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El laberinto de la utopía: Una antología general
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Libro electrónico577 páginas8 horas

El laberinto de la utopía: Una antología general

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Esta antología presenta una compilación de la obra de Lizardi en versiones parcialmente modernizadas para facilitar la lectura. Los textos aquí reunidos recorren varios géneros literarios como la poesía, la fábula o la dramaturgia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 dic 2016
ISBN9786071644206
El laberinto de la utopía: Una antología general

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    El laberinto de la utopía - José Joaquín de Fernández Lizardi

    BIBLIOTECA AMERICANA

    Proyectada por Pedro Henríquez Ureña

    y publicada en memoria suya

    Serie

    VIAJES AL SIGLO XIX

    Asesoría

    JOSÉ EMILIO PACHECO

    VICENTE QUIRARTE

    Coordinación académica

    EDITH NEGRÍN

    EL LABERINTO DE LA UTOPÍA

    JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI

    EL LABERINTO DE LA UTOPÍA

    Una antología general

    Selección

    María Rosa Palazón Mayoral

    y María Esther Guzmán Gutiérrez

    Estudio preliminar

    María Rosa Palazón Mayoral

    Ensayos críticos

    Jesús Hernández García,

    Salvador Díaz Cíntora,

    Columba Camelia Galván Gaytán,

    Norma Alfaro Aguilar,

    Citlalli Gómez-Farías Álvarez

    y Mariana Ozuna Castañeda

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    FUNDACIÓN PARA LAS LETRAS MEXICANAS

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

    Primera edición FCE/FLM/UNAM, 2006

    Primera edición electrónica, 2016

    Enlace editorial: Eduardo Langagne

    Diseño de portada: Luis Rodríguez / Mayanín Ángeles

    D. R. © 2006, Fundación para las Letras Mexicanas, A. C.

    Liverpool, 16; 06606 Ciudad de México

    D. R. © 2006, Universidad Nacional Autónoma de México

    Ciudad Universitaria; 04510 Ciudad de México

    Coordinación de Humanidades

    Instituto de Investigaciones Filológicas

    Coordinación de Difusión Cultural

    Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

    D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-4420-6 (ePub-FCE)

    ISBN 978-607-02-8407-6 (ePub-UNAM)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Índice

    NOTA EDITORIAL

    ESTUDIO PRELIMINAR

    UNA BELLA PERSONA UTÓPICA

    COSTUMBRES Y MORAL. Corrupción, modas y mujeres

    CUAL MÁS, CUAL MENOS, TODA LA LANA ES PELOS

    CONCLUYE EL DIÁLOGO EXTRANJERO

    REFÚTASE EL EGOÍSMO, Y TRÁTASE SOBRE LAS OBLIGACIONES DEL HOMBRE

    CLASES SOCIALES Y OFICIOS

    LA GRAN BARATA DE FRIOLERAS

    [CENSURA Y DEFENSA DE EL PERIQUILLO]

    REFIERE PERIQUILLO SU BUENA CONDUCTA EN MANILA, EL DUELO ENTRE UN INGLÉS Y UN NEGRO, Y UNA DISCUSIONCILLA NO DESPRECIABLE

    FÁBULA XXIV. El Mono y su amo

    FÁBULA XXXVIII. El Mono vano

    ADMITE UN MAL CONSEJO Y VA AL MORRO DE LA HABANA

    RESPUESTA DE EL PENSADOR A LA CÓMICA CONSTITUCIONAL

    EDUCACIÓN Y LIBERTAD DE IMPRENTA. Oficio de escritor, imprentas y voceo

    PROYECTO FÁCIL Y UTILÍSIMO A NUESTRA SOCIEDAD

    [EDUCACIÓN FEMENINA] En el que continúa la materia del antecedente

    TERCERO DIÁLOGO CRÍTICO. El crítico y el poeta

    DEFENSA DE LA LIBERTAD DE LA IMPRENTA

    EL HERMANO DEL PERICO QUE CANTABA LA VICTORIA

    FORMACIÓN NACIONAL. Independencia, españoles, indios, mujeres y gobierno

    SOBRE LA EXALTACIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y ABATIMIENTO DEL ANTIGUO DESPOTISMO

    LA CATÁSTROFE DE CÁDIZ

    CHAMORRO Y DOMINIQUÍN. Diálogo jocoserio sobre la Independencia de la América

    EL SUEÑO DE EL PENSADOR NO VAYA A SALIR VERDAD

    SENTENCIA CONTRA EL EMPERADOR PROPUESTA EN EL SOBERANO CONGRESO

    REPÚBLICA FEDERADA

    REMEDIOS CONTRA LA LIGA QUE YA TENEMOS ENCIMA

    ¿QUÉ BIENES NOS HAN VENIDO CON LA MUERTE DE ITURBIDE? Diálogo entre un Payo y un Sacristán

    EL GRITO DE LIBERTAD EN EL PUEBLO DE DOLORES. Explicación

    NO ESTÁ EL AMOR DE LA PATRIA EN MALDECIR GACHUPINES

    QUE DUERMA EL GOBIERNO MÁS, Y NOS LLEVA BARRABÁS. Diálogo entre Prudencio y Simplicio [Primera y segunda partes]

    CLERO Y RELIGIÓN. Reforma eclesiástica, catequización, tolerancia y libertad de opinión

