Sueños y esperanzas
Por Moyra Tarling
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Y ahora Piper había vuelto, embarazada, sin marido, y necesitando un padre para su hijo. Kyle seguía siendo el mismo hombre, leal e íntegro, es decir, exactamente el hombre de sus sueños. Pero convencerlo para contraer un matrimonio de conveniencia no le bastaba a Piper: Kyle Masters no solo era el hombre que le convenía, sino el hombre que ella deseaba...
Moyra Tarling
I was born in Aberdeenshire, Scotland and emigrated to Vancouver, Canada in 1968. Met and married my husband, Noel, in 1969. We have a son and a daughter and have recently become 'empty nesters'. An avid reader all my life, I became hooked on Romance novels as a teenager. I didn't start to write until my children entered elementary school and at that time I considered it a hobby. I entered a fiction competition sponsored by Woman's Weekly, a popular British Magazine, and received an encouraging response from an editor who asked for changes to the manuscript. That story didn't sell but I was invited to submit again. A Bid For Happiness was published in 1984. I sold my second manuscript A Piece of Forever to Woman's Weekly in 1987. My third manuscript, A Tender Trail, was sold to Silhouette Books in New York. It was published in 1988 and with this, my first book for Silhouette Romance, I became a finalist in the "Traditional Category" of the 1988 Romance Writers of America (RWA) conference in Seattle. (The contest was known then as The Golden Medallion, but is now the prestigious "Rita") Throughout the past 10 years I have taught courses on How to Write Romances at various locations in and around Vancouver, British Columbia, Canada. I also gave a workshop titled 20 Steps to a Better Manuscript at the RWA National Conference in Orlando, 1997 and recently gave this same workshop at a Conference held earlier this spring in Victoria, British Columbia. My 14th Novel, the first in my Diamond Trilogy about a California family who own a race-horse Ranch- A Diamond for Kate is in stores NOW, December, 1999 and will be followed in March 2000 by The Family Diamond and in July 2000 with Denim and Diamond. I was the Past President of the Kiss of Death (KOD) Mystery/Suspense Chapter of RWA. I've always loved reading mystery novels and one of my goals is to write one. In the meantime I'm finding this new endeavor very challenging.
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Sueños y esperanzas - Moyra Tarling
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2000 Moyra Tarling
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Sueños y esperanzas, n.º 1160- abril 2021
Título original: Denim & Diamond
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1375-568-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
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Capítulo 1
LO siento, no quería asustarte.
Piper Diamond contuvo la respiración al reconocer aquella profunda voz sonora.
Estaba visitando los establos del rancho de sus padres en California, en las afueras de Kincade, cuando oyó unos pasos que se acercaban. Esperaba que fuera su hermano, pero el hombre alto de pelo oscuro que se encontraba ante ella no era Spencer.
Aunque llevaba ocho años sin ver a Kyle Masters, hubiera reconocido su agraciado rostro moreno y sus ojos grises, de tempestuosa mirada, en cualquier parte.
—Creí que eras Spencer —dijo Piper, mientras el niño que llevaba en su interior le propinaba una patada.
—Enseguida viene —contestó Kyle, al tiempo que bajaba la mirada hasta el estómago de Piper, donde esta había dejado la mano reposando. Durante un breve instante, Piper captó un asomo de emoción en sus ojos.
—Debes de haber venido para ver a Firefly —dijo Piper mientras se preguntaba el porqué de la súbita intensidad de los latidos de su pulso.
—Sí —respondió Kyle, aunque no hizo movimiento alguno para acercarse al establo de la yegua—. De modo que los rumores que he oído en el pueblo eran verdad. Enhorabuena.
Su mirada gris capturó la de ella con una expresión imposible de descifrar.
—Gracias —dijo Piper mientras se preguntaba, no precisamente por primera vez, qué tenía Kyle Masters para provocarle aquella agitación. Años atrás había estado locamente enamorada de él, y de aquellos días en que tan bien se lo pasaba recordaba muy bien que le bastaba con mirarlo a él para que el corazón se le pusiera al galope, exactamente como en aquel momento le estaba sucediendo.
