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La política exterior de España: De la Transición a la consolidación democrática (1986-2001)
La política exterior de España: De la Transición a la consolidación democrática (1986-2001)
La política exterior de España: De la Transición a la consolidación democrática (1986-2001)
Libro electrónico386 páginas5 horas

La política exterior de España: De la Transición a la consolidación democrática (1986-2001)

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Este libro ofrece distintas perspectivas de la política exterior española de 1986 a 2001 y de los cambios de matiz acaecidos con los cambios de gobierno a lo largo del periodo. En él se analizan temas como el diseño de la política exterior, la participación de España en las instituciones europeas, la apuesta por reforzar la proyección exterior a través del "poder blando" de la cooperación al desarrollo y la mediación en conflictos... Dentro de esta perspectiva transversal, se analiza igualmente la exportación de armamento y otros temas considerados "calientes", como las complicadas relaciones con Cuba y Marruecos, así como un análisis de las aproximaciones al antiguo bloque soviético, un escenario muy cambiante en el momento. El gran aporte de este volumen se basa en la información obtenida directamente de los protagonistas del periodo. Aparte de la consulta de variadas fuentes documentales, es destacable el esfuerzo del grupo de investigación por entrevistar a las personalidades más relevantes de la política, la diplomacia y el periodismo del momento, que aportan testimonios directos de unos años decisivos para la consolidación de la democracia en España y de su proyección al resto del mundo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 ene 2019
ISBN9788490976142
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    La política exterior de España - María Adela Alija Garabito

    autoría.

    INTRODUCCIÓN

    Juan Carlos Pereira, Adela María Alija Garabito

    y Misael Arturo López Zapico

    Este libro es resultado de un nuevo trabajo de investigación que sobre la evolución de la política exterior de España en sus diferentes aspectos, está llevando a cabo el Grupo de Investigación de Historia de las Relaciones internacionales (GHistRI) en la Universidad Complutense de Madrid. Creado en 2006, el GHistRI está especializado en Historia de las Relaciones Internacionales contemporáneas y en Política Exterior de España y está formado por 15 profesores e investigadores que trabajan en las Universidades Autónoma de Madrid, Rey Juan Carlos, Antonio de Nebrija, Pontificia de Comillas y Complutense. Desde catedráticos a investigadores predoctorales, formamos ya un potente grupo de investigadores en España que cuenta ya con una larga trayectoria tanto en el desarrollo de proyectos de investigación como en publicaciones.

    El grupo comenzó su trayectoria investigadora en el 2002 con objeto de estudiar la dimensión internacional de la transición democrática en España, tanto desde la perspectiva de la influencia externa en el proceso, como desde la perspectiva de la configuración de una política exterior desde el autoritarismo a la democracia, aspectos muy relegados en los numerosos trabajos sobre esta etapa en la reciente historia española¹. El desarrollo de este primer proyecto y los buenos resultados del mismo, nos permitieron solicitar un nuevo proyecto, centrándonos ya en algunos aspectos que considerábamos prioritarios a la luz de las investigaciones precedentes y delimitando el periodo en el que considerábamos que se había producido la transición en la política exterior, 1976-1986, que no coincidía con el que tradicionalmente se consideraba que duró ese trascendental proceso de cambio². En esa investigación, además de fuentes documentales que en ese momento pudimos consultar en los archivos españoles, se utilizaron por vez primera testimonios orales de testigos destacados y protagonistas de lo que se ha venido a llamar la transición exterior. De este modo, ministros, diplomáticos, periodistas, altos funcionarios o políticos nos aportaron su visión y experiencia del periodo, mostrando el alto valor que tienen las fuentes orales para el estudio de la historia reciente. Varias publicaciones, presentación de ponencias y debates con otros grupos de investigación nos sirvieron de estímulo para ver que esa línea de investigación estaba dando los resultados que esperábamos. Dos resultados debemos destacar en ese sentido: el primero, la publicación de un libro colectivo con los principales resultados de esta investigación que lleva por título La política exterior y la dimensión internacional de la transición española. Testigos y protagonistas (1976-1986)³; el segundo, la creación del Archivo Oral de la Dimensión Internacional de la Transición española, perfectamente cata­­logado.

