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El país del sol
El país del sol
El país del sol
Libro electrónico439 páginas3 horas

El país del sol

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Recopilación de poemas del autor Salvador Rueda, con temas tan variados como la mitología, la religión, el amor y la melancolía por el paso del tiempo. En ellos se aprecian varios de los rasgos distintivos de la obra del autor: el costumbrismo centrado en la vida andaluza de su época, la plasticidad del lenguaje, una sensibilidad inusitada a la hora de crear el estilo literario y el modernismo incipiente que caracterizó al autor.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento15 feb 2022
ISBN9788726660333
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    El país del sol - Salvador Rueda

    El país del sol

    Copyright © 1901, 2021 SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726660333

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    Al Excmo. Sr. D. Carlos Navarro y Rodrigo, eminente político, escritor y poeto, que ha sido para mí el más noble, generoso y bueno de los hombres.

    Salvador Rueda.

    A MI MADRE

    ¡Madre del alma mía,

    qué viejecita eres;

    ya los ochenta inviernos

    pesan sobre tus sienes!

    Encorvadita marchas

    y triste languideces,

    triste porque adivinas

    cuál ha de ser tu suerte.

    Ya es un harapo mustio

    tu cuerpo floreciente;

    ya son tus ojos cuencas

    que luz apenas vierten;

    ya son aquellas manos

    de sol, de rosa y nieve,

    sarmientos retorcidos

    que crujen al moverse.

    Tu boca, que me ha dado

    sus besos y sus preces,

    es ya un desierto nido

    donde el silencio duerme.

    El seno en que he gozado

    mis sueños de inocente,

    es ya un sagrario frío

    cerrado para siempre.

    Tu cuello ya no es cuello,

    tu frente ya no es frente;

    ¡madre de mis entrañas,

    qué viejecita eres!

    * * *

    Con el terror inmenso

    que tienes á la muerte,

    sé lo que estás pensando

    cuando dormir no puedes;

    sé, aunque el secreto callas,

    que sueñas con que viene

    un enlutado entierro

    lleno de muda gente,

    y asustada tiemblas

    porque imaginas verte

    bajo el prensado suelo

    metida para siempre.

    «—Quiero—me has dicho un día —

    cuando la vida deje,

    que al lodazal no vayan

    mis huesos á esconderse.

    ¡Quién descansar pudiera

    tendida dulcemente

    de este grandioso templo

    bajo las naves fuertes,

    y abierto mi sepulcro

    por cima de la frente,

    á Dios estar mirando

    y al órgano solemne!»

    De Málaga, así, viendo

    la catedral riente,

    llorando me dijiste,

    llorando por tu suerte;

    y yo que, cual tú, madre,

    llevo el terror perenne

    del día en que á la tierra

    mi humilde cuerpo ruede,

    nada al oirte dije,

    pero soñé con verte

    dormir conmigo un día

    el sueño de la muerte

    en una blanca tumba

    do fueran á romperse

    los rayos de colores

    del vidrio transparente:

    así, bajo el sudario

    de luces nuestras frentes,

    al órgano veríamos

    y á Dios eternamente.

    * * *

    Ojos que fueron flores

    de luz tibia y celeste;

    seno arrugado y triste

    donde bebí la leche;

    regazo enflaquecido

    que á inmenso dolor mueve,

    donde gocé mis sueños

    de niño balbuciente;

    infatigables manos

    ligeras en mecerme,

    piadosas en lavarme

    y en castigarme leves;

    labios que fuisteis rosas

    para besar mis sienes,

    y fuisteis canto y ritmo

    para adormirme fieles;

    madre que fuiste loba

    al ir á defenderme,

    y fuiste muda estatua

    para velar mi fiebre;

    madre que mis heridas

    lamiste con deleite;

    ¡madre de mis amores,

    qué viejecita eres!

    * * *

    ¡Oh Dios! ¿qué daño hizo

    mi viejecita débil

    para que así en sus ojos

    los manantiales seques,

    para que así sus manos

    en la impotencia dejes,

    para que así le arranques

    los sueños de la frente,

    para que así su seno

    paralizado quede,

    para que así su boca

    sin armonía suene?

    Con sus palomas cruza,

    con sus palomas viene,

    con sus gallinas pasa,

    con sus polluelos vuelve;

    ¿qué daño hace en el mundo

    su espíritu inocente?

    ¡madre de mis ensueños

    qué viejecita eres!

