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Cataluña-España: ¿del conflicto al diálogo político?
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Cataluña-España: ¿del conflicto al diálogo político?
Libro electrónico1311 páginas22 horas

Cataluña-España: ¿del conflicto al diálogo político?

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Información de este libro electrónico

¿Por qué Cataluña no alcanzó la independencia en 2017? ¿Qué estrategias priorizará el independentismo catalán a partir de ahora? ¿Hacia donde evoluciona el conflicto político entre Cataluña y España? ¿Cómo debería articularse el diálogo político entre los gobiernos catalán y español? ¿Qué vías se podrían explorar para que la ciudadanía participe y decida su futuro colectivo de acuerdo con los proyectos políticos en conflicto? ¿Es viable la reforma de la Constitución española? ¿Qué papel pueden tener las instituciones europeas para encontrar soluciones democráticas y consensuadas en los conflictos de soberanía territorial?
Este libro pretende dar respuesta a estas y otras preguntas, analizando el conflicto político entre Cataluña y España y los hechos que han sucedido en los últimos años, a raíz del referéndum del 1 de octubre de 2017. Impulsado desde el Centro de Estudios de Temas Contemporáneos (CETC) de la Generalitat de Catalunya, y a través de la reflexión de más de sesenta autoras y autores, el libro se estructura en cuatro ejes de análisis: el debate dentro del independentismo, el debate en Cataluña, el debate en el Estado español y el debate en Europa.
Una recopilación de artículos y análisis que, desde perspectivas muy diversas y plurales, son la diagnosis más completa y sistemática publicada sobre la relación entre Cataluña y España de los últimos años. La ambición principal de este libro, sin embargo, es la de estimular un diálogo político urgente, trazando los caminos viables y definiendo las propuestas y alternativas que deberían permitir resolver democráticamente el conflicto y decidir el futuro de Cataluña y España.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jul 2021
ISBN9788413522821
Cataluña-España: ¿del conflicto al diálogo político?
Autor

Jordi Muñoz

Politólogo y analista. Actualmente es investigador y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona (UB), donde imparte las asignaturas de Comportamiento político y Métodos cuantitativos. Durante su carrera se ha especializado en política comparada. Recientemente ha publicado el libro Principi de realitat: una proposta per a l’endemà del Procés (L’Avenç, 2020), un ensayo político donde reflexiona sobre qué ha pasado en Cataluña y por qué, y donde plantea hipótesis sobre posibles soluciones y caminos de futuro.

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    Cataluña-España - Jordi Muñoz

    1.png

    Pere Almeda (ed.)

    Jordi Muñoz, Jordi Amat, Gemma Ubasart, César Colino,

    Ignacio Molina, Jaume López, Zelai Nikolas

    y Mario Zubiaga (coords.)

    Cataluña-España

    ¿Del conflicto al dialogo político?

    DISEÑO DE CUBIERTA: PABLO NANCLARES

    © de sus textos, sus autores, 2020

    © Los libros de la Catarata, 2021

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    © Generalitat de Catalunya, 2021

    Departament d’Acció Exterior i Transparència

    Centre d’Estudis de Temes Contemporanis

    Carrer de la Tapineria, 10

    08002 Barcelona

    Tel. 93 887 63 70

    www.revistaidees.cat

    Cataluña-España.

    ¿Del conflicto al dialogo político?

    isbne: 978-84-1352-282-1

    ISBN (Catarata): 978-84-1352-267-8

    ISBN (Generalitat): 978-84-18601-62-0

    DEPÓSITO LEGAL: M-18.849-2021

    THEMA: JPFN/1DSE-ES-J

    impreso en artes gráficas coyve

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    PRESENTACIÓN

    Cataluña-España: ¿del conflicto al diálogo político?

    PERE ALMEDA I SAMARANCH

    El libro que tenéis entre las manos es una iniciativa impulsada desde el Centre d’Estudis de Temes Contemporanis (CETC) de la Generalitat de Catalunya para reflexionar y analizar el conflicto político entre Cataluña y España, y los hechos acontecidos en los últimos años a raíz del referéndum del 1 de octubre de 2017. Nuestra voluntad es la de contribuir a elaborar diagnosis compartidas a través de voces plurales y diversas de lo que es, sin duda, una de las crisis políticas y constitucionales más graves de la Europa contemporánea reciente. La ambición principal, sin embargo, es la de estimular el debate académico, político y social, para trazar nuevas vías y propuestas que permitan vislumbrar las alternativas de futuro y alimentar un diálogo político urgente.

    Este no es un tema nuevo para nosotros. La reflexión orientada a pensar Cataluña y su autogobierno ha sido siempre una constante desde la fundación del CETC hace ya más de treinta años. Durante todo este tiempo, a través de la revista IDEES o de la colección de Temas Contemporáneos, el CETC ha dedicado un conjunto de monográficos a analizar el proyecto político del catalanismo, estudiar las características del sistema institucional o promover la reflexión sobre el desarrollo del autogobierno de Cataluña y su relación con el Estado. Muy vinculados también con lo anterior son los numerosos artículos de reflexión sobre la situación de la democracia, sus valores y principios, así como sobre los desafíos y retos a los que se enfrentan las democracias liberales actuales. Desde el CETC se ha intentado también estar muy presentes en los debates propios de la agenda política de cada momento. En los últimos años IDEES ha participado de la mayoría de temas que hervían en la sociedad catalana y especialmente desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña. En este sentido, se han publicado dosieres y organizado actividades vinculadas a las demandas y al ejercicio del derecho a la autodeterminación, se han tratado aspectos clave como el debate en torno a la legitimidad de la secesión, tanto a nivel interno como desde una perspectiva comparada e internacional, o más recientemente, hemos propiciado el debate sobre la evolución del concepto de soberanía en el marco de una Europa en transformación.

    Por consiguiente, es desde este bagaje histórico del CETC que retomamos el hilo de análisis de esta realidad política más cercana. No obstante, lamentamos que demasiadas veces el debate sobre el procés se ha convertido en un monotema en la política catalana que ha eclipsado el resto de ámbitos de debate urgente y que requieren toda la atención. Asimismo, vemos cómo la política española ha utilizado a menudo, el conflicto con Cataluña para ocultar las contradicciones de su sistema político y postergar reformas estructurales perentorias, mientras se alimentaba un nacionalismo esencialista y excluyente. Tenemos claro pues que esta iniciativa no quiere ser una voz más en la cacofonía colectiva en medio del ruido de las redes sociales. Nuestra misión como centro de reflexión y análisis es intentar escuchar el latido del momento contemporáneo que vivimos, lleno de incertidumbres y también de oportunidades, contribuyendo a informar al Gobierno de la Generalitat y aportar una perspectiva global sobre los grandes temas de debate público que nos ocupan. Y no podemos escuchar las desazones actuales que nos rodean si no atendemos de nuevo el conflicto estructural y secular que condiciona la sociedad catalana y española y que se ha acelerado en los últimos años.

    Somos conscientes de las dificultades que conlleva a todos niveles reanudar con normalidad el debate sobre la situación política de Cataluña y, de paso, también la de España. Son muchas las emociones y las tensiones que se han vivido tanto a nivel colectivo como individual durante estos años y sin duda, ello condiciona nuestra predisposición y nuestros propios sesgos a la hora de afrontar el debate. No hay pretensión de neutralidad en los posicionamientos, como tampoco hay neutralidad en las palabras que expresamos. Aspiramos sin embargo a llevar a cabo esta reflexión, desde un ejercicio de honestidad intelectual por parte de todos los que participan, orientado a contrastar posiciones y a hacer avanzar la deliberación pública desde el rigor y en el marco de la razonabilidad democrática de todos los planteamientos que se exponen.

