El techo del cielo: Conversaciones con el alma
Por Federico Storani
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Por esos desfiladeros se deslizan: los sueños, la imaginación y la fantasía, la razón y los impulsos, el encanto y el desencanto, las utopías, los deseos y las culpas, el apego y el aburrimiento, la amistad y el amor, la felicidad y el dolce far niente, a través de una escritura que recurre a imágenes y lenguaje poético.
En este libro se nos abre sin ningún pudor, partiendo de su propia esencia: la poesía, poniendo en palabras lo que su accionar viene expresando desde siempre, su convicción de que el cielo no tiene techo.
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El techo del cielo - Federico Storani
Federico Storani
El techo del cielo
Conversaciones con el alma
Ilustraciones de tapa e interiores: Rodolfo Zagert.
Gentileza del autor.
©Libros del Zorzal, 2011
Buenos Aires, Argentina
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la Ley 11.723
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Índice
Prólogo
Poesía
I. El techo del cielo… | 12
II. Reserva de lo que llaman locura… | 25
III. El halcón recortado en el cielo… | 33
IV. Las pausas de mirar a tu alrededor… | 42
V. Los pliegues con sus luces y sombras… | 52
VI. Los filamentos de las telas de araña… | 61
VII. Ata a los sentidos y los flagela en su prisión… | 73
VIII. La silueta imperfecta… | 82
IX. Estado de gracia, bendición, gloria y milagro… | 94
X. La lucidez del insomnio… | 105
Agradezco la colaboración
inestimable de Graciela Bordón y las
ilustraciones de Rodolfo Zagert.
Prólogo
Es probable que a los lectores de estas páginas, que solamente conocen al Federico Storani público, al militante inquebrantable, al profesor universitario dedicado, al analista político riguroso, encontrarse con este libro les resulte una sorpresa. Pero para los que compartimos gran parte de nuestra vida con él, no es más que la confirmación de una manera apasionada de vivir.
A través de un diálogo entre el cuerpo y el alma, el autor contrapone los impulsos juveniles y la inexperiencia a la sabiduría. Esta particular confrontación le permite reflexionar acerca del ser, el cómo ser, la diferencia entre la esencia y la identidad, la relación con el tiempo, la elección entre el vértigo y la vorágine, y las cuestiones metafísicas fundamentales, el arte, la ciencia, la política y el amor.
Influenciado por las lecturas de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Claudio Magris, Federico Storani aborda los grandes temas de la filosofía: la vida, el sentido de la vida, su trascendencia.
Por esos desfiladeros se deslizan: los sueños, la imaginación y la fantasía, la razón y los impulsos, el encanto y el desencanto, las utopías, los deseos y las culpas, el apego y el aburrimiento, la amistad y el amor, la felicidad y el dolce far niente, a través de una escritura que recurre a imágenes y lenguaje poético.
Si tuviera que definir con una palabra a Fredi Storani, sin dudar elegiría la palabra pasión
. Fredi es como un río de montaña, de esos que no tienen ni dan respiro; ríos en los que las preguntas y las respuestas se arremolinan con extrema vertiginosidad.
En este libro se nos abre sin ningún pudor, partiendo de su propia esencia: la poesía; poniendo en palabras lo que su accionar viene expresando desde siempre: su convicción de que el cielo no tiene techo.
Ricardo Wullicher
Buenos Aires, julio de 2010
El que abraza a este libro abraza a un hombre.
Walt Whitman, sobre su libro Hojas de hierba
Cuando estás ausente, tu figura se dilata hasta el punto de llenar el universo. Pasas al estado fluido, que es el de los fantasmas. Cuando estás presente, tu figura se condensa; alcanzas las concentraciones de los metales más pesados, del iridio, del mercurio. Muero de ese peso, cuando me cae en el corazón.
Marguerite Yourcenar, Fuegos
Despreocupados, irónicos, violentos, así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama siempre únicamente a un guerrero.
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra
Poesía
De los miles matices del cielo
los del arco iris o el iris del ojo
me seduce la sangre del rojo
el que me hace hervir a su antojo
y con su arrojo me eleva del suelo.
Los grises y el gris me entristecen
siento que siempre adolecen
del envión que contagia pasión
y reducen a la tibia ilusión
lo absurdo de sobrevivir en ausencia
pudiendo extasiarse explorando la esencia.
La tenue brisa descubrirá tu cima
si el vendaval del espíritu que te anima
es el huracán que te conduce al cielo
sabiendo que en ese azaroso vuelo
sortearás un universo de terciopelo
solo si eres capaz de descorrer el velo
que el miedo impone a la agonía
aferrándote a la eternidad de la utopía
dejándote inundar por una pizca de sabiduría
sin que te asfixie el exceso de razón
porque siempre tendrás perdón
si aprendes que esa enfermedad tiene cura
si le aplicas una buena dosis de locura.
Y despertarás…
...a todo lo que te produzca ardor
aunque esa escalada esté plagada de dolor
siempre será menor que la pena de sucumbir
ante la tentación de dejarte morir
si tienes la osadía de saber
que el único líquido que te hace vivir
es el que solo puedes beber
cuando te empuja el misterioso valor
de abrirte con el rocío de la flor
al insondable abismo del amor.
Y entonces…
...el cielo no tendrá techo
será solo un cálido lecho
donde embriagado de calma
descanse tu aguerrida alma.
I
El techo del cielo…
—¡Toma esa flor entre las páginas!
—Pero si es un simple señalador...
—¡Tómala!… Está en su lugar.
—Por obedecerte, me clavé una espina y se está manchando.
—Ya estaba manchada. Ahora… ¡Lee la poesía con la voz que salga!
—De los miles matices del cielo…
, un momento..., ¿tiene techo el cielo?
—Se dice que la curiosidad mata, pero, esta vez, salva. En cuanto al cielo, no tiene techo, pero lo sabrás después de haber subido. Lo hermoso y misterioso es que nuestra cima no es la cima, esta última no existe, igual que el techo del cielo.
—Y entonces, ¿para qué subir hacia lo que no existe?
—Porque me gusta más que bajar, imagino que la