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Viajar Para Encontrarse
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Libro electrónico139 páginas1 hora

Viajar Para Encontrarse

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"Viajar Para Encontrarse" es un libro de relatos en primera persona de una aventura por más de veinte países, a través de Europa, Sudamérica y Centroamérica.

En el año 2013 ocurrió un quiebre en la vida de la autora cuando comprendió que todos tenemos fecha de caducidad.
Silvana describe el miedo que sintió la primera vez que cruzó el océano atlántico, la magia frente al Papa Francisco, la emoción al dormir bajo las estrellas junto a tres millones de personas en Polonia, la tarde en la que se enamoró de Praga, los días en que se perdió por Roma y Amsterdam, el motivo por el cual lloró en el muro de Berlín, su impresión al navegar por el Canal De Beagle, el momento en que saltó en Machu Pichu, la noche fría y oscura en la que un cubano la ayudó en Ecuador, el temor y la incertidumbre ante un posible golpe de estado en Honduras, la euforia en un volcán de Nicaragua, el dolor frente al hermano de un desaparecido en Guatemala.

Un libro cargado de emociones, ideal para aquellos que desean emprender un viaje en solitario y sientan miedo ante lo desconocido.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 mar 2021
ISBN9781005836306
Viajar Para Encontrarse
Autor

Silvana Juarez

Silvana Juárez nació en Buenos Aires- Argentina.Formada académicamente como abogada, procuradora, mediadora y periodista.Es life coach y practitioner PNL.Viajo sola por varios continentes, viviendo en Río de Janeiro, Madrid y Krakow.Co-fundadora del “Instituto Internacional De Coaching”Fundadora y directora de la editorial “Asia Ediciones”.Autora de "Las Mariposas Migran", "Mientras Me mirabas" y "Perdida Hipocondríaca".

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    Viajar Para Encontrarse - Silvana Juarez

    PRÓLOGO

    En mi primer viaje en solitario me pregunté ¿Me estaré escapando?. Tiempo después me di cuenta que en realidad me estaba buscando. La mayoría no viajamos para escaparnos sino para encontrarnos, encontrar esa versión de nosotros mismos, que ni nosotros mismos conocemos.

    Busqué esa parte de mi escondida en la realidad, o en este imaginario, porque ya no sé: ¿qué es realidad y qué es imaginación?, ¿qué es un sueño y qué no lo es?

    Sé que no me gusta mi versión inmóvil es aburrida, sería, fría, lejana. Mi versión viajera es mejor: audaz, intrépida, despreocupada, entre muchísimas otras cosas.

    En cada país me siento una persona distinta, soy distinta. En cada viaje me conozco un poco más.

    Por lo tanto:

    "Viajar es aprender a conocernos, saber de lo que somos capaces, querernos, perdonarnos los errores cometidos, gustarnos, apreciar nuestra soledad, nuestra propia compañía, (uno de los secretos de la paz y la felicidad).

    Viajar es reinventarse, perderse, sufrir, llorar, sentir miedo a lo desconocido. Pero también es reír, sentirse audaz e invencible.

    Viajar es amar, enamorarse de personas, de lugares; y odiar con toda el alma cosas que vemos y no nos gusta.

    Viajar es aceptarnos y aceptar que hay algo más fuerte, más poderoso. Es entender lo pequeño y lo grande que somos en este mundo.

    Viajar es música, bailar, hablar con las manos, hablar con extraños.

    Viajar es volar, navegar, soñar con el cuerpo y con el alma".

    PRIMERA PARTE: EUROPA

    EL COMIENZO

    Todo comenzó en febrero del 2013 cuando me di cuenta que tenía fecha de caducidad, me gustara o no me gustara yo caminaba, camino, hacia mi muerte. Este camino se llama vida. Caí en depresión -darse cuenta de ello no es fácil-. Ustedes dirán: pues eso ya lo sé, pero de verdad creo que lo sabemos pero no lo sentimos, si lo sintiéramos no viviríamos nuestra vida como si fuéramos a vivir eternamente. Todos hacemos eso, con mucha pena confieso que yo soy una más. Vivimos perdiendo nuestro tiempo, buscando perderlo para no aburrirnos.

    En ese momento me planteé ¿Qué quiero?, ¿Qué es lo que deseo?. Decidí juntar experiencias, ser una coleccionista de momentos, ya que no me llevaré nada material al menos me llevaré las vivencias y las aventuras, eso nadie me las puede quitar.

    Diría el gran Augustus Waters de John Green Pienso vivir una vida extraordinaria y lo que me da miedo es no poder hacerlo

    Esta en ti, tú tienes el poder de decidir qué hacer con lo más valioso que tienes: el tiempo. Y como dijo mi amigo Juan cuando le hablé de perder dinero y de los gastos del viaje: los años que se pasan, la vida que se va, ¿Eso qué precio tiene? ¿Qué valor le ponemos?

    Siguiendo a mi intuición y confiando mucho en el universo, en lo invisible, me fui a vivir por dos meses a Río de Janeiro. Luego viajé sola por Sudamérica: Uruguay, Bolivia, Chile, Paraguay. Porque viajar sola es completamente diferente a viajar con amigos, en familia o en pareja, donde siempre seguís de alguna manera en la zona de confort que te proporciona ese otro, quien, por ejemplo, te ayudará y cuidará cuando enfermes; viajando solo dependes exclusivamente de ti mismo. Y cuando sentí que llegó el momento, que estaba preparada para enfrentar la soledad, sin pensarlo mucho, una tarde de lluvia me compré un pasaje a Europa. Me decía a mi misma: el día del viaje decidirás: si te subís o no al avión, y sesenta días después la historia comenzaría.

    Porque el pájaro no es del nido en que nace, sino del nido en que vuela.

