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La era de Acuario: El gran cambio en marcha
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La era de Acuario: El gran cambio en marcha

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Estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles, en los que la tecnología y las máquinas someterán a los humanos, o habrá quienes manejarán las máquinas controlando la vida de miles de millones de personas.

En estas páginas queremos mostrar que ya se ha iniciado una nueva era de la cual somos protagonistas; que los cambios tienen un sentido y que en medio de las dificultades evidentes, estamos avanzando hacia una nueva sociedad. Amanece Acuario en el planeta y se abre un camino promisorio por el que podemos transitar todos los seres humanos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 ago 2018
ISBN9789563246421
La era de Acuario: El gran cambio en marcha

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    La era de Acuario - Jaime Hales

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    Estamos viviendo una época en la que son evidentes grandes transformaciones. Algunos se han asustado y temen el fin del mundo, las guerras y la destrucción de la humanidad. Otros anticipan tiempos terribles, en los cuales la tecnología y las máquinas someterán a los humanos o, un poco menos, habrá ciertos humanos que manejando las máquinas podrán controlar la vida de miles de millones. 

    Ante ello, en estas páginas queremos mostrar que ya se ha iniciado una nueva era de la cual somos protagonistas, que los cambios tienen un sentido y que, en medio de las dificultades evidentes, estamos avanzando hacia una nueva sociedad.

    Reflexionamos sobre nuestro papel como humanos ante esta nueva realidad y anticipamos el mundo que construiremos, proclamando una nueva esperanza sustentada en la confianza que nos dan los progresos reales conquistados por la humanidad y los datos que la trascendencia nos ha entregado a través de múltiples canales.

    • El día clave •

    uando habían pasado algo más de dos años desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas en la ciudad de San Francisco, California, un grupo de políticos, diplomáticos y visionarios se reúnen porque se han dado cuenta de que lo que se requiere en esta hora de la historia es proclamar la importancia de la persona humana como centro del mundo que viene. Y para ello trabajan con entusiasmo. Hernán Santa Cruz, Eleanor Roosevelt y un trío más de personas fueron determinantes en la definición del marco político, la redacción y la aprobación del documento más importante en esta línea: la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

    Unos meses después, el 20 de marzo de 1948, el sol entraba en una nueva posición. Cuando eran las seis de la tarde en París, ciudad en la que se votaría la declaración meses después; las diez de la mañana en San Francisco, la ciudad de la primera reunión, el punto que podemos llamar fundacional; y la una de la tarde en Santiago de Chile¹, se produjo el equinoccio de primavera en el hemisferio norte y de otoño en el hemisferio sur. Eso significó que desde el amanecer siguiente el sol saldría cada mañana teniendo como fondo la constelación de Acuario. 

    El Punto Vernal en Acuario, dijeron los astrónomos: la prolongación del eje imaginario de la Tierra apuntaba por primera vez, en alrededor de 26.000 años, hacia las estrellas de Acuario para cada equinoccio de primavera. Y así será por los dos mil años siguientes.

    El amanecer del 21 de marzo de 1948, primer día del año astrológico, quedó marcado como el primer día de la era de Acuario. 

    Comenzaba a salir el sol iluminando el mundo con otras energías, que, si bien estaban ya en proceso desde hacía décadas, tomaban ahora un rumbo irreversible.

    Signo patente de ello fue el fruto del trabajo iniciado por el pequeño grupo de California, pues pocos días antes del solsticio de invierno en el hemisferio norte fue aprobada en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Era el 10 de diciembre de 1948.

    Hernán Santa Cruz, relatando lo que sintió ese día, dijo: Percibí con claridad que estaba participando en un evento histórico verdaderamente significativo, donde se había alcanzado un consenso con respecto al valor supremo de la persona humana, un valor que no se originó en la decisión de un poder temporal, sino en el hecho mismo de existir, lo que dio origen al derecho inalienable de vivir sin privaciones ni opresión y a desarrollar completamente la propia personalidad. En el Gran Salón... había una atmósfera de solidaridad y hermandad genuinas entre hombres y mujeres de todas las latitudes, la cual no he vuelto a ver en ningún escenario internacional.

