El fuego del cielo: Mito y realidad en torno al rayo
Por José Altshuler
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El fuego del cielo - José Altshuler
EL FUEGO DEL CIELO
La Ciencia
para Todos
En 1984 el Fondo de Cultura Económica concibió el proyecto editorial La Ciencia desde México con el propósito de divulgar el conocimiento científico en español a través de libros breves, con carácter introductorio y un lenguaje claro, accesible y ameno; el objetivo era despertar el interés en la ciencia en un público amplio y, en especial, entre los jóvenes.
Los primeros títulos aparecieron en 1986, y si en un principio la colección se conformó por obras que daban a conocer los trabajos de investigación de científicos radicados en México, diez años más tarde la convocatoria se amplió a todos los países hispanoamericanos y cambió su nombre por el de La Ciencia para Todos.
Con el desarrollo de la colección, el Fondo de Cultura Económica estableció dos certámenes: el concurso de lectoescritura Leamos La Ciencia para Todos, que busca promover la lectura de la colección y el surgimiento de vocaciones entre los estudiantes de educación media, y el Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo, cuyo propósito es incentivar la producción de textos de científicos, periodistas, divulgadores y escritores en general cuyos títulos puedan incorporarse al catálogo de la colección.
Hoy, La Ciencia para Todos y los dos concursos bienales se mantienen y aun buscan crecer, renovarse y actualizarse, con un objetivo aún más ambicioso: hacer de la ciencia parte fundamental de la cultura general de los pueblos hispanoamericanos.
Comité de selección de obras
Dr. Antonio Alonso
Dr. Francisco Bolívar Zapata
Dr. Javier Bracho
Dr. Juan Luis Cifuentes
Dra. Rosalinda Contreras
Dra. Julieta Fierro
Dr. Jorge Flores Valdés
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Leopoldo García-Colín Scherer (†)
Dr. Adolfo Guzmán Arenas
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Jaime Martuscelli
Dra. Isaura Meza
Dr. José Luis Morán López
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. José Antonio de la Peña
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dr. Julio Rubio Oca
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Dr. Elías Trabulse
José Altshuler
EL FUEGO DEL CIELO
Mito y realidad en torno al rayo
La Ciencia para Todos / 246
Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2017
D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit
Fotografía de portada: iStock de Getty Images/krivosheevv
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ISBN 978-607-16-5136-5 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
Prefacio
I. Los primeros tiempos
El rayo del temor y del absurdo
En busca de una explicación racional
Del poder de las puntas al pararrayos
El pararrayos domina las alturas y la imaginación
La polémica de las puntas
II. La atmósfera electrizada
El fuego de san Telmo
Imágenes sucesivas del rayo
El rayo, simulado y encarrilado
La nube de tormenta
Haciendo camino al andar
Un retorno relampagueante y atronador
Grandes corrientes y rayos petrificados
Variaciones sobre el tema
Los misteriosos rayos globulares
Geografía del rayo
Desconcierto de marinos e inspiración de electricistas
Rayos rigurosamente vigilados
III. Más allá del viejo pararrayos
Una protección relativa
Jaulas protectoras
En busca de una protección absoluta
Protegiendo los sistemas electroenergéticos
Vulnerabilidad de la microelectrónica
Barcos, automóviles, aeronaves y astronaves ante el rayo
La guerra de los pararrayos
IV. Huellas, peligros, precauciones
Tras la huella
Efectos indirectos
En tiempo de borrasca
De la ceraunomancia a la ceraunomedicina
Pararrayos humanos
Las otras caras del rayo
Colofón
Bibliografía
PREFACIO
Desde los tiempos en que vivía en las cavernas hasta el día de hoy, el ser humano se ha sentido fascinado por la espectacular caída de los rayos, con sus deslumbrantes relámpagos y ensordecedores truenos, a la vez que ha mantenido hacia ellos el saludable respeto que merece su poder destructivo. Nada de extraño tiene, pues, que durante decenas de miles de años se le atribuyera al rayo un origen sobrenatural, aunque unos pocos —poquísimos— llegaran a imaginar que se trataba de un hecho tan natural como la caída de la lluvia o la nieve, y no de la manifestación de la ira de alguna deidad celeste. Pero lo cierto es que fue solamente como resultado de las investigaciones científicas realizadas sobre el fenómeno a mediados del siglo XVIII, que el agudo Voltaire pudo hacer generalmente aceptable la definición del rayo como un gran fenómeno eléctrico [que] Franklin obliga a descender tranquilamente sobre la tierra
.
Se trata, sin embargo, de algo bastante más complejo de lo que puede sugerir una breve definición, por ingeniosa que sea; entre otras cosas, porque ni las explicaciones científicas actuales sobre el fenómeno son totalmente satisfactorias, ni es absoluta la protección que ofrecen los sistemas de pararrayos al uso, todo lo cual es objeto de controversia por distintas razones, un debate que se inició en tiempos de Franklin y que continúa en nuestros días.
Confieso que lo que más me atrajo del asunto, en los ya lejanos tiempos de mi juventud, fue todo lo relativo a sus facetas históricas y culturales e incluso a sus anécdotas pintorescas. Me habitué a recortar y guardar cualquier cosa sobre el tema que apareciera en los periódicos y llamara mi atención. Pero no fue hasta que cayó en mis manos The Flight of Thunderbolts [El vuelo de los rayos] —la clásica obra de divulgación, publicada en 1950, del renombrado investigador sudafricano del rayo, Basil Schonland— que se avivó mi interés en conocer, siquiera a grandes rasgos, las peculiaridades científicas y tecnológicas del asunto. Lecturas posteriores en libros y revistas, complementadas con informaciones y criterios, a veces bastante heterodoxos, suministrados por algunos especialistas experimentados, me convencieron de que no sería una mala idea preparar una versión resumida y simplificada —pero no sobresimplificada— de todo aquel conocimiento que resultara de interés y utilidad para jóvenes de vocación científica o tecnológica, y también para la generalidad del gran público lector.
