¿LA VIRGEN NEGRA DE LOS TEMPLARIOS?
SIERRA MORENA (ANDÚJAR, JAÉN).NOCHE DEL 12 AGOSTO DE 1227.
Un gélido azote de aire serpentea la agreste ladera de la serranía del Cabezo, mientras la ágil sombra de un pastor se escurre entre las rocas que le sirven de peldaños en su ascenso hasta la cima. El balido de un rebaño de ovejas, en el que se intercalan los ladridos de un perro, compone la partitura para el bucólico escenario que se despliega bajo un negro telón agujereado de estrellas. Imposibilitado de su brazo izquierdo como consecuencia de una parálisis, Juan Alonso Rivas, natural de Colomera (Granada) se acomoda sobre un peñasco y extrae de su zurrón media hogaza empapada en aceite. Habiendo recitado un par de oraciones con las que combatir su soledad, el joven pastor puede saciar su vigilia con un pan bendecido.
De repente, sus ojos se abren como platos mientras su mandíbula se paraliza dejándole boquiabierto. Un extraño hálito de silencio amordaza el balido de las ovejas y los ladridos del perro. En el horizonte recortado por la cima, se divisan unos resplandecientes destellos, cuyas luminarias parecen estar danzando al son del tañido de una campana que no existe. Impulsado por el arrojo y la curiosidad, el pastor decide alcanzar la cumbre. Cobijada en el interior de una grieta, entre las columnas de dos enormes rocas de granito, el hallazgo de
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