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El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo
El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo
El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo
Libro electrónico391 páginas5 horas

El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo

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Rodrigo Martínez Baracs presenta la historia del descubrimiento de bibliógrafos del siglo XIX del Opera medicinalia. Henry Harrisse y Joaquín García Icazbalceta fueron los primeros en tener la noticia de la existencia de un texto fechado en 1546. La rareza del hallazgo encendió la curiosidad de los bibliógrafos, que inmediatamente harían todo lo posible por conocer el origen de este libro perdido. La historia detrás de la obra muestra los engaños burlas y rumores que enfrentaron las bibliografías decimonónicas en su esfuerzo por reunir textos novohispanos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ago 2015
ISBN9786071631497
El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo

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    El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo - Rodrigo Martínez Baracs

    Bibliografía

    Reconocimientos

    Agradezco el apoyo permanente —económico, intelectual y moral— que me ha dado la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), hoy dirigida por Luis Humberto Barjau, donde felizmente laboro. Y agradezco también al proyecto Rescate de Archivos de la DEH su apoyo para viajar a Nueva York en noviembre-diciembre de 2010 para revisar los dos ejemplares del Opera medicinalia del doctor Francisco Bravo que allí se encuentran, en la New York Public Library (NYPL) y en la biblioteca de la Hispanic Society of America (HS). Agradezco también el apoyo del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que me ha distinguido con el Nivel 1.

    Con profesionalismo y amabilidad, Jessica M. Pigza me facilitó el acceso al ejemplar del Opera medicinalia de la New York Public Library, y a varios otros materiales pertinentes del siglo XIX, de extrema rareza, y me mandó imágenes digitales. También en Nueva York, John O’Neill me permitió consultar el ejemplar del Opera medicinalia de la biblioteca de la Hispanic Society, compartió conmigo sus conocimientos del libro y me mandó imágenes digitales de varias páginas del ejemplar. En Puebla, Manuel de Santiago Hernández me facilitó la consulta del ejemplar de la Biblioteca José María Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y compartió conmigo su erudición. Posteriormente me mandó una gran cantidad de fotos y documentos con una generosidad que excede el mero profesionalismo. Aclaro y agradezco que todas las imágenes digitales que recibí fueron gratuitas.

    En la ciudad de México, el personal de la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, de la deh del INAH, y de la Biblioteca Nicolás León, de la Antigua Escuela de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), me auxilió con diligencia (aunque no encontramos la edición facsimilar londinense de 1970 del Opera medicinalia). En su nueva ubicación en la Biblioteca de México José Vasconcelos, que dirige el poeta Eduardo Lizalde, pude seguir disfrutando de la biblioteca de mi padre José Luis Martínez como si estuviera en casa. En Inglaterra recibí el trato muy profesional, eficiente y cordial de la Biblioteca de la Universidad de Cambridge y de la British Library, en Londres.

    La gran comunidad de los constructores de la red del saber de internet, en gran cantidad de sitios y los sistemas Gmail, Google, Wikipedia, YouTube y Abebooks, entre muchos otros, ha sido un apoyo inesperado y decisivo que no puedo dejar de mencionar y agradecer porque ha potenciado las posibilidades de investigación de los historiadores.

    Una versión del capítulo sobre la Breve y mas compendiosa doctrina christiana en lengua mexicana y castellana de 1539 fue presentada como ponencia el 27 de mayo de 2011 en el IV Encuentro de la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística (somehil), donde recibió valiosas observaciones. Leí el mismo trabajo en una sesión sobre historiografía lingüística organizada por Rosa H. Yáñez Rosales en la Casa Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara (UDG) el 23 de noviembre de 2011.

