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Un Veredicto: Cambiado Por Dios
Un Veredicto: Cambiado Por Dios
Un Veredicto: Cambiado Por Dios
Libro electrónico385 páginas6 horas

Un Veredicto: Cambiado Por Dios

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Información de este libro electrónico

Es la historia de Eduardo y la constante lucha por sobrevivir una infancia muy dura al quedar hurfano a temprana edad en los aos 60s. Es la historia de un hombre que enfrenta muchsimas pruebas en su adolescencia, etapa donde encuentra el amor verdadero. De una familia que fue separada por diferentes circunstancias al inicio de la guerra civil en El Salvador en los 80s, yndose detrs del sueo americano que termina en toda una pesadilla. Quiso hacer lo bueno, pero hizo lo malo. Y es haciendo lo malo que se encuentra cara a cara con Dios. Descubra cmo Dios lo busc a l y lo protegi.
Eduardo: No hay que estar en lo malo para conocerlo, sino conocerle para hacer Su voluntad. Dios restaura todo. Yo lo he visto. Y yo soy un milagro viviente que puede dar testimonio de l.
Los personajes, ciudades y circunstancias especficas han sido producto de la imaginacin de la escritora. Cualquier parecido a la vida real es pura coincidencia.
Es una historia que no va a poder dejar de leer, es emocionante, emotiva y una verdadera historia de amor, en todos los sentidos.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento4 feb 2015
ISBN9781463396398
Un Veredicto: Cambiado Por Dios
Autor

Ana Lillian Munguía

Ana Lillian Munguía de González, salvadoreña, graduada de Johnson&Wales University, casada, madre de 3 hermosos hijos. Empresaria y Directora de Proyectos desde los 23 años. Consejera Familiar y Adicciones. Ha sido maestra de pre-adolescentes, adolescentes, jóvenes adultos, mujeres y parejas. CONFERENCISTA MOTIVACIONAL. Miembro de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo (FIHNEC) en un capítulo de damas. Actualmente administra Hogar Dream Home junto a su esposo. Inicia carrera de ESCRITORA con este libro donde descubre la pasión de escribir novelas imaginadas en la vida real con el fin de darle esperanza a miles de personas alrededor del mundo.

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    Vista previa del libro

    Un Veredicto - Ana Lillian Munguía

    Copyright © 2015 por Ana Lillian Munguía.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:     2014920676

    ISBN:     Tapa Dura     978-1-4633-9309-0

    Tapa Blanda     978-1-4633-9640-4

    Libro Electrónico     978-1-4633-9639-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades

    Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada

    solamente bajo licencia.

    Fecha de revisión: 23/01/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    664101

    CONTENTS

    Agradecimientos

    Comentarios De Los Lectores:

