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El techo del cielo: Conversaciones con el alma
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El techo del cielo: Conversaciones con el alma
Libro electrónico100 páginas1 hora

El techo del cielo: Conversaciones con el alma

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Información de este libro electrónico

A través de un diálogo entre el cuerpo y el alma el autor contrapone los impulsos juveniles y la inexperiencia a la sabiduría. Esta particular confrontación le permite reflexionar acerca del ser, el cómo ser, la diferencia entre la esencia y la identidad, la relación con el tiempo, la elección entre el vértigo y la vorágine, y las cuestiones metafísicas fundamentales, el arte, la ciencia, la política y el amor.

Por esos desfiladeros se deslizan: los sueños, la imaginación y la fantasía, la razón y los impulsos, el encanto y el desencanto, las utopías, los deseos y las culpas, el apego y el aburrimiento, la amistad y el amor, la felicidad y el dolce far niente, a través de una escritura que recurre a imágenes y lenguaje poético.

En este libro se nos abre sin ningún pudor, partiendo de su propia esencia: la poesía, poniendo en palabras lo que su accionar viene expresando desde siempre, su convicción de que el cielo no tiene techo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 mar 2021
ISBN9789875993839
El techo del cielo: Conversaciones con el alma

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    El techo del cielo - Federico Storani

    1.png

    Federico Storani

    El techo del cielo

    Conversaciones con el alma

    Ilustraciones de tapa e interiores: Rodolfo Zagert.

    Gentileza del autor.

    ©Libros del Zorzal, 2011

    Buenos Aires, Argentina

    Printed in Argentina

    Hecho el depósito que previene la Ley 11.723

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    Índice

    Prólogo

    Poesía

    I. El techo del cielo… | 12

    II. Reserva de lo que llaman locura… | 25

    III. El halcón recortado en el cielo… | 33

    IV. Las pausas de mirar a tu alrededor… | 42

    V. Los pliegues con sus luces y sombras… | 52

    VI. Los filamentos de las telas de araña… | 61

    VII. Ata a los sentidos y los flagela en su prisión… | 73

    VIII. La silueta imperfecta… | 82

    IX. Estado de gracia, bendición, gloria y milagro… | 94

    X. La lucidez del insomnio… | 105

    Agradezco la colaboración

    inestimable de Graciela Bordón y las

    ilustraciones de Rodolfo Zagert.

    Prólogo

    Es probable que a los lectores de estas páginas, que solamente conocen al Federico Storani público, al militante inquebrantable, al profesor universitario dedicado, al analista político riguroso, encontrarse con este libro les resulte una sorpresa. Pero para los que compartimos gran parte de nuestra vida con él, no es más que la confirmación de una manera apasionada de vivir.

    A través de un diálogo entre el cuerpo y el alma, el autor contrapone los impulsos juveniles y la inexperiencia a la sabiduría. Esta particular confrontación le permite reflexionar acerca del ser, el cómo ser, la diferencia entre la esencia y la identidad, la relación con el tiempo, la elección entre el vértigo y la vorágine, y las cuestiones metafísicas fundamentales, el arte, la ciencia, la política y el amor.

    Influenciado por las lecturas de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Claudio Magris, Federico Storani aborda los grandes temas de la filosofía: la vida, el sentido de la vida, su trascendencia.

    Por esos desfiladeros se deslizan: los sueños, la imaginación y la fantasía, la razón y los impulsos, el encanto y el desencanto, las utopías, los deseos y las culpas, el apego y el aburrimiento, la amistad y el amor, la felicidad y el dolce far niente, a través de una escritura que recurre a imágenes y lenguaje poético.

    Si tuviera que definir con una palabra a Fredi Storani, sin dudar elegiría la palabra pasión. Fredi es como un río de montaña, de esos que no tienen ni dan respiro; ríos en los que las preguntas y las respuestas se arremolinan con extrema vertiginosidad.

    En este libro se nos abre sin ningún pudor, partiendo de su propia esencia: la poesía; poniendo en palabras lo que su accionar viene expresando desde siempre: su convicción de que el cielo no tiene techo.

    Ricardo Wullicher

    Buenos Aires, julio de 2010

    El que abraza a este libro abraza a un hombre.

    Walt Whitman, sobre su libro Hojas de hierba

    Cuando estás ausente, tu figura se dilata hasta el punto de llenar el universo. Pasas al estado fluido, que es el de los fantasmas. Cuando estás presente, tu figura se condensa; alcanzas las concentraciones de los metales más pesados, del iridio, del mercurio. Muero de ese peso, cuando me cae en el corazón.

    Marguerite Yourcenar, Fuegos

    Despreocupados, irónicos, violentos, así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama siempre únicamente a un guerrero.

    Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

    Poesía

    De los miles matices del cielo

    los del arco iris o el iris del ojo

    me seduce la sangre del rojo

    el que me hace hervir a su antojo

    y con su arrojo me eleva del suelo.

    Los grises y el gris me entristecen

    siento que siempre adolecen

    del envión que contagia pasión

    y reducen a la tibia ilusión

    lo absurdo de sobrevivir en ausencia

    pudiendo extasiarse explorando la esencia.

    La tenue brisa descubrirá tu cima

    si el vendaval del espíritu que te anima

    es el huracán que te conduce al cielo

    sabiendo que en ese azaroso vuelo

    sortearás un universo de terciopelo

    solo si eres capaz de descorrer el velo

    que el miedo impone a la agonía

    aferrándote a la eternidad de la utopía

    dejándote inundar por una pizca de sabiduría

    sin que te asfixie el exceso de razón

    porque siempre tendrás perdón

    si aprendes que esa enfermedad tiene cura

    si le aplicas una buena dosis de locura.

    Y despertarás…

    ...a todo lo que te produzca ardor

    aunque esa escalada esté plagada de dolor

    siempre será menor que la pena de sucumbir

    ante la tentación de dejarte morir

    si tienes la osadía de saber

    que el único líquido que te hace vivir

    es el que solo puedes beber

    cuando te empuja el misterioso valor

    de abrirte con el rocío de la flor

    al insondable abismo del amor.

    Y entonces…

    ...el cielo no tendrá techo

    será solo un cálido lecho

    donde embriagado de calma

    descanse tu aguerrida alma.

    I

    El techo del cielo…

    —¡Toma esa flor entre las páginas!

    —Pero si es un simple señalador...

    —¡Tómala!… Está en su lugar.

    —Por obedecerte, me clavé una espina y se está manchando.

    —Ya estaba manchada. Ahora… ¡Lee la poesía con la voz que salga!

    De los miles matices del cielo…, un momento..., ¿tiene techo el cielo?

    —Se dice que la curiosidad mata, pero, esta vez, salva. En cuanto al cielo, no tiene techo, pero lo sabrás después de haber subido. Lo hermoso y misterioso es que nuestra cima no es la cima, esta última no existe, igual que el techo del cielo.

    —Y entonces, ¿para qué subir hacia lo que no existe?

    —Porque me gusta más que bajar, imagino que la

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