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Desandar: Poesía reunida
Por Ricardo Yáñez
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Poesía reunida deleita la imaginación con el ejercicio de lo diverso; por el nadir, se tiene en Ricardo Yáñez al escrupuloso guardián de las formas tradicionales de la poesía, por el cenit, se tiene también al poeta del habla y de los motivos cotidianos, al contador de historias que transmite un pequeño cuento dentro del poema, y al escritor de una prosa poética que posee una belleza equivalente a la de sus sonetos, como si el propio autor parafraseara el momento de creación de la poesía.
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Desandar - Ricardo Yáñez
DESANDAR
Desandar
POESÍA REUNIDA
RICARDO YÁÑEZ
POESÍA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2014
Primera edición electrónica, 2015
D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
Comentarios:
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Tel. (55) 5227-4672
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ISBN 978-607-16-3163-3 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
SUMARIO
Nota bene
Ni lo que digo
Dejar de ser
Antes del habla
Si la llama
De rendimiento
Estrella oída
Vado
Piso de tierra
Papeles volando
Como al principio
Versos dicen
Nuevos papeles volando
Índice
A Lilia,
Magdalena y Hazael,
Gabriel,
Rodrigo,
Hana y Jonás
NB: La reunión de estos textos propició una revisión general que incluyó algunas modificaciones, siempre respetando su sentido original. Ciertas líneas, estrofas o poemas fueron suprimidos, y casi nada se agregó. No obstante, De rendimiento se puso aparte de Si la llama, y tras ver que Como al principio carecía de la unidad que cabría esperar, sus tres partes (canciones, sonetos y verso) se separaron y se les asignaron los títulos Papeles volando, Versos dicen y Como al principio. El autor no desea que con dicha fragmentación se pierda la dedicatoria que abría el último volumen mencionado: A todas las personas con las que me ha sido dado trabajar en taller.
Queda por lo demás patente un muy cordial agradecimiento del autor a anteriores editoriales: Anturios, Arlequín, El Aduanero, El Cálamo, La Casa del Mago, Conaculta, dba de Jalisco, Descritura, Era, el propio fce, Fondo Editorial de Nuevo León, ipn, Lunarena, Magenta, La Máquina de Escribir, La Orquídea Errante, Parentalia, scj, Trilce, uam-Azcapotzalco, udg, Vaso Roto, Verdehalago y La Zonámbula.
NI LO QUE DIGO
A Lilia
El título de este libro procede de un verso de Gabriel Zaid.
I
El hombre solo
Hoy vinieron arañas
a achatar las esquinas de mi techo
(gris-húmedo mi cuarto
hoy, clausurado el cielo)
y florecieron moscas
en todo el cable eléctrico.
Con frazada de polvo
alguien cubrió mi cuerpo.
Los piadosos ratones
me han traído carroña del subsuelo.
Hoy —hace mil años— he muerto.
En el centro del grito
ha quedado un cuchillo
Y un silencio tremendo
como una roca inusitada
se ha proclamado
Señor
del Tiempo
En tanto que la sangre
se muere en el asfalto
como un amanecer
que regresara a la noche
Pero nosotros
(¿Estamos aún?)
Si alguien me dijera que esto es una lluvia
yo le imprecaría diciéndole: ¡es una pecera!
Entonces él se desconcertaría, claro,
y llamaría a tres agentes policiacos
que, girando sus macanas, me invitarían a contestar:
¿es esto una lluvia?
¡No! Es una pecera, ya lo he dicho.
Y ellos, después de propinarme soberbia golpiza,
se irían muy orondos, nadando.
Una mañana antigua
la gente despertaba
abriendo sus balcones
para ver qué miraba
miró una mariposa
de mirada dorada
alguien dijo qué miras
y alguien respondió nada
Dios
Sumamente
azul
me tiendo en el suelo
como una toalla
azul
al centro hay una
lagartija
de cristal
que no me encuentra
dios es sí y si
soy un cangrejo naugrafo entre esqueletos
un pez en un mar evaporado
y la vida está en mí
En lo alto del muro caminada el hombre
y podía mirar para un lado y para otro
y no se decidía por ninguno
hasta que optó por acostarse de cara al cielo
a veces se moría de calor y a veces de frío
y un día se murió definitivamente
Julia era una muchacha que salía todas las tardespara ir a misa, hasta que un día se encontró al diablo y se enamoró de él.
—¡Julia! —le imprecaban sus amigas.
Pero ella no hacía caso y les sonreía encantadora; mirándolas al principio, pero luego perdiéndose en quién sabe qué punto recóndito de su alma.