    De cierto modo ese documento es el acta oficial de existencia de una era en la que el elemento dominante será el ser humano. Porque Acuario, signo de aire—espíritu, pensamiento, amor, vuelo, viento—, está representado en el Zodíaco tradicional por El Aguador, es decir, un ser humano que distribuye el agua, recurso clave en el tiempo que vivimos. Salimos de Piscis, donde el océano se vuelca sin límites y domina nuestros procesos, signo en el cual el elemento agua determinará las comunicaciones y será el resumidero de todas las demandas humanas no satisfechas, para ingresar en el territorio donde un ser humano se hará cargo del agua, pasando él a ser más importante que el agua misma, aunque el agua sea el sinónimo de la vida. Porque la vida de nada sirve si acaso no es para los humanos.

    Pero nuestra historia había comenzado antes.

    • Conciencia de protagonista •

    Gracias por abrir este libro. 

    Ha llegado a tus manos un texto que quizás leerás sin saber con exactitud hacia dónde te llevará, pero intuyendo que es una interpelación a la conciencia. Muchos autores hablan de la nueva conciencia o de la conciencia verdadera. Yo solo digo conciencia: es decir, estar suficientemente despierto como para darse cuenta de la realidad interior y exterior y asumir una conducta acorde con ello y con la propia naturaleza del sujeto.

    Escribo para ti, lectora, lector, porque eres un especial protagonista de un suceso único en la historia de la actual humanidad: es la primera vez —al menos en los últimos dos millones de años²— que en un cambio de era las personas, los seres humanos, tenemos claridad al respecto o al menos percibimos que los cambios que se viven son de una profundidad y una trascendencia nunca vistas hasta entonces. Sabemos que estamos en un cambio. Antiguamente había algunos que sabían, unos pocos, pero hoy esa idea se ha ido generalizando y se habla y escribe de ello.

    Pasan muchas cosas en el mundo y las inquietudes se han desatado. Antes escribía solo para mis alumnos y los lectores ocasionales, pero hoy lo hago pensando justamente en aquellos que miran estupefactos los sucesos del planeta y buscan entender y proyectar los acontecimientos que afectan su propia vivencia, su propia experiencia diaria. Queremos —me sumo al carro de los inquietos— saber por qué pasan las cosas que pasan. 

    Hoy pienso en los que transitan por caminos muy diversos y que buscan entender por qué hoy se habla de tantos temas que fueron misteriosos o se mantuvieron ocultos hasta hace pocos años: vidas pasadas, regresiones, tarot, astrología, espiritualidad, energías, ángeles, oráculos. 

    Los acontecimientos se suceden con rapidez y la tecnología de las comunicaciones ha facilitado que nos enteremos con mucha prontitud de todo cuando acontece casi en el mismo acto. La prensa, la radio y la televisión dan cuenta a diario de misterios y acontecimientos nuevos o sorprendentes. La ciencia —la física, la biología, la química, la historia, la antropología, la arqueología— todos los días nos trae una propuesta nueva, desafiante incluso para sus propios postulados, desata nuevas interrogantes sobre el origen del universo, del planeta, de la humanidad en su conjunto; la historia se plantea más preguntas. Al mismo tiempo, falsos profetas y agoreros anuncian catástrofes y el fin del mundo para cualquier día próximo; el cine plantea catástrofes e invasiones extraterrestres, además de horrible panorama para los siglos venideros; muchos se preguntan por lo que anunciaron los mayas para el año 2012 y quieren saber si ha pasado algo o va a pasar prontamente³. Experimentamos cambios acelerados y constantes de la tecnología que nos modifican la vida concreta y las relaciones con los demás; hay violencia, desconcierto, miedo al calentamiento global y a la guerra nuclear, no ya producto solo de los conflictos de las grandes potencias, sino de terroristas o grupos marginales que tratan de adquirir protagonismo.

