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Bauman a debate
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Libro electrónico428 páginas6 horas

Bauman a debate

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En esta obra colectiva se dan cita profesionales de diversas disciplinas, con el fin de discutir las ideas del sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el impacto que éstas tienen en la política criminal del mundo occidental. Los participantes discuten acerca del ya conocido concepto de “modernidad líquida”, las redes sociales como “lugares donde la vigil
IdiomaEspañol
EditorialINACIPE
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786075600703
Bauman a debate
Autor

Pedro José Peñaloza

Pedro José Peñaloza Doctor en Ciencias Penales y Política Criminal, economista y abogado. Profesor en la Facultad de Derecho de la UNAM, en el INACIPE y en diversos centros de educación superior. Su campo de investigación es el estudio de la desigualdad social en las coordenadas de la exclusión social, las juventudes y el Estado. Autor y coordinador de múltiples libros y de decenas de artículos. Alan García Huitron Licenciado en Criminología por el Colegio Libre de Estudios Universitarios (CLEU). Cursó diplomados en Criminología y Política Criminal, e Historia del Pensamiento Económico. Maestrante en Derechos Humanos y Democracia por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es investigador del Instituto de Estudios Criminológicos Transdisciplinarios (IECRIMT) y del INACIPE, así como profesor del CLEU.

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    Bauman a debate - Pedro José Peñaloza

    A manera de presentación

    Acercarse a la obra de Bauman,¹ como de muchos otros prolijos autores, nos llevaría innumerables días, meses, incluso años. Sus aportes son muy variados. Las vetas de investigación que surgen son múltiples. Por eso aquí sólo me centraré en dos aspectos que, desde mi campo de estudio, considero útiles y relevantes para la investigación: el primero es la violencia y los medios de comunicación; y el segundo, la miseria del Estado.

    En principio hay que apuntar que Bauman empleó la metáfora de la liquidez para señalar lo efímero de los vínculos humanos y en general de la sociedad moderna. Bajo la misma lógica podemos preguntar ¿quién puede detener con sus manos un líquido como el agua? La respuesta es: nadie. El agua se fuga entre nuestros dedos. No se puede asir. Además, los fluidos no conservan fácilmente su forma […] no se fijan al espacio ni se atan al tiempo […] la fluidez o la liquidez son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual —en muchos sentidos nueva— de la historia de la modernidad.² Ésta fue parte de la explicación de Bauman sobre el principio líquido que guió su obra.

    El concepto líquido implica que los cambios son constantes, que las relaciones son transitorias y efímeras. Nada perdura en el mundo actual. Es una mutación constante. No hay certidumbre. Hoy vivimos en una telerrealidad que va desde el Homo videns, planteado por Sartori;³ hasta el nuevo Homo movilis u Homo cellularis, al cual tanto criticó Eco.⁴ Por eso hoy los individuos quieren ser telegénicos, ya que es un hecho evidente de que hoy en día la gente está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de aparecer en la pequeña pantalla, aunque sea como el imbécil que saluda con la manita por detrás del entrevistado.⁵

    Por otra parte, en las reflexiones de Bauman sobresale la crisis del Estado, esa entidad que garantizaba a los individuos la posibilidad de resolver de una forma homogénea los distintos problemas de nuestro tiempo y con su crisis se ha perfilado la crisis de las ideologías y, por lo tanto, de los partidos y, en general, de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.⁶ Se dejó de lado al Estado educador por el Estado seductor.⁷

    Con la crisis del Estado se resquebrajó el sentido de comunidad, con lo cual el individualismo se extendió y hoy es desenfrenado y feroz. "Todos conocemos el cuerpo legítimo en la videoesfera: gym-tonic, telefoneando, telegénico, bronceado, pero no quemado, bioenergético, pero controlado, esbelto sin flacura, sexy sin provocación".⁸ Es aquello que hoy se llama metro-sexual. En este sentido, la única solución líquida para el individuo sin puntos de referencia son aparecer sea como sea, aparecer como valor, y el consumismo. Pero, se trata de un consumismo que no tiende a la posesión de objetos de deseo con los que contentarse, sino que inmediatamente los vuelve obsoletos, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo,⁹ se convierte en una orgía consumista sin fin.