    * * *

    Si yo pudiera darte

    la vida que no tienes;

    vaciarte mis arterias

    en tus arterias leves;

    volcar mi ardiente cráneo

    sobre tu cráneo inerte;

    cambiarte las entrañas

    por mis entrañas fuertes;

    mi corazón, que vibra

    cual yunque resistente,

    trocarlo por el tuyo,

    que apenas si se mueve;

    si yo pudiera darte

    mis ojos con que vieses;

    mi tacto, que amorosa

    pasaras por mi frente;

    mi olfato, que en perfumes

    el alma te envolviese;

    mi paladar, que hiciera

    vivir tu cuerpo débil;

    mi musical oído

    donde sonara siempre

    de la Creación grandiosa

    la música valiente;

    si yo pudiera darte

    calor que te encendiese,

    mi cuerpo trocaría

    en una antorcha ardiente,

    en un incendio rojo

    que con su luz te diese,

    la fuerza de mi carne

    y el fuego de mi mente:

    ¡madre de mis entrañas

    qué viejecita eres!

    Á MI MADRE

    Si un genio me dijera:—Todos los siglos

    que alumbre en los espacios del sol la llama

    he de hacer que tú vivas, si me concedes

    las manos de tu madre, por ti arrancadas,

    al genio le diría:—Sólo los dedos

    de mi bendita madre, ser de mi alma,

    valen más que las vidas que el sol alumbre

    hasta que hecho se quede pavesas vanas.

    — Hago inmortal tu nombre, si generoso

    me das su cabellera profusa y blanca,

    blanca como las ropas de altar divino,

    blanca como de un ángel las leves alas.

    —Sólo un nevado rizo de su cabeza

    puesto de mis amores en la balanza,

    sólo un rizo nevado, tiene más peso

    que Florencia triunfante llena de estatuas.

    —Si me das de tu madre los ojos puros,

    para que arrebatado tu numen vaya

    te regalo una estrella por carro de oro

    con ligeras y vivas ruedas de plata.

    —Por cada cien estrellas que hay en el cielo,

    no daba de mi madre ni una mirada;

    con sólo ver sus ojos, vuela mi mente

    más veloz que los astros y en luz más alta

    —Dame las dulces notas que hay en su risa

    y yo te daré el ritmo que vibra y canta

    en el bello equilibrio que ata los mundos

    donde son deslumbrantes soles las arpas.

    — Cuando ríe mi madre, de intenso gozo

    un universo rueda por mis entrañas,

    y mil cielos vestidos de resplandores,

    para que yo los mire, sus velos rasgan.

    —Dame su andar, y entonces pondré en tu mano

    la vara de virtudes más codiciada,

    y serás rey, profeta, sabio, guerrero,

    todo lo que enaltece la vida humana.

    —Me basta para serlo mi fantasía

    mientras que sus estrofas mi lira labra;

    un poeta es más grande que cetros regios,

    valen más las ideas que las espadas.

    —Pues dame un beso suyo, y el mar, la tierra,

    un coro de naciones ricas y sabias

    con tïaras y tronos, papas y reyes,

    para que tuyos sean, pondré á tus plantas.

    —Un beso de mi madre vale más glorias;

    los imperios se forman de luto y lágrimas,

    y á Dios encierra un beso; ya ves si puede

    igualarle el tesoro que me regalas.

    —Una gota de lloro, y es Todo tuyo.

    —Por no verla corriendo sobre su cara,

    si tuviera en mis manos el Universo,

    ¡al fondo del abismo lo despeñara!

    ME QUEDO

    (RENUNCIANDO A UN VIAJE)

    En un lado la fortuna

    y en otro lado la patria,

    una con lo que atesora

    y la otra con lo que guarda,

    de mi ambición y cariño

    en las distintas balanzas,

    comparé, durante meses,

    cuál de las dos más pesaba.

    A la fortuna, primero,

    comparé el mar de mi patria

    y dije: «mar, mucho brillas,

    pero más brilla la plata».

    Eché luego en el platillo

    los recuerdos de mi infancia,

    y como eran todos tristes,

    no inclinaron la balanza.

    Puse después el cariño

    de mis hermanos del alma,

    y opuse un gigante esfuerzo

    al metal de la otra taza.

    Fuí pesando una por una

    á las provincias de España,

    y fueron las de más fuerza

    Valencia, Sevilla y Málaga.

    Quise ver cuánto quería

    á mis amigos de España,

    y casi, casi vencieron

    la enorme pesa contraria.

