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Una amistad literaria: Correspondencia 1942-1959
Una amistad literaria: Correspondencia 1942-1959
Una amistad literaria: Correspondencia 1942-1959
Libro electrónico503 páginas8 horas

Una amistad literaria: Correspondencia 1942-1959

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Esta obra epistolar muestra la cercana relación de dos grandes figuras de la cultura en México. A la par que se presentan las distintas inquietudes de ambos escritores, se muestra la relación de dos generaciones: la de Alfonso Reyes como el reformador de la educación y el arte después de la Revolución mexicana y la de José Luis Martínez como explorador para definir la identidad mexicana. Ambos con una cuidada prosa nos llevan a entender las necesidades correspondientes a su tiempo, e incógnitas que incluso hoy en día nos llaman a la reflexión.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jul 2018
ISBN9786071656100
Una amistad literaria: Correspondencia 1942-1959
Autor

Alfonso Reyes

ALFONSO REYES Ensayista, poeta y diplomático. Fue miembro del Ateneo de la Juventud. Dirigió La Casa de España en México, antecedente de El Colegio de México, desde 1939 hasta su muerte en 1959. Fue un prolífico escritor; su vasta obra está reunida en los veintiséis tomos de sus Obras completas, en las que aborda una gran variedad de temas. Entre sus libros destacan Cuestiones estéticas, Simpatías y diferencias y Visión de Anáhuac. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional. JAVIER GARCIADIEGO Historiador. Ha dedicado gran parte de su obra a la investigación de la Revolución mexicana, tema del que ha publicado importantes obras. Es miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, y de El Colegio de México, que presidió de 2005 a 2015. Actualmente dirige la Capilla Alfonsina. Reconocido especialista en la obra de Alfonso Reyes, publicó en 2015 la antología Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”. Ingresó a El Colegio Nacional el 25 de febrero de 2016.

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    Una amistad literaria - Alfonso Reyes

    RODRIGO MARTÍNEZ BARACS (Ciudad de México, 1954), doctor en historia y etnohistoria por la ENAH, es profesor e investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Ha publicado, entre otros títulos, La secuencia tlaxcalteca. Orígenes del culto a Nuestra Señora de Ocotlán (2000), Convivencia y utopía: el gobierno indio y español de la ciudad de Mechuacan, 1521-1580 (2005), La perdida Relación de la Nueva España y su conquista de Juan Cano (2006), La biblioteca de mi padre (2011), El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo (2014) y Entre sabios. Joaquín García Icazbalceta y Henry Harrisse. Epistolario, 1865-1878, edición bilingüe anotada, en colaboración con Emma Rivas Mata (2016).

    MARÍA GUADALUPE RAMÍREZ DELIRA (Ciudad de México, 1955) fue asistente de José Luis Martínez desde 1978 hasta la muerte de este último. Transcribió la Correspondencia, I: 1907-1914 entre Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, publicada por el FCE. Fue secretaria particular de Jaime García Terrés en el Fondo de Cultura Económica y en la Biblioteca de México; en esta última institución trabaja con Eduardo Lizalde desde 1996. Actualmente organiza el Archivo José Luis Martínez.

    Una amistad literaria

    TEZONTLE

    ALFONSO REYES

    JOSÉ LUIS MARTÍNEZ

    Una amistad literaria

    CORRESPONDENCIA 1942-1959

    Edición de

    RODRIGO MARTÍNEZ BARACS

    MARÍA GUADALUPE RAMÍREZ DELIRA

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    EL COLEGIO NACIONAL

    Primera edición, 2018

    Primera edición electrónica, 2018

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    Viñeta: Abel Quezada

    La obra gráfica de Abel Quezada se reproduce gracias a la autorización

    y cortesía de la familia Quezada Rueda y de Abel Quezada Asociación Civil.