    Al resquebrajarse el Estado, se generó la crisis de las ideologías y de los partidos políticos estos últimos son ahora taxis a los que se sube un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No sólo los individuos, sino la sociedad misma vive en un continuo proceso de precarización.¹⁰ Hoy los políticos se convirtieron en una casta de parias que no consiguen llegar a la gente porque cuando hablan no se identifican con los problemas de la ciudadanía a la que se dirigen, sino se centran ‘autorreferencialmente’ en sus problemas privados.¹¹

    Pero, ante tantas crisis, Bauman señala que sólo hay algo permanente e inmutable: la muerte. El miedo a la muerte, es un temor innato y endémico que todos los seres humanos compartimos […] conocemos la inexorabilidad de la muerte y nos enfrentamos, por tanto, a la imponente tarea de sobrevivir […] es decir a la tarea de vivir con [y pese a] la constancia que tenemos del carácter ineludible de la muerte.¹² Pero, contradictoriamente, el espíritu moderno nació bajo el signo de la búsqueda de la felicidad, es decir, de una mayor y eternamente creciente felicidad. En la sociedad líquida de consumidores, cada miembro individual es instruido, formado y preparado para que busque la felicidad individual por medios individuales y a través de esfuerzos igualmente individuales.¹³ Para conseguir esto no importa lo que tenga que hacer.

    Violencia y mass media

    ¹⁴

    Un elemento asociado a la muerte es la violencia. En el

    origen del género humano resuenan claramente connotaciones violentas. La violencia entre los hombres no sólo se sitúa al comienzo de la historia, sino que la comunidad misma muestra estar fundada por una violencia homicida […] la conexión entre comunidad y violencia posee un carácter todavía más intrínseco. En la representación mítica del origen, la violencia no sacude a la comunidad desde el exterior, sino desde su interior, desde el corazón mismo de eso que es común: quien mata no es un extranjero, sino uno de los miembros de la comunidad; e incluso el miembro más cercano, biológica y simbólicamente, de la víctima. Quienes combaten a muerte no lo hacen a pesar de que, sino precisamente porque, son hermanos, consanguíneos, mancomunados por el vientre de la misma madre […] se matan recíprocamente no por exceso de diferencia, sino por defecto. Por una excesiva igualdad. Cuando hay demasiada igualdad, cuando ésta llega a afectar al ámbito del deseo y lo concentra sobre el mismo objeto, entonces desemboca inevitablemente en la violencia recíproca […] lo que lo lleva a atacar a los otros es precisamente este juego de espejos cruzados en el que cada uno ve su propia agresividad reflejada en la mirada del otro, según esa sensación primitiva, aunque nunca desaparecida del todo, que Sartre compendiaría en la terrible expresión el infierno son los otros; es decir que los otros, o sea la comunidad misma, es el infierno para cada yo. Lo que asusta a los hombres y, por tanto, lo que les hace enfrentarse en una lucha a muerte por la supervivencia, o por el predominio, es esa falta de límites que los pone en contacto directo con otros demasiado parecidos a ellos.¹⁵

    De tal suerte que hoy muerte, violencia y miedo se han conjuntado y a la vez se convirtieron en un producto de consumo que invade los medios de comunicación de masas [donde] la visibilidad del mal se ha incorporado a la agenda mediática. Frente a una sociedad obsesionada por el control y la seguridad, los medios hacen visible el espacio del miedo a la vez que juegan con los límites de su representación;¹⁶ y es este miedo al dolor [que] precisa a los hombres a unirse para exigirle al poder que brinde mayor seguridad. Es decir la sociedad, en especial la mexicana, no ha renunciado a ejercer la violencia unos contra otros [ni a temer al] poder aniquilador de quienes los gobiernan [contradictoriamente algunos para sobrevivir] obedecen las órdenes [del] poder en autoridad [y el] poder [intenta poner] coto a la violencia social enseñando a cada uno a temer a la violencia del poder. De esta forma, el poder debe limitar la violencia, pero la incrementa hasta el extremo [que] el proyecto de orden [trae como consecuencia] un aumento sin fin de la violencia. El orden tiene como finalidad

    la conformidad y la homogeneidad […] implica la definición de la normalidad, la producción de uniformidad y la exclusión y represión de toda diferencia [y] quien perturba la normalidad es puesto en reclusión [el poder ordenador] impone penas: sociales, materiales y físicas. Los marginales son estigmatizados, recluidos o excluidos. La reclusión y la exclusión han sido siempre los dos escarmientos que ha empleado la sociedad [pero, el poder no renuncia a la utilización de la violencia, por el contrario es el único que la puede ejercer por eso] el sueño del orden [en una sociedad] es el sueño de la eliminación [de los otros] es el sueño de la absoluta transparencia, de una sociedad cristalina.¹⁷

    A fin de cuentas de una utopía.