    Sin embargo, constatamos que una de las consecuencias de estos años de alta intensidad política, es que se ha dañado una parte del lenguaje, abusando y desdibujando algunos conceptos, mientras se debilitaba también la credibilidad del discurso público y de las instituciones ante la incapacidad de revertir o de encauzar democráticamente una crisis estructural de estas dimensiones. Un declive, que, por otra parte, tampoco es ajeno a las tensiones que viven las democracias liberales en todas partes, pero que el conflicto ha acentuado con perfil propio y que nos conviene recomponer y encauzar rápidamente.

    Además, desde el otoño de 2017 el debate político real se ha paralizado. O mejor tendríamos que decir que se ha interrumpido y se ha estancado en una espera perturbadora marcada por los diferentes momentums, fruto de la inestabilidad derivada del propio conflicto y sobre todo por la judicialización de la política y la persecución penal del independentismo que lo ha condicionado todo. Además, muchos debates previos han quedado rápidamente obsoletos o superados por los hechos ocurridos y correspondería ahora cuestionar qué planteamientos sobreviven y cuáles pueden ser útiles y fértiles para encarar las próximas etapas.

    Corroboramos también que con la magnitud e intensidad del conflicto político vivido corremos el peligro de dejar la tierra quemada y agotar una parte primordial de las energías políticas de más de una generación. Unas energías, expectativas y horizontes que unos y otros habían depositado en el ciclo que se abrió con la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006 y que no tendrían que echarse a perder. No podemos sino inquietarnos cuando algunos, haciendo gala de realismo político, afirman que tendrán que pasar veinte años antes de que podamos superar la crisis abierta por los hechos del otoño de 2017. Un pragmatismo que podría derivar en cinismo, si no invertimos todos los esfuerzos para evitar este desperdicio de tiempo colectivo. Digámoslo bien claro: congelar el diálogo y bloquearlo evitando tomar decisiones que permitan superar la crisis estructural que arrastramos, es una grave irresponsabilidad por parte de todas aquellas instituciones y actores políticos que intervienen en el conflicto. La cronificación del conflicto comporta la degradación de la cultura política y de las instituciones democráticas y, sobre todo, el abandono de numerosas oportunidades que podríamos alcanzar colectivamente, si fuéramos capaces de superar y resolver este conflicto secular e histórico, de acuerdo con la lógica de una democracia avanzada que debería estar a nuestro alcance.

    Es por lo tanto desde esta inquietud compartida que abrimos este espacio para intentar avanzar desde el ámbito que nos corresponde: el de las ideas y del pensamiento. Nos mueve la necesidad de romper el escepticismo y la pusilanimidad del no hay nada que hacer y la conllevancia y la urgencia de aportar mayor claridad a la confusión y al desconcierto del momento actual; también queremos trascender la inercia del statu quo y la desidia de los que todo lo convierten en imposible mientras se instalan en el bloqueo permanente; y si es posible, también queremos contribuir a dejar atrás las retóricas más simplistas y las lógicas de suma cero o del tanto peor, mejor. Guste más o menos, sabemos que nada puede continuar igual tras los años intensos vividos y esperamos que más pronto que tarde la reforma o la transformación sea viable y posible.

    Este, sin embargo, no puede ser un ejercicio voluntarista o puramente bien intencionado y cargado de una cierta ingenuidad política. Conscientes de la complejidad de las dinámicas políticas, sólo será posible salir del callejón sin salida actual si abrimos caminos hasta ahora inesperados. Sabemos que la resolución de los conflictos o la salida de las crisis políticas profundas dependen mayoritariamente de la correlación de fuerzas y de la lógica del poder, pero en una democracia avanzada la legitimidad de un sistema también debería descansar en el intercambio de argumentos y en una deliberación de calidad para encontrar, al fin y al cabo, una salida justa o aceptada por todas las partes.

    En este sentido, la puesta en marcha de la Mesa de Diálogo entre los dos gobiernos que marcó la investidura y el inicio de mandato de Pedro Sánchez, escenificaba una oportunidad interesante a explorar, pero de momento, ha quedado parada por los efectos de la pandemia y la urgencia sanitaria, y a día de hoy no ha tenido más recorrido.

    A la fecha de publicación de este libro, los intentos de impulsar debates abiertos y plurales sobre cómo afrontar el diálogo y la negociación política y sobre qué premisas han sido escasos o prácticamente inexistentes. Se han puesto en marcha algunas iniciativas desde algunos ámbitos, principalmente de la sociedad civil y algunas instituciones, que de manera tímida querían alentar un nuevo clima político y propiciar un nuevo debate colectivo. Pero se echan de menos propuestas más ambiciosas que acompañen social e intelectualmente el debate político urgente que necesitamos a muchos niveles. La pandemia también ha tenido alguna cosa que ver, pero no sólo.

    Así, a pesar del escepticismo sobre las posibilidades de que el diálogo político avance a corto plazo, hemos impulsado este ejercicio para contribuir a impulsar y ordenar los debates necesarios. Los textos aquí reunidos surgen pues de la necesidad de escuchar voces plurales y diversas que ayuden a elaborar una diagnosis con muchas capas y, sobre todo, explorar específicamente las opciones plausibles de futuro. La voluntad editorial ha sido la de rehuir las actitudes que respondieran sólo a tacticismos de partido orientados a la próxima contienda electoral o a las voces que pretendían únicamente satisfacer los respectivos espacios políticos. Al contrario, esta iniciativa ha nacido con una clara perspectiva crítica, para proponer nuevas dinámicas y alejarnos de los lugares comunes. La ambición era la de abrir caminos y explorar la creatividad del ágora política, en el sentido en que lo expresaba Hanna Arendt: pensando juntos desde el pluralismo la comunidad política que queremos o podemos ser. Sólo asumiendo ciertos riesgos e innovando políticamente podremos salir de la parálisis y del tiempo muerto que no nos lleva a ninguna parte. Este es el espíritu con el que hemos animado a las autoras y autores a participar con sus aportaciones.

    También sabemos, que las prisas en los tiempos políticos son demasiado a menudo un error para llegar a la meta o a bon port como decimos en catalán. Los cambios estructurales llegan tras muchos giros de la historia, pero siempre necesitan de un primer momento donde se cuecen y afloran las ideas; más adelante, si estas ideas arraigan, se socializan y son compartidas por las bases de los movimientos sociales y políticos, se pueden volver hegemónicas y ante la expectativa de cambio, pueden hallar liderazgos colectivos y sólidos que aúnen la necesidad con la oportunidad histórica para llevarlas a cabo.

    Paradójicamente, en un mundo en shock debido a la pandemia y en plena transformación de paradigmas, nuestro conflicto no evoluciona y sigue enquistado. Nos gustaría pensar, sin embargo, que estamos en el flow de aquel proverbio oriental que dice que a veces los cambios más importantes ocurren o empiezan a producirse cuando parece que todo está parado y no pasa nada. Nuestra misión pues, era la de promover el debate, impulsar la discusión de ideas y visiones contrastadas y ayudar a formular las propuestas de futuro. Si fruto de la interacción de los actores políticos, sociales e institucionales con la ciudadanía y si el contexto de diálogo es sustantivo y la negociación política es finalmente consistente, esperamos que algunas de estas ideas puedan llegar a cristalizarse. Este era por lo tanto el propósito de esta iniciativa.

    ¿Cómo hemos estructurado el debate?