Este pequeño libro aspira a cumplir con ese propósito, concentrando la exposición en cuatro breves capítulos. Al final de la obra hallará el lector una lista de referencias bibliográficas que podrán resultar de utilidad a quien se interese en profundizar su conocimiento de este o aquel tema incluido en el texto.
El primer capítulo es de carácter histórico y cultural; está salpicado de material anecdótico que, presumiblemente, animará a continuar la lectura. En el segundo se precisan, de la manera más afable que me ha sido posible, los aspectos físicos más destacados del fenómeno, algunos explicados ya por la ciencia de nuestros días y otros no. En el tercero se echa un vistazo a la problemática de los sistemas de protección, incluida la actualmente llamada guerra de los pararrayos
. Por último, en el cuarto capítulo se presentan, aparte de uno que otro material complementario de interés general, unas cuantas recomendaciones que cualquiera querría tener en cuenta para protegerse ante la amenaza de una tormenta eléctrica y evitar que lo parta un rayo
, como suele decirse. En cualquier caso, el lector constatará que la presente exposición incorpora no pocas noticias de interés sobre el tema, aparecidas en los medios en fechas tan recientes como apenas unos días antes de que se pusiera punto final a la obra.
En cuanto a las nada escasas ilustraciones y observaciones colaterales con las que tropezará aquí el lector, vale la pena aclarar que, aunque a veces no lo parezca, la gran mayoría está destinada a apoyar y precisar los conceptos de carácter científico y técnico que afloran en el texto. Sépase que no pretendo haber logrado siempre este propósito, y menos en un tema tan problemático como el estudio científico de todo lo concerniente al rayo. Pero ciertamente lo he intentado en la medida de las posibilidades de alguien que no es un genuino experto en la materia, y cuando no he hallado consenso entre los especialistas, he preferido dejar expuestas las opiniones encontradas, con el ánimo de que el lector profundice en el asunto y saque sus propias conclusiones.
Aprovecho la ocasión para dejar constancia de mi agradecimiento al editor de Ciencia, Tecnología y Salud del Fondo de Cultura Económica, Heriberto E. Sánchez Cortés, por su ilustrada y más que valiosa contribución a la publicación de este libro; a los profesores Juan José Saldaña, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Libertad Díaz Molina, de la Universidad del Caribe, en Cancún, por los importantes datos históricos que aportaron a esta obra, y al colega Enrique Gay Calbó, especialista en sistemas de protección contra los rayos, por haberme hecho partícipe de algunos de los secretos del oficio
.
I. Los primeros tiempos
En las nubes retumba despeñado
el carro del Señor, y de sus ruedas
brota el rayo veloz, se precipita,
hiere y aterra al suelo,
y su lívida luz inunda el cielo.
JOSÉ MARÍA HEREDIA,
En una tempestad
(1822)
Comienzo a escribir estas líneas mientras una tormenta veraniega desencadena su violencia eléctrica sobre la ciudad. Frecuentemente los relámpagos se suceden en fracciones de segundo y los truenos también. De cuando en cuando, maravilla el deslumbrante trazo irregular que dibuja en el cielo algún rayo particularmente vistoso (figura I.1). Pero, por más que un espectáculo así pueda tomarme por sorpresa, en definitiva no me aterra. Me limito, si acaso, a desconectar mi computadora de la línea telefónica para evitar que se dañe —como ya ocurrió una vez—, a abstenerme de utilizar un teléfono no inalámbrico, a salir del agua cuando me estoy bañando en la playa, a no ponerme junto a un árbol para resguardarme de la lluvia cuando estoy en el campo, y tener otras precauciones por el estilo.
En honor a la verdad, hay que decir que nunca está de más tomar precauciones cuando se aproxima una tormenta, porque los rayos constituyen una amenaza muy real para la vida de personas, animales y plantas, y pueden causar considerables daños materiales. En la foto reproducida en la figura I.2 puede apreciarse parte del destrozo que ocasionó un rayo en el muro de la azotea del edificio de departamentos de 15 pisos donde resido. Por fortuna, los daños fueron relativamente pequeños en este caso, al contrario de lo que ocurrió no muy lejos del mismo lugar el 30 de junio de 1741, cuando el Invencible, un buque de guerra español que se hallaba atracado en un muelle de la bahía de La Habana, fue alcanzado por un rayo. El incendio que éste desató no tardó en ocasionar el estallido del polvorín de la nave, que hizo volar [los] aparejos, arboladura y obras muertas, estremeciendo, al reventar el casco, toda [la] población
, según cuenta un testigo.¹ Causó grandes averías en las edificaciones de la ciudad, entre ellas en la iglesia parroquial mayor,² pese a que el lugar del accidente se encontraba a unos 500 metros de donde se alza el bello edificio colonial que hoy alberga al Museo de la Ciudad.
FIGURA I.1. Rayos en la noche. Imagen: iStock.com/disqis.
El episodio mencionado nos cae como anillo al dedo para recordar que, en homenaje a santa Bárbara, el polvorín o compartimento de los buques antiguos donde se almacenaba la pólvora se denomina en español santabárbara
. La asociación de aquella santa de la Iglesia católica con los rayos proviene de que, según la leyenda, allá por el siglo III un rayo fulminó a su padre como castigo divino