El autódromo
Por Octavio Botana
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El autódromo - Octavio Botana
Saga
El autódromo
Copyright © 2010, 2021 Octavio Botana and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726697858
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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Para Liv, por todo lo que me ha enseñado.
Prefacio
Esta historia no es cierta, pero todos los lugares que se describen existieron.
Hoy en día sólo ha desaparecido el gran sauce que daba entrada al sendero que tantas veces recorrí con mis hermanos.
Con el fin de recuperar ciertas sensaciones para inspirarme en la escritura de esta historia, volví hace poco a aquellos parajes y advertí que no habían perdido ni un ápice del misterio y la magia que de niños les conferimos.
Si queréis pasear por allí alguna vez, os guiaré encantado.
Esta historia es cierta, pero los lugares que se describen jamás existieron.
Hoy en día ha aparecido un gran sauce, que da entrada a un sendero muy similar al que tantas veces recorrí con mis hermanos.
Con el fin de experimentar ciertas sensaciones para inspirarme en la escritura de esta historia, volví hace poco a aquellos parajes y advertí que todo el misterio y la magia que de niños les conferimos habían desaparecido por completo.
Si queréis pasear por allí alguna vez, no contéis conmigo.
La última casa, el primer árbol
Existe una expresión china para describir el momento en que la luz se introduce en la oscuridad total, que se traduce como una descarga repentina de emociones.
Así fue como se sintieron los hermanos Bott el día que descubrieron el nuevo mundo que los esperaba más allá del sauce llorón.
Los Bott eran tres: VAL, la mayor, con once años y una predisposición sobrenatural a la imaginación; OTT, el sabihondo de diez años; y RALPH, el benjamín perspicaz, que acababa de cumplir los ocho.
¿En qué clase de mundo vivían?
Un accidente de coche los dejó huérfanos de padre y madre hacía ya catorce meses. Supieron salir del trance gracias a la fuerza de espíritu que sus progenitores les inculcaron, pero lo de apañárselas en el mundo real era otra cosa. Enseguida quedaron a cargo de sus abuelos mapaternos. Digo mapaternos porque la abuela era la madre de su padre, y el abuelo, el padre de su madre. No es que fueran pareja «oficial», pero se llevaban ya muy bien desde antes de perder a sus respectivas mitades, y para los tres hermanos representaban la pareja de abuelos que todo niño debía tener.
JO, el abuelo, era un gran conocedor de la naturaleza, un hombre que siempre tenía un momento para explicarte el origen de las tormentas, la vida en el interior de un panal de abejas o cómo dan a luz las ballenas. OTT adoraba a su abuelo por encima de todas las cosas. Quería saber tanto como él y por eso leía y releía las enciclopedias que había en casa. Todo el conocimiento no era suficiente para OTT. Él quería saber más aún, y el abuelo, después de la ausencia de su padre, se convirtió en el gran maestro que había que seguir.
RO, la abuela, era una encantadora y elegante mujer de ciudad que concentraba y absorbía de forma natural el dolor de toda la humanidad. No había desastre, por remoto que fuera, que RO desconociera o no interiorizara a voluntad. Su empatía con el daño ajeno era oceánica. Sus facciones dulces ofrecían al maltratado un universo de esperanza, su mirada era el maná para el abandonado y sus brazos el receptáculo idóneo para los alienados. VAL y ella tenían un entendimiento más allá de lo físico. Estaban conectadas mucho antes de ser engendradas, y además compartían un insólito color de ojos violáceo y una dulce voz.
Por su parte, RALPH estaba en una situación complicada. Muy querido por sus hermanos, no sabía cómo relacionarse con los abuelos. Cierto es que había tenido poco tiempo para conocer a sus padres, y eso lo dejaba en un terreno a medias entre dos atentos seres que lo cuidaban sin descanso y dos extraños demasiado mayores para comprender sus anhelos. Las aptitudes de RALPH en solitario eran desconocidas, mientras que era bien conocida su habilidad en las relaciones con los demás. Nadie como él para recordar los nombres de los vecinos de todo el pueblo, los parentescos, las edades y los signos del zodíaco de casi todas las familias de sus amigos. Era un perfecto comunicador, un jovencísimo experto en roles sociales, muy hábil con la palabra. Si alguna vez había que parar en la gasolinera a hinchar las ruedas de las bicicletas, RALPH se encargaba de pedir permiso, charlar con el encargado y comprar caramelos en menos de tres minutos con una afabilidad digna de un lord inglés. RALPH era la estrella de la familia e irradiaba una energía inusual.
El lugar donde vivían era una urbanización de no más de cuarenta casas, situada a unos cinco kilómetros del centro de Stig, una apacible localidad costera que albergaba veraneantes de medio mundo y ofrecía un clima envidiable. Su casa era la última construcción de la urbanización, el punto final de la calle asfaltada. Ellos estaban encantados con ese halo de misterio y fatalismo que los animaba a responder: «Sí, somos la última familia del pueblo, los de la última casa al final del paseo, los seres humanos más próximos al bosque», pero también les supuso un peso difícil de llevar cuando la familia se rompió del modo en que lo hizo. VAL y OTT recordaban sin esfuerzo los primeros años de infancia, todavía con sus padres. Valerosas tentativas de pedalear sin las dos ruedas de apoyo de la bici, agradables paseos por el bosque e infinidad de atardeceres de juegos de mesa. Sus padres eran un ejemplo poco común de equilibrio. Lo pasaron en grande durante el tiempo que compartieron todos juntos, y especialmente cuando