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El Ayuno, La Comunicación Con La Inteligencia
El Ayuno, La Comunicación Con La Inteligencia
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Libro electrónico224 páginas4 horas

El Ayuno, La Comunicación Con La Inteligencia

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El ayuno, la comunicacin con la Inteligencia.
Es en sntesis un relato de la experiencia que significa ayunar 40 das y medio; y lo que ello implica para la salud fsica y mental; y las reflexiones que se derivan del singular hecho.
El Autor tiene ms de 25 aos practicando el ayuno y dando conferencias especialmente en universidades, hospitales, e instituciones de salud pblica.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 jun 2014
ISBN9781463385286
El Ayuno, La Comunicación Con La Inteligencia
Autor

Julio Ricardo Blanchet Cruz

El autor, mexicano por convicción y arraigo, nació el 8 de diciembre de 1946 en la ciudad de Irapuato, en el estado de Guanajuato. Después de haber sido publicista e industrial durante años, por una enfermedad que le condenaría a vivir en una silla de ruedas, decide buscar la muerte; deja de comer y descubre lo que es el poder del ayuno. Curado completamente, abandonó todo y se dedicó a escribir; lo que lleva a cabo desde hace más de 25 años, incursionado en prensa, radio y TV. Y según sus propias palabras, por defender a ultranza la libertad de expresión, pocos son los periodistas han sido tan censurados y despedidos de tantos medios electrónicos como él. Por lo que, cansado de tanta represión, fue pionero en el periodismo por Internet y fundó Diario Libertad, donde llegó a tener más de ochenta mil visitas diarias, hasta que un día, sin explicación alguna cancelaron su página web. Actualmente tiene un blog y todavía hay periódicos que todos los días publican sus escritos. Se define a sí mismo como un amante de los animales y defensor de la madre naturaleza. Sus conceptos sobre la vida y el universo, al haber ayunado 40 días y medio (el medio fue porque no quería ser igual a nadie) son muy especiales. En sus reflexiones durante el largo ayuno que pocos han intentado y menos logrado, lo llevó a cuestionar a las religiones. Y el desenmascararlas ha sido uno de sus motivos para escribir el presente trabajo de investigación. Su muy especial experiencia la plasmó en un libro que tituló “El Ayuno, la comunicación con la Inteligencia”, también publicado por Palibrio.

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    El Ayuno, La Comunicación Con La Inteligencia - Julio Ricardo Blanchet Cruz

    Dedicatorias

    A mí adorada hija, Haydeé

    A mi inseparable compañera, Gabriela

    A mi hermosa Madre: La Tierra.

    A mí Padre Eterno: El Sol.

    El Gran Dios dador de vida.

    Aclaración previa:

    Debo informar a quien inicie la lectura del presente relato, que el libro que tiene en sus manos es una actualización basada en el mismo texto que a raíz de haber ayunado 40 días y medio, escribí hace 25 años; pero que nunca fue publicado…

    El prólogo, que en su momento me hizo el favor de escribir Carlos Monsiváis, lo conservo tal cual, toda vez que el contenido del libro es en esencia el mismo.

    Prólogo

    ¿Qué caso tiene ayunar?

    Por Carlos Monsiváis

    "¿Por qué acepto participar en el libro de Julio Ricardo Blanchet, cuyo fin explícito es la divulgación de las ventajas (físicas, médicas, psicológicas, morales) del ayuno?

    La respuesta apunta a mi coherencia interna y, por tratarse de un libro, a mí coherencia pública.

    En mi caso, solo he practicado el ayuno hace treinta años en ocasión de una huelga de hambre que duró 56 horas, no las más felices de mi vida, y, por tanto, a mis palabras las avala únicamente la autoridad moral de un lector.

    A nombre de tal convicción, la de quien agradece una reflexión inesperada y enriquecedora, escribo estas líneas.