    Vientos nuevos soplan, al mismo tiempo que se desatan miedos y esperanzas. Lo que antes era tema de algunos pocos, hoy —sin ser todavía mayoritarios— ya se extiende por muchas esferas de la sociedad y cada vez resulta más difícil a los descalificadores (escépticos) sostener posiciones apegadas solo al materialismo, a los productos de la ciencia clásica o a lo que la razón puede explicar. Piensa, tú que lees, por ejemplo, en el desarrollo de la física: de Newton a Einstein pasa mucho tiempo y luego desde la teoría de la relatividad a las partículas, los quanta, las ondas, las cuerdas, sucede todo muy rápido y el conocimiento se revoluciona.

    Recorremos librerías o escuchamos a las figuras públicas, conversamos con nuestros amigos, y nos damos cuenta de que hay muchos tópicos hoy compartidos y que hasta hace muy poco eran prohibidos o silenciados por prejuicios e ignorancia.

    Si ayer escribí algunos libros⁴ como un instrumento conceptual para comprender el presente desde los primeros momentos de nuestra humanidad hasta hoy, ahora lo hago mirando al futuro que ya estamos construyendo. Es el futuro entrando en el presente, como decía una publicidad de los años sesenta.

    Todo parece estar cambiando y se nos abre una gran incertidumbre, pues cada pequeño o gran paso genera situaciones cuyas consecuencias o desarrollos no podemos prever y son fuente de nuevos cambios, en un proceso que parece que ya nadie puede detener. 

    Somos protagonistas de un momento importantísimo para el planeta y para la humanidad. Y tenemos conciencia de ello.

    • Respirando juntos •

    Estamos frente a un cambio de paradigmas, propio de la transición de una era a otra. Recojo en esto lo propuesto en aquel importante libro de Marilyn Ferguson de los años ochenta, La conspiración de Acuario, que anuncia el cambio en marcha con una claridad notable y describe el proceso que, si bien se había iniciado, aún no se notaba como se nota ahora. En la misma época emerge Alvin Toffler con el Shock del futuro, obra increíblemente anticipatoria de los procesos de viviríamos en las década siguientes.

    Dije en un texto⁵ hace unos años: Los viejos —es decir, los que ya tenemos más de sesenta años— somos los últimos nacidos en la era que se muere e iniciamos, junto a los más jóvenes, el proceso de construcción del tránsito. Los nacidos en 1974 y 1992 pertenecen a ambos mundos, son el nexo vivo entre la era que muere y la que comienza nacer. Algunos hablan de la generación perdida, otros de la generación sacrificada. Los menores son los primeros integrantes no solo de esta nueva realidad, sino sobre todo de una nueva humanidad.

    Todos los que estamos vivos hoy, cualquiera que sea el papel que estemos jugando, somos los protagonistas del cambio de era. Otros, que estamos haciendo cosas concretas a favor del nuevo paradigma, somos "trabajadores del nuevo paradigma". Esto implica una visión finalista que compromete las decisiones de cada día. Los caminos se van bifurcando a cada paso que damos y las renuncias o las concesiones innecesarias nos pueden alejar del paradigma de la era que se inicia. Y estamos por ella o contra ella: no hay espacio para la tibieza ni la vacilación ni la confusión. 

    Ello tiene consecuencias insospechadas: quizás a esas realidades se podrá aplicar la visión más catastrofista del fin del mundo, pues finalmente, como sucede siempre, los parámetros de la nueva era terminarán generalizándose aun a costa de grandes pesares y dolores.⁶ Pienso en la ariana resistencia de la Roma imperial, su decadencia primero y su estrepitosa caída a mano de los invasores luego.