    EL CASTIGO DE UNOS CUANTOS NO ASEGURA LA NACIÓN

    EL PENSADOR MEXICANO SOBRE LA INQUISICIÓN

    SEGUNDA DEFENSA DE LOS FRA[N]CMASONES

    DECIMASEXTA CONVERSACIÓN DEL PAYO Y EL SACRISTÁN

    VIGESIMACUARTA CONVERSACIÓN DEL PAYO Y EL SACRISTÁN

    UNDÉCIMA CONVERSACIÓN DEL PAYO Y EL SACRISTÁN

    VERDADERA DEFENSA DE LOS MASONES

    PAPAS

    DUDAS DE EL PENSADOR CONSULTADAS A DOÑA TECLA ACERCA DEL INCOMPARABLE CATECISMO DE RIPALDA

    TESTAMENTO Y DESPEDIDA DE EL PENSADOR MEXICANO

    ENSAYOS CRÍTICOS

    FERNÁNDEZ DE LIZARDI: EDUCACIÓN Y CONSTRUCCIÓN NACIONAL

    LAS OBRAS DE EL PENSADOR COMO FUENTE LEXICOGRÁFICA

    EL PENSADOR MEXICANO

    CRONOLOGÍA

    ÍNDICE DE NOMBRES

    NOTA EDITORIAL

    En las notas al pie de página del Estudio preliminar se remite al tomo y al título abreviado del artículo o texto, excepto cuando el escrito no tiene subtítulo.

    En el caso de los periódicos no se especifica el tomo, porque se consigna en la Bibliografía.

    Hemos conservado las notas al pie de página de José Joaquín Fernández de Lizardi. [M. R. P. M. Y M. E. G. G.]

    ESTUDIO PRELIMINAR

    UNA BELLA PERSONA UTÓPICA

    MARÍA ROSA PALAZÓN MAYORAL

    CÓMO LEER Y ENTENDER A EL PENSADOR MEXICANO

    En las calles donde corrían venas de agua, hoy centro histórico de la ciudad de México, deambulaba José Joaquín Fernández de Lizardi Gutiérrez. Individuo esbelto de estatura media y caminar encorvado; en su cara enjuta asomaba su ojo bizco —algo turnio, en su decir—. Se peinaba hacia delante para tapar su frente amplia. Iba vestido con chaleco y corbata de moño. Su sonrisa, dejo de ironía y ternura, era espejo de su temperamento arrebatado, que frecuentemente despertaba cóleras y dolores de cabeza a sus enemigos. El día que se lo llevó Ananké, la Moira del destino final que teje nuestra vida hasta que corta el hilo, dejó plantada su sombra en Tepotzotlán, lugar de su infancia y donde editó algunos manifiestos y exhortaciones del Ejército Trigarante, y en su Anáhuac natal. Aún se mira aquella sombra porque mantienen su frescura y su vigencia las misiones futuristas que se impuso y actuó sin desmayo ni dar cuartel (hasta donde las circunstancias se lo permitieron). El Pensador más común entre sabios y el más sabio pensador entre hombres comunes, dejó como última voluntad que grabaran en su lápida el siguiente epitafio: aquí yacen las cenizas de El Pensador Mexicano, quien hizo lo que pudo por su patria;¹ no se cumplió su deseo porque su tumba, sita en el atrio de San Lázaro, desapareció. Sus cenizas, empero, dejaron una huella indeleble, una montaña en la cordillera de la literatura y la historia mexicanas.

    Sus letras, donde se aspira su resuello de tuberculoso, no son clasificables por géneros en una antología: nuestro amigo incursionó tanto en verso como en prosa, en folletos (más de 300), periódicos (9), teatro (10 piezas localizadas) y novelas (4) que entreveran de manera compacta narración, diálogos de corte dramático, historias, noticias locales, leyes, resoluciones del Congreso, cartas, comunicados, y hasta habladurías (estos tres últimos casos porque en sus páginas dio espacio a quienes no tuvieron acceso a los medios de comunicación). Asimismo, sin incurrir jamás en plagio, reprodujo libremente frases célebres de Juvenal, Cicerón, Plutarco, Fenelon; de filósofos griegos y romanos y padres de la Iglesia (especialmente San Jerónimo y San Agustín). Sabiduría con reconocimiento de autoridad y ocasionalmente con falacias de autoridad. Unido a su país, no a un lejano Parnaso o República de las Bellas Letras, abordó técnicas e hipótesis científicas en boga, como las recetas curativas y medidas para prevenir las pestes, y los razonamientos del sentido común o muy elaborados que deshicieron sortilegios: tan presto soy estadista como general; unas veces médico, otras eclesiástico; ya artesano, ya labrador, ya comerciante, y, finalmente, un entremetido y un murmurador.² Como la censura, siempre vigilándolo, había prohibido citas de la Ilustración, de humanistas y liberales, fue maestro del ilusionismo y la prestidigitación: coló lo innombrable mediante epítomes de La Escuela de las costumbres, de Blanchard, El fruto de mis lecturas, de jamin y otros, sin olvidarse de citar párrafos enteros de las biografías papales de Juan Antonio Llorente. Sus autoridades fueron ilustrados, escritores españoles, reformistas y pensadores a la galicana.