    Crear un espacio y una dinámica de debate constructiva en el marco de un contexto envenenado por el bloqueo y la polarización en las diferentes esferas de discusión pública, no es una empresa fácil. Además, como decíamos antes, el debate real se reanudará de nuevo y en algunos casos prácticamente desde cero. A la vez son muchas las preguntas que quedan por responder desde que entramos en este impasse político. Para evitar el riesgo de una conversación estéril o improductiva, hemos optado por definir el punto de partida desde el cual interpelar a los autores y autoras que han participado en este proyecto. Hemos segmentado la discusión en cuatro ejes que están interrelacionados y que a la vez reflejan diferentes dimensiones del conflicto. Cuatro ejes que hemos conceptualizado conjuntamente con los coordinadores y que se estructuran de la siguiente manera:

    1. El debate dentro del independentismo – Coordinado por Jordi Muñoz.

    2. El debate en Cataluña – Coordinado por Jordi Amat y Gemma Ubasart.

    3. El debate en el Estado español – Coordinado por César Colino e Ignacio Molina.

    4. El debate desde la dimensión europea e internacional – Coordinado por Jaume López, Zelai Nikolas y Mario Zubiaga.

    Obviamente, esta propuesta metodológica podría haberse organizado de otra manera y de acuerdo con un debate más amplio y general. Sin embargo, la definición de estas cuatro dimensiones nos permite estructurar y ordenar los debates existentes y objetivarlos de manera parcial, pero a la vez con una lógica complementaria con el resto. Un ejercicio que tendría que permitir entrever una visión bastante completa de las distintas miradas y al mismo tiempo clarificar algunas de las contradicciones, las síntesis y las alternativas futuras que se dibujan, así como también algunas de las estrategias para conseguirlas. Proponemos pues, cuatro puntos de partida con la voluntad que los textos se puedan leer en diálogo entre sí, dentro de cada eje y también en relación con los demás. Buscamos e incluimos visiones contrapuestas para obtener una imagen más real y cercana de los diferentes posicionamientos y distinguir las propuestas plausibles que pueden enmarcar la agenda política en relación al conflicto. Un ejercicio que habrá que interpretar de acuerdo con el contexto más amplio de los debates colectivos que se produzcan.

    La figura de la coordinación, como voz autorizada y reconocida, nos ha permitido dar forma a las preguntas iniciales del debate, tal como explican los respectivos textos que abren la discusión. Quiero agradecer especialmente a Jordi Muñoz, Gemma Ubasart, Jordi Amat, Nacho Molina, César Colino y Jaume López su predisposición a colaborar en esta iniciativa y compartir los objetivos que nos proponíamos, así como su lucidez y buen hacer a la hora de plantear los diferentes debates. Conjuntamente con todos ellos, invitamos a participar en este espacio a personas expertas y relevantes con ascendencia en los diferentes posicionamientos ideológicos presentes en cada una de las dimensiones alrededor de las cuales estructuramos el debate. Se consideró oportuno iniciar este ejercicio de reflexión y propuesta, yendo más allá de los liderazgos que habían estado en la primera línea de las instituciones o de las fuerzas políticas protagonistas en estos últimos años. Buscábamos a personas representativas de las diferentes sensibilidades, con incidencia e influencia, pero también con capacidad para responder con rigor y total libertad a las preguntas que se han formulado, superando cualquier contención orgánica. Voces diversas y plurales, desde el equilibrio de género y también generacional, que reflejaran las tensiones y los debates abiertos tanto en el ámbito académico como en el mundo político y social.

    Todo ejercicio también tiene sus excepciones, y entre la larga lista de más de sesenta nombres que conforman esta recopilación, quisimos incluir a Jordi Cuixart y a Jordi Sànchez [1], por el interés de su testimonio y visión, y también como un acto imprescindible para hacer presente su voz, teniendo en cuenta su situación actual, condenados injustamente y encarcelados pronto hará cuatro años. El valor de las palabras que podían aportar en el afán de su lucha política es relevante para los escenarios futuros que deben empezar a entreverse.

    El conjunto de los artículos que presentamos en este volumen se empezó a publicar en junio de 2020 en la web de la revista IDEES y de manera progresiva durante casi nueve meses, hasta marzo de 2021 [2]. Durante este tiempo se publicaron dos o más artículos por cada eje de análisis, hasta completar el listado aquí recopilado. Una masa crítica de autoras y autores que aceptaron participar y a quienes quiero agradecer su reflexión y aportaciones al debate y las propuestas. Cuatro dinámicas de debate para superar el estancamiento y la crisis política vivida intensamente. Esperamos que el conjunto de esta obra contribuya también a ser un punto de inflexión para retomar un dialogo sustantivo que nunca debería detenerse y reseguir finalmente el hilo de Ariadna para salir del laberinto.

    NotEs

    [1] Finalmente Jordi Sànchez no pudo participar.

    [2] https://revistaidees.cat/es/monografics/dossier-especial-catalunya-espanya-del-conflicte-al-dialeg-politic/

    PERE ALMEDA I SAMARANCH

    Director del Centre d’Estudis de Temes Contemporanis de la Generalitat de Catalunya y de la revista IDEES que edita este libro. Jurista y politólogo, es profesor asociado de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona. Ha asesorado y trabajado en varias instituciones como el Parlament de Catalunya, el Parlamento Europeo o Naciones Unidas. Fue coordinador del proyecto internacional de Sant Pau y de la Fundació Catalunya-Europa.

    EL DEBATE DENTRO DEL INDEPENDENTISMO

    Coordinación: Jordi Muñoz

    introducción

    CARTOGRAFÍA DEL DEBATE INDEPENDENTISTA

    JORDI MUÑOZ

    En Cataluña hay muchos debates pendientes. Probablemente los años de aceleración histórica que vivimos y hemos vivido han hecho más difícil la reflexión reposada, la perspectiva y el intercambio tranquilo de ideas. La actualidad gira muy rápido, y la sobreexposición mediática que padecemos, convenientemente amplificada por las redes sociales, a menudo nos hace estar más pendientes de la última batallita anecdótica que de los debates de fondo. Y, sin embargo, la concatenación de polémicas efímeras, declaraciones y contradeclaraciones puede ser perfectamente un camino que no vaya a ninguna parte. Podríamos estar dando vueltas a la noria sin saber cómo salir. Por eso es importante tratar de escapar de esta telaraña de la actualidad y del corto plazo. Hay que encontrar espacios para tomar aire, levantar la mirada y plantear de manera explícita los debates de fondo, sin miedo a la discrepancia.

    Entre los debates de fondo que hay pendientes seguramente hay uno que tiene su importancia: es el debate estratégico interno al movimiento independentista. Es un debate parcial, que solo tiene sentido en el contexto más general de los debates colectivos que deben generarse en la sociedad catalana entre todos los actores y sectores. Pero es un debate relevante, sin embargo. Y, no hace falta decirlo, con una gran influencia sobre la dinámica general de la política catalana.

    Y este es un debate especialmente afectado por el ruido. De hecho, es un debate que queda a menudo enterrado bajo aspectos implícitos. Seguramente, porque dentro del movimiento independentista no hay solo un debate estratégico, sino que hay también un debate ideológico –como es natural– y mucho, mucho partidismo. La diversidad ideológica del soberanismo es, evidentemente, un factor de división interna importante. Dentro del independentismo conviven visiones del mundo muy distantes entre sí, a menudo contrapuestas. Y esto tiene un reflejo en todos los debates, como es lógico. Pero dentro del soberanismo también hay, como ocurre siempre, una fuerte competición entre grupos y partidos por la hegemonía interna, electoral e institucional. La lucha por la hegemonía tiene lugar, como suele ocurrir, en las trincheras partidistas. Nadie debería escandalizarse por ello: forma parte del pluralismo democrático.

    Sin embargo, en el contexto actual la intensidad de la competición interpartidista a menudo tapa los debates estratégicos. Y por eso resulta difícil saber exactamente qué piensa cada uno y qué proponen los diversos actores. Este es el primer objetivo de este dosier: tratar de desenterrar los debates, sacarlos a la superficie, hacerlos explícitos e inteligibles. Saber de qué estamos hablando. No con la pretensión naíf de solucionar nada, ni de construir un nuevo consenso. Que nadie vea un intento de construir un diagnóstico unitario: en este dosier solo pretendemos poner a disposición de los lectores el debate de fondo dentro del independentismo en unos términos que todo el mundo pueda entender, ahorrándonos la contaminación acústica de la cotidianidad. Aspiramos a despojar los argumentos de los elementos coyunturales y tácticos, y a abandonar los elementos implícitos y sobreentendidos con que normalmente se discute hoy en Cataluña y también dentro del soberanismo.