    • La hora de hablar •

    Lectora, lector: no te estoy diciendo nada nuevo. Has leído sobre todo esto o lo sabes desde el fondo de tu corazón. Y tal vez te debates entre las dudas de lo aprendido desde niño y lo que tu alma sabe más allá de las razones inmediatas.

    Lo que te contaré en las páginas siguientes es información y reflexión sobre el tiempo en el que tú y yo transitamos, para colaborar en tu proceso y en el de otros a los que, tú que lees, habrás de llegar. 

    Llego a ti con palabras que quieren ser sencillas y directas. Mi aporte es la presentación de ideas y hechos que pertenecen a la humanidad toda y de las cuales nadie puede apropiarse. Por eso citaré o mencionaré a muchas personas, sin ánimo de mostrar erudición, sino solo para acreditar que ni tú ni yo somos los primeros en ver lo que está detrás del velo o para proponer, proyectar o sugerir actitudes que nos lleven a la construcción de una nueva sociedad, de una nueva manera de vivir. Más allá de las ideologías o de las doctrinas clásicas que nos hayan inspirado antes o que nos sigan resonando.

    Sumo experiencia con conocimiento, esperanza con reflexión, para compartir contigo y confiar en que iremos sumando energías en la perspectiva de una tarea que la humanidad actual no puede rehuir. Es la hora de hablar. Y de escuchar. De poner atención. De despertar. 

    No es el azar el que te ha traído a estas líneas, sino la misteriosa energía que nos lleva a compartir lo que sabemos y que queremos saber, participar juntos de espacios renovados. Es la causalidad a ratos y la sincronía en todo momento. Llegamos en el momento oportuno a la conciencia de aquello que ha estado siempre en nuestra información esencial por el hecho de ser humanos, pero que va despertando en la medida que lo necesitamos para dar el paso siguiente.

    Si en algún momento pretendí simplemente sacudir las espesas aguas del conformismo, como me dijo Jaime Blume, mi profesor, a los dieciocho años, hoy quiero señalar caminos de acción y de esperanza que he recorrido y estoy dispuesto a recorrer cuantas veces sea necesario, en esta y en las siguientes encarnaciones. 

    • El momento de la síntesis •

    Transito por el último tercio de mi vida: es el momento de la síntesis. Todo lo aprendido me muestra la redondez del universo y puedo percibir la verdadera dimensión holística del ser humano y de la naturaleza.

    Una vez más, cuando inicio estas líneas frente al mar, me pregunto por el sentido de nuestra vida. Y sé que tú, que lees en tu casa o en el parque, sentado en el café o en la biblioteca de la universidad, también te preguntas lo mismo en muchos momentos. ¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué? Buscamos verdades, certezas, seguridad. ¿Existe la verdad? Sí, existe. Estoy con la frase de William Blake⁷: La verdad existe, aunque no la conozcamos. Por cierto que cada uno de nosotros, tú y yo, sin ir más lejos, solo podemos tomar contacto con una parte de esa verdad, la que se expresa concretamente en nuestro mundo. Pero esa no es una limitación de la verdad, sino nuestra. Para avanzar en esa ruta para conectar la realidad humana con la verdad uso un método que se resume en tres conceptos: pluralista, humanista y holística.

    Entonces, tú y yo intercambiaremos ideas y argumentos, pues no me interesa que tragues mis palabras, sino que las tomes como el inicio de un proceso de diálogo. No busco adhesión y conformidad, sino agitación, reflexión, un intento para ir más allá del horizonte que nos ofrece la era de Piscis que está muriendo y que al morir mata, como si no tuviera más alternativa. 

    Hace tiempo que entendí que mi misión personal es la de abrir puertas y ventanas para cruzar umbrales hacia espacios nuevos. Por eso hago clases y escribo. Por eso he fundado instituciones y he desarrollado programas de estudio. Pero ya sé que, por mucho que haya quienes abran puertas, la responsabilidad de cruzarlas es de cada uno. Mi invitación está hecha en estas páginas, pero la decisión es tuya. Tal vez —e incluso puede ser altamente probable— ya la habías tomado antes de llegar a este libro y estas palabras serán solo un nuevo impulso o una confirmación de lo que estás haciendo.

