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Rand: San Antonio Connection #1
Rand: San Antonio Connection #1
Rand: San Antonio Connection #1
Libro electrónico92 páginas1 hora

Rand: San Antonio Connection #1

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Información de este libro electrónico

Rand y Lily, amantes adolescentes separados a la fuerza hace años, reencontrados por un acto sin sentido de violencia hacia el padre de ella, su capataz de toda la vida.

La chispa aún sigue ahí, pero su padre le envía de nuevo una advertencia desde la tumba, diciendo que no se deben involucrar de nuevo. Desafortunadamente su advertencia no incluye ninguna razón.

Los dos se dan cuenta mientras se ocupan de los arreglos finales de su padre, que su amor era real. Es real. Una fotografía vieja da una pista – pero hasta que develen secretos familiares, aparentemente sin conexión, no se atreven a ignorar las advertencias enigmáticas y conseguir su final feliz juntos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento16 may 2019
ISBN9781547586349
Rand: San Antonio Connection #1
Autor

Ann Jacobs

First published in 1996 Ann has sold over 100 romance novels, novellas and short stories to publishers including Berkley, Kensington, Loose Id, Changeling and more. Recently she has begun a new venture, self-publishing. Her first nonfiction book, SELF-EDITING FOR WRITERS,was released early this year, along with original and heavily revised romance novels and boxed sets. Romance is Ann's first love, and 2015 will mark the year she returns to her roots: the sensual, heartwarming love stories about hot, Alpha heroes and the strong women who inspire their love. Her books are divided between these and frankly erotic romances, which for the most part feature one man and one woman--but with fantasy story worlds and/or BDSM elements that take them out of the realm of mainstream romance.

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    Rand - Ann Jacobs

    CAPÍTULO UNO

    El arreo de primavera en la Serpiente Enroscada siempre había sido su época favorita del año. El clima era hermoso, con vida nueva naciendo por todas partes en Texas Hill Country – le fascinaba.  Le fascinaba, es decir, hasta que Texas había comenzado a ser invadido por la marea de indocumentados que venían cruzando la frontera sur y que estaban haciendo estragos a los rancheros por todo Texas, no solo en la zona fronteriza.

    Parecía que últimamente pasaban más tiempo ahuyentando a invasores de sus tierras que arreando el ganado. Desafortunadamente, muchos de esos inmigrantes que habían llegado al norte, eran miembros de los carteles de droga mexicanos – pandilleros violentos que te dispararían sin pensarlo dos veces – en vez de personas humildes, buscando trabajo honesto y una mejor vida que la que habían dejado atrás.

    Molesto por tener que montarse una pistola semiautomática a la cadera cada vez que tenía que salir en su propia finca, Rand Sanders revisó el rifle de caza en el porta armas de su camioneta, para asegurarse de que estuviera cargada antes de colocarla al lado del rifle calibre .22 que siempre tenía ahí. El arma más pequeña por lo general le era suficiente para despachar alguna cascabel o de sacar de su miseria a algún animal herido.

    Por cuarta vez este mes, los empleados habían visto a personas extrañas en la propiedad, a los cuales tenía que ir a echar de zonas remotas de la Serpiente Enroscada, y eso lo enfurecía. Esta mañana su capataz lo había llamado para decirle que invasores ilegales estaban viviendo en una choza de línea en la zona alta de las colinas hacia la esquina sureste de la finca. Dios quiera que sean personas inofensivas, pero Rand no se atrevía a contar con eso. Demasiados traficantes de drogas y diferentes tipos de maleantes habían estado moviéndose a lo largo y ancho de Hill Country últimamente. Sabrá Dios cuando o si los oficiales deciden asegurar la frontera y detener el incesante flujo de problemas que llegaban cruzando el Rio Grande.

    Encendió el poderoso motor de la camioneta y condujo a toda velocidad por una carretera asfaltada de la finca. Tenía que apurarse. Una vez que entrara al camino de tierra que lo llevaría a su destino, no iba a poder ir a una alta velocidad. Desafortunadamente, esa era la vía más directa al sitio donde le había dicho a Bart y a su grupo de unos doce vaqueros que lo esperaran y que no se dejaran ver por los invasores.

    Jesucristo, los huecos en la vía eran peores de los que pensaba – claro, que la última vez que había pasado por aquí había sido a caballo. De pronto, el radio satelital en el tablero lo alertó mientras iba rebotando por la ruta. Rand trató de controlar la sensación de desastre que prácticamente lo arropó cuando atendió la llamada.

