El genio dormido
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¿Has pensado en algún momento qué pasaría si mañana te levantaras y todas las personas que son tus pilares confidentes no se encontraran a tu alcance comunicativo? En la escuela de la vida, la inocencia, la ingenuidad y la ignorancia se evaporan cuando la sabiduría asoma sus narices. Son los golpes, los tropiezos y las pruebas, las que forjan El
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El genio dormido - Pablo A. Rodríguez
EL GENIO
DORMIDO
Pablo A. Rodríguez
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Publicado por Ibukku
www.ibukku.com
Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico
Copyright © 2021 Pablo A. Rodríguez
ISBN Paperback: 978-1-64086-964-6
ISBN eBook: 978-1-64086-965-3
ÍNDICE
Prólogo
Introducción
CAPÍTULO 1.
CONVERTIR TU SUEÑO EN REALIDAD
CAPÍTULO 2.
LA NIÑEZ DEFINE AL ADULTO
CAPÍTULO 3.
PREPARANDO TU VIAJE
CAPÍTULO 4.
EL MAYOR ERROR
CAPÍTULO 5.
EL MIEDO AL FRACASO
CAPÍTULO 6.
QUIÉN PUEDE CAMBIAR MI VIDA
CAPÍTULO 7.
LA PACIENCIA, SAGRADA VIRTUD
CAPÍTULO 8.
El Gran Secreto.
LA LEY UNIVERSAL DE LA ATRACCIÓN
CAPÍTULO 9.
DEPRESIÓN CONTRA FE
CAPÍTULO 10.
APRENDE A USAR LA INFORMACIÓN
CAPÍTULO 11.
EL PODER DEL EQUIPO DE TRABAJO
CAPÍTULO 12.
LA APARIENCIA PERSONAL
CAPÍTULO 13.
LA RENDICIÓN NO ES UNA OPCIÓN
COMENTARIOS FINALES
Prólogo
Nacido en La Habana, Cuba, el 2 marzo de 1954; en un pequeño barrio llamado Diezmero perteneciente al Municipio de San Miguel del Padrón, donde jugar en la calle era lo más normal de la época.
Mi noble padre trabajaba 16 horas diarias como cajero de la Posada Villa Laurel, km 10.5 de la carretera Central de la Habana, donde todo aquel esfuerzo era para poder dar a su familia lo mejor que pudo, de la única forma que sabía hacerlo, trabajando de sol a sol, con un único objetivo: proveer.
Los primeros años de mi vida fueron muy felices, jugando con mis amigos en la calle, cosa muy peculiar como pequeño pueblo, en los arrabales de la gran ciudad, donde tener televisión en la casa, era un privilegio por aquellos años.
En los primeros años de 1960, mis padres decidieron separar sus vidas matrimoniales, por razones que hoy todavía no entiendo, pero en aquel momento fue para mí un trauma emocional total, el ver cómo mis seres más queridos, de pronto empezaban a tratarse de forma no habitual, aunque trataban de disimularlo delante de mí, se podía sentir la tensión existente.
De repente mi vida empezó a tomar un cambio difícil y diferente; creo que fue, si así lo recuerdo bien, el primer aspecto negativo que encontré en mi niñez. Las cosas cambiaron para mí, ahora ya tenía solamente uno de ellos conmigo por un tiempo y después, un tiempo más con el otro, sabrá Dios qué pasó, pero ahora estaba en otra escuela primaria, otros maestros, otros amigos, otra vida diferente empezaba para mí.
Esta nueva situación, estimo hoy, provocó una nueva reacción interior que en ese momento no comprendía, pero ya la escuela me disgustaba, a los maestros los detestaba, no podía hacer amigos como los hacía anteriormente, lo que trajo consigo, faltar a las clases, salir antes de hora sin autorización y, por tanto, la suspensión de mi primer año de estudios.