    Puse el amor en seguida,

    el amor que ella me guarda,

    ¡y no se enteró siquiera

    el fiel de tan leve carga!

    De tanta cosa creído

    que la fortuna triunfaba,

    exclamé: «voy con denuedo

    tras de la mar á encontrarla».

    Pero sentí que caían

    en el platillo unas lágrimas,

    que engrosándose y creciendo,

    conmovieron la balanza.

    Volví la vista afligido,

    y vi con mortales ansias,

    que mi madre, medio muerta,

    era quien las derramaba.

    En tierra dió sin sentido,

    sin color, pulso, ni habla,

    ¡y yo creí, al ver sus ojos,

    que el sol mismo se apagaba!

    Se inclinó entonces el peso,

    y lanzó con fuerza brava

    por los aires la fortuna

    con fe, ambición y esperanza.

    Aún sigue mi madre enferma,

    y al recobrar la palabra

    ha sido para decirme

    «¡no te vayas! ¡no te vayas!».

    Ante su amor sacrifico

    riquezas antes ansiadas,

    porque á costa de su vida

    no aspiro á poder, ni á nada.

    Seguiré escribiendo libros

    en la labor de la patria,

    ¡y si he de pedir limosna

    quiero pedirla en España!

    LA BANDERA ESPAÑOLA

    Audaz y conquistadora,

    aventurera y romántica,

    amiga de cascos, plumas,

    cotas, espuelas y espadas,

    roja como el heroísmo,

    como el rayo del sol gualda,

    inmortal por su grandeza,

    épica por sus batallas,

    tela en que todos los vientos

    cantaron glorias de España,

    siempre apuntó á la victoria

    al ser del aire rizada,

    y fué á clavarse en las cimas

    donde se posan las águilas.

    Sudario del enemigo

    que audaz osó desgarrarla,

    igual que un crespón de luto

    cobijó á distintas razas,

    mientras que fué en los combates,

    para orgullo de la patria,

    colgadura de victoria,

    lienzo egregio y cifra santa.

    Descubridora de mundos,

    sintió las vírgenes aguas

    abrirse ante su bravura

    en espumosas montañas,

    y en el cristal infinito,

    digno espejo de copiarla,

    fué mirando su grandeza,

    libre, intrépida y gallarda

    Todos los cascos de guerra

    tienen señal de sus balas,

    y todo acero de lucha

    tiene mella de sus armas.

    Con cañones dijo al orbe

    su epopeya soberana,

    que estremecidos oyeron

    todos los puntos del mapa.

    Supo todos los caminos,

    venció en todas las hazañas,

    la luz de distintos cielos

    viéronla en gloria bañada,

    y fué tan alta y tan noble,

    que en la lid al tremolarla,

    postrado el mundo decía:

    «¡Es la bandera de España!»

    España palpita en ella

    y está su tela labrada

    con fibras de nuestros pechos

    y amores de nuestras almas.

    Su amarillo, es oro puro;

    rojo, valor y arrogancia;

    y porque encierre más brío,

    tiene dos partes de grana.

    Nuestra tradición sublime

    en sus pliegues flota y canta,

    y asta digna de ella, es sólo

    nuestra soberbia Giralda.

    La bandera simboliza

    nuestras costumbres bizarras,

    nuestras parrandas alegres,

    nuestras mujeres amadas.

    El zortzico vibra en ella

    y el gemido de la gaita,

    y la jota aragonesa

    y la andaluza guitarra.

    La luz más clara del mundo

    da en su seda desplegada,

    y los vientos de tres mares

    llegan cantando á rizarla.

    Las grandes fiestas pregona

    sobre las torres clavada,

    y es clámide de los reyes

    y de los héroes mortaja.

    Con los vinos españoles

    está por Dios bautizada,

    y forma trilógia egregia

    con el manteo y la capa.

    Es esplendor del desfile,

    del arco, arrogante flámula,

    memoria del ser ausente

    y encarnación de la patria.

    Cubridla siempre de gloria

    valientes hijos de España,

    que están sus ondas de triunfo

    tejidas y entrelazadas

    ¡con fibras de nuestros pechos

    y amores de nuestras almas!

    BRINDIS TRÁGICO

    Revuelto con la gente del campamento,

    entre las mil traiciones de gente extraña,

    y oyendo cómo silban, cortando el viento,

    los plomos con que hieren la madre España,

    ve venir el soldado la Nochebuena,

    cargada de tinieblas y de crespones,

    negra como la sombra de que está llena

    la boca funeraria de los cañones.