    Los resultados alcanzados por el grupo propiciaron que la investigación se completase con otro proyecto, pudiendo contar de nuevo con financiación al haber sido aprobado un proyecto I+D por parte del Ministerio de Economía y Competitividad⁴. En él, ya superábamos el periodo de la transición exterior que, como hemos indicado, finalizaba en 1986 y nos exten­­díamos hasta el año 2001. Parecía lógico continuar la investigación centrándonos en el desarrollo de la política exterior democrática, en el periodo de la consolidación democrática y, seguir centrándonos en los que han sido nuestra fuente central: los protagonistas destacados, en dos ciclos políticos distintos: el protagonizado por el PSOE hasta 1996 y el liderado por el PP hasta el 2001.

    La justificación del año 1986 estaba clara para nosotros, pero ¿por qué el año 2001? Tras un largo debate consideramos que ese año, ya identificado por el 11-S y sus consecuencias, dio paso a un cambio de enormes consecuencias en la política exterior española por decisión del presidente Aznar. El llamado giro en la política exterior, supuso la ruptura de una línea de continuidad en objetivos, relaciones bilaterales, búsqueda de consenso, acuerdos parlamentarios, etc., que de una u otra forma se había mantenido desde 1976 con los diferentes Gobiernos que hasta ese momento se habían sucedido democráticamente. Las decisiones adoptadas desde 2001 y hasta 2004 constituyeron una ruptura en muchos sentidos de esa continuidad, siempre tan necesaria en una política pública y estatal como es la política exterior. Aquí nos deteníamos para un posterior estudio de ese periodo si las fuentes primarias y la legislación nos lo permiten algún día.

    En efecto, este ha sido un problema añadido a nuestra investigación en este nuevo proyecto que ha afectado también a numerosos investigadores españoles y extranjeros. En el curso de nuestras investigaciones, comenzaron a surgir grandes problemas para los historiadores desde el momento en el que el Gobierno de Rodríguez Zapatero, a propuesta del ministro Moratinos, aprobó en el 2010 en el Consejo de Ministros un acuerdo secreto —pues ni siquiera se publicó en el BOE— bajo el título Acuerdo sobre política de seguridad de la información del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación por el que se clasifican determinadas materias con arreglo a la Ley de Secretos Oficiales, que blindaba un amplio conjunto de materias sin límite temporal y sin ninguna posibilidad de que se permitiera a los archiveros la interpretación de esta norma de forma liberal. A partir del 2011 se comenzó a denegar a los investigadores la consulta de documentación en el archivo del ministerio, y el nuevo ministro del PP García Margallo decidió en el 2012 cerrar este importantísimo archivo —cosa inédita en Europa— y trasladar sus fondos al Archivo Histórico Nacional —los fondos hasta 1931— y al Archivo General de la Administración los posteriores. A todo ello se ha unido la vigencia de la ley franquista de secretos oficiales de 1968 que, hasta el momento, sigue sin derogarse. A la altura de 2018, por lo tanto, se mantiene en vigor el acuerdo secreto de 2010, el cierre del archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, la Ley de Secretos Oficiales de 1968 —bloqueada en su intento de reforma en varias ocasiones por PP, PSOE y Ciudadanos— y que, gracias al Partido Nacionalista Vasco, se intenta reformar y liberalizar en el Congreso y la imposibilidad de consultar documentación pública y oficial a los ciudadanos españoles en los principales archivos españoles. España es, sin duda diferente⁵.

    Ante este conjunto de obstáculos, este último proyecto ha tratado de cubrir estas dificultades con la consulta de documentación extranjera —cada vez más abierta, transparente y fácil de consultar— con la realización de nuevas entrevistas a protagonistas destacados y diversos en este periodo histórico. En nu­­merosas ocasiones los testimonios de nuestros entrevistados nos han ayudado a matizar o revisar, al menos en parte, algunas ideas establecidas. El resultado ha sido la realización de 35 entrevistas a ministros, diplomáticos, políticos, periodistas, corresponsales extranjeros, empresarios, militares y analistas po­­líticos. Todos ellos forman ya parte del Archivo Oral de la Dimensión In­­ter­­nacional de la Transición y la Consolidación Democrática, así lo hemos denominado en la actualidad, que están perfectamente transcritas y revisadas y que pretendemos donar a la Biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.