    Para Blanchet la experiencia del ayuno es fundamental en su vida. No solo le reconstituye el organismo, a modo de una poda de impurezas; también, le permite ejercer a fondo la disciplina corporal y mental, y lo confronta a problemas radicales de la filosofía, los más inexorables; el sentido de la vida, la consciencia en sí, el enfrentamiento a la idea de la muerte, la obsesión (necesaria) con el cuidado del cuerpo, templo del Dios vivo.

    Y en todo esto, Blanchet no actúa y no reflexiona a nombre de doctrinas específicas, ni el cristianismo, ni el budismo, para citar a las más conocidas, sino en un corpus de pensamiento donde intervienen su práctica frecuente del ayuno, su conocimiento de los pensadores de la Grecia clásica, su experiencia médica, su disgusto por los embaucadores, su certidumbre de los poderes auto-degenerativos de la persona.

    La vida, sostendría Blanchet en última instancia, sí es muy estricta en sus cosas, y el principio de la vida es el mantenimiento corporal, el conocimiento detallado de funciones, límites y posibilidades de la entidad a la que los inmersos en la cultura occidental suelen darle el trato de mera envoltura.

    El ayuno: Mortificación, penitencia, técnica de esencializar la visión de uno mismo; autorregulación estoicismo con recompensa, manejo de las facultades de anodadamiento y de resurrección, aflicción y depuración de la carne, corrección de los procederes alimenticios, debate con el Yo escenificado a modo de obra del ascetismo.

    A Blanchet le interesa profundamente desarrollar sus tesis sobre la cultura helénica, porque sabe que allí se inician las teorías y preocupaciones del mundo occidental, y, sin embargo, Blanchet no se ampara tras la autoridad del pensamiento clásico y prefiere, limpiamente polemizar con el pasado, enfrentarse respetuosamente a los antiguos, y asumirlos críticamente para asegurarse de algo básico: su punto de partida, arraigado en los comportamientos de generaciones de ayunadores, es su vivencia propia, infalsificable.

    Él, y no una gran figura de la Hélade, está allí para sostener sus consejos, sus orientaciones, sus descripciones, sus batallas contra el enceguecimiento de sus congéneres (nosotros).

    Blanchet, y lo prueba su estilo desenfadado y convincente, no es un iluminado ni un gurú de la última hora. Lo suyo, lo que le atañe, es la difusión del conocimiento que le importa, de la ascesis primordial del organismo, que por el acto del ayuno, se deshace de lo impuro y se rehace en la pureza de la voluntad, del querer alcanzar una meta a través del cuidadoso ejercicio de la prescindencia.

    Prescindir de la comida, renunciar por unas horas a los malos hábitos, reencauzar el organismo con las disposiciones del rigor anímico: he aquí la meta profesada y lúcida de Julio Ricardo Blanchet, en un libro cuya utilidad se multiplica desde el instante en que comenzamos, con seriedad y atención, su lectura".

    Así mismo se anexa la opinión del Maestro Jesús Kumate.

    He leído con gran interés el libro El ayuno, la comunicación con la inteligencia", de la autoría de Julio Ricardo Blanchet Cruz y prólogo de Carlos Monsiváis.

    Resulta muy importante conocer las experiencias de alguien que se atrevió primero a sufrir y después a disfrutar el ayuno, quedando convencido de los beneficios que produce al organismo, ya que lo ayuda a mejorar su rendimiento.

    Es loable que ahora se dedique a transmitir sus conocimientos sobre el tema y que tenga un lugar destinado al descanso y a la práctica del ayuno.

    Después de leer el libro, un día puse en práctica sus recomendaciones, la gente que me rodea me insistió que debía comer, pues de lo contrario se afectaría más mi salud, les contesté que de acuerdo con las prácticas de Blanchet, el cuerpo tiene sus reservas y yo a casi mis 90 años, seguro he acumulado muchas.

    Sin duda Julio Ricardo Blanchet Cruz merece ser leído y escuchado, ya que su mayor preocupación es que aprendamos a nutrir nuestro organismo, para disfrutar de la mejor manera nuestra estancia en La Tierra".

    De igual manera reproduzco la opinión que Alberto Isaac me dio cuando leyó mi trabajo:

    "LEYENDO el libro de Julio Ricardo Blanchet Cruz, tuve la sensación (agradable) de que el autor tiene razón en sus planteamientos.