    Prólogo

    Introducción

    CAPÍTULO 1 - INFANCIA TURBULENTA DE EDUARDO

    CAPÍTULO 2 - MARGARITA Y ESTELA

    CAPÍTULO 3 - ESMERALDA

    CAPÍTULO 4 - LOS PRIMEROS ESTUDIOS

    CAPÍTULO 5 - LOS CUIDADORES

    CAPÍTULO 6 - ESTELA LOS FINES DE SEMANA

    CAPÍTULO 7 - VIVIENDO CON ESTELA

    CAPÍTULO 8 - MARÍA ELENA

    CAPÍTULO 9 - EL REGRESO DE ESTELA

    CAPÍTULO 10 - LA DECISIÓN

    CAPÍTULO 11 - NUEVOS COMIENZOS

    CAPÍTULO 12 - MANHATTAN AL FIN

    CAPÍTULO 13 - EL ARRESTO

    CAPÍTULO 14 - LA LLAMADA

    CAPÍTULO 15 - HACIENDO VÍNCULOS

    CAPÍTULO 16 - EN LA CALLE

    CAPÍTULO 17 - EL DESPERTAR

    CAPÍTULO 18 - LO EXTREMO

    CAPÍTULO 19 - LA FIANZA

    CAPÍTULO 20 - LOS SOCIOS

    CAPÍTULO 21 - EL ANCIANO

    CAPÍTULO 22 - LOS DOS ROLEX

    CAPÍTULO 23 - EL SEGUNDO RETORNO

    CAPÍTULO 24 - EL VEREDICTO

    CAPÍTULO 25 - EL AISLAMIENTO

    CAPÍTULO 26 - EL LIBRO

    CAPÍTULO 27 - HOWARD

    CAPÍTULO 28 - STEVE WILSON

    CAPÍTULO 29 - EL VEREDICTO DE DIOS

    CAPÍTULO 30 - LA NUEVA CARTA

    CAPÍTULO 31 - EL MILAGRO

    CAPÍTULO 32 - CONTINUACIÓN DE EL VEREDICTO DE DIOS

    CAPÍTULO 33 - EL REGRESO

    CAPÍTULO 34 - LA BÚSQUEDA

    Conclusión

    Epílogo

    Contáctenos

    DEDICATORIA

    Dedico este libro principalmente a Yahweh Todopoderoso, (Dios Todopoderoso) a Yashúa Ha-Mashiach (Jesucristo) mi Salvador Personal y al Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) que inspiró la novela.

    También se lo dedico a mi esposo Hans y a mis hijos Anna Andrea, Xavier Eduardo y Anna Rebecca que fueron mis primeros fans, lectores y soñadores conmigo y que además tuvieron la bondad de darme los espacios de tiempo apartados de ellos para dedicarme a cumplir este sueño que implantó nuestro Padre celestial en mi corazón.

    AGRADECIMIENTOS

    Le agradezco principalmente a mis tutores cibernéticos Steve Harrison y Jack Canfield por instruirme con su curso por internet de cómo ser un escritor exitoso Best Seller Blueprint, donde aprendí que al terminar la obra debía entregársela a varias personas para que dieran sus comentarios, sugerencias y críticas constructivas.

    Por lo tanto agradezco a las personas que han creído en este proyecto y tuvieron la bondad de leerla en borrador, haciendo un espacio de tiempo dentro de sus ocupados horarios de actividades y trabajos personales.

    Gracias por ayudarme a mejorar el producto final. Infinitas gracias comadre Iris Machón, amigos que dieron excelentes sugerencias: Beatriz Rodríguez, Joaquín Fernández, Juan José Salomón, mi editora preferida y mi gran amiga: Jannette Marroquín de Chávez, y un agradecimiento muy especial al pastor Juan Carlos Hasbún y su esposa Ana por todas sus recomendaciones.

    Un agradecimiento super especial al pastor Eduvigis Nerio y su esposa Marty por todas sus aportaciones, corrigiendo y ayudando a que esta obra sea una realidad.

    Y no podría terminar mis agradecimientos sin darle los más sinceros agradecimientos a Ale Bukele de Banana Pancakes Photography por la simpática sesión de fotos que tuvimos para escoger mi foto de contraportada.

    Muchísimas gracias a todas las personas que han creído en mí y me han dado ánimo a seguir adelante, confiando que esta obra va a llegar a todo el mundo, y a la pantalla grande para ayudar a miles de personas a encontrar su camino, con Dios de la mano.

    COMENTARIOS

    DE LOS LECTORES:

    Está bien redactado, levanta el interés. Es una historia que te llena de emoción. Prometedor. Juan José Salomón. Escritor.

    Un destino de Poder. Me encantó. Quiero compartirlo. Beatriz Rodríguez. Ejecutiva.

    Me conmovió el alma e hizo agradecer a Dios por cuidarme también. Veo traducción en varios idiomas y será un Best Seller. ¡Te felicito! Bendiciones. Iris Machón. MBA y Coach.

    Me encantó leerlo. Fluye muy bien. Jannette Marroquín de Chávez. Ejecutiva Internacional.

    Es una obra muy inspiradora. La animo a seguir escribiendo. Felícita Rodríguez. Profesora de Español y Lenguage Colegio Internacional de San Salvador (Colaboradora corrigiendo ortografía y puntuación).

    No podía soltarlo, es emocionante. Ana de Hasbún. Ejecutiva y esposa de pastor.

    PRÓLOGO

    Desde que nacemos hasta que morimos, la vida es una constante de situaciones en las que pocas veces podemos identificar su rumbo y desenlace, sin embargo puedo ver en la emocionante vida del protagonista de este libro que usted está a punto de leer que todas las situaciones al final, tienen una relación directa y llena de emocionantes enseñanzas para todos.

    La vida de Eduardo es un reflejo directo de la sociedad actual pues, aunque es basada en la historia de una persona ficticia, nos refleja las condiciones en que vivimos todos: nuestros temores, nuestras decisiones y sus consecuencias, la manera en que enfrentamos el día a día y cómo podemos sobreponernos a todo.

