Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Autohipnosis práctica (traducido)
Autohipnosis práctica (traducido)
Autohipnosis práctica (traducido)
Libro electrónico366 páginas5 horas

Autohipnosis práctica (traducido)

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Desde los primeros tiempos de la evolución humana, el hombre se ha distinguido de todas las demás formas de vida por su insistente determinación de adaptar las condiciones ambientales a sus propios fines.
Desde entonces hasta ahora, el hombre ha evolucionado, y su principal preocupación ha sido siempre acumular y controlar una fuerza material superior a la suya. La importancia de la mente y su funcionamiento rara vez se abordaba y sólo se hablaba de sus aspectos patológicos. Incluso el individuo mental y físicamente sano se preocupa mucho más de su estado físico que de su estado mental y de todas sus emociones, realiza periódicamente ejercicios gimnásticos saludables, compra vitaminas y alimentos tonificantes, y se aflige mucho más por las arrugas de su cara que por su estado mental. La capacidad del cuerpo humano en sus fuerzas musculares es bien conocida, y se ha aplicado durante mucho tiempo a funciones eficientes y disciplinadas; pero no así la capacidad mental. Este volumen describe la teoría general y las técnicas para aprender o enseñar el arte de relajar, concentrar y disciplinar las facultades mentales. En su sencillez, esto es lo que pretende la autohipnosis. El método descrito en el texto implica el uso de los símbolos necesarios para obtener el estado hipnótico, y de los símbolos utilizados además para reforzar las sugestiones realizadas con fines terapéuticos. Los símbolos elegidos son afines al paciente, de modo que cada vez que se perciba el símbolo, la sugestión relacionada se reforzará y el efecto se potenciará aún más hasta que se logre el propósito previsto. Ahora se sabe que respondemos a símbolos de todo tipo en el curso de cada actividad diaria. En la presente técnica de autohipnosis, el uso de símbolos se hace más efectivo mediante el uso de los conocidos principios psicológicos de condicionamiento y refuerzo. Sin embargo, en el estado hipnótico, con una relajación completa y una concentración total por parte del sujeto, el condicionamiento y el fortalecimiento son tan eficaces que a veces parecen casi milagrosos. Este volumen es, por tanto, una guía útil y práctica para cualquiera que crea en las posibilidades de mejorar muchas funciones de la mente mediante un uso bien organizado de la propia técnica. A menudo se emplean técnicas hipnóticas más sofisticadas, pero el paciente que tiene un buen conocimiento de la autohipnosis y puede utilizarla se siente más feliz, más tranquilo y más sosegado porque ha aprendido que la aberración de las emociones y las actitudes puede agravar su enfermedad y que la ansiedad es siempre perjudicial; y también ha aprendido que puede ejercer un control sobre estos fenómenos utilizando las técnicas autohipnóticas con inteligencia y bajo una guía competente. Sin embargo, el uso inteligente de la autohipnosis ofrece muchas ventajas al individuo para el que es esencial un aumento de la eficacia de la concentración, la relajación, el autocontrol y la capacidad de aprendizaje.
 
IdiomaEspañol
EditorialAnna Ruggieri
Fecha de lanzamiento14 jul 2021
ISBN9788892864634
Autohipnosis práctica (traducido)
Autor

Anonimo

Soy Anónimo.

Lee más de Anonimo

Relacionado con Autohipnosis práctica (traducido)

Libros electrónicos relacionados

Cuerpo, mente y espíritu para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Autohipnosis práctica (traducido)

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Autohipnosis práctica (traducido) - Anonimo

    Introducción

    Desde los primeros tiempos de la evolución humana, el hombre se ha distinguido de todas las demás formas de vida por su insistente determinación de adaptar las condiciones ambientales a sus propios fines. Desde entonces hasta ahora, el hombre ha evolucionado y su principal preocupación ha sido siempre acumular y controlar una fuerza material superior a la suya. La pala para cavar dio paso al hacha de piedra, y ésta a la lanza con punta de bronce y a la rueda. Los fenicios aprisionaron el viento para sus barcos de casco azul y surcaron los mares desde el Ártico hasta el Ecuador.