    Lo que yo hago y lo que tú haces es parte del proceso. Es, en definitiva, mi proceso y tu proceso, con todo lo que se puede dar. Pero, al mismo tiempo, tu proceso y mi proceso inciden en el de los demás. Esa es una de las grandes paradojas del mundo holístico. Cito al psicólogo y astrólogo chileno Gonzalo Pérez Benavides, quien hace más de veinte años nos dijo en su clase magistral al iniciarse las actividades del primer Diplomado en Estudios Holísticos de Syncronía:

    Todos (nosotros) estamos trabajando en ello, es una alquimia colectiva. No hay nadie que esté al otro lado del río: las grandes aguas se cruzan en grupo. Es la paradoja del mundo interno: el camino es absoluta y únicamente individual —cada uno trae su destino y cada uno trae su memoria inconsciente y cada uno necesita abrir por sí mismo las claves personales—, pero es igualmente cierto que cada uno, solo, no logra nada, si no está conectado con su equipo evolutivo, si no ha abierto su corazón a esos hermanos y hermanas naturales con los cuales viene evolucionando, seguramente durante muchas vidas y quizás desde otros mundo⁸.

    • La revolución en marcha •

    Sigues leyendo: en las páginas siguientes irás encontrando datos, informaciones e ideas que te ayudarán a activar tu sabiduría personal, la que vive en tu interior.

    Lo que estamos proponiendo es subversivo. Queremos un cambio profundo, rápido y global de las estructuras de la sociedad en la que vivimos, para construir una nueva sociedad. Los cambios se están produciendo, pero la sensación al comenzar el siglo XXI es que los que quieren mantener el estado de cosas van ganando.

    Sin embargo, el cambio profundo ya se está produciendo. El cambio global está en desarrollo. Lo que se ve afectado puede ser la intensidad, la velocidad. Eso ya está sucediendo en el planeta. Pero, sobre todo, este cambio será personal: es decir, afectará no solo las estructuras e instituciones, sino sobre todo a las personas, a los seres humanos concretos; cada uno inmerso en el mundo real, pero cambiando desde sí mismo. Es un trabajo de desarrollo interior, de expansión de la potencia divina que reside en todas y cada una de las personas, asumiendo las diferencias entre ellas, pero también incorporando el sentido comunitario del trabajo de transformación del mundo. Como lo dijimos al fundar la Academia de Estudios Holísticos Syncronía en la década de los noventa: El viejo dilema respecto de la primacía o prioridad del cambio personal o del cambio social ha desaparecido. Hoy sabemos que el cambio será social o no será; será personal o no será.

    En ese empeño nos estamos encontrando. 

    Gracias por leer este libro. Y espero que luego los textos de este trabajo los converses con alguien, conmigo si aún vivo, con otros que comprenden y también con los que no han podido comprender. Todavía. 

    El Gran Cambio está en marcha, pero ya sabemos que el curso de los acontecimientos depende de muchos factores, siendo uno de los más importantes la acción humana, su voluntad, su decisión.

    • Lo posible y lo imposible •

    Decíamos que la ciencia nos depara sorpresas. Mientras más avanzan las investigaciones científicas, más se van confirmando afirmaciones que venían desde muy antiguo respecto del planeta, de los seres humanos y del universo mismo. Los científicos hablan de que el desarrollo de la ciencia y la tecnología no deja nada en la categoría de imposible. Pero eso no es nuevo. Aunque la mirada del ser humano del siglo XX sobre su pasado tendía a reducir las explicaciones a lo que su experiencia inmediata le permitía. Por ejemplo, cuando alguien habla de Stonehenge y dice que su construcción data de hace más de cinco mil años, se nos dirá que eso es imposible, porque en esa época en las islas británicas no había grupos humanos con conocimientos y tecnología suficientes para hacer esa construcción. A la luz de los descubrimientos actuales, nuestro pensamiento en el siglo XXI es diferente. Es necesario mirar las cosas al revés: si el monumento existe y la información permite datarlo en esa época, quiere decir que había gente capaz de construirlo, aunque no tengamos otras pruebas de que así era. 