    Nos enseña a vencer el pasado y aplicar las experiencias para nuestro futuro.

    Los personajes alrededor del protagonista, también son figuras relevantes y que ayudan a formar el carácter de Eduardo. Todos tenemos un Héctor, una Estela, una María Elena, personas que nos apoyan, que nos invalidan, que nos usan y que siempre son parte importante en la vida para alcanzar nuestras metas.

    Toda persona que ha migrado de su tierra en condiciones adversas, podrá al leer este libro revivir su experiencia y darse cuenta al igual que Eduardo, cómo existe en cada uno de nosotros ese instinto de supervivencia que al activarlo despierta lo mejor o lo peor de nosotros.

    Su encuentro de Fe con Jesucristo es sumamente confrontativo con la auto- complaciente espiritualidad que muchos vivimos hoy en día… Sin decirlo expresamente nos enseña y exhorta a ser más responsables en esta área y cómo, a pesar de ser un hombre sin Dios, se volvió a Dios y ¡se convierte en un Pablo de su tiempo para servirle y sentirse con una misión en la vida!

    ¡¡Es un libro que nos invita a revisar el valor que tenemos por la vida!!

    PASTOR JUAN CARLOS HASBUN

    Pastor Presidente Iglesia Kemuel-

    San Salvador, El Salvador

    INTRODUCCIÓN

    CÓMO NACIÓ ESTA NOVELA.

    En mi meditación y análisis de metas para el 2011, Dios puso en mi corazón que escribiera la historia de un salvadoreño. Escogí un hombre y no una mujer para hacerlo más dramático.

    El Salvador es un bello país, el más pequeño del continente América, (El Pulgarcito de América) situado en Centroamérica. Es aproximadamente del tamaño de Israel. Es un país que en los años 70 era considerado EL PAÍS DE LA SONRISA y el JAPÓN DE AMÉRICA. Tan era su auge y su desarrollo en potencial que se llevó a cabo un concurso de Miss Universo en esa década. Pero todo cambió cuando a finales de los 70 y principios de los años 80 se levantó un grupo de personas descontentas con los empresarios exitosos y se inició una guerra entre oligarquía y trabajadores. Guerra que sufrimos los salvadoreños en diferentes contextos, dependiendo de la infancia que nos tocó vivir. Hubo muchísimos acontecimientos políticos, desde Golpe de Estado, y el inicio de una guerra que duró 12 años, hasta la formación de una Junta de Gobierno, nuevas elecciones presidenciales, nuevos partidos políticos, Reforma Agraria, nacionalización de la banca, nacionalización de la telefonía, bloqueo a la importación de productos de lujo (desde refrigeradoras hasta vehículos), manifestaciones, bombas, grafiti, quema de llantas, quema de cosechas, cierre de la Universidad Nacional, bombas boicoteando el sistema eléctrico, destrucción de puentes, etc. etc.,etc. Un caos total.

    En esa época, muchísimos salvadoreños jóvenes y familias enteras emigraron huyendo de la guerra, dejando atrás familias extendidas, (padres, abuelos, tíos y hasta cónyuges e hijos) negocios, casas, pertenencias. Muchos vendieron (remataron) sus viviendas.

    Luego vino la prosperidad al país con el fin de la guerra, la firma de la paz y nuevos partidos políticos en el poder, quienes invitaron de regreso a los grandes empresarios a invertir en el país. Hoy en día, año 2014, esa guerrilla que se levantó en los años 80 para iniciar la guerra, son nuestros actuales gobernantes desde el 2009. No sabemos cuál será el desenlace de ese triunfo, pero lo que sí podemos recordar es el sufrimiento que vivimos en y durante la guerra.

    Yo crecí en esta época. Viví parte de este drama. Yo misma salí de mi país a principios de los 80. Regresé cuando hubo nuevas elecciones después del golpe de estado. Todavía me pregunto si hice lo correcto al regresar.

    Hablando con la gente, investigando sus vivencias, sus experiencias durante toda esa época vivida de los 60s a los 90s y al día de hoy 2014, las historias han sido dramáticas, de grandes éxitos y de grandes fracasos. Como repito, dependiendo de los caminos que tomamos, cómo crecimos y cómo manejamos esa época de la guerra. Nuestras decisiones afectaron el futuro, que es ahora nuestro presente.