    El progreso histórico del hombre se ha narrado principalmente en términos de su creciente control sobre los aspectos físicos de la vida y el medio ambiente. Las Ciencias surgieron de sus constantes esfuerzos por alcanzar estos fines. Los antiguos griegos y egipcios organizaron el control de la fuerza material con las matemáticas, la física y la astronomía.

    Al trabajar en un mundo natural era inevitable que la medicina adquiriera su propia estructura, cosas importantes y separadas que estudiar. En toda la clase de medicina sólo podemos encontrar el examen preciso de las condiciones físicas. Las operaciones crueles se realizaban con habilidad y los escritos más antiguos del hombre contienen muchas indicaciones y consejos acertados sobre los mejores procedimientos para realizar amputaciones, incisiones e incluso la extracción de piedras.

    La importancia de la mente y su funcionamiento rara vez se abordaba, y sólo los aspectos patológicos.

    En la antigüedad, los enfermos mentales eran colgados con cadenas, arrojados al pozo de las serpientes o sometidos a horribles torturas. Sin duda, en los últimos 50 años se ha aprendido más sobre la estructura y el funcionamiento de la mente humana que en todas las épocas anteriores. Todavía existen grandes lagunas en este ámbito de nuestros conocimientos. Nuestros abarrotados hospitales psiquiátricos ofrecen un trágico testimonio de nuestro limitado conocimiento del tema.

    Incluso el individuo mental y físicamente sano está mucho más preocupado por su estado físico que por su estado mental y todas sus emociones; periódicamente realiza ejercicios de gimnasia saludables, se preocupa por su puntuación en el golf, compra vitaminas y alimentos vigorizantes, inspecciona su lengua a diario y se aflige mucho más por las arrugas de su cara que por su estado mental. La capacidad del cuerpo humano en sus fuerzas musculares es bien conocida y se ha aplicado durante mucho tiempo a funciones eficientes y disciplinadas; no así la capacidad mental.

    El Sr. Sparks ha descrito en este volumen la teoría general y las técnicas para aprender o enseñar el arte de relajar, concentrar y disciplinar las facultades mentales. En su sencillez, esto es lo que pretende la autohipnosis. El método descrito en el texto implica el uso de los símbolos necesarios para obtener el estado hipnótico, y de los símbolos utilizados además para reforzar las sugestiones realizadas con fines terapéuticos. Los símbolos elegidos son afines al paciente, de modo que cada vez que se perciba el símbolo, la sugestión relacionada se reforzará y el efecto se potenciará aún más hasta que se logre el propósito previsto.

    Ya se sabe que respondemos a símbolos de todo tipo en el transcurso de cada actividad cotidiana. En la presente técnica de autohipnosis, el uso de símbolos se hace más eficaz mediante la aplicación de los conocidos principios psicológicos de condicionamiento y refuerzo. Sin embargo, en un estado hipnótico, con una relajación completa y una concentración total por parte del sujeto, el condicionamiento y el refuerzo son tan eficaces que a veces parecen casi milagrosos. Este libro es, por tanto, una guía útil y práctica para cualquiera que crea en las posibilidades de mejorar muchas funciones de la mente con un uso bien organizado y disciplinado de la propia técnica. Todos sabemos que hay individuos capaces de despertarse a la hora deseada y de estudiar con la radio a todo volumen y los niños cacareando. Todos estos son ejemplos no reconocidos de lo que las técnicas autohipnóticas pueden lograr en una situación completamente desorganizada y confusa. Así pues, la autohipnosis consiste esencialmente en una serie de ejercicios de mentalidad. Ojalá hubiera otra palabra para ello en lugar de hipnosis; el término tiene una carga semántica que le da otro significado, y a muchos nos hace pensar en todas las tonterías teatrales que caracterizaron su inicio. Durante los últimos cuatro años he aplicado las técnicas aquí descritas en pacientes cuidadosamente seleccionados para mis tratamientos en el ámbito alérgico y dermatológico. He llevado a cabo mis experimentos bajo la dirección del Dr. Sparks y los resultados me han obligado a desechar mi escepticismo inicial sobre la hipnosis como técnica médica ética. Uno de nuestros primeros pacientes fue un hombre de 48 años que sufría una dermatitis aguda que afectaba al ochenta por ciento de su epidermis.

