Un hombre de honor
Por Karen Rose Smith
4/5
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Pero Tucker parecía distraído desde que Emma dormía en su casa, y se sentía profundamente irritado y molesto cada vez que otro hombre se acercaba a ella. Por eso, sus amigos empezaban a sospechar que, aunque él no lo supiera, Emma le había robado el corazón…
Karen Rose Smith
Award-winning author Karen Rose Smith lives in Pennsylvania and has sold over 80 novels since 1991. Her romances have made both the USA TODAY list and the Amazon Contemporary Romance Bestseller list. Believing in the power of love, she envisions herself writing relationship novels and mysteries for a long time to come! Readers can e-mail Karen at www.karenrosesmith.com or follow her on Twitter @karenrosesmith and on Facebook.
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Un hombre de honor - Karen Rose Smith
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2000 Harlequin Books S.A.
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un hombre de honor, n.º 1202- junio 2021
Título original: Her Honor-Bound Lawman
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises
Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-583-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Prólogo
EL sheriff Tucker Malone retiró el fajo de papeles que tenía encima de la mesa, se levantó y se volvió hacia la ventana. Estaba demasiado distraído para trabajar. Y el motivo de su distracción era una mujer: Emma.
La noche de Halloween en Storkville solía ser una noche tranquila, pero se había quedado en la oficina por si acaso lo necesitaban. Y también porque se sentía incómodo con su forma de reaccionar ante una mujer que ni siquiera era capaz de recordar su propio nombre. Afortunadamente, llevaba una gargantilla con su nombre grabado, «Emma». Pero esa era la única pista que tenía para su investigación.
Se apartó de la ventana y tomó la foto de Emma que tenía sobre el escritorio. La había enviado por fax a todas las comisarías de los alrededores. En algún lugar tendrían que conocer a aquella mujer. Un asaltante le había robado el bolso y con él cualquier cosa que pudiera servir para identificarla. En Storkville nadie la conocía. Pero no podía haber llegado desde muy lejos, puesto que no se había encontrado ningún coche abandonado en la ciudad. Era un auténtico misterio.
Lo miraba con sus chispeantes ojos verdes desde la fotografía. Una melena cobriza y rizada rodeaba su rostro. Tenía una piel cremosa y delicada, una sonrisa dulce… Y cuando la miraba, Tucker Malone sentía la necesidad irreprimible de protegerla.
Pero tenía que controlarse, averiguar cuanto antes quién era y enviarla pronto a su casa.
Emma había pasado los últimos tres días bajo su techo y Tucker estaba a punto de volverse loco. Durante los dos meses anteriores, la joven se había quedado en casa de Gertie Anderson, única testigo del asalto y de su caída. Pero cuando la familia de Gertie había llegado desde Suiza de forma inesperada, para darle una sorpresa, se había quedado sin espacio para Emma. Y sin pensárselo dos veces, Tucker le había ofrecido su casa.
Sabiendo que Emma ya estaría allí, puesto que eran casi las once, se puso la cazadora y salió de su despacho. Antes de marcharse, les deseó a Earl Grimes y a Barry Sanchek una noche tranquila.
Tenía el coche aparcado en la acera. Sacó las llaves y presionó el botón del control remoto para abrirlo. Mientras subía, pensó en los tres años que llevaba viviendo en Storkville y en la relativa paz que allí había encontrado. Aquel trabajo había salvado su cordura y probablemente también su carrera, aunque ser sheriff en Nebraska no tuviera nada que ver con lo que hacía un policía secreta en Chicago. Pero a los habitantes de Storkville parecía gustarles su forma de trabajar.
Las farolas iluminaban los barrios de las afueras mientras Tucker los cruzaba para asegurarse de que todo estaba tranquilo.
Poco tiempo después, tomó el camino que conducía al garaje de una casa de estructura colonial de dos pisos y abrió a distancia la puerta del garaje. De vez en cuando, se preguntaba por qué se habría comprado aquella casa tan grande. Se la habían dejado a muy buen precio porque era necesario reformarla. Tenía tres habitaciones y un baño en el piso de arriba y un salón, una enorme cocina y un estudio en el de abajo. Y un sótano enorme.
Pero Tucker no tenía intención de formar una familia. Había renunciado a aquel tipo de fantasías en cuanto había firmado los papeles del divorcio. En realidad, había renunciado a aquellas fantasías la noche que…
Interrumpió rápidamente aquellos recuerdos que todavía no era capaz de soportar, dejó el coche oficial al lado de la camioneta, cerró la puerta del garaje y salió. En cuanto entró en casa, se dirigió hacia la cocina. Al pasar por el salón, oyó el murmullo de la televisión.
Al parecer, Emma todavía no se había acostado.
El sonido del coche de Tucker alertó a Emma de su vuelta. Le había dicho que llegaría tarde y ella había decidido esperarlo despierta para pasar un rato con una de las pocas personas que conocía. Desde que se había dado aquel golpe en la cabeza, se había olvidado de todo su pasado y todavía luchaba para enfrentarse a ello. ¿Qué ocurriría si nunca volvía a recordar?
La tía Gertie, Tucker y las trabajadoras del centro infantil en el que trabajaba como voluntaria eran las únicas personas que tenía en el mundo. Cuando Tucker le había ofrecido una habitación, se había mostrado renuente a aceptarla, pero tía Gertie, como casi todo el mundo la llamaba, había resuelto las dudas de Emma asegurándole algo que en el fondo ella ya sabía:
—Tucker Malone es el hombre más honrado que conozco. Te cuidará y hará todo lo que esté en su mano para averiguar quién eres.