    D. R. © 2018, El Colegio Nacional

    Luis González Obregón 23, Centro Histórico

    06020, Ciudad de México

    Tel.: (55)5789-4330

    contacto@colnal.mx

    www.colnal.mx

    D. R. © 2018, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 9786071656100 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Índice

    Agradecimientos

    Estudio preliminar. La amistad literaria de Alfonso Reyes y José Luis Martínez por Rodrigo Martínez Baracs

    CORRESPONDENCIA 1942-1959

    CARTAS POSTERIORES 1960-1970

    Apéndices

    I. Dedicatorias

    II. Contra el traslado a Monterrey de la biblioteca de Alfonso Reyes

    III. La escritura de Alfonso Reyes

    IV. Diario de Alfonso Reyes. Normas para los editores

    Registro de las cartas

    Notas

    Álbum

    Abreviaturas

    Agradecimientos

    Varios amigos, familiares y colegas nos ayudaron de varias maneras para la realización de esta edición de la correspondencia de Alfonso Reyes y José Luis Martínez y les expresamos aquí nuestro profundo agradecimiento. A José Luis Martínez Hernández y a Andrea Guadalupe Martínez Baracs, por su empeño permanente en la conservación y la difusión del legado de José Luis Martínez. A Enrique Krauze, por el estímulo de su pasión y su inteligencia histórica, política, moral y literaria. A José de la Colina, por la serie de entrevistas autobiográficas que le hizo a José Luis Martínez, en las que le contó con mucha confianza su vida y su amistad con Alfonso Reyes, entre varios otros temas. A Adolfo Castañón, por su amorosa y generosa erudición alfonsina y joseluisa. A Javier Garciadiego Dantán, por su apoyo moral, intelectual, académico y editorial para la publicación de este epistolario. A Felipe Garrido, por el apoyo múltiple que le dio a mi padre y a su memoria. A Joaquín y Aurora Díez-Canedo Flores, por su amistad, conversación y consejo de toda la vida. A Rafael Vargas por compartir sus conocimientos de iconografía literaria mexicana. A Rebeca Barriga Villanueva, por regalarme el libro que coordinó en El Colegio de México sobre los Libros de Texto Gratuitos. A Gisel Cosío Colina, por lo que nos informó sobre aspectos de la Biblioteca Nacional de México. Mucha información, como sucede cada vez más en las investigaciones históricas, la encontramos en Wikipedia y muchos otros sitios de internet.

    Estamos muy agradecidos con Alicia Reyes, directora de la Capilla Alfonsina de la Ciudad de México, y con su colaborador Alejandro Mejía, por su conversación alfonsina y por habernos facilitado amablemente las cartas de Alfonso Reyes y José Luis Martínez que se conservan en la Capilla, y varios otros materiales importantes. Y con Minerva Margarita Villarreal, directora de la Capilla Alfonsina de la Biblioteca Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en Monterrey, y con su colaboradora Leticia Garza, por haberme mandado las dedicatorias de José Luis Martínez a Alfonso Reyes. En la Biblioteca de México, donde se encuentra accesible al público la Biblioteca de José Luis Martínez, estamos muy agradecidos con su director, el poeta Eduardo Lizalde, con Jorge von Ziegler, director general de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, con Javier Castrejón, coordinador de las Bibliotecas Personales de la Biblioteca de México, con Miguel García Ruiz, quien coordinó el traslado de la Biblioteca de José Luis Martínez a la Biblioteca de México, con Daniel Bañuelos, encargado de la Biblioteca de José Luis Martínez, con Ruysdael Nava Tristán, quien nos auxilió en la digitalización de las imágenes, y con todo el personal de la Biblioteca de México.

    La correspondencia de Alfonso Reyes y José Luis Martínez se encuentra en el Archivo de José Luis Martínez (al cuidado de sus hijos y de María Guadalupe Ramírez Delira) y en la Capilla Alfonsina de la Ciudad de México. Las dedicatorias de Reyes a Martínez se encuentran en la Biblioteca de José Luis Martínez, en la Biblioteca de México. Las dedicatorias de Martínez a Reyes se encuentran en la Capilla Alfonsina de la Biblioteca Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Agradecemos a los cuatro repositorios la autorización para publicar estos materiales, que nos place dar a conocer, por su valor literario, histórico y humano.