    Presenté oralmente un avance de la presente investigación en una sesión organizada por Víctor Gayol y Thomas Calvo a comienzos de 2011 en El Colegio de Michoacán (Colmich), en la ciudad de Zamora. Y presenté una ponencia titulada "Descubrimientos y apariciones del Opera medicinalia" en la sesión abierta del Seminario del Libro Antiguo, del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB) de la UNAM, el 25 de octubre de 2011. Como no pude estar presente en la sesión, leyó mi ponencia Idalia García Aguilar, quien la mejoró con lúcidos comentarios.

    Con gran generosidad Idalia García Aguilar y Marina Garone Gravier leyeron ambas una versión completa de mi trabajo y me procuraron y siguen procurando información, observaciones y pistas interesantes y eruditas sobre el mundo editorial europeo y americano del siglo XVI. Además, en un momento de desesperación computacional, al cambiar de marca de computadora cuando yo estaba trabajando en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, Marina me brindó un apoyo decisivo a larga distancia y en la madrugada para ella en México.

    Agradezco mucho la ayuda oportuna e imprescindible, los consejos, las críticas, las palabras de aliento, las informaciones, las fotocopias y los attachments, de varios otros colegas y amigos, entre los que menciono a David A. Brading, Thomas Calvo, Adolfo Castañón, Angélica Espinoza, Enrique Florescano, Víctor Gayol, Isabel González Sánchez, Edgar Omar Gutiérrez L., Ascensión Hernández de León-Portilla, Enrique Krauze, José Pardo Tomás, Javier Pérez Siller, José Antonio Rojas Loa, Sandra Rozental, Rafael Tena, y mis hermanos Andrea Martínez Baracs y José Luis Martínez Hernández.

    La erudita librera Amalia Porrúa me regaló hace tal vez 20 años (en la librería que tuvo durante un tiempo en el antiguo Palacio de la Inquisición y después antigua Escuela de Medicina) una fotolitografía original realizada por Joaquín García Icazbalceta o su hijo Luis García Pimentel, con la portada interior de los Diálogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar, de 1554 ―igual a la del Opera medicinalia de Francisco Bravo, de 1570—, y de la Doctrina christiana en lengua mexicana de fray Pedro de Gante, de 1547, que no han dejado de ejercer su atracción y de orientarme a lo largo de mis investigaciones.

    Agradezco a mi maestro Enrique Florescano su apoyo e interés para publicar este libro en la colección Biblioteca Mexicana del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Fondo de Cultura Económica (FCE). Bárbara Santana Rocha y los correctores Albeliz Córdoba Dorantes, Eduardo Arturo Flores Miranda e Iván Sierra Martínez de la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta, con ojo acucioso detectaron gran cantidad de problemas e hicieron posible la transformación de este texto en un libro.

    Agradezco de manera muy especial ―casi en último lugar porque ella no quiso que la pusiera en el primero― el apoyo múltiple, generoso y decisivo de Emma Rivas Mata para la elaboración de este ensayo. Con Emma, amiga buena y muy erudita colega, estoy trabajando en la edición y traducción anotada del epistolario de Joaquín García Icazbalceta y Henry Harrisse, y de las cartas de éste a Manuel Remón Zarco del Valle, conservadas en la Colección Ignacio Bernal de la Biblioteca Cervantina del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y en la colección particular de Carlos Bernal Verea. Emma me ha comunicado copias de artículos y transcripciones e informaciones de estas y otras cartas de Joaquín García Icazbalceta, Henry Harrisse, el doctor Carl Hermann Berendt y el rico bibliófilo James Lenox, entre varios otros tesoros. Muchos datos e ideas de este ensayo provienen de ella y de nuestras frecuentes y largas conversaciones epistolares o personales en Tlalpan, en la DEH. Emma leyó completas dos versiones de todo el libro y me dio muy detallados consejos y ánimo. Ella, por cierto, me sugirió un título posible para el presente librito: Obsesiones bibliográficas de Joaquín García Icazbalceta. Me parece muy bueno, y lo hubiese escogido si no me obligara a ampliar aún más el libro y a seguir varias otras de las obsesiones bibliográficas de don Joaquín, que fueron muchas.