    El segundo objetivo del dosier, vinculado al primero, es tratar de aumentar el nivel de rigor y exigencia en el debate. Ir más allá de la ocurrencia, del efectismo retórico y la palabrería. Y esto requiere, entre otras cosas, un poco de tiempo y espacio, y eso es lo que este dosier quiere ofrecer a los autores y las autoras, a los lectores y las lectoras. Pero sobre todo se requiere una disposición analítica a construir argumentos rigurosos, libres de falacias, trampas argumentales, argumentos ad hominem y otros recursos que, desgraciadamente, son demasiado habituales en el debate público cotidiano. De alguna manera, se trata de huir del maniqueísmo de los traidores contra hiperventilados y de la sospecha permanente, porque es un esquema que empobrece el debate y lo encadena al prejuicio y al esquematismo binario.

    Con el fin de acercarnos a estos objetivos, hemos pedido colaboraciones a una lista larga y diversa de personas que creemos que tienen algo que aportar a este debate. Les hemos pedido artículos reposados y analíticos, y les hemos ofrecido el tiempo y el espacio para poderlo hacer. En la selección de colaboradores hay una voluntad explícita de buscar la máxima diversidad de voces. Aunque no se puede leer la lista en términos de cuotas ni de peso relativo de cada sector o espacio (no tendría sentido), sí hay un intento de cubrir, razonablemente, toda la diversidad interna del soberanismo. Diversidad también generacional y de género, por supuesto. Estas listas siempre podrían ser más largas, claro. En todo caso, en la que hemos confeccionado el criterio principal han sido las ganas y la capacidad de hacer este ejercicio más analítico, con un poco más de perspectiva y de rigor. Creemos que todas las personas que participan tienen esta disposición, piensen lo que piensen.

    Al hacerles el encargo les hemos planteado, también, una serie de preguntas que pueden ayudar a estructurar el debate. Aunque tienen libertad para ignorarlas total o parcialmente, hemos querido plantear los interrogantes como una herramienta para disciplinar el debate y favorecer que las diferentes contribuciones dialogaran las unas con las otras. Más concretamente, les hemos preguntado: primero, por qué Cataluña no alcanzó la independencia en 2017; segundo, qué creen que le falta al independentismo para alcanzar su objetivo; tercero, cómo creen que se debería articular la diversidad ideológica y organizativa interna del independentismo; y cuarto, cuál creen que debería ser la prioridad estratégica del independentismo tras las elecciones al Parlament de febrero de 2021. Hemos planteado, en definitiva, un diagnóstico de lo que ha pasado y de donde estamos, pero también planteamientos de presente y futuro inmediato.

    En cualquier caso, los textos del dosier sobre el debate dentro del independentismo nos permiten hacernos una imagen bastante completa de cuáles son sus términos. Se trata de un debate muy afectado por el ruido y la simplificación, y por eso el objetivo era poder diagnosticarlo bien. Desgraciadamente, en el dosier no están todas las voces que queríamos. Singularmente, hay un déficit de contribuciones provenientes del entorno actual de Junts per Catalunya. Hemos invitado hasta a cuatro personas diferentes que entendíamos que podían representar adecuadamente esta visión, pero por razones diversas no han podido participar. Por eso pensamos que es necesario complementar la lectura de este dosier con aportaciones como el libro Eixamplant l’esquerda, de Josep Costa (Comanegra, 2020) o el documento Preparem-nos del Consell per la República (2020) para tener una imagen completa. En todo caso, hecha esta salvedad, creemos que tenemos bastantes elementos para poder construir un mapa analítico bastante completo del debate dentro del independentismo. En ningún caso el dosier estaba pensado como un ejercicio representativo ni de cuotas. Solo quería entender y ayudar a entender los términos reales del debate, más allá de las simplificaciones.

    La lectura de estas contribuciones y de otros textos permite ver con claridad dónde están los nudos del debate dentro del independentismo. En 2017 el soberanismo catalán planteó un embate al Estado y no tuvo éxito; después de más de tres años, los principales actores del independentismo no han podido consensuar todavía un diagnóstico mínimamente compartido sobre qué pasó y por qué. Y esto explica, en buena medida, el bloqueo en el que a menudo se encuentra el independentismo. La experiencia de 2017 ha dejado muchas lecciones, pero también muchas heridas abiertas. Por eso no es fácil construir un planteamiento mínimamente compartido de futuro si no se consigue pasar página y salir de lo que Xavier Domènech ha llamado acertadamente la jaula melancólica de 2017.

    En el fondo, el debate no es tan binario ni sencillo como se presenta a veces. Más allá de la dicotomía entre traidores e hiperventilados, hay varios debates entrecruzados. Podemos distinguir, de hecho, dos dimensiones. La primera tiene que ver con la interpretación del pasado y la segunda con las estrategias de futuro. La primera condiciona mucho la segunda, pero son analíticamente diferentes. Repasémoslas.

    EL DEBATE SOBRE 2017: ¿POR QUÉ CATALUÑA

    NO ES INDEPENDIENTE?

    El primer debate, y quizás el principal, está relacionado con la interpretación del pasado. Las posiciones en este debate están definidas por las respuestas a la pregunta de por qué el embate de 2017 no llevó a la independencia. No nos referimos a las discusiones sobre la intrahistoria de aquellas semanas y meses, eso ha sido sobradamente documentado por periodistas y por algunos de los protagonistas en libros de memorias. En este sentido, resultan especialmente interesantes de leer el libro Tota la veritat (Ara Llibres, 2018), escrito por un grupo de periodistas de diferentes medios que intentaron reconstruir de manera minuciosa todos los detalles de aquellos acontecimientos, o las memorias en dos volúmenes del presidente Carles Puigdemont (La Campana, 2020), en las que expone su versión de los hechos.

    Pero todo eso, que tiene importancia sobre todo para los protagonistas, y ciertamente condiciona mucho sus relaciones y vivencias, no es el debate fundamental. Aunque hay una cierta tendencia a confundirlos y mezclarlos, el debate importante no tiene que ver con los detalles de lo que pasó, ni con las lealtades, deslealtades o traiciones que unos y otros protagonistas se puedan atribuir mutuamente, sino que reside fundamentalmente en la interpretación de lo que pasó y de sus causas. En este sentido, podemos identificar, básicamente, dos grandes interpretaciones. Evidentemente, este ejercicio de ordenación analítica del debate conllevará necesariamente una simplificación de las posiciones. Hay quien se sitúa en el medio y combina elementos de una y otra visión, pero a grandes rasgos es útil pensar en estas dos visiones, que ponen el énfasis en lugares diferentes.

    La primera visión incluye a todas aquellas personas que atribuyen el fracaso del choque de 2017 a factores endógenos, propios del movimiento independentista. Son los y las que piensan que Cataluña no alcanzó la independencia en el 2017 porque al independentismo le faltó determinación, valentía, decisión o preparación.