    De manera particular, yo, María Guadalupe Ramírez Delira, expreso mi agradecimiento a la Biblioteca de México, donde tengo el privilegio de trabajar, así como a mis hijos Alejandro Rodrigo y Andrea Jácome Ramírez, y a mis nietos Ekeb y Dante Jácome Muñoz y a mi nuera Ana Patricia Muñoz, por su apoyo e inspiración. Y yo, Rodrigo Martínez Baracs, expreso mi gratitud a la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde felizmente laboro, y al Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Estoy muy agradecido con mis hijos María, Constanza y Julián, y sus mamás Angélica Espinoza y Miruna Achim, por su múltiple apoyo, ayuda, estímulo e inspiración, y con mis tías Eugenia, Paz y Tarcila, de Guadalajara, y mi prima Sisu, de Montreal, por mantener viva la memoria de mi familia paterna. Ambos, Marilú y Rodrigo, agradecemos el privilegio de trabajar uno con el otro en esta edición.

    RODRIGO MARTÍNEZ BARACS

    MARÍA GUADALUPE RAMÍREZ DELIRA

    Estudio preliminar

    La amistad literaria de Alfonso Reyes y

    José Luis Martínez

    EL ENCUENTRO Y LA CORRESPONDENCIA

    La correspondencia conocida de los escritores Alfonso Reyes (1889-1959) y José Luis Martínez (1918-2007) comienza en 1942, cuando Reyes tenía cincuenta y tres años y Martínez veinticuatro, y duró diecisiete años, hasta unos días antes del fallecimiento de don Alfonso. Aunque la primera carta que tenemos es del 11 de febrero de 1942, por su tono se entiende que hubo cartas anteriores, y debió de haberlas, pues Martínez conoció a Reyes desde 1939, cuando el maestro regresó a México, donde se ocupó del establecimiento de la Casa de España en México, concebida por Daniel Cosío Villegas (1898-1976), que le confió el presidente Lázaro Cárdenas (1895-1970). Para entonces el joven Martínez ya lo había leído mucho y con fervor, y con sus amigos asistía a sus conferencias y clases. Así lo contó él mismo:

    Para quienes no lo habíamos conocido hasta su regreso definitivo a México a principios de 1939, Alfonso Reyes era una figura mitológica. Todos los prestigios lo ornaban: sus primeros ensayos magistrales sobre Cuestiones estéticas; su perfecta Visión de Anáhuac; sus estudios gongorinos y acerca de otros temas españoles; aquella estimulante y luminosa Atenea política que nos entusiasmaba en Guadalajara; los poemas de los años brasileños y argentinos, sobre todo aquél A la memoria de Ricardo Güiraldes que solía publicarse al frente de Don Segundo Sombra; las traducciones de Mallarmé, Sterne y Chesterton; los números de Monterrey, Correo Literario, cruzados de tantos temas e incitaciones, y luego lo que oíamos contar de él, amigo de toda la inteligencia del mundo y dueño él mismo de esa inteligencia que se ha hecho ya sonrisa y respiración naturales. Un grupo de amigos fuimos a conocerlo a su despacho de las calles de Madero, donde organizaba La Casa de España, y todos aquellos prestigios suyos se hicieron vivos para nosotros; y aquel encuentro sería el principio de una amistad que tendría veinte años para probarse.

    Desde entonces, la frecuentación de los libros, de las conferencias o de las conversaciones de don Alfonso serían una de mis provisiones más constantes y aprendí a pesar con él mis bienes y mis males, porque siempre supo enderezar o alentar, y con qué afectuosa comprensión, mi camino. Y yo también compartí sus alegrías y sus penas.¹