    BAILANDO EN ESPAÑA

    Salí con mi mochila al hombro un día de julio, de mucho frío. Esperé un bus que me llevó a tomar otro bus que me condujo a la primera parada: Foz de Iguazú, Brasil. En el trayecto lloré de miedo. Era la primera vez que cruzaría el océano y lo haría sola, mi primer gran viaje sola. Había viajado por América del Sur pero esto era diferente, más tiempo, otros idiomas y un sin fin de interrogantes, sentí miedo de todo lo desconocido.

    En Foz de Iguazú dormí. Salí únicamente a comer, quería descansar, estar lúcida para todo lo que vendría. Estuve  muchas veces antes en Foz de Iguazú, conocía todos sus atractivos, ahora era momento de concentrarme en Europa que era el objetivo.

    Al día siguiente tomé el primer vuelo que me llevó a Sao Pablo donde tenía una escala de 8 horas. Pensé por un instante en salir del aeropuerto, pero no. Conocía Sao Pablo y sabía que volvería en algún momento, -siempre vuelvo a Brasil, no puedo evitarlo, busco excusas para volver-, no quería cansarme en una maratón innecesaria por la ciudad con la angustia siempre de poder perder mi vuelo.

    Cuando llegó la hora tomé mi vuelo a Lisboa. No sé porque pensaba mi primer stop sería Madrid, olvide pasaba por Lisboa y migraciones sería ahí. Primer error que cometí, entonces entendí que se vendrían miles de cosas imprevistas, tenía que relajarme más.

    En el vuelo mi compañero de asiento era un africano. Su paso por Europa era una escala para luego volar a su país. Era de un país muy pobre, una multinacional lo contrató como mano de obra y le costeaba todos los gastos para trasladarlo. Trabajaba nueve meses en Centro América (no recuerdo el país) y tenía tres meses de vacaciones al año en los que volvía a casa para ver a su esposa y sus dos hijos. Me contó con voz triste que su hija de menos de dos años le decía papá a un amigo porque nunca lo veía a él. Le pregunté más por su trabajo: descansaba seis horas para dormir, el resto del tiempo era corrido y no podían parar, era trabajo pesado, pero necesitaba mantener a su familia y el sueldo era bueno. Hablaba español perfectamente y cuatro idiomas más.

    Pienso ¿qué me dejó ese encuentro? y en mi cabeza hay un remolino de sensaciones que no son fáciles de explicar: la dureza de la vida en la mayoría de los países de África, la pobreza extrema, la educación, la explotación laboral. Me quedo con su esperanza de una vida mejor, con su mirada transparente, con sus palabras, con su sabiduría. Si la vida nos vuelve a cruzar seguro nos comemos ese ceviche portugués que me invitó pero que no pude aceptar porque cuando vimos la hora en el aeropuerto me dijo: corre no llegas y corrí -literal- porque era tarde.

    En migraciones aparentemente le caí bien al oficial porque no me pidió nada, solo pasaporte. Leí podían llegar a pedirme pasaje de regreso, seguro y muchas otras cosas que jamás sucedieron, las vivencias son tan personales, pensé.

    Mi vuelo al tan deseado Madrid fue un vuelo con mucha turbulencia, pero estaba ocupada tratando de tranquilizar a una señora mayor que viajaba con su hija y su nieto. Cuando descendimos ellos me explicaron que solo volverían a sellar mi pasaporte cuando dejara el espacio Schengen, no cuando entrara y saliera de cada país.

    El aeropuerto de Barajas no fue como me lo describieron, estaba todo tan bien señalizado que era imposible perderse. Fui a buscar el metro y, menos mal que consulté porque la estación a la que debía ir estaba cerrada por refacción. Me indicaron bajara en Puerta del Sol que era la estación más cercana a mi hostel y caminara.

    Cuando hacía fila para sacar mi ticket me caí de espalda por el peso de la mochila y por intentar adelantarme. Por el mismo peso de la mochila no podía levantarme, quedé tirada como una tortuga que cae con el caparazón hacia abajo y no puede hacer nada, un hombre tuvo que darme la mano y empujarme -¡que vergüenza!-. Subí al metro pensando que debía descartar cosas, no podía cargar tanto peso. Mi mochila pesaba menos de diez kilos y para mí era muchísimo, con el tiempo aprendí que ocho kilos son los precisos, en ocho kilos entra todo lo que necesito para vivir, ¡¿Quién lo diría?!. Hay que aprender a no cargar cosas innecesarias, andar más livianos.

    Llegué a Puerta del Sol. Salí a Madrid a las 10 am. Muchísima gente que va, que viene, sin mirar. Volví a entrar a la estación, me acerqué a un policía para pedirle indicaciones, quien buscó en Google map y me hizo memorizar el camino. Recuerdo me dijo: cruza Atocha y seguí dos cuadras, yo no podía memorizar la palabra Atocha, me sonrió: esa calle es muy conocida, no te preocupes que la verás y no la olvidarás.

    Llegué a mi hostel pero el check-in era a las 13 hs. Dejé la mochila y salí con un mapa a caminar.

    Recién llegaba y sin pensarlo salía a recorrer la ciudad. No podía desperdiciar un segundo, no quería hacerlo. Todos los miedos en ese momento no sé donde estaban, pero conmigo ya no, se habían ido.

    El mapa tenía marcado los lugares que debían ser visitados y fui a todos. Sin haberme duchado recorrí Madrid por primera vez.

    Volví al hostel a las 15 hs. Me duché y volví a salir porque quería tomar fotos.

    Cuando reaccioné eran las 9 pm pero parecía de día, estaba claro. Me quedé en Puerta Del Sol escuchando y viendo todo tipo de espectáculo callejero, hasta bailé un rato en medio de la gente con la música de los mariachis, "el mariachi

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