    En este grupo hay, ciertamente, acentos diferentes, pero todos tienen en común el hecho de que para entender las causas de lo que pasó en 2017 miran básicamente hacia dentro del independentismo, más que hacia afuera del movimiento. Si repasamos las contribuciones a este dosier, y otros textos, encontramos a quien habla de falta de decisión y dudas, o de una excesiva prudencia en momentos clave. Algunos sitúan estos momentos clave en el 3 de octubre de 2017, otros en el 10 y otros en el 27. Pero todos coinciden en señalar que, si en aquellos momentos críticos el independentismo hubiera decidido ir más a fondo, las cosas se habrían podido resolver de otra manera. Es la tesis de la ventana de oportunidad, que habría estado abierta durante unos días o semanas y se habría desperdiciado. Pero no todo el mundo lo plantea en términos de falta de astucia o de decisión en los momentos clave. También hay quien se refiere a la falta de previsión y preparación de escenarios de confrontación dura. Las hipótesis de los líderes independentistas sobre la respuesta del Estado, dicen, eran excesivamente ingenuas. Un movimiento más maduro habría sido más realista, y habría previsto la posibilidad de situaciones de confrontación de mayor dureza. Quizás, dicen algunos, no se previeron otros escenarios por falta de capacidad de los liderazgos. Se trataría, pues, de un problema de calidad.

    Hay quien piensa, más bien, que no había voluntad real. Son las voces que enuncian una nueva versión de la vieja hipótesis de la traición de los líderes: en el fondo, dicen, los líderes del procés no querían llevar al país a la independencia, ni estaban dispuestos a asumir los riesgos, sino que lo que buscaban era explotar políticamente el procés como una finalidad en sí misma para agarrarse al poder. La esencia de lo que se denomina procesismo, pues, sería precisamen­­te esta: no conseguir la independencia sino alargar el proceso indefinidamente para poder vivir de él. La tensión emocional del procés garantizaría a los líderes un entorno de fidelidades políticas que evitarían el rendimiento de cuentas.

    Y también hay quien atribuye el problema del independentismo a la división interna del movimiento, a las desconfianzas entre los diferentes actores. Alimentado por las crónicas detalladas que se han ido publicando, hay quien piensa que el problema es que los diferentes actores del independentismo se miraban de reojo y pensaban sobre todo en la competición electoral entre ellos. Eso habría llevado el movimiento a la parálisis, y habría evitado que pudieran triunfar.

    A pesar de su diversidad, todas estas tesis comparten el hecho de que miran, sobre todo, hacia dentro del independentismo para explicar qué pasó en 2017. El contrafáctico implícito (o explícito) es que, si el movimiento hubiera sido más astuto, o hubiera estado más preparado, o más unido, o mejor guiado, habría podido triunfar. Por eso, de esta interpretación se deriva una consecuencia lógica relativamente sencilla: si las causas son endógenas, la solución también lo será. Es decir: la solución para conseguir el objetivo político se encuentra dentro del propio movimiento. Se trata de tener mejores liderazgos, o de ser más astutos, o de ser más determinados, más valientes, más decididos, menos ingenuos, o de prepararse mejor para una confrontación dura. De cohesionar y unificar el movimiento. O de tener líderes que realmente quieran conseguir la independencia y no solo decir que la quieren conseguir.

    Frente a estas interpretaciones, hay otras que identifican en las condiciones externas las razones para no haber alcanzado la independencia. Son las voces que nos dicen que no hace falta ir a buscar el problema, fundamentalmente, dentro del movimiento, sino fuera. No niegan que algunas de las debilidades que enumeran los otros son reales, pero argumentan que nada de todo eso habría marcado la diferencia. Porque el problema fundamental del movimiento soberanista no tiene que ver con la disposición o habilidad del independentismo, sino con las condiciones objetivas en que se planteaba el envite. La famosa correlación de fuerzas.

    Como antes, también podemos identificar aquí distintos matices y énfasis en factores diferentes. Hay quien pone el foco en la correlación de fuerzas dentro de Cataluña, en el hecho de no haber conseguido una mayoría inapelable a favor de la independencia. Ni en las elecciones de 2015, ni en el referéndum del 1-O, ni en las elecciones de 2017. El hecho de no haber conseguido el apoyo de una mayoría absoluta del electorado catalán sería el principal obstáculo para transitar hacia la independencia. El mandato democrático no era, pues, suficiente. También hay quien, aparte de eso, hace énfasis en la polarización y en la división de la sociedad catalana. La reacción del electorado unionista en Cataluña, las manifestaciones en la calle y los resultados que obtuvo entonces Ciudadanos son vistos como uno de los obstáculos principales. Porque dibujaban un escenario de potencial fractura social que hacía intransitable el camino hacia a la independencia. Sin un mínimo de cohesión que garantizara la convivencia, el proyecto republicano sería inviable.

    Pero entre las explicaciones exógenas, también hay quien mira más bien hacia fuera, más allá de lo que pasa en la sociedad catalana. Sobre todo, al enorme desequilibrio de capacidad y poder de las instituciones catalanas respecto del Estado español. Comparadas con el Estado español, que dispone de un aparato coercitivo muy sólido, las instituciones catalanas son extremadamente débiles. Por eso, estas lecturas de 2017 insisten en que hay que tener en cuenta un factor que una parte del independentismo a menudo olvida: la capacidad del Estado. Capacidad fiscal, administrativa, jurisdiccional, policial y militar. Todo eso hace del Estado español un ente muy robusto, frente al cual las instituciones catalanas son mucho más débiles. Finalmente, hay quien pone el énfasis en la esfera internacional. En la geopolítica. El papel de la Unión Europea y la inserción del Estado en la comunidad internacional hacían, de hecho, muy complicado el tránsito hacia la independencia. Porque el reconocimiento internacional es un factor necesario en la última fase de cualquier proceso de independencia.

    Las implicaciones de las interpretaciones exógenas son más complejas. Porque tienen que ver con la necesidad de transformar las condiciones objetivas que se interponen entre el independentismo y su objetivo político. Hay que reforzar las mayorías internas, hay que prevenir la polarización y la fractura de la sociedad catalana, hace falta reforzar las instituciones propias y buscar los puntos débiles de las españolas, y hay que trabajar en la arena internacional para reforzar la posición de Cataluña y tratar de favorecer o aprovechar un contexto de oportunidad. Todo eso es necesariamente más difícil y costoso que las transformaciones internas al movimiento que proponen los que defienden las explicaciones endógenas. Y eso explica, como discutiremos más adelante, algunas de las divergencias estratégicas.

    Muy probablemente, muchos lectores estarán pensando que estas dos familias de explicaciones no son incompatibles entre ellas. De hecho, no lo son: podría haber pasado todo al mismo tiempo: liderazgos deficientes, falta de decisión, falta de unidad, correlación de fuerzas interna y externa desfavorable, etc. Pero la cuestión no es esta, sino la convicción sobre cuáles fueron los factores clave. En otras palabras: cuál de estas circunstancias, si hubiera sido diferente, habría llevado a un resultado diferente. Aquí es donde encontramos las diferencias.

    LAS RAÍCES DE LA DISCREPANCIA

    ¿Cómo se ha llegado a esta divergencia de interpretaciones? ¿Cómo podemos explicar que se hayan ido imponiendo lecturas tan contrapuestas sobre lo que pasó en 2017 y sus causas? Probablemente aquí hay que hacer referencia, sobre todo, a las adhesiones partidistas. Son las líneas de fractura entre partidos las que han alimentado, ampliado y solidificado las diferencias. Por eso, resulta relativamente sencillo identificar las posiciones con los alineamientos de partido. No hay una correspondencia perfecta, y en los entornos y militancias de todos los partidos independentistas hay una cierta diversidad, pero no es ningún secreto que las interpretaciones que hemos llamado endógenas son más frecuentes en el entorno de Junts per Catalunya, mientras que las exógenas han calado más en el entorno de Esquerra Republicana y, en parte, también de la CUP.