    José Luis Martínez había pasado sus primeros cuatro años de vida en su natal pueblo de Atoyac, en el sur del estado de Jalisco. Era el hijo mayor del doctor Juan Martínez Reynaga (1888-1962)² y de Julia Rodríguez Rodríguez (20 de diciembre de 1896-8 de octubre de 1922), quienes juntos formaron una familia, como las de allá, con un fuerte sentido de la tradición y de la religión. Nacieron cuatro hijos e hijas,³ y Julia falleció cuando José Luis tenía cuatro años. La pérdida temprana de su madre se mantuvo presente de manera consciente e inconsciente en José Luis Martínez, quien en sus años tardíos contó un sueño que lo perturbó una noche. El doctor Martínez se casó el año siguiente con Lucía Rodríguez Rodríguez (?-28 de mayo de 1949), la hermana de Julia, con la que tuvo otros seis hijos e hijas.⁴ Los siguientes siete años, de los cinco a los once años, los pasó en Ciudad Guzmán, el antiguo pueblo de Zapotlán, algo más hacia el sur, donde lo cuidó mucho su nana Lupe Rodríguez (?-1999), hija ilegítima de Martín Rodríguez, esposo de Isabel Rodríguez y padre de Julia y Lucía. Allí la familia vivió la severa guerra cristera, en la que se involucró el doctor Martínez, quien llegó a ser apresado y casi fusilado: cuando el general José Guadalupe Zuno (1891-1980) tomó el pueblo de Zapotlán, mandó fusilar a los que hubiesen apoyado a los cristeros, pero le salvó la vida al doctor Martínez porque era el único médico disponible y lo curó de no sé qué enfermedad. José Luis asistió allí primero a la escuela de párvulos de unas monjas francesas, que tuvo que cerrar debido a la persecución religiosa. Felizmente dos maestros normalistas, padre e hijo, don Gabino y José Ernesto Aceves, abrieron el Colegio Renacimiento, e influyeron de manera decisiva sobre el gusto por la lectura no sólo de José Luis, sino también de su condiscípulo Juanito, Juan José Arreola (1918-2001). Leían mucho a Victor Hugo (1802-1885) y a Paul Fort (1872-1960).⁵ Después de la clase sobre la Conquista, los niños representaron ese drama en el recreo, y José Luis representó el papel de sumo sacerdote mexica.⁶ La obra se desenvolvió, y con Juanito Arreola y otros amigos, José Luis ofició solemnemente el culto a la Babucha, extraño eco paródico de la dramática guerra religiosa que sufría el país.⁷ La amistad se interrumpió cuando José Luis viajó a Guadalajara y se reanudó en 1943 cuando leyó en la revista jalisciense Eos el cuento Hizo el bien mientras vivió,⁸ que lo impresionó, sin saber que su autor Juan José Arreola era el mismo Juanito Arreola de sus juegos en Zapotlán. Se hicieron amigos de toda la vida.

    A los doce años José Luis pasó a Guadalajara, donde comenzó a leer con vigor y sistema, junto con su gran amigo el nayarita Alí Chumacero (1918-2010). José Luis (y supongo que Alí también) publicó su primer artículo en la revista Nueva Galicia en noviembre de 1936. Y en 1937 ambos pasaron a la ciudad de México donde continuaron sus largas jornadas de estudio. Obligado por su padre, Martínez inició en 1938 estudios de medicina, que abandonó en 1939.⁹ Pero al mismo tiempo inició estudios de letras españolas, filosofía e historia del arte, en la Facultad de Filosofía de la UNAM, hasta 1943. Pronto comenzó a dar clases y promovió la hasta entonces inexistente carrera de letras mexicanas (incluidas en la de letras hispánicas).¹⁰

    En 1939 el poeta Jorge González Durán (1918-1986), amigo de José Luis y de Alí en la facultad (y el resto de sus vidas, los tres nacidos en 1918), consiguió que el licenciado Mario de la Cueva (1901-1980), secretario general de la UNAM, los apoyara para hacer una revista, pese a su juventud y falta de prendas literarias. Pidieron consejo al escritor transterrado español Enrique Díez-Canedo (1879-1944) y decidieron visitar al gran Alfonso Reyes, quien los recibió en su oficina de la calle de Madero, donde estaba echando a andar la Casa de España en México (que el año siguiente se convertiría en El Colegio de México). Los tres visitantes, recuerda Martínez, le pidieron a don Alfonso cuatro cosas: conocerlo, ser su amigo, una colaboración y un nombre para la nueva revista. Reyes cumplió con las cuatro cosas. Dio a la revista el nombre de Tierra Nueva, al que se agregó: Revista de Letras Universitarias,¹¹ y contribuyó, aunque poco, en los dos primeros años de los justo tres que duró la revista, de enero de 1940 a diciembre de 1942 (primero bimestral y después cuatrimestral).¹² José Luis Martínez contribuyó con una o más colaboraciones en cada uno de los quince números de la revista.