    Pero también me asaltaron pensamientos (desagradables) de que yo nunca sería capaz de seguir en toda la línea sus consejos.

    Todos esos razonamientos tan sabios, tan fundamentados en viejas verdades, tan arraigados en los misteriosos meandros de la naturaleza humana, en nuestra biología, en nuestras más arcanas entretelas donde se urden, por siglos y siglos misteriosos procesos químicos y físicos solo intuidos, pero nunca cabalmente comprendidos por el hombre.

    En esas profundidades, nada más ni nada menos, nos lleva Blanchet Cruz a bucear tratando de convencernos de las bondades del ayuno.

    Al finalizar el libro, uno recapitula. Y hay una lúcida, implacable lógica, comemos porquerías, almacenamos porquerías dentro de nuestro organismo, luego entonces pensamos y actuamos puercamente. De ahí que la raza humana sea contumazmente cruel, codiciosa, egoísta, capaz de vilezas sin límite.

    ¿La solución? ¡El ayuno!

    No tengo nada que objetar a toda esta línea de pensamiento. Pero… Para ser completamente sincero, me espanta la idea de la práctica del ayuno.

    En teoría la apruebo completamente, el libro me convenció a los primeros capítulos. Lo que me aterra es intentar la práctica.

    Desechar el viejo hábito de sentarse tres veces al día a la mesa (más los antojitos callejeros que nos seducen en cualquier esquina) y asumir la hombrada de rechazar la comida.

    Y en un gesto que está asociado con el heroísmo o el desafío de un contestatario social, un guerrillero o un huelguista, beber solo agua. De ese gesto, de esa convicción heroica es de lo que me siento incapaz. A mi edad, soy incurablemente frívolo.

    En suma. El ayuno, la comunicación con la inteligencia es un libro cuya tesis acepto racionalmente y hasta la aplaudo, pero ese pequeño glotón que todos llevamos dentro, me mueve a verlo con cauteloso distanciamiento.

    Le deseo éxito al trabajo de Blanchet Cruz, sobre todo en el trance actual de que nuestra aldea global sufre una creciente falta de alimento para una humanidad imprudente que ¡ay! Se sigue reproduciendo geométricamente".

    Solo que de ese entonces a la fecha he ayunado muchas veces más. Tantas, que ni siquiera recuerdo con exactitud cuántas han sido. Toda vez que, siguiendo los consejos de Pitágoras (580? - 695?) me pasé como dos años ayunando una semana cada seis semanas. Y casi el mismo tiempo comiendo un día sí y otro no. Y si he de ser sincero, nunca me he sentido mejor…

    ¿Por qué entonces si me sentía tan bien dejé de hacerlo? Bien a bien no lo sé, quizá por glotón, como lo dice Alberto Isaac, pero tengo el firme propósito de algún día volver a ese sistema, o en su defecto solo alimentarme de frutas. Algún día…

    Por el momento soy radicalmente vegetariano. No necesito que nadie muera para poder subsistir decía el inmortal Maestro de Samos, Pitágoras, de quien frecuentemente citaré sus enseñanzas.

    Independientemente de que en tres ocasiones más he llevado mono-dietas durante 40 días ingiriendo solo jugo de naranja (todo un placer) Entendiendo por ayuno la sola ingestión de agua pura; y por mono-dieta el ingerir una sola cosa. Jugos de frutas.

    Algo les comunico: todo, absolutamente todo lo que a continuación leerán, es solo producto de mi experiencia, y de la interpretación que he hecho de algunos libros, es decir, solo estará plasmado mi personal punto de vista sobre el ayuno. Mi verdad sobre el ayuno.

    Introducción

    Cuando compramos un libro, generalmente lo hacemos porque el tema nos interesa, o porque nos lo han recomendado. Por mi parte, tomando en cuenta lo árido del tema, tratare de no defraudarlos y procurare ser lo más claro posible… 

    Y aunque no sea lo habitual hacerlo al iniciar un libro, les doy la bienvenida al mundo de los ayunos, la consciencia y la inteligencia.