    Sin embargo, sería reduccionista limitar las causas de esta discrepancia de fondo a las adhesiones partidistas. Porque, en el fondo, las dos posiciones que hemos señalado remiten a dos miradas muy diferentes sobre la realidad, una que podríamos decir más materialista y la otra de más idealista. Pero también subyacen, desde mi punto de vista, sensibilidades diferentes respecto de la cohesión social. Eso explica que haya una cierta (imperfecta pero evidente) relación entre las posiciones en este debate y las posiciones tradicionales en el eje izquierda-derecha. Aunque en el independentismo ha habido un cierto proceso de difuminación de las fronteras ideológicas, es evidente que hay tradiciones ideológicas diferentes, como ha habido siempre en el catalanismo. Y mientras que en la izquierda predominan más las explicaciones exógenas, en la derecha predominan más las endógenas.

    Aparte de la cuestión ideológica, también hay un tema geográfico. El hecho de que Cataluña sea un país políticamente asimétrico comporta que haya también en las bases independentistas niveles muy diferentes de exposición cotidiana a la diversidad sociopolítica y cultural del país. No es ninguna coincidencia que la visión endógena, la que ubica el problema dentro del movimiento, sea predominante en los entornos en que el independentismo es más fuerte, mientras que la que pone el acento en los condicionantes externos tiene más predicamento en las zonas metropolitanas y políticamente más heterogéneas.

    Todo eso explica, desde mi punto de vista, lo que algunos observadores han interpretado como un desconcertante cambio de papeles entre los principales partidos del soberanismo. Si tradicionalmente Esquerra Republicana representaba la línea más claramente independentista, Convergència Democràtica y sus sucesivas refundaciones representaban la posición más moderada y pactista. Pero ahora eso se habría invertido, y Junts per Catalunya representaría posiciones más duras y Esquerra Republicana, en cambio, habría girado hacia posiciones más moderadas. El espacio de la CUP tiene una posición singular, más difícil de clasificar, pero con puntos de contacto evidentes con las tesis exógenas. El trasfondo ideológico y la geografía electoral de las dos formaciones explicarían, pues, esta divergencia y el cambio de papeles. Solo hay que mirar los mapas electorales de los dos partidos para entenderlo: en un patrón que se ha ido agudizando desde 2017, Esquerra Republicana se va haciendo fuerte en las comarcas metropolitanas y del sur de Cataluña, mientras que Junts concentra su hegemonía sobre todo en la Cataluña Central y las comarcas de Girona. Todo eso se explica, probablemente, por las crecientes divergencias estratégicas, pero lo que es relevante es que las refuerza. Cuanto más diferentes sean los dos electorados, más alejadas estarán sus visiones.

    LAS CONSECUENCIAS DE LA DIVISIÓN

    ¿Por qué es tan importante esta división? ¿Por qué las interpretaciones del pasado son todavía ahora tan determinantes en el debate dentro del independentismo? Evidentemente, eso tiene que ver con la conexión entre diagnóstico y tratamiento. A diagnósticos diferentes corresponden vías de solución diferentes. Por eso, estas dos interpretaciones tienen ramificaciones tan distintas. Los que privilegian las explicaciones endógenas, priorizan soluciones también endógenas. Si el problema está dentro del independentismo, lo que hace falta es intervenir sobre el movimiento: hacerlo más cohesionado, más determinado, más preparado para resistir niveles más elevados de confrontación, o con liderazgos más dispuestos a llegar hasta el final. La receta que se impone, por lo tanto, está dentro del independentismo, y abjura de coaliciones y acuerdos fuera del movimiento y de cualquier rebaja discursiva. Se apuesta por una intensificación del conflicto, en el corto plazo.

    Por el contrario, los que privilegian explicaciones relacionadas con la co­­rrelación de fuerzas miran sobre todo hacia fuera del movimiento para encontrar soluciones. Para alterar la correlación de fuerzas, dicen, hay que mirar más allá del independentismo, articular discursos basados en elementos que puedan suscitar consensos más amplios (la amnistía, el derecho a decidir) y plantear el conflicto en términos democráticos más que en términos de minoría nacional. Eso va aparejado con la voluntad de buscar alianzas con formaciones políticas y sociales no estrictamente independentistas, también en el resto del Estado, que puedan contribuir a modificar el statu quo. Eso implica, también, pensar en tiempos más largos y plantear un proceso necesariamente más lento de acumulación de fuerzas.

    EL DEBATE SOBRE EL FUTURO: EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES

    Aunque lo que hemos descrito más arriba es, probablemente, la línea de fractura principal dentro del independentismo, y tiene ramificaciones estratégicas importantes, no agota toda la complejidad del debate. Leyendo las contribuciones a este dosier se hace evidente que hay otro debate que tiene que ver con el papel de las instituciones en el proceso hacia la independencia. Durante los años del procés (aproximadamente 2012-2017) la doctrina dominante era que las instituciones de la Generalitat eran la palanca necesaria para construir estructuras de Estado y dar el paso de la ley a la ley. Esta doctrina quedó bastante cuestionada por la experiencia de 2017 y los límites de las instituciones autonómicas se hicieron evidentes, sobre todo a raíz de la aplicación del artículo 155 para suspender la autonomía.

    Pero no todo el mundo ha sacado las mismas conclusiones de aquella experiencia. A grandes rasgos, hay quien sigue confiando en las instituciones autonómicas como herramienta de construcción de soberanía, y quien ha dejado de confiar. Difícilmente encontraremos ya a quien piense en la vía de las estructuras de Estado tal como se planteó entre 2015 y 2017. Pero sí que hay planteamientos dentro del independentismo que identifican en las instituciones del autogobierno el elemento fundamental para impulsar el proyecto de independencia. Por varias razones. En primer lugar, porque las instituciones autonómicas representan una herramienta importante de intervención política. Las instituciones crean comunidad y las políticas que se lleven a cabo pueden contribuir a cohesionarla o tensionarla. Pueden favorecer adhesiones al proyecto soberanista o, por el contrario, pueden alejar a la ciudadanía. En segundo lugar, porque las independencias, en general, las suelen conseguir los protoestados, no las comunidades sin institucionalidad propia.

    Pero también hay quien ha sacado la conclusión contraria de la experiencia de 2017: las instituciones autonómicas no son una herramienta útil. Al contrario, hay quien las identifica, de hecho, como un obstáculo para la independencia. En algunos casos, eso se deriva de la tradición política de una parte del independentismo, muy crítico con las instituciones. Y en otros es, sencillamente, una conclusión de su lectura de lo que pasó en 2017.

    La idea de que las instituciones de autogobierno serían un obstáculo para el proyecto independentista se basa en varios argumentos. Primero, porque se cree que podrían hacer más tolerable el statu quo y, por lo tanto, desmovilizar. Segundo, porque entienden que las instituciones contribuyen a crear una especie de casta de cargos autonómicos con pocos incentivos para arriesgarse. Y tercero, porque en el fondo estas instituciones actúan bajo la lógica jurídica y administrativa española, y por eso a menudo acaban haciendo de ejecutores incluso de la represión política al propio independentismo que las gobierna. Y son débiles y vulnerables ante la represión legal del Estado.

    Por eso son tan populares en determinados entornos los proyectos de construcción de institucionalidad alternativa, fuera del Gobierno y del Parlamento autonómicos. El Consell per la República es el buque insignia de esta corriente: se basa en la idea de que una institucionalidad propia, ubicada fuera de España, y por lo tanto fuera del alcance de la legislación española, es la herramienta que puede pilotar la transición hacia la plena soberanía. La apuesta para desarrollar institucionalmente el Consell per la República, inspirada en otros casos de diásporas, es central en determinados entornos del independentismo.