    Mi padre, José Luis Martínez, me inculcó el interés por Joaquín García Icazbalceta, por Henry Harrisse y por Francisco Cervantes de Salazar, y mi afición por los libros antiguos y modernos. Mi amada esposa y colega Miruna Achim me ha apoyado de mil maneras decisivas, al igual que mis hijas María y Constanza y mi hijo Julián. Reciban todos mi sincera gratitud.

    Algunos criterios

    Hay varias maneras de referirse al Opera medicinalia del doctor Bravo. Es común designarlo como "la Opera medicinalia, porque no suena mal, porque se habla de la ópera" (el género musical teatral), o se asume que opera no es tanto el plural de opus, obra, sino una obra de conjunto, dividida en grandes partes o libros. Una versión muy correcta pero poco socorrida, acaso por pretenciosa, la llega a utilizar nuestro Joaquín García Icazbalceta: "las Opera Medicinalia del Dr. Francisco Bravo, impresas en México".¹ Pero García Icazbalceta también escribe "la Opera Medicinalia en carta a José Sancho Rayón del 27 de marzo de 1883.² También podría designarse el libro prescindiendo del artículo, como en la lectura de Opera medicinalia. Yo lo designaré como el Opera medicinalia, para referirme al libro impreso así titulado, y sólo me referiré a las Opera medicinalia" cuando busque destacar las cuatro obras, libros o partes que componen el libro.

    Por otro lado, pese a que debe pronunciarse, obviamente, ópera y no opera, prescindo de marcar ese acento y escribo Opera medicinalia, pues el título del libro está en latín, sin el acento. Y aunque medicinalia se pronuncia medikinalia, según la pronunciación erasmiana, o medichinalia, según la italiana eclesiástica, y así se debió pronunciar en los claustros españoles y novohispanos, me conformo al uso común en español y pronuncio medicinalia como en español.

    Por lo general doy las fechas de nacimiento y muerte de los personajes la primera vez que aparecen en este estudio, y cuando lo juzgo oportuno las vuelvo a dar más adelante. De igual manera, doy los datos bibliográficos más o menos completos de los libros la primera vez que aparecen, y a veces, más adelante, una vez más. En las citas de documentos de épocas pasadas, por lo general respeto la ortografía, pero me tomo ciertas libertades con las mayúsculas y la puntuación.

    Hay cierta irregularidad en la bibliografía, que nunca pretende ser verdaderamente rigurosa: solamente indico el número de páginas y doy más detalles en el caso de algunos libros antiguos o particularmente relevantes en el contexto de la presente investigación. No doy las direcciones precisas de los sitios de internet, como algunos piensan que se debe hacer, pues yo jamás he llegado a ellos marcando largas y crípticas inscripciones, sino usando eficientes y amistosos instrumentos de búsqueda.

    ___________

    ¹ México en 1554. Tres diálogos latinos que Francisco Cervantes Salazar escribió e imprimió en México en dicho año. Los reimprime con traducción castellana y notas Joaquín García Icazbalceta, Individuo de Número de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; Miembro Correspondiente de las Reales Academias Española y de la Historia, de Madrid. [Escudo y Ex-Libris de García Icazbalceta con su lema: Otium sine litteris mors est.] México, Antigua Librería de Andrade y Morales, Portal de Agustinos núm. 3, 1875, p. xxii.

    ² Joaquín García Icazbalceta a José Sancho Rayón, 27 de marzo de 1883, Colección Ignacio Bernal de la Biblioteca Cervantina del ITESM. Transcripción de Emma Rivas Mata.