    El reclamo social de mayor seguridad le ha brindado un enorme mercado a los medios de comunicación. Así, día a día se exhibe en la televisión, un nuevo capítulo de la telenovela de la violencia,¹⁸ donde los capítulos estelares incluyen ejecuciones, extorsión, homicidios y secuestro.¹⁹ Pero, más allá de lo patético del manejo de la información, es importante decir, como sostiene Rosenborg, que hay un problema serio, los noticieros terminan produciendo distorsiones en cómo la gente piensa sobre el crimen;²⁰ y realizan juicios paralelos los cuales consisten en emitir una serie de opiniones en torno a un caso, o bien efectúan campañas sistemáticas en favor o en contra de las personas enjuiciadas […] en donde se prejuzga la culpabilidad o inocencia de las personas […] tal valoración se convierte ante la opinión pública en una suerte de proceso en el que los medios de comunicación ejercen el papel de fiscal y abogado defensor, determinando la inocencia o la culpabilidad de los acusados.²¹ O bien en una sociedad que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad. En las calles de las ciudades se celebran las ceremonias. Cada vez que un delincuente cae acribillado, la sociedad siente alivio ante la enfermedad que la acosa. La muerte de cada malviviente surte efectos farmacéuticos, terapéuticos y catárticos en los sobrevivientes.²²

    Es decir, en la liquidez social que hoy vivimos, cualquier noticia es un festín en la generación y reproducción de notas periodísticas. La cobertura generalmente es extensa y amplia, tanto en medios escritos como en la transmisión de imágenes por televisión o las redes sociales.²³ Parece una mini-fiesta dentro de un carnaval de información; incluso, a algunas personas les llega a fastidiar y hastiar.

    Al mismo tiempo, las imágenes que se difunden por cualquier medio reafirman el enorme mercado de consumo que existe al pasar, sucesos en vivo y a todo color, de las tragedias que hay alrededor del delito. Pero, la reiteración de los mensajes es simple doxa, siguiendo a Bauman, en la cual no es importante el análisis ya que sólo da color a toda reflexión.²⁴ Y, una de las consecuencias es que fomentan la percepción [errónea] sobre el nivel del crimen [los] estudios nos dicen que [la] gente que ve muchas noticias por televisión tiene más miedo, así como una percepción mayor de inseguridad [y] aumenta el apoyo público hacia políticas de mano dura.²⁵

    Pero, algo usual en las notas es la profunda ignorancia de la denominada nota roja (mejor dicho ultra e híper roja). Incluso, en la actualidad, la televisión de corte sensacionalista, carente de materia gris, responde a la lógica de competencia del mercado globalizado (marketing), donde el espectador (como consumidor) se vuelve tan sólo parte de la estadística de la industria del entretenimiento.²⁶

    Así, el delito es hoy la parte nodal de los medios de información que consumen millones de personas. Para algunos lo que quizá incomoda, como afirmó Lévi Strauss, sea el primitivismo de la televisión. O bien, como enseña Ray Bradbury, que la televisión es hoy una bestia insidiosa, es la rejuvenecida medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente; es una sirena que llama y canta, que promete mucho y que en realidad da muy poco.

    En el mismo sentido, Alain Touraine exterioriza que la televisión se transformó en la base para que la opinión pública sea cierta y se ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada.²⁷ Incluso a decir de Virginia Vilanova es un arma de doble filo, con la que incluso el espectador puede llegar a suicidarse. No obstante, como afirma Eco, hoy salir en la pantalla chica es un signo de elegancia;²⁸ incluso llegando a grado tal, como Kurt Vonnegut afirma, que si mueres en televisión no morirás en vano. Habrás entretenido a mucha gente.

    Es por ello que hoy hay un vivo interés por difundir la vida a través de la TV, donde lo importante ya no es tan sólo el chisme; sino el ferviente interés por conocer los detalles más íntimos de las personas y entre más grotescos y toscos seas estos, se logrará tener mayor audiencia. Esa es la idea central del Gran Hermano (Big Brother) tal como lo expone Bauman.²⁹

    En este sentido ventilar hoy en día cualquier asunto en televisión da mayor crédito y veracidad a la noticia con lo cual se refuerza el principio de que lo que no sale en la televisión no existe. Pues, lo que importa, e importa mucho, es que cada acontecimiento sea lo suficientemente fuerte como para aparecer en los titulares, pero [tan banal] que ceda su lugar rápidamente para poder presentar otro suceso,³⁰ el cual quizá sea aún más estrambótico y catastrófico. De este modo, y de manera irreversible, como Federico Fellini sustentó, la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural. De este modo, tal como pronosticara Martin Heidegger, la TV logra ejercer su influencia soberana, la cual transita en todos los sentidos, toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas.