    Con la erudición apabullante de aquellos días, cocinó su sopa literaria con un poco de ideología cristiana, algo escolástica y liberal. La aderezó con expresiones dialectales mexicanas y con la sátira y la ironía, que lo perfilan en la misma tónica que Francisco de Isla, Quevedo y Cervantes, quienes han pasado a los Elíseos, en su opinión. Predicador cáustico, echó mano de la sátira y la ironía mordaz La sátira es del error / justo azote / cada rato; / ella es mi gustoso plato, que hay mucho que corregir. / ¿Qué tal? ¿Empiezo a escribir? / ¿Compadrito, suelto el gato?³ ¿Cuál es el embarazo para decir una verdad burlando?, se pregunta con Horacio.⁴ El humor es sublime e inteligente, refleja la superación personal si, y sólo si, no es burla hiriente de una persona en especial —afirma en El Pensador Mexicano, donde la juzga como el peor tabardillo,⁵ pero que la utiliza sin intención de zaherir a nadie porque detesta el sarcasmo,⁶ o sea que nunca quiso ser censoriano de murmuración particular—,⁷ sino que se divirtió con las locuras de los vivientes, en argumento de su Demócrito.⁸ El humor es sublime en tanto parte de un yo herido, una de cuyas máscaras ríe y la otra llora. El humorista es una ave rara que jamás mira con desprecio y complacencia las desdichas del género humano: los insensibles no se compadecen. Son tiranos, como Nerón y Dioclesiano, quienes nunca fueron joviales, también en su opinión. Los mensajes humoristas los interpretamos mediante la negación simple de alegatos, por ejemplo, del egoísta Demócrito de Lizardi. Si el humor se emplea con regular talento y algo de erudición, no como risa imprudente⁹ es un arma formidable que ayuda a curar enfermedades sociales. En suma, por la riqueza temática y la amalgama cerrada de géneros que heredó Lizardi, optamos que esta antología se dividiera en asuntos, a sabiendas de que varios papeles cabrían en dos o más clasificaciones. Pero de cualquier manera, es una muestra indicativa de este prolijo escritor, idealista, divertido e inteligente.

    La obra lizardiana (catorce volúmenes editados en la Nueva Biblioteca Mexicana de la unam) obliga a una lectura retroactiva, esto es, los enigmas van despejándose a medida que se descubren las intenciones de las palabras que emitió bajo las tiranías virreinales, cuando no había libertad de imprenta.

    Las rápidas transformaciones históricas, el desorden, lo obligaron a conceder, fluctuar, posponer demandas, no por oportunismo, sino debido al ritmo desenfrenado de los acontecimientos. En las postrimerías del virreinato, la guerra de Independencia y los primeros años de una etapa fundacional, que exige grandes redefiniciones y se denuncien las lacras sociales, fueron un punto crítico de la historia donde las opciones fueron renovarse o morir, porque se iba perdiendo el orden anterior sin que el nuevo se hubiera instalado. Se trata de enclaves históricos cuando los cambios semejan un sueño de la anarquía porque los hechos se suceden vertiginosa y atropelladamente. Lizardi hace un recuento que completo: abdica Carlos IV y se enarbola la bandera fernandina; se decreta la liberal Constitución española de 1812; las rebeliones armadas estallan y son sofocadas rápidamente, salvo la del sur, que permaneció en el ostracismo; estalla la conspiración de La Profesa; esta insurrección hace emperador a Iturbide, contradiciendo las expectativas de muchos de sus seguidores; Agustín I disolvió el Congreso y encarceló a los diputados contestatarios; hubo el levantamiento pro republicano de Casa Mata, que triunfó; se desterró al emperador con una jugosa pensión (si es culpable por qué se premia; si es inocente, por qué se castiga, inquiere Lizardi); luego de inocuos gobiernos transitorios, Guadalupe Victoria es nombrado presidente de la República; se elabora la primera Constitución mexicana (1824); el 16 de septiembre de 1825 Victoria decreta la manumisión de los esclavos negros y sus mezclas.

    Una vez compilada la casi totalidad de la obra lizardiana es factible descubrir sus ideales independentistas, de una república federada y, más que nada, de igualdad. Ésta desató un clima de hostilidad. Para dar cuenta de nuestra hermenéutica, colocamos los textos cronológicamente. Ofrecemos versiones parcialmente modernizadas porque los originales, excepto los manuscritos, serían de muy difícil lectura en la actualidad. Los cajistas, sobrecargados de trabajo y sin la preparación adecuada, no leían cuidadosamente y echaban a perder los textos.

    Nuestro autor tuvo una excelente caligrafía porque con anterioridad había sido amanuense. Como esta labor conllevaba ser diestro en la redacción, y como estuvo lleno de inquietudes, con la inteligencia pegada al corazón, se hizo escritor. Lo atacaron a mansalva (él soltó este exabrupto: Ya probé mi espíritu flaco / y no quiero preciarme de borrico. / Y pues para escritor no valgo un tlaco, / sacristán he de ser, y callo el pico).¹⁰ Como dramaturgo, su pastorela mantiene cierto aprecio en el público. No obstante, fue periodista y folletinista por vocación. Su obra estuvo destinada a instruir deleitando, según declara en las primeras líneas el Conductor Eléctrico. Ahí se lee: con la violencia de un fluido ígneo, su periódico sería conductor de verdades importantes para el gobierno y el pueblo, a pesar de sus dislates idiomáticos. Se definió como autor segundo alejado de la nieve preciosista que se acaba perfilando como vacía de contenido, enrarecida, incomprensible, de legibilidad saboteada. Sus chanzas al respecto son obvias. En El testamento del gato escribe: Estaba... /digamos adherido / (porque decir pegado no es asonante de io);¹¹ intervención del autor que evidencia su acto creativo y las entretelas a que obligan las rigurosas formas métricas.