    Dios me ha estrenado de escritora con este relato. No cabe duda que esta novela está inspirada por el Espíritu Santo, puesto que yo misma me sorprendo del resultado. Muchas de las emociones plasmadas, reflejan mis propios sentimientos y vivencias durante esta época y mi crecimiento. Sin embargo, lo que es significativo es que he encontrado una verdadera pasión: Escribir novelas y ésta es solo la primera. Próximamente será traducida al inglés y enviada a la pantalla grande. Espérela… y escríbanos al leer el libro para ayudarnos a cumplir ese sueño.

    CAPÍTULO 1

    INFANCIA TURBULENTA DE EDUARDO

    Era un día soleado, lleno de gente a mi alrededor. La brisa caía sobre mi rostro. La gente entraba y salía. Todos vestían de negro y blanco. Sus rostros se veían tristes, serios, compungidos. Algunos lloraban. La gente me miraba con cara de pobre niño. Algunos me subían a sus brazos, me abrazaban, lloraban y me decían que todo estará bien Eduardito y luego me soltaban. No entendía, pero sentía su dolor. Me faltaba un poco más de un mes para cumplir los 4. No lograba comprender lo que estaba sucediendo. Había un ataúd que no alcanzaba a ver, pero la gente se asomaba a verlo. Y decía pobrecito, pobrecito, pero no sabía a quién se referían. La gente murmuraba y decían: pobre, ya descansa en paz, refiriéndose al dueño del ataúd.

    Yo jugaba con una rama seca cerca del ataúd. De repente lo golpeaba con la rama para llamar la atención de mi mamá, porque no la había visto y me sentía solo. No sabía dónde estaba. Pensé que tal vez, al estar haciendo esa travesura iba a llegar por mí, a regañarme, pero se acordaría de mí en ese lugar. Había otros niños con los que jugaba y estaba distraído de lo que estaba sucediendo. Quería distraerme. Realmente no sabía, o tal vez, no quería entender lo que estaba pasando.

    -¿Y mi mamá?, pensaba.

    -¿Por qué mi mamá no me abraza y otros señores y señoras lo hacen?

    -¿Dónde está mi papá?, me preguntaba. "¿Por qué está lejos de mí y distraído?

    Mi papá estaba sufriendo y yo no me daba cuenta. Saludaba a mucha gente. La gente que se acercaba, lo abrazaba, y veía cómo se le llenaban de lágrimas los ojos, como pude observar de lejos. Luego, con la vista, trataba de buscarme, y yo estaba, haciendo la travesura de pegarle al ataúd. De repente, por alguna razón, después de corretear un poco con los otros niños, distrayéndome, instintivamente, me iba a meter debajo del ataúd, y le pegaba y le pegaba, y le pegaba otra vez tratando de llamar la atención de mi mamá, pero nunca vino. En eso, reaccionó mi papá, dentro de su dolor, y me fue a sacar de debajo del ataúd. Me cargó en sus brazos. Me abrazó fuertemente, y yo a él. Me sentí amado, reconfortado, pero seguía sin entender por qué mi mamá no estaba allí. Después de todo el alboroto y mucha gente que llegó a ese lugar, entrada la noche, nos fuimos a casa y mi papá me llevó a la cama. Era la primera vez que él lo hacía por lo que sentí raro, pero me agradó mucho. Recuerdo que se quedó un rato conmigo hasta que yo me quedé dormido. Pero, los sollozos de mi padre me despertaron a media noche. Por primera vez oí llorar a mi padre. Lloraba como un niño. Seguía sin entender.

    Recuerdo que al día siguiente fuimos a un lugar donde había muchas cruces y estatuas. Me enteré que ese lugar se llamaba cementerio de Mejicanos. Allí metieron el ataúd al que yo le pegaba. Seguía sin entender qué hacía yo allí. Nadie me explicó. Solo sentía una profunda soledad y mucha tristeza pero no entendía por qué me sentía así. A nadie se le ocurrió que era importante que yo pudiera entender lo sucedido.

