Plantar una sombrilla de colores en la arena (Estoy aquí)
Por Ximena Peredo
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Ximena Peredo
Doctora en Ecología Política por la Universidad de Coímbra, Portugal, politóloga por el Tec de Monterrey, con diplomados en estudios de género por el Colmex y en antropología por el CIESAS. Se ha desempeñado en el periodismo de opinión, la investigación urbano ambiental y la participación ciudadana, específicamente, en la defensa de espacios naturales. Es directora de Vertebrales, imparte talleres de escritura de columna de opinión, es profesora de Ecología Urbana en la U-ERRE y es columnista del periódico EL NORTE, del Grupo Reforma. Obtuvo la beca de Conarte-Conaculta del Centro de Escritores de Nuevo León durante el año 2007.
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Plantar una sombrilla de colores en la arena (Estoy aquí) - Ximena Peredo
Primera edición, 2020 (UANL)
Peredo, Ximena, 1981-
Plantar una sombrilla de colores en la arena (Estoy aquí) / Ximena Peredo Monterrey, Nuevo León, México : Universidad Autónoma de Nuevo León, 2020. 146 páginas ; 14x21 cm. (Narrativa)
ISBN: 978-607-27-1283-6
Literatura — México — Siglo XX
CLC: PQ7298.426.E7113 .P53 CDD: 861.8 .P47 P53
Rogelio G. Garza Rivera
Rector
Santos Guzmán López
Secretario General
Celso José Garza Acuña
Secretario de Extensión y Cultura
Antonio Ramos Revillas
Director de Editorial Universitaria
© Universidad Autónoma de Nuevo León
© Ximena Peredo
Padre Mier 909 pte. esquina con Vallarta, Monterrey, Nuevo León, México,
C.P. 64000. Teléfono: (81) 8329 4111 / e–mail: editorial.uanl@uanl.mx
www.editorialuniversitaria.uanl.mx
Conversión gestionada por:
Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2021.
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www.ink-it.ink
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluido
el diseño tipográfico y de portada—, sin el permiso escrito por el editor.
Impreso en Monterrey, Nuevo León, México
Un acto de resistencia
…y deseo que la muerte me encuentre
plantando mis coles, pero sin temerle, y menos
todavía me preocupe dejar mi jardín imperfecto.
Montaigne, Filosofar es aprender a morir
Los textos que componen este libro fueron escritos con el primer objetivo de no olvidar. También escribí por gusto y necesidad. Entonces no estaba distinguiendo diario personal de bitácoras porque no pensaba publicarlos, qué va, eran totalmente míos. Sin embargo, pasados los años, abría estos archivos como quien abre un arcón, y así fui descubriendo que aquellas líneas tan personales se convertían, al paso del tiempo, en textos, es decir, en piezas que se podían sostener sin mí, que podían trascender a mi privacidad. Lo personal es político, decimos las feministas.
Este volumen, pues, no es sobre mí, aunque yo sea la autora y se trate de piezas autobiográficas. No es la vida de Ximena, para eso habría que incluir piezas tan íntimas que no tuvieron lugar en este espacio, explicaciones, defensas. El ánimo de esta selección es distinto, es honrar esos momentos que vivimos cuando lo extraordinario, por doloroso o gozoso, ocurre repentinamente y nos nombra, como ese par de tlacuaches que una mañana pasaron a saludar a mi ventana; o como las reflexiones vitales que nos brotan y que hacen más llevaderas nuestras horas.
Los textos aquí reunidos datan desde 2010 hasta 2019. Una vez elegidos advertí tres cortes espacio-temporales que bien podrían servir como divisiones del volumen: antes, durante y después de mi estancia de tres años y medio en Portugal. Así, el primer texto que compone este volumen fue escrito entre balaceras, con militares rondándonos; cuando Monterrey dejó de ser lo que era para alejarse en la memoria. Luego fue la fuga, la mía. Al sentirme rebasada por los acontecimientos, decidí darme una pausa de estudio. En Coímbra conocí en carne la unidad de los opuestos que es la saudade: felicidad y tristeza. Al terminar los estudios, retornamos a lo que definitivamente decidí llamar casa, Monterrey.
Reconocer la importancia de la vida íntima en un tiempo en el que se nos despoja de ella por sistema, y cultivar nuestras relaciones más significativas, sea con seres vivos o con espacios, son actos de resistencia. Es insubordinarse a vivir produciéndonos selfies. Es darse en la madre también; pero a la larga, es el sentido más profundo que yo encuentro en existir. Al escribir sobre nuestra vida abrimos un espacio político porque representamos al mundo. Cada representación es un pretexto para revisiones infinitas. Esa es la intención de este volumen: contemplar el microcosmos para encontrar una sobrevivencia.