    Por el contrario, también hay quien ve este tipo de proyectos con una cierta preocupación. Más allá de las tensiones partidistas que han dominado el Consell, hay argumentos de fondo. Las instituciones de este tipo son necesariamente de una parte; no son instituciones de todo el país, sino solo del independentismo. Vista la realidad de la sociedad catalana, el hecho de que como mínimo la mitad del electorado no se sienta interpelada ni representada por ellas las convierte de facto en instituciones de movimiento. Pero no pueden ser, por definición, instituciones inclusivas de país. La legitimidad que dan el sufragio universal y la participación masiva de todas las tendencias en las elecciones autonómicas no se puede sustituir por formas alternativas de legitimidad, basadas en la adhesión de un sector concreto de la sociedad. Una apuesta exclusiva por este tipo de instituciones alternativas, de hecho, podría ensanchar la distancia entre el soberanismo y el resto de la sociedad catalana. Y, en este sentido, sería contraproducente para los objetivos políticos del movimiento. En cambio, estas instituciones quizás pueden ser útiles si se entienden como instituciones de movimiento, espacios de coordinación y acción política, pero sin pretensión de sustituir la legitimidad de las instituciones de país.

    En este debate también hay quien, por tradición política, confía básicamente en la acción política extrainstitucional, en la protesta, la movilización y el trabajo de base, en la calle. La dicotomía calle-instituciones está presente en buena parte de los movimientos transformadores y siempre genera tensiones mal resueltas. La combinación de ambas cosas parece a priori la opción ganadora, pero no siempre resulta fácil, porque la lógica, los tiempos y los incentivos de una y otra son bien diferentes.

    Todo eso se traduce también en frecuentes desencuentros en torno a la idea y la práctica de la desobediencia. El independentismo pos procés tiene su momento fundacional en un gran momento de desobediencia civil e institucional. La desobediencia forma parte, por lo tanto, del núcleo de lo que define hoy este movimiento. Sin embargo, hay posiciones confrontadas sobre qué, cómo y cuándo utilizar esta herramienta.

    Una de las características de la desobediencia civil es la asunción de las consecuencias, generalmente en forma de represión. Eso es una decisión consciente de quién utiliza la desobediencia y tiene también implicaciones personales y colectivas. En el caso de querer practicar la desobediencia desde las instituciones, aparte de las dificultades inherentes que comporta trabajar desde unas instancias que están concebidas precisamente para aplicar el principio de legalidad, está el riesgo de parálisis institucional.

    Este debate tiene que ver con lo que discutíamos más arriba: quien considera las instituciones autonómicas una herramienta importante ve más inconvenientes en involucrarlas en acciones de desobediencia más o menos simbólica, y quien las ve como una rémora o, en todo caso, como un elemento accesorio en la acción política soberanista, tiene más tendencia a querer sacrificar su funcionamiento normal para hacer evidente la represión y las limitaciones que impone el Estado español. Casos como los debates en la mesa del Parlamento durante toda la legislatura 2017-2021 o a la presidencia de la Generalitat revelan estas discrepancias.

    ¿EXISTE UNA POSIBLE SÍNTESIS?

    Esta cartografía puede ser parcial e incompleta, porque se basa por fuerza en la simplificación. Seguro que hay muchas más voces y posiciones intermedias y diferentes, pero en todo caso quiere representar analíticamente los términos del debate. Eso puede ser útil para explorar si hay una posibilidad de síntesis.

    En sentido estricto, es difícil reconciliar posiciones tan diferentes. La síntesis entre dos lecturas casi contrapuestas de lo que pasó en 2017 y de sus causas es muy complicada. Probablemente la salida más razonable pasaría por tratar de circunvalar el debate. No es realista pensar que habrá un acuerdo en una diagnosis compartida tres años más tarde. Pero si se parte del reconocimiento de las posiciones del otro, entonces quizás sea posible construir unos mínimos consensos. Eso es especialmente relevante porque el electorado independentista sigue dividido y no ha dado una hegemonía clara a ninguna de las dos visiones.

    ¿Cómo podría ser esta síntesis? Es difícil pensarla sin caer en la falacia del punto medio. En este texto no hay la pretensión de neutralidad ni equidistancia en este debate, porque está escrito desde una posición muy bien definida (véase Principi de Realitat, L’Avenç, 2020). Pero partiendo de esta cartografía del debate se puede pensar en posibles puntos de encuentro.

    El primero de estos puntos de encuentro podría ser en torno a la idea de que hay que superar el falso dilema entre diálogo y unilateralidad. La apuesta por el diálogo y la negociación es importante y necesaria, porque es la mejor manera de resolver el conflicto, pero no se puede convertir en el único camino imaginable para el soberanismo, que tiene que pensar en alternativas. Porque habida cuenta de la dificultad objetiva que tiene un proceso de diálogo en las circunstancias actuales, este puede ser muy fácilmente un callejón sin salida. La correlación de fuerzas, la radicalización de la derecha nacionalista española y el papel del poder judicial y los aparatos del Estado y las estructuras de poder real hacen que, incluso en un contexto de aritmética parlamentaria favorable, sea difícil vislumbrar una resolución favorable del proceso de diálogo. De hecho, las dificultades que ha tenido desde el comienzo son una buena señal de ello.

    Otro punto de fricción tiene que ver con lo que algunos llaman ampliar la base, que posiblemente es una expresión desafortunada para referirse a la necesidad de aumentar el apoyo al independentismo. Y, sobre todo, reducir la distancia con el resto de la sociedad para matizar el rechazo a la idea de la independencia. Mientras que los que defienden lo que hemos denominado las teorías endógenas piensan que no es una necesidad, los que proponen teorías exógenas lo conciben como una condición necesaria para avanzar. Estas son posiciones difícilmente reconciliables. En parte, quizás, eso tiene que ver con una cierta sospecha de que la idea de ser más puede servir como excusa para la resignación y la inacción. Por eso posiblemente una síntesis tendría que pasar por un proyecto concreto para transformar la correlación de fuerzas, un proyecto que no la ponga como pretexto, sino que se la plantee como un factor a transformar y superar.

    En definitiva, la síntesis posible pasa por evitar quedar atrapados en hipótesis ingenuas en cuanto a la posibilidad de un pacto con el Estado español e hipó­­tesis fantasiosas sobre la posibilidad de hacer efectiva la independencia en dieciocho meses. Ninguna de las dos hipótesis es plausible en el corto plazo, y por lo tanto a menudo se plantea el debate en términos de un falso dilema, entre los que proponen un camino irrealizable y los que proponen otro todavía más improbable. Huir de este esquema dicotómico funesto es lo que debería permitir construir una síntesis mínimamente viable, de contornos todavía indefinidos.

    EVITAR LA DECADENCIA

    En todo caso, es importante que, mientras todo eso no acontece, el movimiento soberanista trate de evitar un proceso de degradación y decadencia. La solidez de los apoyos electorales que se han expresado en estas elecciones de 2021 permite ser relativamente optimistas. Sin embargo, visto con un poco de perspectiva, el riesgo de decadencia del movimiento es evidente. A pesar de la resiliencia que han demostrado las bases independentistas a la hora de movilizarse y votar, la falta de acuerdos estratégicos y, sobre todo, de propuestas bien trabadas y ampliamente compartidas, podría dejar al movimiento atrapado en una telaraña de resentimiento y desorientación.

    No sería el primer caso. El movimiento soberanista de Quebec, después de perder por poco el referéndum sobre la independencia de 1995, se fue replegando sobre sí mismo. Muy afectado por las divisiones internas, el movimiento quebequés fue perdiendo apoyos en paralelo a un proceso de involución hacia posiciones identitarias cada vez más esencialistas. El debate sobre la incorporación de los inmigrantes a la sociedad quebequesa se envenenó y acabó derivando en una lenta y larga decadencia. Buena parte de los sectores más jóvenes y dinámicos fueron abandonando las posiciones soberanistas y hoy la independencia de Quebec queda muy lejos.