    Antes de ese día, recuerdo que nos sentábamos a la mesa, mis hermanos Guillermo y Héctor, mi papá y yo a comer, y mi mamá nos servía. Pasábamos felices compartiendo y platicando. Yo los escuchaba hablar, pues estaba muy pequeño y no recuerdo nada de esas conversaciones. Pero tengo muy grabado en mi mente un día que estábamos sentados en la mesa y mi mamá nos servía un plato de frijoles con huevo, y, mi hermano Héctor, 16 años mayor que yo, se levantó de la silla, agarró el plato y se ¡lo aventó a mi mamá! Y le gritó:

    -¡¡Estoy harto de esta comida!! ¿Que no podés darnos otra cosa más de comer? ¡Solo frijoles y más frijoles todas las noches! ¡Estoy aburrido de esto! y se levantó de la mesa y se fue a su cuarto furioso.

    Yo solo observé cómo mi papá se levantó de la mesa, le gritó unas cuantas cosas, se quitó el cincho y le pegó en la espalda por malcriado, y lo castigó sin salir una semana. Héctor era ya un hombre, ya salía con mujeres y quizás comía otras cosas en otro lado, y por eso le exigía a mi mamá. Él trabajaba, pero nosotros éramos pobres y yo no me había dado cuenta de ello. Yo creía que era normal comer frijoles todos los días. No me hacía falta otra cosa. Yo sentía el amor que me daba mi mamá y mi papá. Era el más pequeño y me consentían mucho. Todos lo hacían.

    Los siguientes días después del día que vi el ataúd en el cementerio, empecé a notar que ya no estaba mi mamá en la casa. Y que salíamos a desayunar muy temprano al mercado de Mejicanos. Solo estábamos mis hermanos, mi papá y yo. Sentía un gran vacío en mi corazón y en la casa, pero nadie me explicó que ese ataúd era donde estaba mi mamá. Ella había muerto a los 42 años y nunca supe por qué. Nadie me lo explicó. Estaba tan pequeño que no pensaron que fuera importante explicármelo. Y sin darse cuenta mis seres amados, esto marcó mi vida con un vacío y un sentimiento de abandono que me persiguió por mucho tiempo, pues nunca la vi enferma de gravedad, ni se despidió de mí, y nadie me explicó que estaba grave y que moría. Ella me dió a luz a los 38 años y no la pude disfrutar demasiado. La recuerdo muy vagamente.

    Después de la muerte de mi mamá, visitábamos muy seguido una casa que quedaba en el Bulevar Venezuela donde vivía una señora con su hija Estela. La señora se llamaba Margarita. Ella era mayor que mi mamá, pero la hija era más o menos de la edad de Héctor. Con el tiempo me enteré que Margarita y mi mamá estuvieron embarazadas casi al mismo tiempo y después me enteré que Margarita había sido mujer de mi papá mientras estaba casado con mi mamá. Así que Estela se convertía en mi media hermana, y su mamá, digamos que, en mi madrastra, y eso alegró mi corazón porque ya no tenía mamá, y ahora tenía una mujer a quien ver como mamá. Ellas eran cariñosas conmigo, y ganaron muy rápidamente mi corazón y en especial Estela porque ella no tenía otros hermanos y le encantaba jugar conmigo. Mi papá quiso que Guillermo, Héctor y yo las conociéramos después de la muerte de mamá. Visitábamos muy a menudo esa casa, pero siempre regresábamos a dormir a nuestra casa en Mejicanos. Mi papá respetaba la memoria de mi mamá.

    Otro recuerdo bien marcado que tengo de mi infancia fue un día viernes que estaba jugando en la casa con mi papá con una bola hecha de calcetines viejos cuando llegó un vecino a decirle a mi papá que mis hermanos estaban en el billar de la vecindad. El billar era para hombres maduros, ebrios, fumadores y de mala vida. No era un lugar para unos muchachos educados. Mis padres, aunque pobres, nos habían enseñado a ser honrados, educados, y sin vicios. Mi papá era un hombre estricto, serio, gritón. Cuando se da cuenta que mis hermanos estaban allí, se enojó muchísimo. Me agarró de la mano y nos fuimos caminando rápido, casi corriendo. Lo sentía enojado. Buscamos a un policía antes de llegar al billar. Cuando llegamos, mi papá entró furioso y los llamó gritándoles que salieran.

    -¡Memo, Héctor, vengan para acá!