Este libro, pues, es una propuesta política de observar a la vida cotidiana como nuestra última trinchera a resguardar. En tiempos de guerra y desasosiego, cultivar el jardín de casa –metafórico o no– es un acto de resistencia. Esas coles que Montaigne cuidó con tanto celo son parecidas a estas mías, sus defectos, claro, son el pretexto de la belleza, y mis intentos por crecerlas son mi más importante apuesta.
Ximena Peredo
parte_1.jpgI
Esta noche las alarmas de la ciudad están despiertas. Las escucho cerca y lejos. Son la certeza de que alguien más, en cualquier otro lugar, se queja igual que yo de no poder dormir y piensa en la rara existencia de las alarmas. Alguien como yo, empapado en sudor con la ventana abierta, recordará con nostalgia aquellas noches de ladridos intermitentes, cuando las sirenas sólo cantaban en alta mar. La descarga de alguna metralleta lejana, allá por el poniente, recuerda al desgajamiento de los truenos en racimos de siete, de ocho balazos. La noche tiene permiso.
Al recogerse la oscuridad, el pavimento se ilumina y el concreto resplandece. Tanta luz resetea la caja de los rencores y volvemos a empezar. Las tortillas al comal. Abrimos nuestras puertas y nos vertemos a la ciudad sin rocío, como pájaros sedientos. Nos subimos al tiovivo con la ropa caliente.
2
Venía yo de correr en Fundidora, y me dirigía a mi casa, en bici. Como era domingo muy temprano casi no había carros en las calles, por eso decidí, irresponsablemente, dejarme los audífonos y no interrumpir el concierto de Daft Punk. Era la única persona que esperaba el verde sobre Isaac Garza para cruzar Félix U. Gómez. Sin estar bailando, marcaba el ritmo de la música. Pensaba en lo lindo que es comenzar los domingos así, andando en bici mientras la ciudad descansa y repone energías. El sol estaba oculto entre las nubes y cierta brisa fresca, como de madrugada, se paseaba aprovechando que se podía jugar en las calles. En eso fue que vi venir del Sur una camioneta llena de militares. Ah, los militares en domingo, pensé yo. No van. ¿Qué hacen en esta mañana los militares? ¿Qué hacen perturbando el sueño de nuestras calles? Nos cruzaríamos en segundos. Ellos iban hacia el Norte y yo hacia el Oriente, el cruce de nuestros caminos era una analogía inmejorable. Porque yo no siento ir en un camino opuesto al suyo, sino alternativo. Pero, en fin, pensaba todo esto cuando de pronto, al cruzar justo enfrente de mí, los cinco militares con el rostro cubierto y sus armas al lado levantaron su pulgar y me saludaron, puedo decir que contentos. Los soldados se alegraron conmigo, por mi domingo, porque alguien, yo, medio bailaba mientras esperaba el verde. Absolutamente confundida levanté también mi pulgar, y sonreí. Luego mi semáforo cambió y crucé pensando en ellos. Talvez hubieran querido bajar de esa camioneta para salir a disfrutar un domingo, una mañana nomás. Iríamos juntos y yo les compartiría la ciudad mía, la hermosa ciudad oculta en los bolsillos del vendedor de tacos que pasa todos los días pregonando por mi calle. Los llevaría al parque, a descansar, a ver jugar a los perros. Les presentaría a Beto, a Nina y a Rubén, los tenderos de la esquina. Invitaría a mis amigos. Pasearíamos en palomilla por la ciudad, contemplando las casas bonitas, con sus helechos y sus flores rebosantes. Al final tomaríamos una cervecita y brindaríamos por las veces en que los viajes se cruzan y en la coincidencia nos encontramos. Ese punto es el paraíso que nos queda.
3
Mañana. Mañana navegaba entre los espacios y los tiempos del universo. Mañana estuvo largo rato sentada sobre el pretil de una azotea en algún lugar del Oriente. Ahí pasó el amanecer, un amanecer cremoso y frío, que la hizo ponerse de pie, estirarse y saberse bella. Mañana se puso a buscar hasta que encontró a un par de amigos en un barrio pequeñito. Se presentó, me llamo Mañana, todo es más bello de pronto, el camino que lleva a tu casa es mi alegría, la brisa, la calma, tu respiración. Pasa un avión y traza una línea. Mañana se sentó a la mesa, entró por las ventanas, se posó como estola de luz sobre sus hombros. Era la mañana, que los escogió entre miles de millones de pequeñas historias para compartir lo que ella recoge cada día, el mágico despertar de las flores de este mundo, las doradas crestas de las montañas que reciben cada día su primer rayo de sol, el abrir de ojos de las niñas y los niños de todo el planeta. Los amigos se miraron y se encontraron más hermosos que nunca, brillantes.
Mañana salió de esa casa silbando, contenta.
4
Contemplar es una acción de resistencia. Lo mismo que hacer el amor. Quien contempla no sólo se detiene y descansa, lo cual tenemos prohibido, sino que descubre motivos para percibirse existiendo de forma diferente. Frente a las venas de unos pétalos de flor se pueden