    A partir de 1941 los tres amigos comenzaron a publicar también en la revista mensual Letras de México, que fundó en 1937 el poeta Octavio G. Barreda (1896-1964),¹³ y a partir de 1943 en la más selecta revista El Hijo Pródigo, también mensual y fundada por Barreda.¹⁴ José Luis Martínez publicó también en la revista literaria femenina Rueca, en 1942, 1944 y 1945.¹⁵

    Y José Luis Martínez no dejó de hacerse presente ocasionalmente en la prensa diaria, en el periódico El Nacional, en 1941 y 1942, en el Excélsior, en 1942 y 1943, y en Novedades, en 1943, y ese mismo año publicó una columna en el semanario Mañana, en la que se refirió a Averroes y Alfonso Reyes.¹⁶

    A José Luis Martínez y su generación les tocará vivir el fructífero periodo de madurez de Alfonso Reyes, iniciado en 1939 e interrumpido en 1951 cuando sufrió su primera crisis cardiaca, según lo describió el propio Martínez:

    Después de los catorce años anteriores, que podemos llamar mundanos, Alfonso Reyes, al fin asentado definitivamente en su patria y entre sus libros, inicia otro de los grandes ciclos de su obra que se extenderá de 1939 a 1950, en la cumbre de su madurez intelectual y entre sus cincuenta y sus sesenta y un años, y éste será, sobre todo, el periodo de sus trabajos de sabio y humanista. Son de estos años sus magnos estudios de temas clásicos: La crítica en la Edad Ateniense (1941), La antigua retórica (1942), Junta de sombras (1949) y otras monografías menores; sus fundamentales estudios de teoría literaria: La experiencia literaria (1942), El deslinde (1944) y Tres puntos de exegética literaria (1945); sus estudios de historia literaria española y mexicana: Capítulos de literatura española (1939 y 1945) y Letras de la Nueva España (1948); sus ensayos sobre temas americanos: Última Tule (1942), Tentativas y orientaciones (1944) y Norte y sur (1945), a más de otros volúmenes de ensayos y notas. Escribe y publica también en esta época libros de poesía que culminarán en la colección de La vega y el soto (1946) y Cortesía (1948), y en la primera parte de su traslado de la Ilíada de Homero (1951); colecciona también, en Verdad y mentira (1950), sus cuentos y fantasías e inicia la publicación de los cuadernos de su Archivo; escribe prólogos para numerosos libros y aun traduce textos de Jules Romains, A. Petrie, C. M. Bowra y Gilbert Murray. En resumen, durante este segundo gran ciclo de su obra intelectual publica treinta y cinco volúmenes de ensayos y estudios de los cuales veintiocho son libros originales y el resto reediciones; siete volúmenes de poesía; dos de novelística; siete cuadernos de su Archivo; prologa dieciséis libros y hace cuatro traducciones; es decir, que en estos once años publica cincuenta y un libros de su pluma, dejando aparte prólogos y traducciones. Además, ya lo sabemos, organiza y preside El Colegio de México; sustenta sus conferencias en El Colegio Nacional donde enseña literatura y explica temas humanistas, y cumple además con numerosos compromisos académicos y cívicos.

    Si el primer gran periodo de su obra, la década madrileña de 1914 a 1924, había sido el de su más intensa creación literaria, este segundo periodo de 1939 a 1950 será el de las grandes síntesis de sus conocimientos, el de sus especulaciones de teoría literaria y el de sus estudios de temas clásicos. Si aquella fue la época de creación del poeta, del poeta en prosa y en verso, esta es la del sabio que ha merecido el título de humanista.¹⁷

    Cuando Alfonso Reyes y José Luis Martínez comenzaron a escribirse, en febrero de 1942, o acaso antes, ambos residían en la misma ciudad de México. Reyes vivía, con su querida esposa doña Manuela Mota (1885-1965)¹⁸ y su hijo Alfonso Reyes Mota (1912-1975), en su Capilla Alfonsina, número 122 de la calle de Industria (rebautizada Benjamín Hill en 1955), en la colonia Condesa. Por su parte Martínez vivía en el departamento 6 del número 82 de la calle de Jalapa, en la colonia Roma, entre las calles de Durango y Colima, a una cuadra de la Plaza Rio de Janeiro (el edificio ya no existe). No tenía que caminar mucho para llegar al Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México, que compartían casa en la calle de Pánuco 63, en la hoy colonia Cuauhtémoc. La Capilla Alfonsina le quedaba como a media hora de buena caminata. De modo que Reyes y Martínez se veían con frecuencia, muchas veces Martínez cenaba con don Alfonso y doña Manuela, y varios otros amigos, y platicaban mucho y a gusto, con buena comida y vinos. Las cartas eran un complemento de la comunicación oral (de viva presencia y ya también por teléfono), que era la principal y más importante, junto a la lectura mutua de sus escritos. Es por ello que algunas de sus cartas, como las que cruzó Alfonso Reyes con Jaime Torres Bodet (1902-1974), fueron casi oficios, como las llamó su editor Fernando Curiel,¹⁹ aunque no faltan momentos y asuntos de muy notable interés humano y literario.