    Un especialista del sur de California, que le había tratado durante ocho años sin resultados, me había remitido a una consulta. Lo traté durante dos años con métodos tradicionales, pero el paciente siguió deteriorándose hasta el punto de tener que dejar su trabajo. Le había dado esteroides, antihistamínicos, tranquilizantes y todos los medicamentos de última generación. Bajo hipnosis, surgió mucho material que utilizamos para reducir sus estados de ansiedad y con la autohipnosis conseguí controlar y dominar el picor y reforzar su aceptación de nuevos valores y un nuevo papel para sí mismo. Al cabo de seis semanas la piel estaba completamente curada y lleva dos años y medio trabajando sin tomar ninguna medicación. Utilizando la autohipnosis, una bonita profesora de escuela eliminó una mueca facial desfigurante. Este hábito de tic había aparecido cuando tenía doce años y había afectado tanto al desarrollo de su personalidad que se volvió tímida y gruñona. En el estado hipnótico autoinducido tuvo que mirarse a sí misma varias veces que desperdició hablando y riendo sin la desagradable mueca.

    Exterminó utilizando palabras que, en estado de vigilia, desencadenaban la manifestación del tic, y al cabo de cuatro meses había desaparecido cualquier rastro de la mueca. Pasaron más de dos años y medio sin ninguna recaída.

    Los casos ilustrativos como éste no son infrecuentes, pero son una demostración típica de lo que un paciente puede conseguir bajo la dirección de un médico dispuesto a cooperar con él. A menudo se emplean técnicas hipnóticas más sofisticadas, pero el paciente que tiene un buen conocimiento de la autohipnosis y puede utilizarla se siente más feliz, más tranquilo y más sosegado porque ha aprendido que la aberración de las emociones y las actitudes puede agravar su enfermedad y que la ansiedad es siempre perjudicial; y también ha aprendido que puede ejercer un control sobre estos fenómenos utilizando las técnicas autohipnóticas con inteligencia y bajo una guía competente.

    Todos los que conocen a fondo la hipnosis y la autohipnosis reconocen estos fenómenos como naturales y productivos, pero válidos sólo dentro de ciertos límites en el vasto campo de la medicina y la psicología. La hipnosis no es una panacea. Aunque es eficaz para la anestesia y la obstetricia en un 20% de los casos, en otro 20% no aporta prácticamente ningún beneficio. En aproximadamente el 60% de los casos, los resultados pueden variar desde un ligero aumento de la capacidad de relajación hasta un desarrollo parcial de la anestesia. Los pacientes con equilibrio inestable, agobiados por la ansiedad, deben ciertamente mantenerse bajo supervisión médica. Nadie debería autorizar experimentos en este campo sin el debido conocimiento, la seriedad del propósito y una visión global del problema.

    Sin embargo, un uso inteligente de la autohipnosis ofrece muchas ventajas al individuo para el que es esencial un aumento de la eficacia de la concentración, la relajación, el autocontrol y la capacidad de aprendizaje.

    El médico sobrecargado de trabajo, preocupado por su úlcera o sus arterias coronarias ateromatosas, haría muy bien en aprender esta técnica para su propio uso; diez minutos al día equivalen al menos a cuatro horas de sueño reparador y a diez años más de vida productiva.

    Prefacio

    Son muchos los beneficios que se obtienen al estudiar la autohipnosis.

    A continuación damos la lista en dos grupos de condiciones típicas para las que se puede aplicar el método con resultado favorable.

    Se recomienda encarecidamente al lector que pretenda utilizar la autohipnosis con fines terapéuticos que consulte a un médico o psiquiatra para determinar si los patrones constitucionales, los síntomas y las afecciones que desea modificar requieren o no un diagnóstico preciso y un tratamiento más exhaustivo. En tal caso, la autohipnosis puede resultar un complemento valioso si se aplica de acuerdo con las directrices del médico.

    El primer grupo incluye problemas relativamente menores que a menudo encuentran rápido alivio con la autohipnosis. El segundo grupo incluye manifestaciones de afecciones más graves cuyo tratamiento general requerirá la orientación de un médico.

    Las técnicas que describiremos pueden, en este caso, facilitar otros tratamientos prescritos.

    Primer grupo

    Mejora de las capacidades intelectuales, incluyendo: (1) Concentración, (2) fijación mnemotécnica, (3) recreación, (4) imaginación creativa, (5) pensamiento constructivo y (6) expresión gráfica y artística.