Al cumplir los 15 años, por primera vez me percato de que mis antiguos, compañeros de escuela, seguían avanzando, pero yo me detenía, me rezagaba repitiendo el mismo grado con otros estudiantes, que ahora serían con los que debía empezar a relacionarme amigablemente, cosa que para ese entonces era casi imposible para mí. Tenía que tomar una decisión rápida y determinante con mi vida, pues todo se traslucía muy difícil y solitario… Tenía que tomar una salida a este problema que me golpeaba y no sabía qué hacer.
En esa época se produjo una apertura para jóvenes con buenas calificaciones escolares, aplicar para becas en la Academia Naval; mis amigos aplicaron, ellos, seguro los llamarían, yo también apliqué, seguro que no me llamarían, pero era mi única tabla de salvación. Los días pasaron y a mis amigos les llegaron cartas de presentación con detalles del lugar, hora y fecha donde los ómnibus esperarían a los nuevos y futuros cadetes de la marina, para trasladarlos y ubicarlos en el Plantel Naval.
Mi carta nunca llegó, eso era de esperar, pero mis ansias eran tan fuertes que averigüé con ellos el día y hora a presentarse y me fui al lugar de recogida, en la fecha que mis amigos tenían que estar; los llamaron a todos, y yo quedé solo, sin posibilidad de embarcar el ómnibus, entre cientos de jóvenes, el único sin carta de presentación, era yo.
El oficial a cargo de hacer el llamamiento y que además recogía las cartas de presentación en la medida que entraban a los ómnibus, al verme solo en el andén, me preguntó qué hacía allí, que dónde estaba mi carta. Parece que aquel buen samaritano notó en mí el dolor reflejado en mi rostro, mis ojos rojos y humedecidos por la vergüenza. Me volvió a mirar fuerte y frío, después de unos largos segundos, me dijo: «Algo me dice que necesitas irte ahora con nosotros, pero también sé que nunca me vas a defraudar». No contesté nada porque no podía hablar, pero algunos años más tarde, le pude retornar las gracias por salvar mi futuro, mi vida y haber depositado su confianza en mí. Hoy y siempre… Gracias.
Fueron cinco años de esfuerzo y sacrificio. Yo había quemado los barcos que me llevaron a ese lugar y no había marcha atrás. Yo no podía claudicar como opción B, porque mi único enfoque era llegar a la meta final, costara lo que costara. Créanme que no fue Fácil. Pero el sabor de la victoria sabe mucho mejor, cuando al hacer el análisis retrospectivo del camino recorrido, fue forjado con sangre, sudor… y lágrimas.
Fue entonces que, en 1974 egreso, ya graduado como el segundo expediente de la Facultad de Electrónica Naval, fui honorado como profesor asistente, lo que para mí fue un privilegio ver convertido mi sueño en realidad. Ahora era yo quien tenía que servir y convertir a los jóvenes en líderes de sus propias vidas. Ése era mi deber, pagar con creces, con bondad y con honor.
Al terminar mi tiempo de servicio, pude continuar mis estudios universitarios en la Universidad de La Habana en la Facultad de Ingeniería Eléctrica. Contaba sólo con 25 años y pensé que mi vida había alcanzado el total ascenso en mi destino. Un joven con educación superior, buen salario, buena posición social; creía que el universo estaba bajo mis pies. Qué tan lejos estaba yo en ese momento de inmadurez, de poder interpretar y entender que los valores fundamentales de la creación humana, para el camino de la vida, yacían en mí y el genio que dormía dentro de mí, todavía no lo había despertado.
Ahora, a mis 67 años, es fácil ver cuántas cosas pude hacer mejor, pero el tiempo y la vida, por lo general, no te dan muchas opciones. Usualmente, la experiencia llega tarde y la suerte, por lo general, nos la vamos haciendo lentamente y muchas veces sin darnos cuenta.
Si estoy haciendo esta lectura hoy, es porque no quisiera que ningún joven se encuentre «solo en el andén», como yo lo estuve, esperando que un alma caritativa te levante del polvo, sino
que