    A Bart le dieron un tiro en el estómago. Está mal herido. Uno de los ayudantes – creía que era Cookie, pero no estaba del todo seguro – sonaba tan aterrorizado como se Rand se sentía.

    Ya voy en camino. Llamaré al 911 para pedir una ambulancia aérea. Rand aceleró la pickup, ignorando los crujidos y traqueteos mientras iba más rápido pasando por los profundos huecos que hacían que sus dientes chocaran y su cuerpo rebotara contra el cinturón seguridad como si apenas pesara veinte libras en vez de doscientas.

    Sin importarle como abusaba tanto de su cuerpo como del vehículo, llamó a los paramédicos del Condado de Calder y les indicó cual era el sitio más cercano a la choza de línea número doce donde podrían aterrizar. Mi capataz fue herido de bala en la barriga. Sería bueno que vaya la gente del comisario para allá también. Los invasores le están disparando a todo el que ven desde la choza de línea. Creo que están usando algo con más potencia que un simple revolver. Luego de terminar la llamada, Rand prestó atención para tratar de oír al pájaro ruidoso, con la esperanza de escucharlo llegar en el claro que estaba un poco más adelante.

    Personas inofensivas y que solo buscan techo no dispararían a unos vaqueros. No, los que están escondidos en esa choza seguramente son vendedores de drogas, miembros violentos del cartel mexicano que no dudarían en matar a alguien con mínima provocación. El tipo de bárbaros infra-humanos que les cortan la cabeza a las personas, aparentemente por diversión.

    Bart, tienes que aguantar. No te podemos perder. El capataz de la finca le había enseñado a Rand casi todo lo que él sabía sobre llevar una hacienda. Era un viejo fuerte y rudo. Rand rezaba porque su fuerza lo sacara adelante esta vez.

    Al fin. Escuchó un helicóptero arriba, justo cuando estaba llegando a la explanada donde el grupo se encontraba parcialmente escudado detrás de una fila de árboles frondosos. Una bala rebotó del capó de la camioneta al mismo tiempo que la apagó. Tomando ambos rifles, salió de la camioneta y se dirigió para resguardarse en los árboles, manteniéndose agachado para evitar ser herido en el tiroteo.

    Después de darle los rifles a Cookie, se arrodilló al lado de Bart. La cara del capataz tenía una palidez mortal, Rand pensó por un minuto que el hombre ya estaba muerto, pero cuando dijo su nombre suavemente, vio como los párpados se abrieron lentamente.

    Aguanta un poco más. Los paramédicos ya están aterrizando. Te van a llevar al hospital para que los doctores te vean. Rand podía ver la gran cantidad de sangre que ya había traspasado el vendaje en el abdomen de Bart.

    Lily. Busquen a Lily. Era como si Bart hubiera usado toda la fuerza que le quedaba para decir esas palabras, luego suspiró y cerró los ojos.

    El helicóptero del departamento del comisario aterrizó al lado de la unidad de evacuación médica. El piloto, un hombre mayor y corpulento cuyo nombre Rand no recordaba, le señaló a sus hombres para que rodearan la choza, de donde aún salía alguna bala de vez en cuando. ¿Tiene idea de cuántos hay ahí adentro, Sanders? Se arrodilló al lado de Rand y sacudió su cabeza al ver que Bart estaba en malas condiciones.

    Yo calculo que deben haber unas cuatro o cinco que están disparando, quizás hayan más que no. Mis ayudantes y yo cubriremos a Bart y los paramédicos mientras lo montan en el helicóptero. A Rand le gustaría disparar personalmente al que hirió a su capataz, pero ahora su principal preocupación era llevar al hombre al hospital antes de que se desangre.

    Rand esperó mientras los paramédicos le colocaban intravenosas a Bart y lo montaban en el helicóptero. Luego, mientras los ayudantes se movían para apoyar a los oficiales, esperó hasta que siete hombres de apariencia ruda salieran de la choza, con sus manos arriba de la cabeza. Una vez estuvieran esposados y con tobilleras de hierro, habló un momento con el oficial encargado. ¿Quiere tomar las declaraciones de mi equipo o los mando al cuartel general una vez regresen a la finca?

    "Creo que es mejor que declaren de una vez mientras tengan todo fresco en la mente, si

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