    ¿Escribir para el pueblo? Sus papeles cortos se vendían a un precio accesible para la mayoría de un público atraído por el voceo de títulos llamativos. Como los autores pagaban a los dueños de imprentas, arriesgaban menos si ofrecían un número corto de páginas, legibles en las tertulias (lo cual explica por qué sus novelas aparecieron por entregas, aunque no tengan carácter de folletín romántico). ¿Escribir para un pueblo mayoritariamente analfabeto? En el siglo XIX los escritores combatieron denodadamente por la escritura, que se niega a los dominados: las palabras luego mueren / y las letras siempre viven.¹² Pero de 1809 a 1827, cuando nuestro autor dio a las prensas sus escritos, el analfabetismo era aún notorio. Por lo tanto, en boca de un francés declara sus principios: el gusto que me entiendan hasta los aguadores, y cuando escribo jamás uso voces exóticas o extrañas, no porque las ignore, sino porque no trato que me admiren cuatro cultos, sino que me entiendan los más rudos.¹³ Si sus versos son simples mamarrachos: ¡Gracias a Dios hay gente para todo! / Y yo a escribir para éstos me acomodo, / y no para los doctos, mi señor. Escribir para todos es mejor / y que traiga el escrito utilidad.¹⁴ Porque siendo, como se murmuraba, un pobrete coplista adocenado y famélico, que no come si no vende su fárrago del día, nadie compraba a la fuerza. Habiendo libertad de expresión escribiremos como nos dé la gana, pues la misma libertad tienen todos para comprar o no nuestros papeles;¹⁵ por lo mismo, sus escritos, arlequines o facetos, que saltan temáticamente vestidos de mil colores, pretendió acomodarlos al gusto de sensatos e ignorantes y pobretes de la última plebe que podrían enamorarse de su estilo llano y popular, vertido en un periódico payaso vestido de mil agujeros que necesitan remiendos. Si un milagro ocurría, en algún tiempo, sus compatriotas serían Demóstenes, Homeros, Sócrates, Solones, Filangieris y Platones (Lizardi enlista), aunque claro está que no aspiraba a tanto ni daba para tanto su lana. Sólo quiso que la gente conociera sus derechos, como la igualdad ante la ley, que los humanos somos libres, las ventajas de la república federal, la religión verdadera, la moral o sociabilidad, la virtud y las obligaciones respecto a la patria. El asunto se reducía a instruir deleitando a nuestro pobre pueblo,¹⁶ clavar una pica en Flandes, porque, según entiende a Cicerón: no nacimos para nosotros, sino para servir a la república.¹⁷

    Los corrillos se reunían en estancos, alacenas, comercios o en las arcadas de la Plaza Mayor. Uno o varios leían para escuchas ávidos, lo cual explica la excelente acogida que tuvo El Pensador Mexicano: un tiraje de 2 600 ejemplares destinados a una población local pequeña, más, quizá, una cantidad que se enviaba a Puebla y Guadalajara. Las marcas de la oralidad en los papeles de nuestro autor son varias, citaré unas: el uso de itálicas para enfatizar ciertos enunciados; la incidencia en diálogos que facilitan el cambio de voz; la reiteración de propuestas ya dichas tras de aclaratorias oraciones incidentales, esto es, no se contaba con la lectura retroactiva. Y, además, el propio estilo lizardiano, quien tuvo presente que el destino de cualquier ser vivo es la muerte, como aprendió de San Pablo (a los hebreos): los escritores aspiraban a un reconocimiento omnímodo y eterno a su persona, se juzgan eternos e inmortales, ignorando que la muerte es el paso inevitable,¹⁸ dice en boca de la Verdad. Sin embargo, el mayor de los males temporales deja, para el mañana, el texto. Frente a la muerte, el ser ahí, o sea, el hombre, abre "su más peculiar poder ser.¹⁹ aceptemos, pues, la edad, sin adornarnos con un pelucón o casquete" bermejo, y gocemos de sus ventajas, remata en Güeritos de setenta años..., porque la vejez, por ejemplo, nos regala con la tierna sabiduría, afirma el Heráclito lizardiano.

    LA ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA FILOSÓFICAS DE LIZARDI

    En el periódico lizardiano enfrentamos sus raras apreciaciones de la personalidad de Heráclito y Demócrito; el primero posiblemente fue misántropo, sin que nada pueda inculpar al materialista Demócrito de egoísta burlón. Pese a estas salidas de la fantasía, en ambas caracterizaciones observamos la noción del hombre que Lizardi manifestó: no hay nación alguna cuyos habitantes sean todos malos ni todos buenos.²⁰ Por naturaleza y cultura somos seres sociales; empero llevamos una sociabilidad positiva y una insociable sociabilidad, sectaria, dominante, que nos vuelve extranjeros a la especie humana.²¹ Mirando nuestras facetas respectivas podemos dar delantera a la parte buena. El Pensador dice que egoísta es sinónimo de tirano; el tirano aplica lo que Aristóteles, añado, llamó pleonexía: querer todo para sí, en sociedades que infaliblemente reclaman el sacrificio, o sea, compartir. El tirano aplica el dominio en el tener, o lo económico, en el poder, o lo político, y en el valer, o la cultura. Por ejemplo, es una autoridad despótica que abusa de su poder. Ejemplificó los individuos sociables con los virreyes Revillagigedo, Bernardo de Gálvez, Apodaca e Iturrigaray, y a los insociables con Venegas. Unos se hallan del lado de Eros; los otros, de Tánatos, en terminología freudiana. Fernández de Lizardi se fue esculpiendo a sí mismo como Don Quijote (un personaje muy influyente en su existencia y en su obra), aunque, admite, no miró la parte fea suya y de los otros, e igual que el loco manchego perdió de vista el discrimen y la prudencia. Por lo mismo, Demócrito valora al Heráclito-Lizardi como Quijote entremetido y ridículo reformador de los hombres.²² Como no era tonto, Lizardi se caracterizó tan chiflado y entremetido como su mentor, yendo a la zaga de un enjambre de endriagos, galeotes y borregos con la bilis exaltada de su moral guerrera. Nuestro escritor nunca ocultó la verdad, que personificó como su diosa resplandeciente: "soy la Verdad, a quien has visto muchas veces y has defendido en sus escritos,²³ por desgracia —sigue la Verdad— tus semejantes se tapan los oídos para no oírme, y cierran los ojos para no verme. Es una diosa amarga porque los necios no la tragan: el daño no está en la vianda, sino en sus estragados paladares. El problema del egoísta es que se ama demasiadamente y emplea cuantos medios le parecen oportunos, aun cuando sean repugnantes e injustos. El egoísmo es soberbia con fuerte dosis de necedad".²⁴ La maldad, egoísmo o pleonexía se oculta bajo los disfraces de la sociabilidad: sus objetivos no son declarables. La verdad, en contraste, se halla desnuda de hipocresía, de temor servil, de adulación y rastrerismos, porque está adornada con el celo por el bien público y la santa libertad que se biloca en la cabeza y en el corazón, atacando el vicio cara a cara. En antítesis, la maldad se apropia de los discursos y las acciones idealistas de las personas buenas, utópicas. Los facinerosos, vestiglos, espantajos del Infierno, no perjudican tanto si la verdad se halla presente. En síntesis, como gente de bien, nuestro autor escribió con una sinceridad desacostumbrada: dijo la verdad pelada sobre los males de una organización colonizada y recién independizada, caótica e injusta: el amor a la verdad prefiere al de la patria, y éste no consiste en adular los vicios de sus paisanos para que los fomenten, sino en ridiculizarlos para que los detesten.²⁵