    Enigmáticas fechas

    Hacia 1864, el parisino Henry Harrisse (1829-1910),¹ abogado de profesión, establecido en Nueva York, quien había escrito algunos estudios de filosofía y particularmente de filosofía de la historia, comenzó a trabajar sistemáticamente sobre la historia colonial americana. Proyectó una History of the Rise, Decline, and Fall of the Spanish Empire in the New World que nunca escribió, pero la base del trabajo era una investigación bibliográfica de los primeros tiempos del Descubrimiento y la Conquista de América. Así concibió el proyecto de publicar una gran Bibliotheca Americana Vetustissima: una bibliografía completa, científica y crítica de los libros y opúsculos dedicados a América o impresos en ella entre 1493 y 1550, y de los estudios modernos sobre ellos.²

    Harrisse era un trabajador infatigable y muy riguroso y tuvo acceso a las bibliotecas privadas que se habían formado en varias ciudades del este de los Estados Unidos (en Nueva York, Washington, Providence, Boston y Cambridge) que habían reunido unas colecciones americanas de enorme riqueza. Pero para describir los primeros libros publicados en América, o sea en la ciudad de México, a partir de 1540 o tal vez antes, Harrisse necesitaba el apoyo de eruditos mexicanos que conocieran bien las bibliotecas mexicanas, que Harrisse no conocía ni, al parecer, tenía tiempo o el temperamento adecuado para viajar a conocer.

    Harrisse contaba con algunos amigos estudiosos que en ocasiones le ayudaban en su tarea. Uno de ellos era el doctor Carl Hermann Berendt (1817-1878), nacido en Danzig (que entonces estaba en Alemania y hoy en Polonia, con el nombre de Gdansk), establecido como médico en la ciudad de Providence, Rhode Island, Estados Unidos, y notable lingüista, filólogo y antropólogo, estudioso de las antigüedades americanas, particularmente mayas y, pocos años después, nicaragüenses.

    El doctor Berendt aconsejó a Harrisse entrar en contacto con el hacendado e historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta (1825- 1894),³ quien, junto con su amigo José Fernando Ramírez (1804-1871), político e historiador, era el mejor conocedor de la bibliografía mexicana del siglo XVI.⁴ Ambos eran dueños de las dos mejores bibliotecas privadas con libros de esa época. El doctor Berendt lo pudo constatar al ver la lista de impresos mexicanos del siglo XVI, con indicación de la ubicación de cada uno, que García Icazbalceta incluyó en su importante artículo de 1855 Tipografía mexicana, en la versión mexicana del Diccionario Universal de Historia y de Geografía.⁵ En Tipografía mexicana García Icazbalceta expuso por primera vez sus investigaciones sobre los inicios de la imprenta en México, cuando el impresor sevillano Juan Cromberger (?-1540), a instancias del obispo fray Juan de Zumárraga (1468-1548) y del futuro virrey don Antonio de Mendoza (1490-1552, virrey de 1535 a 1550), mandó a México a su oficial el cajista Juan Pablos (?-1560) con una imprenta que funcionó varios años a nombre de Cromberger antes de pasar a nombre de Juan Pablos.

    El doctor Berendt le escribió a García Icazbalceta una carta de presentación para Harrisse el 5 de abril de 1865, después de lo cual éste le escribió a García Icazbalceta el 5 de mayo, y después nuevamente el 22 de mayo (siempre en francés), pidiéndole sin tapujos abundantes y precisos datos bibliográficos.⁶ La cantidad de datos que el bibliógrafo francés-estadunidense le pidió al mexicano se justifica plenamente porque Harrisse era un seguidor natural de la filosofía positivista de Auguste Comte (1798-1857) y de Herbert Spencer (1820-1903), y concebía la ciencia como una gran colaboración desinteresada y generosa entre los practicantes de las diferentes ciencias particulares. La bibliografía era una importante ciencia auxiliar de la historia.⁷ A Harrisse le parecía natural que García Icazbalceta, que era realmente un científico, compartiera la creencia en esta gran hermandad de los verdaderos sabios, les vrais savants.