    En cambio, Escocia ha seguido un camino inverso. Después de perder el referéndum de 2014, el SNP (Scottish National Party, Partido Nacional Escocés) se mantuvo en el poder y reforzó su apuesta por la gobernanza de las instituciones propias. Hasta el Brexit, apostó por repetir el referéndum solo cuando hubiera una mayoría consistente y duradera en las encuestas, para evitar una nueva derrota. Después de que Escocia votara mayoritariamente a favor de seguir en la Unión Europea (UE) y que los votos ingleses los hicieran salir, se ha reactivado la demanda de un nuevo referéndum. El papel cada vez más reforzado del SNP, vinculado a sus posiciones progresistas y europeístas, ha permitido que se vuelva a plantear, con más fuerza, un escenario de independencia.

    Cataluña, evidentemente, no es Escocia. Ni Quebec. Pero estos dos casos son los que se suelen citar más a menudo como referentes para el caso catalán. Y por buenas razones. Se trata de los dos casos más próximos en todos los sentidos. Por eso no está de más referirse a ellos y tratar de sacar algunas lecciones. La búsqueda de una síntesis estratégica e ideológica, junto con un proceso de desescalada de las tensiones partidistas internas, son elementos fundamentales. Pero lo que es realmente urgente y necesario es preservar el carácter abierto, democrático, inclusivo, tolerante y amable del movimiento, que fue su rasgo diferencial durante los años de más empuje.

    Este artículo se publicó el día 24 de marzo de 2021 en el sitio web de la revista IDEES.

    JORDI MUÑOZ

    Politólogo y analista. Actualmente es investigador y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona (UB), donde imparte las asignaturas de Comportamiento político y Métodos cuantitativos. Durante su carrera se ha especializado en política comparada. Recientemente ha publicado el libro Principi de realitat: una proposta per a l’endemà del Procés (L’Avenç, 2020), un ensayo político donde reflexiona sobre qué ha pasado en Cataluña y por qué, y donde plantea hipótesis sobre posibles soluciones y caminos de futuro.

    LECCIONES Y APUESTAS EN LA ENCRUCIJADA

    FRANCESC-MARC ÁLVARO

    A día de hoy tenemos más teorías que diagnósticos sobre el procés catalán. Es paradójico, pero supongo que tiene una explicación sencilla: ninguno de los actores que ejercían responsabilidades de liderazgo quieren o pueden explicar los ángulos muertos más importantes de una convulsa aventura colectiva cuyo impacto ha alterado sustancialmente la agenda política en Cataluña y en España. Si se repasan las entrevistas que han concedido y los libros que han escrito varios de los políticos independentistas que hoy están en prisión y en el exilio, se hace patente que todos tienden a eludir las cuestiones más delicadas, en beneficio de relatos que combinan, sobre todo, la justificación de los comportamientos, la descripción de sensaciones, los reproches y, en algunos casos, las propuestas sobre cómo abordar el conflicto a partir de ahora. Tardaremos mucho tiempo todavía en saber con exactitud las razones de muchas de las decisiones que convirtieron el procés en un peculiar laboratorio que, según el día y la hora, era como una partida de póquer o como un juego de rol. Pocas veces fue un tablero político.

    En este sentido, me parece significativo (y una noticia digna de portada) lo que afirman Oriol Junqueras y Marta Rovira en el libro [1] que han escrito a cuatro manos, publicado en septiembre de 2020: El independentismo no tenía un acuerdo político interno sobre qué hacer al día siguiente. Como no había un proyecto claro pos 1 de octubre, ni una estrategia acordada y definida, la unidad se quebró. Llegar al 1 de octubre había sido un esfuerzo tan descomunal, que nos quedamos sin fuerza política y a merced de la reacción del Estado. La revelación es sensacional –y polémica– y no debería pasarse por alto. Es evidente que la represión policial y judicial ha creado una burbuja de silencios que condiciona los análisis que se puedan hacer sobre lo que sucedió y sobre la lógica de unas causas y consecuencias que, a menudo, se pierde en un bosque de discursos llenos de voluntarismo, fatalismo, intrigas entre socios y el desconcierto provocado por el choque con fuerzas superiores que desbordaron los cálculos de los dirigentes independentistas.

    EL HILO POPULISTA DEL INDEPENDENTISMO

    He dedicado un libro [2] a hacer la disección de lo que considero las claves del procés y a intentar esclarecer la tensión entre las debilidades y las fortalezas del nuevo independentismo catalán, con relación a un Estado que descartó cualquier vía de resolución política de este conflicto. Mi conclusión principal es que el movimiento independentista fue víctima de una combinación especialmente singular de éxito social y fracaso estratégico, todo ello acompañado de dosis importantes de autoengaño y de una competitividad partidista que resultó un lastre muy tóxico. Es un hecho notorio que el Estado español —con el monarca a la cabeza— y los poderes informales hicieron todo lo posible para destruir esta causa, pero eso no justifica que se aparque sine die la reflexión crítica sobre lo que hicieron y no hicieron los principales actores del independentismo.

    Desde Artur Mas hasta Carles Puigdemont, pasando por Oriol Junqueras y demás figuras que han estado en la sala de mando del procés, el sesgo populista infecta la escena y los planteamientos estratégicos del independentismo; atribuir el populismo solo a la CUP es inexacto, si bien el papel sobredimensionado de los anticapitalistas crea un efecto óptico al respecto. La relación dinámica y complicada entre las entidades soberanistas (Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana [ANC]), las bases movilizadas que salen a la calle, los partidos que promueven el procés y el Govern de la Generalitat pasa por este hilo populista que, en esencia, representa tres cosas: simplificación, dictado emocional y creación de unas expectativas que no se corresponden con la realidad. La idea del divorcio Cataluña-España se formula como una empresa relativamente fácil y esto genera un marco de sentido inexpugnable, que da impulso al movimiento y, al mismo tiempo, lo cubre con un manto de ingenuidad y falsa seguridad que impide debates de fondo imprescindibles. El independentismo arrincona —públicamente— todo lo que no cuadra con la narrativa del tenemos prisa. En cambio, en privado, los líderes del independentismo siempre son conscientes de que actúan encorsetados por la propaganda que ellos mismos difunden, algo que también afecta al Gobierno español y a sus altavoces. La disonancia cognitiva se convierte en rutina: lo haremos posible y lo tenemos muy cerca, pero todo el mundo sabe que el Estado español lo impedirá por tierra, mar y aire.

    LAS TRES LECCIONES APRENDIDAS DURANTE OCTUBRE DE 2017

    Del conjunto de lecciones que la experiencia de octubre del 2017 ha proporcionado a la cúpula independentista las más importantes son las que tienen que ver con la concepción de la violencia, la concepción de la desobediencia y la concepción de la identidad. Sin embargo, hasta ahora, desgraciadamente, en ninguno de estos apartados se ha producido, dentro de los partidos y las entidades independentistas, una reflexión autocrítica de suficiente envergadura para ayudar a superar los tópicos, los malentendidos y las trampas de sentido que condicionaron las estrategias confusas del proceso y que inciden –peligrosamente– en la nueva etapa. Sobre la violencia, la lección se limita a proclamar que España hizo lo que parecía que no se atrevería a hacer; sobre la desobediencia, se ha constatado que el 1 de octubre fue una gran victoria de la resistencia pasiva popular y nada más; y, sobre la identidad, solo se ha dicho en voz alta lo que ya era una evidencia clamorosa hace tres años: que la presencia del independentismo es débil (o muy pequeña) en los entornos metropolitanos y en ámbitos como las élites empresariales, el mundo obrero y sindical o los medios de comunicación.

    La manera tan superficial en la que el campo independentista piensa sobre el asunto central del monopolio de la violencia legítima y sus derivadas es, en mi opinión, un síntoma elocuente del poco espesor que, en general, tiene la estrategia que se pone en marcha a partir de 2012 y que, tras las elecciones plebiscitarias del 27-S de 2015, se convierte en una gran prueba de esfuerzo contra el Estado bajo la forma de referéndum unilateral. Cabe decir que

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