Hay días en que no quisiera abrir la puerta de mi cuarto porque tengo miedo de que todo se convierta en humo.
Y hay días en que salgo a toda prisa de él, temiendo que el humo esté en mi cuarto.
Poesía
Nada
es
una
avispa
morada que
se
ha
insertado
en
tu
corazón:
Dios.
En el zumo de una lima, al morderla,
o al tocar unos brazos de mujer,
en el encuentro de un infinito de construcciones al alargar la
vista
y en el ritmo bestial, primigenio, del mar,
encontramos, siempre, la imagen de nuestro dios.
Un dios que nos sonríe y nos destruye
en el alargamiento de su sonrisa,
que nos desintegra
al golpe de sus carcajadas.
Mientras nosotros no hacemos
sino cantar sus alabanzas,
esos hermosos cantos en los que nuestra lengua se disuelve
y es esencia de pájaros,
esos hermosos cantos que él mismo depositó ternurosamente
en nuestros labios,
en todos nosotros,
en sus queridos hijos.
Qué no daríamos nosotros
por destruir una vez nuestra máquina amada,
esta gris ciudad.
Por descongestionarnos; tal vez con bomba atómica,
qué importa.
Qué por aquellos tiempos en que simplemente paseábamos
y el cielo se intensaba en nuestros corazones
al descubrir una flor, una piedrecilla.
Hoy caminé por calles, por distintas calles
de por las que acostumbro caminar.
Y pude mirar gentes, distintas gentes.
Y en sus actos había algo de pregunta y de respuesta:
algo así como un infinito incautado y restituido,
incautado en la pregunta y restituido, afirmado, en ella misma.
Eran gente como toda, como la que suele habitar este planeta.
La tarde no era más que un cordero azul
La tarde no era más que un cordero azul apenas degollado.
Por una última vez, pudo entreabrir los párpados
e iluminarnos;
y luego se cerró sobre sí mismo.
En la ciudad, al centro de la estrellada noche
En la ciudad, al centro de la estrellada noche,
hay un hombre que piensa que esto bien podría no ser así:
que la lluvia no es lluvia, ni los pájaros pájaros,
ni los aviones aviones,
ni la gente gente, ni los jaguares jaguares,
ni la jungla jungla, ni el mar mar, ni los pantanos pantanos,
ni los peces peces, ni las naves naves, ni las noches
noches,
ni las estrellas estrellas, ni las nubes nubes, ni
En la ciudad, al centro de la estrellada noche…
Mientras la muerte nos pudre beso a beso
nosotros pensamos en manzanos y pájaros.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en ríos y patos.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en ciudades y en amadas.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en atrios y en nogales.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en submarinos.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros, a veces, pensamos en nosotros, en la muerte,
en dios.
El sol crea nuevamente las cosas
Ese pájaro, allá entre lo verde, es tocado y vive;
y esa flor, tan cercana a tus pies, es de nuevo flor.
Tú misma, ahora me sonríes y hay una extraña luz que
resbala entre tus dientes
y parecen pequeños guijarros bajo un delgado cauce de luz.
Reía como quien todo lo sabe
Vivía como una flor.
Su corazón era un delgado polen.
Dios era un colibrí y le visitaba.
Por las noches se arrullaba con el crepitar de las estrellas —y
era como un manojo de cardos estallando blandamente
en la honda llama azul del blando viento, como un
manojo de crisálidas crujiendo lentamente hasta quedar
vacías.
Era un alma de Dios, era San Juan.
Las tuercas giraban con minuciosidad
y el aparato se desarmaba.
Curiosamente, nadie hacía caso.
El aparato decía soy dios.
(Y sí era.)
Flor 1
Es posible respirar a dios en esta flor.
Toda la historia se concentra en ella,
es su medio, su fin y su principio.
Por esta flor es que el mar remueve eternamente las arenas
y que la gente reza, come, ama, defeca y muere .
Flor 2
He cortado esta flor.
Esta flor ¿vive más aquí que en su vida?
Esta flor es poco fría y amarilla (muy):
como el sol-vuelto-luna-vuelto-flor.
Esta flor ocupa un lugar en dios.
Dios se cuartearía,
se descuartizaría feamente
si nosotros pudiéramos deshojar esta flor.
Flor 3
Hay flores que ordenan el universo.
Porque los muertos están muertos
nosotros tomamos vino.
Y porque los vivos están vivos,
nosotros tomamos vino.
Y porque tú y yo nunca quizá podamos amarnos,
nosotros tomamos vino.
—¿Por qué no comes carne?
—Porque los pájaros más obviamente carnívoros
son bastante feos. ¿No te habías dado cuenta?