    El tamaño de su personalidad y la riqueza de su producción fue oscurecida por la cizaña, por la hybris, o soberbia destructiva, del poder pastoral (el del nomeus) o cima que, como los faraones, lleva báculo, a saber, los altos funcionarios, los ricos y el alto clero. El otro poder, el difuso, más que poseerlo lo ejerce el coro desafinado de los nacidos en el planeta ovejo. Las ovejas son quienes por envidia, pragmáticamente o bien por enajenación, se identifican con el amo, un símbolo de la figura parental que aman y odian, critican e imitan, temen y adoran. Ambas modalidades del dominio lanzaron una sarta de garrotazos contra Lizardi para que cerrara el pico de avecilla común y corriente. La maldad no dialoga: obliga a escuchar sus monólogos, portadores encubiertos de amenazas que demandan pleitesía a su obrar destructivo o anticomunitario. En El testamento del gato castrado, que por su indigestión maldijo la gula en una etapa de hambrunas y enfermedades, encarcelamientos y calumnias, dice: tú [lector] y yo haremos lo mismo; / si el vaivén de la tierra; / del rayo el estallido, / la cárcel, la calumnia / o el fuerte tabardillo / nos afligen, ¡oh, cuántas promesas repetimos! / [...] ¿Y acaso / así lo hemos cumplido?²⁶ Y usando la trasmigración de las almas, remata: Creo en la metempsícosis / como pitagorino, y esto lo lleva a que en nuestro cuerpo habita el latrocinio, la ingratitud y la lisonja. Como muestra, el gato escribe que: deja sus pelos a los vagos para que se entretengan contándolos y no fomenten los vicios; su cuero a los avarientos para que hagan bolsillo; su carne a los fonderos para que la vendan como cabrito; su lengua a los lisonjeros; sus ojos y orejas a los juzgones y chismosos; las uñas, dientes y colmillos a procuradores, licenciaditos, albaceas y escribanos tan abocados a la rapiña e injusticia; su bigote a un lampiño; la cola no especifica su destino, pero de prostitución se trata.

    Ahora bien, mientras hubo censuras civil y eclesiástica abiertas, la regla fue que únicamente salían a la luz textos llenos de parrafadas laudatorias y lisonjas rastreras para los pastores. El receptor las leía oblicuamente (las guardaban en el cajón los miembros del coro ovejuno para revirarlas a conveniencia en el momento que otro llevara el báculo, acusando a Fernández de Lizardi de lamentables extravíos). La plétora de agresiones que recibió son la red que lanzan los diestros en deformar discursos frescos y directos. Como no hizo tanteos ni jamás fue un maromero político, sufrió descarga de metralla en escritos, consejas en El Parián, mentidero público, y hasta sermones en el púlpito, que lo calificaron de hereje, traidor a la patria y animal sin educación. Palabras hirientes, descalificaciones, sentencias de la maledicencia escondida en el anonimato o detrás de un seudónimo. Se le infamó en carteles y pasquines para que quedara expuesto a la ira de las ovejas concitadas en su contra por no haber permitido que lo domesticaran. En boca de un gato espeta que nada emprende que no le salga mal.²⁷ El puritanismo revolucionario le reprochó haber flaqueado en sus declaraciones juradas, sin que entregara el alma en el patíbulo. En el número 9 (tomo i) de El Pensador Mexicano, tras las loas de rigor al ínclito Venegas le espeta su mal gobierno y le solicita que revoque el bando que daba injerencia a los militares en el enjuiciamiento de Hidalgo y demás curas rebelados. Bataller alarmó a este virrey. Se suspendió la libertad de imprenta, nuestro bocón amigo perdió su escaso patrimonio, se pasó siete meses en la cárcel y adquirió la tisis que lo llevaría a la tumba. Huésped en tres ocasiones de las cárceles y de un encierro involuntario en el hospital del San Andrés, parecía el negro de la feria a quien los racistas tiraban pelotas a la cabeza. Por si fuera poco, se denunciaron con pasmosa asiduidad sus papeles (incluyendo a Iturbide por sus Cincuenta preguntas de El Pensador a quien quiera responderlas)²⁸, y se prohibió la circulación de algunos de sus escritos: hubo de hacerse de una imprentita para publicarse cuando se le excomulgó.