    Con vigor de pedradas, las recias gotas

    hieren en la manigua ramas y troncos,

    y, al resonar, parecen salvajes notas

    de tremendos cordajes duros y broncos.

    Desbórdanse las aguas entre gargantas

    de angosturas siniestras, hechas torrentes,

    y van, mientras arrollan tallos y plantas,

    dando de roca en roca tumbos valientes.

    Con el arma en las manos, muertos de frío,

    ¡qué noche la que pasan los centinelas,

    oyendo al moribundo decir: «¡Dios mío!»,

    ó lejanos relinchos y son de espuelas!

    De la negrura salen hondos lamentos;

    es que allá, en lo distante, fué la batalla;

    ¡y fué en la Nochebuena, cuando contentos

    van cantando los mozos en la rondalla!

    —«Esta noche es la noche de la alegría»,

    dice una voz al ritmo de las canciones.

    —«Esta noche es la noche de la agonía»,

    falleciendo murmuran mil corazones.

    Doquier hay en las mesas sitios vacíos,

    no hay risas en las bocas, que riega el llanto,

    ¡que sólo ven las madres los restos fríos

    de los hijos del alma que amaron tanto!

    Quizás mientras alegre truena el pandero,

    cantando la alegría loca del mundo,

    en la guerra, de noche, da el aguacero

    en la cara angustiosa de un moribundo;

    ¡Oh, si echado su cuerpo contra una roca,

    hechas sus manos trizas, sus pies pedazos,

    asfixiándole el agua llena su boca,

    y él remover no puede piernas ni brazos!

    ¡Qué inmensa pesadilla, que atroz martirio

    no poder ofrecerle cariño y casa:

    bajo el cráneo, al pensarlo, zumba el delirio,

    y el dolor, hecho un hierro, las sienes pasa!

    Cuando á la mesa todos estéis sentados,

    rezad por los que heroicos dieron su aliento,

    que acaso allá sus miembros despedazados

    sollocen y palpiten de sentimiento.

    Y cuando la botella su vino escancia

    en el seno del vaso resplandeciente,

    y alza del villancico la copla rancia

    su son entre el bullicio febril é hirviente,

    brindad por el enfermo que allá suspira,

    por la patria bandera que allá tremola,

    ¡y por los grandes hechos que el mundo admira

    en esta gigantesca raza española!

    Á CUBA

    Cuba que en un tiempo vi

    alegre, siendo española;

    ¡qué triste estás y qué sola

    hoy que el yanqui manda en ti!

    ¡Quién te conoce, ay de mí,

    más esclava que antes fuiste!;

    las cadenas que rompiste,

    te ató otra nación extraña;

    ya no eres hija de España,

    la madre á quien ofendiste.

    Ahora, Cuba, ¡oh paraíso!

    no eres la virgen del mar,

    donde España fué á engarzar

    los besos con que te quiso.

    A tu lecho fué preciso

    que te fuera á descubrir;

    y al mirarte sonreir

    plegó las tendidas velas,

    y en sus grandes carabelas

    cuneó tu porvenir.

    ¡No hubo locura mayor

    que la divina locura

    de España por tu hermosura,

    Cuba, gloria de su amor!

    Arrostró todo rigor

    por darte progreso y vida;

    mil veces fué escarnecida,

    mil veces fué desgarrada,

    mil veces vilipendiada

    y mil veces combatida.

    Cuba bella, Cuba ingrata,

    Cuba pérfida y traidora;

    en poder del yanqui llora,

    del yanqui que te maltrata.

    Ya tu lengua dulce y grata

    vas con otra á profanar;

    ya no vibra en el cantar

    que triste á tu labio asoma;

    ¿qué has hecho, di, del idioma

    en que aprendiste á rezar?

    Fiero relincho de guerra

    ahora finge tu lenguaje,

    y hablas, en jerga salvaje,

    voces de bárbara tierra.

    De tu llano y de tu sierra,

    ¿quién pudo el canto apagar?

    Borrado el color sin par

    de tus costumbres y ambiente,

    ya no eres, Cuba indolente,

    la Andalucía del mar.

    De la brisa entre los giros

    que ya meciendo las cañas,

    no viene de las cabañas

    el canto de los guajiros.

    Ya, empapadas en suspiros

    y en perezas tropicales,

    no reaniman los zagales,

    de la guitarra á los sones,

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