    Capítulo I

    Opiniones sobre el ayuno

    Sobre el ayuno se han dicho muchas cosas. Hay quien dice que desintoxica la sangre, y hay quien, basado en que cuando se deja de comer, el aliento se percibe putrefacto, opina que la intoxica y descompone….

    Hay también quien opina que altera el estado de conciencia; y asimismo hay quien lo ve como la forma ideal para captar con claridad el mundo en el que vivimos; argumentando que un acto consciente lleva a la conciencia…

    En fin, los que hablan bien del ayuno, generalmente es porque han ayunado; y los que lo critican, es porque no han ayunado, o lo han intentado y no han podido hacerlo. De hecho, no todos pueden ayunar; y mientras más enfermo se está, es más difícil llevar a cabo este simple sistema de depuración. Pero de ninguna manera puede decirse que el ayunar sea fácil, pues solo los grandes cambian, y el ayuno lleva consigo un cambio en la persona…

    Cabe aclarar, que no es lo mismo dejar de comer, que ayunar. El ayuno debe siempre tener un objetivo; y el dejar de comer bien puede ser la consecuencia de algo que de alguna manera se nos impone, como quedar atrapados bajo los escombros en un terremoto, o un naufragio, o algo así…

    Decía el inmenso Siddhartha Gotama (Gautama) Buda que vivió quinientos años antes de nuestra Era, Si no tienes para comer, lo mejor que puedes hacer, es ayunar.

    Por otro lado, un ayuno debe ser un acto consciente y voluntario. Aunque esto no es suficiente para garantizar su condición de ayuno; ya que una huelga de hambre reúne ambos requisitos, pero no se lleva a cabo por un lapso de tiempo previamente determinado, sino que ésta, la huelga de hambre, se realiza hasta lograr el objetivo, generalmente político, que además casi siempre se alcanza. En este sentido, el inmenso Mahatma Gandhi (1869-948) nos puso el ejemplo…

    Hay que hacer notar que el ayuno es un acuerdo con los Dioses -en los que cada cual crea- para lograr una meta. El ayuno es personal, es para fortalecer el espíritu y desarrollar la templanza; caso contrario, la huelga de hambre es, como arriba se cita, generalmente con fines políticos… 

    Así también, el ayuno tiene dos aspectos: el psicológico y el fisiológico, es decir, el mental y el físico -cada vez que se utilicen términos médicos usuales, pero poco comprensibles, se hará, valga la expresión, la traducción correspondiente-.

    En este trabajo, aunque se dedica un capítulo especial a las enfermedades nerviosas, al estar los dos aspectos tan íntimamente relacionados, toda vez ambos factores son de facto indivisibles, se tratarán ambos aspectos.

    Cabe añadir que cuando se aborden temas de la Filosofía, se tratará de buscar apoyo en la ciencia, así también cuando se hable de ciencia, se vinculará con la Filosofía; pero creo que en todos los capítulos se hablará de todo.

    Un poco de Historia

    El ayuno es tan viejo como el mundo. De hecho, todos los seres vivos ayunan y tienden a practicar el ayuno en forma totalmente natural, sobre todo cuando están enfermos; a excepción hecha del Homo Sapiens, Sapiens -algo así como hombre dos veces sabio- que al dejar la infancia ya no lo practica…

    Hace casi tres mil años, o más, un hombre llamado Licurgo, de quien siempre se ha discutido cual fue el momento histórico en el que vivió; incluso no resulta claro determinar si fue realmente una figura histórica, o legendaria; pues se le han adscrito cronologías que van desde el Siglo XII, hasta el año 600 antes de nuestra Era.

    No obstante, predomina la opinión de que la fecha más probable en que vivió fue entre el Siglo VII y el Siglo IX, y es considerado como El Más Grande Legislador de todos los Tiempos.