    Sus periódicos y folletos desbordan la lozanía de un habla indiscreta que no hizo tanteos antes de verter opiniones osadas. La hostilidad acabó en saboteo: se enviaron sus papeles al limbo de los archivos de todo el mundo, donde se hallan las huellas inadvertidas, como si carecieran de presencia, de quien nadie, o casi nadie, tiene la menor idea de este hombre entre héroes que levantó su puño contra las injusticias del báculo. Otro ardid de los dominadores, envidiosos y demás calaña borreguil lo castigó con el olvido. A medida que avanzaron los siglos XIX y XX sólo fue recordado por El Periquillo Sarniento, reconocida como primera novela latinoamericana (aunque no fue el primer narrador), y ocasionalmente por La Quijotita y su prima. Quizá intervino el éxito comercial, en tanto por la primera novela mencionada se pagaron cantidades exorbitantes, que van desde 2 pesos 14 reales hasta 60 pesos en pasta. Es un texto que, como el Gil blas de Santillana de Lesage, porta la grandeza, la deformidad y lo bisoño de una creación pionera. Es un mural de la sociedad mexicana, lleno de datos autobiográficos (describe a sus padres, los colegios, las vecindades y casas de juego a que asistió), donde irrumpe una plétora de sermones de un superyó introyectado que se superpone a un personaje caracterizado como un pícaro amoral: Pedro Sarmiento repite un mea culpa que confiesa su propia sarna. Sus dos novelas se llenan de citas, parrafadas de ejemplificación y digresivas historias intercaladas, un tanto farragosas. Los críticos clavaron sus invectivas en los párrafos violadores de la verosimilitud, no en la bizarría de sus páginas. No se detuvieron en el colapso, la hecatombe de un discurso pictórico al fresco. Don Catrín de la Fachenda, en cambio, es una novela coherente, también sobre un ambiente bajo tres siglos de colonización brutal.

    El dominio ha esquivado, pues, sus golpes magistralmente para que giren en el vacío, en lo oscuro, para que se pierdan de vista sus valores disruptivos. En vida, Lizardi acabó doblegado bajo el peso de la adversidad y las intimidaciones. Su optimismo beligerante dio paso al desencanto que se lee en su Testamento y despedida, heraldo de su muerte. Transido, como Don Quijote por la melancolía, dejó a los escritores la lección de no empeñarse en defender los derechos de los individuos y los pueblos, porque atraerán sobre sí un odio criminal. Entregó su último resuello consumido por una pena abismal: no pudo cambiar los horrores nacionales, tal vez, por no haberse comprado mecenas. Su pena abismal y valores de bella persona impidieron que la unam lo abandonara. Ya lo dijo el perico lizardiano, en quien reencarnó Pitágoras: si no fuera porque advierto en ti un buen fondo de penetración y filantropía, desde luego te echara enhoramala.²⁹ Hoy recordamos cuán vacíos se quedan los vivos que sólo aprenden a cantar las alabanzas al dominio sin enterarse de su triste condición servil, de su estolidez. Hoy amamos a Joaquín Lizardi por haberse decidido a ser útil a su comunidad y porque aspiró a que se realizaran las justicias distributiva y retributiva. Siendo públicas sus persecuciones, gritó: no me ha faltado la firmeza necesaria para hacer frente a las murmuraciones de los necios, los ladridos de los envidiosos y a las injurias de mis enemigos, y al terror que deben infundir tres prisiones.³⁰ Como jamás he pretendido empleo ni colocación alguna,³¹ e hizo con los demás lo que quiso que hicieran con él, a diferencia del coyote, su personaje fabulado, sus saludables avisos entraron por los ojos de sus contemporáneos, quienes lo vieron actuar, y entran por nuestros oídos de escuchas.³² ahora es una ráfaga de viento que truena porque sus escritos aún encuentran qué embestir.

    De lo dicho anteriormente se infiere la labilidad humana, o capacidad de hacer el bien o el mal, como había simbolizado el mito adámico. Somos sociables o antisociables, buenos o malos. Nosotros y la sociedad donde nos tocó existir somos los arquitectos de nuestro destino. En esta antología hemos elegido algunos ejemplos de esta defensa de la libertad humana, parte indisoluble del pensamiento lizardiano.

    Durante aquel sueño anárquico, el hambre podrían haberla evitado los ricos pastores; también hubo accidentes buscados y crímenes no predestinados, pero la gente insistía en que "ya estaba de Dios, que era su signo".³³ La muerte es un decreto absoluto e irrevocable, pero Dios, amor caritativo, no ha escrito en ningún libro el destino de cada persona, no quiere saberlo. No aplica su presciencia o conocimiento del futuro. Fueron aquellos días de fiebres, apoplejías, insultos, pulmonías, anasarcas, diarreas, tenesmos, disenterías, viruelas, sarampiones, garrotillos, asmas, pleuresías, cólicos, misereres, ascitis, ictericias, vómitos y demás agudas y crónicas enfermedades [...] parece que la muerte huya de los hombres y éstos corren tras de ella como si fuera el mayor de los bienes. Dios no cría a nadie para que perezca de esta o aquella manera desgraciada [...] una cosa es permisión y otra volición. Los que temerariamente no toman las precauciones necesarias, luego hacen cargo a la muerte de muchas vidas que ha cortado en agraz. El Pensador expuso métodos curativos para las pestes y reclamó que los apestados se enterraran en lazaretos, en los suburbios, no en los límites urbanos ni en las iglesias (su proyecto se adoptó). En auto caleza de proceso, asmodeo se declara inductor del mal, aunque no fuerza a nadie, porque la insociabilidad es asunto de la voluntad de quienes provocan el mal a porfía. Por lo mismo, las pobres mujeres llamadas brujas, así como los íncubos y súcubos son patrañas de cabezas desconcertadas, y producto de la ignorancia secular del vulgo necio y las viejas cuentamentiras que han hecho realidad los delirios. Personalmente el demonio nunca ha tenido hijos ni botijos, ni padre ni madre, ni perrito que le ladre. Ni ha sacado los ojos porque no es tecolote.