    Por otro lado, tanto Alfonso Reyes como José Luis Martínez, además de ser escritores, tenían empleos administrativos formales, predominantemente pero no exclusivamente culturales. Alfonso Reyes era presidente de El Colegio de México, con la decisiva colaboración de Daniel Cosío Villegas, secretario de El Colegio y director del Fondo de Cultura Económica, quien le daba un sitio a El Colegio en su casa, entonces en Pánuco 63. También participó en la creación de El Colegio Nacional (que reunía a los más importantes creadores y científicos mexicanos) y se involucró mucho con la Academia Mexicana de la Lengua y la Alianza Francesa de México, entre otras instituciones.

    Por su parte, José Luis Martínez tuvo una sucesión de empleos que permiten periodizar su correspondencia con Alfonso Reyes: a partir de 1940 fue profesor de literatura en diversos centros de estudio; fue secretario particular de Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública, entre 1943 y 1946; fue secretario administrador de El Colegio Nacional entre 1947 y 1952; fue secretario particular de Roberto Amorós, gerente de Ferrocarriles Nacionales de México, en 1952 y 1953, y ayudante gerente general de Relaciones Públicas y Servicios Sociales de Ferrocarriles Nacionales, hasta 1958; fue consejero de la poderosa Productora e Importadora de Papel, S. A. (PIPSA) de 1956 a 1961; y diputado federal por el 8º Distrito de Jalisco, de 1958 a 1961.

    En todos los casos (salvo tal vez el último), los asuntos culturales de estos cargos estuvieron presentes en la relación epistolar de Alfonso Reyes y José Luis Martínez, como el relativo al subsidio de la SEP a El Colegio de México o el papel que le entregaba PIPSA para sus publicaciones. Sin embargo, junto a los temas administrativos, en su correspondencia prevaleció la amistad personal y literaria. Por cierto, nunca dejaron de hablarse de usted.

    COMUNICACIONES LITERARIAS Y EPISTOLARES

    Así pues, cuando empieza su correspondencia con Alfonso Reyes, el joven Martínez se iniciaba en las letras y se mantenía como profesor. De 1940 a 1943 dio clases de Literatura Mexicana en la Escuela Nacional Preparatoria y de 1942 a 1944 de Español Superior en la Escuela de Verano, ambas escuelas de la UNAM. Y, como vimos, escribía y participaba activamente en las revistas literarias importantes del momento, Letras de México (1937-1947) y Tierra Nueva (1940-1942) y después también en El Hijo Pródigo (1943-1946).²⁰

    En la primera carta que se conserva de Alfonso Reyes a José Luis Martínez, del 11 de febrero de 1942, le agradece las mil menciones amables en Letras de México y lo felicita por esa reseña tan equilibrada y objetiva de los libros del año. Se refiere al Esquema de un año de Literatura Mexicana que Martínez publicó el 15 de enero.²¹ Este panorama de las letras publicadas en México en 1941 es un ensayo comprehensivo y ordenado, claro y denso, crítico y admirativo, notable por su mesura y saber si se considera que Martínez estaba apenas por cumplir los veinticuatro años. Transmite un mensaje desencantado: Apenas cabe la sorpresa. ¿Hemos ganado un hombre nuevo? ¿Ha quedado en nuestra mesa algún libro ya por siempre querido? Ni lo uno ni lo otro. Tanto como en su vida, el mexicano suele ser desesperadamente conservador en las letras.