    O bien, como sostiene Bauman: el verdadero impacto que tiene la televisión sobre nuestra forma de actuar y de pensar debería buscarse en [la] presencia masiva, ubicua e indiscreta de las imágenes transmitidas [las cuales nos demuestran que es] un arma insuperable e irresistible de empobrecimiento intelectual […] empuñada por los que detentan el control de las cámaras de TV contra los espectadores sentados frente a la pantalla de sus televisores [con lo cual] la pantalla es una vitrina a través de la cual se pueden contemplar las joyas del conocimiento humano.³¹ Pero, a la vez el empobrecimiento de las ideas, por lo cual es la principal vía y fuente de difusión del panem et circenses (pan y circo).

    Es decir, la televisión le permite al espectador elaborar una realidad que es irreal, en definitiva: un sueño. Pues, es innegable la influencia directa que tiene y ejerce en la construcción del imaginario social y cultural. No obstante, el campo televisivo es sumamente enclenque y fugaz, ya que los productos que ofrece carecen, la mayor parte, de rigor científico. Debido a que no buscan la comprensión profunda de la condición humana o de las dinámicas sociales, culturales y políticas, sino que se guían por la lógica de mercado. Por lo tanto se puede afirmar, siguiendo a Bourdieu, que la televisión logró reforzar los vicios sociales y minimizar las virtudes del trabajo periodístico.

    Incluso cualquier caso inmediatamente logra traspasar la parafernalia de los mass media. En consecuencia podemos encontrar información (saturación) en los portales de la web e invariablemente se pasa de un marketing convencional a uno más postmoderno y de vanguardia, como lo es el ciberespacio.³² Alcanzando con ello, como bien decía Elías Canetti, que hoy ninguna miseria puede ocultarse, todas son públicas. Sin embargo, este hecho significa que nos acostumbramos mejor a ellas. Es decir, el caso nos ilustra que vivimos en una sociedad enteramente visual que ha logrado penetrar en los espacios más íntimos de la sociedad.

    De tal forma, hoy el homicidio es "más que nunca una de las bellas artes; sangre y vísceras son la materia prima de las obras finiseculares; la mutilación, el desmembramiento, la tortura, el exceso quirúrgico construyen un corpus estético [...] contraídos en una mueca de mórbida hermosura [donde] el cuchillo ha sustituido al pincel [y] la piel a la página en blanco".³³

    Así, la expresión de Philip Kotler que menciona: la mejor publicidad es la que hacen los clientes satisfechos cobra mayor fuerza; puesto que hoy la sangre se consume sensorialmente y nadie se queja, sólo se absorbe. Es más, no hay día que pase en el cual nos exhiban y reiteren la información, donde la proyección de imágenes llega a la saciedad. Lo cual reafirma que es un buen negocio mostrar en público las miserias de las nuevas formas de violencia. Tal parece que el espectador se ha acostumbrado a las mismas, ya que no hay quejidos ni lamentos y mucho menos protestas por la grotesca exhibición. En consecuencia, las olas artificiales de información poco

    tienen que ver con la realidad social [porque] en el discurso mediático sobre la violencia criminal se da […] una fusión entre realidad y ficción que acaba construyendo una nueva percepción sobre el objeto tratado [y la relación entre] olas informativas y el miedo al delito […] adquieren una notable importancia en determinados sectores sociales entre los que se detecta el llamado síndrome de punibilidad.³⁴

    Las notas repletas de sangre son las herederas del gran circo romano, de los espectáculos teatrales de ejecución a cargo del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición o de las ejecuciones en las plazas públicas, que cautivan e intrigan por el morbo y la agresividad que exhiben de forma repetitiva y predecible. A pesar de ello, por lo general, las personas normales no disfrutan de escenas auténticas de brutalidad o de sadismo. Observar cómo un ser humano somete a otro por la fuerza, le inflige daño, le causa dolor o incluso la muerte, sólo deleita al espectador si éste, de un modo más o menos consciente, sabe que la escena no es veraz.³⁵