    Afirmación de los rasgos positivos de la personalidad, (1) la confianza en sí mismo, (2) la asertividad, (3) la motivación, (4) la determinación y el logro de los propios objetivos.

    Corrección de patrones de comportamiento perjudiciales, incluyendo: (1) fumar, beber y comer con éxito, (2) procrastinación, (3) inquietud e incapacidad para relajarse, (4) insomnio y (5) formas leves de compulsiones y obsesiones.

    Alivio de los estados de ansiedad leves debidos a: (1) los complejos de inferioridad, (2) la timidez y el pánico escénicos, y (3) las tensiones ambientales derivadas de situaciones profesionales, matrimoniales o de otro tipo difíciles.

    Segundo grupo

    Alivio del dolor o eliminación para: (1) tratamiento dental, (2) procedimientos quirúrgicos, obstétricos y ortopédicos, y (3) alivio de síntomas intratables.

    Control de condiciones tan variadas como: (1) ansiedad, tensión y fatiga, (2) obesidad, (3) alcoholismo, (4) reacciones obsesivas y compulsivas, (5) enuresis, (6) onicofagia, (7) reacciones fóbicas, (8) síntomas psicosomáticos y (9) patrones de comportamiento anormales.

    Esta lista es muy reducida. Su objetivo es dar al lector una idea de los diferentes tipos de condiciones en las que se puede influir razonablemente. Como se ha mencionado anteriormente, no se puede insistir lo suficiente en que se debe buscar asistencia profesional antes de utilizar estas técnicas, por razones incluso remotamente relacionadas con las condiciones enumeradas en el segundo grupo.

    Existe la posibilidad de aliviar o eliminar por completo los síntomas aunque las causas subyacentes permanezcan. Esto puede acarrear graves consecuencias, ya que puede ocultar un trastorno tratable que podría convertirse en una enfermedad más grave al retrasar el tratamiento médico adecuado.

    En contra de las opiniones expresadas por algunos practicantes, el autor está firmemente convencido de que sería difícil encontrar un método más inofensivo que el hipnotismo. El material publicado sobre los denominados peligros del hipnotismo y las advertencias sobre su uso no están ciertamente confirmados por los hechos.

    Desde principios del siglo XVII, hombres como Braid, Esdaile, Mesmer, Elliotson, Bernheim, Bramwell y, más recientemente, LeCron, Erikson, Wolberg, Weitzenhoffer y muchos, muchos otros, han informado sobre literalmente miles de casos en los que se utilizó la hipnosis y la autohipnosis sin un solo accidente o resultado perjudicial.

    Por lo tanto, parece que los resultados desfavorables eran raros y se debían no a la hipnosis, sino a la falta de comprensión del médico sobre cómo aplicar constructivamente sus técnicas para usos terapéuticos. La persona que entra en el estado hipnótico tiende a comportarse según su idea del comportamiento de un sujeto hipnotizado. Una orientación adecuada y una mentalidad antes y durante el trance detendrán el comportamiento espontáneo y extraño observado por aquellos hipnotizadores que no se toman la molestia de instruir e informar inteligentemente a sus pacientes.

    Los hechos indican claramente que no puede ocurrir ningún daño a la persona hipnotizada aunque se formule la sugerencia de que esto puede ocurrir. Esto sucede porque el individuo dispone de mecanismos de seguridad innatos que le sirven para protegerse contra las sugestiones directas o indirectas mal formuladas, y contra el uso incorrecto de los métodos hipnóticos.

    Algunas de las observaciones anteriores sobre el consejo de proceder con precaución, minimizando cualquier posible peligro, pueden parecer contradictorias. La explicación es sencilla: cuando se trata de un asunto tan íntimamente relacionado con las emociones y las condiciones humanas, lo mejor es considerar todas las eventualidades y tomar todas las precauciones.

    Aunque es posible que un individuo practique la autohipnosis sin ayuda, es mucho más fácil hacerlo con la ayuda de otra persona. Lo ideal es que esta persona sea especialista en técnicas hipnóticas y esté cualificada en el campo en el que se van a aplicar las técnicas.

    Es esencial reservar un tiempo cada día para practicar hasta que ciertas respuestas se estabilicen adecuadamente, como se describe en el texto. Este tiempo puede variar entre 15 minutos y media hora al día durante 8-16 semanas o más, dependiendo de factores como los problemas individuales, la motivación y la capacidad.