    La libertad individual se conjuga en la soberanía colectiva o de los pueblos. Desgraciadamente, el José Joaquín Fernández de Lizardi cerca de la muerte escribe un párrafo que revela el poder pastoral o de dominio, aplicando el báculo para deshacerla:

    Yo me río de la decantada soberanía del pueblo: esto es pintado. Cualquier congreso, cualquier ayuntamiento, prefecto o paisano rico, desvanece este fantasma de la libertad, siempre que puede. Estamos muy lejos de conocer la soberanía del pueblo y de hacerla valer sin el estrépito de las armas. Gobernantes primarios, estudiad la naturaleza y los derechos del hombre en sociedad.³⁴

    Y sobre tales derechos, en su Segunda defensa de los francmasones (1822), repite una copla que escuchó desde muchacho: Para justicia alcanzar, / tres cosas has menester: / tenerla, darla a entender, y que te la quieran dar.³⁵ Él la tuvo, la dio a entender, pero no se la quisieron dar.

    Como católico e ilustrado, El Pensador creyó firmemente en la igualdad: de un padre descendemos, somos racionales, seres de pasión, que enferman y mueren y ser iguales no queremos,³⁶ y esto pega en el centro de la diana de la explotación clasista y de los centros respecto a sus periferias.

    DESARROLLO DE LA IDIOSINCRASIA LIZARDIANA

    A su juicio, desde que Cortés y sus tropas nos conquistaron y fuimos colonizados, se violaron los derechos humanos: la humillación era patente en la esclavitud (con encomienda o sin ella), en los tributos y las alcabalas. También en la pérdida del hogar: los dominadores dejaron a los mexicanos huérfanos, sin pan ni rincón que los cobijara, mientras los españoles saqueaban las riquezas ajenas, las ganaban con la fuerza de las armas. En su Segundo diálogo jocoserio... Denuncia los horrores de trescientos años. Aquí los mercenarios se hacían condes y marqueses, aunque en su tierra eran labradores y gañanes: se puede decir que no hay en las Indias cosa más probada. Todos los días se ven españoles europeos que arriban a México envueltos en un embreado y calzados con groseras alpargatas, y a pocos años los ve usted rozando sedas y acaso rodando coche,³⁷ si bien esto se debía en parte a que gachupín favorecía a gachupín y no criollo a criollo. Para colmo, esta podredumbre aberrante fue ratificada por el papa Alejandro VI cuando, en su ominosa bula de 1493, regaló a los reyes de Castilla (obviamente en el nombre de Dios) a los americanos que habitaran las islas y la tierra firme al oeste de una línea meridiana trazada a 100 leguas de las azores. Cuando en el actual zócalo se puso la estatua ecuestre de Carlos IV, pisando los escudos indios, sugirió que tan hermosa pieza de arte se guardara en la academia, con la siguiente inscripción: a la memoria de Carlos IV, cuya imbecilidad abrió las puertas a la Independencia. Pero si aquello fue un tejido de injusticias y crueldades, en fin, "ya se fue quien lo dijo: sus autores murieron, requiescat in pace.³⁸ La memoria histórica necesita del olvido para el renacimiento colectivo, si, y sólo si, la población trabaja con ahínco. Un francés podía presumir de que les chupamos el dinero fácilmente y falta en América la aplicación al trabajo, como falta el estímulo al premio".³⁹ asimismo, debía pagarse igual el trabajo de los mexicanos que el de los extranjeros. Por ejemplo, esta injusticia se aplicó a Francisco Rangel, un artífice de maestranza que recibía un suelo de miseria.

    Esta animadversión al invasor nació desde los inicios de la centuria decimonónica; cuando se procedió a fundar la nación o hermandad, llamada por nuestro autor patria: ¿podré yo, América Septentrional, dejar de amarte, estando dotado de razón y habiendo sido tu capital la cuna de mis primeros alientos?,⁴⁰ y mirar con indiferencia los días calamitosos en que estás hundida. La máxima del buen ciudadano es hacer cada uno cuanto bien pueda en obsequio de sus paisanos.⁴¹ Lograda la Independencia, la contempló como un conjunto de familias relacionadas por vínculos amorosos. El que ama a su patria vela por el bien social, hace efectivo que la autoridad es de todos, porque se funda en la solidaridad y mutuo respeto. La patria supone, pues, la comunidad en tanto principio de acción y reacción. Este compuesto de poblaciones se hallaba unido por un contrato social. Patria es la sociedad a que pertenecemos por un convenio o pacto recíproco: es necesario que nos amemos los unos a los otros.⁴²