    La editorial Catarata, a quien agradecemos la confianza en nuestro trabajo, hace posible la publicación de esta nueva obra, La política exterior de España. De la Transición a la consolidación democrática (1986-2001), que viene a concluir este periodo de investigación, pero que no cierra los objetivos del grupo de seguir investigando sobre la política exterior de España y sobre los distintos factores y elementos que condicionan sus relaciones internacionales⁶.

    Este libro está estructurado en diez capítulos que ofrecen distintas perspectivas de la política exterior española de 1986 a 2001. La mayor parte desarrolla temas transversales de índole diversa, que van cambiando de matiz y evolucionando con los sucesivos cambios de gobiernos socialistas y populares a lo largo de todo el período considerado. En esta obra se analizan cuestiones como el funcionamiento del Departamento de Internacional de Presidencia del Gobierno y su papel en la elaboración de las líneas a seguir en política exterior; la participación de España tanto en mecanismos bilaterales como multilaterales en su acción exterior, la introducción en la agenda exterior desde 1983 de una nueva estrategia basada en la organización de seminarios interministeriales y cumbres con los países más relevantes para España; la apuesta por el poder blando mediante el refuerzo de la proyección exterior a través de la cooperación al desarrollo, así como por la mediación en conflictos (mediación y cooperación son características de las potencias medias, papel en el que España tuvo momentos importantes a lo largo de la etapa de estudio); dentro de esta perspectiva transversal, se analiza igualmente la exportación de armamento y las dificultades para su estudio.

    Asimismo hay capítulos dedicados a la política española hacia áreas específicas. Algunos abordan temas considerados calientes en nuestra agenda exterior, como son las complicadas relaciones con Cuba y con Marruecos; como no podía ser de otra manera, se dedica un capítulo específico a la participación española en las instituciones europeas; y se incluye también un análisis de las relaciones con un escenario muy cambiante en la época de estudio, el del antiguo bloque soviético, la mirada hacia el Este. En algunos capítulos, el marco temporal se extiende más allá de la fecha límite de 2001 con la intención de dejar más clara la evolución de algunos temas concretos que, sin esa excepción, no quedarían bien analizados. Por último, el libro concluye con una relación y breve nota biográfica de todos los personajes entrevistados.

    A pesar de la satisfacción que nos produce haber finalizado este libro —y el proyecto que lo avala— que aquí presentamos, así como el logro de los demás objetivos marcados en este proyecto de investigación (publicaciones, congresos, entrevistas, seminarios, etc.) no podemos terminar esta presentación sin referirnos a la persistencia en España de enormes dificultades para estudiar la política exterior. Ya hemos expuesto algunas de ellas, pero también habría que incluir los problemas en otros ministerios como el de Defensa o Economía; los papeles privados de los presidentes del Gobierno, ministros, líderes políticos… ¿dónde están?; el desinterés de los sucesivos Gobiernos por la problemática de la investigación histórica en España —que llega a ser de los pocos países que no dejan fotografiar los documentos— o el desinterés también de casi todos los partidos —los viejos y los nuevos— por esta demanda social.

    A pesar de ello, creemos que este libro presenta nuevas perspectivas de estudio y análisis de un periodo muy importante de nuestra historia y de nuestra política exterior, 1986-2001, y esperamos que permita la continuidad de estas líneas de investigación en un marco más transparente y libre.

    Madrid, septiembre de 2018

    Capítulo 1

    PENSAR Y PROPONER LA POLÍTICA EXTERIOR. EL DEPARTAMENTO DE INTERNACIONAL DE LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO: ORIGEN Y DESARROLLO (1976-1996)

    Carlos Sanz Díaz y Juan Manuel Fernández Fernández-Cuesta

    Introducción

    El Departamento de Internacional de la Presidencia del Gobierno está integrado en el Gabinete presidencial y tiene como misión principal asesorar al jefe del Ejecutivo en materia de política exterior. Su origen —aunque con otra denominación oficial— se encuentra en el desarrollo del propio Gabinete de la Presidencia del Gobierno y está íntimamente ligado al despliegue de la política exterior española en la etapa democrática. En sentido estricto, el Departamento de Internacional de la Presidencia del Gobierno solo existió, con este nombre, a partir de la formación del primer Gobierno socialista de 1982, prolongándose su existencia hasta nuestros días. Ahora bien, las funciones del Departamento de Internacional ya se encontraban asignadas, en la etapa de Gobiernos de la UCD, a la dirección de estudios, dependiente del gabinete del presidente. Por tanto, para aproximarnos al conocimiento del Departamento de Internacional resulta imprescindible referirse a la evolución normativa del propio Gabinete de la Presidencia, en el que este departamento se inserta.