    Prácticamente cualquier persona que pueda leer, comprender y seguir un texto puede esperar algunos resultados positivos, como una mayor capacidad para relajarse a voluntad. Alrededor del 20 o 30 por ciento puede esperar razonablemente obtener resultados excepcionalmente buenos. Los demás pueden esperar beneficios de distinto grado. Algunos responden con mucha rapidez y facilidad. Otros requieren un tiempo y un esfuerzo considerables.

    Lamentablemente, no se conocen formas de predecir los resultados en un individuo concreto. Sólo probando se pueden evaluar los resultados. Sin embargo, para muchos, conseguir la capacidad de relajarse merece el esfuerzo en sí mismo. Cualquier otro avance debería considerarse como algo más. Cuando decida empezar, deberá concertar citas con un especialista durante al menos una hora, una o dos veces a la semana, además de los ejercicios de 15 a 30 minutos diarios o nocturnos. En caso de que pueda proceder por su cuenta, los ejercicios diarios serán suficientes.

    Durante el tiempo que te cuiden, un ejemplar de este libro será de gran ayuda para la otra persona.

    Durante años estas técnicas se han utilizado con un alto porcentaje de éxito en la inducción de la hipnosis y el desarrollo de la autohipnosis, por los propios médicos. Estos últimos, incluidos los psiquiatras y las personas que ejercen profesiones, son conocidos por ser sujetos hipnóticos mediocres. Este concepto de desarrollo de habilidades hipnóticas a través de una serie de respuestas condicionadas evidentemente vence gran parte de su resistencia y los atrae no sólo como un método efectivo y práctico que puede ser utilizado en el tratamiento de sus pacientes, sino también como un medio para aumentar sus propias habilidades.

    El autor espera sinceramente que este libro contribuya a que tanto los médicos como los profanos comprendan mejor la hipnosis y los posibles beneficios que pueden derivarse de su uso juicioso.

    Aunque ciertamente no es la panacea que muchos intentan hacer ver, la hipnosis tampoco debe entenderse como un fenómeno místico, sobrenatural u oculto y no debe temerse absurdamente, sobre todo cuando la practican personas que tienen una experiencia ética de su aplicación. Puede ser valioso para muchos propósitos. Intentemos no exagerar estos saludos y exagerar, más allá de la justa proporción, las escasas conclusiones sobre resultados más o menos beneficiosos.

    CAPÍTULO I - Algunos principios del condicionamiento

    A principios de siglo, el fisiólogo ruso Ivan Pavlov se dio a conocer por sus experimentos sobre las funciones digestivas de los perros. Uno de sus descubrimientos fortuitos, destinado a adquirir una importancia aún mayor más adelante, se basó en la observación de que los perros pueden ser entrenados, o condicionados, para salivar al sonido de una campana. El valor de este descubrimiento, en relación con el comportamiento, reside en el hecho de que posteriormente se demostró que los seres humanos pueden ser condicionados para responder a un estímulo de una manera diferente a la que comúnmente se produce por la aplicación de ese tipo particular de estímulo. Para ser más claros diremos que no es raro predecir la reacción en un perro sometido a la vista o al olor de la comida, especialmente si el animal tiene hambre y la comida no está lejos de él.

    Sin embargo, la ocurrencia de este fenómeno, sin la presencia de comida, pero sólo al sonido de una campana es un hecho bastante inesperado a menos que, por supuesto, el observador se dedique al estudio de los procesos de respuestas condicionadas. Este y muchos otros tipos de comportamiento pueden producirse sometiendo repetidamente a un animal (incluso al hombre) a un estímulo que provoca la respuesta deseada, mientras que, casi simultáneamente, se le expone al nuevo estímulo mediante el cual queremos provocar la misma respuesta. Este nuevo estímulo será análogo al sonido de la campana mencionada anteriormente y no será tal que provoque habitualmente la respuesta que estamos tratando de condicionar.

    Quien desee poner en práctica la autohipnosis a través de estas técnicas deberá tener un dominio absoluto de estos principios, un dominio esencial no sólo para el desarrollo de la técnica en sí, sino también para el uso inteligente de las instrucciones contenidas en los capítulos siguientes.