    Mi hermano Guillermo salió con el triángulo en su nuca y mi hermano Héctor con un palo en la mano. Después supe que ese palo es lo que se llama taco en billar. ¡Se veían muy divertidos para mis ojos de niño! ¡Tenían una cara de susto! Y yo solo me reí de verlos, pero suavecito porque mi papá estaba muy enojado. Yo no tenía nada que ver en ese asunto, pero sentía su enojo. El policía estaba muy serio junto a mi padre y mi papá solo les dijo:

    -¡Tienen 2 opciones, 1- se van con el policía y él los llevará presos por andar en lugares ilegales para jóvenes. y 2- irse a la casa conmigo. Si se van con el policía, ya saben que les espera la cárcel y me cercioraré que los mantenga adentro suficiente tiempo para que aprendan la lección. Y si se van conmigo, ya saben las consecuencias y lo que les espera! Les gritó,

    -¡Decidan en este momento!, les siguió gritando.

    Ambos se fueron con nosotros a la casa, muy enojados y frustrados, pues estaban felices jugando con unos amigos, no estaban tomando, ni fumando, solo divirtiéndose. El problema es que no era un buen lugar. Eran como 4 o 5 cuadras que caminamos de regreso a casa. Había un silencio espantoso. Se sentía tensa la situación. Cuando llegamos a la casa, les dijo:

    -Quítense las camisas y se hincan, viendo la pared.

    Mi papá fue a traer un lazo con nudos que tenía entre sus herramientas. Con ese lazo les pegó unas 5 veces en sus espaldas. Guillermo lloró de dolor y de rabia. Héctor enmudeció. Cuando hubo acabado mi papá de pegarles, Héctor le preguntó con voz sarcástica

    -¿Ya terminaste?

    -Creo que es suficiente por hoy.

    -No me has doblegado papá, (dijo entre dientes) y nunca lo harás. Jamás dejaré que nadie me doblegue. Y se levantó enojado, resentido, adolorido, pero no dijo nada. Solo se fue a encerrar al cuarto. Ese fue el último día que vi a Héctor.

    Héctor, como era 16 años mayor que yo, ya era mayor de edad, pero para mi papá, todavía era un muchacho y no quería que estuviera en lugares así. Quería tener hijos de bien y no quería malandrines. (malandrin- niño o adulto mal portado y que hace fechorías) Si yo tenía 4 años, Héctor debió haber tenido unos 20. Yo lo veía bien grande, y él ya había tenido novias, y mujeres a su haber. Ese episodio, más la muerte de mi mamá, marcaron fuertemente la vida de mi hermano Héctor y la mía. Luego me enteré que él se metía con una mujer llamada Esmeralda. Esmeralda era una enfermera, pero también era una mujer rufiana, de mala vida. Ella era cuarentona y manejaba un prostíbulo y entiendo que Héctor lo visitaba muy seguido, solo que no era para estar en el prostíbulo con las prostitutas, sino que con la dueña del negocio. Mi papá jamás hubiese aprobado esa relación. Pero ella aceptaba a mi hermano tal como era: joven, lleno de vigor, fuerte, guapo y ella le daba el amor y cariño que no recibía en casa. Yo creo que para donde ella se fue el día que desapareció de mi vida aunque no lo sé con certeza.

    Así que la familia se redujo a Guillermo, mi papá y yo. A mi papá le afectó mucho la partida de Héctor. Fue un mal pleito y emocionalmente le afectó demasiado, y supongo que también a Héctor, por la decisión que tomó, ya que nunca más volvió a ver a mi papá y desapareció de mi vida a esa corta edad.

    Muy a menudo, a mi papá se le veía distraído, triste, pensativo. No sabía si por mi mamá o por mi hermano, o por ambos. Tenía miedo de preguntar para no enojarlo o entristecerlo más. Pero lo bueno de todo esto es que mi papá y yo éramos inseparables. Quizás por ser tan pequeño, eso le daba vida y lo mantenía activo. Donde él iba, yo iba. Con el tiempo, nos quedábamos de vez en cuando a dormir allí, donde la señora Margarita, especialmente desde que desapareció Héctor de nuestras vidas ya que solo éramos Guillermo, mi papá y yo. La familia se iba haciendo pequeña, pero había ganado una hermana mayor: Estela. Estela me amaba. Yo me sentía amado, y eso quitó un poco el vacío de mi corazón por falta de mi mamá y Héctor.