    Harrisse no se había equivocado. Había reconocido a un colega. García Icazbalceta le respondió con afabilidad el 16 de junio de 1865 en una larga carta ―en francés, como se escribieron siempre― en la que le transmitió toda la información que le pedía. Y le siguió mandando abundante y riquísima información precisa durante los siguientes meses de finalización de la Bibliotheca Americana Vetustissima. Y cuando Harrisse decidía publicar completas ciertas disertaciones que García Icazbalceta le había enviado, apenas le avisaba, pero jamás le pidió permiso, y eso nunca fue problema.

    En respuesta a la primera carta de García Icazbalceta, Harrisse le escribió en julio una carta de agradecimiento a través de la embajada de Francia, pero la carta no le llegó, por mucho que García Icazbalceta trató de encontrarla en diversas oficinas. La carta, lamentablemente perdida, incluía valiosa información bibliográfica que Harrisse había recabado y que podía ser de interés para las investigaciones mexicanas de García Icazbalceta. Como vemos, la reciprocidad es importante en la desinteresada colaboración entre los científicos, y esta cooperación entre científicos también puede concebirse como una red de intercambios.

    Entre otras cosas, Harrisse le informó a García Icazbalceta de un libro raro que se encontraba en la biblioteca de James Lenox (1800-1880), en la ciudad de Nueva York (núm. 53, Fifth Avenue). Se trataba de una obra titulada Opera medicinalia, escrita por el doctor Francisco Bravo, Orsunensis, o sea de la española ciudad universitaria de Osuna. Esta obra llevaba en la portada la fecha de 1549, por lo que quedaba incluida en el elenco de la Bibliotheca Americana Vetustissima, que abarcaba de 1493 a 1550.

    Realmente era un descubrimiento importante el de esta obra de fecha tan temprana como 1549. La primera obra impresa en la ciudad de México entonces conocida y descrita era el Manual de adultos, de 1540.⁹ Y el Opera medicinalia de Bravo resultaba ser la primera obra de medicina impresa en la ciudad de México.

    El Opera medicinalia no figuraba en las bibliografías americanas. No la mencionan Antonio de León Pinelo (1629),¹⁰ ni en la reedición ampliada de González de Barcia (1737-1738),¹¹ ni Eguiara y Eguren (1755),¹² ni Beristáin (1816, 1819, 1821),¹³ ni Ternaux (1837).¹⁴ Tampoco lo mencionaba la Bibliotheca Hispana Nova de Nicolás Antonio (1783, 1788),¹⁵ ni la última edición del multivolumínico Manuel du libraire et de l’amateur de livres de Jacques-Charles Brunet (1860- 1865).¹⁶ La adquisición del Opera medicinalia por James Lenox resultó un gran descubrimiento para él y para Harrisse, Berendt y García Icazbalceta.

    Ahora bien, es curioso advertir que los historiadores de la medicina españoles y mexicanos sí sabían del Opera medicinalia. Desde 1802 y 1803 el doctor Joaquín de Villalba (1752-1807), aragonés, en su gran Epidemiología española, de 1802 y 1803, mencionó el Opera medicinalia del doctor Francisco Bravo, impreso en 1570, aunque aclaró que no lo pudo consultar.¹⁷ Lo mencionó al describir la poco conocida epidemia de tifo de 1570 en México, de la que habla el doctor Bravo.¹⁸

    Algunos médicos mexicanos cultos también sabían del Opera medicinalia. Lo mencionó en 1841 el joven doctor Manuel Robredo (1808- 1875), médico y cirujano, en su Breve noticia de los médicos españoles que han escrito de la fiebre tifoidea o tabardillo, uno de los estudios que publicó en el Periódico de la Academia de Medicina de Méjico.¹⁹ No sé si el doctor Robredo tomó su referencia de la Epidemiología española del doctor Villalba o si consultó el ejemplar de la Biblioteca del Colegio del Estado de Puebla o algún otro, que desconocemos.