    Por lo tanto, describiremos otros ejemplos de respuestas condicionadas en animales, e ilustraremos la importancia de aplicar estos principios en relación con el comportamiento humano.

    Consideremos primero los efectos que los distintos tipos de condicionamiento tendrán en un gato doméstico normal, un gato sociable, sano y, en general, bastante satisfecho con su vida.

    Supongamos ahora que nuestro gato está colocado en una jaula grande con mucho espacio para moverse, y que se le da de comer todos los días desde una caja colocada en una esquina concreta de la jaula. Si la alimentación tiene lugar todos los días más o menos a la misma hora, pronto observará en el gato un mayor interés por ese rincón en particular, todos los días a esa hora. Tenderá a ir a ese rincón y se quedará allí con un aire de expectación. Además, se acercará a la caja sin prisas si la cantidad de comida es adecuada, o apresuradamente si es escasa.

    Ahora bien, si la cantidad de comida se mantiene intencionadamente por debajo de un nivel satisfactorio, y si se hace sonar una campana unos momentos antes de la hora de la comida cada día, el gato se precipitará invariablemente al rincón. El proceso de acondicionamiento comienza a funcionar. Pronto el gato responderá al toque de la campana a cualquier hora del día o de la noche, haya o no comida.

    La respuesta que lleva al gato al rincón al sonido de la campana puede condicionarse mejor con la aplicación de un estímulo doloroso. Imaginemos colocar en el fondo de la jaula una rejilla metálica atravesada por una ligera corriente eléctrica. Si cada día, inmediatamente después de tocar la campana, se administra una descarga eléctrica durante un tiempo igual al que tarda el gato en llegar a la esquina, la respuesta del animal pronto asumirá un carácter de gran urgencia. Después de un número limitado de experimentos con esta técnica de condicionamiento, el gato tendrá serias razones para volar literalmente a la esquina cada vez que oiga el sonido de la campana... incluso cuando el sonido no vaya seguido de la descarga eléctrica. En este punto, el gato reaccionará sólo al sonido de la campana con reacciones que serían mucho más apropiadas a la aplicación del choque. (Estas medidas pueden parecer algo excesivas para utilizarlas contra un pobre animal indefenso que antes era tan sociable, pero son el tipo de experimentos que han aumentado en gran medida nuestra comprensión del comportamiento humano, por lo que quizás sean excusables).

    Este condicionamiento puede llevar a consecuencias mucho más extremas para el pobre gato, provocando que se vuelva neurótico o incluso, según parece, psicótico.

    Supongamos que el gato, después de haber sido perfectamente condicionado para responder a la campana corriendo a la esquina, está igualmente bien condicionado para responder al sonido de una campana diferente corriendo con la misma rapidez a la esquina opuesta. ¿Qué ocurrirá si la primera y la segunda campana suenan simultáneamente? El gato tendrá que tomar una difícil decisión: se verá dividido entre dos respuestas urgentes. Si se continúa el condicionamiento aplicando descargas eléctricas en todas las zonas de la jaula al mismo tiempo que suenan las dos campanas, privando así al gato de cualquier posibilidad de evitar el estímulo desagradable, pronto se pondrá nervioso y más tarde neurótico.

    El aumento de la intensidad y la frecuencia de los estímulos condicionantes puede hacer que el gato se comporte como un animal rabioso. Perderá todo el interés por la comida y, al tocar la campana simultáneamente, maullará y temblará, dejando de actuar de la manera esperada en un gato normal.

    Esta condición adversa puede hacerse permanente de forma intencionada y con un propósito específico. Lo que antes era un malvado anís dócil y sociable será ahora un manojo psicótico de nervios y carne. Su peso disminuirá porque rechazará la comida; temblará y arqueará la espalda a la menor provocación y no responderá en absoluto de forma racional a los intentos de acercarse a él o de alimentarlo.

    A menos que se tomen medidas para desensibilizar o desacondicionar al animal, éste tendrá pocas posibilidades de recuperarse. Seguirá reaccionando de la manera anormal descrita anteriormente ante cualquier estímulo incluso remotamente asociado con el entorno en el que se produjo el condicionamiento. Sin embargo, si se coloca en otro entorno, lo más diferente posible de aquel en el que se produjo el condicionamiento, habrá una buena posibilidad de recuperación. Si conseguimos que el gato vuelva a comer y si se evitan cuidadosamente los estímulos como las descargas eléctricas y los timbres, el gato mostrará un mayor interés por la comida y, con el tiempo, se calmará.