    Guillermo, que ya tenía 14 años, y para ayudar a mi papá, trabajaba como cobrador de buses. Todos los buses tienen un motorista, y un cobrador. Mi hermano era de los cobradores más jóvenes que existían, y yo lo admiraba mucho. Además, me compraba dulces cada vez que podía, o me regalaba unas monedas y yo me sentía el niño más rico de esta tierra.

    Guillermo pasaba mucho tiempo fuera, pues trabajaba de sol a sol, ya que dejó de estudiar. Él se sentía feliz y satisfecho de trabajar y aportar a los gastos de la casa.

    Un día que amanecimos en la casa de Margarita, antes de salir a trabajar Guillermo, estaba jugando conmigo con unos botes que decíamos que eran carritos ya que ese día entraría tarde a trabajar. Él estaba pelando unas naranjas. Con la cáscara de la naranja estaba pegándome en la cara y molestándome, hasta que me hizo llorar. Lloraba y lloraba y mi papá lo regañó. Yo me hacía más llorón de lo necesario para que me consintieran de todas maneras. Luego, partió la naranja en dos, se levantó, me dio una mitad y la otra se la metió en la boca y se fue a trabajar. Adiós cipote (niño) chillón (llorón) me dijo y se fue.

    Me quedé jugando con mi papá y como a los 15 minutos, escuchamos un gran ruido afuera, cerca de la casa y un golpe en la esquina de la casa. Pero no le pusimos atención. Seguí jugando yo solo, porque mi papá se levantó a ver, pero no vio nada. Como una hora más tarde, nos avisaron que Guillermo estaba en el hospital del Seguro Social. Mi papá salió hacia el hospital, tomó un taxi y se fueron veloces, pero cuando llegaron, mi papá se dio cuenta que mi hermano Guillermo había muerto. Mi papá gritó desconsolado.

    -¡Otra pérdida!

    -¡No puede ser! ¡Mi hijo! ¡¡Mi hijo!! ¡¡Dónde estás Guillermo!! ¡Memitoooooo!, gritaba entre sollozos. Lloró y lloró, y lloró desconsolado. Por segunda vez lo vi llorando. Estaba descompuesto. Esta tragedia era demasiado para mi papá.

    Guillermo solía colgarse del bus para ir cobrando afuera, como todos los cobradores, y a él le gustaba colgarse en el último segundo, por lo que el motorista creyó que ya estaba agarrado y viró bruscamente. Cuando Guillermo trató de agarrarse. El motorista cerró la puerta antes de que él lograra agarrarse, y se cayó delante del bus, el cual le pasó encima. Lo mató casi al instante, pero había una ambulancia de la cruz roja que justo iba pasando y lo levantó inmediatamente y lo llevaron al Seguro Social, donde llegó sin vida, ya que murió en el camino. Yo tenía 5 años.

    Entre la muerte de mi mamá, la huida de Héctor después del incidente del billar y la muerte de Guillermo, mi papá entró en una profunda depresión. Tenía una tristeza que se le reflejaba en la cara en todo momento. Mi papá era un hombre mayor, ya tenía más de 60 años y la única alegría que tenía era yo, el hijo casi nieto. Yo trataba de hacerle reír y de tomar ánimos, pero su pesar era demasiado. Mi papá se casó con mi mamá cuando él tenía 34 años y ella solamente 21.

    Me cuenta doña Chayito, una vecina, que mi mamá era originaria de Chalatenango. Chalatenango es un departamento que queda al norte de El Salvador, que fue poblado por muchos españoles. Era una jovencita chelita de Chalate. En Chalatenango había mucha gente blanca, rubia, ojos claros, y mi mamá era una de ellas. A las mujeres así les decían chelitas. Doña Chayito me la describe como una mujer alta, delgada, hermosa, rubia, ojos claros, quien le robó el corazón mi papá. A los 19 años mi papá se convenció a mi mamá que se fuera con él, en contra de la voluntad de mi abuelo. Pero ellos se casaron y formaron un hogar, y contrario a lo que todos creían, no iba embarazada, sino que se casaron por amor. Mi abuelo tenía casi la misma edad que mi papá, por eso no quería que mi mamá se casara con un hombre mayor. Mi abuelo la había cuidado mucho, y mi papá le robó el corazón y locamente enamorados, se casaron. Mi mamá hacia oficios domésticos y mi papá era carpintero. A los años nació Héctor, y después del nacimiento de Héctor, casi 3 años después nació Guillermo. Y 19 años después nací yo. Mi mamá tenía 48 años cuando yo nací, por lo que quizás pensó que era la menopausia, pero era yo el que me estaba formando en su barriga.

