    Fe, agradecimiento, servicio: tres piezas clave de la experiencia cristiana que están íntimamente relacionadas.

    Dice el mismo apóstol Pablo: Todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él (Col. 3:17, NVI). Palabra y obra: las dos maneras en que mostramos lo que hay en nuestro corazón.

    ¿Cómo serán tus palabras y tus obras en el día de hoy? ¿Pondrán de manifiesto que vives agradecida al Señor porque confías en que dirige cada uno de tus pasos? Entonces, convierte esa paz que tú disfrutas en bendición para los demás.

    Den gracias a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús (1 Tes. 5:18).

    14 de enero

    Las instrucciones del Edén

    Un grupo de ocho colportores hacían sus maletas para visitar Costa Rica, donde recibirían una premiación por su gran éxito vendiendo libros cristianos. Era un viaje muy merecido. Una joven que formaba parte de tan selecto grupo, comió, la misma mañana en que emprenderían el viaje, una gran cantidad de comida. Durante el viaje, comenzó a sufrir terribles dolores de estómago y, cuando por fin llegó a Costa Rica, los dolores continuaron. Una experiencia tan prometedora se vio empañada por las consecuencias de un apetito incontrolado.

    La alimentación es un asunto vital al que hay que dedicarle bastante reflexión. Cuando salimos de manos del Creador, el plan que nos dio para nuestra nutrición era perfecto. La idea original de Dios era que nos alimentáramos a base de productos sencillos. Dios dijo: Les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso les servirá de alimento (Gén. 1:29). Pero de eso hace muchísimo tiempo. Hoy, pasadas ya muchas generaciones, y dado que el pecado reina en el mundo, hacemos un mal uso de la comida. Lo que nos atrae no son, lamentablemente, los alimentos que Dios dispuso para nosotros; lo que nos atrae son los productos refinados, altamente estimulantes, y las carnes. Como resultado, muchas enfermedades prevenibles nos están afectando, y a edades cada vez más tempranas.

    Hoy por hoy, asociamos alimentación con recompensa; comemos de una forma emocional. Así que si nuestras emociones no están bien equilibradas, nuestro paladar, tampoco. Esto tiene mucho que ver con el problema tan extendido de la adicción a la comida. Si sientes que tienes dependencia de la comida y, en particular, de ciertos tipos de alimentos refinados y calóricos, conviene que hagas un alto en el camino y reconsideres, no sea que la enfermedad te encuentre. Acude a Dios, pídele ayuda e infórmate de cómo alimentarte de manera sana, equilibrada, en las cantidades justas y expresando gratitud al Creador.

    Necesitamos aprender a alimentarnos de la forma más natural posible (lo más parecido al régimen indicado en Génesis que acabamos de mencionar). Recuerda que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo y que el Señor está interesado en que tengas salud. Mente sana en cuerpo sano.

    En todo caso, lo mismo si comen, que si beben, que si hacen cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31).

    15 de enero

    Ni pasarse de largo ni quedarse corta

    Así como es malo comer en exceso, tampoco a nuestro cuerpo deben faltarle los nutrientes que necesita para estar sano. Piensa, por ejemplo, que la mente consume muchísimas calorías para poder llevar a cabo los procesos que realiza; si no le das ese combustible que necesita para funcionar bien, se verán en problemas tus procesos mentales. Por eso hay que buscar el equilibro en la alimentación: ni pasarse de largo hasta el punto de caer en la adicción o enfermarnos, ni quedarse corta hasta el punto de que se vea en peligro nuestra existencia física.

    Aunque las circunstancias que rodearon el caso eran muy diferentes a las nuestras, hay un pasaje en la Biblia que nos recuerda la importancia de alimentarnos. Pablo les recomendó a todos que comieran algo. Les dijo: ‘Ya hace dos semanas que, por esperar a ver qué pasa, ustedes no han comido nada. Les ruego que coman algo. Esto es necesario, si quieren sobrevivir, pues nadie va a perder ni un cabello de la cabeza’. Al decir esto, Pablo tomó en sus manos un pan y dio gracias a Dios delante de todos. Lo partió y comenzó a comer. Luego todos se animaron y comieron también (Hech. 27:33-36). A muchas, hoy, nos vendría bien que el apóstol nos recordara este mensaje tan importante.