—¿Para cuándo esperas al niño?
—Para mediados de noviembre —respondió, arrepintiéndose de haberse acercado hasta las cuadras. Estar con los caballos la había tranquilizado siempre, pero encontrarse allí, a solas con Kyle Masters, le estaba produciendo el efecto opuesto.
—¡Piper! Así que aquí era donde te habías metido —dijo Spencer al reunirse con ellos—. Ah, veo que te has encontrado con Kyle. ¿Te acuerdas de mi hermana, Kyle?
—Sí, me acuerdo de Piper —contestó el aludido y, al notar un ligero matiz burlón en su voz, Piper sintió un calor que le subía por el cuello al recordar el último encuentro que ambos habían tenido—. Si me disculpáis —siguió diciendo Kyle—, lo mejor será que vaya a echarle un vistazo a Firefly. Me alegro de haberte vuelto a ver, Piper.
Y abrió la puerta del establo.
—Vamos, hermanita, te acompañaré de vuelta a la casa —dijo Spencer, tomando del brazo a su hermana para salir al sol de la tarde.
—¿Viene Kyle al rancho a menudo? —se atrevió a preguntar Piper mientras se dirigían por el sendero a la puerta de seguridad.
—Una vez por semana durante la temporada de carreras, o si hay alguna yegua preñada —le explicó su hermano.
—Supongo que estará trabajando con Henry Bishop —dijo al recordar que Kyle ayudaba en la clínica veterinaria durante el verano en que ella se graduó en el instituto y se puso en ridículo como jamás en su vida.
—Henry se jubiló. Hace tres años se fue a Arizona, a vivir con su hermana. Trabajaron juntos unos años y después Kyle se hizo cargo de la clínica —dijo Spencer.
—¿Está casado? —preguntó sin poderlo remediar, aunque en el tono más natural que pudo.
—Divorciado. No suele hablar mucho de eso —siguió diciendo Spencer mientras subían los peldaños de la casa—. Tiene una niña, April, que es una monada, con cuatro añitos.
—¿Con qué frecuencia la ve?
—A diario. Kyle tiene su custodia. Te acordarás de su esposa, Elise Crawford. Iba un par de cursos por delante del tuyo en el instituto.
Piper hizo memoria y se acordó de una rubia muy guapa.
—¿No se fue a Nueva York para intentar ser actriz?
—Eso es. No tuvo mucha suerte y pronto estuvo de vuelta, antes de que su madre muriera. Me parece que fue por aquel entonces cuando Kyle y ella se hicieron novios.
—Ya.
—Pero resultó que seguía pensando en intentar lo del teatro, y a los pocos días de nacer April hizo las maletas y puso rumbo a Nueva York.
—Debió de ser duro para Kyle que lo dejasen con una niña recién nacida a su cargo —comentó Piper.
—No es de los que se quejan —dijo Spencer—, y créeme que tendría motivo. Imagino que no ha sido fácil criar él solo a una niña y sacar adelante al mismo tiempo su negocio.
—Hay más personas que se las arreglan para sacar adelante familia y carrera —dijo ella, súbitamente reticente a simpatizar con Kyle.
—Eso es cierto, pero precisamente me ha dicho hace un momento que, desde que se despidió su secretaria, hará cosa de un mes, le está costando mucho encontrar una sustituta. Aunque ha puesto anuncios en la prensa, no ha tenido respuesta.
Llegaron a los escalones que había al pie del porche que rodeaba el rancho: una casa de dos pisos.
—Pero ya está bien de hablar de Kyle —dijo Spencer—: eres tú quien me preocupa ahora. Llevas aquí una semana y apenas has dicho palabra —la recriminó con suavidad—. Ya sé que en junio no tuvimos ocasión de hablar mucho, con todo eso de la boda, pero ya debías de estar embarazada por aquel entonces. ¿Por qué no dijiste nada?
Piper sonrió.
—Tonto, porque era vuestro gran día, tuyo y de Maura; no quería robaros protagonismo.