    Son muchas las cosas que no sabemos y que sin embargo otros pueblos, anteriores, sí sabían. Incluso pueblos de cuya existencia no tenemos noticia suficiente más allá de que nos han legado monumentos y conocimientos que han llegado misteriosamente hasta nosotros. 

    Recordemos la discusión sobre el heliocentrismo, que es otro ejemplo muy claro en esta misma línea. Cuando Nicolás Copérnico en el siglo XVI formula su teoría por primera vez en Europa —difundida y defendida años después por Giordano Bruno y Galileo—, se produce ciertamente una revolución para un mundo en el que los sabios sostenían que la Tierra era plana y que en torno a ese plano giraban el Sol, la Luna, los planetas y las demás estrellas. Sin embargo, desde mucho antes y en otras sociedades o agrupaciones humanas se sabía ya de la forma casi esférica de la Tierra, achatada en los polos, y que ella gira alrededor del Sol, al igual como sucede con otros planetas. Pero la enseñanza astronómica de Claudio Ptolomeo, en el siglo II antes de la era común, que quiere sistematizar una mirada que se haga coherente con sus cálculos y con las enseñanzas bíblicas, lleva a numerosos teóricos a seguirlo en sostener que el Sol gira en torno a la Tierra (que, sin ir más lejos, es lo que vemos) y que esta es el centro del mundo. Copérnico no obtiene sus conclusiones solo de la observación y de la inteligencia, sino que además tiene muchas fuentes anteriores, más creíbles que las versiones impuestas para coincidir con un texto religioso. Otros textos de sabiduría, religiosos o no, daban cuenta de lo mismo. Por ejemplo, para no ir demasiado atrás, el libro fundamental de la literatura mística del judaísmo, el Zohar, escrito en el siglo XIII y que recoge las enseñanzas del siglo II, de la Qabbaláh⁹, dice: La Tierra entera da vueltas, gira como una esfera. Cuando una parte está abajo, la otra parte está arriba. Cuando hay luz en una parte, está oscuro en la otra parte; cuando es de día para esto, es de noche para lo otro¹⁰.

    En muchos pueblos, ya en tiempos muy remotos, tenían la misma afirmación y además cálculos exactos del diámetro de la Tierra, de la distancia con el Sol, de la distancia entre la Luna y la Tierra y el carácter satelital de esta respecto de nuestro planeta. Los sumerios —ya hace siete mil años, por lo menos— tenían y usaban informaciones astronómicas bastante precisas y todos los grandes monumentos de la Antigüedad, muchos de ellos anteriores a esa civilización, guardan relación con posiciones estelares o eclipses, solsticios o equinoccios. Las pirámides de Gizeh; la construcción de ciertas ciudades del Medio Oriente (Jerusalén y Jericó); emplazamientos, monumentos o instalaciones como Stonehenge y tal vez Machu Picchu, Tiahuanaco, Teotihuacán, Tian Tan (China, cerca de Beijing) o Enninu en Mesopotamia responden a información astronómica de la mayor precisión. ¿Meras coincidencias o casualidades? Indudablemente no. Abundan las informaciones que muestran que en algún momento hubo habitantes sobre la tierra que sabían mucho del planeta, del universo y de diversas disciplinas, conocimientos que luego se fueron perdiendo, al menos en el Occidente oficial.

    Por seguir con ejemplos, los mapas de Piri Reis¹¹, el de Orionto Finaeus¹² y el de Zeno¹³ dan cuenta de territorios que, a la fecha

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