    Reflexión final: miseria del Estado

    Desde esta perspectiva, la respuesta a la violencia, como señalaba Benjamin, es un medio a través del cual se funda el Derecho o bien se conserva el que ya existe; por eso, todo tipo de violencia forma parte de la problemática del Derecho en general,³⁶ ya que

    la función de la violencia en la creación jurídica es en realidad doble, en el sentido de que el establecimiento del Derecho persigue desde luego como finalidad, por medio de la violencia, aquello mismo que es instaurado como Derecho; pero, en el acto de implantar en tanto que Derecho, la finalidad perseguida, lejos de revocar la violencia, hace de ella, y sólo entonces en sentido estricto e inmediatamente, violencia creadora de Derecho, en cuanto implanta como Derecho, bajo el nombre de poder, una finalidad no sólo liberada e independiente de la violencia, sino íntima y necesariamente ligada a ella.³⁷

    Por lo tanto, el ejercicio de la violencia también le corresponde al Estado.³⁸ Entonces,

    [el] miedo no sólo está en el origen de la política, sino que es su origen, en el sentido literal de que no habría política sin miedo [a pesar] de las formas degeneradas o defectuosas de Estado [y aquí] el miedo —al menos potencialmente— tiene una carga no sólo destructiva, sino también constructiva. No determina únicamente fuga y aislamiento, sino también relación y unión. No se limita a bloquear e inmovilizar, sino que, por el contrario, impulsa a reflexionar y a neutralizar el peligro: no está del lado de lo irracional, sino del lado de la razón.³⁹

    De este modo, cuando el Estado, a través de sus administradores, no logra mantener el equilibro social emerge el terror del Estado, donde éste se autoprotege, ya que recurre a la continua y reiterada amenaza del castigo y la sanción hacia sus ciudadanos.⁴⁰

    Así, el Estado es el gran reformador que no vacila en transgredir los principios liberales con tal de afirmar la disciplina social.⁴¹ Aunque hoy la globalización, secundando a Bauman,⁴² inició el proceso de extinción de los Estados nacionales.⁴³ En este punto vale retomar la pregunta que Giddens formula ¿son los Estados nación, y por ende los líderes políticos nacionales, todavía poderosos o son cada vez más irrelevantes para las fuerzas que moldean el mundo?⁴⁴ Las respuestas pueden ser divergentes aunque, según Morin, paradójicamente, este punto en común entre todas las sociedades es lo que las divide: los Estados nacionales en su pretensión de soberanía absoluta se oponen a la creación de un instancia que sería meta o supra nacional.⁴⁵ Como sea, la globalización es el nuevo desorden mundial y se refiere "a los efectos globales, claramente indeseados e imprevistos, más que a iniciativas y emprendimientos [y] no se refiere a lo que nosotros […] queremos o esperamos hacer, sino a lo que nos sucede a todos; ⁴⁶ y más aún, es la imposición de políticas que resultan contradictorias desde el momento en que ya no sólo se orientan a mejorar la vida sino que sobre la base del principio de soberanía y de la razón de Estado se transforman en agentes de destrucción y causantes de violencia y muerte".⁴⁷ Con lo cual se ha gestado una nueva violencia penal.⁴⁸

    Por lo cual, de acuerdo con Ferrajoli, el Derecho penal se encuentra en crisis, ya que señala que en un mundo globalizado existe la criminalidad del poder, la cual "se pone en acción por los poderes públicos [por tanto se presenta] una fenomenología compleja y heterogénea", porque se involucra no sólo al poder político sino al económico, lo cual genera las diversas modalidades de corrupción que existen. Esto provoca

    un cambio profundo en la composición social del fenómeno delictivo. Al menos por lo que hace a la gran criminalidad, sus connotaciones de clase se han invertido. Las verdaderas clases peligrosas […] no son ya las clases pobres, sino sobre todo las elites dirigentes, tanto económicas como políticas [porque] la tradicional delincuencia de subsistencia de los marginados es cada vez más subalterna de la gran criminalidad organizada, que directa o indirectamente la alimenta o por lo menos la instrumenta y explota [y lo más grave de la delincuencia de poder es que] se caracteriza por una pretensión de impunidad y una capacidad de intimidación tanto mayor cuanto más potentes son las organizaciones criminales y sus vínculos con los poderes públicos.⁴⁹