    Tabla 1

    Directores de Gabinete de Presidencia del Gobierno y del Departamento de Internacional

    Si el Departamento de Internacional merece un estudio específico es debido, esencialmente, a que, desde su creación, este departamento ha ido aumentando sus competencias, así como incrementando su influencia en el entorno presidencial, sin perder nunca su función primordial de asesoría al jefe del Gobierno en materia de política exterior. En el periodo en que hemos centrado nuestro estudio, este proceso se vio favorecido por la tendencia de los sucesivos presidentes del Gobierno a asumir cada vez mayores iniciativas relativas a la política exterior. Al mismo tiempo, el Ministerio de Asuntos Exteriores fue perdiendo protagonismo con el paso de los años, limitando sus funciones, progresivamente, a las de mero ejecutor de la política presidencial. En consecuencia, se experimentó una creciente presidencialización de la política exterior española, seguida por los diferentes Gobiernos, con independencia de su adscripción ideológica, y que igualmente se observa en otros países occidentales.

    En las páginas siguientes trazaremos el origen y desarrollo del Departa­­mento de Internacional y de sus antecedentes funcionales en el seno del Ga­­binete de la Presidencia a través de las etapas de los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González. Nuestra aproximación tendrá en cuenta el plano institucional pero también el político, ambos desde una perspectiva histórica, basándose en textos normativos, memorias y escritos autobiográficos, entrevistas realizadas por el Grupo de Investigación en Historia de las Relaciones Internacionales (GHistRi) y la bibliografía pertinente.

    El primer gabinete de Adolfo Suárez

    Adolfo Suárez alcanzó la Presidencia del Gobierno en julio de 1976, acompañado de un grupo muy reducido de colaboradores. Su círculo político estaba formado por Aurelio Delgado Martín, como jefe de la Secretaría del Presidente; Carmen Díez de Rivera e Icaza, directora del Gabinete presidencial, y Manuel Ortiz Sánchez, subsecretario de Despacho. Los tres ya habían trabajado con Suárez en su destino anterior en la Secretaría General del Movimiento. A ellos se sumó muy pronto José Manuel Otero Novas, fundador del Grupo Tácito, de inspiración demócrata-cristiana, y anterior director general de Política Interior con Manuel Fraga en el primer Gobierno del rey. Poco después, también se incorporaron Eduardo Navarro (1929-2009), nombrado subsecretario de Interior en 1977, y José Luis Graullera, subsecretario del Ministerio de la Presidencia en ese mismo año.

    Díez de Rivera empezó a dirigir el Gabinete sin un cometido específico (BOE, 1976: 14086), pero cumpliendo la instrucción presidencial de hacer política. Suárez le dijo el primer día: No quiero ni un papel sobre la mesa. Aquí hemos venido a hacer política (Romero, 2002: 92). La directora del Gabinete se ocupaba de temas diversos, sin una agenda previa. Entre otros, de la relación con la prensa extranjera, pues la Presidencia carecía de un portavoz oficial. Ella misma organizó la primera entrevista de Suárez a un medio periodístico. Fue a Paris Match (1976), a las pocas semanas de su llegada al Gobierno.

    Carmen Díez de Rivera, con una imagen personal que rompía los estereotipos de la funcionaria de entonces, estableció los primeros contactos con dirigentes de la oposición clandestina, como Enrique Tierno Galván o Santiago Carrillo. Se permitía iniciativas que, en ocasiones, llegaban a sorprender al propio Suárez. En sus primeras declaraciones, se definió como rebelde e iconoclasta, dijo que la derecha en España siempre ha sido irracional y explicó que accedía al puesto para estructurar la Presidencia (Blanco y Negro, 1976).