—¿Y tú eres un pájaro?
—Pí
Pienso en Descartes, qué fregadazo debe haber andado
para tener que recurrir a la comprobación de su existencia.
Cogito, ergo sum. Híjole, qué duro.
Si casi me río, pero
pobre Decar.
No me importa significar: me importa ser
No me importa significar: me importa ser.
Y esos pájaros ahí
parecen significar y, sin embargo, ser.
Esa ventana, si tan sólo pudiera traer esa ventana
y colocarla aquí; de modo que pudiera ser vista por todos uds.
Una troca cruza el infinito azul.
Mi alma siente cambiar lo que el mundo cambia.
Pero hay un punto-Dios que permanece.
Hay algo de materia muriendo para ser.
Pero hay tanto ser para la nada.
¿Cómo estar?
¿Cómo estar
al fin
y
no ser
al fin?
Lo mismo se da Dios que una rosa
II
Mujer que me alargas un brazo
en ademán de lluvia
y estás tendida en la sábana
como un charco de Dios
para mis brazos,
mujer que mueves tus labios de barca
y alargas una canción antigua
de sirena perdida en un tiempo extraño,
mujer que elevas tus burbujas
mientras yo te desnudo.
de tu agua
y te descubro
agua,
infinitamente amable y dulce
como un pez al que no hubieran
afectado las inundaciones,
mujer que me llama
y a la que voy sonámbulo,
lugar en que caigo de bruces cada vez que tropiezo
y me arrulla en sus brazos
y me canta canciones
de cuna,
mientras yo me finjo —y me lo creo—
ser un gran soldado.
nada digo pregunto
por un espejo de agua
y un espejo de piedra
me vuelve la mirada.
Giro la perilla abro
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
al recordar de pronto
mi voz al otro lado
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
al recordar de pronto
mi voz al otro lado
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
Baño
Ayer salí medio asfixiado del agua de la alberca
Y me eché medio cuerpo en sus orillas de cemento
Y lo demás era agua
Pude Ver el Espejo
Pude VerMe al espejo
Yo colgado frente a nada mirándome otro cuerpo
Yo frente a mí a mí mismo en una nada doble
Y un sol hondísimo como una mirada sosteniéndome
Y un sol altísimo del que pendía en un hilo
Encontrándome ahora frente a frente
Dos imágenes que nada se decían porque no había palabras
Pero alguien rió en nuestras espaldas
Y ambos regresamos
Hacia arriba hacia abajo
Alejándonos
Fijos los ojos en nosotros mismos
Sin preguntarnos nada
Porque aún no había preguntas ni palabras ni
Nada
La muerte es el espejo de la vida
La vida es el espejo de la muerte
Y así, hasta el infinito
el pesar insistente de ser nada
se arregla la corbata ante el espejo
se sale a caminar por la añoranza
de la vida vivida ciertamente
en la memoria busca algunos brazos
alborozadas sábanas dichosas
cabelleras oscuras lluvia afuera
y vino cigarrillos y palabras
se sabe sólo sombra de su sombra
el pesar insistente de ser nada
se sube a los camiones compra cosas
no quisiera llorar quisiera irse
a vivir a sí mismo mucho tiempo
no quisiera mirarse en el espejo
sinsonte sin cesar amanecido
o bisonte vivísimo
bebiendo de nosotros
es este estar así
este estar así siendo
cerval asumir bosques
insistir del salmón que contra la corriente
imprudente rebusca la memoria
larva de luz
tenaz
agujerando
las graves hojarascas de la muerte
tris
le cortan la cabeza
tras
un pie
tris le cortan una mano
tras
el otro pie
tris tras tris tras tris
quisieran acabar con él
hondo temblor
temblor
los árboles
el agua
una vez
una brisa
una vida
una vez
una bala
una vez
una vida
una brisa
una brisa
una vez
una vida
una bala
una vez
Sobre un tema de Augusto de Campos
Mírame precipitarme hacia el olvido
hacia la certidumbre irremediable del títere que soy,
hacia donde los ecos no son las palomas ni los caballos
blancos las espumas de mares inacabados.
Traigo conmigo la sortija de humo
que vuelve gutural todo silencio
y en mi calza derecha la huella del peldaño aquel que nos
devuelve, en un temprano espejo,
esa ferviente imagen de la dura sonrisa.
Mírame precipitarme hacia el olvido de lo que nunca fue,
regresando tal vez a la primaria piedra,
a la rústica red, a la mar calma.
Reveo los cardúmenes bullentes, la fija lentitud
de los gestos solemnes
frescamente esparcidos en lo que fue la brisa
y ya es el agua.