    Poco después, en 1843 apareció en Madrid el tercer tomo de la Historia bibliográfica de la medicina española. Obra póstuma del doctor don Antonio Hernández Morejón (1773-1836),²⁰ vallisoletano, quien fue dueño de un ejemplar del Opera medicinalia: Yo poseo un ejemplar muy bien conservado. Nuestro Villalva asegura que no había podido proporcionárselo, ni aun verlo. Así, con su propio ejemplar, el doctor Hernández Morejón pudo describir con todo detalle bibliográfico y de contenido el libro, impreso en la ciudad de México por Pedro Ocharte en 1570. Hernández Morejón expresó efusivamente su admiración por la doctrina del Opera medicinalia, y citó algunos fragmentos, en su original latín.

    El doctor Anastasio Chinchilla (1801-1876), valenciano, retomó la descripción de Hernández Morejón en 1845 en sus Anales históricos de la medicina en general, y biográfico-bibliográficos de la española en particular.²¹

    Lo peculiar es que, como lo advirtió el doctor Germán Somolinos d’Ardois (1911-1973),²² ni Harrisse, ni García Icazbalceta, ni el mismo doctor Berendt, que era médico, ni James Lenox, dueño de un ejemplar, ni ninguno de los autores que indagaron sobre el doctor Bravo y su Opera medicinalia, tenían noticia de estas publicaciones españolas y mexicana de historia de la medicina, que acaso despreciaban. Se muestra una incomunicación (temporal) entre dos comunidades científicas, la de los historiadores de la medicina españoles y la de los historiadores y bibliógrafos americanos y europeos.

    Cuestiones como ésta, de comunicación y falta de comunicación, de colaboración y falta de colaboración entre los diferentes investigadores, le dan interés, desde el punto de vista de la factura concreta de la ciencia, a aproximarnos al relato de este redescubrimiento del Opera medicinalia del doctor Francisco Bravo y de los problemas que suscitó la dilucidación de la fecha de su impresión.

    Sin esperar respuesta de García Icazbalceta a su carta de julio de 1865, Harrisse le escribió nuevamente el 15 de agosto y le contó que en Newport, Rhode Island, pudo ver a James Lenox, quien siempre traía consigo el catálogo de su biblioteca, que no es más que un Ternaux anotado, esto es, un ejemplar todo anotado a mano por Lenox de la Bibliothèque Américaine de Henri Ternaux, de 1837. La biblioteca de Lenox estaba cerrada, o cuando menos, cerrada para Harrisse, aunque al parecer era muy receloso con todo el mundo para mostrar su magnífica pero desordenada colección.²³ Harrisse le pidió entonces a Lenox que al menos le permitiera ver su Ternaux que hacía las veces de catálogo. Lenox prefirió atender a las preguntas particulares de Harrisse escribiéndole y al día siguiente le entregó una carta con la información bibliográfica que le pedía. Como puede advertirse, Lenox sabía lo que tenía.

    En su carta a García Icazbalceta, Harrisse le transcribió datos de varios de los libros de la biblioteca de Lenox: el Cedulario (1563) de Vasco de Puga, las dos ediciones del Arte de la lengua mexicana (1571 y 1576) del franciscano fray Alonso de Molina (1510-1585) y las dos ediciones de su Vocabulario (1555 y 1571), el De Septem novae legis Sacramentis Summarium del dominico fray Bartolomé de Ledesma. Y al final Harrisse le comentó: "Lo ve V., lamento mucho que, fuera del Opera medicinalia de Francisco Bravo Orsunē, 1549, muy pequeño, 4to, que le he enviado en respuesta a su primer envío, no hay nada en la Biblioteca del Sr. Lenox que V. no posea ya".

    Después de enviada su carta del 15 de agosto de 1865, Harrisse se enteró por el doctor Berendt de que García Icazbalceta no había recibido su carta de julio de 1865 y le escribió el 10 de septiembre, lamentando la pérdida e informándole que allí le había descrito un libro desconocido titulado Opera medicinalia del doctor Bravo de 1549, y le volvió a mandar una copia de la portada:

    Within a wide ornamented border

    [Dentro de un amplio borde adornado]

    ¶ OPERA ME

    dicinalia, in qbus

    ˜β plurima extant

    scitu medico ne-

    cessaria in 4.ii. di

    gesta, quę pagina

    versa cõtinentur.