    Siempre de acuerdo con el Oráculo de Delfos, estableció la reforma de la sociedad espartana; creó la legislación que lleva su nombre y se le atribuye mucho de la Constitución de Esparta. Pero el caso es que este personaje hizo ayunar a todo un pueblo: Esparta, cuyo solo nombre evoca epopeyas y leyendas de héroes y mujeres hermosas…

    Es necesario mencionar que Esparta vivía bajo las extraordinarias Leyes de Licurgo, considerado, como arriba se cita, como el Más Grande Legislador de todos los Tiempos; y doy algunos ejemplos de sus Leyes:

    A los niños -todos nacían en el gineceo- se les rodeaba de amor y de atenciones. Debe de haber sido algo muy parecido a ser un cachorro de león y nacer en una gran comunidad de leones, por supuesto. Todas las madres veían por todos los pequeños, no había distingos, y también la mayoría eran hijos deseados y además, programados, que no es lo mismo…

    Los espartanos, como todos los animales de la Madre Naturaleza, se preparaban para tener a sus hijos, o sea, que no había hijos no deseados; y si los llegó a haber, terminaron sus días en un voladero, denominado La Roca Tarpeya. Decían que los hijos no deseados siempre traen problemas, ya sean físicos, mentales o morales. Según ellos, la propia madre, al arrojarlos por el voladero, practicaba una especie de eutanasia…

    Total, que el gineceo era un lugar casi paradisiaco; y digo un lugar casi paradisiaco, porque pienso que todos hubiéramos querido nacer en un lugar así. Desde que nacían hasta que salían de ahí, a los siete años de edad, todos los niños andaban desnudos. Los papás no vivían en el gineceo, pero podían quedarse a dormir ahí en determinadas fechas…

    Hay más: aunque ustedes no lo crean, amables lectores, en Esparta ¡no existían los fines de semana! el calendario se regía básicamente por La Naturaleza. Así como hay tiempo para sembrar y tiempo para cosechar, así lo había para procrear…

    Por cierto, solo como dato curioso, el Homo sapiens, sapiens es el único animal del Planeta que se aparea en cualquier época del año; en cualquier parte, y en cualquier lugar. ¡Es increíble lo que el humano hace por aparearse!…

    Y traigo esto a colación, porque en la Antigua Esparta no existía el adulterio. Las Leyes de Licurgo no contemplaban castigo alguno para el adulterio, porque éste simple y sencillamente ¡no podía existir! es decir, eran, como algunos animales lo son, monógamos; y si enviudaban, difícilmente se volvían a unir a otra pareja…

    Pero estábamos en el gineceo. A todos los niños los amamantaban. Así como una leona con leche amamanta a cualquier cachorro, aunque no sea suyo, así cualquier criatura espartana podía amamantarse de cualquier mamá que estuviera criando…

    Fue ahí, en Esparta, donde se inventaron las nodrizas; y éstas recibían jugosas compensaciones por parte del Estado. A las nodrizas espartanas se les solicitaba ampliamente en toda la Grecia y fuera de ella; eran verdaderamente ejemplares en el cuidado de los niños…

    Las madres, durante el día solo tenían que estar con sus hijos. Cuando nacían, no los nalgueaban ni los amarraban -envolverlos- siempre dormían con sus mamás y nunca estaban solos…

    De la limpieza, la comida, y todo lo demás, se encargaba el Estado, que además les proporcionaba a los niños maestros especiales, sobre todo en deportes, por lo que todo el día jugaban y se fortalecían. Y dado el cuidado que tenían con los pequeños, no había pediatras, y no hacían falta, pues la alimentación era a base de frutas y semillas de árboles -no de semillas de tierra-.

    Las medicinas, sin una buena alimentación, no sirven; y una buena alimentación no requiere de medicinas. Hipócrates de Cos (460-370)

    Vale la pena señalar, que a los siete años de edad ayunaban durante siete días, se les retiraba de la tutela de sus padres, y de allí a que cumplieran los treinta años, el Estado se hacía cargo de ellos. Al llegar a esa edad se les entregaba una casa, un terreno y el permiso correspondiente para casarse…

    La comida la seguía proporcionando el

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