Tanda de valses
Por Salvador Rueda
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Salvador Rueda
Poesías Completas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl país del sol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl poema de los ojos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVaso de rocío Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNoventa estrofas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoesías escogidas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl gusano de luz Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa procesión de la naturaleza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuadros de Andalucía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPiedras preciosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa escala Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMármoles Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCantos de la vendimia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAntología poética Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl cielo alegre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCamafeos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn la vendimia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa corrida de toros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl bloque Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstrellas errantes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl poema del beso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFornos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl César Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl secreto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFuente de salud Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl ritmo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Tanda de valses
Libros electrónicos relacionados
Estrellas errantes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHoy es el tiempo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBuscón poeta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn la vendimia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoeta en Nueva York Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl movimiento de las sombras Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Llegenda de Montserrat Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCachorro de león Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoemas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoesías escogidas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesIluminaciones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa procesión de la naturaleza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAura o las violetas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesImperio móvil Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLuz de la materia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa nieve sin derretir Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnemigo rumor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Secreto de la Barranca Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos nuevos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa doncella sin manos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoemas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlauda: Poemas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa lucha por el vuelo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna infancia en Aranjuez allá por 1970 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHilera de tréboles Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoesía de la sierra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos inadaptados Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoemas de Edgar Allan Poe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSecta Mariposa: Imposible Libertar a Un Pueblo Que Ya No Existe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesY los poemas del meteorito y otros poemas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Clásicos para usted
Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Arte de la Guerra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Yo y el Ello Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Arte de la Guerra - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Política Calificación: 4 de 5 estrellas4/5To Kill a Mockingbird \ Matar a un ruiseñor (Spanish edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL Hombre Mediocre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La ciudad de Dios Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El leon, la bruja y el ropero: The Lion, the Witch and the Wardrobe (Spanish edition) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Principito: Traducción original (ilustrado) Edición completa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los 120 días de Sodoma Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Viejo y El Mar (Spanish Edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El lobo estepario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La interpretación de los sueños Calificación: 4 de 5 estrellas4/550 Poemas De Amor Clásicos Que Debes Leer (Golden Deer Classics) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Libro del desasosiego Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lo que el viento se llevó Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Odisea Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poemas de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos completos Calificación: 4 de 5 estrellas4/51000 Poemas Clásicos Que Debes Leer: Vol.1 (Golden Deer Classics) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Categorías relacionadas
Comentarios para Tanda de valses
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Tanda de valses - Salvador Rueda
Tanda de valses
Copyright © 1891, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660050
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
AL SEÑOR
Don Varentin Lófrez Navalón,
modelo de amigos y de caballeros
Salvador Rueda.
EL VALS DE LAS HOJAS
EL VALS DE LAS HOJAS
on las primeras ráfagas de invierno se van las últimas esperanzas de las hojas. Su vida se apaga, su muerte se aproxima, y á cada aviso del aire, titilan de miedo en los árboles y se agarran atribuladas á ellos, aprovechando los instantes de vida.
Cada arbol es un ser de infinitas almas, que vá soltándolas una á una á medida que el viento las sacude. Ya no habrá más conciertos de música en el bosque, dados por el aire y las hojas, acompañando la letra de los pájaros, ni sonará el inmenso aleteo de las selvas, cuando el viento pasa y arremolina las copas.
Ahora se juntan unas á otras las hojas y se dan fúnebre cita, para salir agarradas en vertiginosos remolinos á ejecutar la danza de la muerte.
Cada racha arranca nuevas parejas á las ramas y las pone sobre los senderos para que emprendan el viaje sin término ni medida.
Las hojas del rosal, que en la primavera se desliaban elaborando el vistoso capullo de la rosa, se juntan con las caidas de las madre-selvas, y se abrazan, para empezar las rotaciones y círculos de la danza.
Aquellas que en el granado cobijaron los idilios de los pastores en las horas ardientes de la siesta, llaman y citan á las del sauce, las cuales vieron pasar los astros á sus pies bajo el cristal del agua, en las noches hermosas del estío.
Entonces balanceaban sus ramas melancólicas y mecían el oscuro nido del ruiseñor ocupado de huevos azules, y escurrían por sus fibras las gotas, cuando el agua amenazaba inundar la vivienda.
Oían por la noche las serenatas que el ave daba entre las frondas, formaban lánguidos penachos, que venía á blanquear la luna, y abrían como abanico su verde pompa, para enseñar el lujo de sus ramas.
Las hojas hermosas de la vid; las de los jazmines, pegadas con misterio á los muros; las del eucaliptus, que se manchan de brillantes tonos cobrizos; las del álamo, vestidas por un lado de plata, y por el otro de suave color de esmeralda; las hojas de la zarza, cuajadas de dientes y púas, que resguardan la redonda fruta de la mora á los ojos voraces de los niños; cuantas en el arbol y en los setos se agitaron como péndulo ó produjeron su serie de canciones, se hallan preparadas al baile y dispuestas á emprender sus derroteros.