    Cuando estuvo embarazada de mí, ese embarazo fue de alto riesgo por la edad de ella y el año en que nací en 1962, que no habían ultrasonografías, ni nada de tecnología de punta que hay hoy en día. Fui prematuro. Me cuentan que estuve 2 meses en el hospital, y casi toda la estancia en la incubadora al borde de la muerte, pero Dios quiso que naciera para contar mi historia. Pienso también que si no hubiese estado aquí en esta tierra, mi papá hubiese quedado solo en ese momento. Por tenerme a mí, agarró vigor y ánimo para seguir adelante. Me cuentan que mi papá era un hombre muy duro de corazón, rudo en su trato con mi mamá, era grosero y la dominaba. Le gritaba constantemente y la hacía sentir de menos. Siempre le echó en cara que él era el que llevaba la comida a la casa y que ella debía someterse. El jamás creyó que ella moriría primero, pues, por la edad, era lógico que muriera primero mi papá. Pero no fue así. Y lo que menos pensó que le sucediera fue también perder a sus hijos mayores. A Héctor ya lo había enterrado en vida. Era un muerto en el corazón de mi papá, y ahora a Guillermo lo tuvo que enterrar a los casi 14 años.

    CAPÍTULO 2

    MARGARITA Y ESTELA

    Poco a poco, nos quedábamos más frecuentemente donde Margarita, pero los fines de semana, pasábamos en nuestra casa de Mejicanos. A Margarita la consideré mi madrastra, aunque mi papá nunca se casó con ella. Sin embargo, ella me daba cariño, y Estela también. Estela era una gran compañía, y creo que jugaba a ser mamá conmigo, por los años que me llevaba. Ya no había más hermanos que ella y yo.

    Mi papá en sus depresiones y desubicación en la vida con tanta tragedia, seguramente iba a desahogarse al prostíbulo de Esmeralda. Siempre fue un gran mujeriego, por lo que no me extrañaría que fuera a visitarla para estar con las prostitutas. No sé cuándo ni cómo, mi papá se relacionó mucho con ella, la que también fue mujer de mi hermano. Quizás fue mujer de mi papá también, no lo sé. El punto es que ella, además de que tenía ese prostíbulo, prestaba dinero, era usurera. El que es usurero, le presta dinero a la gente a cambio de un interés muy alto, más alto que los bancos, pero con garantías buenas. Supongo que en algún momento, después de la muerte de mi mamá y mi hermano, mi papá le pidió prestado dinero y ella le pidió a cambio las escrituras de nuestra casa de Mejicanos, las cuales se las entregó a ella.

    Mi papá estaba afectado de salud, pero yo no me daba cuenta. Él era muy alegre y juguetón conmigo, y trataba de esconder su tristeza. Me llevaba a todas partes con él, y me daba instrucciones siempre y me decía por ejemplo:

    -Mirá, la ruta 4 la tomás en tal parte y te lleva hasta la terminal de occidente, allí, a 3 cuadras vive Margarita. Siempre me enseñaba cómo llegar de un lugar o a otro. O me decía:

    -Si tomás la ruta 8, te lleva a 2 cuadras de donde tu madrina. No sé porque me lo enseñaba, pues yo estaba muy pequeño, pero estaré siempre agradecido porque lo hizo. Ya no tenía nadie en el mundo más que a mi papá.

    Con el tiempo capté en mi mente infantil que Margarita era mujer de mi papá y que Estela era hija de él, aunque no lo entendí desde el principio de nuestras visitas, solo sé que recibía amor de parte de ellas. Estela se mostró muy buena conmigo en todo momento. Era cariñosa y jugaba conmigo. Yo amaba a Estela y me encantaba ir a su casa. En realidad, en mi pequeño corazón solo veía el amor de ellas hacia mí, no veía el enredo de donde habían salido para ser parte de mi vida. Simplemente las amaba.

    Mi papá, era un hombre que yo admiraba mucho. Jugábamos juntos cuando estábamos a casa. Me gustaba que me siguiera y correteara detrás de mí. Me hacía reír muchísimo, pues por su edad, era un poco torpe al correr. Jamás

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