    El mayor entusiasmo José Luis Martínez se lo otorga al poeta Xavier Villaurrutia (1903-1950), por su Décima muerte y otros poemas, por la pieza teatral La hiedra, el prólogo a la antología poética Laurel y sus antologías de López Velarde y de sor Juana. Martínez resalta la importancia del poema Entre la piedra y la flor de Octavio Paz (1914-1998) y de la novela Los muros de agua y los cuentos de José Revueltas (1914-1976), nacidos ambos en 1914. Se muestra severo con Mauricio Magdaleno (1906-1986), tanto con su novela Sonata como con sus ensayos reunidos en Rango. Destaca la importancia de la Biblioteca del Estudiante Universitario, dirigida por Francisco Monterde (1904-1985) y publicada por la UNAM, que en 1941 publicó diez títulos —entre ellos Poesía romántica, selección de Alí Chumacero y prólogo de José Luis Martínez—.²²

    José Luis Martínez se refiere a Alfonso Reyes en el campo de la poesía y en el del ensayo. Escribe sobre Algunos poemas: Bajo la exterioridad más humilde en apariencia, bajo una clara sencillez que prescinde de toda nota excesiva, Reyes consigue hacer fluir una delicada y noble poesía. El mejor gusto crítico lo lleva a estas palabras diáfanas que no sabrán gustar los paladares estragados.

    Y en el campo del ensayo, Martínez menciona dos libros de Reyes, Pasado inmediato y otros ensayos y La crítica en la Edad Ateniense, publicados ambos por El Colegio de México (que él mismo presidía), y menciona la publicación de varios ensayos suyos sobre ciencia de la literatura, que nos anuncian un volumen venidero de capital importancia —se refiere Martínez a La experiencia literaria, que estaba escribiendo Reyes y se publicaría a fines de 1942—.²³

    Meses después, en agosto, José Luis Martínez, también en Letras de México, publicó el artículo La prosa de Alfonso Reyes,²⁴ que indaga sobre la naturaleza de la prosa alfonsina, en respuesta a una reseña adversa a su recién publicado libro Los siete sobre Deva (1942),²⁵ del que el mismo número de Letras de México publicó en primera página un fragmento, Palabras del golf (pp. 1-2 y 10). Probablemente seleccionó este fragmento el propio Martínez, pues en La prosa de Alfonso Reyes explicó el significado filosófico, ético y literario del golf para Reyes:

    Quizá él no subscribiera del todo aquella no vacía de petulancia afirmación de Ortega, que pretendía que el pensador debía de abstenerse de toda participación en la vida misma, para situarse sólo en puro espectador de su movimiento, o lo que en más llano castellano suele decirse ver los toros desde la barrera. Ortega asistía de mala gana al golf y especulaba desde su palco. Reyes prefiere jugarlo como prefiere también jugar la vida, aunque luego se esconda en su taller para apuntar sus meditaciones.

    Las palabras de La prosa de Alfonso Reyes de José Luis Martínez que más animaron a Reyes tal vez fueron las primeras del ensayo:

    Los libros, los múltiples ensayos aparecidos en revistas de todas latitudes, las conferencias y aun las charlas mismas de Alfonso Reyes, tienen una distribución que recuerda la de una vida bien ordenada, planificada por un hombre sensato. Meditaciones sobre nuestro destino mexicano y americano y juegos poéticos; austeras reflexiones sobre el fenómeno literario y fantasías en donde toda curiosidad tiene cabida; la antigüedad clásica traída hasta nuestras actuales preocupaciones, y llamadas de atención hacia lo más destacado de la modernidad: y aun la gracia y la malicia dejando un rastro amable dentro de la sequedad de las investigaciones o la lección moral o filosófica en aquellos divertimientos que parecen pura frivolidad. Elástica juventud de Alfonso Reyes tal la de un pensador que sabe a la vez practicar con gallardía los deportes y no desdeña entregarse a su tiempo a la pura delicia de lo intrascendente.

    Alfonso Reyes debió de sentir que el joven Martínez había sido capaz de sintetizar los sentidos y las intenciones más importantes de sus afanes literarios, gracias a lo cual encontró el tono y la aspiración de su ensayo sobre La experiencia literaria. Martínez concluyó su artículo con un énfasis fortalecido por su común mesura, que no debió de inhibir mucho a Reyes: Hace tiempo que no es una exageración afirmar que la mejor prosa castellana se escribe en México y quien la escribe es Alfonso Reyes. Ahora, él no es solamente la figura literaria más alta entre nosotros, sino una de las más claras voces de nuestro mundo.