    Authore Francis

    co Bravo Orsune

    si doctore, ae Me

    xicano medico.

    1549.

    ¶ Mexici, apud Petrum Ocharte.

    Cum privilegio

    Muy pequeño, 4to (como la mitad de esta página) Título 1, + 3 sin numerar. Hojas preliminares + 303 hojas numeradas; Texto en letras negras (góticas), título en romano; muchos grabados en madera de plantas.

    En la Biblioteca del Sr. Lenox, quien lo compró al Sr. Libri, quien lo describe en uno de sus catálogos (¿1862 o 1863?) bajo el No 1100.

    Traducido al español, el título del libro es: Obras medicinales en las cuales se incluyen muchas cosas que el médico debe saber, dispuestas en cuatro libros cuyo contenido se expresa a la vuelta de esta página. Autor Francisco Bravo, doctor de Osuna y médico en Mexico. 1549. En Mexico, en casa de Pedro Ocharte, con privilegio.

    Antes del Opera medicinalia de Bravo, se registra otras veces la utilización de ese título, particularmente en la influyente obra de Johannes Mesue, Opera medicinalia, o De medicis, 1471,²⁴ primera traducción al latín de la obra del científico árabe Ibn Māsaway, sobre el que existe una polémica acerca de si realmente existió o se trata de un grupo de médicos que reunió las teorías de Galeno (130-200) y Avicena (ca. 980-1037), y que fue varias veces reimpreso y traducido. El título Opera medicinalia también lo utilizó el doctor Joan Fernel (1497-1558), en un impreso veneciano de 1565, incluido en un título más largo, al estilo de la época.²⁵ El título aparece también, con algunas diferencias, en el libro de Pedro de Peramato, de 1576; en el Operum medicinalium de Miguel de Heredia; en Antonius Guainerius, Practica, seu Opera medica; y en Mohammed Rhasis, Opera medica, etcétera.

    El Catalogue de Libri, de 1862, es uno de los que editó el conde Guglielmo Libri Carucci dalla Sommaja (1803-1869), florentino, quien al escribir su gran historia de las matemáticas en Italia, se interesó tanto por los libros antiguos, que se transformó en un bibliógrafo y bibliófilo obsesivo y en un ladrón de libros a gran escala.²⁶ El Opera medicinalia, con la fecha de 1549, aparece en el Catalogue de Libri de 1862, que registra el precio de ocho libras y 15 chelines.²⁷

    Harrisse sabía que García Icazbalceta se entusiasmaría con la descripción de este libro que no conocía. Efectivamente, en respuesta a la carta de Harrisse del 15 de agosto de 1865, pero sin haber recibido todavía la del 10 de septiembre, que incluye la descripción del Opera medicinalia, García Icazbalceta le escribió el 28 de septiembre que no tenía noticias de ese libro y le pidió que le volviera a mandar la descripción.

    Y al mismo tiempo, García Icazbalceta aprovechó que recibió una carta del propio James Lenox, para contestarle y pedirle que autorizara a su amigo común el doctor Berendt a revisar su ejemplar del Opera medicinalia y tomar notas.²⁸

    El 6 de octubre de 1865, García Icazbalceta recibió la carta de Harrisse del 10 de septiembre, con la descripción del libro, y el 18 de octubre le escribió una carta exhibiendo sus dudas sobre la fecha (supuestamente 1549) del Opera medicinalia, que considera un erratum, y formuló una primera conjetura sobre su fecha de publicación: 1594, transposición de 1549.