    El diseño administrativo del Gabinete empezó a perfilarse en septiembre de 1976. Entonces, se reajustó el esquema orgánico de la Presidencia para adecuar sus servicios a las misiones de alta dirección que a ésta corresponden, por lo que se procedió a desarrollar los órganos de apoyo inmediato del presidente (BOE, 1976: 18504-18505). El Gabinete quedó adscrito al presidente del Gobierno y se creó la figura de los asesores especiales, que, meses después, se convertirán en consejeros del presidente del Gobierno (BOE, 1977: 15613-15614).

    Un año después, el segundo Gobierno de Suárez, tras el triunfo electoral de UCD en las primeras elecciones democráticas, procede a una nueva reestructuración de los órganos de la Administración que tienen como misión asistir permanentemente en el ejercicio de sus funciones al presidente del Gobierno. Estos órganos serán el Ministerio de la Presidencia, los consejeros del presidente, el Gabinete de la Presidencia y la Secretaría del presidente (BOE, 1977: 24430-24433).

    Los consejeros de Suárez seguían las instrucciones del presidente de forma poco ordenada y sin apenas sistematización. Ante la ingente tarea diaria que imponía el proyecto de reforma política, los colaboradores procedían a un reparto improvisado de sus funciones, según las circunstancias de cada momento. Así lo recuerda Otero Novas, subsecretario técnico de la Presidencia entre julio de 1976 y julio de 1977: Formábamos un equipo de apoyo al presidente. Suárez dirigía el Gobierno y nosotros le ayudábamos a hacerlo, no había más programa… Yo hablaba mucho con él, y le apuntaba cosas, le pasaba notas, le aconsejaba… (entrevista a José Manuel Otero Novas, 19/12/2016).

    En los primeros años de la Transición, la estructura del Gabinete presidencial mostraba los mismos signos de improvisación de otros organismos administrativos en esa misma etapa (Martín Retortillo, 1980: 258). Sin embargo, sus funciones se fueron ampliando, hasta llegar a constituirse en "un órgano que dispone no solo de una capacidad de iniciativa propia, sino también de un cierto poder blando (soft power) o poder de influencia, que lo asemeja a sus homólogos europeos, cuyos modelos reprodujo en su génesis" (Garrido y Martínez, 2018: 163-195).

    La Presidencia carecía de un organigrama detallado, y el Gabinete tampoco lo tenía. A pesar de ello, resultaba eficaz y no presentaba fisuras. Su labor de asesoramiento era constante y discreta. Sus miembros asumían cuantos cometidos específicos les encargaba el propio Suárez (Otero Novas, 2015: 50-52 y 57).

    El objetivo de las sucesivas reformas del Gabinete era siempre el mismo: reforzar al presidente en el proceso de toma de decisiones. Con esta finalidad, en septiembre de 1978 se le concedió el nivel orgánico de subsecretaría y se le dotó de una Secretaría General, una dirección de Estudios y otra de Coordinación, cuyos titulares, nombrados en el Consejo de Ministros, tendrían el rango de director general (BOE, 1978: 21574-21574). Era la primera vez que se estructuraba internamente el Gabinete del presidente y se contemplaban direcciones específicas, origen de una posterior división departamental por áreas de competencia.

    El director del Gabinete era ya entonces el diplomático Alberto Aza Arias, elegido por Suárez en mayo de 1977 para sustituir a Carmen Díez de Rivera (BOE, 1977: 12131). La confianza del presidente en su estrecha colaboradora se había roto (Contreras, 2016: 62-66) y las discrepancias políticas entre ambos resultaban insostenibles⁸.

    A nivel orgánico, Aza tuvo que empezar casi desde cero. Cuando accedió al puesto, en su despacho no encontró documentación procedente de su antecesora en el cargo. Testigo del traspaso, el periodista Fernando Ónega recuerda que allí no había ni un papel, ni una tradición de funcionamiento […] Aza pidió acceder a los archivos, y no existían (Ónega, 2016: 146-147).

    A su llegada a La Moncloa, Alberto Aza empezó a configurar el Gabinete presidencial y para ello requirió la colaboración de Asuntos Exteriores, a fin de conocer la estructura de otros departamentos europeos de rango similar, e igualmente ocupados del asesoramiento del primer ministro⁹. El intercambio de información entre el Ministerio y el Gabinete de Suárez fue permanente en esos años, como demuestra la documentación. Además, los embajadores mantenían a Alberto Aza al tanto de sus principales gestiones mediante nota directa o copia de la que reglamentariamente enviaban al titular de Exteriores.