    Cuando haya reanudado sus hábitos alimentarios normales, se puede privar al gato gradualmente de la comida para que el deseo de ésta sea tan fuerte que domine todas las demás respuestas. En este punto, el débil sonido de una campana a la hora de comer sólo causará una ligera ansiedad que tiende a disminuir rápidamente, e incluso aumentando gradualmente el volumen del sonido en cada comida, las respuestas de ansiedad pueden ser eliminadas por completo. Adoptando el mismo procedimiento para el sonido de la segunda campana se eliminará la ansiedad relacionada con ella.

    Ahora que hemos visto cómo se aplica el proceso de condicionamiento, provocando respuestas tanto negativas como positivas en los animales, podemos proceder a examinar qué reacción pueden tener procesos similares con el comportamiento humano.

    Supongamos que, por razones experimentales, queremos condicionar a una persona para que parpadee el párpado de su ojo izquierdo cada vez que escuche la palabra rojo. Se ha comprobado que en el ser humano, a diferencia de los animales, una idea o un símbolo mental tiene, al menos dentro de ciertos límites, la misma eficacia que un estímulo sensorial. En otras palabras, una idea tiende a generar la realidad de lo que representa. Lo que intentamos determinar es si esta idea o símbolo puede provocar una respuesta predecible.

    En primer lugar, debemos encontrar la manera de hacer que nuestro sujeto parpadee mediante la aplicación de un estímulo controlado que no le perjudique en absoluto. Puede tratarse de un soplo de aire emitido en dirección al ojo abierto a través de un tubo, como una pajita común. La corriente de aire se considerará el estímulo no condicionado (S I), ya que se espera que produzca la respuesta deseada. Después de determinar la cantidad o la intensidad de aire necesaria para obligar al sujeto a parpadear cada vez, podemos decir la palabra rojo (el estímulo condicionante o S C) y hacer que le siga inmediatamente el soplo de aire. Se ha descubierto que el condicionamiento es más eficaz cuando el estímulo condicionado precede al estímulo incondicionado por un intervalo corto. Tras numerosos ensayos se observa que la palabra rojo, aunque no vaya seguida de la bocanada de aire, induce a la persona a parpadear. Ocho o diez pruebas suelen ser suficientes; si no, otras diez más o menos obtendrán seguramente el resultado deseado.

    El acondicionamiento realizado de esta manera no será permanente. Será necesario reforzarlo periódicamente o idear una forma de generalizarlo con algo a lo que el sujeto esté expuesto con frecuencia. Hasta ahora hemos condicionado la respuesta a un estímulo sensorial, el sonido de la palabra rojo. Podemos completar el experimento pidiendo al sujeto que piense en la palabra rojo en cada ensayo inmediatamente antes de la entrada de aire en el ojo. Pronto responderá correctamente a la idea misma. En lugar de la palabra rojo podemos utilizar la idea de un alimento, o de una acción como coger una cuchara. Cuanto más intensa y frecuente sea la aplicación del estímulo incondicionado, más se establecerá la respuesta al estímulo condicionado.

    El condicionamiento a estímulos adicionales a los originales se denomina generalización. Esto puede ocurrir a veces de forma inesperada. Si uno de estos estímulos es algo que la persona hace, piensa o a lo que se expone con frecuencia, la respuesta se reforzará automáticamente y se hará relativamente estable.

    Por otro lado, si el estímulo condicionado se aplica con frecuencia sin el estímulo incondicionado, la respuesta puede disminuir y, con el tiempo, desaparecer.

    De este modo, un individuo puede estar condicionado (o autocondicionado) para responder a una imagen mental o símbolo con los pensamientos, sentimientos o acciones deseados. Además, las respuestas deseables así condicionadas pueden obtenerse para dominar o reemplazar las respuestas indeseables previamente provocadas por el mismo estímulo o uno similar.