    A veces, por causa de la vida ajetreada que llevamos, no dedicamos el tiempo necesario a preparar comida sana y a sentarnos a comerla, preferiblemente acompañadas de nuestra familia. Pero los expertos afirman que es muy importante dedicar, al menos, treinta minutos a cada una de nuestras comidas. Así que si es tu costumbre comer poco y a toda prisa, sola, de cualquier manera y en cualquier lugar, recuerda el consejo de los nutricionistas.

    Masticar despacio también contribuye a reducir el estrés del día, a tener una buena digestión, a segregar los niveles óptimos de saliva y jugos gástricos, a eliminar las bacterias que vienen en los alimentos y a que los nutrientes sean adecuadamente absorbidos por el organismo. Todo esto es muy importante también para nuestra salud. ¿Qué te parece si lo tienes en cuenta en este día, antes de desayunar, antes de almorzar y antes de cenar? Y por supuesto, no olvides dar las gracias al Creador por los alimentos que pone delante de ti. Que aproveche.

    Ustedes no han comido nada. Les ruego que coman algo. Esto es necesario, si quieren sobrevivir (Hech. 27:33-34).

    16 de enero

    No olvides el agua

    Cada amanecer, las hijas de Dios deberíamos tomar dos resoluciones: tener hábitos que promuevan nuestra salud física y dedicar tiempo a aquello en lo que se basa nuestra salud espiritual. Hoy vamos a hablar de algo que tiene que ver con ambos ámbitos de nuestra vida: el agua.

    Según investigaciones recientes llevadas a cabo en Inglaterra, ingerir cada día la cantidad correcta de agua reduce un 79 % nuestras probabilidades de padecer cáncer de seno. Otro estudio de la Universidad de Loma Linda, en los Estados Unidos, indica que las personas que beben cinco vasos de agua diarios presentan menor índice de problemas cardiovasculares. Por su parte, investigadores de la Universidad de Búfalo, en los Estados Unidos, comprobaron que ingerir ocho vasos de agua al día disminuye las infecciones virales como la gripe, que se contraen a través de las mucosas nasales, la garganta, los bronquios o los pulmones. La Universidad de Harvard también ha publicado que beber bastante agua cada día reduce un 45 % el riesgo de cáncer de vejiga, porque una hidratación deficiente de este órgano concentra en él gran cantidad de sustancias cancerígenas.

    Como ves, desarrollar el hábito de beber agua todos los días es vital para nuestra salud física. Y, con respecto a la salud espiritual, Jesús dijo que también es vital tomar agua. Fue en una situación especial. El Maestro pasaba por Samaria cuando, cansado del camino, decidió sentarse junto a un pozo. Jesús, sin hacer caso a los prejuicios, fue a buscar a un alma sedienta a un lugar donde ningún judío hubiera ido, porque él va en busca de los marginados para desatarlos de sus ligaduras emocionales. Preocupada ella con el agua física, él le explicó que existe un agua que no puede dar un pozo, sino solo Jesús. Y esa es el agua que satisface nuestros anhelos espirituales más profundos. Esa agua es Cristo. La bebemos cuando nos relacionamos directamente con él en oración.

    Jesús te dice: Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba (Juan 7:37). ¿Beber qué? Cada palabra del evangelio, cada mensaje de Jesús recogido para nosotras, cada promesa de vida eterna hecha por nuestro Dios, cada mandamiento... En estos tiempos de gran sed espiritual existe una sola fuente para el alma sedienta: Cristo. Invierte en tu salud eterna siguiendo cada día sus pisadas.

    El que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua que brotará dándole vida eterna (Juan 4:14).

    17 de enero

    Cuida tu reloj biológico

    Argentina estaba preocupada por su hermano mayor, pues hacía varios días que él no lograba conciliar el sueño. Tantas noches sin dormir habían hecho mella en su aspecto físico: se veía lóbrego, apagado, sin fuerzas, y reflejaba angustia. Para intentar ayudarlo a recuperarse, su familia lo internó en un centro de salud. Eran una familia de campesinos, por lo que necesitaban cada mañana contar con energías suficientes para labrar la tierra. Aunque se gastaron todos los ahorros en el tratamiento de él, mereció la pena. Si uno no logra conciliar el sueño y descansar bien durante la noche, todo nuestro cuerpo se ve afectado, así como nuestras facultades mentales.

    Existen muchos casos similares de personas cuyas cargas físicas son tan duras, cuyas preocupaciones son tantas, y cuyo sufrimiento es tan grave, que a la hora de acostarse, no logran quedarse dormidos. Si ese es tu caso, espero que la reflexión de hoy te pueda ser de utilidad.