    Alberto Aza, hasta entonces subdirector de la Oficina de Información Diplomática, formó su equipo con compañeros de la carrera diplomática. José Coderch fue nombrado secretario general del Gabinete, y Eugenio Bregolat, director de Estudios (BOE, 1978: 25198-25199). A este se unió Senén Florensa, también diplomático. Su primer cometido fue establecer el vínculo diario con el Ministerio de Asuntos Exteriores para coordinar la acción exterior del Gobierno. Todas las mañanas me sumaba a la reunión del ministro Marcelino Oreja con sus directores generales, actuando de enlace entre la Presidencia del Gobierno y el ministerio, recuerda Bregolat (entrevista a Eugenio Bregolat i Obiols, 25/11/2009). Además, elaboraban informes que sirvieran al presidente para la preparación de sus entrevistas con dirigentes internacionales, a las que asistían en casi todos los casos. Hacíamos a Suárez un papel muy resumido sobre los aspectos más destacados de la reunión, y le sugeríamos lo que nos parecía oportuno (entrevista a Eugenio Bregolat i Obiols, 25/11/2009).

    En octubre de 1979, el Gabinete del presidente del Gobierno no contaba todavía con un departamento de Internacional propiamente dicho y sus funciones eran asumidas por la dirección de Estudios.

    El director del Gabinete tenía asignada una jefa de secretaría y dos secretarias. El número total de secretarias ascendía a diez. El Gabinete contaba, además, con ocho funcionarias en prácticas, todas mujeres. En total, trabajaban en este departamento 24 personas (AMPG, leg. 1908/exp.3).

    Inicio de la política exterior presidencialista

    El director del Gabinete presidencial era el principal inspirador de la política internacional de Adolfo Suárez. En esos momentos, los asesores presidenciales pretendían una orientación de la política exterior española tendente a lograr cierta autonomía respecto a los bloques, un objetivo difícil de conseguir en un escenario aun dominado por la estructura bipolar de la Guerra Fría, en el que se enmarca la Transición.

    Suárez viajaba frecuentemente al exterior y recibía a los dirigentes internacionales, muy interesados en la evolución política española. Carecía de bagaje previo en estos temas, pero, tal como registra la documentación diplomática, se mostraba cada vez más activo en el debate sobre las grandes preocupaciones del momento. Su actitud permite desmentir el extendido comentario sobre el supuesto desinterés de Suárez por las cuestiones internacionales¹⁰.

    En ese momento, todavía el diseño de la agenda exterior estaba en manos de Ministerio de Asuntos Exteriores, en coordinación con la Casa Real, que lo supervisaba si afectaba a la actividad del rey. Pero, poco a poco, el equipo de Aza fue asumiendo mayor responsabilidad en la planificación de la política exterior, que se fue desplazando de Exteriores a Presidencia, y el Gabinete se convirtió en el núcleo de la acción exterior gubernamental. La Constitución reconoce al presidente del Gobierno un papel central en la dirección de esa política, pues el Gobierno dirige la política interior y exterior¹¹.

    En los primeros años de su presidencia, Adolfo Suárez concedió a Marcelino Oreja una gran autonomía para el desarrollo de su gestión, como el propio Oreja reconoce (Oreja, 2011: 190). El ministro despachaba regularmente con el rey y organizaba los viajes al extranjero del monarca. Pasado el tiempo, parece que esta relación pudo despertar recelos en Suárez (Powell, 1996: 253).

    En esos años, como director del Gabinete presidencial, podría decirse que todo pasaba por Aza, especialmente los asuntos relacionados con la política exterior, en los que el papel del ministerio perdía su antigua preeminencia. No tardaron en aparecer las discrepancias, muy especialmente en dos puntos: el aplazamiento del ingreso español en la Alianza Atlántica y el acercamiento a posiciones alejadas de la política de bloques. En este contexto se explican las iniciativas del presidente del Gobierno, plasmadas en su visita a Cuba (9-11 septiembre de 1978), la participación española en la VI Conferencia de los Países No Alineados (La Habana, 3-6 septiembre de 1979), o el recibimiento al dirigente palestino Yasser Arafat (13 septiembre de 1979). Todas ellas disgustaron al ministro Oreja y al rey, que, además, no compartían las dilaciones constantes que Suárez presentaba al proyecto de adhesión a la Alianza (Powell, 2017: 176 y 177).