    Las nuevas clases peligrosas han logrado que emerja,⁵⁰ en palabras de Wacquant, la miseria del Estado donde la fosa que hay entre pobres y ricos ha generado un clima de desconfianza y desafío al orden existente que mina la legitimidad de la institución que simboliza la incapacidad de este orden del nuevo régimen económico y social: la policía. Dado el vacío creado por la ausencia de mediaciones entre las poblaciones urbanas marginales [o las delincuenciales] y el Estado, por el cual se sienten rechazadas, no resulta nada sorprendente que las relaciones con la policía se hayan vuelto extremadamente sensibles y conflictivas;⁵¹ debido a que el deterioro de las condiciones sociales derivadas de la globalización han acelerado el proceso de desigualdad social, el cual favorece la reproducción de un conjunto de prácticas e interacciones violentas y crea situaciones propicias para la expansión de ciertas modalidades de delincuencia común violenta a las cuales hay que sumar otra serie de factores como corrupción y la ineptitud de las instituciones públicas para hacer cumplir las normas, por lo tanto se trata de un Estado con un bajo nivel de gobernabilidad, básicamente derivado de una eficiencia [en muchas casos seria deficiencia] administrativa y de gestión limitada y de una legitimidad social erosionada.⁵²

    A pesar de ello no se tocan los grandes capitales económicos ni se investigan los vínculos entre esas clases peligrosas con la delincuencia organizada. La única respuesta jurídica del Estado es la anticipación de la punibilidad en el incremento de penas a ciertos delitos, así como la creación de delitos especiales —a todo esto se le cataloga como de excepción o emergencia—, por lo cual el Derecho penal ha extendido sus brazos. De esta expansión se constituye el nuevo paradigma de la violencia del Estado: el Derecho penal del enemigo, el cual emana de un Estado de excepción.

    ¹ La frase que da origen al título del trabajo es una expresión que uso Umberto Eco, De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera, Lumen, México, 2016, p. 11.

    ² Véase Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, FCE, Argentina, 2004, pp. 7 y 8.

    ³ La "rapidísima revolución multimedia […] tiene numerosas ramificaciones (Internet, ordenadores personales, ciberespacio) […] sin embargo, se caracteriza por un común denominador: tele-ver, y, como consecuencia, nuestro vídeo-vivir [así] el vídeo está transformando al Homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un Homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen. Todo acaba siendo visualizado". Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Buenos Aires, 1998, p. 11.

    ⁴ Véase Umberto Eco, De la estupidez…, op. cit.

    Ibidem, p. 35.

    Ibidem, p. 10.

    ⁷ Véase Régis Debray, El Estado seductor. Las revoluciones mediológicas del poder, Manantial, Argentina, 1995, p. 36.

    Ibidem, p. 37.

    ⁹ Véase Umberto Eco, De la estupidez…, op. cit., p. 10.

    ¹⁰ Idem.

    ¹¹ Ibidem, p. 427.

    ¹² Véase Zygmunt Bauman, Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores, Paidós, Madrid, 2010, p. 46.

    ¹³ Ibidem, p. 68.

    ¹⁴ El problema de la violencia en los medios de comunicación se debe estudiar en relación con otras instituciones y con la violencia en la sociedad como un todo y debe formularse en los marcos sociales, políticos y económicos adecuados. Muchas veces se habla de la violencia y de la conducta violenta en los medios de información casi como si no hubiera en la sociedad otras fuentes de violencia. Se buscan respuestas precisas, concretas, poco complicadas, que constituyan ejemplos de relaciones sencillas de causalidad. Una vez señalado un punto fijo del mal, externo a uno mismo, se utiliza este punto como víctima expiatoria, lo cual ayuda a mantener la visión que se tiene de uno mismo y de la sociedad. Véase James D. Halloran, Los medios de comunicación social: ¿síntomas o causas de la violencia?, en Jean Marie Domenach, et al., La violencia y sus causas, París, UNESCO, 1981, p. 140.

    ¹⁵ Véase Roberto Esposito, Comunidad y violencia, Círculo de Bellas Artes, Madrid, marzo, 2009.

    ¹⁶ Véase Francesc Barata, La violencia y los mass media: entre el saber criminológico y las teorías de la comunicación, en César Oliveira (coord.), Violencia, política criminal y seguridad pública, México, Inacipe, 2003, p. 169.

    ¹⁷ Véase Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la violencia, Abada Editores, Madrid, 2006, pp. 12-18.

    ¹⁸ Esta manifestación conforma quizá parte de la violencia simbólica "la cual es una violencia que se ejerce con la complicidad tácita de quienes la padecen y también,

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