Caigo en cuenta de mí, de la misma manera
que se cae en los brazos amantes de la amada.
Me precipito, impromptu, sostenido
en la gravitación del movimiento.
Mírome precisar estas últimas letras
como un viaje que acaba en el futuro,
donde la luz endulza las naranjas.
III. NI LO QUE DIGO
El amor es esa estrella filosa
y el desamor quién sabe qué carajos
pero yo no soy yo
ni este aire mi aire
Es un tambor el miedo
y la paz un tejido frecuentado
pero en mi corazón hay un cangrejo
y alguien está torciendo mi pescuezo
¿Qué es el atole blanco?
¿Qué los cigarros faros?
Pero a quién le interesan esas cosas
cuando uno se muere de sí mismo.
¿Qué son los huevos fritos, por ejemplo?
¿Qué son los buenos días?
Los vecinos arrían la bandera
de la felicidad, pero quién se los festeja?
quién se los critica?
Sólo los que se aman los comprenden.
Se está tirando el bóiler. Hay que apagarle
Se encordó este reloj. Hay que arreglarlo.
Hizo frío por la noche.
No lo olvides.
A veces es una araña la palabra amar
una araña en las vigas de la casa
y uno es la mosca la tonta mosca
A veces el amor es una aspirina
vieja olvidada en el botiquín
y uno no el dolor de cabeza sino el aburrimiento
A veces el amor es una botella de tequila
escondida en el fondo del ropero
y uno la mano oscura y el trago rápido.
en una cajita de oro
vi una estrellita de plata
el amor se entrega entero
si no nomás se maltrata
en una cajita de oro
vi un listón verde bandera
porque te quiero te digo
que no dejes que me muera
en una cajita de oro
vi una flor de maravilla
querer es saberse dar
en una forma sencilla
Si me emborracho pienso en ti
Si me viene el amor a las palabras, a los ojos, al llanto,
a los cigarros alas, al tequila sauza,
¿en quién voy a pensar?
Hay un Ricardo Yáñez que me pega, que todo el día me pega,
y hay un Ricardo Yáñez que te ama. Ése es el bueno.
Echó un poco de sal en su corbata
mas no se la comió cual pretendía
quizá le pareció que estaba fría
aparte de que no era muy barata
Pintó en su corazón de hoja de lata
una dulce canción que se sabía
pero le reprocharon la alegría
y se compró un chaleco color rata
Consideró que el sol era la luna
y que la luna nada finalmente
y se quedó mirando su presente
como quien ve llover y no se moja
como quien huevos fritos desayuna
mientras la rosa suya se deshoja
si no amor soy entonces qué carajos
qué nube de pesar qué estrella herida
bandera por qué vientos abatida
conversación resuelta en qué estropajos
vengo del corazón a mis trabajos
y voy de mis trabajos a la vida
vida que se te entrega inmerecida
pero que sabe dar sus golpes bajos
no sé ni qué decir pero me digo
que al fin y al cabo soy un buen testigo
y voy a atestiguar que estoy amando
todo lo que perdí mejor ahora
que cuando lo tenía llora llora
no dejes de cantar te estoy mirando
Miras los torpes, graciosos dibujos
de la puerta amarilla:
obscenidades ante las cuales otros sonreirían
y a ti te hacen sufrir.
El vino de la noche con los amigos
ha estado bien, ciertamente.
Pero sobre la alfombra,
con un dolor reumático en la pierna derecha,
tiritaba tu soledad de amante.
De la puerta amarilla a estas palabras
¿qué diferencias hay?
No por alegría es que escribo
no por tristeza.
Escribo porque el amor es triste y alegre,
porque nosotros moriremos y otros amarán.
IV
Alfonso
¿Quién diría de Alfonso algo bueno?
No su madre, por cierto. Y su padre menos.
No su novia tampoco, ni sus amigos.
Sólo la Juana y la Azabache,
a las que se cogió entre las milpas
una noche estrellada de junio.
El oficinista
Helo allí, acostumbrándose a diario a no morir,
a ir tachando pájaros, a aceptar la neblina como aire,
el amor como piedra en el bolsillo, la paz
como tener con qué comer y masticar el sandwich
del domingo.
En el globo del elevador, cuando va solo, se permite soñar
prudentemente
en unas rosas blancas cada vez menos blancas.
Intuye que está vivo, algo se lo dice,
quizá las nubes cuando nubes hay al cruzar el parque;
quizá también la foto del acribillado en el periódico.
Pero la estrella negra que preside su escenario
de la corbata a la valenciana ha pasado su chisguete de tinta
y ya le vemos enterarse de que
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