Al oír que la puerta del garaje se cerraba, Emma contuvo la respiración. No sabía qué experiencias había tenido con los hombres en el pasado. No muchas al parecer, porque después de examinarla en el hospital, el médico le había asegurado que era virgen. En cualquier caso, sospechaba que Tucker Malone era el hombre más sexy que había conocido.
Oyó sus botas en el suelo de la cocina. Y lo oyó acercarse al salón. Cuando apareció en el marco de la puerta, a Emma ya había dejado de latirle el corazón.
Tucker medía casi dos metros, tenía el pelo oscuro, con algunas hebras plateadas en las sienes. Los hombros eran tan anchos como los de un deportista; la raya marrón oscura del pantalón de su uniforme realzaba la longitud de sus piernas. Emma buscó su mirada y, como siempre, la fuerza y la intensidad que encontró en sus ojos oscuros, hizo que se le secara la boca. Había aprendido ya que era un hombre de pocas palabras. Y, en los tres días que llevaba en su casa, no había averiguado demasiadas cosas sobre él.
En ese momento, arqueó las cejas y Emma comprendió que le estaba preguntando en silencio por los motivos que la mantenían levantada.
Emma señaló hacia las dos copas que había dejado sobre la mesa de pino y, cuando recuperó la voz, le dijo:
—He pensado que podría apetecerte tomar un poco de sidra.
Sin moverse de donde estaba, Tucker le preguntó:
—¿Han venido muchos niños a gastarte bromas?
—Ya me he quedado sin caramelos, pero todavía quedan algunas galletas —señaló la fuente que estaba entre las copas.
Tucker se acercó lentamente hacia ella. Emma lo vio posar la mirada en su pelo y dejar que descendiera por el jersey y los pantalones verdes que llevaba. Todo en su interior pareció agitarse y sintió un intenso calor en las mejillas. Se llevó la mano a la gargantilla, a la única prueba que hasta el momento tenía de su identidad.
—¿Las has hecho tú? —prácticamente gruñó Tucker.
Emma asintió.
Cuando Tucker le había ofrecido su casa, ella había aceptado, pero poniendo la condición de que cocinaría y limpiaría a cambio de su hospitalidad.
Tucker tomó una galleta y se la comió en dos bocados.
—No había probado una galleta tan rica en toda mi vida, Emma.
—Gracias —musitó ella, estudiando su expresión y preguntándose si las pequeñas arrugas que surcaban sus ojos serían la huella de las risas de otros tiempos.
Tucker desvió la mirada y le quitó el mando a distancia de las manos. Al hacerlo, rozó con los dedos la palma de su mano y el calor de aquel contacto inflamó el cuerpo entero de Emma. Cuando Tucker rozó su brazo al bajar el volumen de la televisión, la joven sintió que le iba a estallar el corazón. Desde la misma noche del atraco, crepitaba aquella electricidad entre ellos. Cada vez que estaba cerca de él, deseaba acercarse todavía más. Y las chispas que aparecían en los ojos de Tucker le decían que él también lo deseaba.
—Emma —musitó Tucker con voz ronca.
Emma temía moverse, temía contestar. Y temía que Tucker retrocediera. Así que se limitó a mirarlo, deseando algo que no era capaz de nombrar.
Cuando Tucker inclinó lentamente la cabeza, Emma imaginó que estaba esperando que se apartara. Pero ella no iba a ir a ninguna parte. Sintió su brazo que se acercaba, y también el roce de sus labios. Aquel roce no tardó en convertirse en un encuentro. El encuentro se convirtió en pasión, y la pasión se transformó en un beso que hizo que sonaran campanas y la tierra se moviera. Emma no sabía si la habían besado antes y tampoco qué tenía que hacer a continuación, pero entreabrió los labios y Tucker deslizó la lengua en su interior, con un gesto posesivo y demandante. Emma se entregó por completo a algo que imaginaba era deseo… hasta que Tucker se apartó bruscamente y dijo conciso:
—Esto ha sido un error, Emma. No volverá a ocurrir.
Emma tardó algunos segundos en darse cuenta de que la magia había desaparecido, de que Tucker estaba arrepentido de lo que había sucedido. Continuaba temblando, pero no quería que él lo notara. No quería que supiera lo mucho que la afectaba. Porque sabía que Tucker tenía razón: aquel beso había sido un error.
No podía tener una relación sentimental con nadie hasta que no supiera quién era.
Capítulo 1
EN cuanto sonó el teléfono de la oficina, a media tarde del primer día de noviembre, Tucker descolgó el teléfono.
—Aquí Malone.
—¿Tucker? Soy Roy Compton, de Omaha.
Roy era uno de los detectives del departamento de policía de Omaha.
—¿Tienes algo para mí?
—Es posible. Hay un hombre en Omaha que denunció la desaparición de su hija. Su hija se llama Emma y encaja perfectamente con la descripción que hiciste de la chica. La denuncia llegó hace seis meses después de que padre e hija tuvieran una fuerte discusión. Él no tiene ninguna fotografía actual de su hija y la foto que nos enviaste por fax no se ve del todo claro, pero dice que el pelo es idéntico y está deseando verla. ¿Crees que podrías traerla esta tarde?
Tucker sabía lo que era echar de menos a alguien, sabía lo que era ver rotas las esperanzas de encontrarlo. Y estaba seguro de que Emma estaría tan ansiosa como su supuesto padre por averiguar si ella era o no su hija.
—Hablaré con Emma y te llamaré para decirte a qué hora llegaremos —tenían que solucionar aquello cuanto antes. Emma necesitaba respuestas a su vida. Y después del beso de la noche anterior…
Tucker admitió por fin que tenía sus propias razones para desear que Emma