    No obstante, pesaban mucho los antagonismos internos y el desamor: El lector conocerá si serán los verdaderos patriotas tan comunes como se cree. Después de tantos años de negación y degradaciones "Los americanos se precian de ser muy amantes a su patria; pero son muy desamorados con sus paisanos"⁴³ y de sí mismos, porque no se reconocen ignorantes por falta de educación, sino faltos de la potencia comprensiva. No, conciudadanos, no somos minusválidos, sino que la opresión colonial obstruyó o embarazó la educación para tener mano de obra igual a una máquina semoviente, o tiro de bueyes. Recuerden que el amor propio bien ordenado no es un vicio, sino un principio de virtud.⁴⁴ Mírense, compatriotas, la virgen María se apareció dos veces en México: ninguna nación ha tenido este enorme privilegio, dijo este defensor acérrimo del guadalupanismo.⁴⁵ Los mexicanos carecían de un sentimiento centrípeto que les permitiera llegar a los centrífugos; se enclaustraban en la idea de que se cumplían los derechos humanos sin reparar en el yugo colonial; su docilidad lindaba en la cobardía o en el chaquetismo que prefiere lo ajeno a lo propio: negar esta alienación sería carecer de conocimiento político sobre abusos; denunciarlos es el fin noble que movió a El Pensador Mexicano y no titubeo para decirlo.⁴⁶ No, nada hay de violento en amarse a sí mismo, y procurarse su bienestar, no sólo no repugna la naturaleza y a la sana moral,⁴⁷ sino que es condición de posibilidad del espíritu comunitario. La cadena de la dependencia impedía salir de la apatía. "Libres hemos de ser si esclavos fuimos / con sólo no perder la memoria / que la unión es la fuerza y la victoria."⁴⁸

    La pregunta que aquejaba a los hispanohablantes era quiénes eran, porque renegaban de sus antepasados hispanos. Para religar a los mexicanos fabricaron símbolos o mitos a los cuales filiarse para tener una personalidad en las negociaciones internacionales y propiciar la unión local, que brillaba por su ausencia. A pesar de esta labor religadora, El Pensador Mexicano fue enemigo de la xenofobia que se había desatado en contra de los españoles, porque, dijo, no es un pecado haber nacido en barrio ajeno, no es delito ser forastero. No está el amor de la patria en maldecir gachupines, sino en ilustrarla. Aconsejar al gobierno, y por la comunidad sacrificar la vida propia si fuese conveniente.⁴⁹ Defendió a los acuitados españoles cuando se intentó linchar a los comerciantes hispanos de El Parián. Hay españoles, dijo, soberbios que manifiestan una sórdida avaricia, pero también hay desinteresados, honrados que acabaron mostrando su amor por nuestra patria, que ya era la suya. Tampoco se conformó, empero, a que el iturbidismo privilegiara, en igualdad de valor, a los españoles en contra de los connacionales mexicanos. Declamó en contra de que el emperador los dejara marchar con sus riquezas en circulante y no se expropiaran sus bienes raíces. Los que se quedaron, nada patriotas, seguían comprando cargos públicos y militares. Aunque dijo que había sido forzado, la realidad es que se enroló en el pronunciamiento antiespañolista de Cuernavaca, comandado por el brigadier Hernández, a quien le había entregado las armas en Taxco, cuando heredó el cargo de teniente de un español acuitado. La bandera de aquella aventura fue que se quitaran los empleos a los españoles hasta que reconocieran la Independencia de México. En esta antología se lee que los gachupines han de ser sospechosos en punto de Independencia; deberían expulsarse, igual que ellos lo hicieron con los sarracenos, aunque no a todos, sino a los capitulados, solteros, pobres sin destino, los que sirvieron al ejército o gobierno español contra la patria o mataron y mandaron al suplicio, los casados desafectos, y los frailes y clérigos borbonistas.⁵⁰ asimismo, una vez dada la Independencia, frente a la escasa mano de obra calificada y la baja densidad de población, sugirió que, en beneficio de cambios estructurales positivos, se arraigara a industriosos maestros extranjeros, asegurando que sus capitales permanecerían en México. No olvidemos, dice, que el chauvinismo es idiota, porque adula los vicios propios, sin corregirlos con la suavidad y acrimonia de la sátira; en oposición, es generosidad recomendable el tratar bien al extranjero en el país propio:⁵¹ así se aprende del otro. Si infaliblemente se prefieren las costumbres propias a las ajenas, se acaba aislado, viviendo las sociedades abiertas al ancho mundo. Aunque claro que este mundo también habría de reconocer e imitar los méritos de la nación mexicana.

    UN REPASO DESDE LOS INICIOS

    Comencemos desde el principio. En 1809, José Joaquín Fernández de Lizardi publica la Polaca en honor de Fernando VII. Paradójicamente éstos fueron los primeros asomos de las inclinaciones libertarias. La táctica fernandina, lanzada en todas las tribunas (excepto la de Morelos), pretendió que las ideas de soberanía y autodeterminación se hicieran colectivas. Fue el primer paso de la separación dado por las eufemísticamente llamadas provincias autónomas (autonomía que los Borbones demostraron ser una quimera). También el artículo 3° de la liberal Constitución española de 1812 sobre la soberanía nacional dio curso a las propensiones liberales. Amante de su América Septentrional, Lizardi, una vez declarada la libertad de prensa, se puso como gentilicio mexicano en su periódico, que al poco asumió como su seudónimo. El Pensador Mexicano no se definió por lo que legalmente era: español de América o novohispano. ¿Existió su expresa fidelidad a Fernando VII? La respuesta es negativa. Cuando este rey mostró su absolutismo, aplaudió la rebelión de Cádiz, liderada por Rafael de Riego y Lacy, cuyas ambiciones políticas reproduce Lizardi en el Diálogo de los muertos, complemento de su escrito La catástrofe de Cádiz, e incluso abrió una suscripción para esta causa.

    Se inició en la escritura debido a la libertad de imprenta: en el decir, publicar, circular y facilitar el consumo. Después de su felicitación a Venegas, tal libertad se restituyó en 1820. Bueno, se restituyó de palabra, no de hecho: se aceptaron intrigas, calumnias, difamación y chismes sobre la vida privada, pasiones ruines, sin que nadie sancionara tales abusos delictivos. Así, cuando lo excomulgaron, se llenaron en su contra las prensas de ultrajes y dicterios, injurias e imposturas de los aduladores de bilis envidiosa, seguros de su impunidad. A pesar de sus sufrimientos, afirma, los

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