    Debe decirse que el elogioso artículo La prosa de Alfonso Reyes se publicó poco después de una pequeña antología hecha por el mismo Martínez, titulada Narciso. Poéticas mexicanas modernas, publicada en la revista Tierra Nueva y como elegante plaquette de tiraje limitado, y que sorpresivamente no incluye a Alfonso Reyes.²⁶ Martínez escogió en Narciso un poema de cada uno de los antologados, en los que exponen su personal poética: Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), Manuel José Othón (1858-1906), Ramón López Velarde (1888-1921) (con unos Fragmentos bien escogidos), Salvador Díaz Mirón (1853-1928), Enrique González Martínez (1871-1952), Carlos Pellicer (1897-1977), José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Salvador Novo (1904-1974) y el joven Octavio Paz (1914-1998). Tal vez mi padre no consideró la poética de Alfonso Reyes suficientemente moderna para ser elegida, o tal vez buscaba afirmar su libertad, su autonomía de juicio y el rigor de su criterio.

    Una carta a Alfonso Reyes del 27 de marzo de 1943 nos deja conocer los planes que albergaba entonces José Luis Martínez, quien deseaba obtener una beca de El Colegio de México, que presidía Reyes, para estudiar teoría literaria en Inglaterra. Martínez estaba preparando su primer libro sobre ‘Técnicas de la novela’, y en general, ‘Teoría y técnica de la composición’, y ese año terminaría su doctorado en letras. Me extraña un poco, pues yo no sabía que mi padre hubiese hecho estudios formales de doctorado. Tal vez esperaba que sus estudios de Literatura Española en Filosofía y Letras se le reconocieran no con nivel de licenciatura, sino también de doctorado (que no sé si el Colegio estaba otorgando entonces). O tal vez esperaba obtener un doctorado en El Colegio de México, pues estuvo muy vinculado a sus trabajos, particularmente a la creación del Centro de Estudios Literarios. No por nada por entonces se decía con una mezcla de burla y admiración que José Luis Martínez estaba por graduarse de Alfonso Reyes. El hecho es que Martínez no presentó el examen de grado ni en la Facultad de Filosofía y Letras ni en El Colegio de México, y nunca tuvo título académico formal (salvo los honoris causa tardíos). Lo cual, por cierto, no le impidió desempeñar funciones docentes relacionadas con títulos académicos: en 1948 el filósofo Samuel Ramos (1897-1959), doctor en filosofía por la UNAM, director de la Facultad de Filosofía y Letras, designó a José Luis Martínez consejero para dar orientación a varias alumnas en la elaboración de sus tesis de maestría en letras.²⁷

    De cualquier manera, el primero de abril de 1943 Alfonso Reyes redactó diligente una carta de recomendación para José Luis Martínez escrita tanto en español como en elegante inglés, que no menciona título académico formal alguno. El joven y ambicioso Martínez no concluyó su gran tratado sobre la técnica literaria, pero sí publicó un ensayo titulado La técnica en literatura, como artículo y como pequeña plaquette, en el que expuso algunos elementos fundamentales de su propio quehacer literario, en parte aprendido de Alfonso Reyes: la búsqueda necesariamente artificial de la naturalidad, hasta que lo artificial se vuelve natural. Esta búsqueda de la naturalidad en la expresión escrita está relacionada con la responsabilidad social del escritor, la de escribir de manera clara y precisa, para un pueblo que hay que contribuir a educar. Pero Martínez al parecer no tuvo tiempo para seguir trabajando mucho La técnica en literatura, porque cuando Reyes le mandó una página con una serie de comentarios y sugerencias, Martínez las tomó en cuenta sólo en notas a pie de página, mas no en el cuerpo de su ensayo, publicado en noviembre de 1943 en El Hijo Pródigo.²⁸

    De cualquier manera, el sendero de José Luis Martínez como profesor de literatura, en México o en Inglaterra, se difuminó cuando recibió el ofrecimiento de un cargo público en México, que cambió su forma de organizar y concebir su vida, que quedó a partir de entonces dividida entre la literatura y la administración pública cultural. Es difícil imaginar la carrera de Martínez

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