Aprendiendo a derribar gobiernos
En la primera mitad de los cincuenta, dos operaciones secretas estadounidenses contra países extranjeros derribaron dos gobiernos perfectamente democráticos mediante sendas acciones decididas y planificadas al milímetro. Fueron los golpes de Estado de Irán (1953) y Guatemala (1954) los dos primeros que adornaron el currículum de la CIA.
Dos líderes carismáticos
La situación de partida y los medios empleados son prácticamente idénticos, como si la historia hubiera seguido el mismo libreto. En ambos países había un líder elegido democráticamente, con inmenso carisma y enorme apoyo popular (casi unánime si se exceptúa a las élites adineradas): Mohammad Mosaddeq en Irán; Jacobo Árbenz en Guatemala. Los dos tenían como objetivo primordial asentar una incipiente democracia y sacar a sus pueblos del atraso y la miseria y, en ambos casos, había una multinacional que explotaba los recursos del lugar en condiciones manifiestamente abusivas: la Anglo–Iranian Oil Company (hoy la BP que tenemos en nuestras carreteras) y la United Fruit Company.
Los paralelismos continúan porque los más burdos intereses económicos se disfrazaron de política y, valiéndose de las obsesiones clásicas de la Guerra Fría, apelaron al mismo brazo ejecutor: la administración Eisenhower, que acababa de llegar al gobierno y hacía bandera del anticomunismo. Pero aún hay
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