De las cuevas de las montañas donde el cincel de la naturaleza dibuja sus figuras en la piedra; del seno medroso de las ruinas habitadas por los fantasmas de las leyendas; del caracol que forman las escaleras de las torres donde los cordeles de las campanas bajan como cables infinitos; de los corredores de los monasterios, por donde el monje resbala con sus negros hábitos y murmura sus rezos yplegarias; de los abismos colgados de las crestas con su peso de sombras en el fondo; de los castillos desiertos, de las fortalezas sombrías, sale con espantosa voz el huracán y toma el pedregoso camino de los bosques, sacudiendo con sus alas la balumba de las hojas donde estuvo abierta y tendida la primavera.
Airado las barre, las sacude, las agarra con sus millares de manos invisibles, las agita con vertiginoso movimiento, y allá las arroja al montón informe de las otras que empiezan su carrera de tumbos y de saltos.
Ya las saca un soplo del resguardado hoyo y las impele haciéndolas lanzar ecos lastimeros; ya las remonta á las nubes y las precipita de lo alto; ya las aleja una de otra para unirlas más tarde y hacerles trazar las figuras del fantástico rigodón; ora las abre y extiende en explosión vigorosa; ora las mete en los rincones y las deja palpitando como si les tiraran de una hebra invisible; tan pronto las hace salvar las sendas y los riscos chocando en las piedras, como les dá las leyes del remolino y las empina y las sostiene y las obliga á correr en milagrosa espiral, formando una de las caprichosas figuras del baile.
Allá van sin saber dónde: aquí chocan, allá ruedan, allí caen, más allá se alzan y vuelven á sostenerse para formar de nuevo el torbellino y recorrer enormes distancias. La locura les sirve de base, el movimiento les dá agitación continua.
Pasando sobre los cementerios, murmuran no sé qué oración sobre las tumbas; dando en la cruz del camino, se paran y agrupan para rezar una plegaria; llegando á los troncos desnudos, les hacen arrebatado círculo, como el de niños en torno del anciano; entrando en las grutas sombrías, levantan seco ruido de huesos, como si en ellas ejecutaran otro baile los esqueletos; parándose en las gargantas de las peñas, se alzan y deprimen con ligera palpitación como pecho que vacia y llena sus pulmones.
Los secretos que aprendieron prestando sombra á la cabeza de los enamorados, los repiten de piedra en piedra para enseñar que su pasión duró tanto como las hojas; la canción que entonaron á la naturaleza cuando su juventud se desbordaba en olas de flores, vuelven á entonarla con voz cascada y ronca como espectro que hiciera pasar notas de música por su garganta.
¡Qué importa que el sol las pinte, si sųs pavesas no han de reanimarse, ni habrán de ser soldadas á los árboles! Ya no reflejan el color ni hacen espectros de luz á la hora de los crepúsculos, cuando el pájaro esconde su lira y suenan las de bronce de las campanas que derraman en el misterio su afligida oración por los espacios.
Ya no amanecen bajo la promesa de colores del alba ni bajo el buril del rayo de luz que habrá de elaborar la flor entre el ramaje. No verán rodar el rocío por las cañas, ni escucharán á la alondra, que sube á bañarse en las purezas primeras del día.
En la tarde soñolienta, no llorarán con el sáuce la muerte de la inocente Elvira, ni en estío caerán sobre la falda y la cabeza de Ofelia, mientras pase como una visión sobre los campos.
Adiós los ecos de la flauta bajo los árboles, marcando el ritmo de la danza de los pastores, y los cantos sentidos de las zagalas.
Adiós la compañía amorosa de los nidos y sus calientes círculos de plumas, á los que mece como una cuna el ramaje.
Los árboles lamentarán la pérdida de su pompa, llegarán los hielos á aterirlos de frío, y las hojas, en tanto, seguirán su baile acelerado, sin hallar descanso á su fatiga.
¡Danza macabra, ronda de la muerte, valses de las hojas! Seguid vuestro paso inseguro sobre la tierra sin lamentar el darnos la despedida.
El baile de la humanidad llegará también á unirse con vosotros, allí donde espira la vida, vacila el pensamiento, y se abre, como flor de la materia, el alma.
EL CASTILLO DE SANTIAGO
EL CASTILLO DE SANTIAGO
uien vea á la gente moza de mi pueblo, si esque aún rinde culto á la tradición, en la alegre noche de Santiago, acarrear toscos tablones robados sigilosamente á las carpinterías, y depositarlos en la plaza para con ellos levantar un castillo que al romper el día luzca sus pretiles de macetas, robadas también de los balcones, y enseñe sus penachos de cañas y su bosque de plantas del río, seguramente quedará extrañado de tan particular faena y apuntará en su memoria una costumbre nunca hasta entonces conocida.
En ese castillo, alzado en una noche para ser echado por tierra á la mañana siguiente, bailarán hombres y mujeres al salir la gente de misa, y el restante auditorio presenciará el bullicio, formando círculo en torno de la fiesta.
Como se está en vísperas de ella y como en la vigilancia de sus flores las mujeres ponen un decidido empeño, no sea que mientras cierren los ojos sean escalados sus balcones, las dueñas de macetas están sobre un