    En la vida cotidiana, los individuos están expuestos a estímulos condicionantes. Desde el nacimiento, y a partir de entonces, esos estímulos, estrechamente relacionados con los inevitables estímulos incondicionados, condicionan, generalizan y extinguen constantemente sus respuestas, tanto negativas como positivas. En algunos individuos, muchas respuestas sólo están ligeramente condicionadas y se extinguen fácilmente. En muchos otros, por supuesto, están intensamente condicionados, y a menos que haya una exposición igualmente intensa a estímulos negativos, el condicionamiento siempre existirá como parte de la personalidad.

    Entre estos dos extremos hay un número infinito de respuestas y patrones de respuestas sujetos a infinitos grados de modificación y refuerzo. Afortunadamente, la mayoría de ellos son positivos o deseables, es decir, son factores importantes para la supervivencia, el aprendizaje y el disfrute.

    Los negativos son importantes detectores de traumas emocionales, como la ansiedad de adaptación, la tensión y la fatiga.

    Muchos estudiosos creen que toda sensación o expresión humana implica un condicionamiento. Es probable que esto sea cierto.

    Tomemos ahora un ser humano hipotético y veamos cómo, durante un periodo determinado, los principios de las respuestas condicionadas pueden aplicarse a una variedad de situaciones y patrones de comportamiento.

    Nuestro sujeto podría ser una niña de tres o cuatro años que vive con sus padres en una típica ciudad estadounidense.

    Consideremos ahora lo que suele ocurrir cuando aprende a leer y a hablar. Tal vez el niño tenga un libro con dibujos de animales y sus nombres escritos en letras grandes y, por ejemplo, se le muestre repetidamente el dibujo de una vaca mientras pronuncia simultáneamente la palabra vaca. Siempre que surja una oportunidad adecuada se le mostrará una vaca real, y de nuevo se repetirá la palabra muchas veces. Tras un número suficiente de estas explicaciones, el niño responderá al sonido de la palabra con una imagen mental de la palabra impresa, la figura de la vaca o el animal real. Logrará un condicionamiento generalizado, de modo que responderá a cualquiera de estos estímulos con imágenes mentales de cada uno o de todos los demás. Será un proceso continuo de refuerzo, y el niño acabará aprendiendo mediante respuestas condicionadas la relación de las palabras (símbolos), ya sean impresas o habladas, con las figuras y los objetos.

    El aprendizaje es entonces un proceso de respuestas condicionadas.

    Muchos psicólogos creen que hay tres métodos por los que aprendemos: la repetición mecánica o memoria, el aprendizaje por intentos sucesivos y la respuesta condicionada.

    No es el objetivo de este trabajo discutir cada uno de estos métodos en detalle. Sin embargo, cabe señalar que en cada uno de ellos intervienen estímulos y respuestas, y que, con toda probabilidad, la repetición mecánica y el aprendizaje por intentos sucesivos también pueden explicarse por el aprendizaje por respuesta condicionada. Puede ser, como creen A. y muchos otros estudiosos, que todo el aprendizaje sea resultado del condicionamiento de la respuesta. Con toda probabilidad, podemos decir que el aprendizaje se ha producido cuando una secuencia de estímulo-respuesta se convierte en intercambiable.

    Cuando el niño aprendió la palabra vaca, todos los símbolos relacionados con el concepto de vaca pasaron a ser intercambiables como estímulo y/o respuesta. La visión de una vaca real actúa como estímulo para provocar en respuesta la visualización de la palabra impresa. En este caso, una imagen sensorial es el estímulo y la visualización mental, la respuesta. Es evidente que una imagen sensorial de la palabra impresa (o incluso una imagen mental) evocará ahora la visualización de la vaca.

    Así, tenemos una característica de intercambiabilidad entre el estímulo y la respuesta.

    En el aprendizaje del concepto completo de vaca, esta característica debe ampliarse para incluir el sonido de la palabra y la figura de una vaca que el niño puede describir de palabra, escribiendo, dibujando o señalando el animal. Antes de alcanzar este grado de aprendizaje, el valor de estímulo de la palabra escrita es prácticamente nulo: pertenece a la misma categoría que una sílaba sin sentido y sólo adquiere significado para el niño cuando se condiciona, primero como estímulo, luego como respuesta y, finalmente, como estímulo-respuesta intercambiable.

    La generalización comienza cuando se asocian a ella símbolos que no están contenidos en el concepto original. Por ejemplo, cuando la palabra leche

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1