    Verás, nuestro cuerpo es una máquina extraordinaria que hemos de saber optimizar. Conocer sus ciclos (su reloj biológico) nos ayuda a sacarle el mayor rendimiento posible. Para ello, es útil saber que pasa por tres ciclos principales cada día:

    1.El ciclo de eliminación, de 4 am a 12 pm. Estas son las horas en que tu cuerpo libera más toxinas.

    2.El ciclo de apropiación, de 12 pm a 8 pm. Durante este tiempo el cuerpo está más despierto y activo, como también lo están los procesos de digestión y metabolismo.

    3.El ciclo de asimilación, de 8 pm a 4 am. Es el ciclo de la reparación del organismo. Durante estas horas, el cuerpo está revitalizando las células y los órganos, por eso es recomendable lograr descansar durante este periodo de tiempo. De ese modo, podremos levantarnos por la mañana reparadas, con energías y plenas facultades mentales, físicas y espirituales.

    Querida amiga, si estás tan abrumada que no logras conciliar el sueño, por favor recuerda que Jesús ha prometido llevar tus cargas. Cuando recuestes tu cabeza sobre la almohada cada noche, deposita tus cargas en él, pídele una buena noche de descanso, y cierra los ojos confiada en que él tiene poder y fuerza para hacerse cargo de tu vida. Descansa por fe en él, y recuerda que bástale a cada día su afán.

    Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar (Mat. 11:28).

    18 de enero

    El ayuno

    Dios nos ha creado de una manera perfecta, y desde el mismo Génesis nos ha venido dando consejos certeros para que mantengamos esta maquinaria en el mejor estado posible. Si lees la Biblia, te habrás dado cuenta de que habla sobre el ayuno en diversos pasajes. Aunque lo hace desde un punto de vista espiritual, está demostrado que un ayuno realizado correctamente tiene grandes beneficios para la salud física también. Empecemos por el aspecto físico, para concluir después con el espiritual.

    Cuando ayunas (te abstienes durante un tiempo prudencial de consumir nada que no sea agua pura y en un entorno de descanso y paz), tu salud recibe, entre otros, los siguientes beneficios:

    •Mejora la capacidad de autocuración del cuerpo.

    •Liberas toxinas, por lo que te desintoxicas.

    •Se reduce tu presión arterial.

    •Eliminas grasas no deseadas.

    •Ayudas al equilibrio del sistema nervioso.

    •Te ayudas a ti misma a poner en sujeción un apetito descontrolado.

    •Mejora tu lucidez mental y tu discernimiento espiritual.

    Sin duda ayunar es bueno para tu cuerpo, pero sobre todo para tu alma. De hecho, esta ha de ser la razón de nuestro ayuno: acudir a Dios con la mente despejada y con una dependencia total de él.

    ¿Por qué ayunaban los personajes de la Biblia? Jesús, nuestro ejemplo a imitar, ayunó antes de iniciar su ministerio: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del río Jordán, y el Espíritu lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días, y el diablo lo puso a prueba. No comió nada durante esos días (Luc. 4:1, 2). Pablo y Bernabé ayunaban cuando tomaban decisiones que afectarían a la marcha de la iglesia: Nombraron ancianos en cada iglesia, y después de orar y ayunar los encomendaron al Señor (Hech. 14:23). Esdras proclamó un ayuno para que reconociéramos nuestras faltas ante nuestro Dios, y para pedirle que nos llevara con bien (Esd. 8:21, 22). Joel anunció: Ahora —lo afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón. ¡Ayunen, griten y lloren! (Joel 2:12). Volverse al Señor, pedir su dirección, estar en comunión con él para que dirija nuestra misión, reconocer nuestra dependencia total de él, estos son los motivos espirituales del ayuno. Y sus beneficios son increíbles.

    Ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección, y él nos escuchó (Esd. 8:23, NVI).

    19 de enero

    La herencia que Dios ha prometido

    Una niña pasaba junto a un señor que estaba lavando su auto con un cepillo especial. Deteniéndose de pronto, le dijo:

    —¿Sabe? Mi papá también tiene un cepillo de lavar autos.

    —¡Qué bueno! —exclamó el hombre—. Seguro que lava muy bien su auto con ese cepillo, así como lo estoy lavando yo.

    —No —respondió la pequeña—, mi papá aún no tiene auto, pero seguro que pronto lo podrá comprar.

    ¿Qué te parece la actitud de esta niña? A mí me habla de alguien que proclama las bendiciones de Dios aunque no pueda verlas; que no se entrega en brazos de la derrota o el pesimismo; que con pasión y

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