    Pero sobre todo, García Icazbalceta le pidió a Harrisse que le mandara los textos preliminares del libro que podrían ayudar a precisar su fecha de publicación y aportar datos biográficos sobre este desconocido doctor Francisco Bravo, de Osuna. Traduzco del francés la carta de García Icazbalceta:

    Debo agradecer a V. su prontitud en enviarme nuevamente el título de la obra del siglo XVI que encontró en la biblioteca del Sr. Lenox. Tengo algunas dudas que presentar a V. sobre ese título. En primer lugar, no entiendo las palabras, o más bien abreviaturas, "in.4.ii digesta":²⁹ ruego a V. que me dé un pequeño facsímile de estos signos. Y también el qbus (SIC) no tiene ninguna adición sobre la q (como por ejemplo q)³⁰ para marcar la supresión de las dos letras ui? Si este librejo realmente lleva la fecha de 1549 que usted le da, hay ciertamente una transposición de los números y debe leerse 1594. Pedro Ocharte no imprimía en 1549: en esa época, sólo los nombres de Juan Cromberger o de Juan Pablos (este último sobre todo) podían figurar en un libro impreso en México; Pedro Ocharte sólo ejerció desde 1563 hasta 1592. Esto es, cuando menos, lo que resulta de las ediciones que he visto. Eche usted un ojo a las piezas liminares: allí podrá usted encontrar probablemente la corrección de este erratum, es decir que las fechas de las aprobaciones, licencias, etcétera, le darán la del libro. Esta verificación es tanto más necesaria que si hay que leer 1594, el libro ya no entraría en el marco de V.

    Estoy completamente imposibilitado de dar a V. la nota biográfica y bibliográfica sobre ese librejo. El libro me era enteramente desconocido, y mis investigaciones sobre el autor han sido hasta ahora infructuosas. No encuentro en ninguna parte su nombre. Soy yo quien ruega a V. que vea si en el prefacio o en las otras piezas liminares se encuentran algunos datos sobre el autor.

    Las cartas de García Icazbalceta y Harrisse se estaban cruzando. El 20 de octubre de 1865, en respuesta a la carta de García Icazbalceta del 18 de septiembre, Harrisse nuevamente le mandó "el título de Opera medicinalia de Bravo, aunque a comienzos de este mes se lo haya hecho llegar junto con los primeros cuatro fascículos de mi Bibliotheca (32 pp.)". Harrisse comenzó a mandar a sus amigos bibliógrafos más cercanos unos fascículos preliminares de su Bibliotheca Americana Vetustissima con el fin de que le señalen posibles errores u omisiones.

    Ésta es la descripción que le mandó Harrisse el 20 de octubre a García Icazbalceta:

    ¶ OPERA ME // dicinalia, in qbus // β plurima extant // scitu medico ne-//cessaria in 4.ii. di//gesta, que pagina // versa cõtinentur, // Authore Francis//co Bravo Orsune//si doctore, ac Me//xicano medico. // 1549. // ¶ Mexici, apud Petrum Ocharte. // Cum privilegio//.

    Pequeña en 4to, más o menos igual de largo que los Elzevires.³¹ Título 1 hoja, tres hojas preliminares, y trescientas tres hojas numeradas, el resto está en gótico, con gran número de viñetas. Comprado a Libri por el Sr. Lenox.

    En carta a García Icazbalceta del 13 de diciembre de 1865, Harrisse agregó: "Nuestro doctor me enviará la descripción detallada del Opera medicinalia. El libro ciertamente no es de 1549, pero hasta ahora no logro descubrir su verdadera fecha".

    Ya vimos justamente que desde septiembre de 1865 García Icazbalceta había solicitado a Lenox que autorizara al doctor Berendt a tomar notas detalladas del libro. Y le pidió también al doctor Berendt que indagara con Lenox la posibilidad de comprarle su ejemplar... Y ya el 7 de diciembre de 1865 García Icazbalceta había recibido una extensa e informativa carta del doctor Berendt, iniciada el 9 de noviembre y concluida el 20 de noviembre de 1865, justo antes de salir a su expedición al Petén, la cual contestó el

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