Además, por aquel tiempo tenía un montón de cosas en la cabeza, y la menos importante no era que, justo antes de salir de Londres para asistir a la boda de su hermano, había roto con Wesley Adam Hunter, el padre del niño.
La verdad era que había agradecido que el despliegue de actividad que rodeaba a la boda de Spencer y Maura hubiera quitado el foco de atención de ella misma: nadie se había dado cuenta de que estaba embarazada y ella, desde luego, que aún estaba intentando asimilar la noticia, no se lo había contado a nadie.
Se había quedado de piedra cuando el doctor le dijo que la causa del malestar por el que había ido a verlo no era la gripe. La idea de ser madre la sobrecogía.
Al ser la pequeña de su propia familia, Piper había tenido muy poco contacto con niños pequeños. Ni siquiera había hecho nunca de canguro. Para ella siempre había sido su carrera lo primero, por lo que había llegado lejos enseguida. Cuando observaba cómo algunas de sus amistades se casaban y fundaban una familia se decía que eso no era una de sus prioridades.
Lo cierto era que el parto en sí la espantaba, y no le había hablado de sus miedos a nadie, ni siquiera a su madre. Sabía que dar a luz era algo normal y natural; que hacían millones de mujeres, pero, a pesar de todo, no podía hacerse a la idea.
Había tratado de convencerse de que se estaba comportando de forma ridícula, de que aquella experiencia sería memorable y maravillosa; pero con eso no había conseguido reducir lo más mínimo el temor que tenía incrustado en el fondo de su alma.
—¿Y qué dice Wes? Estará contento —aquel comentario de Spencer sacó a su hermana de sus cavilaciones—. ¿Va a reunirse con nosotros o está embarcado en otro de sus audaces reportajes? Confío en que le dijeras que fuiste tú quien atrapó el ramo de novia de Maura, lo que significa que vas a ser la siguiente en casarte.
La emoción cerró de repente la garganta de Piper, quien luchó por poder decir:
—No va a haber boda. Wes está muerto. Se mató en Asia, en un accidente mientras yo asistía a vuestra boda. No lo supe hasta mi regreso a Londres.
El impacto que la noticia produjo en Spencer apareció de inmediato en su rostro.
—¡Dios mío, Piper! ¡Cuánto lo siento! —la abrazó y la retuvo así largos segundos, antes de apartarla para mirarle el rostro—. No recuerdo que saliera nada en los periódicos.
Piper sonrió con amargura:
—Su familia hizo lo posible por que no se hablara de ello.
—¿Por qué? ¿Que sucedió?
—Por lo visto, había estado bebiendo con un grupo de jóvenes estudiantes. Ya sabes cómo era Wes: siempre en busca de un nuevo ángulo, intentando siempre sacar información de alguien de algún modo. Billy Brown, otro reportero que estaba allí, fue a verme a Londres cuando regresé. Me contó que los estudiantes habían desafiado a Wes a un pique al volante.
—Y él, por supuesto, aceptaría.
Piper asintió.
—Nunca pudo decir no a un reto.
—Pero, ¿cómo…?
—Se salió del camino en una curva. Dadas las circunstancias que rodearon el accidente, lo único que salió en la prensa fue una breve nota que comunicaba que había fallecido en un accidente de coche.
—Nos podías haber llamado.
—¿Para qué? Además, Maura y tú estabais de luna de miel y yo necesitaba tiempo para encajar la situación a mi manera.
—Pero no hubieras tenido que pasar por ello tú sola —protestó Spencer con suavidad—. Para eso está la familia: para ayudar en los malos momentos.
Piper no podía hablar: las emociones que había estado intentando reprimir en su pecho pugnaban por salir a la superficie a borbotones. A su hermano no le había dicho nada de la terrible discusión que había tenido con Wes antes de que él saliera rumbo a Asia. Aunque en un principio Piper había quedado conmocionada al descubrir su embarazo, después pensó que llevar a su hijo en su interior podría ayudar a tender un puente sobre la grieta que ya había surgido entre los dos. Sin embargo, la noticia