    Continuidad con el Gobierno de Calvo-Sotelo

    La estructura del Gabinete presidencial no fue modificada de forma sustancial con la llegada de Leopoldo Calvo-Sotelo a la Presidencia del Gobierno, el 25 de febrero de 1981, tras la renuncia de Adolfo Suárez unas semanas antes y el posterior golpe de Estado del 23-F. Sí se produjo, no obstante, un cambio de personas. Eugenio Galdón, proveniente de la Vicepresidencia del Gobierno, sustituyó a Aza al frente del Gabinete (BOE, 1981: 5103) y Luis Sánchez-Merlo, colaborador de Calvo-Sotelo en el Ministerio de Relaciones con la CEE, fue nombrado secretario general de la Presidencia (BOE, 1981: 5103). Matías Inciarte, responsable de la preparación de los Consejos de Ministros, e Ignacio Aguirre, portavoz del Gobierno, completaban el círculo de colaboradores más cercanos al presidente. Además, Eugenio Bregolat siguió siendo director de Estudios y Álvaro Bustamenate de la Mora, director de Organización.

    Solo unas semanas después, Bregolat, muy identificado con Suárez, fue sustituido por otro miembro de la carrera diplomática, Antonio Fournier (BOE, 1982: 5234), que había sido adjunto en la misión española ante la CEE, a las órdenes de Raimundo Bassols. Otros dos diplomáticos se sumaron a esa dirección, Jorge Dezcallar y Antonio Peyaudé, para reforzar la labor de Fournier como consejero diplomático. Eran tres personas en total, por tanto, las que integraban la dirección de Estudios, origen del posterior Departamento de Internacional, en un Gabinete presidencial de dimensiones igualmente reducidas, conformado por poco más de treinta personas (Dezcallar, 2018: 458 y 560).

    Con el nuevo presidente y la continuidad de José Pedro Pérez-Llorca al frente de la cartera de Exteriores desaparecieron las discrepancias entre La Moncloa y el palacio de Santa Cruz, sede tradicional del departamento ministerial. Ambos mostraban una sintonía política sin fisuras, lo que permitió un impulso de la agenda gubernamental en política exterior, centrada en la adhesión al tratado de la Alianza Atlántica, en cumplimiento del discurso de investidura, y el ingreso en las Comunidades Europeas. La gestión política y diplomática de ambos objetivos correspondió al ministro de Asuntos Exteriores, que recuperó para su departamento el puesto central en la planificación y ejecución de la política exterior española¹². Aunque no por mucho tiempo.

    Refuerzo de la presidencialización

    En octubre de 1982, la mayoría absoluta conseguida por el PSOE en las elecciones legislativas provocó un cambio radical en todos los ámbitos relacionados con la Presidencia del Gobierno (BOE, 1982: 35340-35342). Felipe González alcanzaba La Moncloa con un liderazgo fuerte y el apoyo incuestionable de su partido, lo que marcaba una diferencia sustancial con las etapas anteriores en las que UCD había gobernado con mayorías inestables y en un clima de creciente división interna.

    El nuevo marco constitucional respaldaba la figura del presidente del Gobierno y reforzaba el presidencialismo ya apuntado en años anteriores. A partir del primer Gobierno socialista se hacía más necesario que nunca un grupo de colaboradores, de libre designación, que, diferenciado del equipo ministerial, se centrara en el asesoramiento técnico y político sobre las decisiones a tomar. Era una necesidad sentida en proporción directa a la capacidad de actuación y responsabilidades que asume el presidente (Bar Cendón, 1983: 205-206). El entorno burocrático que rodeaba al presidente se expandió y los asesores se multiplicaron, y en el lenguaje periodístico se hizo frecuente referirse al complejo de la Moncloa para aludir al soporte arquitectónico y organizativo de la Presidencia (Calvo-Sotelo, 1990: 174-175). Y mientras, paralelamente, se profundizaba en la presidencialización de la política exterior en torno a la figura del nuevo jefe del Ejecutivo, con acreditada experiencia en el campo internacional y especial predicamento en América Latina y en la socialdemocracia europea, debido a su puesto como vicepresidente de la Internacional

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